Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

[33] Para después

Habían mandando a un tercero a saber si seguía con vida. Mis progenitores y lo que sigo llamando hermano hicieron esto. ¿Por qué? Para hacerse de mis cosas en tal caso de haber muerto.

Puede ser que no debería sentir nada al respecto, ¿verdad? Siempre, desde que fui consciente de situaciones de las que no debería serlo una niña, supe que si quería hacer algo, debía ser con mis propias manos, sin esperar a que me vieran desde el público; que me dieran un abrazo o una palmada confortante; que gritaran mi nombre; nada de esto, esperé en mi parte racional. La parte emotiva que suelo hundir bajo mucho carácter y resolución para los conflictos entre empleados, planes a futuro de acción conjunta y mis otras labores que jamás se han escapado en individual, ha asomado la cima de su cabeza para que la vea un segundo y me sienta mal. Mal que solo quieres comer helado en ropa cómoda, con pantuflas incluidas y el cabello enmarañado. ¿Qué es el maquillaje, la depilación y el esmalte? Modos de cubrir lo que no puede ser cubierto por tanto tiempo.

Y hablando de tiempo, éste está yendo pésimo.

¿Quién dijo que darse un tiempo para una misma, sirve de algo? Eso es para las personas que necesitan espacio, que se sienten sin aire, que el palpitar se les vuelve arritmia y precisan usar un electro shock. No para los de mi clase, que creen que el tiempo es quien cura todo, sin mover un dedo. Pero, ¿qué pasa cuando no sabes qué dedo debes mover? Tengo una ocupado, por un anillo muy bonito, que veo y me pongo a planear tonterías de las que no me siento capacitada para levantar el celular y contárselas a quien debe compartirlas conmigo.

—No te entiendo, Toronja.

Cubro mi rostro con una almohada y hago como que no está aquí para ser el llamado de mi consciencia, o alguna tontería cercana.

Oigo el deslizar de sus pantuflas. El correr de las cortinas. Nuevamente sus pies arrastrándose. Un movimiento en la cama y cómo me es arrebatada la almohada.

Gruño, recibiendo el brillo de la claridad—. No quiero hablar contigo en plan psicólogo.

—¿Y en plan amigo preocupado?

Berreé, sentándome y acercando mis rodillas a mi pecho.

—¿Es que tú haces algo más, aparte de amenazar a aquellos que crees que van a dañarme?

Jair y su frialdad pocas veces me da de golpe. Lo que a él le va bien son las bromas en un rostro serio, ser directo, entrometido lo justo y dulzón con una pizca de encantador de mariposas o serpientes, dependiendo de cómo luzcas y si te arrastras, vuelas o avientas veneno, pero que mire con antipatía y cansancio, me duele.

—Yo no amenazo —objeta en tono elemental—. Establezco un hecho futuro y lo voy a seguir haciendo, Adara, aunque no te guste. Sé que hay cosas que no te gustan y no las puedes solucionar tu sola, por mucho que te esfuerces. Y mira que te esfuerzas.

Ignoro todo lo que dijo, por muy bonito que suene y que me llegara al corazón.

—¿Por qué hablaste con Irene? Y no quiero mentiras, te quedan gordas, en serio.

—Ella y yo teníamos asuntos pendientes.

No sé si oí bien y hubo segundas en esa declaración.

—¿Qué asuntos?

—Los que tiene con Ferres y que te involucran. La denuncié por atreverse a acosarte y coaccionarte para que aceptes trabajar con ella usándolo a él.

—¿Que tú qué?

Él, abandonando la pose helada, se sonríe como un sabilucho—. He hecho lo que tú no. ¿Ves que me necesitas, cielito?

—¡No tenías que hacer una cosa de esas! Yo podía...

—¿Resolverlo? Ajá.

—Jair.

Apoya las manos detrás en el colchón y retuerce su cuello para verme de costado, como si fuese una pieza que no sabe bien dónde encajar.

—¿Te he dicho que no te entiendo? Te resuelvo un lío para que te centres en los importantes, ¡y te enojas! No tienes remedio.

Ruedo los ojos, pero no me niego a una verdad.

—Solo estoy preocupada, ¿sí?

Endereza su cabeza y su semblante se vuelve mas tierno a la par que cauteloso.

—Igual que yo, pero yo hago algo con la preocupación. Tú, ¿qué haces con la tuya?

Auch.

—Seeh —se recuesta por completo, aunque la parte baja de su cuerpo siga fuera—. Eso tuvo que doler. —No suena arrepentido. ¿Y por qué? Jair casi no se arrepiente de lo que suelta por la boca, porque suele pensarlo muy bien.

Me saco las colchas de encima y le doy un empujón imprevisto que lo saca de la cama por entero, tirándolo al suelo de un seco golpe. Lo veo retorcerse y levantarse, sorprendido pero con una media sonrisa traviesa que augura problemas futuros. Elevo mis manos con inocencia. No voy a salvarme, pero las muestro.

—Eso te pasa por meterte con mis problemas que aun no logro solucionar, Wasabi.

Se arrebata el cabello caído en su frente y me dispara una mirada exasperada.

—¿Y no los solucionas por qué, Limón?

No tengo que fingir nada que no sienta, así que soy sincera y me siento mejor para admitirlo:

—Porque no sé cómo se hace.

—¿El qué?

—Entender —Miro a mis pies descalzos y la falta de atención a mis uñas, sin esmalte, apenas cortadas porque lo necesitan—. Entender a quien va a ser tu futuro esposo cuando él mismo parece no hacerlo.

—No logras esa proeza aquí sentada.

Levanto la vista y me ofendo tremendamente.

—¡Tu fuiste quien me invitó a quedarme a dormir!

—Claro —dice moviendo sus hombros con naturalidad—. Cualquiera, si invita a su amiga a beber y ella se pasa un poquito, la invita a quedarse también, evitando que muera en un accidente de auto.

Sonreí sin quererlo, imaginando lo que Mer diría. Es un poco asustadiza respecto a los malos augurios, hasta los supuestos. No puede oírlos porque traerán mala suerte. Por el broto de suspiro de Jair, él la tiene presente como yo. El que seamos solo dos en este demasiado grande para una sola persona apartamento de soltero ha sido porque está de viaje familiar y a nuestro modo, la extrañamos y, no sé si él por entero, pero echo en falta nuestro tiempo de calidad. Y esas cositas que parecen tontas, las extraño.

—Gracias por no dejar que muera —digo y froto mis ojos, arrugando el cejo al percatarme de la hora ne mi reloj, que al parecer no fui capaz de quitarme antes de dormir—. Cristo, ¿esta es la hora? ¿Aquí no se desayuna?

—¿Es broma? ¡Si acabas de despertarte!

Río por su respuesta beligerante.

—¿Estás nervioso?

Él suelta un suspiro a lo bruto, que me sorprende. No me puedo quedar callada.

—Pero Jair...

—Estoy bien. Normal.

—Como desayunar a las once y media —digo sugestiva.

Jair ríe mordaz.

—Y me desairas en mi propia casa.

—No te estoy desairando. Solo no te creo.

—¡Es un insulto!

Niego con mi cabeza, cansada de que se guarde asuntos importantes para sí mismo. Pero, ¿no estoy haciendo lo mismo? Haremos un concurso del mas obtuso para abrirse cuando le duelen las entrañas, a ver quién gana.

—Como quieras.

—No. Como quiera, no. ¿Crees que te miento?

—No será la primera vez —objeto sentida.

No deseo que nos pase desapercibida mi indirecta. No le sienta nada bien mi rencor, pero se lo tiene que aguantar. Estuve muy preocupada por las repercusiones de sus decisiones respeto a mi protección y es perfectamente natural que me las cobre. Nuestra amistad es así de masoquista y luego, toda dulzona.

—No es mentira que no me pase nada, Adara. —Flexiona los brazos y caen sus manos en su estrecha cintura, mientras desliza su mirar por la habitación de invitados—. Estoy cansado. Puede que me tome unas vacaciones.

Casi me atraganto con una risa incrédula.

—Trabajas tanto como yo.

—Estoy cansado precisamente de eso. De ser un maniático del trabajo. No tengo tiempo para lo importante.

Me pongo a su altura y le tomo la barbilla para que me mire, lo que cuesta.

—No eres un maniático del trabajo —contradigo con cariño—. De los tres eres el que mas tiempo se hace para lo que en verdad te hace bien y es una de las cualidades tuyas que envidio. ¿Te quieres tomar un tiempo? Pídeselo a Beth y te lo dará con gusto.

Su pecho de expande en un respiro hondo y me toma de los hombros.

—¿Estarías bien con eso?

Con mis manos en sus mejillas, preocupación que escondo en una sonrisa tranquilizadora y seguridad, afirmo:

—Si estás bien, yo lo estoy, Wasabi. Pero solo si sí lo estás. ¿Lo estás?

Asiente, gracioso con mi uso de palabras.

—Te juro que sí. ¿Y... tú?

Humedezco mis labios y me separo para entrar al baño y lavar mi cara. Jair me persigue y se apoya en la puerta, dejando que el peso de su cuerpo se mantenga más en su lado izquierdo que el derecho. El espejo me refleja con ojeras y el cabello mas o menos en su sitio. Subo las mangas del pijama y remojo mis manos en agua fría.

Le dije a Naim que hablaríamos hoy por la tarde. No me voy a seguir escondiendo ni siendo cruel, con él y conmigo. Sí, se equivocó. Yo también tengo mis momentos de catástrofe y de estupidez pero creo que lo podemos superar. Y tenemos qué. No concibo una situación diferente o, de ser así, no me casaré. Por mucho que me duela.

Controlo el temblor de mi cuerpo con esa posibilidad lo mejor que puedo con el agua corriendo entre mis dedos. La junto en mis manos y cubro con ella mi rostro, para después tomar jabón. No me importa ningún ritual para el cuidado de la piel.

—¿Sí sabes que el matrimonio no es un contrato con fecha de término?

Extendí mi mano por una de las toallas negras dobladas en un mueble estrecho de cuatro pisos hecho de metal bañado en azul. Di golpecitos al contorno de mi rostro, sincronizando con su pregunta.

—¿Recuerdas que no quiero a un amigo psicólogo?

—No digo que no sea un contrato; lo es. Pero no uno del que tengas presente que se puede terminar, así es difícil que prospere. Vas como un suicida creyendo que seguirás vivo, luchando por sacar a flote al otro. Es una supervivencia conjunta. Nada de individualismos y tú eres extremadamente individual... ¿Lo pensaste bien?

—¿Dónde están los cepillos?

—En el cajón derecho del lavabo.

Presioné en él y habían seis. Vertí crema dental, pero respondí antes de cepillar.

—Sí, lo pensé bien. ¿Por qué me haces todas estas preguntas ahora, que ya pasó mi fiesta de compromiso?

—La fiestas me importan un rábano, Adara. Prefiero que pases pena a que pases una vida llena de infelicidad, no solo para ti.

Le doy la cara y apoyo mi espalda baja en la encimera el lavabo. La comprensión de su mas que justificada preocupación me estaba empezando a emocionar, de formas que hacen llorar. Suspiré, relajando mi interior y le ofrecí lo que tengo:

—Estoy aterrada de que no funcione pero mas me aterra no decidirme y vivir mis siguientes veinte, treinta o cincuenta años recordando a ese buen chico que me ha visto en mi peor momento y no dudó en apostar por mí, pero yo dudé, cedí a la duda... ¿Me hace merecedora de su querer? ¿No debo darlo todo también? —Agité mi cabeza levemente—. Estamos pasando por una curva cerrada y tengo que asegurarme de que lo di todo de mí, como siempre, en lo que es eterno. Creo en el matrimonio eterno. El que trasciende y es ese el que aspiro y lucho por tener. No menos.

De un golpe asintió, inexpresivo, y dio una vuelta parcial fuera del baño.

—Era lo que quería saber —dijo y su voz se hizo mas lejana—. En diez minutos está el desayuno-almuerzo.

El almuerzo, porque comimos a mediodía, fueron panqueques con fresas y chocolate derretido. Jair comía como adolescente los fines de semana pero está bien, no tengo un paladar exquisito y necesito azúcar ahora. Hablamos de trivialidades y de lo que posiblemente haga con sus futuras vacaciones. A las dos de la tarde acepté la cola hasta mi apartamento para cambiarme. No iría vestida como si fuese a trabajar. En vez de eso preferí usar un vestido liviano, de estampado de rosas rojas y fondo color crema, corto y de mangas anchas. Sandalias bajas estilo romanas de correas lilas. Un bolso veraniego cuadrado de colgante en cadena al hombro con un lazo naranja encima, adornando la base. Solté mi cabello, al que le hace falta un buen corte y completé todo con un jugo de pulseras, collar y zarcillos de dijes rojos en forma de rombo.

A punto de atravesar mi puerta para tomar el ascensor, la canción que coloqué como predilecta para mi madrina —Single Ladies, obviamente— suena en todo el pasillo.

—Hola, Pepsi.

Adara... —parece resollar y luego viene un quejido—. Adara, voy a desmayarme...

—¿Cómo? ¿Cómo que te desmayas?

Ven ahora.

—No, dime qué pasa y si lo podemos solucionar así. Estoy por...

¡Adara, ven aquí por favor! —me grita y es el segundo quejido. ¿Está sollozando?—. Han... han desvalijado mi casa. ¡Está vacía!

Pongo atención y me pierdo bajando en el ascensor. Lo siguiente que dice no tiene sentido. Lo doy por acabado y voy directa a Dominic para que me pidan un taxi, sin colgar; creo lo peor si le cuelgo.

—Madrina —intento interrumpirla, pero está destrozada y destrozando mis tímpanos—. Madrina, voy hacia allí, ¿está bien? Tu, por favor, busca donde sentarte si es que estás en pie. En lo que llegue lo resolveremos.

Con mi celular desocupado, busco a Naim y le marco. No tarda nada.

—Hola, lo siento, mi madrina está en problemas y tengo que ir con ella. ¿Podemos...?

Voy contigo.

—No, no es necesario...

Lo que digas, estoy cerca. Espera afuera.

Mascullo por lo bajo porque su parte mandona es molesta. Alcanzo a informarle a Dominic que no necesitaré el taxi y por suerte lo coge otro residente.

Nada mas ver el auto azul de mis sueños, me dirijo a él y subo con determinación y apremio.

—Gracias —es lo que sale de mis labios. Porque estoy agradecida de no tener que lidiar con esto sola.

Naim me da una lánguida mirada que compensa muchos sentimientos allí, encerrados en aquellos ojos, a los que no les puedo ni quiero poner nombre ahora mismo. Hasta que no abrocho el cinturón no aparta sus ojos y continúa conduciendo.

Creí que estaría nerviosa en su presencia pero lo que hace mi estrés por mi madrina es eclipsar todo aquello que tenía planeado decir y suspenderlo como una alarma que sonará dentro de unas horas.

_______

Feliz fin de semana!

Liana

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro