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[3] Feliz, feliz, feliz

Somewhere over the rainbow

Way up high

And the dreams that you dreamed of

Once in a lullaby

Somewhere over the rainbow

Bluebirds fly

And the dremas that dreamed of

Dreams really do come true

No podía dejar de recordar y, tal vez, solo tal vez, creer en ese arcoiris. En que podría estar encima de uno, encima de todo.

Pero ninguno de los bellos colores que adornan aquel arco está en el vestido de madrina. Que cosa mas espantosa. Habría preferido usar el rosa chillón, el amarillo pollito, el azul de Baby Shower, todo menos este verde pistacho. ¿Con qué zapatos se combina?

Eso no me importó. Usé unos tenis y los llevaría hasta la iglesia porque el sufrimiento doble, si se puede evitar, se evita.

—Luce muy linda, señorita Adara.

Dominic, el portero esplendoroso, de cabello platinado y lentes pasta gruesa de mi edificio era un regalo caído del cielo para todo aquel que entra y sale de él. Para mí significa que hay una persona que se preocupa si llego o no a salvo. No lo vi en la madrugada que llegué pero puedo jurar que está apostillado en su puesto desde la siete y que su halago, pese a ser mentira, en él es sincero.

—Estoy horrenda —dije en una risa—, pero gracias. ¿No ha visto usted un...?

Cerré mi boca para amortiguar el gritito.

—¿Un...? —Dominic sonrió, esperando por mí.

Froté mi frente con los dedos y le hice un gesto de que lo olvidara.

Ya está aquí.

Las puertas se abrieron de modo automático. Me aferré al bolso y miré a ambos lados de la calle para cruzar.

Naim ha sido puntual y va en un conjunto casual elegante tal como le indiqué. Pantalones blancos de buen corte, acoplado a su cuerpo realzando ciertas partes y aminorando el impacto de otras. Camisa lila arremangada junto a un saco beige de motitas negras, abierto, sin corbata. Para más rabia y complacencia, unos suecos casuales grises. Y lentes de sol.

—¿Vamos a buen tiempo? —preguntó, abriendo la puerta del copiloto.

—Vamos a buen tiempo.

Estando dentro de un auto así con Naim conduciendo puede que me enamore de él.

Del auto.

Obvio.

***

Esto no va a ser fácil. Siempre fui consciente de mi propia fragilidad, de lo extenuante que es actuar feliz, de cómo estoy socavando en mis sentires. Siempre supe que podría tolerarlo no porque tengo una grandiosa fuerza de voluntad, es porque amo a mis amigos.

Ellos son mi sino.

—Tengo que entrar primero para las fotos del cortejo. ¿Te importa esperar a que entren el resto de los invitados?

Naim asintió, quitando el seguro.

—¿Seguro no quieres que entre contigo?

—No quiero que me hagan preguntas innecesarias respecto a ti por ahora —me incliné a verle y sonreí—. Gracias. No será mucho tiempo.

Y no lo fue.

Mas rápido de lo que deseé (y deseé que lo fuese, como una ilusa) el novio entró a la iglesia, decorada con los mismos colores que los vestidos, con flores blancas y azules, creyendo que aquello le da vida a un color como el de los pistachos. Él no parecía notarlo. Se acercó a nosotros a un costado de la entrada y al verme, esta vez sí se fijó en mi vestido.

—Dios, Ada...

—Olvídalo, Malek —corté con mi tono y sonreí, pues en cambio él esta tan guapo y feliz. Está feliz—. Te ves muy bien.

—Es lo que hace el día más feliz de mi vida, ¿no?

No tenía que fingir que no estoy de acuerdo—. Si tú lo dices.

Ríe y me toma de los hombros.

—Hey, que tu día llegará pronto. No tengo ninguna duda.

No tengo interés alguno en contraer matrimonio, pero no dije eso. En cambio le di una palmada aceptando lo que salga por su boca y animé a que se reuniera con el resto de nosotros, porque si esta boda será a tiempo la novia no tarda en llegar. Debo estar preparada para ese momento.

Como la madrina principal incluso no debería de estar con el resto del cortejo, pero Vanessa lo quiso y si ella quiere, se le da.

—¿Quién es el hombre con quien llegaste?

Ignoré esa vocesita como Pepe el Grillo que quiere atormentar mi concentración.

—¡Adara!

—¿Ves a Vane?

—No.

—Avísame si la ves, su bouquet está listo.

Merlía está siendo molesta, lo que es normal; Naim y su auto son un faro que atrae la atención. Lo ignoro no para imprimirle a su velocímetro de molestia una raya más, lo hago porque esto se trata de pasos cortos hacia adelante en esta boda que no deseo pero de eso de trata, de que no es sobre mí y entenderlo no funciona si solo lo repito en voz alta, es necesario que lo viva por completo.

Así que al estacionarse el auto de época, casi carroza, en las afueras de la iglesia me acerqué y entregué las flores, una combinación de girasoles, margaritas y nomeolvides con hiervas frescas alrededor atadas a una cinta tan verde como yo. Vanessa está hermosa y brilla con la misma intensidad que lo hacía Malek.

—Gracias —dijo ella, tomando mis manos con el bouquet en ellas.

Los siguientes pasos fueron solamente sucesiones de ensayos y actuaciones bien logradas. Ponernos en posición, la marcha nupcial, acercarse al altar y esperar a que terminara la inagotable ceremonia. Las madrinas, Merlía, Clare y mi persona con los tres padrinos del novio nos posicionamos a cada lado. La familia y amigos escuchan al padre llevar el mando de los deberes conyugales y los novios... Bueno, son lo que los novios suelen ser: un poco penosos, sonrientes y a veces serios; llorosos; aturdidores; incitan a la tristeza.

En cuanto la pregunta vino, la de ''si hay alguna persona que no esté de acuerdo con esta unión sagrada, que hable ahora o calle para siempre'', apreté mi propio bouquet y busqué a Mer, pero era la última y nuestro lugar no me permitía verla. Y en este sagrado templo no existen personas sagradas a las que quisiera ver para que me den fuerza.

En mi desespero interior, no me quise dar por vencida.

Yo no estoy sola, no si así no lo quiero, ¡y no quiero!

Entre las cabezas que no conozco, las sonrisas y el histrionismo generalizado, noté a Naim mas alto que el resto. Me regresó el vistazo y rodó sus ojos, imitando un bostezo.

Que chico tan raro.

Debería dejar de verlo.

Pero me siento mejor y eso prima más que lo que debo hacer o no.

—... Los declaro, marido y mujer. Puede besar a la novia.

Hice un gesto de resoplido y Naim extendió sus labios en un ruego.

—Les presento al señor y la señora Abernathy.

Tomé el brazo del padrino y salimos en la procesión con la que entramos. Los novios fueron rodeados por los invitados y aproveché para regresar a la iglesia. Ya Naim venía saliendo y miró encima de mi hombro hacia afuera.

—¿Es necesario que estés en la recepción?

Sonreí con ternura por esa pregunta y señalé mi atuendo. Naim arrugó el rostro y me vi tentada a la risa.

—Sí pero pueden ser unos minutos mientras toman fotos y hacen el tonto. ¿Te importaría esperar? Sé que...

—No me importa —interrumpe.

Quise refregar mi rostro pero el maquillaje tiene que durar hasta acabar con la farsa.

—Te voy a creer, Naim y lo voy a hacer porque tengo a esta gente absorbiendo mi aire y respirando sobre mi hombro.

—Ve tranquila.

Ya que aun la idea de estar cerca no habita en mí, le pedí su mano extendiendo la mía. Apreté, agradecida.

—Adara —llamaron. Era Clare.

—Ya voy.

Solté el agarre y con un soplo seguí al cortejo a los vehículos que nos llevarían a la recepción. Le había dado la dirección a Naim junto a mi invitación que dice expresamente que podía traer acompañante, por lo que no habría problema en su acceso.

Al menos no había tenido que presenciar que volvieran a lanzar el arroz y las fotos aquí, allá y más allá.

Era la única que faltaba por ocupar su puesto junto a Clare, hacia la maravillosa recepción. Al arrancar el auto, cerré mis ojos un momento y me dije que solo eran unas horas más para que terminara. Me sumé a los comentarios de las pequeñas torpezas de algunos al caminar al altar, de lo cómica que fue la niña de las flores queriendo correr con su mami y del festín que se darían los muchachos con la comida que sabemos, no se escatimó en gastos.

Si mis amigos eran mi sino en esta celebración, mi sino respecto a la agonía, era Naim.

El club campestre no tuvo en mí la reacción que en el resto del cortejo. He venido escasas veces a causa de las reuniones con algunos proveedores interesados en mi trabajo que se concertaban aquí porque, escapa de mi entendimiento, a ellos les encanta estar. Malek comprendía mi retintín por venir y se ofrecía a serme de compañía, sabiendo que él lo odiaba. Un odio excelso.

¿Cómo un sitio que odias se convierte en tu sitio de recepción? Y ahora que registraba la imagen de los invitados sentados en la iglesia, reconocí a algunos hombres y mujeres que frecuentan este club.

—¿Estás bien? —preguntó Merlía.

Le miré confusa. Éramos las que faltaban, del cortejo, por entrar. Ya empezaba el estacionamiento a ser rodeado por los invitados.

—Sí —mentí, dándole a ella un suave apretón—. ¿Crees que deba estar mucho tiempo...?

—¿Estar mucho tiempo? —instigó, intranquila e intrigada—. ¿Dónde mas piensas estar sino en la boda de tu gran amigo?

Ignoré la irritación que empieza a hacerme su dueña y sonreí.

—En ningún lado, Mer.

Suspicaz, murmuró—. Jum, ya decía yo...

Le di un empujón y fingió recibir un dolor insoportable entre tanto se alejaba, mirando cada tanto a sus espaldas, a ver si la persigo.

En lo que entrabas había una especie de antesala, donde te saludan un grupo de meseros hombres y mujeres, te guían a tu mesa y piden que te mantengas en ella hasta que lleguen los novios. Como somos del cortejo y primero lo primero -las fotografías-, nos amontonaron en la esquina del jardín decorado con varias columnas similares a un obelisco pintado de azul bebé, rodeado por un listón verde pistacho y adornado en la punta por las mismas flores de la iglesia. En uno de ellos; ahí nos quedamos.

Pude vislumbrar a Naim caminar después de una pareja a la que no conozco. Le mostré con mis manos donde está su mesa, pero agitó su cabeza y se quedó en los dos pilares de la entrada con un techo de enredaderas y flores colgantes. Apuntó el suelo y entendí que prefería esperar lo mas alejado posible.

Sin querer alardear: mi trabajo como madrina fue excelso en su justa medida. Los pequeños detalles, como sostener el vestido de la novia mientras va al baño; ajustar su nueva vestimenta para la recepción con un peinado distinto; retocar el maquillaje..., todo el resto lo haría Mer, como segunda madrina.

No voy a quedarme a ver el brindis, el corte del pastel, el primer vals, el vals de la novia con su padre, el lanzamiento del bouquet, la pelea amistosa por el liguero, las palabras del padrino y las que debí tener preparadas. ¿Malek y Vanessa estarán decepcionados? Sí, lo estarán. ¿Me importa? A medias. ¿Quiero correr con todas mis ganas y fuerzas? ¡Lo quiero y lo necesito!

En sus marcas.

¿Listos...?

—¡Adara!

Verónica me tomó de un modo desprevenido de los hombros justo acabando la sesión de fotos profesionales, apretándome cerca de ella y haciendo de guía hacia el escenario. De ser mi madre esto no estaría pasando.

—Es hora del brindis de la madrina —informó.

—Apenas si es hora del vals. —Le diría cualquier excusa con tal de que se detuviera.

—¡Nada de eso! —gorgoteó, empujando cuando yo retrocedía—. Hagamos de este día una distinción, ¿no te parece una idea magnifica? ¡Claro que es una idea magnifica!

Pisé fuerte en el césped y me solté fácilmente de su agarre huesudo, forzando a mis articulaciones. Ella se quedó nublada y procedió a tocarse el pecho; la implantación del rostro de la enajenación y la extorsión.

—¡¿Qué haces?! —siseó, extendiendo su mano para tomarme.

Eh, eh. No.

—Podrá muy bien querer ser distinta pero no voy a hacer el brindis; lo hará Merlía.

Me sonríe con insatisfacción. Bravo por mí.

—¿Y por qué la segunda madrina hará el trabajo que debe hacer la principal? Es decir, tú.

—Porque no me siento bien.

—Yo te veo perfecta.

Chupé mis dientes inferiores solo por el placer de incordiarla y que me viera con asco.

—¿Qué sabrá usted? —Su cara se está tornando roja. No empezaría una discusión sin precedentes—. Agradezca que Mer, una muy buena amiga de ambos y también su madrina hará el brindis. Créame, no van a extrañarme. Y si me disculpa... —le pasé por el lado.

—No te disculpo, jovencita... ¡Adara, ven aquí!

Pero no va a durar esta persecución. Hay mas que perder por lo que vean y escuchen los invitados que lo que se pierde por, redundante, perder a una madrina.

Me vi en la necesidad de pasar a un lado de la pista céntrica, en pleno vals pero con varias parejas bailando con la pareja. Ya podía tocar la libertad y mis zapatos cómodos, sin embargo fui rodeada y levantada por una persona. Un hombre. Y no era, no podía ser otro que Malek.

—Oye, ¿a dónde vas tan aprisa?

Me volteé entre sus brazos, riendo.

—Al baño. ¿Es que vas a acompañarme? ¡Ni siquiera respondas!

Sonrió y en su rostro había una particularidad en sus mejillas: hoyuelos que le confieren mas gracia de la que presume.

—¿Vas a tardar mucho? Quiero una pieza con mi madrina.

—No soy tu madrina —le recuerdo por enésima vez y mi voz adquiere esa dulzura que solo yo discierno.

Malek chasquea sus dientes.

—De Ness, mía, es lo mismo.

—No es, ustedes son dos personas completamente diferentes.

—Uhm, deberé diferir. —Toma mi mano y coloca la suya encima, mostrando su argolla—. Esto significa que somos una misma persona. Un binomio. Uno mismo.

Binomio... Claro.

Las lágrimas se agolparon en la comisura de mis ojos y las dejé correr. Malek se apresuró a secarlas.

—¿Estás feliz por mí, verdad? —Sonaba urgente para él la respuesta a esa duda. Le fruncí el ceño, sin darle una respuesta concisa—. Lo que quiero decir es que... Hace unos días me llamaste, Ada. Dijiste que no estabas segura de que la decisión que tomé al pedirle matrimonio a Vanessa fuese lo correcto pero jamás explicaste la razón. Quiero saberla.

En esa llamada vertí mi angustia, una angustia egoísta en la que quería hacerlo recapacitar de una decisión que ya tenía fecha de conquista. No será ni la primera ni la última estupidez que cometerá una mujer enamorada.

Pero como deseo fervientemente dejar de ser estúpida, tengo que dejar de comportarme como una.

Dije con flojedad—. Una tontería.

—Tú nunca dices tonterías —me regaña y con humor, agrega—. Ni siquiera ebria.

—¿Qué clase de importancia tiene? Estás casado. Bien cazado.

—¿Me llamas animal? —pregunta y carcajea—. No pongas esa cara, ya sé que mis chistes son pésimos pero al menos te reías de ellos, ¿o no? ¿Hoy no vas a reír conmigo? ¿Me harás usar el método cosquillas?

Le regalé los oídos al reír y soltar su mano, soltando también lo que me encierra.

—Sí, estoy feliz por ti.

Golpeó su puño en mi barbilla con suavidad.

—Ve, seguro es urgente.

Vi que se acercaba al centro del baile padre e hija, cómo tomaba a Vanessa de la mano y giraron, giraron, giraron. Se besaron, besaron, besaron. Y se amaron, amaron, amaron.

Ugh, cuánto detesto la autocompasión.

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Holaaaa a quien lea

Publicaré en un par de días el siguiente.

¡Gracias por leer!

Liana

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