Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

[25] Eres tú (Siempre lo fuiste)

El gusto. ¿Sabes? Ese que te da el haber obtenido lo que más querías y tener eso que no entendías que era tuyo.

También hay otro gusto: el de disfrutar de que lo que es tuyo, lo es y no te tienes que poner en guardia o vivir en la incomodidad, porque éste te da tranquilidad. Tanta calma.

Ese tipo de pensamientos se me cruzaban cuando miraba a Naim. Estaba vestido elegante. Nada de trajes. Para él la elegancia radica en un pantalón de buen corte en un material liso, en color verde aceituna. Una camisa blanca al cuerpo abierta en su cuello bajo un saco azul marino, ajustado y cerrado en un botón. Unos mocasines negros preciosos, de relieve plateado y trenzado marrón. Le observaba peinar su cabello, que no le hace falta, pero se empeña en que permanezca peinado hacia atrás, como si estuviese mojado.

—¿Y esa mirada?

Me desbloqueé y desvié los ojos a mi celular, para corroborar la hora.

—Te harás la tonta...

—¿Ya estás listo? —pregunté, deseando desviar el asunto—. Te tardas mas que yo y es mucho decir.

Rió roncamente, regalando a mis oídos. No sé porque me gusta tanto su risa.

—Llevo listo hace mucho pero tú estabas concentrada y no quise privarte.

No me avergonzaría por verlo. Por lo que encogí mis hombros y le mostré la hora.

—Cecilie odia a las personas impuntuales.

—Entonces no la hagamos esperar.

Había venido ya lista hasta la casa de Naim puesto que se me hacía mas dificultoso el arreglarme en un lugar que no es me es familiar del todo donde puedo dar rienda suelta a mis necesidades a la hora de maquillarme, o si me decidía por cambiar el esmalte en mis uñas. Una puede ser quisquillosa.

Mi madrina vino luego de uno de sus viajes mas largos. Traería consigo a ese novio suyo que podría ser mi primo o hermano y tendría oportunidad de conocer debidamente a Naim, como no se pudo es esa encerrona de la que no me fascina hacer recuento.

Naim se adelantó a abrirme la puerta y al hacerlo nos topamos con Miramar.

Casi murmuro palabras mal dichas.

—Mima —dijo él sorprendido—. ¿Qué es? ¿Pasó algo?

La mirada que me dirigió no la supe interpretar. No sé nada de Miramar, si vamos al caso. Por lo que me di por persuadida y me arrimé lejos de la puerta y de ellos, al otro lado.

—Los dejo a solas. Te veo abajo, Naim.

Él y sus ojos me dijeron lo agradecido que está, pero Miramar irrumpió mi salida acelerada.

—Gracias, Limale.

No hice mas que asentir y esperar a un lado del auto de Naim. 

Llegaremos tarde. Fijo.

****

La sinuosidad en la copa me recordó a lo inapropiado de ciertos escotes, pero... ¿Qué significa exactamente la comodidad? Tal vez yo no entro en la misma categoría que ellas, las muchachas y las señoras que rondan el salón. Porque a donde girara, un escote o dos se me hacen desagradables.

Mi madrina conoce a mucha gente. Conocer de verdad, hacerse de personas a los que llama conocidos que la sacan de aprietos, los que hacen que multiplique su dinero y los amigos de verdad. Y luego, está Larry, el cuasi novio de ella.

Ese hombre me podría comer viva. Mas músculo que seso, crees, hasta que habla. Nunca oí un acento como ese. No es inglés ni australiano, es una cosa extraña que llega a los oídos que recuerda en algo al acento Ruso o el Austriaco, y no tienen mucho que ver. No lo he descifrado pero lo lograré al final. Además le añadimos esos ademanes propios de los señores que han sido criados por señores con bastón a juego con la ropa, atrasado a su época, evocando situaciones no propias de este siglo y en cambio siendo refrescante. Y su piel es de un moreno que se vuelve mas oscuro en cuanto los ojos, de un verde oscuro, se proyectan en ti. ¿Y su cabello? Castaño claro y rizado, completamente rizado.

—Ustedes usan apodos muy extraños —dijo, en un minuto de silencio que establecimos para comer los bocadillos que llevan rato repartiendo.

Su voz profunda me tiene muy confundida y no me gusta la confusión perpetua.

—¿Puedo saber de qué se trata? —preguntó no optando por el desaliento de mi mudez.

Una parte de mí sentía esta historia íntima. Pero él ha sido el primer curioso y no le veía lo malo a contestar

—Hubo un tiempo en que la marca Pepsicola y Cocacola tuvieron una riña. Pasiva, pero riña. —Limpié mis dedos con una servilleta de las migas del bocado—. Tenías que escoger cuál era tu favorita, si una o la otra y se hicieron comparaciones. En resumen, es una manera de decir que si mi madrina es la Pepsicola, que parecía una copia de la Cocacola, yo sería ésta, como la versión mejorada que en verdad nunca mejoró. No hay nada que pueda hacerle frente a la Cocacola. Pero —acerqué e índice a mis labios—, es un secreto.

Larry rió y su risa envió descargas a mis brazos. Jesús, ¿cómo mi madrina puede estar con alguien así?

—¿Secreto? —cuestiona con una sonrisa ladeada digna de una fotografía. Ignoré esto y me dirigí a la pregunta.

—Lo saben pocos y no nos gusta que los usen. Es como el término bebé, o sea, ¿para qué me dirás bebé si no soy ningún bebé y tampoco tú bebé?

Sus cejas se suben un tanto y bajan, como si no sucedió. Parece controlar sus emociones.

—Analizas demasiado.

—Lo hago.

—¿Y eres feliz así?

—Sí —reí y me atreví a preguntarle—. ¿Y tú eres feliz sin analizar? Debe quitarte una gran carga ser espontaneo.

Él no tardó a responder.

—Analizo lo que considero y lo que me parece que deba sentirse y no pensarse... lo siento y disfruto. No siempre sale bien, pero es una consecuencia de la que estoy enterado.

Como no tengo qué decir, bebo de mi copa y mientras mas observo el entorno, mas estirada se me hace esta reunión. Tenía entendido que el chiste es que los amigos de Cecilie conozcan a Larry, pero con tantas personas no veo como ella conocerá a Naim. Si pasa media hora y aquello no cambia, me iré.

—Luce muy enamorado.

—¿Quién? —Me vuelvo a Larry. Como es a mí a quien refiere, intento buscar al objeto de su atención.

—Naim. Te ha buscado con la vista más veces de las que he contado; seguro.

Sonreí encantada porque se note. Todo lo que hace Naim produce sonrisas.

—Oh, esa sonrisa esconde otro secreto. ¿Me lo puedes contar, por favor? —Se instala a ver mis ojos y agrega—: Aunque pensándolo bien no es ningún secreto.

—¿Cuál secreto?

Ambos nos volvemos a Naim detrás de nosotros. Parece adrede, pero no creo. No suele organizar estratagemas para sorprender a las personas. En realidad la transparencia de Naim es preocupante y que se saltee lo de recién para hablarme, lo hace peor.

—¿Bailas conmigo?

—Naim —me quejé con una sonrisa.

—¿Prefieres que te tome de la mano y te arrastre? —Tiene una expresión entre divertida y curiosa pasando de uno al otro—. Ya hemos hablado de mi parte odiosa... ¿Sí recuerdas?

—Claro que la recuerdo. —Si quiere que piense en otro asunto, lo está consiguiendo.

—¿Vamos? Ya sabes... Mi parte odiosa...

Le tomé del brazo y fuimos a bailar un estilo de tango con balada que invitaba a relajarse y a echar un pie, también. Le dejé guiarme porque de eso se trata, de que el hombre es quien guía a la mujer puesto que sabe cómo hacerlo, sabe cuál paso sigue —así ella lo sepa— y sabrá cuidarle de no tropezar.

En los tiempo de colegio aprendí a bailar por pura cortesía pero no es un gusto del que presumir o del que hacer burla. Bailar es sinónimo de condición, de pasos a seguir para obtener, de un ítem que saldar o que saltar, si es posible. Un bailarín dice de sí mismo que sabe a dónde ir, que tiene ritmo y que le gusta sostener.

Pero esto no tiene nada que ver.

En esa vez que bailamos en un ambiente de discoteca tuve una revelación. Una que me costó asimilar. Todo con Malek era reciente y no concordaba en mi mente que pudiera, con un chico en la cabeza, querer besar a otro. No. Querer era poco. Lo deseé profundamente, que su boca no solo tocase la mía sino que se adueñara de ella, que se adueñara de lo que yo quisiera entregar, pero eso era solo físico. ¿Cuántas personas no han besado a otra y dicen que se siente como besarte el brazo o a una pared? Sin embargo, no quería un beso de condición aleatoria. Besar por besar.

Y mirando a los ojos avellana de este chico tan raro pero propicio en mi vida, descubro cuál es ese secreto no secreto del que habló Larry.

Estoy muy ilusionada por culpa de Naim. No lo quiero, estoy enamorada de él y no saberlo desde antes dice mucho.

Naim preguntó algo pero no le entendí, así que dije:

—¿Qué?

Arqueó sus cejas y apretó en mi cintura, ahora frunciendo sus labios en una mueca preocupada. Tuve el impulso de tocar su mejilla para que cambiara de cara, pero me abstuve. Que extraño es esto.

—Decía que Larry parece buen tipo, pero nunca se sabe.

—¿Dijiste eso? —Sé que fallé. Que era tonta la duda, pero no lo pude evitar.

—Sí —bajó el tono y su cuello para hablar a mi oído juntando nuestras mejillas—. ¿Qué pasa? ¿quieres irte? Apenas has hablado con Cecilie.

—No... O bueno, sí.

—¿Y la traducción es...? —dijo con una pícara sonrisa.

Antepuse la negación y besé su mejilla para distraerlo, que por cierto, resultaba más fácil que lograr que Larry me termine de cuadrar.

—Bailas muy bien —me elogió.

—Gracias. Viniendo de ti es un halago de los buenos.

—Tenerte cerca es un halago en sí, Adara.

Mi sorpresa se tuvo que ver hasta en mis cejas, que se empinaron. Escurrí en el aspecto a Naim y si no lo conociera mejor, creería que está nervioso.

—Tú tienes algo —acuso, aunque no tenga suficientes pruebas.

—A ti.

—No, Naim. No me vas a distraer con tus halagos.

—¿Así como me distraes poniéndote cariñosa?

En vez de tratar de refutarle, me reí presionando mi frente en su hombro.

—Estamos empatados. ¿Quién hablará primero? ¡Y nada de damas primero!

Se quejó y gimió, consiguiendo que se voltearan varias cabezas. La gente es chismosa por deporte.

—No vas a creerme.

—Eso no lo sabes a ciencia cierta.

Su entrecejo se arrugó y vino mi risa culpable.

—Vamos —le animé—. Pruébame.

—Mima fue a contarme la historia detrás de ese jueguito suyo con Tomas. No se excusó; aceptó toda la culpa y me... —movió su cabeza, como si buscara un buen término y lo consiguió— alentó a que siguiera contigo, porque si a estas alturas no me habías desechado, es porque te habías enamorado de mí.

Asentí presa en lo último, pero comportándome tan comprensiva e idealista de un Miramar mas Adara igual gloria para Naim.

—Muy compasivo por su parte.

Su mirada evaluadora se clavó en mí.

—Tu sarcasmo...

—No puedes hacer gran cosa con él. No le creo.

—Yo sí —replica, sin energía de discutir conmigo del todo. Pero hay ganas ocultas—. Sobretodo porque se contentó de que te pidiera ser mi esposa.

Fue como si la música dejara de sonar y de pronto, como una gran ola que quiere barrerme, me vinieran todas aquellas cosas que he dejado para después. Esa, entre tantas.

Naim continuó obrando a favor de la ola.

—Dijo que si soy tan feliz solo teniéndote de novia, no imagina cómo seré en plan de esposo abnegado.

Casi pudo hacerme gracia.

—Es tu turno.

Vi que no quedamos muchas parejas y que este no es un lugar para decir cursilerías.

—Sígueme.

Verifiqué antes que mi madrina me viera o que yo pudiera localizarla. Estaba junto a Larry, que raro, y él fue quien se presentó como mi intermediario. Le deletreé que ya volvíamos y asintió, sin sonrisas para congraciarse ni miradas picaronas, como un fisgón, y eso me gustó más que nuestra presentación y única conversación. No creía en la cordialidad gratis en una situación donde quieres, en tu fuero interno, caerle bien a la otra persona. Tiene dos puntos para mí.

Nos dirigí al jardín, para llegar a él hay que pasar un par de pasillos con adornos simplistas que apenas necesitan limpiarse. Una pared que esconde la cocina, pero justo al lado, traspasando unas puertas francesas divididas en cuatro, está el jardín, una adquisición costosa pero invaluable que Cecilie se dio a la tarea de tener. Siempre, si no la quería en un futuro, podía vender la casa y aquel lugar le añadiría valor. Pero le tiene afecto, no es probable que la venda.

Una mesa de té, hecha especialmente para ser habitada por cuatro personas, con colchones en sus sillas, de metal el resto y formas graciosas en la superficie, en las patas de la mesa y las sillas y los brazos de ellas. Me senté en una y Naim, sin decir palabra, me acompañó.

Es una noche calurosa, como pocas de estos últimos días. Él se quitó su saco y quedó en la camisa blanca, que cada vez me gusta más. Sonreí por el pensamiento.

—No quisiera recordarte algo triste —dice Naim—, pero recordé tu llanto cuando te conocí y lo mucho que admiro que puedas sonreír ahora. ¿Lo has pensado alguna vez?

—Sí, claro. —Suspiré, evocando ese día tan feo pero que acabó menos feo—. Qué diferencia...

—Mucha.

Reí a labios cerrados. No era buena para darle entretenimiento antes de sacar a relucir.

—Miramar tiene razón.

—Empezamos mal —dice consternado, agachándose a mi dirección—. ¿Cómo que Mima tiene razón? Antes preferirías tragar clavos...

—Eso también —le interrumpí—. No... no sabía lo importante que eres, Naim... No, perdón. Sí lo sé, pero no le puse nombre a nada, ¿para qué? Te tengo y tenerte lo abarca todo. Sin embargo, ella tiene razón en que me enamoré de ti. Muy pero muuuy enamorada —reí. He rebasado mi nivel de melosería—. Y lo que sí no sabía pero hoy, hoy lo sé bien. Que, Naim, eres tú. Y sí, sí me quiero casar contigo. 

__________

Hola Holaaa

¡Feliz fin de semana!

Bueno, este es el capítulo de hoy. A ver qué opinan ;)

Nos vemos el otro fin de semana o antes, veré qué hago respecto a eso. Me había acostumbrado a un hábito y dejarlo, cuesta. Ay. 

Liana

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro