[21] Soy
Naim se secaba el cabello con una toalla y me mostraba en qué está trabajando desde su antepenúltimo semestre.
Él estudia ingeniería automotriz inclinado al diseño de carrocería mas que a la parte interna del vehículo. Los modelos estandarizados tienen una tendencia de exigencia con respecto al público que necesita un auto que cumpla con las funciones vitales, pero para algunos éstas no las pueden cumplir los que son automáticos mas de lo que lo hacen los sincrónicos. Para otros es indispensable el que tenga un computador interno, como para otros el lujo no prima de los caracteres indispensables de un auto común.
Entonces, vienen los que aman los autos bizarros, los que se salen de lo cotidiano pero sin prescindir de lo que posee un automóvil, sea de lujo o no.
Iba por el tercer boceto, impresionada de que exista en la cabeza de un ser humano un auto de ciertas proporciones que de ser adquirido, ¿quién lo querría? ¿Para presumir? ¿Para tener una colección?
—El que sigue es mi favorito.
Sonreí. Suena tan emocionado por esto.
—Eso dijiste hace dos. —Pasé a la siguiente hoja de un tamaño de cuarenta por sesenta, con las medidas de varias estructuras en la cima y en la parte inferior de ella y un dibujo, a pequeña escala, de un auto que era como un triple híbrido de modelos que no se usan con los que sí—. ¿Esto es legal?
—Si se hacen realidad, habrá que gestionarlo. —Hubo una pausa. Me preparé para regalarle los oídos, porque ya sé qué va a preguntar—. ¿Te gusta?
Aparté la mirada de sus diseños y dije, seriamente:
—No soy fan de los autos, pero tu favorito es el mío también.
Ríe, colgando la toalla en su hombro.
—¿Te gustan todos?
—Me gusta quien los hizo, ¿lo conoces?
Aclara su garganta y une sus manos, considerando mi pregunta para dar una buena respuesta.
—Depende quién lo busque.
—Una admiradora. —Le miré desde sus ojos, recorriendo su torso vestido con una franela, sus pants, pies descalzos y regresé a los ojos, bastante entretenida con la manera en la que me está mirando—. Una admiradora que está loca por lo que hace con sus manos. ¿Deberé pedir cita para conocerlo?
—Él estará gustoso de recibirla.
Agrupé los diseños como me los entregó, en su carpeta y los deposité en el escritorio donde estoy sentada. Aparte de él, la habitación tiene poco mobiliario, una biblioteca, gavetas, un estante dividido en cuatro con secciones de implementos que no reconozco, una mesa con su base inclinada y una silla a su altura con lapices y hojas de varias dimensiones en él.
—Yo sé que sí —dije y, como si me llevara la fregada, mi teléfono sonó. Con tanta lástima por mí, verifiqué que fuese urgente y, al tratarse de Mer, ya no sentí tanta lástima—. Hola, ¿qué hay?
—No te molestaré por mucho, Jair tiene noticias.
—¿Ya? Se fue el viernes.
—¿Te estás quejando de su eficacia? Se va a ofender mucho...
—No osaría hacer tal cosa —burlé y torcí el cuello al ver a Naim a mis espaldas sin darme cuenta—. Oye, no, no, ¿por qué habló contigo y no conmigo directamente?
—Por mi voz.
—En comparación preferiría la suya, Mer.
—¡Que mal agradecida! Ahora te aguantas, porque han estado reteniendo todos nuestros pedidos. Está buscando el origen, los clientes no sabían que nuestros pedidos no han llegado. Es posible que el lunes te llegue un e-mail.
—¿Reteniendo dónde?
—Eso es lo raro: no están ni en las fabricas o con las autoridades, como sucede cuando falta algún permiso.
Me lamenté con todo mi ser—. No, Mer...
—Lo siento. ¡Pero Jair hará lo imposible, sabes que sí!
—¿Y si no es suficiente? ¿Y si los Rusos se enojan por haber si quiera sugerido que no nos quieren dar sus productos? Tendría que ir hasta allá y la última vez que viajé, no salió bien.
—Te ascendieron.
Gruñí. No quería hablar de ello, aumentaba mi mal humor.
—Gracias por avisarme. Peny está agotada y le permití este día.
—No te preocupes que Jair lo hará bien. Tu también duerme un poco.
Con mas fuerza de la necesaria deposité el celular en la mesa y me recosté de la silla, asumiendo varias noticias en un solo momento. Una es que Jair fue a tratar de arreglar un lío que no tiene que ver con nosotros como trabajadores de una empresa. Que están jugando al gato, el ratón y el queso, no sé bien si con Beth o conmigo, pero lo hacen. Y que si se pone color de hormiga, tendré que recurrir a Cannabellia y por consecuente, a Burgeos.
Hasta en el té de tilo la veo.
—¿Estás muy preocupada?
La voz de Naim a mis espaldas lo pone peor y mejor, contraproducente y extraño.
—Naim, tengo que decirte un asunto.
Sentí sus manos tocar mis hombros. En otro momento, me relajaría y no pensaría en mis, como él acaba de llamar, preocupaciones. Pero mi trabajo es lo que menos cargas me da.
—Miramar no confía en mí y se convenció a sí misma de que utilizar a Tomas para hacerme creer que me... gusta compartir, era un buen método para conocer mis verdaderas intensiones. —Sus manos abandonaron mi piel y lo tuve en mi campo de visión, en una actitud ilegible. Agregué con inquina y cierta befa seduciendo a mis papilas—. No sé si sabes pero, Naim, soy la maldad personificada. Estar conmigo es ir a un abismo de desgracias. ¿O es que Mima aun no te lo dice?
En un comienzo el remordimiento pudo conmigo y mi resolución, pero aunque Naim luce desconcertado, vagando entre lo que me puede decir, lo que hacen sus pies, su cara que no tiene signos de enojo, de confusión o de tristeza, sino mas bien parece dispuesto a darle unos cuantos golpes al tipo mas rudo y creer que saldrá airoso. No me quiero reír de él pero tiene una pinta de lo mas graciosa.
—¿Cuándo fue?
Con tanto silencio la pregunta me tomó un poco ida entre no reírme y entender quién es ese Naim que da tantas vueltas.
—Casi dos semanas.
Sopla, accionando a mi ceja izquierda a arquearse.
—¿Esperaste hasta ahora para decírmelo? —Él sonríe, girando el rostro como si estamos divertidísimos acá—. ¿Y para qué?
—Es que me encanta hacer sentir mal a mi novio —dije irónica, copiando su sonrisa—. Es mi pasatiempo favorito —le guiñé.
Endurece su frente pero bornea su sonrisa.
—Adara.
Si vamos a ver quien deja de sonreír primero, esto será largo y tendido, por lo que solté adrede:
—¿Qué?
—Debiste decírmelo.
Toqué mi pecho, teatrera—. ¿Debí?
—¡Sí!
Me puse de pie con toda la fuerza de mi rabia y me le acerqué, elevando mi pecho y mi mentón para lo que tengo que sacar de mi sistema o voy a enloquecer.
—¿Quieres saber lo que pienso exactamente de decirte o no decirte lo que haga o deje de hacer Miramar Burgeos? Que es una estafa, una estupidez. ¡Es tu mejor amiga! ¿tengo que competir con tus amigos para ser creíble?
Naim atenúa su mirar.
—No tienes que competir con nadie. Te creo, pero ese no es el problema principal.
—¿¡Cómo que no!?
—No.
Estiré mis facciones endurecidas por la sonrisa forzosa y me tomé tres segundos para calmarme y escuchar. Cosa difícil, porque mientras va transcurriendo el tiempo, más emboscada estoy en cuanto a lo que siento y se me sale de las manos mis propias reacciones, incluso lo que deseo, que se contrapone a lo que más deseo.
Ahora deseo tantas cosas que el cansancio no me permite ver. Si le añado cólera, podría desmayarme.
—Tu dirás, cuál es el problema.
Ajusté mis ojos para que entendieran lo que veo. Quise que el resto de mis sentidos fuesen tan abiertos como ellos. Naim se adueñó del tacto al arropar mis brazos casi desde los hombros y deslizarse, arrugando mis piel, hasta quedarse entre mis dedos. Mis oídos captaban el soplo de mi nariz, a mi respiración agitándose y mandando ráfagas al interior que compensaran lo que no sale por las emociones contenidas que observé en sus ojos de cachorro. Parece que quiere que lo acaricie, pero no soy capaz de moverme en el momento en el que estamos, para no romperlo. Porque creo que voy a echarlo a perder.
—El problema es que te quiero pero no sé si será suficiente para que quieras seguir estando conmigo aún con mis pesados e idiotas amigos.
Me solté de sus dedos aunque él siguió apretando.
—Estás de broma.
Negó con esa aire inocente que no tiene nada que ver con aquel rostro.
—A mí tus amigos me importan poco, sobretodo...
—Si, sobretodo Mima. Me ha quedado claro.
—Pues no parece.
—¿Te haces la tonta? —Apreté mis labios. Rió balanceando nuestras manos—. No espero que necesariamente me respondas lo mismo, pero admito que sí que tengo muchas esperanzas.
Lo halé desde nuestras manos y envolví mis brazos en su cintura, uno de mis caprichos mas codiciosos.
—Muchísimas —continúa, recorriendo sus dedos en mi pelo, que no es pelinegro pero nadie va a sacarlo de esa idea.
—Me dicen La Inalcanzable —empecé a decir, no muy segura pero ya qué mas da—. En parte por la forma en la que me comporto. Cuando fui gerente era la primera mujer en conseguirlo y tan solo tenía veintidós años, era considerada una niña y detestaba que no se creyera en mis conocimientos. Sí, me faltaba experiencia pero la oportunidad era mía y no la desaproveché por mucho que se hablara y, ¡Jesús!, se habló y se seguirá hablando. Hace un año, poco más, tuve una transacción en Rusia y me vi en una situación comprometedora con un cliente importante... El caso con él es que retuvo un equipo muy necesitado, un salto tecnológico enorme. Con sus hilos con los que mueve a sus títeres, los movió tan bien que estuve mas de un mes intentando conciliar. Solo Henrique, el anterior presidente, lo pudo convencer de que el escándalo por su capricho —me señalé—, no valía lo que se estaba perdiendo. Con esto, Naim —acomodé mis manos en su espalda y las puse n su cintura—, te explico que mi reputación es una carga...
—Tú no eres tu reputación.
Le ignoré.
—Soy cínica. Soy abusiva a veces y no pienso en lo que otros sienten. Soy una competidora; puedo no medirme. Soy... soy eso, lo soy.
Asintió para mi propio estupor.
—Y eres cariñosa a tu manera, entregada a los que quieres, eres leal y te compadeces. —Mi sorpresa se seguía acrecentando, y su sonrisa también—. Te dije que soy muy inteligente.
—Es discutible ese hecho que das por sentado con demasiada frecuencia.
—Y hablas como una maestra, siempre aleccionando, ¡y me encanta! Adara —apresó mi cabello, exigiendo que le vea—, Adara, tú me encantas, así como eres.
—Yo también te quiero como eres pero eso es fácil y...
Abrí los ojos y decidí apartarme pero Naim cambió las papeles y atrapó mi cintura, elevando mi peso del suelo y me depositó en la mesa, marcando sus manos.
—Así que me quieres —canturreó, contento—. Me quieres, me quieres, me quieres.
Se agolpó el agua salada en mis ojos y tuve que apretar los dientes para no ponerme a llorar.
—Pero, pelinegra —se acercó más, sobresaltado, cogiendo mi cara—. ¿Qué pasa?
—Odio que me vean llorar —musité.
—¿Por qué? Lo que haga que te desahogues siempre es bueno, vea quien lo vea. Guardarlo todo a la larga no trae mas que cargas, malhumor y amargura. No quiero nada de eso para ti.
—Aun así lo odio.
—Pues mi abuela dice que cuando no quieres de algo, te dan dos tazas.
Reí sin resolución y se derramaron las lágrimas.
—Seguro que lo dijo Dulce.
—Sí, niña. —Besó mi frente y limpié mi cara, igualmente incómoda—. Lo de mis amigos, lo resolveré. Recibirás disculpas aunque deban tragar espinas. No estoy jugando a que seas mi novia, eres mi novia y te tienen que respetar, no tienen que ser tus amigos para conseguirlo.
—No sé si podré ver a Tomas con los mismos ojos de la primera vez. Creí que... Bueno, me equivoqué, como no.
—Yo también lo creí.
Se derramó una última lágrima que sequé y ahí vi bien, pero bien, la posición en las que nos encontrábamos. Él entre mis piernas, de pie, aunque ausente en nuestro tema. A mí flexionada para que esté cerca, libre en movimiento del tronco para arriba. Sonreí por lo efusivo y tierno que es.
—Te quiero.
Él encontró mis ojos, pero optó por mis labios y nos besamos por unos segundos que, luego de confesar eso tan bonito, se fortaleció y quise repetirlo todas las veces que fuesen necesarias.
________
¡Hola hola!
Pues ya casi viene una de mis partes favoritas de la historia. Este capítulo es un respiro para lo que sigue. ¡Espero que les gustara!
Y muchas gracias por leer :3
Liana
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro