Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

[19] Lo que se dice

Creí ser una persona completa.

Creí que me las gastaba bastante bien en la vida y no necesitaba a nadie más que a mí y a los dos amigos que me regalaron los años, las decisiones precipitadas y pensadas; a mi madrina que ocupa un lugar, y solo un lugar, en mis días. El trabajo que no soñé pero sí ambicioné y con dedicación, tiento, y tesón obtuve. Una vida cómoda, sí. Una vida de tranquilidad en la que lo único en lo que tenía pendiente era que mis padres y su prole no me quitaran años de existencia que aun no llego a estrenar. Una vida en la que me resigné a que no estaría con nadie si no podía borrar la sonrisa de un mismo rostro, un rostro que ya está ocupado.

Era todo.

Y tuvo que aparecer este muchacho. Este niño a querer revolver mi cotidianidad con toda aquella gallardía, tolerancia, buen humor y persistencia. Demasiado despreocupado en sí mismo como para percatarse de ciertas evidencias. Tengo mis miedos y problemas con los que lidiar, pero no espero añadir la estupidez como uno de ellos.

—¿Qué me dices? —presionó, tomando en cuenta mi mudez—. ¿Quieres estar conmigo? Pero no con la esperanza de que yo cambie o que tu lo hagas, Adara. Juntos de verdad, verdad.

No teniendo que pensarlo más, asentí, dispuesta.

—Quiero, Naim. —Y sonriendo, agregué—. Juntos de verdad, verdad.

Me sorprendí al tener su boca sobre la mía, sobretodo por el mesa interpuesta entre nosotros. Pero no me negué el besarlo por un momento, sintiendo su alegría traspasar de sus labios a mis labios. Se alejó, con una sonrisa deslumbrante.

—Mi graduación es en pocas semanas y quiero que estés allí.

Fruncí el ceño. Así que Miramar sí dijo una verdad entre sus sarta de mentiras.

—Lo estaré —prometí.

De ser posible, se amplió su sonrisa.

—También lo estará Mima.

—Ay no...

—Pelinegra.

—No, Naim. Ya sé por dónde vienes y no voy a ser amiga de Miramar y menos con...

Me quise dar golpes, nuevamente, con la mesa. ¡Casi le decía las tuyas y las mías!

—¿Menos con...? —preguntó, curioso y menos risueño—. ¿Con qué?

—Con tu insistencia —dije como si aquí, ¿pasó algo? No, no pasó—. Las amistades o la cordialidad no aparece de la nada.

—No es cierto —contradice con certidumbre—. A ti —me muestra sus palmas para que apoye mis manos en ellas. Al hacerlo, continúa—, te encontré de la nada.

Lo miré conjeturando. Era un embrollo tratar de explicarle un asunto como ese cuando se ponía en plan cariñoso.

—Te clavaste en mi vida, que es distinto.

—Procuro hacer todo bien y eso, lo hice muy bien.

Reí, congraciando con ese parecer.

—Te dejo con tus amigos —dijo, sorprendiéndome al levantarse y llevarme hasta él de la mano—. ¿Me verás bailar?

Divertida, pregunté:

—¿Verte bailar?

—¡Claro!

—No sé porque querría —conforme dije esto, él empezó a carcajearse—. ¿Para ti sería plato de buen gusto verme bailar frente a otros? Y no te estoy juzgando, comprendo que es un trabajo, pero no me fascina. ¿No viste lo incómoda que estuve cuando bailaste frente a ti?

—Lo vi.

—¡Ah, lo hiciste apropósito!

—Quería encantarte y debía usar todas mis armas.

Tocando el borde del cuello de su chaqueta, confesé:

—Me encantas, sí.

Se despidió de mí por segunda vez y al tenerlo tan lejos que no podía verlo desde las ventanas del local, me senté de golpe y probé una de las donas para aliviar el trago amargo que vendrá en cuanto Naim sepa lo que ''Mima'' y su amigo intentaron hacer conmigo.

Pero qué va. No seré quien se lo diga.


*****



Mi mañana del lunes se resumió en reuniones por la nueva adquisición. Es decir que me vi en la forzosa necesidad de compartir espacio y palabras con Burgeos. Si a esto le sumamos que ella desee limpiar su consciencia, mas o menos a mediodía fue que pude deshacerme de ella. O mas bien, creer que la pude hacer desistir de enfrentarme por las horas suficientes.

De manera que acabamos viéndonos y no quise seguir actuando como una adolescente.

Cerré mi oficina con seguro y le mostré una de las sillas para que tomara asiento.

—¿Te parece lógico que solo a las malas nos podamos sentar y hablar como personas? —Fue su forma de iniciar.

—¿Y a ti te parece lógico que uno de tus amiguitos se me insinúe y luego pretendas que lo acepte sin mas por tu ridícula preocupación por...?

—Alto ahí, Limale.

—¿Me estás mandando a callar? —pregunté, frunciendo mi entrecejo. Ella elevó sus cejas, como un reto—. No iniciemos mal, Burgeos.

—¿Has escuchado lo que dicen de ti en Cannabellia? Te apodan La Inalcanzable. ¿No te preguntas porque?

—Nunca me ha importado.

Ríe una vez, escéptica.

—Sé bien eso, Adara. Pero debería.

Me quejé pidiendo clemencia al cielo.

—Ve al grano, por favor.

—Que te llaman así no porque no se te conozca vida romántica, sino porque te comportas como si lo fueses, como si no es posible acceder a ti y si lo hacen, los pateas como a tu familia. Llegan los rumores de tu trato con tu hermano. Si eres odiosa con tu propia sangre, ¿por qué no vas a serlo con mi mejor amigo? ¿Acaso sabes la persona maravillosa que es? ¡¿Tú vas a cuidarlo?! ¡Claro que no!

Con cada palabra que salía de su boca, más alzaba la voz y más se acrecentaba mi enojo. Pero respondí midiendo mi tono.

—¿Y esta es tu manera de disculparte? —musité.

—Necesitaba cerciorarme —dice excusándose, pero no oigo ni una pizca de sincero arrepentimiento—. No voy a dejar que lo pisotees.

—¿Y esta es tu manera de disculparte? —repetí, solo para estar segura.

—No harás con él lo que haces con todos. —No fue explícita, pero ahí hay una amenaza. Asentí, entendiendo que lo es—. No lo permitiré.

Flexioné mi brazo y apoyé mi mano bajo mi barbilla.

—Eso tendrás que decírselo a él.

Miramar sorprendida es un retrato que vería cada día, pero no tengo ganas de ver hoy.

—¿No le has dicho...? —Endurece su cara y escupe—. Me mentiste.

—¿Por qué le diría que sus amigos me hicieron sentir como una cualquiera? ¿A ti te gustaría? —Sonreí partiendo mi cara en dos por la sensación de fingir que me lo estoy pasando fenomenal—. Pese a que tenemos un gusto cuestionable por conseguir lo que queremos, no quiero hacer sentir traicionado a Naim. Y si quieres que me aleje de él, muy mal vamos, porque no haré lo que tú quieres ni en esta ni en mi siguiente vida, Mima Burgeos. Primero tu tendrás que disculparte y jamás pasará. Así es —alisé mi falda y me puse de pie, señalando mi puerta con el mejor de mis ademanes—, que te pido que te vayas.

Por una vez, Miramar Burgeos no se fue con lo que ella cree es la última palabra y me pude encerrar, sola, a aguantar las lágrimas porque se piense que no siento y que mi familia, como es común, son los victimarios en mi vida.

La extensión que me conecta con Peny suena. Estiro el brazo y toco para responder.

Hay una señorita que quiere hablar con usted.

—¿Está en este piso?

No, está en recepción.

—Deben tener cita previa —nos recuerdo—. Y tener motivos.

Ya lo sabe pero está siendo tan insistente como su hermano. ¿Quiere recibirla?

—Está bien —cedí y con urgencia, le pedí—. ¿Me traes un té? Si es de tilo, mucho mejor.

Enseguida, señorita.

Fui por mis cosméticos y verificando que el maquillaje sigue intacto, me preparé. Si la muchacha pasó por seguridad no hay que temer. No es el protocolo habitual pero no nos negamos a recibir personas. Algunos no conocen el orden de los puestos y se arriesgan a solicitar ver a quien sea hasta ser asignados en el área, y si es un nuevo personal, tiene sentido.

También nadie es perfecto y si una cita fue rezagada por un asistente o no añadida a la agenda, que la cita venga por su propio pie es una actitud natural.

A primera impresión, al recibir a esta visitante no la reconocí. Una chica de estatura media, blanca cual papel, con el cabello negro azulado, grandes rizos enmarcando a un rostro fino. Ojos azules, grandes y de pestañas largas. De contextura regordeta, vestida en un pantalón azul claro de pitillo, sandalias altas blancas, blusa holgada de ese tono y una cartera considerablemente grande de un azul metálico.

Si es una nueva empleada no debería estar en mi oficina, pero no inquirí en su persona por ahora. Se sentó y en mi propio desasosiego pude percibir el suyo, por lo que le ofrecí tilo como el que bebo, pero se negó. Peny, como regla, se quedó a acompañarme y tomar notas de ser necesarias.

—Disculpa —muestro mi tasa, vacía—. ¿Me indicas tu nombre?

—Charline Bronca.

—Bien, Charline. ¿En qué puedo ayudarte?

Ella miró a mi asistente y como no dejaré que se vaya, le aclaro:

—Ella me conoce perfectamente y debe estar aquí. Puedes decir lo que gustes, no saldrá de estas paredes.

—¿Seguro?

—Sí.

Asintió, como si le diera permiso a mi asistente para quedarse. Que curioso.

—Vengo a hablarle de Ariel Limale y mi relación con él hace un año.

Peny me imitó canjeando un vistazo conmigo.

—¿Y por qué vienes a hablarme de él?

Desperezó, causando en mi una nueva curiosidad.

—Porque de esa relación vino un niño, suyo y mío.

—Vaya —dijo Peny, exactamente como pensé.

Estoy fascinada, sin embargo no lo suficiente para no creerlo.

—Ni siquiera me extraña —anuncié—. ¿Y qué te trae hasta mi oficina? ¿él no lo sabe?

—No tiene idea. Nunca quise decírselo porque lo conozco, no se habría hecho cargo de él y de hacerlo, ¿cómo va a hacerse cargo un hombre que no lo hace de sí mismo, de otro ser humano? Además, no le importará.

—¿Cómo a un padre no le ha de importar su hijo?

En lo que salió la pregunta tonta de mi boca, reí por puro nervio.

—A él no —contestó, ignorando mi pequeño lapsus de locura.

—Lo siento —dije con mi corazón.

Hubo un amago de sonrisa. Abrió el bolso en sus piernas y de él sacó una hoja pequeña, me la tendió y vi la foto de un bebé; no ha de tener ni cinco meses. Apenas se parece a alguien en particular. Un bulto con poco cabello envuelto en una manta verde con un trevol dibujado y un gorrito del mismo color y la misma marca.

—He sabido poco de usted —dijo en lo que estuve apreciando la foto—, y quise darme la oportunidad de formar mi propia opinión.

—No entiendo porque querrías hacerlo si tu hijo no formará parte de la vida de Ariel.

—No lo hará, pero quiero que forme parte de la suya. Por favor —soltó de pronto de un modo desesperado y compungido—, no quiero su dinero, no crea eso.

—No he dicho nada —dije sobrecargada, pero hasta me hizo gracia.

—Porque no está viendo su rostro. —Al menos la risa funcionó para que no siguiera preocupada.

Rió mas relajada que al llegar. Eso me convino, pues lo que diría a continuación pese a ser verdad, no era una verdad agradable.

—Debo serte sincera, Charline, no te puedo asegurar que me hace feliz saber que existes y que tengo un sobrino. Lo que tenga que ver con Ariel dejó de ser una prioridad hace mucho.

Asintió, sin atisbo de decepción o tristeza.

—Lo tengo en cuenta. Vine a presentarme y a presentarle a Ilan.

—¿Se llama Ilan?

—Sí —sonríe orgullosa—. Ilan Joseph Bronca.

—Tiene un bello nombre —le aseguro, devolviendo la foto a sus manos—. Creo que... podemos vernos en otro lugar y hora y conversar, si te parece bien.

—¡Sí! —Sonreí por su efusividad. A ella se le colorearon las mejillas y no parada be sonreír—. Me parece.

Peny anotó sus datos y al estar ella y yo a solas, pedí otro tilo.

Mas relajada, con menos trabajo y mas ''Ariel dejó a una chica que parece decente y bonita embarazada'', recibí una llamada de Beth a dos horas de mi salida; tenía que verla ahora mismo.

Me dirigí a su oficina preocupada de que Henrique esté de vuelta queriendo reclamar o que Beth se encuentre tan devastada que prefiere sacar su furia conmigo, cosa que no le discutiría, con lo cerrado que es su círculo cercano. Ella no toma decisiones arbitristas y si se desahogara conmigo tal vez lo necesite tantísimo como para considerarme.

Su asistente me dio el visto bueno para anunciarme y ni aun estando sentada frente a Beth pude entender a qué venía esta reunión. Ella se mostraba aislada de cualquier mención en mi cerebro de su casi ex esposo. Ha decir verdad, parece resolutiva.

—Tengo que hablarte de un asunto importante, Adara.

No dudé en decir:

—Tú dirás, Beth.

—Sabes que dentro de un par de meses habrá una convención y en ella se suscitan ciertas subastas que a nosotros no son beneficiosas. A ella suele asistir gran parte de la directiva. Este año, pienso asistir, pero el anterior presidente llevaba sobre sus hombros distintas responsabilidades que yo no puedo cubrir a cabalidad y en una de ellas te necesito, con carácter urgente. Verás —tomó un carpeta frente suyo en el escritorio y me la ofreció—, ahí hay varios perfiles de, a mi parecer, futuros aliados o clientes, quiero que los estudies y asistas en algunas semanas a un viaje donde vas a conocerlos. Ya sé lo que estarás pensando: nosotros no hacemos viajes para hablar de negocios, pero estas personas tienden a unificar el disfrute con el trabajo y es preciso tenerlos. Con la ausencia de Henrique se ha visto perjudicado nuestro arduo trabajo y nombre, es necesario limpiarlo como mejor sabemos y tu eres excelente para esto. No creo poder confiarlo a otro mejor que a ti. Eres mi pan a, b y c.

—Me halagas, Beth, pero para hacer esto, sabes lo que tengo que hacer, ¿no?

—Sí.

—¿Y aún así vas a darme autorización de hacerlo?

—Tragándome la bilis, Adara, sí.

Una de las características de este lugar es que las mujeres son tratadas de igual manera que a los hombres, pero no en todas las empresas o compañías subyacentes sucede esto. Beth ha forjado en pocos años una intachable ética de trabajo y atención al consumidor que la ha posicionado tan bien para poder escoger con quienes trabajar, pero si lo de Henrique es cierto...

Habría que jugar un poco sucio para volver a tener credibilidad.

—No es una orden —establece, ofreciendo otra carpeta—, pero aquí está información que podría dar algo de lumbre a tu decisión. La espero para antes del fin de semana.

—No entiendo una cosa. ¿Qué hay de Fran? Él es tu relaciones públicas.

—Lo hemos hablado y él mismo te ha recomendado.

—Sabes bien lo que dicen de mí y que mi trabajo no es el convencer a los de afuera, es trabajar con los de dentro.

—Eres una líder —dice afianzada en ese parecer—. Y lo que digan de ti me importa poco, con tal y logres lo que nos propongamos. ¿En eso me has fallado?

—Nunca.

—Ser... ¿cómo es que te llaman?

Sonreí. Lo hace adrede.

—La Inalcanzable.

—Eso. La Inalcanzable —se mofa—, puede serte útil. Haz que corra aún más ese rumor con otros y te aseguro que tendrás la primera parte del camino hecho, el resto, será solapar o no; tendrás la sartén en mano con el ajo.

Junté las carpetas que revisaría con mas tiempo.

—Lo pensaré.

Me guiñó, con buen humor y el candor que no veía hace días.

—Tienes permiso de pensarlo. Ah, por cierto —sonrió agradablemente—, enhorabuena por tu relación.

Me apenó que lo supiera pero también sentí algo de vanidad por poder presumirlo. Tener ese poder es nuevo y me recordó al día de mi graduación del bachillerato. Con tantos pendientes y las visitas al psicólogo que pasaron de ser cinco veces a la semana a ser dos, no ambicioné gran cosa al obtener mi título. No fui de las mejores de esa generación, pero tampoco de las peores y para mí fue un triunfo, igual que para mi psicólogo, el doctor Persivald.

—Gracias, Beth. Te tendré una respuesta.

—Yo sé que sí.

_______________

Holaaaaaaa

Pues si se preguntaron por qué aún no había capítulo es que precisamente en estos días presentaba mi tesis y uuf, eso requería de TODA mi atención.

Pero aquí está y espero les guste.

Nos veremos en un par de días con el siguiente.

Liana

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro