Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

[16] Imbécil

—Es una mala idea.

—¡Shhhh!, claro que no.

—Jair, a nadie le gustan las fiestas donde ellos son los protagonistas.

—Haberlo dicho antes —jugueteó con la solapa de su chaqueta—. No sabía que te llamas nadie.

—¡Ya sabes lo que intento decir, sabiondo! —mascullé, mirando hacia la puerta, por si se abría—. ¿Por qué nos escondemos? Le puedes ordenar a todo este piso que se vaya y así tendremos vía libre.

—Porque eso le quita la diversión —dice como si fuese evidente—. ¿Quién te nombró el Grich del aburrimiento?

—El que te nombró el Shrek del mal rato.

Eso le hizo gracia, pero no soltó ni una risita.

—Si me ven en estas me perderán todo el respeto —me lamenté, verificando la hora en mi reloj de muñeca.

—No va tardar mucho.

—Lo mismo dijiste cuando...

Cerré mi boca y fui a ubicarme donde quedaría la puerta abierta, a su lado contrario. Jair se sentó en la silla del escritorio, arruinando el factor sorpresa. Le hice señas para que se uniera a mí, pero no obedeció y la puerta fue abierta.

—Feliz cumpleaños, Miel.

Merlía se quedó de pie, ahora dándome la espalda. Me adelanté unos pasos y presioné su cintura con mis dedos, provocando que gritara y saltara en el lugar con estrépito. Jair se empezó a carcajear y yo le seguí. Mer es muy fácil de impresionar.

—Que susto, idiotas —murmura ella y lanzó su mirada a Jair, que se sigue riendo—. ¿Pero qué clase de sorpresa de cumpleaños es esa?

—Esta no es tu sorpresa —aclara él, despeinado para el como llegó—. Solo jugaba con Adara.

—¿A costillas mías?

—Te haremos una fiesta, es para que finjas que te encanta y necesitábamos verificar qué tan buena actriz eres.

—Y lo eres —secundé, presionando mi espalda en la puerta—. Bueno, mas o menos.

—Ah no, pues gracias. —Sátira, gruñe—. Que detalle.

—¿Estás lista?

Mer me miró encima de su hombro y le sonreí con confianza, que allí no pasaría nada que ella no quisiera.

—¿Qué tan lista debo estar?

—Lo lista que puedas —dijo Jair al ponerse en pie. La tomó de la mano, le dio vuelta y cubrió sus ojos con las manos—. Haz los honores, Limón.

Le di gusto y abrí la puerta, asomándome un momento para verificar. Mostré mi pulgar arriba y salí antes para darles espacio. Jair guió a Merlía hasta el medio de las oficinas del área de Recursos Humanos, rodeados de los empleados de la misma, algunos del departamento de marketing y Peny, a la única que le cae bien mi amiga de mi piso. No porque Mer no se dé a querer, sino porque los de Recursos Humanos tienen mala racha, creen que directamente ser cercano a ellos los hará perder el empleo. Y después de las cuatro despedidas masivas de los últimos días a la pobre su fama la precede.

Pero Jair quiso revertir esas ideas y planeó una celebración por su cumpleaños obviando el que a Mer no le complace que le celebren su nacimiento. Su cara lo decía. La incomodidad de ser el centro para una situación innecesaria. El tener que soportar que te abrace gente con la que no hablas. El que el sabor del pastel no sea de tu gusto. Unas exageraciones y otras malas costumbres.

—Veintisiete —murmuraba ella, mirando las veintisiete velas encendidas y al grupo rodeándola, con nosotros.

—Unos sexys veintisiete —expresa Jair, besando la mejilla de la cumpleañera—. Y pronto serán sexys veintiocho, como los míos.

—Tú tienes treinta —le vitupera.

—¿Y quién te preguntó? —dijo apretando los dientes en una sonrisa—. Sopla o lo haré yo y mira que deseos gratis no me sobran.

Ella sopló para salir del paso y se hizo a un lado. Entre Peny y yo repartimos los trozos para despejar el espacio que ocupamos y que cada cual regresara a sus labores.

—Te tengo tu regalo en mi oficina —dije, entregando el resto del pastel para ella—. Puedes buscarlo cuando gustes.

—Gracias —sonrió mas animada—. Disculpen si no estoy todo lo emocionada que quisieran, pero está rico.

—¿Hay una razón o solo es tu animadversión por tu cumpleaños? —instigó Jair, comiendo directamente del plato y chupándose los dedos.

—Trajeron un envío y una de las cajas estaba abierta.

—¿Qué cajas? —intervine.

—Las del último pedido, antes de los equipos rusos.

—Pero ese no es tu asunto, Mer.

—No, pero lo es cuando me llegan órdenes de mi superiores diciendo que despida a todo el equipo de envíos, embalaje y seguridad del almacén. —Cierra sus ojos, abatida—. Ahora sí que seré la perra de los despidos.

Que raro suena que despidan a tanta gente por una caja abierta. Jair fue quien le pidió a Mer más detalles y menos sentido tuvo; no hay nada perdido. Para esta tarde, habrían mas de sesenta personas despedidas.

—¿Esto lo sabe Beth?

—Ella exigió los despidos. Dijo que no estaba de humor para soportar que incluso sus empleados la engañaran y qué mejor que reemplazarlos.

—Es por ese engendro del esposo —gruñó Jair—. Está desequilibrando el buen trabajo sin estar aquí por hacerle tanto daño a Beth.

A los días de haber sido despedido el presidente, llegaron a oídos de todo el que estuviese presto a oír, que Henrique le fue infiel a nuestra CEO. No quisiera que Beth se trague sus sentimientos, pero tampoco la pague con buenos empleados. Ella nunca ha despedido sin causas legítimas. Si quiere verdad, hay cámaras y vigilancia. Si no puedes confiar en los empleados que pasaron por tu oficina aun sin ser tu trabajo, ¿en quién más puedes?

—Tengo una reunión con ella —Levanta lo que sobra de su pastel con ambas manos a la altura de su pecho—. Veré qué puedo hacer.

—Llévale pastel —le grita Jair antes de perderla de vista. Me ve y quita mi trozo de un cuarto de bizcocho y el resto de crema de mantequilla—. Al cabo que ni querías.

Utilicé una servilleta para quitar los restos de la crema en mis dedos, pero acabé decidiendo ir al baño y dejar a Jair comiendo lo que quisiera, él era el dulcero de los tres, aun cuando Mer tiene el sobrenombre de la mas dulce.

En lo que entré al baño de mujeres de ese piso, se hizo el silencio sepulcral entre tres señoritas. No las conozco, pero las he visto y ellas a mí, lo que es suficiente para saber cuál es el puesto que nos acompaña. He pasado por este episodio un par de veces: estoy en un lugar de la empresa y soy la Reina Roja, aquella que les quitará la cabeza si me hacen enfadar. Con los meses se hace cotidiano, pero he de admitir que una parte de mí ha querido hacer una fiesta de pijamas, que me conozcan y sepan que no me considero malvada, solo seria y reservada.

Lavo mis manos, dispensando el jabón entre mis dedos y enjuagando con cuidado, revisando que no quedara crema en las uñas. Con todo limpio y seco, una de ellas se atrevió a dirigirse a mí.

—Señorita.

—¿Sí?

—Disculpe si me escucho entrometida... ¿es cierto que habrá recorte de personal?

Las otras dos no expresan, solo aguardan.

—No. ¿De dónde escuchaste eso?

—Con los despidos de hoy... —dijo dubitativa, logrando que frunciera el ceño desconfiada—. Todos lo saben —se apuró en agregar.

—Así que todos, ja.

—Sí, ¿cierto chicas? —Asintieron como soporte a sus palabras—. Están preocupados, como nosotras.

—No hay de qué. Estos despidos no tiene que ver con ustedes y de ser el caso, habría un memo rondando en sus emails y no las veo leyendo uno. A no ser —dudé, inclinando mi cabeza pocos grados—, que teman por un asunto diferente. ¿Es así?

—No, no, para nada.

—¿Cómo cree?

—No, no hay, señorita.

—Excelente entonces —figuré una mueca ascendente, para su tranquilidad—. Si no hay algo que ocultar, tampoco que temer. Tengan buen fin de semana.

Abandoné el baño y me escabullí por uno de los pasillos a los ascensores de retorno, los que se encuentran detrás de los regulares en caso de emergencias. Marqué a Peny y le pedí que solicitara cita con la asistente de Beth. Necesitaba saber por su propia boca si lo que corren son rumores basados en decisiones impulsivas o en hechos de los que la directiva no tiene conocimiento pero sí pasantes y secretarias.

En mi oficina, al sentarme y notar que la hora del almuerzo terminó, Peny me comunicó con Miramar.

—¿Sí, Burgeos?

Acabo de llegar a mi hotel.

—Buenas noticias. ¿Cuándo crees que finalicen las visitas?

Eso dependerá de si pica y se extiende. Te enviaré mis notas en cuanto las tenga.

—Bien. Las esperaré.

Limale... Necesito hablarte de un asunto.

—Tú dirás.

No escucho mucho, porque se ha quedado en silencio. Me saco los lentes de descanso y le doy un poco de mi paciencia. Lo mero que se me ocurre que ella y yo compartamos, salvo este trabajo, es a Naim. Como si él fuese el muñeco por el que nos peleamos.

Los padres de Naim regresan de su crucero poco antes de su graduación. Quiero hacerles una bienvenida pero no estoy segura de regresar a tiempo. ¿Puedes encargarte?

¿La graduación de Naim? ¿Sus padres ya regresan? ¿Qué?

¿Adara?

—¿Qué...? Ah, ah. Sí, Miramar. Sigo aquí.

¿Puedes entonces? Si no puedes, tendré que contratar algún servicio de eventos...

—No. Yo puedo, no te preocupes.

Sentí el suspiro de su parte.

Me quitas un peso, Limale.

—¿Lo hago?

No alardees —dice duramente—. Adiós.

Con las manos entrelazadas bajo mi barbilla, maquiné qué hacer a continuación. Naim parece una persona realmente despierta así que, ¿por qué no me dijo que su graduación estaba cercana y, mas, el regreso de sus padres? ¿Estará tan ocupado que lo olvidó o solo lo obvió para no preocuparme? ¿Acaso esto es un juego de Miramar? Nah, eso último lo descarto; ella tiene maneras de molestar mas creativas que no incluyan a Naim o influyan en él.

Mandé llamar a Peny, que entró con su pequeño block de notas y lapicero en mano.

—¿Puedes pedir una reserva en el Mediterráneo?

—¿Para cuántas personas? —Escribía con premura.

—Una. Y —acerqué mi bolso de un perchero en la esquina, saqué mi billetera y mi tarjeta de crédito—, te tengo una encomienda muy especial y solo por si a caso te entregaré mi tesoro —le mostré y agrandó los ojos—. Lo sé, pero es importante y me quiero hacer cargo de todos los gastos. Si se te hace pesado, no dudes en pedirme ayuda.

—¿Es decir...?

—Síiii —sonreí, contenta por su reacción y por mí; por hacer esto—. Anda, haz lo tuyo y por favor —le di mi tarjeta y tomé sus manos con esperanza y dramatismo—, que la reserva sea para hoy.

—Sí —pronunció con los ojos abiertos y cejas en alto.

—¡Pero quita esa cara, Peny!

—Usted está muy rara... —Acomodó su expresión por una serena y detallista—. Es por ese muchacho, ¿verdad?

—No te veo hacer la reserva, ¿quieres que te despida?

En una morisqueta graciosa, salió por la puerta como si un cohete la persiguiera. Me tragué la risa para que no la oyera y se relajara. En verdad urge esa reserva o lo que tengo planeado se irá al garete.


*****

El Mediterráneo es un restaurante que, como su nombre lo indica, crea platillos del mediterráneo, Lasaña de carne gratinada con bechamel. Lubina plancha con verduras salteadas. Arroz negro con calamar. Pizza mediterránea (muy aclamada). Pierna de cordero al horno con patatas. Y una variedad de postres que fusionan ingredientes de ese estilo, es decir, de Francia, Grecia, España, Portugal, Italia, Malta, Turquía y parte de Marruecos.

Le pedí un imposible a Peny. Lo tuve presente, suelo pedirle imposibles y este es de los que se llevan trofeo por Participación, uno grande por el solo hecho de insistir en una reserva un día viernes en la tarde. No fui justa con ella pero necesitaba apelar a su lado necio y lo hizo, consiguió la reserva y sin tener que usar tretas. Con esto acabó de superar la prueba en la que la tenía sometida y la despaché temprano; me tocaba obrar con lo poco a la mano para verme presentable.

Entrabas al restaurante y te sentías como en una casa en la playa. Colores apacibles, sillones con cojines y versos tejidos, lámparas circulares refractando y no dejando sombras en las esquinas, como si ellas no existieran. Platos azules y suelo de madera clara. La composición de las mesas del centro te hace sentir como en una gran reunión familiar, un misma estructura alargada que en el medio trae plantas y a sus costados es un sillón del mismo largo, con su respectiva mesa dividida una de otra por un metro y medio y dos sillas acompañando.

Me sentaron en una mesa para dos y al tener el menú en mano, pregunté al mesero quién era el chef.

—Tomas Mitchell. ¿Lo conoce usted?

—Me gustaría —sonreí, decidiendo rápidamente lo que deseo comer—. ¿Cree que sea posible que le felicite en persona?

—Pero si aun no prueba sus platillos.

—Confío en mis fuentes —digo en modo sugestivo—. ¿Se podrá?

Él se ha puesto color escarlata. Pero no tardó en darme una contesta.

—Veré qué puedo hacer, pero le advierto que no suele hacerlo. ¿Me indica su nombre?

—Adara.

En mi momentánea soledad le envié una nota de voz a Merlía que respondió demasiado rápido para creer que esté acompañada. El paso de los años me ha hecho aprender que el mejor regalo de cumpleaños en su día es permitirle pasarlo como quiera, aun si eso significa estar a solas. Le compré una pulsera con dijes en forma de donas, cupcakes, galletas, paletas y algodón azucarado que le daré en lo que olvide el hoy.

Me extraña que Jair no esté junto a ella en contra de sus supuestos deseos.

¿Y tú, dónde estás?

Desvié el tema y le respondí brevedades para no dar a entender en dónde me encuentro.

Entrada, plato fuerte y postre. Acepté un vino recomendado por la casa y bebí dos copas, armándome de palabras adecuadas para referirme a un desconocido. Tomas es amigo de Naim pero no mío y lo tengo claro, sobretodo por encontrarme en su territorio en una emboscada que si fuese mi caso no aceptaría con alegría.

El restaurante se fue vaciando. Mi tercera copa sabe igual que la primera. En la cuarta, ya me estaba dando por vencida. Esta pudo ser la menos elaborada de mis ideas, pero no la menos querida.

—¿Directora?

Abandoné la copa y sonreí a Tomas, ahora en mi campo de visión y no a mis espaldas. Viste su uniforme, azul claro con su respectivo gorro.

—¿Qué tal, chef?

Ocupó lugar en la silla restante y se quitó el gorro, mostrando su cola baja.

—Muy bien, me dijeron que tengo fans.

—Tienes otra ganada conmigo. No me voy a ir con rodeos, Tomas. Naim no me dijo que su padres vienen y Miramar está muy lejos, me encomendó recibirles adecuadamente pero no tengo la fecha de su llegada y ya puedo imaginar mi charla con él...

—No dejará que hagas nada —resumió, efectivamente.

—¿Puedes ayudarme con el día y hora?

—Puedo hacer más que eso, si estás dispuesta a recibir.

El extravío en esa última parte jaló de mis orejas y me acerqué al centro de la mesa, arqueando mis cejas.

—¿Cómo que dispuesta?

—Como oíste —establece, para mi propio incordio. No era solo la forma en que lo pronunciaba, era esa armonía entre la seriedad que supone una petición y las bilaterales intenciones.

—Dices que estoy a disposición, ¿de qué clase? ¿Te me estás insinuando, acaso?

—¿Por qué? —Emuló mi postura, demasiado cerca—. ¿Interesada?

Necesité una oportunidad para cerciorarme de que está hablando un sujeto juicioso. Uno de los mejores amigos de Naim, mi ojos pardos, que está trabajando y confiando en nosotros de distintas maneras pero compenetradas en hacerlo el amigo y novio mas contento.

Bebí un trago y lo conseguí. Conseguí aprender.

Mi garganta, mis amígdalas tremolaron en una risa que empezó siendo incrédula y acabó en aminorarse en una libidinosa. Él no perdía esas ínfulas de don juan.

—Gracias por la cena. Como chef eres magnifico, como amigo das mucho que desear. —Abrí mi bolso y dejé un billete—. Ten, por el favor que me acabas de hacer.

Me costó levantarme y dar pasos. Si me llamó, ¿a quién maldita sea le interesa? Por dentro estaba temblando de rabia y del parecer de que a donde vaya, siempre me encuentro con gente imbécil.

No obstante, hallar a los imbéciles es una gran lección. Me ayuda a no ser imbécil también. 


_________


Hola hola

Dedico este capítulo a @PaulaNieto340  :) amo tus comentarios, me río, me alegran y para no ponerme muy cursi, GRACIAS.

Liana

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro