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[11] Los amigos no son como la familia (o eso dicen)

Multimedia: La Llave De Mi Corazón (Juan Luis Guerra 4.40)

En la mañana del lunes le pedí a Peny vernos mas temprano en la oficina y dialogar su ausencia cuando vino Ariel. No fueron solo unos minutos, fue un tiempo vital en el que pidieron por mí y de no ser por Mer no habría llegado a la reunión. En lo que supieran el porque, Peny habría sido despedida sin derecho a defensa. Fue justificable, tiene problemas personales, pero en un área de trabajo donde los asistentes y secretarios son los la gasolina que agiliza el motor, si no estoy enterada es una justificación como una losa.

No la despedí por varias razones y muchas, de tal envergadura, que no puedo en este instante despreocuparme de ellas. Con el nuevo proyecto es posible que deba viajar y con un nuevo asistente no puedo entenderme en un límite de tiempo entre días y semanas, es aventurarme en un caso perdido. Peny seguirá conmigo en periodo de prueba para las dos.

Hubo un poco de llanto y disculpas. Algo de drama entendible que apenas logré digerir.

A la hora del almuerzo, Mer se anunció y emergió su cara en mi puerta con una sonrisa extra eufórica.

—¿Y esa alegría? —pregunté, pausando mi lectura.

Canturrea irritante—. Adivina, Adarita.

—El Adarita está de más —dije entre dientes, sonriendo—. ¿Te ganaste un aumento?

—No.

—¿Me van a dar uno? —Nunca se sabe.

—Ya quisieras. —Está a punto de sonreír.

—Ah, entonces no tengo interés en saberlo.

Le di la espalda, prologando el suspenso.

—¿Ni siquiera si se trata de Jair?

Giré la silla y no había dado un paso cuando estaba trotando por alcanzar los ascensores. Mer me siguió y si no es porque el ascensor llegó, usaba las escaleras. Se me hizo una eternidad cada piso y para mí, que me encanta subir en él para ir a mi oficina, odiarlos unos segundos era inaudito. Las puertas se abrieron en el 22 y volé a pronunciar mi nombre y que tengo una cita con Jair Ridiasa.

En la puerta de su oficina me detuve. Todo mi ímpetu se paralizó para dar cabida a la extrañeza, a la añoranza y al temor de ver a una persona diferente. Las últimas semanas fue casi nulo nuestro contacto y si bien hemos respetado el espacio de trabajo del otro, hemos sido los tres por mucho tiempo como para que detalles como esos hagan mella. Y si es, no lo voy a permitir y Mer, a mi lado, menos.

Abrí la puerta y Jair ya estaba detrás de ella, con los brazos abiertos. Fui la primera en entrar en ellos y me siguió Mer de golpe, tambaleando la estabilidad de los tres, pero como buenos zoquetes, nos echamos a reír.

—Estoy cumpliendo mi sueño mas caliente.

Una carcajada hizo presionar mi frente en su hombro. Merlía sí le dio un golpe, a puño cerrado.

—¡Cada día mas violenta, Merlie! —le acusa, abrazándola desde los hombros.

—No un «te extraño», sino una de tus salvajadas. ¡Anciano!

—¡Amargada!

—Chicos —les llamé con autoridad, aunque sé que están bromeando—. Después se gritan, quiero mis detalles bien detallados de porque tú, sí tú, no has respondido a mis vídeos llamadas. ¿En todas estabas acompañado?

Sus cejas rubias se fruncen, inocente el muchacho.

—Sería incapaz de engañarte, Ada.

Chupé mis dientes, incapaz de creerle.

—Es en serio —insiste con vehemencia. Nos jala a dentro y cierra la puerta—. ¿Comemos y les informo o lo prefieren por escrito?

—No leeré tus informes o mensajes —discrepa nuestra amiga—, escribes palabras extrañas ¿Que es eso de trapatiesta?

—Es alboroto, confusión —le explico, extrañada de que no lo sepa.

—Tú eres igual de cerebrito que él —dice quejosa.

Nos dimos un vistazo cómplice y nos quedaba una hora para comer.

—Pidamos y comamos aquí —sugerí. Jair ya se estaba anteponiendo a los hechos—. En la cena te desquitas, por todo lo que me da paciencia.

Recibí otra abrazo de improviso que tomé con gusto. Jair es algo que puedes obviar mientras te entretienes, pero si está, lo acapara todo. Por ser un buen amigo y porque tiene fama.

Su trabajo aquí es doble, en marcketing y en giras donde busca lo que nosotros desde lejos no podemos. Esta vez fue un viaje de mes y medio, su gira mas extensa a causa del proyecto actual. Para ahorrarnos quehaceres que impliquen viajar por diecisiete horas él, que se encontraba cerca, hizo ese viaje en un dos por uno. El equipo que necesitamos traer aquí no es una sola unidad y su aporte como observador ahorró cantidades enormes de esfuerzo y periodos.

Lo que lo hace bueno en su trabajo es que tiene la capacidad de captar y retener datos e información de contiguo. En este tour no hubo espacio para el turismo salvo si era necesario. Revisé algunos de sus informes y por las fechas, los fines de semana eran para dormir. Trabajar a distancia con su equipo aquí le dio una perspectiva de lo que puede convertirse el futuro, si nos acabamos volviendo robots o somos liderados por ellos.

—La humanidad está acabada —dijo, como si él no fuese humano—. Hay que aprovechar.

—Eso es como ponerle rojo a un toro.

—¿Te pondrás un vestido rojo, Merlie? —Juguetea con el sobrenombre, sonriendo con pericia.

—Me pondré lo que gustes, con tal y salgamos. Ha sido una eternidad.

—Lo único que lamento, además de no verlas a ustedes preciosas, fue perderme la boda de Malek y Vanessa.

—No te perdiste gran cosa —le alenté, reuniendo los desechos del almuerzo—. Botaré esto.

Les oí decir alguna cosa sobre dejar que mantenimiento recoja pero hice oídos sordos y me acerqué a un contenedor que suelen dejar con los implementos de limpieza en su anexo.

Fueron segundos, pequeños segundos de extravío mental. Necesito respirar sin que dos de las personas que más me conocen absorban esa aire y las respuestas a todas sus dudas que no he sido audaz en confesarles. Me pregunto cuándo será mas fácil.

Jair acusó con sus ojos azules a los míos verdes en lo que retorné. Sonreí esperando lo peor.

—¿A quién le tengo que pagar?

—Estás saliendo con alguien... ¿cuándo? ¿Cuándo me iba a enterar?

—Te estás enterando —Fue mi turno de acusar a Mer, la chismosa—. Gracias.

—No, Adara. Estoy indignado, ¿por qué saliste con un desconocido y conmigo no? ¡He sido rechazado por ti, por la inalcanzable!

—¿Te pega en el ego? —sonreí gustosa.

—¡Me pega en mis esperanzas! Oh, Dios, es que no puedo ni verte... —cubre su cara con las manos y se lamenta como un llorón. Le chasqueo mis dedos para que deje el teatro y bajo sus manos hay una sonrisa—. Estoy feliz por ti. ¿Tiene manos? Para estrecharlas por lograr lo que pocos: que te abras.

—Tiene dos, sí.

—Quiero conocerlo. ¿Por qué no salimos nosotros y él? Que invite a sus amigos, así no se sentirá como visita familiar.

—Hablando de eso... —Extendí mi sonrisa de pulluela. Jair se estaba haciendo la cruz en el pecho.

—¿Qué imprudencia cometiste?

—No fue ninguna imprudencia, él me invitó y no saben, son una familia hermosa y se dan a querer y...

—Te enamoraste de su familia —acusa, patidifuso. Suspira roncamente, trazando sus dedos en el escritorio—. ¿Qué pasa contigo?

—Encontró a uno de los buenos —defendió Mer—. Es todo.

—Apenas está saliendo con él —nos recuerda a las dos—. Nunca le he presentado a mi familia una chica porque es algo delicado, serio. Otros podrán tomarlo como un día común para compartir canapés, pero si ese chico tiene ideales similares a los míos no está jugando y quiero que proceses lo que significa conocer a la familia de un hombre con el que no tienes una relación seria. ¿Cómo te presentó?

—La forma en que me presentó tiene mas que ver con mis reservas que con el que quiera llamarme su novia.

—No dijo que eres su novia; tomó una buena decisión.

—Jair, fue una comida. —Le intento quitar el peso que él le está añadiendo con cada objeción.

—¿Te parece que fue una comida? —Me miró con una mezcla de inocencia y desfachatez—. Considéralo y por favor, quiero conocerlo y hacerme mi propia opinión. La de ustedes corrompe la objetividad.

—¡¿Nosotras te corrompemos?! —Mer le ataca y él, cómo no, le responde.

Me gustó la idea de presentarle a Naim. Jair puede acostumbrarme a la idea de que va a ser una cita relajada pero en la temporada que he compartido con Naim nunca creerías que sus intensiones o pretensiones son relajadas. No lo son.

Le llamé en lo que creí era su tiempo libre y le atrajo la cita grupal, tanto para querer hacerla hoy. Llevará a sus tres amigos mas cercanos —María no entra en ellos— y llevaré a los míos, no importa que sepa que Mer está mas que presentada. Iremos al club favorito de la chica en su grupo, uno cercano a Elastic Jennas llamado Salsa.

Adelanté lo que estuvo a mi alcance para irnos sin la presión que vengo sintiendo desde que empecé a trabajar codo a codo con Burgeos. No quiero ser pendenciera con alguien que trabaja tan bien como ella, pero nuestras charlas laborales o intercambios de opiniones tiene un sentir, de su parte, como de un bravucón y lo peor es que sea recíproco. A mi salida se transformó en la jefa que no es y me dio un ultimátum: si no terminamos esta semana, abogará para sacarme del proyecto. ¿Ella quién se cree? No es la dueña ni presidenta de Cannibellia, pero tiende a actuar como tal.

Sí que necesito una presentación incómoda con bebidas para hacerlo más incómodo.

Le di la dirección a Jair y éste la introdujo en su GPS para guiarse. Merlía se sentó de copiloto y yo tras ellos, en medio.

—¿Por qué no fui invitado a la despedida de solteros?

—No hables y conduce —ordena Mer.

—Lo pregunto en serio. Está bien, no estaba aquí pero por educación y por haber soportado las meloserías de ambos debí ser invitado a ambas despedidas. ¿Y mi invitación, organizadora?

—No quiero hablar de eso, Jair. Acostúmbrate a la idea de que no fuiste y supéralo.

Dos pares de ojos me miraron, aunque los azules se volvieron al camino.

—Bien. —Tosió una vez, aclarando su garganta—. Disculpa.

—No, perdón —torcí mi cuello, tensa—. Ignórame, no fue una tarde agradable. ¿Cuánto falta?

—Siete minutos si el tránsito lo permite. —Vi a su cabellera rubia luciendo como si recién pasó por un estilista y a sus ojos sonreírme, nada enfadado—. ¿No prefieres ir a casa, Toronja?

—¿Y estar sola lamentando que me toque trabajar con Burgeos? No, suficiente. No me importa tenerla de aliada si con eso traeremos buenos equipos, hacen mucha falta.

—Los de quirófano son los más necesitados —sostiene Mer y le doy la razón.

Jair bufa, con exageración.

—Les prohíbo hablar de trabajo.

—Bien —aceptamos y Mer fue quien tocó su mano—. Te extrañamos.

No solo hablarle, su presencia es lo que mas echas de menos. Es una de las razones sumada a su carga profesional por las que no hablamos seguido; no es lo mismo. Mi buen amigo Jair es el picante que toda relación necesita. Mer la dulzura y yo debo ser lo ácido, que también aporta gusto.

A primera instancia es un muro de piedra. No hay acceso y si bien es un defecto se vuelve virtud si entras en su vida, porque nunca podrás salir. Quiere con intensidad y lo equipara con su odio.

Le miré disimulada en el camino al parking porque algo de él no me cuadra. Sigue conservando su contextura estilizada y vestir de vanguardia y casual, con un nuevo corte estilo moicano pero la cresta está peinada hacia la nuca con un producto que lo hace ver húmedo. Está bronceado y le sienta a su piel nívea, mas de lo que le sienta el pálido natural. No obstante... Hay algo.

—No tiene cupo en el estacionamiento subterráneo —avisa, maniobrando para volver al carril con el resto de los autos—. Nos estacionaré a unas calles mas arriba y vendremos andando. ¿Les parece a sus tacones?

—Has venido muy impertinente, Jajá. —Mer está firmando su sentencia de muerte. Es el peor apodo que se ha inventado.

—Cuido de ti —enumera con su pulgar, en su actuación airada—, te pregunto si no estás cansada —muestra el índice—, te traigo sana y salva —dedo medio—, ¿y esta es tú paga? ¡Fuera de mi auto!

Ella correspondió la indirecta saliendo y flexionando el asiento para que yo pueda salir. Nos unimos a Jair y cada una tomó un brazo.

—¿Están ahí? —curiosea Merlía, ya que saqué el teléfono para responder un WhatsApp.

—Sí, acaban de llegar y pedirán la primera ronda, si estamos bien con eso.

—Así sabremos su gusto en tragos —menciona maliciosamente Jair—. Bien.

Una sonrisa llena de cariño hacia él salió de mí y besé su mejilla, después le di el ok a la ronda.

Las indicaciones eran que están en el segundo nivel donde hay mesas grupales y atienden a los que no desean bailar por ahora. Su mesa es redonda y el sillón que la rodea, rojo. A Jair le causó disonancia, en local en sí tiene rojo por doquier, pero al subir y hacer un barrido, cada sillón es de un color diferente.

—¡Ahí...!

Jair y yo aventuramos a donde señaló Mer, pero los tres nos agarrotamos en el punto.

El único reconocible es Naim, por supuesto. Alrededor suyo están dos varones y una chica, cuyo cabello rizado entre rubio y rojizo era el mismo que vi hace unos días en la reunión con Beth. No porque se parece y hay montones de mujeres con ese corte, volumen y color, que tampoco. Ella es Miramar Burgeos.

—¿Esto es una broma? —pregunta Jair, mirando a las que cree que saben lo que pasa.

—No creo —Mer reconcilia como la voz de la razón—. ¿Por qué Naim haría algo así? Es infantil.

—¿Y Burgeos? —Él prolifera, pensando lo que yo.

—Ya, ya. Vayamos y veamos qué es esto.

Volví a tomar a Jair exactamente como llegamos y después de un par de meseros y grupos dispersándose, dimos con la mesa.

—Buenas noches —saludé a los cuatro.

Naim y los chicos se pusieron en pie, todos sonrisas y buenas vibras. Estuve a punto de mugir por el desespero de que ellos no tengan ni idea. ¡Ni idea!

—Vaya —pronuncia Miramar, imitando a sus amigos. Miró a cada uno, deteniéndose en mí—. No creí que tu fueses La Pelinegra de la que Naim tanto habla. ¿No es pequeño el mundo, Limale?

—Un pañuelo, Burgeos. Pues... ¿mucho gusto?

—Nah —sonríe y el asombro fue colectivo entre mis amigos y yo—. Ya nos conocemos, no es necesario.

—¿Se conocen de dónde? —preguntó uno de los chicos. Un moreno pelo platino con lentes oscuros.

—Ella es mi competencia —dilucida, ancha.

—¿Tú eres la directora general de Salud Mas Vida?—dice el otro, perplejo y divertido. Un castaño ojos pardos de cabello largo atado a una cola alta.

—Lo es —dice Jair, menos divertido—. La mejor, ¿o no, Toronja?

Rodé mis ojos hice una mueca que esperaba fuese sonrisa—. ¿Podemos presentarnos como personas y no con los cargos que poseemos?

—¡Por favor! —rogó Mer causando medias risas y fue la primera en presentarse, incluso con Miramar.

En lo que nos sentamos, yo entre Jair y Mer. Naim entre Burgeos, el moreno Seth y el greñudo Tomas, vinieron los tragos.

Jair bebió un poco y si su éxtasis es tal, la noche promete.

—Ya veremos —dijo solo para mí, como si adivinara mis pensamientos bochornosos.

Como creí: los amigos no son como la familia. O bien, es lo que dicen.


____________

Aunque no lo parezca, Miramar cumplirá un papel vital en la historia y no es nada casual que sea amiga de Naim.

Nos vemos en el próximo capítulo. ¡Gracias por leer y que lo estén disfrutando! Me di prisa en subir estos dos capítulos gracias a la emoción.

Liana


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