Capítulo II: Zavist'
Aquella inmortal que había vivido con ella durante su estadía con la bruja le había salvado del sol ardiente, habían huido lejos de ahí y no pensaban volver, a Ilyin no le apetecía volver a ver a la hechicera y Maeve, como se hacía llamar su salvadora, no se oponía a ello.
Habían pasado los años y la chica mentiría si dijera saber cuanto tiempo había pasado con exactitud, solo sabía que el mundo comenzaba a cambiar, la vestimenta, los modales y las personas, pero ante sus ojos todo seguía igual, aceptaba la nueva moda a regañadientes ante la insistencia de Maeve de mezclarse entre la gente y a lo largo de su corta existencia inmortal había aprendido a cazar, a cautivar a la gente con una falsa belleza, con una ilusión de lo que alguna vez fue pero no era sencillo aceptar su fealdad, la horripilante criatura en la que se había convertido victima de su propia pereza, envidiaba a las jóvenes que veía pasearse por las calles presumiendo su exuberante hermosura y era por eso que se habían convertido en sus víctimas favoritas. ¡Oh como amaba alimentarse de su sangre y en el proceso dañar tan perfectos rostros! Cuanto odiaba verlas felices sonriéndole cuando se topaban con ella tragándose la mentira de que era como ellas. De los diversos poderes y habilidades que había adquirido con su inmortalidad el que más amaba y odiaba al mismo tiempo era el de crear ilusiones que dieran a relucir la belleza que había poseído cuando era humana y que en ocasiones también la engañaba hasta que tal ilusión se desquebrajaba una vez que se topaba con un espejo que reflejaba la piel descolorida, arrugada y decaída acompañada de un cabello negro enmarañado y unas largas uñas con las que destruía el rostro de sus víctimas.
En su tiempo como inmortal jamás había sentido tanto odio y envidia enfermiza como la primera vez que se topó con Erika, una nueva y joven inmortal que Maeve había llevado a quedarse con ellas en la enorme casa que habían invadido cuando se separaron de Irisha. En cuanto llego, la hermosa mujer comenzó a arreglar y decorar el hogar donde vivían hasta que el lugar se lleno de vida, sin embargo respeto los deseos de Ilyin de mantener los espejos cubiertos, a diferencia de ella Erika no pensaba que su aspecto fuera horripilante, al contrario, mantenía una firme postura sobre que la belleza era algo sobrevalorado y aceptaba su próximo destino cosa que enfurecía a Ilyin que cada vez que podía huía de su presencia y se negaba a mantener una relación amistosa con ella. No fue hasta que el dolor llegó a la más joven de las tres que con felicidad se hizo cercana a ella fingiendo una dulce amistad.
—Por favor Erika, dime que es lo que te aflige, no has querido salir a alimentarte y créeme que es lo peor que puedes hacer, tienes una belleza que conservar.
—No me importa la belleza, tarde o temprano se irá— Respondió harta de la vanidad de su compañera inmortal —No puedo decirte que pasa, si Maeve se entera me matará.
—¿Crees que iría a contarle los secretos que me confías?— Pregunto fingiendo estar ofendida provocando que su acompañante se sintiera culpable.
—No, yo sé que no, es solo que, es difícil.
—Puedes confiar en mí, te prometo que no diré nada.
Con un poco de desconfianza Erika le contó sobre la causa de su pena, se había enamorado de un mortal y la idea de perderlo con el paso del tiempo la torturaba porque tarde o temprano tendría que dejarlo porque no podía envejecer a su lado.
Tratando de disimular la satisfacción que le provocaba verla sufrir Ilyin fingió preocuparse por ella y la consoló, tras soportar un largo tiempo escuchándola llorar se animó a hablar.
—Deberías contarle la verdad, tal vez después de enterarse quiera unirse a ti y pasar el resto de la eternidad a tu lado— Aconsejo ilusionándola con la idea y animándola a marcharse para verle.
En cuanto la vio alejarse sonrió y se preparó para el caos, si bien existía la posibilidad de que el chico aceptara a Erika, estaba 100% segura de que rechazaría y dañaría a su amada y tal como lo predijo, horas más tarde después de marcharse, Erika regreso a la casa histérica asegurando que el pueblo entero iba hacia ellas dispuestos a quemarlas.
—Yo, yo le conté, le conté y dijo que era un monstruo, se alejo temeroso y luego, luego su mirada cambio a una llena de odio y...— Trato de explicar con dificultad —Trato de matarme, huí, corrí pero él fue por los demás y yo no pude evitar que le creyeran.
—Pronto llegaran, debemos huir ya— Ordenó Maeve tras terminar de escucharla pero ya era demasiado tarde, los aldeanos estaban fuera de la casa dispuestos a quemar el lugar y por más que buscaron una salida no pudieron huir.
Desesperada y llena de culpa, Erika les pidió que fueran en busca de una salida y en cuanto la horda de gente se alejara huyeran sin mirar atrás y tras pedirles perdón se acercó a la puerta y salió a la calle a hacerles frente, distrayendo a las personas para que sus compañeras pudieran escapar, soportando el dolor que le causaba el odio de su amado mientras Ilyin y Maeve se alejaban lo más rápido que podían y una vez lejos y seguras de que nadie les seguía se sentaron a observar a lo lejos su hogar siendo quemado junto a Erika que fue víctima de su ingenuidad tal como lo había sido Ilyin en el pasado, pero eso ya no importaba, por fin la fuente de su mayor amargura había perecido y una vez más, aquella que alguna vez fue una joven hermosa y llena de vida se rindió ante el pecado, ante la envidia y el caos que esta traía.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro