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Woody

Día 1: Miércoles 10/3/2021

Ya no les digo "mamá" y "papá" porque no lo son.

Lo sé, suena fuerte, pero mi profesor de Literatura —por lo general, el puto de Mr. Jones, pero hoy solo "Mr. Jones"— siempre dice que hay que escribir un comienzo impactante. Y, si bien no quiero atrapar a nadie, me gustan los desafíos.

Un aire acondicionado defectuoso marca Phillips fue el culpable de que Sien y Dylan se conocieran. Ella con 20; él, con 43. Cualquiera diría que Sien se casó con Dylan por dinero, y temo decirles que eso es cierto. La relación entre ellos siempre se ha resumido a dinero y sexo, sexo y dinero.

Dylan es sinónimo de dinero. Con 55 años a cuestas, es el dueño de una joyería que sirve como tapadera de una casa de cambio. No es de extrañar que haya atraído a una segura y voluptuosa Sien que estaba en la cúspide de su juventud y en la cúspide de su avaricia.

Sien es sinónimo de sexo. Con su cabello largo y sus destacados atributos físicos, conquistar a un viejo verde como Dylan no fue ningún desafío para ella. Un aire acondicionado defectuoso fue el pretexto perfecto para que sacara a relucir sus encantos, se acostara con él y lo invitara a pasar el resto de su vida juntos.

A
veces
solo
me
dan
ganas
de
vomitar
cuando
oigo
esa
mierda
de
"pasar
el
resto
de
su
vida
juntos".

Aprendí a odiar todo lo que Dylan y Sien aman. Moriré virgen porque odio al sexo, moriré abstemio porque odio los cigarrillos, moriré sin fotos porque odio que sea los pasatiempos favoritos de Sien.

Odio los paseos en globo porque Sien nos obliga a darlos una vez al año. Odio la falsa simpatía de Dylan porque sé que detrás de ella se oculta una persona demasiado diferente. Odio la onicomicosis porque Sien siempre se ha quejado de su pie de atleta desde que comenzó a correr por las mañanas.

Desearía
que
le
amputaran
y
le
quemaran
esos
putos
pies
para
dejar
de
oír
sus
quejidos.

Odio el dinero porque Dylan ama el dinero. Odio los gemidos de Sien: primero son suaves, luego salvajes, luego íntimos y luego arrolladores. Odio el instinto posesivo de Dylan, su repudio hacia la Coca-Cola y su poca preocupación por su abdomen grasiento.

Amor y odio, amores y odios. Todo es tan simple y tan complejo de explicar.

Pero el objetivo de este diario no es reflejar mi odio; el odio es una parte ineludible del ser humano, pero muy pocos pueden definirlo tan bien como yo. La razón de mi odio tiene una fecha concreta: lunes 8 de marzo de 2021.

Ese lunes 8 de marzo podría haber sido igual a cualquier otro lunes 8 de marzo: desayuno, escuela, regreso, almuerzo, pintura, merienda, cena y a dormir. Y de hecho lo fue. Lo fue a excepción de un pequeño detalle: la repentina desaparición de mis padres mientras yo dormía.

Pero había algo más. Yo podía ser un niño de doce años, pero no era imbécil: hacía algunas semanas había notado que la panza de Sien había crecido más de lo normal, y no a consecuencia de una mala alimentación. Sien estaba embarazada. O, al menos, lo estuvo hasta esta noche.

Dylan y Sien regresaron a casa por la madrugada y yo simulé estar dormido para intentar escuchar algo. Sin embargo, de sus bocas no se escapó ni una palabra, ni un suspiro, ni un susurro, ni una exhalación. Fue el silencio más terrible que oí en toda mi vida.

A la mañana siguiente, Sien permaneció en cama y Dylan fue a la cocina de Mila a prepararse el desayuno. Yo, que aún creía en la palabra de los mayores, lo seguí como el perrito faldero en que me había convertido. Excepto que mi cola no se movía en absoluto.

—¿Adónde fueron anoche y por qué mamá está en cama? —Recuerdo que le pregunté con una voz teñida de temor y curiosidad.

—Al hospital —me dijo.

—¿Por qué mamá está en cama? —insistí.

—Ella está bien. No te preocupes.

—Eso no responde a mi pregunta.

—Solo hicimos una pequeña intervención quirúrgica.

Sus manos se sacudieron con suavidad para restarle importancia al asunto, aunque eso solo podía significar una cosa: Brayden ocultaba algo. Ocultaba algo muy importante.

—¿Qué tipo de "intervención quirúrgica"? —contraataqué.

—Verás… Cuando mamá y papá quieren tener un hijo…

—No me vengas con esos cuentos para niños imbéciles. Los escucho cada noche mientras lo hacen —le dije junto con un claro pero sugerente gesto con las manos.

Todo su rostro permaneció igual tras la revelación. Las cejas, en su línea natural; la boca, curvada lo justo y necesario para mostrarse inexpresiva, y los ojos, fijos en su oyente, fijos en mí. Su máscara de falsa indiferencia me estremeció.

Dylan se me acercó aún más y me tomó de las manos. Así comenzó a acariciarme las palmas para tranquilizarme, gesto que solo contribuyó a enervarme.

—Entonces estás listo para escuchar la otra mitad de la historia… —murmuró, mientras buscaba aliviar la picazón de su cabello—. Cuando mamá y papá no quieren tener un hijo, solo... interrumpen el embarazo.

—¿Interrumpen el embarazo?

—El nombre técnico es "aborto" —me confió, esa vez, con una mirada lastimera.

—Aborto —medité—… ¿Entonces Sien abortó?

Era una pregunta retórica. Dylan no tardó en mover su cabeza de arriba abajo para confirmar mis suposiciones. Mi corazón se estrujó de tristeza y, si pude contener las lágrimas, fue porque mi ira era todavía más fuerte que mi indignación.

—Fue su decisión y yo la respeto. Y espero que tú también.

Tras su última declaración, Dylan se puso de pie, fue por su tocino y sus huevos revueltos y comenzó a devorarlos con desesperación. Mis ojos quedaron fijos un buen rato en ese hombre de 55 años que sostenía el tenedor con la mano izquierda y se rascaba la entrepierna con la derecha, pero él solo rehuyó de mí durante el resto del desayuno.

Sien no era mi segunda opción: ni siquiera estaba consciente y, aunque lo hubiera estado, tampoco le habría preguntado. Mi segunda opción era mi tía Mila, doctora ocupada que solo vivía para su trabajo, y hacia allí me dirigí.

Cuando entré a su habitación, esta olía a encierro y tierra y a una leve fragancia a rosas que sobrevivía gracias a un pequeño atomizador que se rellenaba todas las mañanas. Mila estaba de espaldas a la cama e intentaba ordenar el caos que era su maletín.

—Dylan me dijo que Sien abortó.

La reacción no se hizo esperar. Un verdadero efecto dominó derribó su maletín y su lámpara de noche e hizo que mi tía se golpeara el pie contra el borde de la mesa de luz. Ella me miró con su cara de "Me asustaste"; yo la miré con mi cara de "Ya lo sé".

Yo la miré,
ella me miró,
nosotros nos miramos
hasta que por fin se atrevió a hablar.

—¿"Dylan"? ¿"Sien"? ¿Desde cuándo llamas a tus padres así, Wood? —preguntó extrañada.

—Desde hoy —repuse firme.

—Está bien, no me meteré en eso. Y con respecto a lo que me preguntas, temo decirte que es cierto.

—¿Sien decidió abortar?

Había aprendido que, por más estúpidas que sonaran, las preguntas retóricas eran capaces de hacer maravillas. Y no me equivoqué.

—Dylan la convenció. Fue por lo del pacto.

El pacto. No había palabra en el mundo capaz de despertarme tantas emociones como "el pacto".

El pacto era la prueba de que la gente nos creía peligrosos. El pacto era la prueba de que Dylan era capaz de hacer cualquier cosa con tal de proteger su secreto. El pacto era la razón por la cual mi familia se había vuelto una verdadera mierda.

Un Dylan de 18 años y un Oliver de 23 habían jurado llevar a la tumba su mayor secreto: ser parientes de un hombre que había asesinado a millones de judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Ser parientes de un nazi. Ser parientes de El Nazi.

Miento si digo que el pacto nunca antes ha causado problemas en mi familia.

El pacto fue el responsable de que Dylan se fuera de la casa que compartía con su hermano, se comprara una casa rodante y comenzara una vida de joyero/rico/ermitaño/secretista.

El pacto me condenó a una vida de niño/amargado/ermitaño/secretista, a no hablar con nadie más de la cuenta y a olvidar/reprimir/disfrazar/embellecer mi pasado.

El pacto me hizo perder a mi mejor amigo. Y ahora también, a mi hermano menor.

El pacto convirtió a Dylan y Sien en dos asesinos.

Y yo nunca cruzaría una palabra ni me acercaría a dos asesinos.

▂▂▂▂▂

Wow, amanecimos bravos hoy.

Acá comentan las personas a las que les cae bie Woody.

Acá comentan sus detractores.

¡Quiero chisme, drama, sangre, fuego! Si no ruedan cabezas, no tiene sentido, jeje. Mientras no rueden tomates para el autor, todo bien.

(Me gusta hablar de tomatazos, jeje. ¿A ustedes les gusta el tomate?).

¿Quieren que suba el reparto? No están todos los personajes todavía, pero ustedes pueden ayudarme con los modelos👀

Ya estamos cerca de Navidad y todavía no tengo a mi Jack Ross. F :(

¿Ustedes son papás noeles o grinches en la Navidad?

xoxo

Gonza. <3

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