Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 3

—Miren lo que acabo de encontrar.

Por la forma en la que Robin lo había dicho, Woody esperaba un billete de un dólar, un teléfono, una matrícula perdida, un gatito abandonado o, a lo sumo, todo eso junto. Pero jamás hubiera esperado que, cuando ella se moviera, aparecería un ser humano. Una niña. Una niña de ojos azules.

Una
niña
con
los
ojos
azules
más
hermosos
que
había
visto
en
su
vida.

Sin embargo, había algo mucho más importante que un par hipnótico de esferas turquesas: la niña olía a quemado y estaba cubierta de cenizas. Además, tenía la expresión típica de una superviviente y un temor que era perceptible desde la distancia.

—Una niña misteriosa aparece aquí después de un espectacular incendio —reflexionó Paris—. Debe de estar perdida.

—Eres un genio —remató Chris.

Los cuatro comenzaron a reír, pero se detuvieron al notar que la desconocida daba dos pasos hacia atrás. A decir verdad, sus ojos no reflejaban temor o, al menos, no tanto temor como ellos hubieran esperado. Eran una pizca de curiosidad y extrañeza.

—Ven, acércate —la invitó Robin con un movimiento de manos.

Y ella fue y se acercó. Recién entonces pudieron notar que tenía una marca a la altura del cuello: la marca de una mano humana. Cinco dedos que debieron haber intentado arrancarle el aire de los pulmones en algún momento.

—Carajo —murmuró Paris.

—¿Se puede saber cómo la encontraste? —se apresuró a preguntar Woody—. ¿Hiciste de Madre Teresa por todo el vecindario?

—La encontré esta mañana, alrededor de la casa rodante. Al principio creí que era una amiga tuya, hasta que vi que estaba cubierta de negro. Intenté llamarte, pero no respondiste. Supuse que desayunabas. Tampoco quise interrumpirte.

—¿Y esperar para decirme que había una niña cubierta de cenizas en mi casa? —arremetió él.

—El desayuno es sagrado. Además, eso habría alertado a tus padres.

Woody hizo un mohín de disgusto al oír la palabra «padres», pero se ahorró la aclaración. Para él, eran Dylan y Sien. Lo que el resto del mundo pensara le importaba un carajo.

—¿La conoces?

La fría voz de Paris lo regresó a la realidad. Woody se volteó y notó que su amigo tenía los ojos fijos en la niña, casi como si quisiera arrancarle la verdad del alma. Sin dudas, era la mirada más asesina que había visto en el último tiempo.

—Creo que no… Al menos, no así —reconoció Woody y señaló su aspecto.

—No seas tan grosero. Solo necesita un buen baño.

La idea de Robin fue aprobada por unanimidad con un coordinado asentimiento. Esa demoníaca sintonía hizo que la niña frunciera el ceño un momento y engrosar su respiración.

—¿Crees que podría pasar? —Robin señaló la casa de Chris para buscar complicidad.

—¿Y arriesgarnos a que Dylan y Sien sepan de ella? Excelente idea —le retrucó Woody.

Robin se envolvió el cabello alrededor de su índice, como si no quisiera perder los rizos a causa del nerviosismo. Y, mientras su meñique acariciaba su colgante de serpiente, su cabeza no cesó de maquinar posibilidades. Hasta que por fin dijo:

—Creo que podríamos escondernos detrás del portón y limpiarla con la manguera. Total, hace calor.

Esta vez, Woody estuvo de acuerdo, lo que dibujó una media sonrisa de triunfo en el rostro de Robin. Sin más tiempo que perder, encastró sus dedos con los de la niña y la invitó a avanzar.

—Primero deberíamos preguntarle si está de acuerdo —sugirió Paris—. Nunca se sabe si puede llegar a ser alérgica a algo.

—¿Alérgica al agua?

—Nunca se sabe, W. Podría tener mie...

—¿Quieres darte una ducha? —Chris interrumpió una potencial discusión estúpida.

Su pregunta fue clara y pertinente, aunque no logró los resultados buscados. Como respuesta, la pequeña solo hizo una mueca extraña con los labios que demostraba su desentendimiento. «Mierda», pensó Woody. «Tendremos que esforzarnos más».

—Baño. Ducha. Agua. Lavarse. Sucio —comenzó a enumerar Paris, siempre con una modulación exagerada.

Nada pasó. Todo permaneció en un frustrante status quo que comenzaba a exasperar a Woody.

—Tú. Agua. Cenizas. Bañarse.

Robin acompañó sus palabras con una ridícula interpretación de lo que significaba «darse una ducha». Pero el desentendimiento pronto dio paso a la frustración.

Sin embargo, aun con todo el panorama en su contra, Robin no se rindió. Y, por fin, su terquedad dio frutos.

Los cuatro observaron con admiración cómo la pequeña abría la boca, titubeaba y volvía a cerrarla. Woody estaba a punto de lanzar su tradicional «puta madre» cuando ella movió la cabeza de arriba abajo dos veces. No necesitaban ser expertos en lengua de señas para saber que eso era un rotundo «sí».

—¿Crees que puede llegar a ser retardada? —preguntó Woody sin nada de tacto.

—Quizá tenga dificultades de aprendizaje —le corrigió Robin—. Ya lo averiguaremos. Por lo pronto, lo importante es sacarle todo eso de encima.

Avanzaron en fila india hasta llegar al jardín lateral de la casa de Chris. Robin fue por la manguera, localizó un grifo y se encargó de conectar ambos. Al mismo tiempo, Paris y Chris vigilaron la entrada delantera en busca de vecinos entrometidos y Woody hizo lo mismo con la trasera. La pequeña observó todo el proceso con desconfianza.

Robin sacó a relucir sus buenos modos mientras acercaba el agua a la niña. La calidez femenina y la calma que transmitía con cada movimiento hizo que la pequeña se dejara limpiar sin protestar. Poco a poco, el agua reveló sus rasgos y eliminó sus imperfecciones. El resultado final fue sorprendente.

—Es como pulir un diamante en bruto —reconoció Chris, incapaz de contener su asombro.

Su rostro era curvo y angulado en los lugares correctos, su boca delicada dejaba ver unos dientes que aún no se habían sometido a la ortodoncia y la antigua nariz oscura se había convertido en un delicado tobogán. El agua empapaba su largo cabello, pero Woody supuso que sería una mezcla perfecta entre rubio y castaño.

A
Woody
le
dolió
ver
tanta
belleza
perfección
en
un
solo
ser
humano.

—Genial. Ahora tenemos a una pequeña Miss Universo y no tenemos ni puta idea de qué hacer con ella —bufó para disimular los demás sentimientos.

—Intenta preguntarle algo —Paris le sugirió a Robin.

—Do you want to go back home? —pronunció ella con un inglés pausado y carente de impurezas.

La niña no entendió o pareció no entender. O ambas.

—Déjenme intentarlo otra vez —insistió Robin—. ¿Quieres volver a casa?

El español solo sirvió para que los ojos de la niña amenazaran con salirse de su sitio. Quizá pensó que los cuatro hacían algún rito satánico para arrebatarle el alma porque dio un paso atrás. Una vez más, Robin se encargó de traerla hacia ellos.

Est-ce que tu veux aller à la maison? —Paris hizo honor a su nombre.

—La tuya, por las dudas —repuso Chris y los cuatro comenzaron a reír.

No obstante, ella tampoco dio señales de haber entendido una sola palabra. La situación comenzaba a complicarse aún más.

—¿Ahora quién más va a revelar sus habilidades de políglota? —preguntó Woody.

—Intenta con el italiano —Chris le dijo a su novia.

—No sé italiano —contestó ella.

—Pero Google sí.

Chris sacó su iPhone azul y deslizó sus dedos con rapidez sobre la pantalla. Casi en simultáneo, una voz robótica comenzó a hablar un italiano igual de robótico.

Vuoi andare a casa?

Mismo semblante inexpresivo, misma indiferencia. Dos cejas levantadas hacían notar el desentendimiento de la niña. Dos cejas levantadas comenzaban a exasperar a sus interlocutores.

—¡En ruso! —intentó Woody.

Ты хочешь пойти домой?

—Carajo, pareces que hubieras invocado a un demonio.

—¡En mandarín!

你想回家嗎?

—¡Chúpamela tú!

—¡Portugués!

Voce quer ir pra casa?

—Mierda, tampoco.

—Creo que puedo preguntarle en alemán.

Tres cabezas curiosas se voltearon hacia Robin, lo que obligó a Chris a callar la voz de Google.

De pronto, Chris acalló la voz de Google y tres cabezas curiosas se voltearon hacia Robin. Presionada por el contacto visual, ella suspiró. Luego, miró a la desconocida a los ojos y pronunció cada palabra de forma pausada.

Möchtest du nach Hause gehen?

El rostro de la niña empalideció. Sus pupilas se agrandaron y su respiración se volvió más densa. A Woody le dolió ver tantas emociones en un mismo rostro, pero contuvo el impulso de acercarse. Aunque era linda, también era una desconocida.

Y
los
desconocidos
pueden
ser
muy
peligrosos.

Nein —murmuró al cabo de un rato.

—Dijo que no —les aclaró Robin.

—Mierda, esto complica aún más las cosas —bufó Paris.

Chris se acarició la barbilla un momento y separó los labios para decir lo que todos habían pensado.

—Pregúntale por qué.

—De acuerdo. —Robin hizo su mejor acento alemán.— Warum?

Refugiada en el silencio una vez más, la pequeña dio señales de haber entendido, pero no de querer responder. Un aura de misterio crecía a su alrededor casi tanto como la impaciencia de sus interlocutores.

—¿Estás segura de que lo dijiste bien? —insistió Woody.

—Claro que sí. Es alemán básico.

—Prueba de nuevo. Y dile que no somos enemigos.

Las palabras de Paris fueron aprobadas por unanimidad. Robin solo tuvo que sorberse los mocos y dibujar una sonrisa falsa que acompañó sus palabras.

Warum willst du nicht nach Hause? Hat dir jemand wehgetan? Haben Sie keine Angst, wir können Ihnen helfen.

—¿En nuestro idioma?

—«¿Por qué no quieres volver a casa? ¿Alguien te ha hecho daño? No tengas miedo, podemos ayudarte».

Los ladridos de dos perros que molestaban a Susanne fue lo único que Robin recibieron como respuesta. Después solo quedó el sonido el silencio y el aleteo de los pájaros que se posaban en el alumbrado eléctrico. Habían fallado de nuevo.

—Intenta con frases más cortas. Quizá no domina demasiado el idioma —insistió Paris.

Polizist? —preguntó Woody mediante la voz de Google.

Nein. Nein Polizist.

Su respuesta fue tan veloz y natural que no quedaron dudas de que era una hablante nativa. Ahora solo les restaba averiguar cómo había aparecido del otro lado del Atlántico.

-—Genial, no quiere llamar a la policía —concluyó Woody, que ya había aprendido sus primeras dos palabras en alemán—. ¿Qué hacemos?

Por instinto, su mirada descansó en los tres adolescentes que tenía enfrente. Después de todo, ellos eran los «mayores» y, por lo tanto, los más experimentados en resolver problemas. Chris tomó la palabra.

—Primero, intentar que hable. Segundo, llevarla a la comisaría.

—¿Aun cuando acaba de decirnos que no lo hagamos?

—Está claro que su desaparición está relacionada con el incendio de anoche —continuó Paris—, lo cual aumenta nuestras chances de encontrar a sus padres.

—¿Y si ellos han muerto?

—Tendrá a sus abuelos, Woody.

—¿Y si ellos también han muerto?

—Tendrá a algún tío, primo, vecino o amigo que pueda darle una mano.

—¿Y si no tiene a nadie?

—¿Por qué no tendría a nadie?

—¿Por qué sí? —remató Woody, afilado—. Si los hubiera tenido, ¿habría aparecido en lo de un desconocido, a varios kilómetros de su casa?

La discusión solo sirvió para que la niña retrocediera y se colocara en una franja de sol con los brazos cruzados. Robin comprendió que tenía frío y se metió en la casa de Chris. Regresó con una camiseta del Green Bay Glory y unos shorts deportivos.

—Miren para otro lado o tápense los ojos —les ordenó.

Ellos obedecieron. Woody pasó los siguientes minutos con la vista fija en las nubes, Paris se concentró en un punto de fuga aleatorio y Chris decidió seguir el recorrido del viento. Los tres estaban tan concentrados en lo suyo que Robin debió avisarles tres veces cuando acabó.

—Ya pueden voltearse, dije.

La camiseta del equipo de Robin le quedaba como vestido y los shorts, demasiado grandes pero, al menos, la niña había dejado de temblar. La próxima vez que sus rodillas castañearan ya no podrían culpar al clima.

Fühlst du dich besser? —Robin hizo una pausa antes de aclarar—: Le pregunté si se sentía mejor.

Jawohl —repuso la desconocida con una mueca de agradecimiento.

—No sé alemán, pero eso es un «sí» rotundo.

—¡Bingo!

—Genial. Ahora tenemos a una pequeña Miss Universo que no quiere regresar a casa. ¿Qué hacemos?

Woody le regresó la seriedad al asunto y volvió a instalar aquella tensión inicial que los había acompañado durante toda la tarde. Casi en simultáneo, cuatro miradas se enfocaron en la pequeña.

Los ojos de Woody eran curiosidad, temor y nerviosismo.
Los ojos de Robin eran bondad, paciencia y espíritu de madre.
Los ojos de Paris eran misterio, ansias y malos augurios.
Los ojos de Chris eran mudos pero no ciegos.

—Presentarnos y preguntarle su nombre.

«Eres la única que recuerda las putas normas de deferencia en estos momentos, Robin» quiso decir Woody, pero pronto se arrepintió. Por primera vez, el enemigo de la cortesía reconoció que esta podría ser una buena aliada para resolver el misterio.

Das sind Paris, Chris und Woody. Ich bin Robin. Wie heißt du?

«Estos son Paris, Chris y Woody. Yo soy Robin ¿Cómo te llamas?» apareció en la pantalla del pequeño.

Es ist egal.

—¡¿Cómo que no importa?! —estalló Woody al leer la traducción—. ¡No-quie-re-dar-nos-su-pu-to-nom-bre!

—Cálmate, Sid.

—¡Al menos, invéntate uno! —le gritó, pero la chica no entendió su inglés precipitado.

—Ya basta.

Paris lo envolvió con el brazo derecho y le acarició los hombros hasta lograr que se calmara. Como siempre ocurría, la respiración de Woody se apaciguó y su rostro se deshizo de la coloración rojiza que había adoptado.

—Intenta ser más gentil. Está asustada y no sabe qué quiere. No tengas miedo. Estamos juntos.

Aunque Woody simuló estar de acuerdo, su cabeza estaba atestada de dudas. Necesitaba retener a esa niña porque era clave para entender el misterio de la esvástica. Por eso y porque ella le causaba sensaciones que su cuerpo de preadolescente todavía no podía controlar.

—Bien. Deberíamos ver con quién se quedará —intervino Paris—. Yo creo que esta casa podría ser una buena opción. Podríamos ocultarla en alguna habitación vacía del segundo piso o... en el sótano.

—Suenas más como un psicópata que como un samaritano —lo reprendió Chris, que jamás escondería a una desconocida consigo.

—Además, te olvidas de Dylan y Sien —agregó Woody—. Si la encuentran, podría haber problemas. Podrían matarla.

Una fuerte carcajada contrastó con el dramatismo de las palabras del niño. Hacía mucho que Paris intentaba arrancarle esos pensamientos fatalistas y había descubierto que una buena risa en el momento oportuno era capaz de producir milagros.

—Perfecto, descartada. No obligaré a nadie a hacer nada que...

—Podría llevarla conmigo.

Toda la atención cayó sobre Robin, quien ahora llevaba los brazos cruzados en actitud desafiante. Los demás no movieron ni un músculo de las cejas, expectantes.

—La meteré en el apartamento que mis padres tienen al final del patio —agregó antes de volverse hacia la pequeña—. Jetzt wirst du eine Cousine sein, die mich aus Deutschland besucht hat.

—¿Y nosotros qué? —protestó Woody, incapaz de entender una sola palabra.

—«Ahora serás una prima que vino a visitarme desde Alemania». ¿Están de acuerdo?

Su propuesta fue aprobada con dos votos a favor y uno en contra. Woody, el único opositor, se aclaró la garganta antes de decir:

—Genial. Pasamos de «desconocida Miss Universo con poderes sobrenaturales» a una simple «prima». En serio tienes poca imaginación.

—¿Por qué te molestas por todo?

—¿Y por qué tú tienes tanto interés en proteger a una niña desconocida?

—No contestaste mi pregunta.

—Ni tú, la mía.

▂▂▂▂▂

Jugaban a ser normales en circunstancias extrañas. Jugaban a ser extraños en circunstancias normales.

—Prepárate para perder.

Paris tenía la camiseta de Mbappe y Robin, la Gotze. Estaban inmersos en un duelo de uno contra uno que había aburrido a los demás, alertado a los perros y molestado a los vecinos con continuos pelotazos en sus ventanas.

Ante ellos, Woody intentaba hacer un bosquejo del bosque incinerado y Chris seguía el partido con un poco de hastío, sin perder de vista el trasero de su novia. Junto a ellos, la niña seguía el partido con ojos atentos y, aunque no lo dijera, alentaba a Robin.

Cuando el juego estaba a punto de caer en la monotonía, Robin hizo que la pelota corriera y dejó atrás a un Paris confundido con un regate limpio. Segundos después, el balón reventaba las redes invisibles de un arco igual de invisible y Robin lanzaba un grito de triunfo.

—Robin 5, Paris 4 —contó Chris con el desinterés de un árbitro que había sido elegido sin su consentimiento—. W, la pelota.

—Siempre haces trampa en el piedra, papel o tijera —gruñó Woody.

—Creo que habíamos acordado que el que perdía tenía que ir a buscar la pelota sin quejarse.

Una sacada de dedo después, Woody dejó sus dibujos sobre el portón y fue detrás de su objetivo. Al regresar, Robin insistió en que hiciera jueguitos, pero él solo hizo dos antes de regresarles el balón. Paris lo recibió con una maniobra limpia y atacó. Empataría ese partido costara lo que costara.

Luchaban contra el aburrimiento cuando, de pronto, la niña se acercó a Chris y le clavó sus ojos preocupados.

Die Kriechpflanze vorne fällt jeden Moment ab.

La cara de Chris se deformó de la sorpresa y debió hacer un esfuerzo para no quedarse con la mandíbula en la mano. No era un asunto menor: la pequeña acababa de hablarle por primera vez.

Sin perder ni un solo segundo, esgrimió el celular y entró en el primer resultado de su historial de búsquedas: el traductor.

Wiederhole ist —le pidió la voz de Google.

Die Ranke vorne wird jeden Moment abfallen —repitió ella.

—La enredadera del frente se caerá en cualquier momento.

Woody y Chris movieron la cabeza a la derecha e identificaron el objetivo: enfrente de ellos, una inmensa costilla de Adán desataba su salvajismo sobre una tapia ajena. Ambos se concentraron en ella y esperaron algo. Un milagro. Magia. Una brujería.

Como si todo hubiera sido orquestado de antemano, Robin dio un derechazo con dirección a la estratósfera y el balón se estrelló contra la planta. Tal como la niña lo había previsto, la enredadera se desmoronó contra el suelo.

—¡Mierda! —gritó ella mientras se acercaba a su víctima con un ágil trote.

—¡Doble mierda! 

—¡Triple mierda! —remató Woody con los ojos fijos en la niña.

Por fortuna, la costilla de Adán pertenecía a un terreno baldío abandonado, lo que les ahorraría un sinfín de problemas. Sin embargo, la misteriosa caída abría un enigma inexplicable.

—Tú agarra de aquel lado y yo, de este —le indicó Paris a Robin—. A la cuenta de tres, tiramos y arrancamos las raíces.

Chris prestó su inmensa fisonomía a la tarea y se unió a la maniobra. Woody, en cambio, prefirió vigilarlos desde la distancia. Ni bien dejaron la planta en un contenedor, los tres se unieron a Woody y a la niña para no levantar sospechas.

Todos los rostros se habían perturbado, menos uno: el de la pequeña. En su lugar, había un rictus disimulado, ajeno a todo lo que había ocurrido. O, quizás, demasiado consciente de ello.

—Ella… lo predijo.

—¿A qué cosa? —preguntó Paris, extrañado.

—Predijo que la enredadera se iba a caer —anunció Chris.

—¿Es en serio? —arremetió Robin.

—Sabes que nunca miento cuando el asunto es serio.

Paris se rascó la barbilla un momento y observó a la niña con un brillo extraño en la mirada. Aquella intensidad hizo que la pequeña retrocediera tres pasos, y luego cuatro. Pero su estrategia no logró detener a su enemigo.

Él se puso de pie y avanzó hacia ella con determinación. Segundos después, quince centímetros, o tal vez veinte, eran lo único que los separaba. Dos respiraciones pesadas se acompasaron. Lo mismo ocurrió con los latidos de sus corazones.

—¿Dónde estaba? —preguntó Paris con el índice fijo en la niña.

—Yo estaba aquí cuando se me acercó. —Chris hizo una pequeña caminata y se colocó junto al portón—. Supongo que ella se encontraba por ahí.

Su amigo siguió las instrucciones de Chris y se paró frente al terreno abandonado. Permaneció en esa posición durante un buen tiempo, casi como si fuera una estatua de mármol. Varios cálculos mentales más tarde, dijo:

—¿Recuerdas si la enredadera estaba sana?

—Creo que sí —murmuró Chris—. Aunque ustedes ya la habían golpeado un par de veces antes.

—Entonces…

—¡Creo que tengo una foto! —los interrumpió Woody—. Antes de comenzar el bosquejo, tomé una panorámica por si oscureciera. ¡Aquí está!

Al instante, cuatro cabezas se agolparon encima de una pantalla de ocho pulgadas. Woody hizo los honores y pellizcó el celular lo suficiente para que la enredadera se hiciera visible. La imagen era contundente: la pobre costilla de Adán pendía de un hilo.

—¡Ven! —Robin llamó a la niña—. O los vecinos sospecharán.

El círculo improvisado se deshizo solo un segundo para integrar a la pequeña en la conversación. Una vez más, los ojos de Paris se fijaron en ella con insistencia, lo que hizo que la niña emitiera un extraño gruñido. Era evidente que esas dos bolas instigadoras la incomodaban.

—No es por ser aguafiestas, pero no creo que tenga poderes sobrenaturales. Solo dijo lo obvio: tarde o temprano la enredadera se hubiera caído.

Tres cabezas desaprobaron su actitud escéptica y se volvieron hacia la niña misteriosa. Quizá eran demasiado ingenuos, pero tenían esperanzas de encontrar algo especial en ella. O quizá solo tenían la cabeza demasiado contaminada con tantos libros y películas basura.

—Hazla predecir algo más —propuso Woody—. ¿Qué tal si nos dice el resultado del próximo partido del Green Bay Glory contra…

—El Pensacola —completó Chris, que conocía cada juego de su novia a la perfección.

—Pensacola olor a cola —murmuró Robin antes de agregar—: De acuerdo. Wie wird das nächste Spiel von Green Bay Glory ausgehen?

En el traductor automático de Woody apareció la pregunta «¿Cómo saldrá el próximo partido del Green Bay Glory?».

La desconocida pareció pensarlo un buen tiempo. Sus ojos viajaron en varias direcciones, casi como si presenciara el juego en su mente. Nadie perdió de vista ni una mueca ni una exhalación.

—Eins zu null für Green Bay.

—¿Qué dijo?

—Uno a cero para el Green Bay.

—¡Genial! Están cada vez más cerca de ganar el campeonato —dijo Chris con entusiasmo.

Robin se acercó a la desconocida y le dio un beso de agradecimiento en la mejilla. Ella se dejó sin protestar, ansiosa de que la trataran como a un ser humano normal.

—Por cierto, ¿quieren jugar a los mentalistas? —propuso Paris—. Solo necesito un pañuelo, un ayudante y todo mi poder místico.

—Yo puedo darte una mano —le dijo Chris—. Hay un chal de mi madre en el comedor.

Con un feliz trotecito, Paris se perdió en el interior de la casa y regresó a los pocos minutos con el dichoso chal. Sus espectadores se acomodaron junto al portón, algo incrédulos. Paris se vendó los ojos y los demás se encargaron de controlar que no estuviera viendo. Entonces comenzó la presentación.

—¡Damas y caballerito! —comenzó Chris, con la voz típica de los presentadores—. ¡Les presento a Paris, el mentalista!

Las únicas tres personas que formaban aquella inhóspita audiencia simularon aplaudir con entusiasmo. Sin embargo, el deseo de que Paris fracasara se traslucía en sus ojos. Incluso la niña tenía ganas de verlo hacer el ridículo.

—¡Que pase el primer objeto! —ordenó con voz grave. Luego volvió a su registro normal y les dijo—: Esta es la parte en donde le alcanzan algo a Chris.

Woody rió por lo bajo mientras le entregaba el lápiz que había usado para hacer su bosquejo. Chris lo recibió con una leve reverencia y lo sostuvo entre sus manos.

—Aquí tienes el primer objeto. Descríbelo, Paris.

—Es amarillo, marca Dixon y tiene una goma rosa en la punta. ¡Es un lápiz!

—Puta madre.

El insulto salió de la boca de Woody de forma tan natural que hizo que todos —la niña incluida— comenzaran a reír. En el rostro de Paris apareció una sonrisa de satisfacción.

—Búsquense algo más difícil.

Fanático de los desafíos, Woody se perdió un momento dentro de la Acapulco para regresar segundos después con un cuchillo de cocina. Chris lo tomó tras una nueva reverencia.

—Estás afiladísimo, P —le dijo—, pero a este no lo adivinas.

—Piensa en esa palabra e intenta transmitírmela.

Ambos hicieron un espectáculo un tanto ridículo en donde Chris simulaban una comunicación telepática. El teatro fue tan lejos que Chris casi se cortó el cachete con el filo del cuchillo. Del otro lado, solo hubo miradas extrañadas.

—¡Creo que lo tengo! ¡Es… un cuchillo!

—¡Carajo! —bramó Woody.

Tras recibir sus merecidos aplausos, Paris los invitó a redoblar la apuesta. Esta vez, Robin aceptó el reto y regresó de la casa con una almohada. Woody aprobó su elección en silencio.

—Último intento, que el Gran Mentalista tiene que descansar —les advirtió Chris—. ¿Puedes adivinarlo, Paris? Dinos qué es.

—De verdad te esmeraste, Robin. Pero lamento decepcionarte: se trata de una vulgar y sencilla almohada.

El fin del espectáculo encontró al público de pie y a un Paris triunfador con la almohada en alto. A su lado, Chris ostentaba una orgullosa sonrisa.

—Creo que podría competir con tu amiguita —reconoció Paris, ya sin el chal de leopardo alrededor de sus ojos—. Solo que ella es más observadora que yo.

—¿Cómo dices?

—«D-escríbelo», «afiladísimo», «descansar». ¿No era obvio?

—Así cualquiera —concluyó Woody, ofendido por la tradición de Chris.

—¿Entiendes el punto? Si yo puedo adivinar algo con los ojos cerrados, ella puede hacerlo con los ojos abiertos. Fue solo una observación física. No hay nada de raro en la ley de la gravedad.

—Está bien, está bien, Newton. Tú ganas. Pero esto recién comienza.

▂▂▂▂▂

—¿Quieres jugar? —Woody sacudió la caja de la batalla naval e intentó hablar en alemán—: Sishgáat?

Seeschlacht? —preguntó ella, que había captado la palabra a la perfección.

Yeah. Sishgáat. Tú on tish.

Sich einigen.

«De acuerdo» fue lo único que él necesitó para tomarla de la mano y llevarla hasta el comedor. Ella se dejó conducir mientras exploraba el lugar con sus cinco sentidos. Había comenzado a gustarle el olor que emanaba ese tal Woody.

—¿Sabes jugar? Vái to bí man ficht?

Jawohl.

—'Vása' es «agua», 'beruut' es «tocado» y 'jesúnk', «hundido».

Wasser. Berührt. Versunken —repitió ella, casi como si quisiera demostrarle a Woody lo mal que lo pronunciaba.

—Agua. Tocado. Hundido —insistió él.

—Egua. Toókdo. Endidou.

Woody sonrió. Aunque las modulaciones habían sido extrañas, estaba tres palabras más cerca de su objetivo. Y, por lo pronto, no necesitarían nada más.

La desconocida se quedó con las fichas celestes y Woody, con las verdes. Ambos se sumieron en un eterno silencio que aprovecharon para acomodar las flotas en su sitio. La partida estaba a punto de comenzar.

Beginnt. —Woody le pidió que comenzara.

—G7.

Vása.

—H1.

Toókdo.

—A8.

Vása.

—H2.

Endidou.

El juego se prolongó más de la cuenta y, poco a poco, el ambiente se volvió cálido. La pequeña se permitió sonreír de vez en cuando e incluso se ruborizó cuando Woody rozó su mano por accidente.

Media hora después, las celestes arrasaban con las verdes y se establecían como las únicas vencedoras. Asombrado de la sagacidad de la niña, Woody reconoció la derrota. No cualquiera era capaz de dar vuelta una partida de semejante modo.

Glückwünsche. Felicitaciones.

—Felitaciones —repitió la niña.

Woody tecleó la frase «No. Tú ganaste. Felicitaciones» y el traductor hizo el resto.

Greecias —repuso.

El reloj de la sala marcó las ocho de la noche con la cantidad justa de repiques. La casa seguía vacía: Dylan y Sien habían ido de compras mientras que Mila continuaba encerrada en el consultorio. Estaban a salvo. Al menos, eso creían.

Susanne hizo su aparición estelar en busca de mimos. La niña aceptó y la gata arqueó la columna mientras le buscaba la mano con un entusiasmo adorable. Woody sonrió.

—Ella es la gata de Chris. Su nombre es Sussane. Sie ist Chris' Katze. Ihr Name ist Susanne.

—Susanne —repitió ella.

Er mag dich. Le agradas.

—Le agrradas.

Woody volvió la cabeza hacia su teléfono, en donde aparecía una frase que tenía preparada desde hacía mucho tiempo: «¿Cómo te llamas». Solo tenía que apretar el ícono del altavoz y averiguarlo. Eso hizo.

Wie heißt du?

—Nora.

«N-o-r-a» saboreó él medio asombrado, medio emocionado por su descubrimiento. A decir verdad, tenía nombre de náufraga, de niña perdida, de huérfana. ¿Pero en verdad había naufragado, era huérfana o estaba perdida?

Woody no desaprovechó la oportunidad y activó el traductor automático una vez más. Tras aclararse la garganta, dijo:

—Nora ¿cuánto?

—Nora, wie viel? —repitió Google.

—Nora. Nur Nora.

Primero, las palabras de la niña aparecieron en la pantalla. Luego llegó el turno de la voz robótica que, con dificultades técnicas, anunció:

—Nora. Solo Nora.

▂▂▂▂▂

Lo bueno se hace esperar. Yo también :)

Espero que les haya gustado el capítulo y que tengan muchas ganas de conocer a Nora. Algo me dice que será un interés romántico de Woody...

Espero que tengan un bonito 2022 y que disfruten mucho de este año. ❤️

xoxo

Gonza.

P.d.: Por aquí esquivo todos los tomates que puedan llegar a lanzarme🕴🏻

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro