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Capítulo 13

—¡¿Somos hermanos?! —exclamó Woody, quizá demasiado fuerte.

Un ruido extraño se escuchó en el piso de arriba, como si alguien hubiera destrabado una puerta. Paris, alarmado, le pidió que mantuviera la calma y bajara la voz. Su dedo índice y unas cuantas gesticulaciones fueron suficientes para comprar el silencio del niño.

Permanecieron un rato en completo mutismo, con los oídos alertas a cualquier movimiento anormal. Pasaron los minutos y la casa conservó la misma quietud de siempre. Todo indicaba que ese había sido un ruido de puerta igual que cualquier otro. Paris se atrevió a retomar la conversación en un murmullo.

—Medios hermanos —lo corrigió con una sonrisa en el rostro.

Se abrazaron rodeados de lágrimas, con el silencio como único testigo. Paris se desplomó sobre Woody; sus miembros tenían la ligereza de alguien que acababa de liberarse de un gran peso. Woody apoyó la cabeza contra el pecho de él y pudo sentir que su corazón se estrujaba a toda velocidad.

De pronto, unos pasos rápidos bajaron por las escaleras. Segundos después, aparecieron un arma y una Sien enfurecida que apuntaba a la cabeza de Paris.

—¿Oí bien? ¿Eres hijo de Dana? —lo interpeló con el arma en la diestra—. ¿E-res hi-jo de Da-na?

Paris se sobresaltó. No estaba acostumbrado a que lo amenazaran con una pistola ni a los gritos de una casi desconocida. Se limitó a dar un paso atrás mientras obligaba a su mente a pensar en una vía de escape. Woody vio el temor en su rostro y avanzó hacia Sien con determinación. Le parecía extraño volver a hablarle después de varios meses de ignorancia.

—Baja esa pistola. Ahora.

El tono fue frío y sus gestos, convincentes; pero solo lograron que Sien se aferrara al arma con más fuerza y deslizara el cargador hacia atrás. Una bala subió por el cañón con un ruido seco.

—No hasta que este hijo de puta se vaya de mi casa —repuso ella, más histérica de lo normal.

El asustado muchacho se puso de pie con un temblequeo y Woody le cubrió la espalda. Ahora Sien tenía la posibilidad de matar dos pájaros de un tiro.

Paris tropezó con el sillón y se golpeó la rodilla. Cojeó un poco al principio, pero Sien le arrebató el dolor con dos disparos que se estrellaron contra el techo y el marco de la ventana del jardín.

Segundos después, Paris corría como un condenado. Woody fue tras él y rogó que, pese al silenciador, algún vecino hubiera oído los tiros y fuera a ayudarlos.

—Tú te quedas aquí, Woody.

Sien lo agarró del cuello de la remera y tiró de él hasta que el pequeño acabó a su lado. Woody batalló con ella mientras veía a Paris cruzar el patio y trepar el portón de dos metros con una agilidad envidiable. Su cuerpo pronto se redujo a una figura; la figura, a un punto, y el punto, a la nada.

Woody sintió impotencia. Impotencia porque su amigo acababa de irse y él no había hecho nada para impedirlo. Impotencia por no hablar, por no enfrentarse con Sien, por esconderse siempre detrás de un cuaderno. Impotencia porque, aunque rayara mil veces el papel, ya no podría cambiar las cosas.

Inhaló con fuerza para sacarse los mocos que caían por su nariz. Toda la casa apestaba a pólvora, en especial los dos objetivos de Sien, que ahora también tenían una mancha negra. Un hilo de humo salía desde el caño de la pistola y danzaba con un movimiento amenazante. La muerte serpenteaba entre los zócalos.

De pronto, Woody tiró con fuerza y logró desligarse de las garras de Sien. Pegó el rostro a la ventana destruida con la infantil esperanza de encontrarse con Paris o con algún rastro de su presencia. Buscó en la calle una huella, una fragancia, un zapato perdido. Nada.

La última persona que amaba en el mundo se había ido. Ahora solo le quedaban sus enemigos.

▂▂▂▂▂

—¡¡Estoy segura de que ese hijo de puta tiene algo que ver con la desaparición de Chris!!

Woody aún no se acostumbraba a las conductas impulsivas de Sien. Su nueva víctima había sido un jarrón que Paris le había regalado para el día de la madre, jarrón que se había reducido a decenas de pedazos de porcelana que decoraban el piso. El meñique de Sien sangraba, pero a ella no le importaba. La furia corría en sus venas y la pistola aún estaba aferrada a su mano derecha, aunque ya habían pasado algunos minutos.

—Cálmate, ¿quieres? No es momento de repartir culpas.

—¡¡Tú solo lo dices porque es tu hijo!! —arremetió Sien.

—Puede que yo lo haya creado, pero nunca seré su padre ——murmuró Dylan, inmerso en un limbo emocional que le impedía pensar con claridad—. Yo… Yo lo abandoné.

En medio de ellos, Woody. Un jovencito de trece años que ya tenía suficientes problemas en casa como para sumarle tres desapariciones, una confesión inesperada y una huida a tiros. Él los observaba desde lejos en una posición segura, con la cara cubierta por un almohadón, medio para protegerse, medio para ocultar sus lágrimas. Estaba aterrado.

—Lo sé, pero seguro tienes cierta afiliación con él.

—Se dice «afinidad» y ¡no, no, no! —exclamó Dylan—. ¡¿No entiendes que lo dejé incluso antes de que naciera?! ¡¡Ni siquiera sabía que Dana lo había tenido!!

Sien frunció la nariz y se acarició la barbilla con la punta de la pistola. Woody solo rogó que apretara el gatillo por accidente y se volara los sesos. Después de todo, nadie lamentaría su muerte.

—Como quieras —dijo por fin—. Paris seguirá en mi lista de sospechosos.

—¿Y qué harás? ¿Llamarás al 911 y les dirás que un tal Paris Anderson es un secuestrador? Ni siquiera tienes pruebas.

—No, haré algo mejor: iré a su casa y hablaré con la zorra de su madre.

Los músculos de Dylan se tensaron debajo de su remera de verano. Woody fue testigo de la transformación de sus facciones, del endurecimiento de su rostro. Mientras tanto, Sien enfundó su pistola y la amarró a su cintura. Parecía decidida.

—Tranquila, arreglaremos esto de otro modo. Si vas a la casa de Paris con un arma, todo se saldrá de control.

—¡Cállate y déjame concentrar!, que esa puta dirección debe estar por algún lado.

Decenas de cartas tomadas de la habitación de Chris se deslizaron sobre su mano. Sien empezó a romper los sobres con rudeza mientras leía los papeles en busca del domicilio de Paris. Tardó un buen tiempo en encontrarlo.

—¡Aquí está! —Levantó el papel en señal de triunfo y se lo extendió a Dylan—. Llévame.

—Pero si tú sabes manejar —protestó su marido.

—Sí, pero estoy demasiado enfadada para hacerlo.

Dylan se deslizó con desgano detrás de las curvas de su esposa, con el llavero alrededor de su índice. Sien daba pasos largos y firmes, por lo que alcanzó la camioneta a los pocos segundos. Ambos subieron y el motor arrancó.

Desde la distancia, Woody pudo escuchar que Sien gritaba:

—¡Te demostraré quién manda, hija de puta.

▂▂▂▂▂

Llamada entrante. 911. Seccional 54, Comisaría 2. Voz ronca del otro lado. Voz trémula de este.

—Hable.

Dylan activó el altavoz para que su esposa y su hijo pudieran oír las palabras del oficial. La sala se inundó de un ruido blanco que pronto fue llenado por una garganta quebradiza.

—Buenas noches, señor Rosemberg —le dijo el oficial, siempre partidario de las normas de deferencia—. Y, ya que hablamos de cosas buenas, les tengo buenas noticias.

Tres suspiros. Tres corazones que hacían lo posible por latir juntos. Uno de ellos, rebelde, intentaba variar el ritmo para no parecerse a los demás.

—Diga, oficial. Somos todo oídos.

El comisario sonrió con orgullo del otro lado de la línea, se acomodó en su cómoda silla de oficina y dijo:

—Hemos trabajado muy duro y encontramos...

—¡¿En serio?!

El entusiasmo se había adueñado de la voz de Dylan, pero el oficial se encargó de derrumbarlo con un hondazo. O tal vez con tres.

—Encontramos el mensaje que Oliver le envió a Chris en la madrugada.

Dylan silenció el micrófono un momento para soltar un maremoto de insultos. Su esposa lo acompañó, aunque sus palabrotas estuvieron dirigidas a Paris. Woody, en cambio, permaneció en silencio.

Tantas malas noticias le habían quitado hasta las ganas de insultar.

—Gracias, oficial —dijo Dylan ni bien asimiló la noticia—. Al menos, es mejor que nada.

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Holaaa. Primero que nada... ¡Feliz Día del Libro! Espero que les hayan regalado algo porque yo estoy con las mano vacías :(

En todo caso, acá les dejo libros y rosas > 📚🌹

Ahora vamos a lo nuestro, ¿alguien más sigue impactado? Porque yo sí, je. 👁️👄👁️

Por otro lado, falta nada para que publique mi nueva novela y quizá tenga que ver cómo continuaremos con estas actualizaciones. En fin, ya veremos:)

¡Espero que tengan un excelente sábado! Se me cuidan,

Gonza.

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