Capítulo 7 - Segunda vez.
Nadie conoce la magnitud del dolor que puede llegar a sentir otra persona. Dolor físico, mental. En ocasiones se vuelven tan agonizantes que el simple hecho de hacer memoria te paraliza sin importar dónde estés o con quién te encuentres.
Angel se sienta frente a mí, la preocupación es visible en sus rasgos. ¿Quién podría decir que detrás de una fachada de chico malo hay un corazón de pato?.
—Si sigues visitándola, te va a destruir —me dice con un suspiro fuerte, su mirada se dirige a la ventana, recordando algo, tal vez.
Lo sé, es probable.
—Cuando salimos de este lugar, algo pasa —se detiene abruptamente y me observa fijamente—, no recordamos nada de las cosas que ella hace en el laboratorio, solo algunos recuerdos en específicos se quedan —pronuncia de manera apagada y algo quebrada.
Sus ojos se mantienen fijos en mí, parpadea varias veces.
—No dudo de tí, pero ¿cómo lo notaste? —vacilo.
El me entrega una libreta llena de dibujos muy feos, pero acompañada por textos a los lados, por poco y diría que son cifrados.
—Llevo un diario, me lo recomendaron, pero al final del primer año se me quedó —me explica—, pero lo he estado estudiando desde entonces. Lilith, no regreses a su laboratorio —vuelve a decirme con nerviosismo filtrándose en sus facciones.
Debería decirle lo que ella me ofreció. Pero no lo hice, me silencie y heme aquí... Nuevamente sentada frente a ella.
Lilith.
Una sonrisa que no llega hasta sus ojos adorna su rostro. Sus dedos tamborilean contra la madera del escritorio. El sonido hace eco en el espacio.
—Veo que te sientes mucho mejor —afirma con una voz melosa—, tengo que disculparme por los hechos sucedidos.
La observó sin pronunciar palabra alguna. Mi cuerpo me pide a gritos que escape, pero algo me impide hacerlo. Tal vez la idea de morir es lo que me mantiene firme sin moverse.
—¿Cual es el siguiente paso? —la pregunta abandona mis labios en un hilo de voz.
La sorpresa cruzó su rostro, sin embargo lo ocultó al instante. Sus labios se estiran en una sonrisa sin precedentes. Mi corazón duele, tal vez yo siempre estuve equivocada, si soy suicida. Me levanto cruzando mis brazos, esperando que abra el espacio para bajar a su laboratorio.
Todo pasa en cámara rápida, mi cuerpo se mueve, pero mi mente se aleja poco a poco, hasta convertirme en una carcacha vacía que solo hace ruido.
Las escaleras pasan en un destello, al igual que las personas con batas blancas. Nuevamente terminó con cables conectados y el único momento en que reaccionó a medias, es cuando me informan que van a volver a realizar la misma prueba que antes.
Dejo que mi cuerpo se maneje en automático, mientras mi mente regresa a aquel día en el que todo cambio. El día en que la sociedad me vio diferente, cuando el amor de mis padres fue sustituido por dolor, pena, vergüenza.
La lluvia se intensifica cada segundo que pasa, mis extremidades arden, pero si me detengo el dolor que sentirán será peor que el actual. Mis pulmones arden.
Ayuda, por favor, que alguien me ayude, le pido al cielo.
Sin embargo, mis súplicas no son escuchadas. Hace un largo tiempo dejé de tener esperanza.
El lodo salpica mi uniforme, mi piel pica, quisiera rascarme.
—Espera que te alcance —avisa Madison haciendo que mis venas se congelen—, hoy me he ensuciado por tu culpa.
Mi visión se nubla, mis labios tiemblan al igual que mi cuerpo. Algo pasa, mi pie falla, provocando que caiga de frente, mis rodillas impactan tronando en el proceso. El dolor se esparce por mis articulaciones, lágrimas abandonan mi rostro. Intento levantarme, pero una mano se adueña de mi cabello, jalando con fuerza.
—Te dije que hoy no tenía humor y decidiste correr más rápido —escupe con ira.
Cierro mis ojos temiendo lo que viene.
El dolor se adueña de mi cuerpo entero, mi espalda, mis brazos, mi pecho, todo mi cuerpo arde, gimo producto del dolor. Ella siempre ha tenido fuerza en las piernas, lo sé de primera mano.
El dolor recorre mi cuerpo nuevamente, abro mis ojos, regresando al presente. Me encuentro de rodillas nuevamente, el piso blanco teñido de rojo. todo mi cuerpo tiembla, la visión se me nubla, debo estar llorando, por las pequeñas gotas que caen en medio de la sangre, pero no siento tanto dolor.
—No te muevas —ordena una voz gélida detrás de mí.
Es Axel, nuevamente.
Pongo mis manos en el piso con la intención de levantarme, pero un gruñido me detiene. Seguido por un par de zapatillas deportivas que se manchan de sangre, unos brazos pasan por mis piernas levantándome en el proceso, hasta que me están cargando como princesa.
—¿Qué haces? —susurro, sintiendo mi garganta arder.
Su rostro está igual de rojo que la última vez que lo ví. ¿le habrá vuelto a dar alergia?
—No tengo alergia, no pienses en mí, piensa en tí misma y en la forma en que te estas auto lastimando, autosaboteando cada rato ¿es que quieres morir? —me cuestiona con su voz cargada de molestia.
Abro la boca, pero la cierro de inmediato. Mi mejilla vuelve a temblar con fuerza, bajo la vista observando mis manos manchadas de color carmesi. mi pantalón está igual, pero no comprendo que paso ¿si fue tan grave entonces porque no duele con la misma intensidad?
Levanto mi rostro de entre mis manos, observando un cuarto blanco, lleno de instrumentos y una mesa que parece de cirugía. ¿esto será la enfermería? Axel me coloca lentamente, semejante a quien carga un animal herido y no quiere lastimarlo más.
—Lo lamento —comienza alejándose y trayendo consigo una bandeja llena de utensilios.
No le respondo. No quiero hablar.
Con una tijera corta mis pantalones por las rodillas y es cuando lo noto, mis piernas estan llenas de pequeños puntos negros ¿que seran? ¿por qué sigo sin sentir tanto dolor? utiliza unas pequeñas pinzas para sacar los puntos negros que en realidad parecen ¿tachuelas? ¿porque carajos hay tachuelas en ese campo?
Por lo menos ninguna entró como tal en mi rodilla.
Sus manos son firmes mientras limpia mis heridas. Eso sí que es gracioso. Observo su rostro, ¿porque estará molesto? ¿por tener que limpiar mis heridas? yo también lo estaría, pero creo que nunca las hubiera limpiado, fuera dejado que se curarán solas ¿y si moría? no sería lo peor, sería un favor que le haría al mundo.
Presiona con fuerza la gasa con alcohol, ocasionando que me arda.
—Idiota, si no quieres curarme entonces no lo hagas —me quejo—, te juro que te voy a morder o aun peor, voy a quemar toda tu ropa cuando te descuides —le amenazo.
No necesito que otra persona venga y me lastime más de lo que yo misma hago.
—Elizabeth, yo no quiero lastimarte, nunca ha sido mi intención y nunca lo será —me aclara, siento su mirada fija en la mía, pero si lo veo a los ojos veré mis demonios reflejados en los de él o peor aún, veré su lastima y eso seria aun peor.
No puedes prometer algo que no sabes si podrás cumplir. Todos herimos a las personas consciente o inconscientemente, con nuestra presencia, al igual que con nuestra ausencia, con las palabras que decimos como con las que no pronunciamos.
—¿Por qué estamos aquí? —le pregunto llenándome de valentía al observarlo.
Esos pozos oscuros a los que llama ojos, me observan en silencio.
—No quiero que vuelvas aquí, no me importa que clase de trato ella te esté ofreciendo, la vas a evitar —me ordena—, no me importan tus excusas.
Este idiota, le ofrezco el dedo meñique y cree que puede tomar mi brazo.
—Odio, aborrezco que me des órdenes —gruño.
Una sonrisa llena de dolor decora su rostro y mierda si su propósito era hacerme sentir mal lo está logrando.
Siempre con esa cara de culo.
—Esa es la actitud que quiero que tengas cuando se trate de ella —señala regresando a mis heridas con nuevo ánimo.
Eres extraño.
—Maraña, necesito que me prometas que no regresaras, no por voluntad propia y si algo llega a ocurrir, utiliza ese maldito collar que te dí —declara con impaciencia.
Esta es la primera vez, que este idiota dice alguna mala palabra.
La esquina de mi labio amenaza con formar una sonrisa. Niego con la cabeza.
—No eres ni serás mi amigo, padre, pareja o alguien que pueda pedirme que le haga una promesa —declaró, inclinando mi rostro ligeramente para tener una mejor visión suya.
Algo brilla en sus ojos, lo he lastimado. Por primera vez en dos años, lo he lastimado. No es algo exactamente placentero como imaginé que sería.
—No puedes...
—Tenía seis años cuando mi madre murió de un cáncer que se extendió por todo su cuerpo, no vivió mucho después que se lo diagnosticaron —explica, sentándose a mi lado en la mesa—, me crie practicamente solo, mientras mi padre formaba su legado, una huella que quería dejar en la sociedad —se encoge de hombros, restando importancia.
¿Qué está tratando de hacer?
—Ahora dime algo tuyo —pide observando.
¿Qué quiere lograr?
—Yo quería un gato, pero mi madre tenía alergia a su pelo. Un día venía de regreso de la escuela cuando encontré una gatita muy linda, ella me siguió y la escondí en un baño que nadie utilizaba en la casa —le explico—, lo mantuve por dos semanas, hasta que un día mi madre se entero, me regaño y posterior a eso llevó al gato a un refugio.
Asiente brevemente.
—Ves, así se fundamentan los primeros pasos para una amistad —reflexiona.
Idiota.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro