Capítulo 4 - Viento
Debí ver las señales cuando tenía tiempo, fingir podría haber sido la mejor manera de escapar de esta situación o mejor dicho, nunca haber llegado a este lugar infernal.
Las cabañas se alzan a lo lejos, con su madera marcada por numerosas cicatrices. Deslizo mis dedos por las grietas, preguntándome quién podría haberlas hecho. Más inquietante aún, ¿qué le estaban haciendo para provocar esas marcas?
la brisa fría como este lugar entra en contacto con mi cuerpo, logrando que me eriza de pies a cabeza, el cielo se oscurece aún más.
—Tenemos que entrar o te congelaras —advierte Ángel con cierta severidad inusitada.
Su rostro era más tranquilo en el bus, pero ahora se ha vuelto más severo, especialmente cuando alguno de los administrativos se le acerca. podría preguntarle... niego con la cabeza, no debo meterme en los asuntos de los demás. Cada quien es capaz de salvarse a sí mismo, ya hice mi buena obra del mes y todo lo que recibí fueron tirones del cabello, los cuales aún duelen.
—Deberías hacerle caso, a fin de cuenta esta es nuestra cabaña —se encoge de hombros sasha.
Me mantengo en silencio mientras las vigas crujen al abrir las puertas. Unos murciélagos salen volando, agitando el aire con sus alas. ¿Qué clase de lugar es este? La oscuridad en el interior es tan densa como afuera.
—Creo que encontré el interruptor —grita Sasha.
Seguido las luces se encienden, solo que son tan opacas que provocan que tengamos que esforzar más la vista de lo necesario... llevo mis manos a mi cuello tocando el extraño collar que ahora cuelga en el. Podría tocarlo y ver qué pasa, solo para saciar mi curiosidad... pero no. Es mejor mantenerme lo más lejos posible de él, por mi propio bien.
Tres camas pequeñas, una cómoda diminuta y, al fondo, lo que parece ser un baño. Todo es tan pequeño, casi recóndito. Me acerco a la cama del medio, pero Sasha se apresura y se lanza sobre ella. Angel toma la última, dejándome con la primera.
Me siento lentamente, temiendo que la cama esté llena de resortes rotos y me despierte con un dolor insoportable o, peor aún, que se rompa mientras me acomodo. Las sábanas tienen un aspecto viejo y desprenden un olor peculiar, uno que me resulta familiar pero no logro identificar.
Sasha saca su bolsa negra y se dirige al baño sin decir una palabra. Me levanto y, con un suspiro, me aventuro en la oscuridad de la noche. Encuentro una roca plana y me siento. La noche parece susurrar "peligro", el aire se vuelve más denso y cada sombra parece cobrar vida.
—No dejes que este lugar juegue con tu mente, porque si la pierdes, ya no te quedará nada que te pertenezca —dice Angel de manera pausada, detrás de esas palabras se oculta cierto dolor.
—¿por qué estás aquí, en este lugar? —intento cambiar de tema.
——Por el mismo motivo que tú. Un psicólogo de pacotilla decidió que sería lo mejor para mí, y mis padres le creyeron ciegamente —responde con un tono indiferente.
El viento sopla en dirección al este, trayendo consigo un murmullo inquietante. Cierro los ojos, dejándome atrapar por la oscuridad. Mi pulso se acelera y, al abrir los ojos de golpe, todo sigue igual. Angel está de pie a mi lado, observando fijamente un punto en la distancia. El entorno parece tranquilo... hasta que una figura emerge entre los árboles. Es una mujer rubia, la reconozco: es la misma que estaba al lado de Axel.
Solo que ahora lleva ropa deportiva. ¿quien hace ejercicio a estas hora de la noche en la oscuridad? solo que la pregunta muere al ver por quien está siendo acompañada... Axel, quien viste igual a ella. El viento se intensifica, y un susurro aterrador llega a mis oídos: "corre", "estás en peligro". ¿De quién debo correr? ¿De él o de ella?
Van tan inmersos el uno en el otro que no se percatan de nuestra presencia. Giro mi rostro buscando el apoyo de Ángel, pero el mal engendro se ha evaporado dejándome sola. Vuelvo la vista hacia ellos, y de repente, están a mi lado. Axel se ha detenido junto a mí. Mi corazón late con fuerza, y una ola de inquietud recorre mi cuerpo.
Sus ojos se ven oscuros como la noche, no lleva lentes lo que me permite detallarlo, su nariz ligeramente respingada, sus facciones marcadas, pero ya no son suaves, son severas. el constante aleteo de sus fosas nasales, está molesto. Volteo a ver a cualquier otro lugar.
—¿Cómo sigues? ¿te duele la cabeza? —Hay cierto rastro de angustia en su voz.
Volteo a verlo y me encuentro con sus dedos enredados en mi cabello. Su toque es firme, casi posesivo. Atrevido.
—Podría ser peor —susurro observando sus acciones.
—Avísame si quieres que una enfermera te revise —sugiere, soltando mi cabello.
—No sabía que te gustaban las mujeres mayores, pero si te soy sincera, siempre creí que eras gay —me cruzo de brazos con una sonrisa plasmada en mi rostro.
Él se contrae en evidente molestia, se pasa las manos por el cabello desordenandolo aún más de lo que siempre se encuentra.
—Eres exasperante —sentencia sentándose a mi lado, sin ser invitado.
Esta vestido de negro, sus pantalones se ajustan a su cuerpo como una segunda capa de piel. Eso sí debe ser incómodo para alguien que se va a coger con su jefa al bosque o ¿no?
——No estaba teniendo nada con Lilith —se queja, dejando claro el nombre de la mujer—. Y no es mi jefa...
¿Lo dije en voz alta? no, me parece que no...
Siento el calor subir a mis mejillas, pero la oscuridad de la noche oculta mi rubor, por suerte.
—Todos necesitamos momentos en la oscuridad para pensar con claridad —dice más para sí mismo que para mí.
—¿Entonces para pensar con más claridad necesitas salir en la oscuridad de la noche acompañada por tu "no jefa", con ropa deportiva? —le pregunto con cierto ápice de diversión colándose en mí voz.
Siento su mirada clavada en mí, intensa y escrutadora.
——Llámame loco, pero noto cierta molestia en tu voz. ¿Es acaso... celos? —contraataca con una sonrisa sarcástica.
Desgraciado, me caes mal.
—En tus sueños, deja de fumar eso te hace mal, mata tus neuronas, las cortas que te quedan —respondo con indiferencia.
Pasa lo que menos esperaba... Se ríe. Es contagiosa, cálida.
—Me tengo que ir ya —me avisa, levantándose y sacudiendo el pantalón. Dejándome con una vista en primera plana de sus nalgas... es nalgon, asombroso— Deberías entrar. No sabes qué peligros acechan a estas horas.
Esas últimas palabras ocultan algo, lo sé.
—Si es tan peligroso como tu dices ¿que haces afuera? —levanto mi rostro, encontrándome con cierta chispa en sus ojos, solo que no logro descubrir qué significa.
—¿Preocupada por mi maraña? —pregunta mientras su voz se vuelve ligeramente ronca.
¿me acaba de poner un apodo? ¿cree que somos amigos o que?
—Al parecer el aire de la noche te hace daño, talvez hay alguna plantación de marihuana en el bosque, alguien lo quemó y todo lo que has estado oliendo en tu paseo con tu "no jefa" —digo entre comillas— te hace ver alucinaciones al igual que no te deja pensar con claridad.
Mete sus manos en sus bolsillos, se gira contemplando la noche y permitiendome ver los dos pedazos de almohadas que carga atrás.
—Tal vez podríamos ser amigos —sugiere sin voltearme a ver—, pero para ello requiero que me dejes de mirar las nalgas.
levantó la vista de sus posaderas y la colocó en su rostro. Idiota.
—Yo no... —pero no me deja terminar.
—No neguemos las cosas, la sinceridad es el fundamento de cualquier relación —asegura con arrogancia.
¿Habrá algún río cerca? porque cuando se descuide lo arrastrare y ahogare muy lentamente. Una sonrisa lobuna asoma en su rostro, es como si él escuchara mis pensamientos o ¿estoy pensando en voz alta y no me percaté? imposible...
—Entra a tu cabaña maraña, para que yo pueda irme —me pide.
Y si no quiero. Abro mi boca, pero antes de que pueda decirle algo, él levanta su mano en señal de silencio.
—Mañana Lilith quiere verte en su oficina a primera hora, por lo que necesito que entres y descanses —ahora se escucha más como una orden que como una sugerencia.
Entonces por eso se estacionó aquí a marearme con su discurso de pacotilla e intento de una conversación de mierda, porque Lilith se lo dijo. Ah, pero todas las veces que le he pedido un mísero favor en ese maldito consultorio que tiene, siempre me lo ha negado, sin siquiera terminar de escuchar lo que le estoy pidiendo.
Me levanto de la roca sintiendo mi culo doler producto del tiempo sentada. Me giró de regreso a mi cabaña, solo que me detengo por un segundo, observandolo por el rabillo del ojo, ligeramente esperando que el me este mirando. Lo hace, Levanto mi mano y le muestro el dedo medio con un gesto de desprecio.
—Jodete y metete tu puto intento de amistad por el agujero más apretado que tengas, idiota —bramo y entro a la cabaña cerrando la puerta con fuerza.
Su madre irá a ver a Lilith mañana, porque yo no iré.
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