Capítulo 2 - Furgón
De pequeña me enseñaron un versículo que dice "diga el débil, fuerte soy". Lo repito en mi cabeza una y otra y otra vez hasta desgastarlo. Tal vez la clave está en pronunciarlo en voz alta, de esa manera lo creeré, me aferrare con toda la fuerza que posee mi cuerpo.
—Me estas escuchando —vocifera mi madre.
Mis ojos escuecen amenazando con derramar esas lágrimas que retengo con gran pesar, el color rojizo en el rostro de mi madre se mantiene. Soy una carga, lo sé.
—Si nos quisieras tanto como dices, lo harías, irías sin quejarte —lleva sus manos a su cabello jalando con fuerza—, ¿explicame por que eres así, tan difícil de tratar —trago en seco—, de querer —dejó de respirar.
Lo siento, quisiera decirle, pero mi boca se niega a articular palabra alguna.
Asiento lentamente, sintiendo mi alrededor comenzar a dar vueltas. Me giro lentamente en dirección a la puerta sintiendo mi cuerpo querer colapsar en cualquier momento. Abandonó mi casa sintiendo el peso de la realidad caer sobre mí, pero también una promesa silenciosa: "No regresaré aquí, no importa cuánto me cueste, no volveré". Mientras camino a la parada del bus, mis pensamientos se arremolinan, tratando de encontrar sentido en todo esto.
Hasta que un estruendoso pitido me saca del trance en que había entrado mi mente. Un horrible bus aparca frente a mi casa, lleno de personas que hacen ruido, gritan, ¿quien en su sano juicio se emociona al ir a un sanatorio mental que le hacen llamar "campamento? Inhalo profundamente, mis pies se dirigen. Cualquier atisbo de sonrisa desaparece reemplazando por molestia.
Las puertas se abren y el sonido de las voces se intensifican a más no poder al igual que un olor a vómito. Las personas siguen hablando a más no poder, pero aquí la pregunta es ¿donde me siento? Observo mi alrededor hasta que encuentro el único puesto vacío, gracias a Dios está al lado de una ventana, la necesitare.
Voy llegando al último asiento libre cuando una ligera molestia se esparce por mi espalda, el conductor le dio por arrancar sin esperar a que me sentara. Hasta el techo de este bus es feo, Sin embargo unos mechones rubios se interponen en mi campo de visión, encontrando una sonrisa amistosa.
—Ese señor amargado siempre le gusta hacerle maldad a todo lo que respire —me explica ella, extendiendo su mano en mi dirección.
la tomó con cierto recelo, a pesar de lo delicada que se ve, la chica tiene fuerza. Me siento a su lado, mientras ella sigue sonriendo a la par de mi dolor de espalda, porque no basta con que me duele el corazón, también tiene que haber otro golpe.
—No le provoques mas dolor de cabeza tilly, no ves que la edad ya la cayo a la chica —esa voz me irrita. me giró encontrándome con un chico de cabello oscuro con reflejos chocolates, ojos color verdes como el bosque.
—No me llamo tily, idiota, soy Sasha. S-A-S-H-A —le deletrea mi compañera escupiendo las palabras.
observó el asunto en silencio... No es como si pudiera aportar algo a esta discusión.
—No, no somos ni fuimos pareja —aclara el chico con cierto recelo—, tu cara es un poema, cielito.
—Yo no podría ser novia de chucky ni aunque me pagaran —increpa la chica rubia...
—Me llamo Angel, tilly —contraataca.
Es una manera muy versátil de conocer los nombres de las personas. Rubia Sasha, él Angel. aunque no tiene cara de ello.
—Elizabeth —susurró.
Ambos detienen su discusión intercambiando miradas en busca de comprender lo que acabo de decir, hasta que Ángel es el primero en reaccionar.
—Te diría que bienvenida, pero nadie en su sano juicio quisiera estar aquí de camino al infierno.
—Es cierto —le acompaña Sasha con cierta molestia en sus facciones—, No hay nada más molesto que no recordar nada de lo que sucede en ese lugar.
esperen.
—¿Qué? —es lo único que logró articular.
—Es lo que pasa, nadie recuerda nada, sin embargo, siempre tenemos que volver a ese campamento —me explica Ángel, relajando sus facciones que son ligeramente marcadas.
—¿Por qué? no se supone que mejoran lo suficiente para no tener que volver a ir —le preguntó.
Maldito Axel, ojala te defequen un gallote en la cabeza.
—No, los psicólogos siempre le dicen a nuestro padres que tenemos que seguir visitando las instalaciones hasta que seamos completamente funcionales —me explica Sasha.
Mierda. y más mierda.
Abro mi boca queriendo generar mil preguntas, pero cualquier atisbo de cordura muere cuando el bus se detiene en medio de una autopista. Perfecto, nos van a asesinar y esconder nuestros cadáveres en un bosque donde no se puede escarbar, para que nunca nos encuentren.
—Los quiero fuera de mi bus, ¡ahora! —grita el chofer, con tanta fuerza que mi corazón amenaza con dejar de latir apropiadamente.
Observo a mis nuevos compañeros ser los últimos, mientras Ángel me provee ligeros golpecitos en el hombro para que salga del bus. Ya vi la masacre de Texas, esto no es buena señal. nunca lo es.
No hay rastro de ningún carro, persona o civilización cercana... ¿Qué tanto tiempo pasamos en ese bus? ¿como no note el tiempo pasar? Hasta que nueve furgones con congelador se estacionan frente a nosotros. Lo sabía, nos van a matar. Mierda. Observo mi alrededor, pero no hay nada, es mentira que si corro no me van a alcanzar.
—No te preocupes Elizabeth, siempre nos llevan en esos carros —Susurra Angel.
¿Por qué demonios, llevan a los pacientes en furgones?
Los carros se estacionan, dos guardias se bajan de cada uno y estoy comenzando a considerar que nos van a llevar a una correccional en lugar de un campamento. Traen consigo bolsas negras. La mujer que parece la hermana de Tronchatoro baja de uno de los furgones. Su voz, grave y amenazante, retumba mientras reparte uniformes naranjas.
—Quiero toda sus pertenencias en estas bolsas incluido sus dispositivos móviles —grita.
Madre de dios, tiene voz de hombre. Voy a tener pesadillas de ahora en adelante.
Debería moverme, pero en su lugar mi cuerpo no reacciona a esas órdenes. Hasta que llega a mi posición, emanando un olor tan putrefacto que me cuesta no vomitar.
Me ofrece el mono, pero mis manos no reaccionan. Coloca su sucia mano en mi brazo apretandolo en el proceso. Su rostro lleno de verrugas conecta con el mío y por primera vez desde aquel incidente tengo ganas de pelear, de llevarle la contraria a todo lo que respire, de volver a ser yo misma.
—Más te vale que cooperes —advierte.
—¿O que? ¿Hará de mi vida un infierno? podría inventarme mejores monólogos —Una sonrisa nace en mi rostro, enfureciendo más.
me duele el brazo, no obstante no le voy a dar el gusto de complacerla.
—Oh mocosa de mierda, no conoces el significado de esa amenaza.
oh claro que si, ya han hecho cosas inimaginables conmigo.
—Pero déjame dejarte en claro —se aleja de mí, dejando caer el uniforme al piso sucio—, solo eres pequeña y puta suicida —vocifera, hasta que las miradas de las personas recaen en mí.
maldita.
Creí que Axel era una mierda, resulta que ella se lleva la corona de la más mierdera.
Cierro mis labios, tragó en seco.
—Sigan vistiendo, se los recomiendo —la voz de Angel captura la atención de todos, quienes rápidamente regresan a sus actividades.
Se acerca y me entrega el uniforme en mis manos, se inclina hasta que sus labios estaban rozando mi oído.
—No la provoques si quieres sobrevivir tres meses en ese infierno, lo aprendi por las malas, no quiero que te pase lo mismo.
y con esas mismas palabras se aleja guardando su ropa en esa bolsa de basura.
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