El día es extraño, algo tiñe el cielo, algo siniestro. La brisa corre y me susurra algo indescriptible que no pienso repetir, pero lo entiendo. lo he asimilado y aceptado.

Algo va a cambiar este día.

Me arreglo, con un suéter y un pantalón por la rodilla. Sasha decidió que necesitábamos un minuto, por lo que se fue a buscar a los que le deben. Todavía siento cierta admiración por esa chica y sus negocios.

—¿Entonces ya lo sabes? —cuestiona él con cierta impaciencia.

—Eso creo —todavía me siento confusa—, ¿Ella te obliga a mantener algún tipo de relación con ella? —cuestiono.

él me observa, algo parecido al alivio inunda su mirada. Entonces esto no es lo más importante por descubrir, es la punta de un iceberg.

—Quid quo pro —formula con diversión.

Se baja de mi cama y extiende su mano en mi dirección.

—No, es algo de lo que quiero hablar hoy o muy pronto —aparta la mirada de la mía.

Tomo su mano y sin saber porque nos encuentras caminando en una dirección que aprendí bastante bien.

—¿Qué es lo que necesito descubrir? —interrogó.

Él se encoge de hombros, sin soltar mi mano.

—No te lo puedo decir, tienes que descubrirlo por ti misma —susurra lo último.

—¿Confías en él? —alego.

Sus ojos se detienen en mí rostro. Sus manos vagan hasta mis mejillas dejándome estupefacta ante tal acto. Las yemas de sus dedos acarician mi piel. Se acerca hasta colocar su frente contra la mía, hasta quedar unidas. No comprendo las acciones, pero mi interior va temblando.

—Confio en tí —susurra en un hilo de voz—, latebra bellorum —su voz se vuelve gruesa.

Sin embargo, no comprendo lo que acaba de decir. Cierro mis ojos abrumada por las sensaciones. El viento corre susurrando algo "refugio contra la guerra". Abro mis ojos de golpe, pero él ya no está. Me giro lentamente encontrando la puerta de la casa de Axel abierta y él recostado contra el marco de ella.

Cierro mi boca al notar que la tenía abierta.

—Me quedan veinte minutos —me informa.

Entró sin esperar invitación. El calor de la casa me da su bienvenida, una maleta de mano me informa que es verdad lo que había dicho él.

—Te escucho —murmuró buscando algún lugar donde sentarse.

¿Se habrá acostado con alguien en este lugar? la simple idea me provoca nauseas.

—Tenía doce años cuando visité este lugar por primera vez —menciona y por un segundo me detengo en mi búsqueda de un lugar para prestarle atención—, al inicio solo era para niños problemáticos y eso.

¿El problemático? una sonrisa sin lugar o motivo aparece en mi rostro e intentó disimular.

—No me gustaban las personas o tener que estar cerca de alguien a quien no conociera —prosigue.

—Rarito —susurro por lo bajo.

—Eres muy mala —se queja con la diversión filtrándose en su voz—, era algo más como un nerd.

niego con la cabeza.

—Eras y eres rarito, no nerd. Esos segundos pueden ser sexis por sus mentes, tú no —la aseguro y este enarca una ceja en mi dirección—, ¿hiciste amigos aquí? —cuestiono, pero ambos sabemos que me refiero a una persona en específico.

Este cierra sus ojos por unos segundos y algo se agrieta en su fachada.

—Trabajo aquí por mi padre, él es amigo del dueño —susurra arreglando su camisa—, pero necesito que me hagas un favor.

¿De aquí a cuando somos amigos y nos pedimos favores?

—Voy a estar fuera una semana, no más ni menos —me explica y sus palabras calman algún tipo de tempestad que no sabía que estaba encendida—, Necesito que te cuides y no te pongas un maldito blanco en el culo para que Lilith quiera ir detras de tí —gruñe las últimas palabras.

Idiota.

—No me gustan... —no me deja terminar, me interrumpe.

—Si sigues hablando te voy a callar —amenaza.

Pero ¿como le explico que me gusta la adrenalina?

—Ve a callar a...

Sus ojos, oscuros y profundos, se clavaron en los míos, y antes de que pudiera reaccionar, sus labios capturaron los míos en un beso intenso. Era como si una corriente eléctrica recorriera mi cuerpo, desde la punta de los dedos hasta la raíz del cabello. Sentí el calor de su aliento, la suavidad de su piel contra la mía, y un cosquilleo incontrolable en el estómago. El mundo se desvaneció, dejando solo la sensación de sus labios sobre los míos. Un sabor particular se hacia presente en mi boca, chocolate.

Mi cuerpo recuerda que debo respirar, me alejo de él, sintiéndome aturdida por eso. No he almorzado, eso debe ser. Mis labios pican y sus labios se encuentran ligeramente entreabiertos, rojos como una cereza. Levanto mi rostro hasta llegar a su rostro, sus ojos dos pozos oscuros que brillan.

—Bajo mi cama, hay un teléfono, llamame si paso algo —susurra en un hilo de voz.

No coordino correctamente.

—No dejes que te atrape —murmura sobre mis labios.

el cosquilleo en mis labios se hace presente nuevamente y cierro mis ojos al volver a sentir como sus labios se amoldan a los míos, en una invitación a seguirlo. Lento, suave, pero más consciente que el primero. Siento sus manos en mi cadera apretando contra él, mi cuello a nada de estar desnucada.

—Cuidate —balbucea alejándose de mí.

se separa de una manera tan brusca que me sobresaltó. Me toma unos minutos regresar a la conciencia al igual que mis sentidos regresaron del letargo. Cuando sus ojos se despiden de mí, la puerta se cierra, las llantas del carro rechina alejandose.

El aire vuelve a ser denso. Me giro llenándome de una valentía que no sabía que poseía. Lilith en el medio de la sala

.

—Puedes salir, hace un largo rato que vi tu vestido —le informo a Lilith.

Ella emerge de la oscuridad, con una cantidad de guardias que con solo verla me provoca dolor en todas mis articulaciones.

—¿Cómo lo quieres? ¿por las buenas o por las malas? —pregunta.

—Ya me conoces —bramó con una sonrisa en mi rostro.

Mis piernas cobran vida en busca de escapar de ella