Lucha desigual
Los alaridos de la turba de cadáveres furiosos, que se les venían encima como una ola de agua espesa y maloliente, podrían haber acobardado a personas comunes, pero no a los jóvenes cultivadores de Mo Dao Zu Shi: solo dos o tres, que Ana reconoció como personajes de relleno del live action, se quedaron atrás del grupo, pálidos de miedo; los Juniors, Jin Lin y los hijos de los jefes de las sectas más nombradas en la serie, se dispusieron a luchar.
—¡Esperen! —les pidió Ana—. ¡No les hagan daño a mis amigas!
—¿Cuáles son tus amigas? —Para SiZhui los cadáveres furiosos eran todos iguales: ya no les quedaban rasgos humanos que los diferenciaran.
A la chica se le hizo un nudo en la garganta mientras señalaba a los tres cadáveres furiosos que ya no se parecían en nada a sus amigas: las había reconocido por los jirones de ropa que colgaban de sus cuerpos escuálidos y tambaleantes. Con la piel gris, los pies descalzos y cubiertos de sangre negra y barro, y las venas que les cruzaban el cuello, no se diferenciaban al General Fantasma salvo en ser más aterradoras. No le asombró la siguiente pregunta del joven jefe de los Juniors:
—¿Estás segura de que son ellas?
Ana también había dudado al principio: esos rostros contraídos y de labios negros, de los que caían hilos de sangre vieja, casi no se podían reconocer:
—Sí. Son ellas —musitó—. Creo que son ellas.
—Entonces tenemos que separarlas del resto. —Lan SiZhui recorrió el grupo de cultivadores con la vista, eligió a tres y les ordenó que atraparan a las chicas del fandom. Pero Ana no se mostró conforme con la orden:
—Son mis amigas, y yo voy a hacerme cargo. —Tenía un as bajo la manga: algunos de los amuletos que le había dado Wei Ying eran redes mágicas, y otros podían paralizar a los cadáveres furiosos por unos instantes.
—¡Pero es peligroso…! —SiZhui intentó protestar, pero Ana no lo escuchó: sacó uno de sus talismanes y lo tiró a la turba. Una enorme explosión lanzó lejos a la mitad de los cadáveres furiosos, y ella se quedó de boca abierta mirando la destrucción que había causado: por apurada se había equivocado de hechizo:
—¡Dios mío! ¡¿Qué hice?! —Las chicas del fandom yacían desparramadas por el suelo; parecían muertas. Los cadáveres furiosos que estaban al final del grupo no habían sufrido mayor daño. Se levantaron y, con pasos indecisos, pasaron sobre los que estaban tirados. Uno pisó el brazo de Jessica, que hizo un crujido de huesos rotos. Sin muestras de dolor, ella se levantó para seguirlos, con el brazo colgando y balanceándose en ángulos imposibles. Carla y Paola también se levantaron y la siguieron.
—¡Vamos! ¡No podemos quedarnos aquí! —El grito del jefe de los Juniors sacó a Ana de su aturdimiento y la hizo correr en dirección contraria: debía ordenar sus ideas antes de planificar una estrategia. Pero una conocida carcajada la detuvo:
—¿Ya te vas? —Parado sobre el techo de una de las tiendas, hermoso y maligno como era él, Xue Yang la observaba, riendo a carcajadas—. ¡Te perderás toda la diversión!
Unos pasos atrás del villano había un nuevo cadáver furioso que hizo lanzar exclamaciones de espanto a los jóvenes cultivadores: Song Lan, el compañero de Xiao XingChen, escoltaba a Xue Yang como si lo protegiera, aunque todos sabían que era su enemigo mortal. Ana cerró los ojos para contener las lágrimas. Siempre terminaba llorando cuando veía en el live action aquellos tristes capítulos del arco de ciudad Yi. Ya todo había terminado para el segundo ship de las chicas del fandom: a esa altura Xiao XingChen estaba muerto.
***
Lan Zhan y Wei Ying miraban la escena a lo lejos: lo único que habían podido hacer era ordenarle a Wen Ning que neutralizara al imponente Song Lan, capaz de acabar con la vida de Ana si el villano se lo ordenaba. Entre la polvareda que levantaban se podían ver los resultados de su lucha: varias de las endebles paredes y techos de las viviendas de ciudad Yi habían caído, destrozadas, y la pelea estaba lejos de terminar.
—¿No podemos atacar a Xue Yang? Yo sé que Ana dijo que si no lo asesinaba ella, volvería a aparecer en su mundo, pero no entiendo cómo podría… —A Wei Ying la historia de Ana no le había cerrado del todo; ella no pudo decirle la verdad: en el live action Xue Yang moría a manos de Song Lan luego de que Lan Zhan le cortaba un brazo, pero en Mo Dao Zu Shi era rescatado antes. Se suponía que había muerto por sus heridas, pero la historia de ese villano había quedado truncada allí, porque ya no era importante para la trama. Si Ana dejaba que la historia transcurriera y se cumplía lo del libro, no tenía garantías de que Xue Yang no terminara salvándose y volviendo a su mundo. Ana quería acabarlo con sus propias manos para asegurarse de que no hubiera ninguna posibilidad de un giro inesperado en la trama. Al contrario que Wei Wuxian, Lan WangJi decidió confiar en ella:
—Ana tendrá sus razones —respondió con el rostro impasible, aunque su mano, que sostenía a Bichen, se tensaba cada vez más—. Debe hacerlo a su manera.
***
La niebla había vuelto a espesarse sobre ciudad Yi, y varios de los jóvenes cultivadores se envenenaron con ella. Poco a poco, Ana se fue quedando sola. Sosteniendo su espada al frente, no podía controlar el temblor de su brazo. Nada la había preparado para ese momento: ni los arduos meses de entrenamiento, ni las lecciones de artes oscuras. Nada la preparó para ver a Jessica, Carla y Paola como las había visto: sus largas y antes cuidadas melenas convertidas en marañas sucias y enredadas, y sus ojos, con miradas de animal salvaje y enfurecido. De sus bocas salían los mismos gritos que le ponían la piel de gallina cuando los escuchaba en The Untamed.
Xue Yang se había perdido en la niebla. «El mismo cobarde de siempre», pensó mientras esperaba a que el grupo de cadáveres furiosos se hiciera visible. Ahora sí tenía en las manos el talismán correcto: una red dorada con la que pensaba a atrapar a sus amigas.
Se escuchó un silbido agudo, y después una figura atravesó la niebla: era su antigua compañera del hospital psiquiátrico.
—¡Acaba con ella! —Xue Yang había silbado para controlar a la mujer, que a su orden se lanzó contra Ana con bastante agilidad a pesar de que en el hospital solo se la pasaba durmiendo o fumando. La chica pudo esquivarla, y le lanzó un golpe con la espada cuando la mujer siguió de largo. Para su suerte, la mujer era torpe y pronto comenzó a tambalearse: luego de varios embates de toro embravecido ya estaba bastante golpeada, y cayó de rodillas. Se levantó como pudo, y volvió a la carga. Ana recordó una de las lecciones de Lan Zhan: esperó a que la mujer se acercara y, como no tenía la habilidad del vuelo, hizo un rápido paso al costado y giró sobre sí misma, casi como si estuviera bailando. Su mente se distrajo al recordar las excelentes habilidades de baile del actor que personificaba al Segundo Jade. Por un segundo se lo imaginó vestido con un traje blanco y bailando al ritmo de una canción de Bruno Mars, y esa distracción le costó cara: la mujer extendió una mano hacia ella y le clavó sus largas y ennegrecidas uñas en el brazo. La túnica blanca de la secta GusuLan se tiñó de rojo, y Xue Yang lanzó una carcajada triunfante mientras el grupo de cadáveres furiosos aullaba de excitación.
—¡Niña tonta! —exclamó el villano—. ¿Creíste que podrías vencerme con las pocas habilidades que tienes?
Ana luchó por no desmayarse: aquello había dolido; con la mugre que tenía la mujer en las uñas, estaba segura de que se iba a morir de una infección masiva si no lograba volver a su mundo y ponerse antibióticos. Aún a riesgo de provocar una sanción de la secta GusuLan por arruinar el uniforme, rasgó la manga del hanfu ya estropeado por la sangre, y se hizo un torniquete; no podía debilitarse.
Pero después de que vio su sangre, algo cambió en ella: la descarga de adrenalina luego de la primera herida le había hecho perder el miedo. Esquivó el nuevo ataque de la mujer y le dio un golpe tan certero con su espada, que la dejó tendida en el suelo, con la columna quebrada al medio; su antigua compañera de cuarto ya no iba a poder levantarse.
Xue Yang rugió, furioso:
—¡Maldita! —Luego volvió a silbar, y Ana vio llegar el momento que más temía: Jessica, Carla y Paola habían recibido la orden de atacarla.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro