Los enemigos del mundo
Para cuando llegó la fecha en la que se llevaba a cabo la conferencia de cultivadores de la secta Jin, el escenario en donde todos descubrían la identidad de Wei Wuxian y tanto él como Lan WangJi se convertían en los enemigos número uno del mundo de la cultivación, Ana y sus amigas aún no habían podido irse: por más que el cultivador demoníaco había puesto la biblioteca prohibida de la secta Lan patas arriba, no encontró nada parecido a lo que Ana le había descrito como el hechizo de traslación. Parecía que las cuatro amigas iban a terminar siendo testigos del final de la historia de The Untamed y Mo Dao Zu Shi. Pero no sabían qué iba a pasar cuando las historias llegaran a la última página y al último episodio. ¿Todo terminaría ahí y esos personajes salidos de la imaginación de la autora del libro desaparecerían? También podía desaparecer el mundo de la cultivación con ellas dentro de él.
Jessica era un mar de nervios: habían pasado semanas desde aquella noche en que le dijo a Lan WangJi que debía cuidarse de Su MingShan y de Jin GuangYao, pero el Segundo Jade no había hecho nada. A veces, cuando pasaba cerca de ella, la miraba de reojo pero nada más: no le decía una palabra ni mostraba alguna expresión que le indicara que le había creído.
Ana, la única de las amigas que sabía la técnica de espadas ya que las otras habían dedicado su tiempo a comer, ir a Gusu para tomar Sonrisa del Emperador y seducir cultivadores, y nunca a aprender a defenderse, acompañó al grupo de los Juniors cuando Lan WangJi les ordenó partir.
—¡Ay, amiga, ten mucho cuidado! —Carla y Paola se abrazaron al cuello de Ana y le mojaron el hanfu con sus lágrimas. Jessica se mantuvo unos pasos atrás, pero cuando las otras la soltaron también se apresuró a despedirse:
—Vuelve en una pieza, Ana —le dijo con la voz cargada de angustia mientras la abrazaba—. ¡Cuídate mucho!
—No voy a hacer nada raro. Tengo que dejar que la historia siga su curso. —Ana era consciente de que ni siquiera podía evitar que Jin Lin hiriera a Wei Ying, como iba a ocurrir en el momento en que él y Lan WangJi huyeran de la Torre Carpa, la residencia del clan Jin. Trató de poner cara despreocupada y le respondió a sus amigas con una sonrisa—. Me quedaré entre los Juniors y seré testigo directo de la historia. ¡Cuando regrese tendré un montón de anécdotas para contarles!
***
Ana, escoltada por los Juniors y unos pasos detrás de Lan XiChen y Lan WangJi, que iban acompañados por el enmascarado Wei Wuxian, a quien todos creían el loco Mo XuanYu, causó sensación: la chica no sabía si era por ser una cara nueva o qué, pero varios cultivadores se quedaron bobos al verla, y enseguida comenzaron a disputarse el honor de invitarla con una copa de vino y conversar con ella. Lan Jing Yi estaba rojo de indignación:
—¡Qué se creen! —le dijo a SiZhui por lo bajo. No podía expresar su frustración en voz alta si no quería ser severamente castigado por los principales de su secta, pero estuvo a punto de sacar su espada un par de veces.
Lan WangJi escuchó sus quejas y le hizo una seña para que se quedaran afuera: la Conferencia de Cultivación era para los jefes de secta, y los miembros menores no podían presenciarla. Pero, como una deferencia hacia Ana, por ser su huésped, la invitó a que los acompañara.
Luego de las reuniones, alabanzas mutuas y borracheras mayúsculas de los líderes de secta, llegó el momento en que Wei Wuxian iba a utilizar uno de sus hechizos más espectaculares: el paper man, que consistía en ponerle su conciencia a un muñeco hecho de papel y dejarlo vagar por la residencia sin ser visto, para buscar pruebas.
Lan WangJi parecía más preocupado de lo habitual. Mientras Wuxian sacaba un muñeco de papel de la solapa de su hanfu, lo detuvo con un gesto:
—Hay algo que no te dije.
Wuxian lo miró serio, pero después se le ocurrió una de sus clásicas bromas tontas:
—¿Qué? ¿Conseguiste novia, Lan Zhan?
WangJi suspiró: ya debía haberse acostumbrado a los chistes de mal gusto de Wei Ying, pero le dolían los que tenían que ver con mujeres, porque le confirmaban que sus sentimientos por él no eran correspondidos.
—Una de las amigas de Ana…
El rostro de Wuxian se ensombreció. Había hecho esa broma tonta pero nunca pensó que pudiera ser cierta.
—¿Te enamoraste de una de las amigas de Ana? —musitó.
—¡Por supuesto que no! —WangJi parecía indignado, y la tranquilidad volvió al corazón de Wuxian—. Ella me dijo dos nombres, y parecía preocupada. Creo que estaba tratando de advertirme algo.
—¿Y qué nombres te dio?
—Jin GuangYao y Su MingShan.
—¿Y qué tienen que ver esos dos?
—No lo sé. Pero ellas conocen nuestra historia.
***
Ana se había quedado en un dormitorio destinado para los cultivadores de menor rango, junto con un grupo de chicas de otros clanes. Estaba nerviosa, pendiente de los ruidos de afuera que iban a indicarle el comienzo de una de las partes más esenciales de la historia: el momento en que Jin GuangYao le tendía una trampa a Wei Wuxian para obligarlo a tomar a Suibian, su espada espiritual, que estaba guardada como un trofeo entre los tesoros de la secta. La espada permanecía sellada desde la muerte de su dueño, pero ese sello iba a romperse cuando Wei Ying la tocara, revelando así su verdadera identidad. En mitad de la noche, Ana sintió el escándalo de gente que gritaba y espadas que se golpeaban, metal contra metal, y entendió que había llegado el momento; salió a buscar a los Juniors. Seguramente Lan WangJi iba a encargarse de llevar a Wei Wuxian de vuelta a Gusu, y ella tenía la esperanza de que el Cultivador Demoníaco hubiera encontrado, además de las pistas que lo iban a llevar al Templo Guanyin y al final de la historia, la fórmula del hechizo de traslación.
Los muchachos no entendieron su apuro por sacarlos de allí, aunque, instigados por Lan Jing Yi, la obedecieron. Volando sobre sus espadas llegaron casi al mismo tiempo que Lan XiChen, que trató de ocultar su temor delante de ellos, pero luego llamó a Ana aparte:
—¿Sabías que ésto iba a ocurrir?
—Sí, ZeWu Jun. Lo lamento —le dijo la chica antes de hacerle una reverencia—. No podía decirle nada.
La chica observó al hombre que se había sentado frente a una mesa en donde un pequeño brasero mantenía caliente el agua para el té. Vio sus movimientos elegantes mientras servía un par de cuencos sin derramar una gota. Lo único que mostraba su disgusto era una arruga profunda entre sus ojos.
—A Hangwang Jun no va a ocurrirle nada —le dijo. No creía que ese adelanto fuera a cambiar mucho la historia, y necesitaba quitarle los temores a ese cultivador bueno y amable—. Él llegará pronto.
—¿En serio? —XiChen le ofreció una sonrisa de alivio—. Te agradezco que me lo hayas dicho.
Ana repitió la reverencia y se dispuso a salir, pero el Primer Jade la detuvo:
—¿Hay algo más que tenga que saber? —le preguntó. A la chica se le escapó la respuesta:
—Confíe en Wei Wuxian. Él nunca va a mentirle.
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