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La niebla

Ana trató de no pensar mientras caminaba despacio, atravesando la niebla. En ese mundo blanco en donde no podía verse ni las manos, estaba tan ciega como Xiao XingChen. Para colmo de males sus compañeros de viaje habían desaparecido. Xue Yang podría estar cerca, y ella nunca iba a darse cuenta, aunque tenía la esperanza de que el villano de The Untamed estuviera tan ciego como ella.

Le vino a la memoria la historia del arco de ciudad Yi; Xiao XingChen y Song Lan, personajes secundarios de Mo Dao Zu Shi y compañeros de cultivo, vago término que en el xianxia se usaba para nombrar desde una pareja romántica hasta un par de amigos, dependiendo del ánimo de los escritores, se habían separado por culpa de Xue Yang: ya lo habían atrapado una vez, pero cometieron el error de entregarlo para que lo juzgaran; el villano quedó recluido en Lanling Jing, la corrupta secta principal del mundo de la cultivación, al cuidado de Jing GuangYao, en ese entonces subordinado de su padre. Los dos se habían hecho socios para cumplir con sus respectivas venganzas: Xue Yang destruyó una secta menor, los Chang, a manos de cuyo jefe había quedado mutilado al perder un dedo, y después se fue contra el lugar de origen de Song Lan, el Templo Baixue, al que también masacró. Durante ese episodio sangriento Song Lan se quedó ciego, y Xiao XingChen, que se sentía culpable de no haberlo ayudado, lo llevó con su maestra, BaoShan SanRen, y entregó sus ojos para que se los pusieran.

Xiao XingChen dejó a su amigo, aún herido, atrás. Ciego como estaba, no pudo distinguir a Xue Yang cuando lo encontró herido, tiempo después. Para ese momento estaba acompañado de una niña, A Qing, que se hacía pasar por ciega y que, a pesar de no saber quién era el villano, comenzó a vigilarlo porque no le inspiró confianza.

Ella había visto a Xue Yang cortarle la lengua a Song Lan para que no lo delatara, y a Xiao XingChen clavándole su espada en el pecho, porque no lo reconoció. Xue Yang convirtió a Song Lan en un cadáver furioso, y lo controló insertándole unos clavos en el cerebro, la misma maniobra que había hecho con Wen Ning años antes.

Ana sabía que ya no se podía hacer nada para cambiar esa trágica historia: a esa altura Xiao XingChen ya se había quitado la vida al creer que había asesinado a su compañero, y Xue Yang, en un arrebato inexplicable propio de su mente retorcida, había intentado transformarlo en otro cadáver furioso para tenerlo siempre con él. No lo había logrado, por lo que movió sus fichas para atraer a Wei Ying a Ciudad Yi y hacer que lo ayudara a restaurar la cognición espiritual del cultivador ciego. 

Ana oyó unos golpecitos en el suelo, y recordó la escena del live action en donde A Qing intentaba sacar a los Juniors de la ciudad. Sus ojos no podían distinguir nada más que el blanco de la niebla, pero sus oídos escucharon multitud de pies que corrían apresurados hacia ella. Gritó cuando sintió que la empujaban.

—¿Señorita Ana? —oyó la titubeante voz de Lan SiZhui. Por suerte, los que la habían chocado no eran cadáveres furiosos sino los Juniors, que venían junto con varios chicos de otras sectas. Jin Lin, el sobrino de Wei Wuxian, estaba entre ellos, pero apenas la miró. La niebla se había levantado un poco por la carrera del grupo, y ella pudo observarlos:

—¿Qué hacen aquí? —les reprochó—. ¡Este lugar es muy peligroso! —Después vio a su amigo, que evitaba mirarla—. ¡Lan Jing Yi! ¿Se puede saber por qué te fuiste sin despedirte?

El grupo de los Juniors se quedó serio y callado, pero los jóvenes cultivadores de las otras sectas se rieron y cuchichearon entre ellos:

—Yo… —musitó Lan Jing Yi, y después se le ocurrió una idea para salir del paso—. ¡No fue mi culpa! ¡Teníamos órdenes de salir lo antes posible, y tú te fuiste a bañar a la cascada…! —Tras su apresurada confesión, se quedó en silencio y volvió a bajar la cabeza. Ana también se quedó muda y sintió que sus mejillas ardían. La mayoría de los Juniors tampoco pudieron contener unas risitas apagadas. Lan SiZhui los reprendió:

—¡Silencio! —Luego se volteó hacia la chica—. ¿Sabes que bañarse en la cascada está prohibido? El único lugar en donde se puede tomar un baño es en el estanque frío, pero solo para curar las heridas. Tendré que reportarte con Hanguang Jun, y a ti también, Jing Yi. ¿Por qué no le dijiste que no podía bañarse allí?

—Yo no le dije a nadie que iba a la cascada —le aseguró Ana al jefe de los Juniors—. Me escapé un par de veces al fondo del Descanso en las Nubes, pero solo para mojarme los pies. Una vez sí me bañé… —La chica volvió a mirar a su amigo, y por su cara se dio cuenta de todo: seguramente la había visto desnuda, y por eso ahora huía de ella. Más que darle vergüenza, la situación le hizo gracia—, pero nadie lo sabía. A menos que…

Lan Jing Yi la miró, horrorizado, y Lan SiZhui, intrigado, le preguntó:

—¿A menos que qué?

—Que alguien me haya seguido y me estuviera espiando mientras me bañaba.

La frase de Ana desconcertó a los jóvenes cultivadores. Lan Jing Yi metió la cabeza entre los hombros como si no tuviera cuello, y la chica pensó que tal vez iba a ser castigada, pero más lo iba a ser ese tonto, por mirón.

                       ***

—¡¿Cómo que la perdiste?! —Al otro lado de Ciudad Yi la niebla se había disipado, y Wei Ying se dio cuenta de que Wen Ning iba caminando solo: Ana había desaparecido.

El General Fantasma se giraba en redondo, mirando hacia todos lados, como si pensara que la chica iba a materializarse de la nada:

—No lo sé, Maestro. Estaba aquí, conmigo…

—Ya. ¡No digas nada más, y ve a buscarla! —Wei Ying se dio vuelta hacia Lan Zhan, como preguntando qué hacer. El Segundo Jade no dijo nada, pero tomó impulso y se elevó en el aire. El fulgor azul de su espada iluminó el lugar donde había más niebla. Wei Ying lo siguió por tierra, y pudo dar con los jóvenes cultivadores que, para su alivio, se habían encontrado con la chica. Los golpes de A Qing habían cesado, pero ahora se escuchaban sonidos de lucha.

«Seguramente Wen Ning está peleando contra Song Lan, y Lan Zhan contra Xue Yang», pensó Ana. La historia, alterada por su presencia, daba vueltas, pero cada tanto volvía a su cauce normal. Wei Ying tenía que encontrar al cadáver de A Qing y entrar en empatía con ella para enterarse de la historia del arco de Ciudad Yi.

—¿Qué es eso? —preguntó uno de los jóvenes cultivadores. A lo lejos, en la niebla que se iba levantando, se veía un movimiento que de a poco fue tomando forma. Era una masa de gente que se movía junta mientras gritaba y extendía las manos, como queriendo aferrarse al aire: el ejército de cadáveres furiosos de Xue Yang. Al frente de todos iba la compañera de cuarto de Ana en el hospital psiquiátrico, y unos pasos más atrás, casi irreconocibles, Jessica, Carla y Paola.

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