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Encontrar el hechizo

En medio de la noche, Lan WangJi rompió una regla de su clan cuando deshizo el sello de la puerta de la entrada a Descanso en las Nubes, y entró llevando casi a rastras al herido Wei Wuxian: al salir de la Torre Carpa Jin Lin lo había esperado para cobrarse con sangre la muerte de sus padres.

Ana y las chicas del fandom estaban demasiado nerviosas como para quedarse quietas a pesar de que no debían meterse en la historia: ninguna de las cuatro podía dormir sabiendo que una de las partes más icónicas del libro y de la serie estaban ocurriendo bajo sus narices en ese preciso momento. Aún recordaban cómo, en medio de una lluvia torrencial seguramente producida por una máquina, el actor que interpretaba a Lan WangJi llevaba su espada en una mano, y con la otra sujetaba al actor que personificaba a Wei Wuxian, a quién los maquilladores de la serie habían manchado la cara y el hanfu con sangre falsa. Pero ahí, en el Mundo de la Cultivación, las cosas no eran para nada ficticias: los cultivadores se herían de verdad, y la muerte estaba a la vuelta de la esquina.

Ana sabía que Lan Zhan le iba a dar parte de su energía vital a Wei Ying para que aguantara hasta llegar a Descanso en las Nubes. Allí había medicinas que lo iban a curar. Mientras caminaba nerviosamente y se apretaba las manos vio de pronto la figura blanca arrastrando a la figura de negro, subir por los escalones que comunicaban el exterior con la montaña.

—¡Ahí vienen! —le gritó a sus compañeras, y las cuatro armaron un escándalo cuando vieron el estado en el que estaba Wei Wuxian: con los ojos cerrados y la cara blanca como la de un muerto, un hilo de sangre cayéndole por la boca y su hanfu empapado en sangre, daba la impresión de que no le quedaba mucho tiempo de vida.

—Pero, ¿por qué está así, si él no se muere? —preguntó Paola, casi al borde de las lágrimas al ver el estado de su personaje preferido—. ¿Acá sí va a morirse? ¡Ay, Dios mío! ¿Qué vamos a hacer?

Lan WangJi no entendió su perorata, pero le molestó que le cortara el paso. Con un movimiento rápido la hizo a un lado y siguió arrastrando a Wei Wuxian hacia la residencia.

—¡Espera, Hangwang Jun! —exclamó Ana—. ¿Podemos ayudar?

WangJi estaba a punto de decirle que no se metiera, pero se le ocurrió que sí podía hacerle un favor:

—Restaura el sello de la puerta de entrada con uno de tus talismanes, pero no se lo digas a nadie.

—¡Enseguida, Hangwang Jun! —La chica le hizo una rápida reverencia al Segundo Jade y después salió corriendo rumbo a la entrada, bajando los escalones de dos en dos como si buscara romperse el cuello. Jessica, Carla y Paola se quedaron indecisas: su amiga iba en una dirección, pero sus amados protagonistas iban en otra. Por supuesto que se decidieron por seguirlos a ellos.

                        ***

Wei Wuxian durmió tres días enteros, y cuando despertó le dejó a todos más dudas que certezas: transformado en el paper man había visto, sobre un escritorio que le pertenecía a Jin GuangYao, una serie de documentos que probaban lo que iba a ocurrir al final de la historia: allí estaban las escrituras de un terreno en donde había estado el prostíbulo en el que nació. Allí ordenó construir un templo en honor a su madre, que había sido prostituta. Jin GuangShan, su padre y líder la de la secta Lanling Jin, ni siquiera había querido reconocerlo como su hijo legítimo hasta que no vio que le podría ser útil. El paper man también había encontrado la cabeza, restringida por unos amuletos que le impedían soltar su energía fantasmal, del antiguo líder de la secta Nie, Nie MingJue, asesinado y convertido en un cadáver furioso por Xue Yang, luego de las maniobras de Jin GuangYao que lo volvieron loco. Wei Wuxian se había enterado de todo tras hacer una peligrosa técnica llamada «Empatía», comentando su mente con la cabeza cercenada, para ver sus recuerdos.

En el libro y la serie el Cultivador Demoníaco no había encontrado nada más que eso, pero la realidad del Mundo de la Cultivación ya había sido alterada por las chicas del fandom, por lo que él también buscó el hechizo de traslación, y logró encontrar algunas notas sobre esa técnica, seguramente las mismas que había estudiado Xue Yang.

—¡¿En serio?! —Ana casi se echó a llorar de la emoción cuando el hombre le dijo que podía reproducir el hechizo para entrar en su mundo. Pero había un problema: además del hechizo también tenía que haber un conjuro, el mismo que habían hecho en el apartamento de Ana la noche de Halloween. Para eso tenían que encontrar una tabla ouija, algo que no existía en ese mundo.

                          ***

—¡Espera! Arriba va toda la fila de letras, formando una curva, pero primero están los números… —Jessica trataba de recordar cómo era la tabla ouija que había comprado Ana para hacer el famoso conjuro. Habían tirado un montón de papeles entintados con tablas mal dibujadas. Si no podían adivinar cuál era el orden correcto de las letras, los números y las demás cosas que había en esa tabla, no iban a lograr que el artesano de Descanso en las Nubes, que iba a ser el encargado de recrearla, la hiciera bien.

—También hay que hacer el cursor… —musitó Carla, lo que provocó unos ataques de histeria entre las otras chicas:

—¡El cursor, demonios! ¡¿Cómo era el cursor?!

Carla casi no había hablado: ella se caracterizaba por seguir al grupo y divertirse con sus locuras, y era la aliada de Jessica cuando hacían la pareja de Song Lan y Xiao XingChen, y nunca tomaba decisiones por su cuenta. Pero tenía buena memoria:

—El cursor era así —explicó mientras tomaba una pluma para dibujarlo a la perfección. Sus amigas se la quedaron mirando: a pesar de ser una universitaria ellas no tenían idea de que era tan inteligente y observadora.

—¿Recuerdas cómo era la tabla ouija? —le preguntó Ana.

—Recuerdo algunos detalles…

—¡¿Y por qué diablos no lo dijiste antes?! —explotó Paola.

—Es que yo… —Carla se largó a llorar a moco tendido, y sus amigas se apresuraron a consolarla para que se pusiera a dibujar. Una le masajeó los hombros y la otra le secó las lágrimas, mientras la tercera le ponía la pluma en la mano y le alcanzaba un papel, sonriendo para animarla.

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