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El sector de las mujeres

Ana causó sensación cuando entró por la puerta del sector de las mujeres. Pero no fue una sensación buena: cubierta con la capa de Wei Ying y poca cosa más debajo, al verla, un grupo de muchachas, que caminaban por el patio, salieron corriendo rumbo a las habitaciones mientras cubrían sus bocas en un gesto de temor. Una mujer mayor salió con prisa y se encaminó hacia ella:

—¿Quién eres? —le preguntó, en voz baja pero con un tono que trató de intimidarla—. ¿Cómo te atreves a entrar aquí sin autorización?

—Perdón, —Ana no se esperaba una bienvenida con bombos y platillos, pero tampoco pensó que se iban a asustar de ella, y menos que esa mujer, que parecía tener un pésimo carácter y una peor educación, le hablase de esa forma. Pero tenía que mantenerse serena, y le hizo una reverencia bastante exagerada—, fui atacada por Xue Yang, y Wei Wuxian y Lan WangJi me ayudaron y luego me trajeron a Descanso en las Nubes…

—¿Hanguang Jun te trajo? —La mujer la miró como si no le creyera: con los brazos cruzados al frente y los dedos tamborileando sobre las mangas de su hanfu, la miró de arriba abajo y reparó en sus piernas desnudas y llenas de raspones, que asomaban por la abertura de la capa—. ¡Tus vestimentas! ¡¿Acaso Xue Yang…?! ¡Ese salvaje!

En un principio Ana no entendió lo que había querido decir la mujer, pero cuando notó la razón de su espanto, se le escapó una sonrisa que trató de disimular cubriéndose la boca con las manos: Xue Yang no parecía estar interesado en el sexo opuesto; por el contrario, ella había leído cientos de fanfics en donde se lo relacionaba sentimentalmente con Xiao XingChen. Pero esas mujeres no estaban en contacto con el mundo exterior, y tenían poca experiencia en hombres:

—¡No! —le aseguró a la mujer—. Mis prendas se rompieron, y el maestro Wei Wuxian me prestó su capa para cubrirme. Tendré que devolvérsela…

—Tú no puedes acercarte a él ni a Hangwang Jun—le respondió la mujer, que había recuperado su tono desagradable—. Primero te daré ropas apropiadas, y luego me devolverás la capa para que una sirviente la lleve al otro lado de la residencia.

«Si los hombres y las mujeres ni siquiera se ven, ¿cómo hicieron los Lan para no extinguirse», pensó Ana, y se le escapó otra sonrisa al recordar un grueso error en The Untamed: según  la trama de la serie, la madre de XiChen y Lan Zhan había sido una mujer rebelde que asesinó a uno de los líderes de la secta Gusu Lan. Enamorado de ella, el hermano mayor de Lan Qiren la escondió en una casa al fondo de Descanso en las Nubes, y la encerró allí por el resto de su vida. Aunque se casó con ella para protegerla, también se recluyó, pero en otro lugar. El error de la trama era que, a pesar de que los dos estaban encerrados en distintos lugares, ella había tenido dos hijos. «Tan encerrados no estuvieron, entonces», pensó la chica, mientras trataba de imaginar las escapadas del padre de Lan Zhan y Lan XiChen, para procrearlos. No quería largarle una carcajada en la cara a la mujer mayor, y ser objeto de más curiosidad para las otras mujeres de la secta, que había descubierto espiándola a través de discretas aberturas en puertas y ventanas. De pronto la mujer mayor se dio vuelta hacia la residencia:

—¡Preparen un baño y ropa adecuada! —gritó, y desde adentro se escuchó un revuelo de faldas y pies que huían en todas direcciones—. Pasa —le dijo a Ana, mientras le señalaba la entrada con un gesto cortés, aunque poco amistoso.

Ana no tenía que ser muy perspicaz para darse cuenta de que esa mujer desconfiaba de ella. Probablemente la mantendría vigilada, lo que iba a dificultar sus nuevos planes: escaparse de allí para buscar a sus amigas.

                        ***

El baño al estilo del Mundo de la Cultivación era una cosa fantástica: una gran tina llena de agua tibia, un jabón y un trozo de tela suave era lo único que Ana necesitaba para relajarse. Luego de su baño se quedó en el agua y recostó la cabeza contra el borde de la tina. La madera húmeda emanaba un vapor fragante, y la chica se adormeció. Despertó un rato después, estremecida: el agua se había enfriado.

Salió a la carrera de la tina y tomó un enorme trozo de tela blanca que había cerca de ella, sobre un banco. Alertadas por el ruido, un par de jovencitas aparecieron, presurosas:

—¡Venimos a ayudarla, señorita! —le gritaron, casi al unísono, mientras le hacían una reverencia. Parecían gemelas, más por su vestimenta y sus modales, que por su cara. Ana, chorreando agua, se cubrió lo mejor que pudo: no quería testigos de su desnudez, aunque fueran mujeres:

—¡No se preocupen! —exclamó—. Puedo vestirme sola…

—¡Quédese tranquila, señorita! —Las jovencitas no parecían dispuestas a irse, y antes de que Ana pudiera protestar, comenzaron a secarla con la tela, riéndose entre ellas. Parecían unas niñas, a pesar de no ser mucho menores que ella.

«Seguramente jamás salieron de aquí», pensó Ana. Estaba un poco cansada, así que se dejó hacer. Las chicas le pusieron lo que ella identificó como las ropas interiores que se usaban en The Untamed, y, después de curar y vendar las heridas que tenía en los pies y en las piernas, la llevaron a una habitación en donde había una mesa baja con un brasero en el que hervía un pequeño caldero de agua, y un quemador de incienso de aspecto antiguo, que llenaba el lugar con un perfume a madera algo dulzón. Y lo más importante: allí también había una cama.

Ana tenía mucho sueño y, sin hacerle más caso a las muchachas, se fue a acostar. Se cubrió con el abrigado edredón que estaba doblado a sus pies, y cerró los ojos; no planeaba moverse por las siguientes ocho horas. El calor del edredón era muy relajante, y le impidió notar que las muchachas la habían saludado con una nueva reverencia, antes de irse.

Un rato después roncaba con la cabeza apoyada en una de las típicas almohadas chinas: una cosa que más que almohada era una caja: cuadrada, firme, y muy incómoda. Se le había doblado el cuello, y soltaba unos ruidos como para ahuyentar a los cadáveres furiosos que pudiera haber en las cercanías. A un lado de su cama, Wei Ying, que aún sentía una enorme curiosidad por ella, la observaba: había logrado entrar al sector de las mujeres amparado por la oscuridad de la noche y por su facilidad para escabullirse sin que lo vieran.

Ana era una chica moderna, y no se iba a asustar por ver a un hombre al lado de su cama. Un ligero movimiento del cultivador la hizo abrir los ojos, y pudo distinguir, iluminada por una vela que las mellizas habían dejado sobre la mesa, su inconfundible silueta. Por supuesto que no se asustó: el personaje de la serie de televisión y de Mo Dao Zu Shi era una buena persona. Y un acosador de mujeres, seguro no era:

—¿Qué haces aquí, Wei Wuxian? —le preguntó, con tranquilidad. Al verla despierta y mirándolo con atención, Wei Ying dio un salto hacia atrás:

—¡No grites, por favor! —exclamó, sin darse cuenta de que él había levantado la voz. Luego se tapó la boca con las manos y miró hacia la entrada, seguro de que la mujer mayor lo había escuchado.

—Yo no estoy gritando. —Ana estaba fascinada: si Lan Zhan hubiera estado allí, todo habría sido perfecto. Pero con Wei Ying le alcanzaba—. ¿Por qué viniste hasta aquí…?

Más tranquilo al ver que no había provocado miedo en ella, el cultivador demoníaco pronto recuperó su aplomo y su personalidad característica: recorrió la habitación con altivez, como si se sintiera el dueño de la situación, y giró su flauta entre los dedos. Al ver que esa flauta era de bambú, Ana pudo darse una idea de en qué parte de la historia estaba: Wei Wuxian ya había resucitado como Mo XuanYu pero aún nadie sabía quién era realmente. El único que lo había descubierto era Lan Zhan, que se había decidido a protegerlo, y por eso se lo había llevado a Descanso en las Nubes.

—Necesito hacerte unas preguntas. —Al cultivador demoníaco le encantaba ser el centro de atención, y Ana se quedó boba, mirándolo. Pero debía recordar que él era inteligente; no podía dejar que la enredara con sus palabras—. Ese lugar de donde viniste, ¿dónde queda?

—Ni muy lejos, ni muy cerca. —Ana utilizó el mismo tono que él—. Es un mundo diferente a éste.

Wei Ying la miró con las cejas juntas, como estudiándola:

—¿Acaso eres el fantasma de una chica que murió? ¿O la cognición espiritual de alguna cultivadora?

—No. Estoy viva; tan viva como tú. —Ana no se había parado a reflexionar en que le estaba dando demasiados datos a ese personaje. Describirle a Wei Ying un mundo que no existía en Mo Dao Zu Shi ni en The Untamed podía generar una especie de efecto mariposa en la novela. Luego recordó que su experiencia con la tabla ouija y la aparición de Xue Yang en su mundo no habían alterado el libro ni la serie, y se quedó un poco más tranquila—. Tengo que hacerte una pregunta: Xiao XingChen y Song Lan, ¿están bien?

Wei Ying pareció extrañado por la pregunta:

—¿La luna brillante y la brisa fría, Xiao XingChen, y la nieve lejana y la fría helada, Song Lan? ¡Por supuesto que están bien! ¿Por qué me preguntas eso?

Ana no le prestó atención a las preguntas del cultivador demoníaco: había llegado al mundo de la cultivación poco antes del capítulo del arco de ciudad Yi, en donde Xiao XingChen y Xue Yang morían. Pero ahora las circunstancias eran otras: si el villano tenía a sus amigas, podía usarlas como escudo, para defenderse cuando llegara esa parte de la historia.

«Espero tener tiempo para prepararme», pensó. «Debo salir lo antes posible del sector de las mujeres».

Solo tenía un recurso para ser aceptada entre los hombres de la secta Gusu Lan: observó a Wei Ying, con una sonrisa que al cultivador le pareció llena de malos presagios.

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