Cómo deshacerse del enemigo
—¡Tenemos que ayudarla, Lan Zhan! —Incapaz de quedarse quieto, Wuxian deseaba volar hasta Xue Yang y acabar con él.
—No podemos. —Lan Zhan hizo un gesto negativo con la cabeza, sin dejar de ver la pelea. Su rostro era la máscara impasible de siempre, pero apretaba la empuñadura de Bichen con todas sus fuerzas. Wuxian suspiró: era inútil insistir.
Ana estaba en el suelo, de rodillas: no había querido lastimar a sus amigas, pero ellas sí la habían herido sin piedad: mientras huía de Paola, Jessica la tomó por detrás y, como un perro rabioso, le mordió un hombro. Ana gritó y tiró golpes donde cayeran, en su desesperación. Al fin logró hacer que Jessica perdiera el equilibrio y la soltara. Carla estaba esperando su oportunidad: se le tiró encima cuando la vio tambalear, y le apretó el cuello. Con sus últimas fuerzas, Ana pudo golpearle los brazos y lanzarla lejos, y antes de que Paola volviera a la carga le dio una patada en medio del pecho. Después lanzó el talismán de Wei Ying y las atrapó a las tres en la red dorada.
Arrastrando la espada, caminó hacia Xue Yang no tan rápido como hubiera querido: estaba demasiado lastimada y no era un peligro para el villano de Mo Dao Zu Shi. Trató de no pensar en que iba a convertirse en otro de sus cadáveres furiosos; esperaba que por lo menos Lan Zhan cumpliera con la promesa de acabar con su vida antes que él.
Un destello azul pasó por su costado, y cerró los ojos esperando el golpe final. Pero Bichen surcó el aire sin tocarla y se incrustó en el hombro derecho de Xue Yang. El villano soltó su espada y aulló de dolor e impotencia: la herida no era mortal, pero lo había dejado en igualdad de condiciones con Ana.
—Ahora la pelea es justa. —Lan Zhan levantó el brazo y llamó a Bichen. Wuxian sonrió: el sentido de justicia de los Lan se había impuesto. Ana tenía una oportunidad para ganar.
***
La ciudad Yi quedó envuelta en una sensación de muerte: Wen Ning había vencido a Song Lan, y Wei Ying le había quitado los clavos de la cabeza para que recuperara la conciencia. Los jóvenes cultivadores se habían curado del envenenamiento producido por la niebla gracias a una comida asquerosa y picante hecha por el Cultivador Demoníaco, y los cadáveres furiosos, sin el control de su amo, se habían quedado como estatuas. Los únicos ruidos que se oían provenían de la lucha entre Ana y Xue Yang.
—¡¿Quién te crees que eres?! —El villano ya no se reía, pero intentaba intimidar a su atacante—. ¡Voy a cortarte en pedazos y dejarlos tirados por el campo! ¡Serás alimento para los animales carroñeros!
La carcajada de Ana lo desconcertó: por lo general las niñas se ponían a llorar como bebés ante la mención de una muerte tan brutal:
—En The Untamed no hay animales que coman carroña. Es más, los muertos ni siquiera se descomponen. —Ana se reía mientras recordaba los capítulos del live action, que aparecían en su mente como si tuviera la televisión delante de ella. Xue Yang hizo un gesto irónico: esa chica estaba delirando por la pérdida de sangre:
—¿The Untamed? —preguntó. Tal vez algo de lo que ella dijera podría servirle para saber más del mundo del que venía. Allí había una gran cantidad de hombres y mujeres débiles y fáciles de atrapar, que iban a ser su inagotable fuente de cadáveres furiosos—. ¿Qué es eso?
—Es la historia en donde tú apareciste, Xue Yang… —Ana se burló de él mientras se acercaba con pasos inciertos—. Tú, los cadáveres furiosos, tu amado Xiao XingChen y el mundo de la cultivación no existen… ¡Todos ustedes son personajes de un libro que alguien escribió en mi mundo!
Lan Zhan y Wei Ying estaban demasiado lejos para oírla, y Ana le soltó toda la verdad al sorprendido villano:
—Y tú solo eres un malo de segunda, construido por la autora del libro para ayudar al antagonista de los personajes principales…
—¡Estás mintiendo! —Enfurecido, Xue Yang arremetió contra ella, pero estaba demasiado agitado por lo que había escuchado. ¿Él, un personaje salido de un libro? ¿Un malo de segunda?¡Eso era imposible! Ana lo esquivó a pesar de su debilidad:
—Transformaste a Nie MingHue en un cadáver furioso junto con Jin GuangYao, ¡y luego le cortaste la cabeza!
Xue Yang estaba asombrado: ¿cómo había hecho esa niña para enterarse de uno de sus mayores secretos? ¿Acaso Jin GuangYao había sido descubierto? A lo lejos, Wei Ying notó que Ana estaba hablando, y también notó la evidente agitación del villano, que tiraba golpes de espada sin control. Pero contuvo la respiración cuando uno de esos golpes se fue directo al cuello de la chica. Ana se mantuvo inmóvil hasta que la temblorosa punta de la espada de Xue Yang casi llegó a su garganta, y luego dio un rápido paso al costado para dejar que el villano siguiera de largo, resbalando en su intento de frenar su impulso. Cuando pasó a su lado le susurró:
—Destruíste la cognición espiritual de Xiao XingChen… Jamás volverás a verlo.
Xue Yang se detuvo en seco y cayó de rodillas: nunca había querido a nadie en la vida, pero entre ese cultivador recto y él se había construído una relación que lo ayudó a espantar la soledad. Eso se había terminado: nadie volvería a reír con él delante de una fogata; nadie curaría sus heridas ni procuraría que comiera bien; nadie pondría caramelos, su única debilidad de niño, en su almohada para que los comiera por la noche. Mientras las lágrimas le corrían por el rostro, no sintió la mano que le sujetó el pelo y tiró su cabeza para atrás, y su mente se hundió en sombras y recuerdos felices cuando Ana le cortó el cuello de lado a lado.
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