Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 9: amigo

Se me antojó de repente, no supe por qué. Sentí que ver a mi nuevo amigo un rato podría hacer que termine bien el día.

Caminé trece cuadras hasta su casa, ya que quedaba bastante lejos del acantilado desde donde practicábamos parapente. El viento del otoño ya entrado hacía tiempo me azotaba en la piel y en el cabello, revolviendo cada fibra de él sin poder dejarlo quieto un solo segundo. La ropa que llevaba puesta es día no servía ya en esa época del año para mantenerme caliente. Así que estaba calada hasta los huesos porque no había caso; el frío de esa parte de Mar del Plata, Los Acantilados —sur de Mar del Plata centro— se filtra por cada centímetro de tu ropa incluso si llevás puesto el mejor suéter y la mejor bufanda que tejió tu abuela en tu último cumpleaños.

Como todavía no tenía mi licencia para conducir, no tenía auto así que no me quedaba otra opción que caminar y seguir caminando. Estaba aprendiendo y pronto la sacaría, pero por ahora me repetía "paciencia, paciencia, Lucía". Y no era sólo porque quería mi licencia, sino también porque quería llegar a la casa de Matt lo antes posible.

Así que aproveché el tiempo que tenía para pensar y analizar lo que había sucedido ese día y durante todo el tiempo que transcurrió desde que comenzó el año.

¿Cómo era posible ese cambio tan repentino en Lara? Parecía ser que Clara e incluso Fer lo aceptaron, pero a mí todavía me costaba. No sé qué me daba más miedo: que Lara terminara de cambiar y se fuera completamente de nuestro lado o que, al irse, no solo nos dejase olvidadas, sino que se volviera en nuestra contra. Sabía que no debía precipitarme, pero parecía que las sospechas de mis dos amigas se estaban confirmando. Además, nunca se sabe en qué la podían convertir Renata y todo su círculo de ególatras. Por otro lado, las chicas querían a alguien a quien culpar, así que ya no estaba segura de qué pensar.

En eso pensaba cuando me di cuenta de que ya había llegado a la casa de Matt. Toqué el timbre y esperé. Al poco tiempo me abrió la puerta su mamá. Desde adentro se podía sentir el aroma a tortas fritas.

—¡Hola, Caroline! ¿Está Matt?

—¡Luci! ¡Hola, cielo! Es extraño que me preguntes eso cuando está frente a la casa, a tus espaldas.

Me di la vuelta y allí estaba, sumido en algún pensamiento. No me había escuchado llegar, así que debía de estar muy concentrado en lo que fuera que estuviese pensando —al igual que yo, que no lo vi—. Lo pude adivinar por su posición: sentado con las piernas cruzadas sobre las últimas hierbas del acantilado, el codo apoyado en la pierna derecha y la mano en su pera. La mirada puesta total y completamente en el horizonte, más allá del mar y del cielo.

Me volví hacia Caroline cuando noté que me estaba hablando.

—Y, antes de que te vayas, ¿no te dije ya que me llamaras Carol? ¡Qué chica! Están igual los dos: perdidos en quién sabe qué cosas.

Me reí porque sabía que era verdad. Últimamente pasaban muchas cosas y, aunque no quería, tampoco podía no pensar en ello. ¿Pero Matt? ¿Qué le pasaría a Matt que lo tenía tan preocupado? Yo entendía que no era muy abierto como para contar sus cosas, casi parecía no tener sentimientos a veces. Pero obviamente que los tenía y sentía cosas. Me hubiera gustado saber qué era lo que le preocupaba tanto como para estar así. Si su propia madre sabía que algo le pasaba, pero no exactamente qué era ese algo, entonces no estaba segura de que yo pudiera averiguarlo. Pero no estaba de más intentarlo.

—Creo que ando un poco distraída. En este último tiempo las cosas están muy raras, cambiantes. —Me disculpé, no sabía nada mejor que decirle. Porque seguro esperaba que yo pudiera responderle qué le estaba pasando a su hijo, pero yo no tenía esa respuesta.

—Ya veo. En especial para Matt. Por lo poco que sé, tiene varias amigas y eso sí que es un cambio para él.

¿Eh? ¿Qué quiso decir con eso?

Me despedí y me acerqué a Matt. Por un momento pensé en asustarlo por la espalda, pero lo descarté inmediatamente al recordar la última vez que hice eso. Consideré que no llevaba nada en sus manos que pudiera desparramar por el suelo o caerse por el acantilado, pero igualmente volví a descartarlo. Todo eso pensé en un instante justo antes de sentarme a su lado.

—¿Qué tal? —saludé mientras acomodaba mis piernas en posición de indio. Me miró sorprendido.

—¿No estarías haciendo parapente hoy?

—Terminamos hace media hora. ¿Acaso no podía venir a ver a mi amigo?

La sonrisa que asomó en su rostro llegó hasta sus ojos. La paz del acantilado y su presencia ya me estaban contagiando el buen humor.

—¡Pero, Matt, qué falta de respeto! Te pregunté que qué tal, ¿y vos respondés con eso?

—Perdón, es que me sorprendiste. Estoy bien, gracias.

—No hace falta pedir perdón, era una broma. Me alegro de que estés bien porque tu mamá y yo te vimos muy pensativo hace un rato.

Bajó la mirada hacia sus pies, algo que hacía muy a menudo.

—Sí... —De pronto levantó los ojos con un movimiento brusco y me observó, confundido—. ¿Estuviste hablando con mi mamá? ¿No llegaste recién?

Volvió a posar sus ojos donde estaban antes, sostener la mirada durante mucho tiempo no era precisamente su fuerte.

—No te había visto al llegar y toqué tu puerta. Me atendió tu mamá y me señaló que estabas acá. Fue sólo un momento, así que acabo de llegar.

Levantó la vista hacia mí una vez más, pero ahora con un destello de preocupación en sus ojos color miel.

—¿Tu vista está bien?

Eso me hizo reír a carcajadas como no lo había hecho nunca. El rostro de Matt se volvió más confundido e hizo una mueca de desagrado, aunque mi risa frenética y loca hizo que después una leve sonrisa se asomara por su rostro.

—¿Es que dije algo gracioso y lo estoy ignorando por completo?

—No, no. Es que soy una tonta. —Lo tranquilicé y proseguí entre risas—. No tengo ningún problema en mis ojos, Matt. Puedo ver perfectamente los extremos de mi campo visual cuando voy caminando. Sólo venía muy concentrada en mis pensamientos y, aunque no lo recuerdo, seguramente mirando al suelo.

—Oh, te entiendo.

Por supuesto que me entendía, si él bajaba la mirada al suelo todo el tiempo y se sumía en su propio mundo de pensamientos mucho más seguido que yo. Luego de decir esto continuó observando el horizonte, esta vez con los brazos rodeando las rodillas que había doblado contra su torso. Al verlo así noté que no era la única que se quería meter adentro de una casa y acurrucarse al lado de alguna estufa de leñas.

—¿No tenés frío?

—No mucho —respondió, pero noté que tardó en contestar.

—¿Por qué estás acá? No importa si tenés o no mucho frío, pero pensé que estarías en casa.

Bueno, a decir verdad, sí que importaba. Tenía la sensación de que, como yo, él tenía frío y no poco.

—Porque me gusta —aunque sonó más bien como una pregunta, no protesté.

Todavía seguía con los ojos puestos en la lejanía, observando un punto indefinido mientras el cielo se oscurecía más y más, y el mar se volvía completamente negro. No se atrevió a mirarme a los ojos en todo ese tiempo y eso me pareció un poco distante. Pero pensé que, después de todo, así era Matt.

Aunque debía admitir que en ciertas ocasiones desviaba la mirada más de lo normal. Me parecía extraño que a veces actuara como si yo le incomodaba, cuando realmente en otras ocasiones demostraba estar a gusto.

Entonces decidí cambiar el rumbo de la conversación y preguntarle directamente mis dudas.

—Me encantaría saber qué cosas pasan por esa cabecita pensadora cada vez que no pronunciás palabra. Quisiera saber qué pensamientos rondan por acá en este mismo instante —dije mientras tocaba su sien con mi dedo índice.

—Había una escritora que hacía poesía. Digo hacía porque ya murió hace mucho tiempo. —Se volteó y me miró a los ojos otra vez, aunque fue por un breve instante.

—¿Qué? —apenas fui capaz de decir, confundida.

—Es lo que estaba pensando.

—Pensé que esquivabas mi pregunta.

Fue tan repentino que no creí que fuera su verdadera respuesta. Quizás sólo se le ocurrió porque era algo que quería decirme hacía tiempo. Decidí retomar la conversación.

—Entonces... Me hablaste de una escritora.

—Sí, Alfonsina Storni. Pasó gran parte de su vida acá, en Argentina. Incluso antes de morir vino a Mar del Plata, se alojó en un hotel.

—¿Ella era Argentina? —pregunté, picada por la repentina curiosidad.

—Nació en Suiza. Pero sí, su biografía dice que era Argentina. Hacía unos poemas muy hermosos, su postura era feminista. Deberías leer algo de ella. De verdad que sus textos son muy lindos.

—La verdad, Matt, es que no suelo leer poesía. Pero está bien, lo haré. —Si estaba tan interesado, entonces sería un honor descubrir algo de esa autora gracias a él.

—Te prestaré mis libros —sonrió. Me hizo sentir tan bien esa sonrisa, verla otra vez. Su presencia siempre era cálida, aun cuando intentaba actuar distante.

—Ah, me acabo de acordar del libro que me prestaste antes. Lo llevé conmigo todo el día en la mochila. Te lo devuelvo. —Abrí el cierre, saqué "Las ventajas de ser invisible", de Stephen Chbosky, y se lo extendí. Cerré la mochila y la dejé sobre mi regazo.

—Gracias —sonrió, pero luego su mirada se ensombreció—. ¿Sólo viniste a traerlo?

—¡No! —Exclamé—. ¡Matt, tonto! Me ofendés. También vine a verte a vos.

Era la verdad. Era mi amigo y obviamente quería verlo. Todavía no quería ir a casa, aunque no hubiera nada que me molestara en ella. Pero sabía que con Matt me sentiría bien. ¿Por qué no ir a ver a tu amigo y pasar una tarde —o atardecer— relajada con él después de un día tan enérgico como ese? Era muy curioso cómo, desde el día uno, me sentí a gusto con él. Con el resto de mis amigos y familia podía divertirme, pero si quería meditar siempre debía estar sola. Con Matthew era diferente, con él era posible divertirse en un momento y al siguiente mirar el atardecer sin decir una sola palabra mientras nos sumíamos en nuestros propios pensamientos.

—En los próximos días voy a venir a ver esa película en tu casa, o quizás en la de Fer, Clari o en la mía.

—Va a ser genial. Yo todavía no la vi porque te estuve esperando. —Se veía realmente emocionado. Era de las pocas veces que notaba un sentimiento en él, a veces parecía que no sentía nada, pero en ciertas ocasiones la emoción se podía hasta palpar.

—Gracias, pero tendrás que esperar un poquito más. Todavía no vamos a verla.

 Pronto pareció como si mi amigo hubiera recordado algo:

—¡Qué maleducado por mi parte no haberlo preguntado antes! ¿Cómo te fue en tu día? Imagino que habrá sido muy divertido enseñarles cómo volar con esa cosa.

Matt no vino porque dijo que no era para él. Y es verdad, no es un chico muy atlético ni hace mucho ejercicio. Pude haber insistido, pero sabía que, siendo tan terco como es Matt, no aceptaría de ninguna manera. Además de que a Cody no le agrada él y sospecho que Matt no tiene sentimientos muy diferentes, aunque no lo demuestre.

—No fue realmente como imaginé que sería. Siento desilusionarte —respondí. Esta vez quien bajó la mirada fui yo.

—¿Puedo preguntar qué pasó? —dijo, tímido.

—Clara estuvo irritante todo el día y me contagió su mal humor a mí. Fernanda no quiso venir porque tenía que hacer ejercicio y, cuando pasó por ahí, me demostró que también estaba de acuerdo con Clara. Así que después de eso ya no tenía ganas de seguir, pero obviamente no iba a privarlas de diversión a ellas y me quedé el resto de la tarde hasta hace una hora, que terminamos y todos nos fuimos.

—Quizás no era necesario que te quedaras.

—Claro que sí. Yo era la "segunda más experimentada del grupo" y volábamos en parejas. Éramos cuatro personas y si una se quedaba sin pareja, debían turnarse para volar y Cody tendría que hacer todo el trabajo. Además, originalmente era una cita, pero yo le pedí a Cody si podía hacer una excepción porque las chicas querían aprender.

—Ya veo... —respondió, pensativo—. Nunca vi a Clara de mal humor.

—Estaba insoportable, pero luego descubrí que ella tenía razón.

—¿Sobre? —preguntó con un gesto de evidente confusión en el rostro.

Inclinó la cabeza y sentí sus ojos sobre mí, interesado y concentrado en lo que estaba diciendo mientras yo escarbaba en la tierra con mi dedo índice. Cuando le devolví la mirada, la apartó, como de costumbre.

Decidí descargarme y hablar. Después de todo, Matt también es nuestro amigo y merece saber qué es lo que está pasando.

—La razón por la que Clari estuvo irritable todo el día es porque está enojada con Lara.

—¿Una pelea o algo así?

—No, ellas no se pelearon. Clara está enojada con Lara, pero no se lo dijo, obviamente se habrá dado cuenta por como la trata: cortante y hasta mal a veces. No preguntó qué le pasa a Clara... de momento.

—Luci, no termino de entender —replicó Matt—. ¿Por qué está enojada?

—Está bien, lo siento. Debo expresarme mejor.

Sabía que estaba hablando muy rápido y precipitando las cosas, que no me estaba explicando correctamente y que debería aprender a tranquilizarme. Parece que, con la situación de ese día, ni la presencia de Matt hacía que me calmara del todo. Así que logré hacer mi mayor esfuerzo y explicar la manera en que Lara estaba cambiando y como se comportó durante todo el día.

Matt me escuchó todo el rato y al final le estuve profundamente agradecida por eso. Amo la manera en que puede escucharme cuando realmente lo necesito.

—Sos el mejor, gracias por quedarte conmigo y aguantarme con todas mis dudas. Gracias por ser el mejor de todos los amigos. Y sé que apenas nos conocemos, pero ya te siento así.

Esto lo hizo sonreír otra vez y, aunque no pude verlo tan claramente como antes porque cada vez se hacía más de noche, sí pude adivinar esa sonrisa que asomaba cuando algo le daba vergüenza. No lo puede esconder. Tanto es así que, aún en el creciente crepúsculo, sabía que un rubor se estaba extendiendo por su rostro.

—No hace falta agradecer, si eso es lo que hacen los amigos. Es un placer escuchar a una señorita tan culta como usted —bromeó, como si estuviéramos en otra época y nos dirigiésemos el uno al otro formalmente.

—Igualmente —respondí ante el elogio.

Pasé mi brazo derecho por su cuello y lo atraje hacia mí, en un medio abrazo divertido. Una vez más, sentí en su lenguaje corporal algo de tensión y aflojé mi brazo para dejarlo caer en la hierba. Me encantaba dar abrazos, pero no quería incomodar a mi amigo.

 Holis! Si llegaron hasta acá es porque leyeron todo. Este ha sido un capítulo inusualmente largo, pudimos disfrutar más a Matt jeje <3 Gracias por leer!!! Estaré esperando sus comentarios encantada y no olviden darle una estrellita al capítulo, porfis. <3

Por cierto, acá les dejo la ficha de personaje del señorito, espero que les guste :D También me la hizo wattpadreco.design en Instagram:

Por último, les dejaré mis redes sociales, en donde hago reseñas de libros, tanto clásicos como juveniles, por si quieren seguirme ahí. Y mi Insta personal donde también subo poemas o escritos cortitos:

Stay positive! Bye!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro