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Capítulo 29: miedo a las motos

Me encantan esas mañanas soleadas donde te das cuenta de que el sol te sonríe. Más bien suele decirse que el día te sonríe y no el sol, pero así veo yo a esa fuente de energía infinita que hace que me sienta como si nada pudiera sucederme, plena, y con más ganas de recorrer la ciudad.

Es por eso que decidí ir a un café a desayunar, en lugar de hacerlo en el departamento como normalmente. Mi padre estaba en el trabajo, mi hermano en el colegio y mi madre es tan probable que estuviera haciendo las debidas compras como que se haya distraído en un local de ropa femenina, ¿quién sabe? Como ya no estaba ocupada con el almacén que teníamos en Los acantilados, su mañana estaba libre. Lo bueno es que llegaría a tiempo para buscar a mi hermano y cocinar. Como resultado, el edificio a esa hora era muy aburrido.

Así que salí a la brisa —más bien al viento insoportable— del invierno, sí, porque finalmente llegó. Y Anahí estaba muy enojada con el mundo porque me escribió un mensaje en el móvil en el que decía que me odiaba mucho, aunque yo sabía que obviamente me quería y le respondí con unas carcajadas escritas textualmente y un emoji de carita congelada. Esos cambios de ánimo en Anahí se producen cuando llega el calor a Madrid.

La cafetería más cercana, la primera que encontré, esa es a la que decidí entrar. Me senté en la mesa mientras una mujer de mediana edad con cabello platinado me tomaba el pedido y pronto divisé una figura familiar cerca de la entrada.

Dylan.

No puede ser, pensé. Pero sí, puede serlo totalmente ya que vivimos en el mismo barrio. Nunca escaparía de ese chico, ¿no?

Se quedó parado, recorriendo el lugar con la mirada, buscando donde sentarse y yo me hundí en mi propio asiento, esperando que no me viera. Pero fue demasiado tarde: sus ojos encontraron los míos y me dirigió una coqueta sonrisa, de las que matan. Se encaminó hacia la mesa donde estaba sentada.

—¿Puedo? —Preguntó, tomando la silla de madera frente a mí. Pero no me dio tiempo a decir nada, porque igualmente tomó asiento—. Gracias.

No estaba segura de si el no dejar que yo respondiera, en realidad era algún tipo de truco para no poder decir que no quería que se siente conmigo. Porque estaba funcionando.

Se inclinó sobre la mesa, acercándose más a mi rostro.

—Me pregunto por qué nunca te he visto por aquí. —Iba a responder, pero él se auto respondió en mi lugar—. ¡Ah, sí! Porque nunca has venido antes, ¿verdad?

Me regaló una de esas miradas profundas y entrañables. Asentí, temiendo que, si abría la boca, volviera a interrumpirme.

Entonces me di cuenta: no es ninguna estrategia, le encanta contestar sus propias preguntas y molestar a la gente con eso. ¡Qué personalidad!

En ese momento regresó la mujer de cabello platinado y preguntó:

—¿No se le tomó el pedido al señor?

—Lo mismo que la señorita, gracias. —Le sonrió y volteó hacia mí otra vez, entonces me guiñó un ojo. De verdad que iba a volverme loca con ese gesto suyo, cada vez que lo usaba estaba segura de que me tornaba rosada y me veía horrible.

—Te decía... —continuó hablando— ¿Hoy no tienes que aprender a conducir? Por favor, dime que no.

Vacilé. La verdad es que no tenía que ir a la agencia ese día, pero estaba bastante indecisa sobre si decirle la verdad o no, porque eso significaba que me invitaría a recorrer la ciudad y estar a su lado me daba nervios.

¡Pero qué más da, Lucía! No vas a salir con él, es solo un español muy sexy que te pide recorrer la ciudad junto a él, pensé.

Y eso es lo que me hacía vacilar aún más. La primera parte de ese pensamiento decía que no saldré con él, y podía controlar eso, así que no debía preocuparme. Pero es que la segunda parte del pensamiento no mentía tampoco, era muy guapo realmente.

Finalmente me decidí por la verdad y que pase lo que tenga que pasar.

—No, hoy no voy a la agencia.

—Gracias al cielo —suspiró y cerró los ojos—. Realmente pensé que no querías estar conmigo y que debía seguir intentando que aceptaras una maldita salida.

—¿Quién dijo que acepté una salida? —Me puse a la defensiva.

El moreno rodó los ojos.

—Vale. ¿Quieres salir conmigo por ahí, recorrer la ciudad y conocerla, lado a lado?

—Uhmm, eso sonó algo cursi. Pero está bien, voy. —Me sorprendí aceptando.

—Así intentaba que sonara —sonrió—. ¿Qué te parece si ahora te llevo hacia el instituto y a la salida te paso a buscar?

—Pero no sé si estaré ocupada con...

—¿Tarea? No tienes vida social si piensas todo el tiempo así. Déjame que te haga pasar un bonito día en esta ciudad tan maravillosa que nos espera por descubrir.

Esa vez fui yo quien rodó los ojos.

—Ni que fuera tan especial.

—Sí que lo eres —respondió mirándome fijamente y sonriendo.

—Me refería a la ciudad.

—Oh, bueno, ella también es bonita, por supuesto.

***

Luego de que la mujer trajera su pedido, que él intentara pagar toda la cuenta, yo no dejarle y ganarle finalmente, haciendo que se resignara a pagar sólo su café, nos dirigimos hacia mi casa y la suya. Yo busqué mi mochila y él su moto para llevarme.

Cuando subí, me incliné hacia él sobre el hombro, rodeé su vientre con mis manos y le dije al oído:

—¿Por lo que se ve, de ahora en adelante vas a llevarme e ir a buscarme al instituto? —Justo después de decirlo noté la forma en que estaba actuando y me quedé petrificada al darme cuenta de que yo misma había rodeado su cintura y había dicho esas palabras. Parecía que no hubiesen salido realmente de mi boca.

—Si tú así lo deseas. —Me miró por sobre su hombro, sus ojos negros muy cerca de los míos, y ajustó mis brazos sobre su vientre como si se tratara de un cinturón de seguridad.

Me mantuve pegada a su cuerpo durante todo el viaje por las mismas razones de siempre. Y también callada, primero porque el viento no nos permitía charlar mucho, y segundo porque todavía intentaba reconocerme a mí misma en la manera en que acababa de actuar. Como si estuviese coqueteando con él.

O quizás eso era exactamente lo que estaba haciendo.

***

—¿Qué tal todo con tu novio? —Preguntó Jessica, una de las estudiantes que conocí en el nuevo colegio.

—¿Eh? —Respondí, arrugando la nariz—. No tengo novio.

—Eso parecía...

—Te referís a Dylan —adiviné—. Es mi amigo. —O más bien el primo de mi amiga, no MI amigo.

—¿Ese es su nombre? Es encantador, ¿ya viste como te mira?

Ese comentario me hizo poner nerviosa por milésima vez en el día.

—No lo es en absoluto —afirmé, encogiéndome de hombros.

—Tu expresión corporal no decía lo mismo, parecía que no quisieras despegarte de él —sonrió de la misma manera en que lo hacían Clara, Fer y Anahí: de forma pícara; y eso me recordó a ellas una vez más.

—Me dan miedo las motos —respondí a modo de última palabra y me dispuse a seguir comiendo para así no tener que responder nada más. 

Holis!!! Acá Sofi. Gracias por leer el capítulo, no es muy largo esta vez, pero tampoco muy corto, yo diría que término medio. ¡Espero que les esté gustando la historia!

¿Qué piensan de Dylan? Parece todo un Don Juan. xD

Por otro lado, creo que Luci no quiere saber nada con una nueva relación y se empeña en cerrarse, aunque hay que admitir que tiene cierta debilidad por los chicos lindos jajaja


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