Capítulo 23: el vice
No nos dio tiempo para decir ni "mu", y nos ordenó que nos levantáramos y lo siguiéramos. Así lo hicimos y, cuando Gastón me miró, yo le devolví la mirada con el gesto más severo que logré expresar.
No había nadie en los pasillos, al igual que cuando fui al encuentro del matón. Claro, ya era bien entrado el horario de clases y la persona que merodeaba por allí en esos momentos eran los conserjes —aunque no había ninguno— y el vicedirector, vigilando que imprudentes no se hayan quedado fuera de sus salones, como nosotros.
Lo peor es que nosotros le habíamos dado una peor visión que simplemente saltarse una clase. Él había creído que estábamos haciendo algo asqueroso. Y yo, definitivamente, lo desmentiría.
—Es increíble que no solamente se escaparon de clase, también estaban pensando en hacer algo más —nos miró a los dos con desdén—. ¡Imperdonable, señores!
Sí, era eso y todas las palabras que contengan prefijos. No se podía discutir, pero la realidad es que había visto todo al revés (bueno, a excepción de que no estábamos en clase).
No nos amamos, nos odiamos y no éramos ningún tipo de pareja enferma que se anda golpeando por la vida. Porque, en primer lugar, no éramos pareja.
—Señor vice, no es lo que usted piensa —comencé a decir.
—¿No? Bueno, entonces explíquenme qué hacía el señor... —Hizo un gesto con la mano, señalando a Gastón—. Con usted en medio del patio.
—Ella me atacó —soltó de sopetón el matón.
El señor vice me observó de nuevo y una furia se extendió por mi interior, subiendo por el cuello hasta mi rostro. Se me estaba yendo todo de las manos.
—¿Es verdad eso, señorita Díaz?
—Yo... No, el golpeó a mi amigo. —Técnicamente sí lo ataqué yo pero era por un motivo justificable.
—Ella está mintiendo, ¿no lo ve? Tiene cara de mentirosa, se nota.
—Suficiente, señor Martinez.
Me volteé hacia el idiota sentado a mi lado y lo observé con un profundo gesto de odio que, estoy segura, le llegó al corazón.
—Él miente —comencé la verdadera acusación—. Hace unos minutos me acaba de confesar que no le cae nada bien mi amigo y que por eso lo golpeó.
—¿De qué amigo estamos hablando?
—Matthew García, quinto año.
—¿El joven que entró hace un tiempo a la enfermería por sangrado en la nariz?
—A muchas personas les sangra la nariz frecuentemente. —Se excusó el moreno.
—Pero no se la rompen solos —observó el hombre—. Y este chico ocultaba algo, no sé por qué no nos quiso decir quién lo golpeó. Ni siquiera a Teresa, y esa enfermera tiene confianza con todos los chicos.
—¡Lo sabía! —Exclamé, no pude controlarlo.
—Pero..., ¿y si se resbaló en el baño y cayó al piso? —Volvió a intentar librarse con una excusa.
—Eso no lo creo —el vice miró a Gastón y sentenció—. Queda en suspensión por dos semanas por haber agredido físicamente a un alumno —se volvió hacia mí–. En cuanto a usted, señorita Díaz, de no ser porque se va del establecimiento, la suspendería también. No había necesidad de atacar a Martínez, debió avisar a una autoridad para que los ayude con la situación, como lo soy yo.
Sí, sí que había necesidad de encarar al matón. Tenía que descargar toda mi ira con esa persona antes de irme para siempre de allí y no iba a desaprovechar la oportunidad de hacérselo saber, lo necesitaba. Así que todo eso había valido la pena completamente.
***
Cuando salí de la oficina del vicedirector, Gastón gritó a mis espaldas.
—¡Hasta nunca, que te vaya bien desapareciendo de nuestras vidas!
No me volví. Supe que, si lo hacía, lo iba a atacar de nuevo y ya no quería pelear, decidí encontrar a mis amigos.
Pero lo que me había tenido preocupada todo ese tiempo fue que él supiera que me iba de allí. Y ahí fue cuando recordé que él es el sobrino de la directora Martínez. Supongo que los rumores corren, pero ¿cómo?, ¿cómo sabía tanto? ¿Qué tanto hablaba con su tía?
Seguí caminando hacia el encuentro de mis amigos y sonó el timbre que indicaba otro receso. Genial, me perdí una hora entera de clase. Pero luego recordé que era mi último día ahí así que lo que perdí fue tiempo con mis amigos.
Inmediatamente los tres aparecieron por el pasillo; sí, los tres porque Matt iba con ellas.
Sin pensarlo me adelanté y llegué hasta él lo más rápido que pude. Le pasé por el cabello mis manos, luego le sostuve el rostro y finalmente lo envolví en un fuerte abrazo. Lo tomé por sorpresa, por lo cual tardó un segundo en devolverme el abrazo, un abrazo muy tenso y débil, como siempre. Internamente supuse que, al fin y al cabo, no debía estar acostumbrado a dar abrazos.
Nos separamos y lo miré. Me permitió observar sus ojos caídos que poseían una enorme mirada interrogante y confundida, pero igualmente respondió a la tácita pregunta que le estaba haciendo con un leve asentimiento:
"Sí, estoy bien".
Luego bajó la mirada hacia el suelo y mis amigas expresaron su preocupación.
—¡Amiga! ¿Dónde mierda estabas? —Exclamó una escandalosa Clari.
—Arreglé unos asuntos.
La mirada de Fer se ensombreció, sospechando lo que hice.
—¿Cuáles asuntos?
—Larga historia, después se las cuento —respondí, justo en ese momento no quería hablar sobre ello porque había divisado a Cody a lo lejos, observándome.
No me hizo ningún gesto ni nada en particular, simplemente me miraba desde la distancia con el semblante serio y como si quisiera leer mis pensamientos con toda su fuerza. Yo hice lo mismo, pero con la mejor expresión de odio que me salió del alma, porque así me sentía. En ese momento odiaba a todos los hombres que no fueran mis amigos, no era el mejor día para desafiarme.
Y así nos mantuvimos un momento, dando tiempo a las chicas y a Matt para voltearse y saber qué era lo que yo observaba con tanta profundidad. En esos instantes fue cuando aparecieron detrás de Cody, Renata y Lara. Tocaron su hombro y lo saludaron.
Pero lo más extraño sucedió después. El matón apareció en nuestro campo de visión desde un extremo del pasillo, se acercó a las dos falsas que estaban con Cody —porque sí, Lara ya se estaba convirtiendo en Renata— y las saludó amistosamente con un beso en la mejilla a cada una. Luego se volteó hacia mi exnovio y se saludaron de manera cordial, nada muy amistoso, pero igualmente era extraño. ¿No era que a Cody no le agradaba Gastón o me había mentido?
¿Qué clase de junta era esa?
Pero yo no era la única confundida, ya que mis amigos, cuando volvieron en sí, se voltearon con una expresión nada consoladora.
—¡Que alguien me explique qué es lo que acabo de ver! ¡Me queman los ojos! —Exclamó Clari.
—Ya antes los vi juntos, hace unas semanas. Es demasiado extraño verlos por primera vez, pero luego te acostumbrás —comentó Fernanda.
—¿Y no nos dijiste nada? —Clara nunca dejaría de ser escandalosa, ni en sueños.
—Las personas cambian —respondió Fer encogiéndose de hombros y con una mirada de indiferencia.
—¡Amiga, esa no es una respuesta para nosotras! —exclamó Clara otra vez.
En ese momento, el timbre nos avisó que debíamos entrar en nuestra última clase.
—Voy al baño —avisó Fer.
—Ya no, debiste ir antes. Llegarás tarde a clase.
—Me entretuve con la charla, no tardaré —respondió, dando por finalizada la conversación. Dio media vuelta y corrió en dirección al baño de chicas.
***
En la salida del instituto tomamos la calle 10, como cada vez que nos volvíamos juntos.
Un montón de cosas se me pasaron por la cabeza, y algo me decía que, a ellos, que me acompañaban en la caminata de vuelta a casa, también.
Entonces me pidieron que les explique lo que se suponían que eran esos asuntos que debí arreglar. Y no tuve más remedio que contarles todo. Sí, todo, porque eran muy insistentes y además mis amigos, no me gusta ocultarles nada a pesar de saber que no les gustará.
Matt reaccionó como se esperaba. Escuchando, con rostro muy serio y caminando a la par nuestra, sintiendo la furia en sus puños apretados. Cada vez más tenía la sensación de que no expresaba todo lo que llevaba dentro.
—¿Entonces decís que vos misma fuiste a atacarlo? —Preguntó Clara con los ojos muy abiertos.
Asentí, bajando la mirada por la vergüenza que me carcomía al contarles eso.
—¡Igual se lo merecía, es un imbécil!
—Fue una gran estupidez lo que hiciste, Lucía —Fernanda me miró con el semblante muy serio—. Enfrentar así a un tipo de su tamaño...
Tenía razón, era la más cuerda. Pero necesitaba atacarlo para defenderme, defenderlos y porque se lo merecía.
—¡Ya lo sé! ¿Sí? ¡Lo sé! Pero te juro que valió la pena, Fer.
Ella negó con la cabeza, impotente. Ya no podía arreglar nada, yo ya lo había hecho. Y me iría quizás para siempre.
—¿De verdad creés eso? —Matt me miró de pronto—. Luci, no vuelvas a hacer nunca más una cosa así. Gastón es peligroso y quién sabe lo que pudo haber hecho. Necesito que me prometas, que nos prometas, que no lo volverás a hacer.
—Lo sé, tenés razón, Matt. Todos tienen razón. Me dejé llevar por la bronca del momento. No los volveré a preocupar más con estas cosas, lo prometo.
—No creo que Luci sea muy buena haciendo promesas. —Clari pasó un brazo por el cuello de Matt al igual que yo lo hacía.
—¡Eh! Pero si lo hice... —protesté.
—Broma, broma —dijo entre risitas—. Estoy segura de que no encontrará a nadie más irritante que Gastón en la ciudad a la que irá.
Eso hizo que la expresión de Matt y de todos cambiara, transformándose en pequeñas sonrisas. Luego Fer volvió a hablar, llevando la conversación de nuevo a lo serio.
—Creo que ya sé cómo se enteró sobre tu partida.
Le prestamos la más completa atención, alentándola a explicarse.
—Como vieron, Gastón y Cody se conocen más de lo que creíamos y desde hace varias semanas que noto ese comportamiento entre ellos, Lara y Renata. Creo que fue justamente tu ex quién se lo dijo, y ellas seguramente también lo saben.
—Tiene sentido, dado que Cody ya sabía que me voy.
—Ay, no... —murmuró Clara.
—¿Qué pas...?
—¡Serás el centro del chisme! ¡El imbécil lo va a dar a conocer a toda la escuela! ¡O quizás ellas!
—No entres en pánico. —La tranquilizó Fer.
—Eso es muy probable. Ellos tal vez sí, pero dudo que Lara permita algo así. Lo bueno es que yo no estaré acá para escuchar todas las mierdas que se hablen de mí.
—¡Pero nosotros sí!
—Da igual, Clara, calma, encontraremos la manera de hacer desaparecer el chisme en cuanto empiece. Y si no podemos, desaparecerá solo con el tiempo. —Nos alentó de nuevo Fer.
—¿Desde cuándo estás tan tranquila vos? —Le pregunté a Fer.
—Últimamente hay tanto que me importa tan poco...
Genial, no me había ido y ya me estaba preocupando. Miré a Clari y le hice un gesto de preocupación y extrañeza, como sólo las amigas se entienden. Ella me devolvió el mismo gesto, luego se encogió de hombros y luego señaló sus ojos con el dedo índice y medio, diciendo que la vigilaría.
Y como si las hubiéramos invocado, aparecieron Lara y Renata por la calle y tomadas del brazo como si fuesen niñas de primaria súper inseparables.
Nos sonrieron de manera burlona. O, más bien, Renata se burlaba. Lara sólo exhibía una sonrisa sincera.
—¡Buen viaje! —Gritó Renata.
Y se alejaron hablando muy bajo de algo aparentemente gracioso. Se burlaban de mí, aunque más bien Renata se burlaba. De Lara simplemente percibí que asentía a todo lo que su amiga le decía. ¿Por qué? Yo no lo supe ni entendí la necesidad de seguirle el juego siempre y cambiar su personalidad por alguien tan insignificante cuando jamás lo hizo por nosotras. Así que dejé ir a Lara con la incertidumbre de si algún día en el futuro podríamos recuperarla.
—¡AHHHH! ¡YA COMENZÓ! —Gritó Clari con desesperación, sacándome de mis pensamientos deprimentes.
¿Cuál rumor estúpido había inventado Gastón esa vez? Aunque me doliera dejar a mis amigos, me iría de la ciudad antes de poder escuchar nada más.
¡Holis! Acá Sofi. ¿Qué les pareció este capítulo?
En el próximo se acerca la despedida. :(
Pero con esta despedida llegará algo bueno, ya lo verán dentro de un par de caps., no se lo esperan ni ustedes ni Luci jeje :D
También les dejo mis redes sociales por si me quieren buscar por ahí, donde siempre anuncio cuando se publicó un nuevo cap:
¡¡Besos y buena semana!!!
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