XXI
Pidió un café con leche y cuatro cucharadas de azúcar. No le gustaba demasiado el sabor amargo del café, pero por su trabajo se acostumbró a tomarlo, era una buena forma de mantenerse despierta en las largas noches de vigilancia.
A penas acababa de tomar un sorbo cuando en su cabeza se activó una alarma de peligro.
-El policía que me contestó...- Susurraba- Me suena de haberlo visto antes.
Una espeluznante imagen apareció en su mente. El policía era Rodrigo Tusera. El capo de la familia Stonfello, el hombre de confianza de Mario.
-¡Mierda!- Varios médicos que estaban desayunando la miraron, perplejos por los modales de la bellísima mujer.
Dejó la taza de café, y corrió hacia la habitación de O'Riley. Tocó varias veces seguidas el botón del ascensor. Éste no parecía bajar.
Miró alrededor. –Las escaleras- Pensó. Emprendió la larga y fatigante carrera hacia el ercer piso del ala oeste del hospital. Corría como alma que lleva el diablo. Más rápido de lo que recordaba haber corrido en toda su vida, incluso en los entrenamientos el ejército, nunca había corrido tanto.
No encontró demasiados obstáculos, las enfermeras habían hecho su ronda hacía una hora y el horario de visitas todavía no estaba abierto.
El pasillo estaba desierto. Ninguno de los dos policías estaba en la puerta. Ella se acercó rápido pero sigilosamente. Cogió su arma del boldo, comprobó que estaba cargada y le quitó el seguro.
Se colocó frente a la puerta y la abrió de una fuerte patada.
No pensé que fuera a ser tan fácil, parecía una puerta dura, pensó.
Apuntó hacia la cama, uno de los policías apretaba una almohada contra el rostro de James, que intentaba apartarlo sin éxito. El otro se había quedado mirando hacia ella, que acababa de entrar a lo rambo.
-¡Detente!- Apuntaba al más mayor, que no se inmutó.
El joven desenfundó una pistola. Ella apuntó esta vez hacia él y disparó tras escuchar el martillear de la pistola de su contrincante.
Un metal caliente penetró en su muslo derecho, rasgándole la carne y abrasando su interior.
-¡Joder!- Cayó de lado contra la pared donde la puerta se sujetaba.
Levantó de nuevo su arma y apuntó hacia el más viejo, que estaba desenfundando también un arma.
La joven disparó cinco veces contra él. Sólo uno de los disparos le alcanzó en la cabeza. Trozos de hueso craneal, sesos y sangre se esparcieron por el techo y la pared este. El hombre cayó al suelo con un fuerte golpe sordo.
Unas enfermeras se asomaron al a habitación.
-¡Ahhh!- Una de ellas gritaba con la voz can aguda cono una olla a presión liberando vapor.
-¡Tranquila señora!- Vanessa se puso en pié- Soy policía, estos dos hombres intentaban matar a mi compañero.
Se acercó cojeando a James. Un hilo de abundante líquido rojo se creaba a su paso.
Le quitó de la cara la almohada.
-¿James?- Él tenía los ojos cerrados- ¡James!- Lo zarandeó levemente.
Una de las enfermeras cogió una mascarilla de oxígeno y se la colocó a James. La otra cogió a Vanesa colocando el brazo de la joven sobre sus hombros para tumbarla en una de las camillas del pasillo.
Llamó a un médico de urgencias.
-Ha perdido mucha sangre, hay que operarla.
Vanessa perdió el conocimiento tumbada en la camilla.
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