
V
Comenzó a andar hacia el este, en busca de la cafetería en la que habitualmente almorzaba. Hacía varios años que no estaba en su casa más que para dormir, le resultaba deprimente verla vacía y además, no sabía cocinar, lo que le ayudaba a pasar el tiempo libre en bares. Se adentró en la cafetería que hacia esquina en la 42. Un gran letrero con estructura de metal inundada de LEDs verdes, amarillos, morados y naranjas anunciaba el nombre de la cafetería, Pequeña Colombia. Tenía ese nombre en honor a su café colombiano. James no era un experto en café ni mucho menos, desde que comenzó a tomar café siempre lo hacía de cafetera, cuando lo preparaba él aguado y cuando lo hacía su mujer, demasiado cargado. Pero le daba igual, no era algo importante en su vida, sólo lo tomaba en el desayuno y por qué la leche con cacao le hacía sentir como un crio con pistola. Desayunaba en aquel local desde que habían abierto hacía dos años y el café le parecía como cualquier otro. –Respire su aroma- Le decía la joven colombiana que trabajaba allí- Note cómo su sabor fuerte le inunda el paladar, sienta el frescor que le aporta haberse cultivado en campos colombianos. Sólo escuchaba esas tonterías para pasar tiempo con ella, era una mujer muy sexy, no tenía más de veinticinco años, y coqueteaba mucho con él, lo que le encantaba, no se sentía tan bien desde muchos años atrás.
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