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IX

La joven se había sentado frente a James, sólo le sujetaba la mano y le miraba a los ojos. Intentaba ayudarle. Escucharon unos gritos tras ellos, James levantó la mirada y la joven giró la cabeza. Un hombre, joven y fuerte, acababa de entrar por la puerta con un enorme revólver en su mano derecha. Observó la cafetería buscando a alguien, posó su mirada sobre Vanessa y se dirigió hacia ellos con decisión. Su rostro empalideció al reconocerlo, sujetaba con más fuerza que antes las manos de james, este advirtió el revólver en la mano del desconocido. Con rapidez y discreción llevó su mano derecha a la funda, donde su pistola de 9mm descansaba a la espera de acción. La sacó con increíble agilidad para su edad, cosa que no impidió al desconocido, mucho más joven que él, reaccionar igual de rápido. Los dos hombres levantaron sus armas y bajo la atenta mirada de terror de Vanessa y la de asombro de todas las demás personas de la cafetería el estruendo de dos disparos inundó el local. A lo que todos reaccionaron tirándose al suelo.

A James todo lo sucedido desde la entrada del hombre armado, acompañado de los gritos de los clientes de la cafetería, hasta el momento que su dedo índice apretó el gatillo, pasó a cámara lenta. Increíblemente despacio, sólo era capaz de escuchar las voces de su cabeza, su ex mujer llorando tras la desaparición de su hija, repitiéndole una y otra vez que se marchaba. Su hija menor, Julia, llorando por la desaparición de su hermana, preguntándole cada noche cuando volvía a casa, borracho, dónde estaba su hermana, a ver si la habían encontrado y rompiendo en lágrimas tras la negativa con la cabeza de su padre.

- Tal vez me lo merezca- Pensó empuñando su pistola- Puede que este sea mi castigo por haber renunciado a seguir buscando a mi hija, por no haber apoyado a mi familia o por haber buscado consuelo en el alcohol y no en mi mujer... Me lo merezco, no hay duda, lo que más me duele es no poder redimirme ante mi esposa e hija-.

Su rostro se endureció y palideció, sus piernas parecían querer ceder bajo su peso, partirse como dos secas ramitas de olivo, sin fuerza alguna, sólo se mantenía en pie por un fino hilo invisible- Os quiero, más de lo que demostré, mucho más- Ya no tenía ninguna gana de vivir, acababa de ver pasar su vida por delante y el único recuerdo agradable que tenía era con su familia, la familia que hacía veinte años, con la desaparición de su hija, había perdido, por la que no luchó por conservarla, simplemente las dejó ir, sin impedirlo, con los ojos marrones repletos de lágrimas de su hija de siete años observándole, llorando mientras se alejaban en el taxi y se despedían con la mano, ni un solo –Adiós hija, te quiero, pronto nos veremos- Aunque James sabía que si decía eso, sería mentira. Tenía la sensación de estar en una película del oeste justo en el momento del duelo, cuando todo ocurre a cámara lenta, los gritos paralizados inundando su campo auditivo y un enorme revolver el visual. Esperando sentir dolor para poder redimirse, por lo menos ante dios y ante sí mismo, quizá se sentiría mejor.

-Os quiero hijas- Su voz temblaba, por miedo, arrepentimiento, dolor...- Lo siento...- Unas lágrimas comenzaron a resbalar de nuevo por su rostro.

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