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19

Llegué a casa de mi queridísima tía y me fui a su habitación. Cada vez estaba peor. Puede que tuviera algo que ver con la dosis de antidepresivos y somníferos. Pobrecita... y pensar que hoy iba a morir...

Preparé la cena mientras tenía un ojo puesto al reloj de pared. A las diez empezaría la función. Aun quedaban dos horas. Puse la mesa y luego fui arriba para despertarla. Cada vez le costaba más despertarse. Cenamos y hablamos un rato. Básicamente la conversación tuvo un nombre propio: Leo. Cómo me sentía, si quería hablar con ella sobre ese asunto, bla, bla, bla. No tuve que hablar mucho porque sus ojos se iban cerrando. El día que le dije que dejara de tomarlas con mi cara de pena y ella ni se inmutó, supe que estaba haciendo un gran trabajo. Solo quedaba una hora. Llevé el termo diario de café a los policías que estaban dentro del coche y otro para los que venían para hacer guardia. Sabía que ellos también tomaban café porque si no, ya me habrían pillado. El café estaba mezclado con una especie de somnífero bastante particular porque quien se la tomaba, tenía la sensación que había estado toda la noche despierto cuando en realidad había estado toda la noche durmiendo. Fue impresionante ver con mis propios ojos que creían que habían estado la noche en vela. A veces, cuando traía los pobres gatitos para asustar a mi tía, veía a los polis durmiendo en el coche y los que hacían guardia, estirados en una clase de porche que tenía la casa y que no se podía ver si había alguien o no. No fue fácil hacer todo esto. Para dormir a los del coche era fácil. El problema eran los que estaban caminando. Tuve que vigilar qué hacían, sus horarios... Pero al final lo logré.

Las diez. Subí lentamente las escaleras y entré en la habitación de Karen. Llevaba una jeringa que había encontrado semanas antes en un estuche médico. Pero aun no era la hora de matarla. Era la hora de "charlar". La desperté dándole un bofetón que me hizo encoger el rostro en una mueca de dolor. La mano escocía.

-Despiértate dormilona- canturreé.

-¿Eres tú, Mandy?- preguntó aun adormilada.

-¿Quién te creías que era? ¿Tío Charlie? o ¿Bryan? Pero dudo que pensaras en ellos porque están muertos. Si no me equivoco mis padres los mataron y tú ayudaste escondiendo sus cadáveres... ¿cierto?

-Ma-Mandy... ¿Cómo lo sabes?- preguntó. Parecía que ahora estaba oficialmente despierta. Bien por mí.

-Oh, ya sabes... ¿Te acuerdas de una conversación telefónica que tuviste con mis padres? Sí, aquella en la que decías que era mejor decir la verdad porque si no os odiaría. ¿Te acuerdas, ahora?

-Los dos estaban locos y... ¿Has sido tú todo este tiempo? ¿Tus padres, los gatos, el perro, el...?- no tuvo tiempo de acabar con la lista porque yo la interrumpí.

-No hace falta que me recuerdes a los que me he cargado. Ya me acuerdo, tía- mi voz sonó fría pero lo que le asustó fue mi sonrisa que debió de recordarle a alguien.-Lo más difícil fue matar a los animales, lo reconozco. Dormir a los policías para que no se dieran cuenta, entrar a la comisaría a escondidas para robar la cabeza del chucho...

-Es imposible. No puedes ser tú. Porque...

-¿Mis padres querían que no supiera acerca de mi locura? Lo siento pero han hecho tarde. No estuvo bien matarlos, lo admito, pero ellos me arrebataron a mi tío y a mi hermano.

-¿Qué... qué quieres hacer conmigo, Mandy?- sus ojos parecían a punto de salir de sus órbitas y me miraban con cara de miedo.

-Bueno... como los monstruos más grandes fueron mis padres y ellos ya están bien muertos, tú tendrás una muerte más... fácil.

Intentó levantarse pero vio que no tenía fuerza. Luego su miedo aumentó más hasta quedarse pálida

-¿Sabes qué tengo aquí?- señalé la botella que su amiga, Michelle, tan amablemente me dio- Bueno, por tu mirada sabes lo que es. Si te estás quieta, acabaremos enseguida pero si te resistes... te prometo que sufrirás y...- no tuve tiempo de terminar porque ya estaba haciendo fuerza para levantarse. Qué ridículo. Saqué la cinta que había utilizado con Leo y, con un poco de esfuerzo y paciencia, le inmovilicé los brazos y las piernas.

-¡SOCORRO! ¡AYUDA!- ya podía gritar, cómo si alguien la pudiera oír.

-No es por nada pero los policías ya están durmiendo- contesté alegremente mientras la amordazaba.

Puse la jeringuilla dentro del bote mientras miraba a Karen. Luego, sujeté su brazo con fuerza y le introduje la aguja. Solo tenía que esperar. Ahora en su organismo había los antidepresivos y Propofol que, juntos, podían provocar una parada cardiorrespiratoria como efecto secundario. Antes de irse a la cama le pedí que no se tomara ningún somnífero porque aun le duraba el efecto.

Me senté en una silla que había en la habitación, mirando si se moría de una vez por todas. Le cogí la mano y...

-¿Ma-Mandy? ¿Qué estás haciendo?- la voz de Nicole rompió aquel momento. Mierda.

Me giré hacia ella al mismo momento que decía:

-Mira tía Karen. Otra persona que quiere asistir a tu muerte.

Y luego, Nicole gritó.

Detective Stevenson

Había dejado a Nicole durmiendo en casa mientras que yo me dirigía a la casa de Leo. Ya habían llamado a su familia y cogerían el primer vuelo que estuviera disponible.

Hacía unas horas mis hombres me habían llamado diciendo que no habían encontrado nada. Después de eso, solo tenía ganas de ir a la casa e investigar, porque el culpable tenía que haber cometido algún error. Entré en la casa pasando por debajo del cordón policial. Estuve buscando alguna pista, por pequeña que fuera durante una hora hasta que me rendí. Me estaba bebiendo el termo que me había preparado con café cuando me atraganté y parte del líquido cayó al suelo. Mierda, pensé. Estaba a punto de ir hasta el coche para coger pañuelos cuando me fijé que parte del líquido parecía ser absorbido por una baldosa del suelo. De cuclillas, saqué la baldosa y descubrí un objeto dentro. Lo saqué y vi que era un diario personal. Abrí la primera página y descubrí el nombre de Mandy en él. ¿Qué hace su diario aquí?, me pregunté; pero una corazonada se iba haciendo más fuerte, una que no quería creer. Empecé a leerlo y tuve que sentarme para no caer. Página tras página se encontraban conversaciones que había mantenido o que había escuchado, hablando de un tío y de un hermano asesinados por sus padres... Los planes de venganza que había preparado para ellos, cómo los puso en práctica, la llegada a esta ciudad, los gatitos, el perro, lo que tenía pensado para su tía... Absolutamente todo. Salí de la casa y me fui a la mía. Corrí hasta la habitación de Nicole pero no estaba. Encima de la cama, había una nota: Hola papá. He ido a dormir a casa de Mandy. En este momento necesito una amiga a mi lado. No te enfades.

Llamé rápidamente a los policías que estaban en su casa pero no respondían. Llamé a emergencias y comuniqué lo sucedido. Pedí que enviaran rápidamente una patrulla a la casa de Karen Spencer. Cogí las llaves del coche y me dirigí a la casa. Nicole no sabía que se había metido en la boca del lobo.

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