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-6- Tener Confianza

Entre tanto enfado voy casi  llegando a mi apartamento.
Mi barrio humilde y donde no existen cámaras de seguridad para eso están de parloteo la Consuelo, la Petra para no ser menos y la Ignacia.
Nada más verme comienzan a vocear preguntándome donde me meto que no me ven y porque viene a verme tan seguido la pija de mi hermana.
Le respondo de estar buscando trabajo y mi hermana viene a visitarme porque le ha dejado su nuevo novio.
Al parecer mi mentira cuela y  siguen cuchicheando entre ellas dejándome de preguntar.
Sigo avanzando hasta mi apartamento cuando mi corazón se para en seco al ver a Neil entrando a su apartamento vestido tan sólo con un chándal y una camiseta ajustada de tirantes haciendo que muchos hipopótamos danzen en mi estómago.

— Hola Masiel, ¿Cómo estás? Hace tiempo que no te veo, a la que veo mucho ahora por aquí es a Raquel. ¿Le ocurre algo? — Abro mis ojos al máximo apretando mi mandíbula conteniendo las ganas de no soltarle un bofetón bien dado.

— Raquel está bien, es que me está ayudando para poder encontrar un nuevo trabajo. Ya sabes, desde que dejé la cafetería ando buscando empleo.

— Vaya, espero que encuentres algo pronto. Por cierto, ¿te importa decirle a  tu hermana de que quiero hablar con ella?, te lo agradecería mucho.

— Por supuesto que sí, ya le doy tu recado. Que tengas buena noche vecino.

Cierro la puerta fuerte quitándome las deportivas volando por el aire del mismo enfado que tengo.
Maldito Neil, ¿Porqué Raquel y yo no?
Qué tiene ella que no tenga yo si a primera vista somos como dos gotas de agua.
Maldigo a este tonto corazón por latir con tanta fuerza cada vez que lo veo, mi cerebro no se pone de acuerdo con mi cordura y acabo haciendo el indio por llamar su atención cuando es más que evidente de quién está interesado.
Le mando unos cuantos mensajes a Loles contándole como me siento.
Como siempre Loles me dice lo estúpida que soy por no reconocer coml pasa de mí Neil y cuanto le interesa Raquel, en mí solo ve a una amiga a quien le cuenta sus batallas con otras tías, me muestra sus fotos y nos reímos mientras tomamos una cerveza viendo el fútbol, pero no hay roce, ni beso, ni brillo en su mirada ni siquiera cuando va borracho y mira que lo he traído unas pocas veces cargándolo a su casa.
Simplemente para él soy su vecina más joven y la cual está profundamente enamorada de él, la cual esconde sus sentimientos y me reservo mi primera vez para cuando llegue el momento de poder decir, Neil es mi marido y ahora nos espera una vida feliz juntos.

Venga ya. Eso no se lo cree ni kasó las mantencas de que yo vaya a casarme con Neil.

Suspiro pesadamente mientras me pongo mi pijama para ir a la cama cuando escucho el teléfono sonar.
Miro con desgana la pantalla, es mi jefe.
Qué pasa, ¿que este mongolo no duerme o qué?

— Buenas noches señor Ankara, ¿desea algo?

— Raquel necesito verte mañana en la oficina a primera hora. Sobre las siete de la mañana para analizar tu proyecto, al parecer tu propuesta ha gustado a los inversores y pienso que va ser todo un éxito. Pero antes necesito comentarte algunos fallos que he visto.

— Muy bien, señor Ankara a esa hora estaré allí. Me alegro mucho de poder realizar bien mi trabajo. — Se hace un silencio, solo se escucha respirar al doble de Chayanne al otro lado, frunzo mi ceño preguntándome que le pasa. — Esto...señor Ankara, ¿Sigue vivo? Digo porque se ha quedado mudo.

— Que tenga buena noche Raquel, nos vemos mañana.

— Hasta luego. — Pronuncio algo asombrada por la actitud tan repentina de cambiar de manera de hablar. En fin, este hombre necesita una buena juerga.

Cuando al fin logro dormirme suena la alarma de mi teléfono. Por favor, ya es de día. Miro la hora, son apenas las cinco y media de la mañana, me levanto hay como puedo para darme una ducha, secar mi cabello y hacerme la plancha seguido me pongo el único traje que me queda en casa de mi fotocopia, debo de pasarme por su casa para coger más ropa.
Me maquillo y una vez que estoy arreglada me tomo un café para espabilar me e ir directamente hacia el garaje donde arranco mi auto comenzando a conducir hasta la oficina.
Son las siete menos cinco, vaya es la primera vez en mi vida que llego antes de tiempo al trabajo.
Subo al ascensor saludando al guardia de seguridad, pulso la planta de mi oficina y al salir del ascensor me topo con el jefe trasteando en su teléfono.

— Buenos días, ¿Le hace un café? — No puedo evitarlo y me quedo mirándolo de arriba abajo preguntándome como lo hará aquí el colega para estar hecho todo un pincel antes de las ocho de la mañana mientras que yo estoy para el arrastre.

— Buenos días Raquel, veo que ha sido puntual, no esperaba menos de usted. Ahora vayamos a mi oficina mi secretaria nos traerá los cafés.

— Me parece perfecto, porque a decir verdad me queda una hora de sueño aún.

— ¿Durmió tarde anoche? — Su mirada es divertida, y a mí me da por reír ante su pregunta tan infantil.

— No, me acosté después de las gallinas y me levantado con el grito del gallo. — Río tímidamente apartando mis vista de sus ojos claros hacia mis zapatos.

Acto seguido nos sentamos uno enfrente del otro comenzando con el trabajo.
Anoto mentalmente toda la información que leí del libro de mi hermana más lo que ella me dijo, sigo cada indicación del jefe mientras yo le explico los cambios que se pueden hacer al proyecto para que así llamen más la atención de los asesores.
Entre medias doy varios bostezos, intento taparme la cara pero es que tengo sueño, si yo no duermo mínimo ocho horas no soy una persona muy activa que digamos.

— Debería de tomarse una vacaciones cuando terminemos el proyecto. — Me dice el jefe dándome mi tercer café.

— Gracias, pero digo, no tendrá por ahí unos churros para acompañar el café es que una tiene hambre.

— Claro que sí. Déjeme llamar a mi secretaria para que le traiga el desayuno. ¿Desea algo más? — Hago una mueca pensando si decirle que me traiga una palmera de chocolate o no. Es que tengo hambre desde anoche que vomité no he probado nada.

— Si no le importa pedir una palmera de chocolate, no me vendría mal, desde anoche que me comí el bocadillo de calamares y acabé vomitando no tengo nada en las tripas.

— No, no tengo ningún problema. — El jefe levanta el teléfono de la mesa dando la orden a su secretaria de traernos unos cafés con churros y una palmera de chocolate.

Sonrío de felicidad por poder comerme una palmerita de chocolate, hacia tiempo que no las pruebo por mi dieta.
El señor Ankara se vuelve a sentar enfrente de mí poniéndose cómodo cruzando sus largas piernas jugando con sus pulgares en su regazo.
Me quedo observándole mientras a mí me dan varios temblores de ver a un men tan atractivo mirándome en silencio tan relajado y con una postura que vamos que no me lo pensaría dos veces de subirme al potro.
Desafortunadamente, mi honra la tengo cerrada con llave y el problema es que no sé quién es ese hombre que tiene la llave para abrir la puerta de mi felicidad.

— Raquel, te veo algo pensativa. Cuéntame,¿Qué te ocurre?

— Estaba pensando que esta es
tarde tengo que pasar por el súper y hacer la compra y después no sé qué haré. Me siento a veces tan sola, tenía un pez como mascota pero el pobre se me murió por darle tanto de comer.
¿Y tú, también te sientes solo? — El jefe abre sus ojos asombrado por mí pregunta. Arrea, verás que he metido la pata hasta el fondo.
Según me relató mi fotocopia, el señor Ankara es todo un empresario muy exitoso y estricto algo egocéntrico en ocasiones y un total capullo cuando se trata de conquistar a una mujer.
Vamos que éste es de aquí te pillo y después vamos al huerto y a otro día te da el boleto.

— Para ser sincero, sí. En ocasiones me siento solo, ya sabes que mi padres viven en Londres, y yo desde que me mudé aquí a Suiza para continuar con la empresa que me dejó mi padre antes de que le diera el ictus, debo de demostrarle que soy capaz de hacer su trabajo o mejor.
A decir verdad, mi padre ha dejado un listón muy alto en la empresa, y en ocasiones no sé si hago las cosas bien o no.

— Estoy segura que lo intentas, sabe señor Ankara, nunca vamos a terminar de complacer a nuestros padres, ellos nos exigen demasiado y somos nosotros mismos quién queremos saltar más de cien metros para demostrar que en verdad somos incluso mejor que ellos, pero en realidad somos nosotros mismos quién debemos de marcarnos nuestros límites y quedar satisfechos con nuestro trabajo y esfuerzo porque si en verdad estamos seguros de lo que hacemos es lo correcto y no tiene porqué reinar el miedo dentro de nosotros mismos llegando en ocasiones a sentirnos vulnerables.

— Nunca antes había pensado de esa forma. Ahora que hablamos me da la sensación de que eres otra mujer. — Trago saliva mirando hacia mis rodillas tirando de la falda como si tuviera más tela cuando no hay más donde tirar.
Las mejillas me arden, mucho más todavía, tanto como para que mi boca se cierre.

Agradezco de la llegada de la secretaria cargando una bandeja con cafés, churros y mi palmerita la cual miro con detenimiento cayéndome la baba.
El jefe se ríe ante la manera que tengo de comer la palmera, si el supiera que soy adicta a este dulce se iba a reír más todavía.

— Vaya Raquel, me sorprende verte comer de ese modo un dulce, yo creía que la dieta de Keto era tu complemento para mantener tu línea.

— Espera, — Me limpio la boca que segura estoy de tener chocolate —  ¿La dieta de qué? Pero si no hago dieta, aunque debería de hacerla para bajar un par de tallas que falta me hacen. En fin, mi vicio son las palmeritas de chocolate, y como las hace mi vecina la Pepa la pastelera esas sin que están de vicio vamos que te vas a chupar los dedos. Mañana mismo te traigo una para que la pruebes. — El jefe se echa a reír echándose un trozo de churro a la boca.
A decir verdad en el ambiente se puede respirar calma y ver al jefe sonreír hace que me relaje yo también porque madre mía estoy como una tabla entre la faja que me va acabar por axfisiarme y tener que sentarse sin apoyar la espalda esto es peor que correr rápido con tacones para que no te quiten la ropa de las rebajas.

Terminamos de desayunar y tras despedirme de mi jefazo me marcho hacia la oficina donde comienzo a trabajar en retocar los arreglos del proyecto.
No lo puedo evitar pero me siento feliz por mí progreso, quién me iba a decir a mí que era capaz de hacer un proyecto publicitario de una campaña de maquillaje y ver mi trabajo expuesto en las mejores tiendas de la ciudad.
Para compartir mi dicha llamo a Chechu y le mando un mensaje a Loles de quedar esta noche para ir a cenar y celebrar mi gran éxito en la empresa.

Sigo trabajando hasta la hora del almuerzo donde me avisa Celeste de ir a comer.

— Reichel, venga vamos a comer o piensas estar encerrada en cuatro paredes trabajando, debes de relajarte un poco. — Alzo mis cejas diciéndome para mis adentros si ésta supiera que ya está de vacaciones le iba a dar un espárragillo de envidia.
Me echo a reír mientras recojo mi bolso para irnos a comer.

— Falta me hace que me den un masaje eso sí que no te lo voy a negar.

— Vaya, a verlo dicho antes, podemos ir esta tarde a un spa que han abierto nuevo verás qué bien nos va sentar un tratamiento de belleza.

— Me agrada la idea. — Uhm, sobarme dos hombres guapos mi espalda que gran idea siempre he querido hacerlo, mi sueño al final se va cumplir.

Más feliz que una perdiz nos vamos hacia el restaurante de la esquina donde el chef Giorgio nos sirve un exquisito plato de pasta y de beber agua.
En el momento que nos disponemos a comer aparece el jefe con otra mujer.

— Reichel, mira es el jefe con su ex Elizabeth Voll la modelo alemana, estoy segura que hay algo entre estos dos, sino míralos como hablan tan amables y yo diría que hay más que una simple amistad. — Celeste sigue hablando conmigo sobre los amoríos de mi jefe como si a mí me interesa mucho su vida. Yo solo quiero terminar la comida para irme al trabajo.

— Reichel, mira como se cogen de la mano. — Celeste me da un codazo haciéndome de mirar en dirección hacia donde se encuentra mi jefe, el cual se ha dado cuenta de lo cotilla que soy.

— Mira Celeste, haz el favor de dejar en paz al jefe y sus amoríos. Que haga lo que quiera con su vida a mí ni me va ni me viene, yo quiero terminar mi helado tranquilamente para marcharme de vuelta a la oficina. Y tú, deberías hacer lo mismo y deja de estar pendiente de la vida de otras personas y si quieres seguir mi consejo, céntrate en la tuya que falta te hace guapa.

Celeste se calla de golpe comenzando a comer como una niña  cuando le han regañado.
Una vez terminamos de comer nos dirigimos hacia el trabajo cuando Celeste se disculpa conmigo.

— Chica, que no me has hecho nada para tener que disculparte.

— Reichel, llevas razón yo sigo soltera sin encontrar novio y por eso me meto en la vida de los demás.

— Sabes que eso está mal hecho. Además, si quieres encontrar novio yo te voy a presentar a un chico muy lindo. Pero te aviso que no es pijo, es sencillo y trabajador. De hecho él es mi mejor amigo y una buena persona. Si quieres te lo presento.

— Bueno, por mí que no quede. — Celeste sonríe tirándome besos al aire diciéndome que después nos vemos.

Yo subo al ascensor encontrándome al jefe y varios hombres más.
Paso dentro colocándome al fondo en el único rincón libre que hay.
A mi lado se coloca mi jefe con semblante serio, sin apenas mirarme me pide de ir hasta su oficina en diez minutos.

No entiendo porqué debo de ir a su oficina. Hasta que no pasa diez minutos no salgo de dudas.

— Señor Ankara, ¿Quería verme? — Pregunto caminando hacia su escritorio donde tomo asiento en una silla.

— Sí, quería hablar contigo Raquel.

— Bueno, pues dígame. — Hecho mi espalda hacia atrás poniéndome más cómoda, está faja me está matando.

— Quiero decirte que entre Elizabeth y yo no hay nada, salvo una amistad por nuestros padres. Lo nuestro terminó y ya no hay reconciliación, quería que lo supieras. — Arrea, que aquí hay salseo, verás que va resultar que aquí el jefe va estar enganchado por la pija de mi hermana y me está soltando todo este rollo.
Ahora tengo yo un problema,  ¿cómo aguanto la risa?

— Disculpe señor Ankara. — Me levanto para mirarle a sus ojos y ver si en verdad está enamorado de la pija.

— Por favor, Raquel estamos solos llámeme por mi nombre. — Abro, y cierro la boca quedándome con cara de subnormal por no saber cómo se llama ahora mismo el jefe.
Era Santiago, Gregorio, Lorenzo...
Mamá que no tengo ni idea de cómo se llama.

— Esto... prefiero tratarle con respeto, siento que se me puede ir la lengua y no quiero dejarlo mal delante de cualquier persona. Ahora sí me disculpa debo de seguir con mi trabajo. — En el momento que me volteo para irme, el jefe me sujeta por mí codo haciendo que frene mis tacones clavándose nuestras miradas dándome el gusto de ver una expresión tierna y con las intenciones de querer besarme.

¡OMG! ¡Qué me va besar el jefe!
Esto es de película.
Venga méteme la lengua hasta las anginas y verás como te devuelvo el beso.
Mis ganas, él se ha quedado parado rozando con sus dedos mis mejillas bajando hasta mi cuello para acercarse hasta mí y besar mi mejilla.
Me quedo más tiesa que un garrote, menudo chasco me acabo de llevar.

—  Mejor me voy que tengo mucha calor. Mucha. — Digo atropelladamente mientras salgo corriendo de la oficina como si viniera un toro detrás mío.

Joder Pilarín, ¿qué ha pasado? No me vengas ahora que el jefe y la pija se aman.
Para averiguarlo pregunto a Zipi o zape, que estos dos son demasiados cotillas, estoy segura que si conocen a la Petra componen el equipo A.

Voy hacia el área de descanso donde veo a Juan Luis tomándose un café mirando su teléfono.
Bravo, acabo de encontrar a Zipi.

— Reichel, ¿Qué te trae por aquí? Ya te ha vuelto a regañar el jefe. — Zipi se echa a reír a carcajadas y eso a mí no me hace gracia.

— Venía buscándote. — A ver ahora que trola le hecho yo a este. — Necesito de tu consejo para que veas como me va el proyecto. — Mentir no es lo mío, me tiemblan mis manos mientras agarro la taza de café mirando a Juan Luis espero una respuesta.

— Vale. Vayamos. — ¡Uf! Me alegro de que haya decidido venir a mi oficina donde podré hablar con él.

Al entrar en la oficina no tardo en mostrarle el proyecto a Zipi donde se queda pensativo señalándome algunos puntos donde se le pueden añadir más cosas con su dedo índice aconsejándome para que así el proyecto quede mejor.

— Muchas gracias por tu ayuda Juan Luis, es que el jefe está muy borde y no deja de meterse con mi trabajo. — Juan Luis me observa de arriba abajo dando vueltas alrededor mío como si fuera un ogro.

— ¿Ocurre algo Juan Luis? Digo...por la manera de cómo me miras.

— Tú no eres Raichel. — Abro mis ojos al máximo muy nerviosa dejando caer el boli al suelo.

— ¡Que va! — Sacudo con la mano al aire quitándole importancia al asunto fingiendo ser mi hermana. — Claro que soy Reichel, que bromista estás.

— No lo eres. Reichel nunca me ha agradecido nada, y tú acabas de buscarme para pedir mi opinión cuando jamás, en el tiempo que llevamos trabajando juntos te has comportado así conmigo.
¿Quién eres? — Me quedo callada durante unos minutos, me han pillado. ¿Qué debo hacer?

— Por favor Juan Luis, no digas nada de lo que vaya ha contarte, si es necesario extorsiona a mi hermana porque es ella quien tiene dinero yo en verdad no tengo donde caerme muerta. Me llamo Masiel y soy la hermana de Raquel. Su gemela, la que está ocupando su lugar mientras ella se ha ido de vacaciones con su novio.

— Lo sabía que no eras Raquel. Ahora mismo voy a decirle la verdad al jefe, él debe de estar informado de todo esto.

— Hazlo, yo no tengo nada que perder, de hecho no tengo ni trabajo, soy pobre, pero si vas con el cuento al jefe da por hecho que Raquel será despedida y este proyecto donde tú también colaboras se acabará porque la presentación es mañana y hay mucha gente que depende de su trabajo y de que este proyecto salga bien.
Tú estás incluido Juan Luis. 

— Eres más inteligente que tu hermana de eso no me cabe la menor duda. Reichel es mi amiga, no la soporto por su falta de respeto hacia los demás, por creerse lo que no es y porque jamás me ha agradecido nada de lo que he hecho por ella.
Pero tú eres distinta a tu hermana y por supuesto guardaré tu secreto, puedes confiar en mí Masiel.

— Lamento mucho todo esto, y a decir verdad agradezco mucho tu ayuda porque es muy difícil ser como Raquel.

— No te preocupes Masiel, aquí tienes un compañero.

— Eres muy amable Juan Luis. Pero Celeste no sé si contarle o no el secreto.

— Déjalo así, ya hablamos con ella después, ahora mismo vamos a terminar el proyecto Reichel. — Juan Luis se echa a reír a carcajadas y yo lo imito.

A pesar del mal trago que he pasado pensando si he tomado una buena decisión en contarle la verdad, en estos momentos no me arrepiento debido a que es muy hortero vistiendo, algo exagerado hablando pero es una bella persona.
Creo que no ha sido una decisión equivocada poder contar con su ayuda.

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