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-33- Mal ante tus ojos

Madre mía, en que fregado me acabo de meter.
Acabo de decir que voy a quedarme embarazada sin catarlo y encima con los espermas de un hombre ya fallecido.
¡Esto es de locos! Y sinceramente, estoy como una cabra al verme metida en esta situación.

Dos días después de admitir que soy medio tonta por no decir gilipollas perdida, he quedado con Manuela para ir al hospital de fertilidad para comenzar con el tratamiento.

Un rato después de llegar a la clínica, nos recibe el doctor Erber.
Un hombre de unos sesenta y pico años que debería estar jugando al póker con cuatro amigos de su misma edad, y no estar aquí dándome a mí una charla sobre lo que va tratar el tratamiento y acojonarme como lo está haciendo y yo es que ni muevo la boca. Sólo asiento con la cabeza con obedecienda sintiendo mi cuerpo más frío que un cadáver preguntándome para mis adentros si estar en esta situación me va llevar algún lado o no.
El doctor Erber, es muy simpático, se toma su tiempo para explicarme todo y darme citas para que me vean otros especialistas y empezar con el proceso de fertilidad antes de que pueda arrepentirme.

Por supuesto, Manuela está más feliz que una perdiz mientras yo ando con mis piernas como los alambres tambaleándome.
Comemos juntas donde Manuela no deja de repetir lo agradecida que se siente conmigo por lo que voy hacer.
Mientras ella está muy sonriente medio llorando de la emoción que debe de sentir, yo estoy pensando que parezco un ternero cuando lo llevan al matadero.
El sonido de mi teléfono me saca de mis fantasías eróticas, se trata de Erica la enfermera de Lisandro. Me comenta que ha tenido una recaída y ha debido de ser hospitalizado.
Alarmada me pongo rumbo hacia al hospital junto con Manuela donde al llegar ambas tomamos la decisión de no contar nada a nadie. Será nuestro secreto.

Entro al hospital y busco a Orlando el cual está con algunos familiares, me mantengo a una distancia prudencial pero inmediatamente al verme, Orlando se acerca hasta mí para abrazarme llorando como un niño pequeño.
No digo nada, simplemente me quedo quieta buscando las palabras adecuadas para consolarlo.
Sus ojos cafés me miran con una añoranza que hasta me hace de extremecer por la desgracia que va ocurrirle a Lisandro.
Trato de darle fuerzas y quedarme a su lado todo el tiempo posible haciéndole compañía.
Manuela se marcha dejándome sola con Orlando, el cual busca una máquina expendedora para comprarme un café y ofrecerme lo.

-— Gracias. ¿Cómo lo estás llevando? —- En realidad en estos momentos una no sabe cómo formular una frase.

-— Estoy muy mal Masiel. Y lo peor de todo, es que estoy muy arrepentido por no haber escuchado a mi padre.
Me arrepiento de todo el daño que le causado por querer hacer las cosas a mi manera y lo que me mata por dentro es que se va ir sin haber hablado con él.

-— Verás como se va recuperar. Esta enfermedad es así. -— Pongo mi mano encima de la suya intentando darle ánimos.

—- Ya no hay solución Masiel. Mi padre ha entrado en la última fase, los medicos me han dicho que debo prepararme para lo peor.
Masiel, mi padre me va dejar para siempre. Para siempre. -—Orlando llora en mi hombro mientras yo acaricio su cabello llorando también.

-— Masiel, eres tan especial y tan maravillosa estoy seguro que...

-— Déjalo Orlando, ahora lo importante es que estés bien.

-— Te pueda llegar amar como te mereces. -— Sus ojos se cierran y yo me quedo observándole con una sonrisa.

Sí, soy así de romántica y boba. Como yo deben de quedar pocas. Mismamente me siento orgullosa de que al fin un hombre se haya fijado en mí como Masiel, apreciándome y dándome el amor por el que he estado esperando siempre.
Pena, que en estos momentos esté pensando en mí, quiero trabajar y obtener aquello que me merezco echándole ganas y esfuerzo.
Por eso, rechazo la última voluntad de Lisandro de dejarme al cargo de sus bienes.
Yo he comprendido que en el corazón no se manda y si Orlando ama Raquel debe ser él quien tome la decisión de quitársela de su mente y olvidar ese amor enfermizo que siente hacia ella.

-— Disculpe, el señor Lissandro quiere verla. -— Me avisa Erica en un susurro.

-—¿A mí? ¿Que querrá? —- Me levanto sin hacer ruido dejando a Orlando durmiendo en un sillón para ir hasta la habitación de Lissandro y verlo despierto.

-— Lissandro. —No lo puedo evitar y lloro de la misma emoción de verlo tan frágil tumbado en la cama rodeado de cables, agradezco de llevar una máscara transparente para que no se vea demasiado mi dolor.

-— No llores por mí Masiel. Eres tan buena. Orlando debe estar contigo. —Lo hago callar entre lágrimas por lo debil que se ve y más me está pidiendo algo que ni yo misma sé si va suceder.

Le agarro su mano mirándolo con tristeza. Guardo silencio porque ni yo misma puedo hacer una promesa para no cumplirla.
Me siento abatida y con el corazón lleno de amargura, salgo de la habitación poniéndome el puño en la boca para no gritar del mismo dolor que siento de tener que despedirme de un gran amigo como ha sido Lisandro conmigo.
Desconsolada, camino por el pasillo cuando veo a Orlando caminando preocupado por mí.
Nos abrazamos fuerte en mitad de una tormenta de dolor donde somos golpeados cada uno a su manera por la angustia de despedirnos para siempre de Lisandro.
Me separo de Orlando un poco para calmarme y sonarme los mocos cuando soy sorprendida por un gesto que ni me esperaba por asomo.
Sus labios chocan con los míos con una desesperación tan ansiada como que no puedo decir no y abro mi boca ligeramente para seguir saboreando la dulce miel de sus labios.
Un beso tan especial, que ha calado profundamente mi corazón.
Sin embargo, no sé si me lo habrá dado a mí o pensando en Raquel cómo tiene costumbre.
Me separo más de él cuando al dar dos pasos me encuentro de frente a Thiago.

¡Mi madre la galga! ¿Y éste por donde ha salido ahora?

Por supuesto la mirada ácida de Thiago me traspasa por completo.
De dos zancadas se pone delante de mí y todo lo grande que es hace que tiemble de pánico.

-— ¿Qué estabas haciendo Masiel?-—Habla entre dientes y muy molesto.

— Esto...yo...-— A ver qué le digo yo ahora.

—- Sabía que andabas con Orlando. Tenía sospechas y ahora mismo tú misma me lo has confirmado.

Miro en dirección a Orlando, el muy cabron sigue de espaldas muy calladito. Estoy segura que tiene algo que ver con todo este asunto.

-— Thiago déjame que te explique. Pero aquí no. Salgamos a la calle por favor.

Thiago me escucha que no es poco, y al salir a la calle buscamos un lugar tranquilo donde hablar.

— Thiago te prometo que ese beso ha sido porque estamos muy afectados pero no tengo nada con Orlando.

-—  No hagas promesas en falso Masiel. Sé perfectamente que hace varias noches atrás quisiste acostarte con Orlando. Eres una descarada Masiel, por eso quiero divorciarme de ti. No voy a permitirte que juegues conmigo.

-— Espera un momento. ¿Cómo sabes eso? ¿Te lo dijo Orlando, verdad? —- Clavo mis ojos en los suyos erguida de la misma rabia que siento por dentro.

-— Sí, el mismo me lo dijo. Y al parecer te se ve muy dispuesta para ...

—- Desgraciado, mal nacido me grabó sin mi consentimiento.

-— Tiene cámaras de vigilancia y me mostró la imagen de cuando estabais en el jardín.

— Desgraciado, me las va pagar. —- Mascullo apretando los dientes sintiendo más ira dentro de mi cuerpo. —Pero no llegue a nada con él. —- Alzo la voz mirando fijamente a Thiago el cual sigue con su postura erguida y mirada oscura.

—- No sé que pensar Masiel, no esperaba de que fueras así.

— ¿Así cómo? Dilo Thiago.
Una zorra cazafortunas según tú.
Pero sabes, me da igual lo que pienses, porque hasta hoy puedo presumir de ser una mujer que solo sabe trabajar y ser solidaria con la gente y que por ayudar, me veo como me veo. Siendo la tonta que debe poner la cara por mi hermana.
No tengo pareja, supuestamente estamos casados y ni vivimos juntos. Has pensado que igual que tú necesitas estar en compañía femenina yo necesito un hombre.
Alguien que me quiera o al menos finja amor mientras dura el asalto.
Estoy sola Thiago, y no hago nada malo, salvo intentar encontrar el amor en el hombre adecuado.

-— Sabes una cosa, me jode que a mí me rechazaste y con Orlando seas tan fácil. Puedo llegar a entender lo que estás pasando, pero entiende que no te amo, y no quiero lastimarte, te deseo mucho, y la idea de haber sido el primero en tú vida me excitaba demasiado.
No mezcles deseo con amor Masiel.

— No lo puedo mezclar porque no sé lo que es el deseo y el amor proveniente de otro hombre que no sea alguien que conozca.

-— No te hagas la víctima y reconoce que sientes algo por Orlando. Dime qué lo amas.

-— No lo amo. Es contigo con quién me gustaría compartir mis días. Eso me lo guardo para mí y afronto de no ser posible y así mismo debo continuar con mi vida. Porque si algo tengo claro, es que no voy obligar a nadie a que me ame.

-— Si en verdad me hubieras amado no te hubieras metido en la cama con Orlando. -— Thiago sigue molesto y yo también.
Ambos nos miramos cómo dos titanes a punto de explotar.
En mi caso es de decepción por haber utilizado mi imaginación para crear a un Ken que solo existe en mí cabeza.
La realidad es bien distinta.

—- Que estúpido eres Thiago. Juzgar por lo que te dicen otros y no crees en mí.

—- Demuéstrame tu inocencia.

— No tengo porqué hacerlo. Mi palabra debe valer tanto como mi honestidad.

—- Las palabras deben de ir acompañadas de hechos Masiel, no todo es hablar sin justificación.
Sólo te doy un consejo Masiel. No seas tan ingenua y caigas tan rápido, tú misma debes de valorarte y en verdad lamento no poder amarte como te mereces.
Discúlpame, quiero acompañar a mi amigo en estos momentos tan difíciles.

Thiago desaparece de mi vista dejándome consternada con sus palabras.
Tomo asiento en un banco poniéndome a pensar en todo lo que me sucede y quién tiene la culpa. Quizás sea yo, pero una es tonta hasta cierto límite.
Estoy segura que detrás de todo esto está involucrado Orlando, sino... ¿Cómo iba a saber Thiago lo del jardín? Y a decir verdad, tenía muchas ganas de llegar a más si no hubiera sido por su maldito comentario.

-— Ves, te lo dije Masiel, ese pijo no te conviene. Lo mejor que puedes hacer es volver a Suiza y darle puerta. Hombres como ese hay a montones pero como tú poquitas. — Petra Belmon me da sus consejos. Cuando me siento perdida y sin saber que camino tomar la llamo.

—- Llevas razón Petra, pero ahora mismo no puedo marcharme, tengo asuntos que resolver y pronto tendré que reunirme con Thiago ante el juez para que nos dé una maldita vez la nulidad del matrimonio.

Hablo con Petra un rato más hasta que veo aparecer a Manuela con su pañuelo en mano muy preocupada.

-— Masiel, ¿Cómo estás aquí tan sola? Hace frío, te vas a congelar.

—- He discutido con Thiago, al parecer a cambiado su manera de verme. He pasado de ser una santa a ser una diabla y todo por culpa de otros.

— ¡Oh, mi niña! Cuanto lamento todo esto. Dime, ¿Qué puedo hacer por tí? ¿Quieres que hable con Thiago y le cuente todo?

-— No. Este es nuestro secreto, y si Thiago ha cambiado de opinión hacia mí, es porque no me conoce bien, de hecho me ha dicho que no me ama.

-— ¿Cómo puede hablar así? Mi hijo es tonto y ciego. Masiel tú vales mucho y estoy segura que Thiago te ama pero no sabe cómo manifestar su amor hacia tí. Dale tiempo, y sobre todo permanece a su lado, en vez de Raquel.

— Conozco perfectamente a Raquel y sé lo astuta que puede ser y más cuando la lleva el interés del dinero o de algo que le guste. No tiene remedio, pero no entiendo porque a ella la alaban y a mi me sucede todo esto. Y sobretodo, me gustaría saber qué intención lleva Orlando con mal meter entre Thiago y yo.

-— Masiel, no quiero que te derrumbes mi niña. Desde que te conozco he visto en tí todo lo bueno y gentil de una persona. Por eso siempre he estado dispuesta a ayudarte por tus buenas acciones, igual que ha hecho Lisandro.
Sí, no me mires así tan asombrada. Lisandro habló conmigo contándome sus intenciones de dejarte como albacea de sus propiedades. Y, desde mi punto de vista, deberías aceptar su última voluntad. Porque yo misma me voy a encargar de que estudies para que puedas obtener aquello que te mereces.
Te doy mi palabra Masiel.

—- Yo... Yo... No sé qué decir...

-— No digas nada y piénsalo. Lisandro te quiere mucho y vio en tí un gran mujer. Inteligente, maravillosa y leal. Y yo, opino lo mismo.

Las palabras de Manuela me tocan la fibra sensible como para echarme a llorar. Nadie me había dicho algo así.
Siempre he sido el burro de carga, he estado peleando por sacar adelante a mi familia para que nadie me agradezca mi esfuerzo.
Ahora ha llegado el momento de ser egoísta y aceptar la ayuda de otros para hacer lo que tanto quise hacer antes y nunca he podio.
Estudiar para obtener un buen empleo y poder decir que soy todo una mujer de negocios.

-— Acepto su ayuda Manuela. Cuente conmigo para todo y le prometo que voy a ponerme a estudiar y a darlo todo de mí.

Manuela me observa con un brillo de cariño en su mirada dándome esa confianza que tanto he buscado y no he encontrado.

Paso al hospital y veo a Thiago hablando con Orlando.
Al verme los dos se quedan fijos mirándome.
Me hago la vista gorda y cuando voy a sentarme en un sillón siento que me da un pequeño mareo.
Inmediatamente tengo a mi lado a Orlando y Thiago preguntándome por mi salud.

-— ¿Masiel estás bien? —- Hablan los dos al unísono.

-— Sí, gracias. Simplemente tengo hambre no he comido  nada desde ayer. Voy a la cafetería a buscar algo de comida.

-— No. Quédate sentada nosotros iremos a buscarte algo de comer. — Thiago me hace de sentarme para ir junto a Orlando a la cafetería.

Por supuesto, yo salgo detrás de ellos hasta llegar a la cafetería donde hago mi pedido de comida siendo observada por ambos y regañada por Thiago.

-— No seas terca, nosotros pagamos el desayuno.

-— Tranquilo señor Ankara yo tengo dinero para pagarme mi desayuno e invitarles a un café. -— La mirada de Thiago a cambiado de clara a oscura y apretando su mandíbula me dice que tome asiento que él mismo pagará mi desayuno.

-— Enserio señor Ankara, no es necesario que pague mi desayuno de hecho quiero invitarles.

-— Deja de jugar señora Ankara y no tientes a tu suerte o...

—- O...¿Qué? No soy una muñeca de trapo señor Ankara puedo apañarmelas por mí misma como siempre lo hecho. Vamos que le agradezco su detalle pero conmigo no cuela.

— Te recuerdo que sigues siendo mi esposa señora Ankara. -— Me enfatiza "señora Ankara".

Por supuesto no pienso bajarme del burro y sigo protestando con enfado hasta que Orlando pone orden entre nosotros debido a que la gente nos está mirando.

Los tres nos sentamos en una pequeña mesa donde yo mastico mi bocadillo molesta con Thiago el cual toma su café tan tranquilo echándose pequeños trozos de bizcocho a su boca con algo de erotismo.
Cabron, le doy una patada en su pierna harta de que actúe de forma provocativa.
Me levanto de la mesa viendo como habla en tono divertido.

-— ¿Quiere que le acompañe algún lado señora Ankara?

—- No gracias. No quiero que te rompas la crisma por andar vigilando me.

-— Es mi deber cuidar de usted mi bella esposa. —- Su proximidad me enerva más por lo que voy a darle un bofetón pero me para.
Ahora su rostro ha cambiado gradualmente.

-— Escúchame Masiel, no vuelvas a tratarme como un extraño y mientras sea mi esposa voy a estar al pendiente de tí, cada paso que des, con quién hables, hasta las veces que vayas al baño te voy a estar vigilando.

-— Dos semanas me quedan para dejar de ser tu esposa de papeles. Porqué debo de recordate que nuestro matrimonio no se ha consumido. -— Esbozo una sonrisa de victoria viendo como Thiago se relaja aprendiendo la lección.

Me volteo dándole la espalda para ir hasta la sala de espera donde tomo asiento junto a Manuela y Erica.
Las tres hablamos de cosas personales siendo observada por Thiago y Orlando.
Al levantarme para ir a buscar unos cafés Orlando quiere acompañarme.
Sin pelos en la lengua le pido amablemente de irse a la mierda.
Sorprendido me pide que no le hable de ese modo.

-— Te hablo así con razón.

-— No entiendo nada, tampoco es para que te pongas así.

-— Tengo motivos suficientes para pensar que estás fastidiando me delante de Thiago. —- Cruzo mis brazos por debajo de mi pecho molesta.

— En verdad Masiel no te entiendo en absoluto. Simplemente me estoy preocupando por tí. Sé que la visita de Thiago nos puede afectar, pero debo decirte que ya está todo aclaro entre él y yo.

— No sabes cuánto me alegro de que estéis bien. Pero te advierto una cosa Orlando, conmigo no juegues. De hecho, te quiero a medio metro lejos de mí y tus babas las reservas para otras. ¿te ha quedado claro Orlandito?

— Creo que sí.

— Buen chico. Ahora me voy a por los cafés.

Desaparezco de la vista de Orlando para sentir la presencia de Thiago detrás mío.
Hago como que es invisible pero su voz cálida acariciando mi nuca con su aliento consigue que me entre los siete males.
Quiero voltearme pero si lo hago temo que ocurra algo.
Hay como puedo me volteo con los cafés en las manos.
Cómo temía, él está demasiado cerca, tanto que con su altura me da sombra.
Sin apartar sus ojos de mí me quita los cafés de las manos, esboza una bonita sonrisa y se marcha dejándome pegada al suelo.
Este hombre no hay quien lo entienda.

Regreso de nuevo a la sala de espera, todo es un silencio, la familia de Orlando lo rodean y Manuela me avisa de la trágica noticia que le han dado los médicos.
Me quedo de piedra abriendo mis ojos al máximo sintiendo un fuerte golpe en mi pecho, miro en dirección donde se encuentra Orlando hablando con algunas personas, me gustaría acercarme pero no lo hago, pienso que mejor me mantengo al margen.
Tomo asiento en un sillón y Thiago a mi lado.
La idea de que Lisandro se muera me hace de abrazar a Thiago llorando en su pecho donde él pasa su mano por mi espalda tratando de consolarme.
Alzo mi cabeza levemente encontrándome con una mirada transparente y tierna, su mano descansa en mi mejilla, inmediatamente comienza arder ante su contacto y este alocado corazón no tarda en golpearme contra el pecho donde vencida caigo de nuevo en sus brazos esperando algún tipo de respuesta por su parte.

Al caer la noche, decidimos marcharnos. Orlando se queda con sus familiares, me despido de él y marcho junto a Thiago a su casa.
Al entrar me quedo observándole como se quita la chaqueta y con porte de caballero me quita la mía.

— ¿Quieres comer algo? — Me pregunta apoyándose en mis hombros con mirada burlona.

— La verdad que tengo hambre. Pero vamos yo con cualquier cosa me apaño.

— ¿Te apetece que te prepare algo de pasta?

— Hombre eso no está mal, pero no me llena. Yo con un pollito asado quizás cene bien.

— De acuerdo, voy a llamar para que traigan la cena. Mientras voy a darme un baño.

— Si quieres te acompaño para frotar tu espalda. — ¡Mierda!  ¿Porque hablo de más?

— Por mi que no quede. Ven. — Extiende su mano y yo la sujeto caminando juntos hacia el baño.

Sí, estoy nerviosa, mucho. Más todavía. Coño que es mi primera vez. Mis piernas tiemblan y mi cuerpo está como la torre de pisa más de lado que firme.

— ¿De verdad que quieres hacerlo? — Me susurra al oído mientras sus manos frotan mis brazos con suavidad.

— Espero que sí. — Respondo sumisa a él.
Yo nunca he estado con un hombre y ahora quiero que sea Thiago mi primer amante.

— Déjate guiar por mí, prometo que voy a ser mejor que Orlando.

De verdad, ¿Porqué demonios me tiene que pasar todo lo malo a mí? Otro tal que baila.
¿Es que no puede cerrar la boca?

Hace un segundo me había abrasado con su manera de seducirme, ahora mismo estoy quemá por su maldita manera de hacerme sentir como una más.

— Tú eres tonto, ¿Verdad?  Voy a hacer el amor contigo por primera vez y vas y me sueltas está comparación. Pero chico cállate y limítate a tus deberes.

— Deja de hacerte la santa Masiel y admite que estuviste con Orlando.

— ¿Qué tengo que admitir Thiago?

— No lo niegues, y dime qué te entregaste a Orlando. — Lo que parecía ser el momento que tanto había esperado ahora resulta que se ha convertido en un ring de boxeo.

— Thiago, no hay peor persona que escuche y se haga el sordo y vea y se haga el ciego para no hablar cuando sea necesario.
No deseo darte explicaciones de lo que hago, pero si quiero que sepas  de que sí me hubiera gustado seguir adelante con este momento tan íntimo.

No puedo decir nada más debido a mi maldito golpe en mitad de mi pecho que hace que quiera llorar.
No debería llorar, pero me resulta tan complicado pensar de que me traten por lo que no soy cuando yo estaba dispuesta a dejarme llevar.
Después de todo ha sido mejor así.

Me meto en la que fue mi habitación para cerrar con llave y tumbarme en la cama y dormir.
Al final no he cenado, por lo que bajo a la cocina y rebusco en la nevera algo para comer.
Me lo pongo en una bandeja la comida y vuelvo a mi habitación para comer sola mientras escucho la voz de Thiago hablando por teléfono.
Al terminar de cenar, me vuelvo a tumbar en la cama para descansar.

Nada más amanecer escucho un ruido y voces.
Verás que le haya pasado algo a Lisandro.
Me levanto rápidamente de la cama, me voy al baño me lavo la cara y como dormí vestida solo intento quitar un poco las arrugas.
Al llegar al salón me llevo la sorpresa del día.

— Buenos días Ratita. — Raquel y sus payasadas.

— ¿Qué haces aquí Raquel? — Gruño acercándome hasta ella.

— Obvio. He venido para estar con Orlando, Thiago me ha contado lo sucedido con su padre y tras pensarlo he querido acompañar a Orlando en estos momentos tan difíciles.

— ¿Acompañarlo? Dirás qué has venido a recuperar lo que tratas de conseguir. — Me dirijo a mi hermana en un tono de rabia e impotencia por la descarez que tiene de presentarse después de lo que hizo.

— ¡Basta ya! Masiel, debes de controlar tu comportamiento, creo que no es el momento adecuado en estos momentos.
Raquel  está haciendo una buena causa y yo mismo me encargo de llevarla hasta el hospital.

— A ver, a ver. Que no me entero.
Me estas queriendo decir que después de lo que hizo mi hermanita, donde no actuó nada bien, ahora vas tú y la defiendes haciendo que no ha pasado nada.
O soy yo que soy tonta o los idiotas sois vosotros.

— No te permito que sigas hablándome así. ¿Qué quieres conseguir Ratita? ¿Lastimarme con tus palabras? Pues lo has conseguido. — Raquel y su papelón para ser ganadora de un premio a la mejor actriz finje llorar.

Y lo que más me fastidia es ver cómo Thiago la consuela.
Harta de ver tanta escena, aparto hacia un lado a Thiago y enfrento a mi hermana.

— A mí no me engañas Raquel. Nos conocemos muy bien y sé que eres una arpía. Deja de montar este teatro y dime delante de Thiago que amas a Orlando pero quieres la billetera de Thiago.

— Eso no es verdad. Amo a Thiago. Sí, a Thiago. Te amo desde hace mucho tiempo pero lo he estado callando y si me fui con Orlando fue porque quería que entendiera que no lo amo, él está muy obsesionado conmigo.

— ¡Maldita sea! Deja de verme la cara de estúpida. Estás enfrentando a dos amigos, tú no amas a Thiago, solo te interesa su dinero porque no lo conseguiste con Orlando y ahora que su padre está muy mal vienes a buscar a Orlando para obtener su dinero y llevar esa vida de caprichos que según tú te mereces.

— ¡No! No amo a Orlando, no lo quiero y quiero que recapacite. Yo solo lo veo como un amigo.

— ¿Eso es cierto Raquel? — Sin saber por dónde ha salido veo a Orlando caminar lentamente hacia nosotras.

Se hace un silencio. Raquel mira a Thiago, éste le hace una señal con la cabeza y es hay cuando Raquel le confiesa de no amarlo.
La reacción de Orlando es inmediata.
Sujeta con firmeza por los brazos a Raquel al borde de la histeria preguntándole porque no lo ama.
Este tío se droga o es tonto por naturaleza.
Decido intervenir.

— Orlando deja de rebajarte, entiéndelo  Raquel no te ama, déjala de una vez por todas.

— ¡Cállate mosquita muerta! — Orlando me da un empujón haciendo que mi espalda choque contra el cuerpo de Thiago.
Algo que lo hace reaccionar.

— No toques a mi esposa y menos le faltes el respeto.
Y tú Raquel, ya has dicho lo que tenías que decir, te pido que nos dejes a solas.

— No me voy ir. Sé perfectamente como Masiel te va querer convencer de lo contrario.

— Gata venenosa. Yo no soy así. — Thiago me sujeta, porque estoy a punto de soltarle la mayor hostia jamás contada a mi hermana.

— Orlando llévate a Masiel yo hablaré con Raquel.

Me suelto de los brazos de Thiago y me marcho por mí misma totalmente rabiosa cerrando la puerta con un fuerte golpe.
Detrás mío no viene nadie, ni Thiago y mucho menos Orlando.
Definitivamente Raquel ha vuelto a ganar.

Camino abrigándome bien debido al frío que hace.
Camino sin rumbo queriendo poner mi mente en blanco, no lo consigo porque la rabia de pensar en la forma tan falsa de actuar de mi hermana dejándome mal ante los ojos de todos me enerva la sangre.
Entro en una cafetería, voy a pedir un café y me doy cuenta que no cogido mi bolso.
Salgo de la cafetería y camino hacia el hospital, no sé porqué pero tengo un palmito en mi corazón.

Consigo llegar al hospital, al entrar en la sala de espera, Erica me avisa de entrar en la habitación dado que los medios han permitido que entren a despedirse algunos familiares y amigos.
Nada más entrar en la habitación veo a Lisandro dormido, respirando con mayor dificultad, tomo su mano y le beso su mejilla dejando caer mis gotas saladas por mis mejillas, entiendo perfectamente que la despedida ha llegado y este es el momento.
Entre lágrimas rezo y sin soltar la mano de Lisandro escucho como la máquina avisa de que su vida se apagado para siempre.

Amargamente lloro siendo observada por varios familiares y médicos que atienden a Lisandro.

Al salir, veo abrazados a Raquel y Orlando.
Tomo asiento alejándome del lugar donde están ese par de dos.
Me paro enfrente de una ventana observando cómo llueve y como mi corazón se descarga de dolor.
Unos brazos me rodean por detrás haciendo que voltee para tomarme como refugio con su pecho.
Thiago trata de consolarme, y aunque tenga ganas de mandarlo lejos, no tengo las suficientes fuerzas como para hacerlo.
Sólo quiero llorar y que al menos alguien me consuele.

— Gracias Thiago.

— Déjame limpiar tu rostro y abrazarte, por favor. — De verdad no entiendo a este hombre.
Pero vamos que yo me dejo de abrazar y mas para fastidiar a mi hermana.
Porque ver la cara de mala leche que tiene y como sus ojos son dos lanzallamas, no tiene precio.

Ya va siendo hora que vaya aprendiendo que en la vida no todo es de color rosa y siempre te va sonreír la suerte. Aunque conociendo a mi hermana, estoy convencida de que hará cualquier cosa por salirse con las suyas.

Temprano en la mañana, comienza el funeral por Lisandro, me encuentro sentada justamente enfrente de Orlando.
De vez en cuando nos miramos, siento mucha lastima por él por eso me levanto para ofrecerle una botella de agua.
Al entregarle la botella me pide de salir del tanatorio porque quiere respirar aire puro.
Salimos hacia la calle donde el cielo se tiñe de gris, los dos miramos hacia el cielo en silencio hasta que siento como Orlando me abraza llorando en mi hombro.
No hago ni digo nada, simplemente lo abrazo dejando que cese su llanto.

— Vaya, ¿Estas aquí Orlando? — La voz de Raquel retumba mis oídos.

— Estamos de duelo Raquel, reserva tus ideas maléficas para otro momento.

— Eres muy astuta Masiel. Bien sabes hacer el papel de víctima para jugar con ambos.

— Cierra la boca o te la cierro de un bofetón. — Me paro muy cerca de Raquel rabiosa.

— Te pones así de enfadada por qué llevo razón. La verdad duele Masiel y admite que algo has hecho para ganarte la simpatía de Lisandro y convencerlo de ser mejor que yo con alguna intención. Mientras alargas el matrimonio con Thiago sabiendo que no te ama para fastidiarme, porque no soportas la idea que nos amemos.
Eres una manipuladora Masiel, eres peor de lo que aparentas.

Ya no puedo soportarlo más y acabo dándole un bofetón a Raquel.

— No vuelvas a pegar a tu hermana. — Me dice muy serio Orlando empujándome hacia atrás.

— No me toques, y tú no eres quien para decirme lo que tengo o no que hacer con mi hermana. Este asunto es entre nosotras tú andas sobrando.

— Me he involucrado por qué me importa Raquel y no voy a permitir de que la lastimes.

— Anda hermoso y mírate en un espejo para que te veas la cara de estúpido que tienes. Andas defendiendo a una mujer que te manipula a su antojo. Y si te digo esto, es porque la conozco muy bien.

— No entiendo porque tenéis que pelear de este modo en un momento tan importante como es. Masiel, de verdad no tienes respeto por nada. — Interviene Thiago.

— Antes de hablar asegúrate de lo que dices. Ha sido Raquel quién ha empezado todo esto. Se la lleva la envidia y tiene que liarla para hacerme quedar mal ante tus ojos.

— No me hagas de reír Masiel, eres tú la que vas provocando todo y todo porque me tienes mucha envidia.

— ¿Envidia de qué? No me hagas de reír. — Disimulo una risa falsa.

— No lo niegues pero yo siempre he vivido con lujos y tú en un barrio pobre por qué no quisiste estudiar, siempre has dicho que nuestros padres me preferían a mí porque estudiaba, era obediente mientras que tú andabas con esos amigos que no te han aportado nada salvo meterte en problemas y causando problemas a nuestros padres. Y ahora mira, hasta tú propia amiga discapacitada que tanto defendidas te ha dado la espalda, ni siquiera te habla. Y de tu amigo Chechu que decir.
O tengo que recordarte cuando tuvo que ir papá a la comisaría para pagarte la fiancia para que te soltaran porque habéis robado tú y tus amigos.

— Me queda claro que cada vez eres peor persona Raquel. — Odio, es lo que siento en estos momentos por Raquel y lo peor de todo es que tanto Orlando cómo Thiago han creído en su palabra.

Sólo hay verlos como se marchan los tres prohibiéndome pasar al tanatorio Orlando, según él para evitar problemas porque no tengo educación.
Thiago se va con ellos después de echarme una última mirada llena de lástima.

Siento mi cuerpo al rojo vivo se la impotencia y ganas de gritar por lo que me hace mi hermana.
Y más tener que callarme porque ella siempre ha sido la hija perfecta, la que sacaba buenas notas mientras yo debía de ayudar en casa, la que no me callaba porque a Raquel la consentian más que a mí, y yo debía de conformarme con sus cosas usadas.
Conclusión, mis padres no nos han tratado del mismo modo a pesar de ser gemelas.
Raquel ha sido siempre la preferida y yo el burro de carga.
Y al parecer sigo siendo observada del mismo modo por dos hombres que pensé tener sentimientos hacia ellos.
Pero que en estos momentos, donde mis palmas de la mano me duelen a rabiar, mi cuerpo arde de dolor mezclado con rabia me doy cuenta que no vale la pena estar molestando a dos hombres que ven en mí todo lo malo.
No sé si esto me pasa por estúpida, si me lo merezco o no. Pero una cosa tengo clara, y es alejarme de ellos y dejar que el tiempo ponga a cada uno en su lugar. Tarde o temprano, se le va caer la careta a Raquel, pero entonces yo no estaré para defenderla como siempre lo he hecho.
Eso no lo cuenta, solo cuenta lo que le conviene.
Y lo mejor que me conviene es coger un vuelo e irme lejos de Londres y volver a mi barrio pobre y continuar con mi vida pobre, pero honrada.

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