Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo #8: ''A pesar del miedo...''

22 de abril de 2023. Ciudad de Buenos Aires, Argentina.

Día 50 de 365.

Si tuviese que contar las veces que estuve a punto de decirle que lo quería, no terminaríamos hoy. Todos esos momentos pasan por mi cabeza como luces de lo que podría haber sido.

¿Qué habría pasado si se lo hubiera dicho?

«No ganas nada preguntándotelo, no puedes retroceder el tiempo.»

Lo sé, pero hay días en los que no puedo evitarlo.

El sentir que durante tanto tiempo, y tal vez aún hoy, no hice más que actuar como una cobarde, me lastima. Entiendo las consecuencias de haberlo dicho; probablemente me hubiese mandado a comer mierda y pensaría que estaba bromeando, o peor aún, simplemente habría dejado de hablarme.

Y yo tenía tanto miedo a cualquiera de esas dos opciones. Con los años, Manuel se convirtió en algo más que mi mejor amigo; es una parte de mí. No sé cuándo nos volvimos tan cercanos, si fue gradual o si siempre fue así, construido sobre pequeños momentos en los que conectábamos sin esfuerzo.

Nunca quise perder lo que teníamos. Trece años después, me pregunto si esos momentos significaron más para mí que para él. Aunque sé que me quiere, me pregunto si fui la única que se entregó por completo a nuestra amistad.

«¿Y ahora te das cuenta?»

Supongo que siempre lo supe, pero nunca quise admitirlo en voz alta. Es más fácil vivir en una mentira cuando estás enamorada que aceptar la realidad de que las cosas no son como esperas. Y al hacerlo, te pierdes a ti misma.

Sé que todos deben pensar: ''Este pibe es un idiota, nunca supo valorarte.'' Y en cierto modo tienen razón. Pero yo sabía quién era desde el principio, sabía a lo que me enfrentaba cuando decidí ser su amiga. Manuel nunca fue fácil, y decidí aceptarlo.

Ambos tenemos la culpa en esto. Y de las decisiones que he tomado en estos últimos años, soy la única responsable.

Lo entiendo ahora, después de tanto tiempo separados, mientras empiezo a centrarme en mí misma de nuevo. Necesito encontrarme más allá de nuestra amistad, reconocer mis errores aunque eso no signifique que él haya dejado de importarme.

Tengo que perdonarme. Perdonarme por lo que hice y por lo que no hice. Sin ese perdón, nunca podré avanzar. Y necesito avanzar.

Tengo que dejar de tener miedo.

«O tal vez actuar a pesar de ese miedo.»

Exactamente. El miedo es natural, nos recuerda que estamos vivos y que las cosas pueden salir bien o mal. Pero si no nos arriesgamos, nunca lo sabremos.

Así que, en este nuevo año de mi vida, en estos 365 días, en este proyecto "Reformar a Maggie Bermúdez", también incluiré el permitirme arriesgar.

—Maggie, ¿me estás escuchando? — Andrés me saca de mis pensamientos con su tono molesto. Me mira con sus ojos verdes y el ceño fruncido, dejando la lata de Coca Cola a un lado. — ... No has escuchado nada, ¿verdad?

Suspiro.

«Algo que hay que saber sobre Maggie Bermúdez es que se distrae fácilmente.»

Como aquella vez que...

«Estás haciéndolo de nuevo.»

¡Ah, cierto!

—Perdón, Andrés. En serio, no lo hago a propósito. Me perdí en mis pensamientos — respondo con una sonrisa que dice "tienes que quererme". Su expresión se relaja un poco. — ¿Qué me estabas diciendo?

Suelta una carcajada. Me agrada esta familiaridad que se ha formado entre nosotros desde que nos conocimos. Pasamos mucho tiempo juntos, nos vemos casi todos los días. Hoy estamos sentados en una plaza, comiendo unas hamburguesas que compramos en el kiosco. Verle se está convirtiendo en una de mis cosas favoritas del día.

Obviamente, todo en un plan netamente amistoso.

«Seguramente.»

¿Qué?

«Nada, nada.»

—Te decía, — su voz es gruesa pero calma, es como detenerse a escuchar uno de esos locutores de radio — que si te gustaría que te acompañe mañana — le da otro mordisco a su hamburguesa con queso.

Mañana tengo que ir de manera presencial a la facultad para resolver algunos asuntos pendientes para poder inscribirme para el siguiente cuatrimestre. Odio tener que lidiar con trámites, creo que es de las peores partes de ser un adulto.

«Eso y tener que pagar las cuentas.»

—Por muy tentador que suene, parte del plan de ''Renovar a Maggie Bermúdez'' es que tengo que ir y afrontar algunas cosas por mi cuenta —carraspeo un poco — pero te lo agradezco Brisko amigo, es muy considerado de tu parte.

Andrés sonríe, me gusta mucho su sonrisa. Hablar con él es sencillo, es de ese tipo de personas que sientes que puedes contarle cualquier cosa y probablemente termine burlándose de ti, pero no te juzgará. Así que cuando le conté todo sobre mi plan de salir al mundo, enamorarme y vivir su reacción no fue de un ''esta piba está más tostada de lo que se ve a simple vista'' sino que fue un más ''si necesitás de algún amigo, podés contar conmigo''.

—De acuerdo. — responde mientras asiente — Si cambiás de parecer, sabés que estoy a un mensaje de distancia.

Asiento también y doy un pequeño golpe en su hombro.

—Lo sé, gracias.

Nos quedamos en silencio unos segundos, mientras vemos como unos niños juegan a la pelota unos metros adelante.

— ¿Has sabido algo de Patricia? —pregunta de repente, justo en el momento que uno de los niños ayuda a otro que se ha caído tras darse un pelotazo en la cabeza.

«¿También le contaste de Patricia?»

Bueno, bueno. Es difícil guardarle secretos a mi Brisko amigo, además no es como si fuese a contárselo a alguien. Ni siquiera la conoce.

Reviso mi teléfono.

No, nada. Ni un mensaje.

Hoy es el día en que Patricia le contará a Francisco sobre el bebé. Habían quedado en encontrarse hace unas horas en casa de él, y mi preocupación por mi amiga aumenta. Recuerdo su expresión nerviosa y pálida del día anterior al despedirnos en el trabajo. Solo pensar en eso me hace sentir náuseas.

—Nada —respondo enseñando el ''sin notificaciones nuevas'' en mi teléfono — espero haya salido bien.

Lo siento suspirar y volteo a verle, su mirada está un tanto perdida.

—Si el pibe tiene algo de sentido común, que espero que lo tenga, saldrá todo bien —suelta —estar ahí para ella y el hijo que van a tener... —su voz de corta de repente, no añade nada más, pero no siento que no es porque no quiera hacerlo, sino más bien que no sabe cómo.

— ¿Estás bien? —le pregunto mientras pongo una mano en su hombro — ... ¿pasó algo?

Niega con la cabeza, pero puedo ver como sus ojos se han tornado un tanto cristalinos. Andrés tiene veintiocho años, es decir, tan solo es un par de años mayor que yo, pero el chico que tengo a mi lado parece haber envejecido de golpe mientras recuerda algo.

—Es solo que —carraspea —a veces es mejor actuar bien por más miedo que tengas, que arrepentirte después porque dejaste que el miedo ganara.

«Habla como alguien que ha tenido que vivirlo en algún momento.»

— Nunca hemos hablado de tu ex.... —digo en voz baja, tanteando el terreno —¿Quisieras comentarme?

—Si, quisiera —una sonrisa triste se refleja en su rostro— pero no hoy Maggie.

«Ah, yo quiero chisme.»

¡Shh!

Le doy un abrazo corto.

—Estoy acá siempre que quieras hablar de lo que sea —le dedico una media sonrisa— lo sabes, ¿verdad?

Asiente.

—Gracias, Brisko amiga.

—Por nada, Brisko amigo.

Observo el reloj en mi teléfono: son las dos y media de la tarde.

Tengo que irme si quiero llegar a tiempo al trabajo.

Me levanto y lo veo mirándome. —Tengo que ir a trabajar, lamentablemente sigo sin tener un "sugar daddy" que me mantenga. —Su risa llena el aire mientras se pone de pie también.

—Yo también debería trabajar —responde con una sonrisa pícara—. Será una especie de "home office", pero igual tengo una fecha de entrega.

Andrés es escritor de cuentos infantiles. No es muy conocido, pero en los últimos años ha publicado una selección de cuentos con muy buenas ventas.

«Ah, qué lindo ¿verdad? Poder vivir de lo que uno ama.»

Es el sueño de todos, me parece.

—Dale —me acerco para darle un beso en la mejilla—. Te escribo.

Asiente y luego me doy la vuelta hacia la parada del autobús.

Ser adulto realmente apesta.

«¿Solo 'a veces'?»

Es solo para no deprimirme a mí misma ni a nadie más.


— Y... ¿cómo resultó todo? — murmuro discretamente, intentando no llamar la atención. La mirada de Patricia se centra en mí, con los ojos un tanto enrojecidos, como si hubiera estado llorando.

— Bien — responde en el mismo tono. — Al menos, en teoría, diría yo.

— ¿Qué quieres decir?

— Al principio estaba muy asustado. Me preguntó como tres veces si estaba segura. Creo que no me creyó hasta que le mostré el ultrasonido...

Coloco una mano en su hombro, comprendiendo la situación.

— ... después, cuando le expliqué que había decidido tenerlo y que la decisión de cuánto quería participar era suya, se acercó y me abrazó. Me dijo que estamos juntos en esto.

Siento cómo se me ensancha el corazón y una corriente de alivio recorre mi cuerpo.

«Me agrada Francisco.»

A mí también.

— Eso es bueno — respondo con una sonrisa, pero Patricia no responde de vuelta. Tengo la sensación de que hay más en la historia. — ¿Por qué no estás más contenta?

Mi amiga suspira mientras coloca unas servilletas sobre las mesas que acabamos de preparar en el salón, sin decir nada durante un par de minutos.

— Me pidió que me casara con él.

Qué

La caja de cubiertos que tengo en la mano cae abruptamente al suelo, atrayendo las miradas de todos, incluyendo las de Francisco y Camila, que están al otro lado del salón.

Ay, qué pena.

«Maggie siendo Maggie.»

Me agacho para recoger los cubiertos y murmuro:

— ¿Qué te pidió qué? — Eso realmente no me lo esperaba.

Por la expresión en el rostro de Patricia, parece que ella tampoco.

— Lo que oíste. Francisco me pidió que me casara con él. — Se agacha un poco para ayudarme a recoger los cubiertos.

— ¿Y qué le dijiste?

— Pues obviamente le dije que no.

Y sí, sería lo más sensato.

— ¿Cómo se lo tomó?

— Y, en realidad, no muy bien... tuvimos una discusión y terminé yéndome enojada de su casa.

— Pues es que...

— Che, es decir — me interrumpe — está bien que nos conozcamos desde hace años y que hayamos estado teniendo una aventura fugaz, y de repente ¡boom! Hay un bebé en camino. Pero, Maggie, estamos en pleno siglo XXI, dos personas pueden tener un bebé sin necesidad de casarse.

— En eso tienes razón.

— Además, si en algún momento decido casarme, tendría que ser porque hay amor romántico de por medio. Y aunque nos tenemos cariño, no nos queremos de esa manera.

— Y si... — de nuevo no me deja hablar.

— ¡Pero no! ¡Él no lo entiende! — eleva un poco la voz, indignada. — Él, tan pragmático, dice que sería lo más conveniente para ambos y para nuestro hijo. ¿Podés creer que él asumía que era un hecho? Te juro que hay veces en las que no lo soporto.

— Pat, estamos llamando la atención. — En ese momento, mi amiga se da cuenta de que algunas miradas están sobre nosotras, incluida la de Francisco, el padre de su futuro hijo.

Respira hondo un par de veces antes de volver a hablarme:

— Sé que eventualmente tendremos que ponernos de acuerdo en todo esto, pero por ahora no quiero verlo ni en pintura.

Observo cómo Francisco, con el ceño fruncido, comienza a acercarse a nosotras.

— Pues tendrás que decírselo a él — respondo mientras señalo hacia nuestras espaldas. Ella palidece al verlo acercarse.

— Me voy al... baño — dice en lo que parece ser el comienzo de una crisis nerviosa, actuando más como una adolescente que como una mujer de treinta años. — Si pregunta, dile... no sé, que me fui a la luna el fin de semana. — Y sin más, empieza a caminar por el pasillo hacia el baño.

A toda velocidad. Demasiada.

«Mírala, podría competir en las Olimpiadas.»

¿Qué acaba de pasar?

No puedo procesarlo antes de que Francisco llegue a mi lado:

— ¿A dónde va? — pregunta mientras la ve alejarse.

— Dijo algo de irse a la luna el fin de semana.

Suspira y niega con la cabeza.

— Creo que debería hablar con ella. — Su tono es nervioso, me mira fijamente, probablemente asumiendo que ya estoy al tanto de la situación. — Vos sos su mejor amiga, ¿qué creés que debería hacer?

— Para empezar, no la presiones si no quieres que siga alejándose de ti — asiento, sintiendo compasión por él. — Y después, ve tras ella. Y Fran, tómatelo con calma, todo saldrá bien.

¿Eso acaba de salir de mí?

«Hasta yo me sorprendí.»

El moreno asiente y, sin decir una palabra más, comienza a caminar por el pasillo en dirección a donde Patricia ha desaparecido.

Observo cómo se aleja. Me sobresalto cuando siento una mano en mi hombro y me giro para encontrarme con los ojos negros de Camila, mi otra compañera.

— Oye, ¿sabés qué está pasando? — pregunta, mirando en la dirección en la que han desaparecido los dos.

Ay, Dios, ¿y ahora qué?

«Nada, no digas nada.»

— Supongo que tienen algunos asuntos que resolver — me limito a responder mientras me encojo de hombros.

Puedo ver la expresión decepcionada en el rostro de Camila. Supongo que espera algún chisme jugoso, pero no es mi lugar contar nada.

«Eso, Mags, vamos aprendiendo.»

— Está bien —concede, dejando escapar un suspiro — . Aunque tenemos un problema.

Frunzo el ceño, sin entender a qué se refiere.

Camila señala el restaurante lleno de gente a nuestro alrededor: — Mirá, el restaurante está a reventar y ahora solo quedamos nosotras dos... aunque, bueno, yo tengo que volver a la caja, así que, en realidad, eso te deja solo a vos.

Mierda.

29 de abril de 2023. Ciudad de Buenos Aires, Argentina.

Día 57 de 365.

Ha sido una buena semana. Finalmente pude completar los trámites para poder inscribirme en el siguiente cuatrimestre, lo único que me falta por hacer es ver cuántas materias voy a inscribir y los horarios.

El haber empezado todo este proceso, el sentir que estaba haciendo todas estas cosas por mí y mi crecimiento me hace sentirme orgullosa.

Un orgullo de mi respeto hacia aquello que me propuse.

ANDRÉS (MI BRISKO AMIGO):

¿Ya has pensado en cuántas materias te gustaría inscribir?

YO:

Estaba pensando en dos, pero tendría que ver bien con los horarios del trabajo, tampoco quiero sobresaturarme.

ANDRÉS (MI BRISKO AMIGO):

Te entiendo, lo bueno es que todavía tienes unas semanas más para pensarlo.

Asiento, como si él pudiese verme.

YO:

Exacto.

ANDRÉS (MI BRISKO AMIGO):

Bueno Maggie, voy a ir a dormir, tengo que levantarme temprano mañana.

YO:

Dale, que descanses c:

ANDRÉS (MI BRISKO AMIGO):

Descansa c:

Me levanto del sillón en donde he estado conversando con él por teléfono la última media hora, y me dirijo al baño a darme una ducha.

Salgo de la ducha con un pensamiento en la cabeza.

Es miércoles, son las once de la noche.

Siempre es miércoles cuando me permito extrañarlo. O al menos mantener el pensamiento más de lo debido en mi cabeza. 

Voy a la cocina y hago pochoclos, aunque sé que no los voy a comer. Los dejo sobre la cama y me pongo a buscar en Netflix, como si algún día la pantalla me devolviera a él, riéndose en mi habitación, peleando por quién elegía la película.

Nostalgia.

pu...ta... nostalgia.

«Que cosa tan complicada es la nostalgia. Pero eres más fuerte que esto Maggie, no puedes retroceder.»

¿Qué estará haciendo ahora? En trece años nunca pasamos tanto tiempo sin hablar, pienso en todas las cosas que me han sucedido en las últimas semanas y lo mucho que me gustaría contárselas.

No voy a volver a donde estaba antes de comenzar todo esto, lo prometo.

«Ay...»

Tomo el teléfono y desbloqueo el número que he estado con todas mis fuerzas intentado ignorar.

No lo pienso y marco.

Uno, dos, tres tonos.

¿Y si no responde?

«Yo no sé ni para qué me molesto.»

— ¿Mags?

Mierda.

—Hola...

—Que lindo es oír tu voz.

«Aiuda.»

Es como si una especie de remolino estuviese levantando la arena que durante semanas han mantenido enterrados mis sentimientos por él.

«Vos solita te metiste en esto.»

—También oír la tuya —mi voz tiembla, sostengo con fuerza la cuerda del pantalón de pijama. 

Porque es así. No hay sentimiento más contradictorio el como ese sonido puede tanto construirme como hacerme pedazos. Todo, al mismo tiempo.

Por un par de segundos, el único sonido del otro lado de la línea es el de un largo suspiro. 

— ¿Está todo bien Mags?

Analizo lo que me pregunta y me doy cuenta de que si, en términos generales las cosas están bien.

Tan bien, que extraño poder conversarlas con él.

—Si, todo está bien —respondo —la verdad es que he estado haciendo varias cosas, y bueno, estoy muy contenta.

—Me alegro, no tienes idea de cuánto —hay un deje de tristeza en su voz que no me pasa por alto, esta formalidad entre nosotros era algo a lo que ninguno está acostumbrado.

— ¿Vos cómo estás?

—Estoy bien...—responde en voz baja — resolviendo un par de cosas.

Pienso en mi conversación con Candela. Me muerdo con fuerza la lengua para no preguntar, porque prometí que no lo haría. Por el contrario, suelto:

—Patricia está embarazada.

«Ay, esta piba y los asuntos ajenos.»

¡Tenía que sacar el momento incómodo!

«Pudiste haber hablado de clima, yo qué sé.»

— ¿Qué? —el tono agudo en su voz me causa gracia.

—Pues si —respondo entre risas —y no vas a creer quien es el padre.

—Ahora tienes que contar todo el chisme.

—Es Francisco.

—Nooo...—el alargamiento en la ''o'', me hace recordar viejos tiempos.

Cuando éramos chicos y nuestra amistad no era precisamente, bueno, pública. Manuel solía salir un montón con sus entonces ''amigos'' y como buenos adolescentes siempre había uno que otro chisme jugoso que contar. Así que cuando nos reuníamos, nos dejábamos caer en mi cama y pasaba la tarde entera contándomelo todo.

Ahora entiendo que esa era su manera de incluirme también. Fuese la correcta o no.

—Bueno, ya era hora, sé que estos dos se iban a terminar juntando, pero no me esperaba esto—responde también entre risas.

Espera... ¿Qué?

«Este pibe sabe cosas...»

— ¿A qué te refieres? —pregunto sin entender.

—A que Francisco siempre le ha gustado Patricia, no es nada nuevo.

Mierda, de verdad me parece que he estado ciega.

—Nunca lo noté —admito en voz baja, intentando recordar algo que me hubiese hecho pensar lo mismo.

Pero no, nada. Al igual que como le había dicho Patricia, nunca vi nada fuera de lo normal entre ellos.

—Es porque eres muy distraída, a veces hay que prestar un poco más de atención.

«No sé por qué, pero siento una especie de punta...»

Somos dos.

—Te extraño Mags —suelta de repente.

Y ahí estamos de nuevo, Maggie y Manu.

Siento el latir de mi corazón. Acelerado, sigue confirmándome que mis sentimientos no han cambiado. En lo más mínimo.

Yo también lo extraño. Muchísimo.

Pero... admitirlo, sería igual que faltarle el respeto a mi propósito de este año ¿cierto?

Aunque bueno, he sido yo la que he llamado y sería lo más obvio, y...

«¡Deja de pensar tanto Maggie!»

—Y yo a vos —suelto, con el corazón en la garganta. Y por un momento, pareciera como si del otro lado de la línea su respiración se detuviera.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro