Capítulo #4: ''¿Querés?''
18 de marzo del 2023. Barrio de Olivos, Provincia de Buenos Aires, Argentina.
Día 15 de 365.
—Y... ya ha pasado una semana.
—¿Desde entonces no han vuelto a hablar?
Niego con la cabeza.
Mi mamá se mudó al barrio de Olivos hace unos cuatro años, después de su boda con Fabián. La casa de una planta y tres habitaciones, me recuerda mucho a la que crecí en Venezuela; pintada con los más hermosos tonos azules —color favorito de mi mamá—y grandes ventanales que dejan entrar la luz. Viví acá hasta que me independicé el año pasado. Me gusta venir a visitarla, por ejemplo hoy, estamos cocinando espaguetis con albóndigas, que en esta y en cualquiera de las vidas que me toque vivir, será siempre mi comida favorita.
El sonido del ladrillo de los perros me hace sonreír. Si algo tiene mi madre, es su amor por los animales. Tiene tres, todos adoptados. Me parece que de tener más espacio, tendría acá mismo un refugio.
Por eso y más, Mariana Raquel Gutiérrez Torres, es una de las mejores personas que he conocido en el mundo. En la mitad de sus cincuenta todavía luce una muy hermosa cabellera negra que le llega a la altura de los hombros, la piel tan blanca y los cachetes rojos cual tomate (de quien los heredé); más que mi mamá, también es mi amiga.
Mi progenitora apoya el mate en el mesada de la cocina donde hemos estado conversando la última hora y me mira fijamente.
Ahora, esa mirada. La conozco bien, sé qué significa. Pero prefiero hacerme la pendeja.
— ¿Por qué me mirás así? —le pregunto. Mi mamá me sonríe.
—¡Ay, mamita! Creo que hemos hablado tanto de Manuel a través de los años, y...
''Nuevamente soy la tonta enamorada que nunca les hizo frente a las cosas'' pienso.
El olor a la carne cocinándose en la olla me distrae, haciéndome agua la boca
''¿Falta mucho para que llegue Fabián el kiosco con las bebidas y podamos comer?''
—...esta sería la segunda vez que puedo decir que estoy realmente orgullosa de cómo actuaste.
¿Qué?
— ¿Qué?
—Sí —continua — , siempre has tenido tanto miedo de expresar cómo te sientes por miedo a cómo los otros reaccionarán, tiendes a guardarte las cosas, pero ahora actuaste a pesar de ese miedo.
Hay una mezcla de emociones dentro de mí. Precisamente porque es cierto. Y aún más, si se trata de él. Por años, dejé de decirle cosas que debí haber dicho por miedo a perderlo.
—Dijiste que esta era la segunda... ¿Cuál fue la primera? —me atrevo a preguntar.
—Hace unos años, cuando finalmente te le plantaste de frente y le dijiste que ya no querías ser más su secreto ¿recuerdas? Que si iban a ser amigos, iban a ser amigos de frente con todas las de la ley —suelto una carcajada y ella también, recordando el momento.
Recuerdo la adrenalina que había recorrido mi cuerpo ese día y lo bien que se sintió finalmente haberle soltado todo en su cara y frente a todos sus amigos de la escuela.
Fue en su cumpleaños número dieciocho; hubo un montón de videos en FaceShoot sobre eso.
Y es que claro, si estaba tan armada de valor es porque fue la primera peda que me había echado en mi vida, estaba tan borracha que no me había importado nada.
—Lo recuerdo... —respondo.
—A los problemas o a las situaciones que nos incomodan hay que darles la cara, Maggie; podemos huir, pero tarde o temprano van a encontrarnos, así que ¿Por qué demorar lo inevitable?
— Mamá, ¡no joda! ¿No es porque lo enfrenté que me estás felicitando?
«Déjala hablar»
—Es verdad, estoy muy orgullosa de ti por haberle puesto un freno a sus idioteces y hacérselo saber, pero todavía, mi amor, falta un detalle más.
— ¿Y ese cuál sería?
—El de ser completamente sincera, Maggie; puedes pararte acá y decirme mil y una cosas, pero son cosas que él no sabe, de las que no es consciente, porque nunca le has dicho cómo te sientes realmente por él.
—Ya debe saberlo a estas alturas —suelto sin pensar en un intento de defenderme y luego siento como si se me congelase el cuerpo. ¿Y si siempre ha sido consciente de mis sentimientos?
«De suposiciones no puedes basarte en la vida, no puedes quedarte con los '¿y si...?'»
Touché.
Hablando en serio, ¿Será que todos a mi alrededor tienen un poder para leer mi mente y yo no me he enterado?
«Eres muy transparente»
—Y aunque él no lo supiese, no se merece que le ponga las cosas sencillas —intento excusarme.
—Tal vez no, pero no estarías haciendo esto por Manuel, hija; estarías haciéndolo por ti —suspira—; tienes que finalmente liberarte de este secreto, que ha estado contigo demasiado tiempo, porque de lo contrario, nunca vas a poder avanzar.
¿Saben de esos consejos que dan las madres y uno piensa «mierda, ¿cómo pueden ser tan sabias?» pero aun así no estás dispuesto a aceptar que tienen razón? Bueno, esa soy yo.
—Mamá, vos y yo hemos mantenido esta conversación tantas veces en el pasado, no gano nada diciéndoselo.
«Salvo que, en el fondo, vos quieres que lo sepa.»
—Además —añado—, tampoco estoy muy segura de seguir sintiendo lo mismo; es más, ni he extrañado hablarle.
«Esa no te la crees ni tú. ¿Qué tal de las diez veces que estuviste a punto de desbloquearlo anoche?»
Por el amor de Dios, por una vez, solo una, ¿puedes callarte? Déjame en paz tratando de convencerme de mis mentiras.
«Y ya después...»
¡Shhh!
«Bueno, jódete, ahora estás sola.»
¡Gracias!
—Está bien tener miedo.
—¡No es miedo! Es que Manu es... es... simplemente es... ¡Ahg! Imposible, es mejor dejar las cosas como están.
—Ambas sabemos que no crees eso.
— ¿Cómo estás tan segura?— cuestiono, tal vez un poco a la defensiva.
—Porque ambas recordamos al Manuel de esa noche, al Manu que se le volteó el mundo cuando te le encaraste.
Destellos de esa noche comienzan a tomar posesión de mi mente.
Manuel diciéndoles a todos que se fueran, que la fiesta había terminado.
Manuel agarrando mi cabello mientras vomitaba mi alma en el inodoro.
Manuel ayudándome a bañarme, prestarme de su ropa y luego acostarme en su cama.
Manuel abrazándome hasta quedarme dormida.
Una presión en el pecho. Esa que aparece cuando recuerdo que no todo ha sido malo, aquella que me hace recordar que lo quiero, que lo extraño. Sin quererlo, mis ojos se llenan de lágrimas.
Mi mamá se acerca los centímetros que nos separan y me abraza con fuerza (¿debería decirle que me cuesta respirar?) Sus dedos, acarician mi cabello, mientras me permito llorar en los brazos de la persona que más me ama en el mundo.
—Estaré aquí siempre Maggie —susurra, con convicción —... limpiaré todas las lágrimas y te levantaré todas las veces que caigas; sé que cuando estés lista harás lo que necesites hacer.
—No sé qué hacer mamá.
—A veces tenemos que hacerle caso a nuestra voz interior, por más miedo que tengamos.
La mierda.
¿Voz interior, estás por ahí?
Mente en blanco.
La puta madre, ¿quién me manda a ser testaruda?
20 de marzo del 2023. Ciudad de Buenos Aires, Argentina.
Día 17 de 365
¿Por qué tengo que trabajar y no puedo tener un sugar daddy que me mantenga?
De tenerlo, no tendría que pasar por esta situación en este momento.
El clima está pesado. Deben rondar los treinta y cinco grados, a pesar de que ya se ocultó el sol. Encima no sopla el viento, y el aire acondicionado del salón no se da abasto para la cantidad de gente que hay dentro de él.
Siento su mirada sobre mí, pero la ignoro. Me niego a aceptar que está a solo metros de distancia.
Para mi desgracia ha sido de esos días donde tenemos sobrecarga de trabajo y necesitábamos ayuda y Patricia (quien ya me ayudó en veces anteriores) no pudo negarse a tener que llamar a Manuel para que viniera de refuerzo.
Así que ahí está, tan lindo como siempre, con su uniforme lanzándome una que otra mirada.
No hemos cruzado una palabra en toda la noche, le pedí a Patricia que me pusiera a atender el salón de atrás y a él lo dejase adelante.
Cuando está cerca, soy débil, me vuelvo más frágil que la gelatina. No confío en mi cuando estoy cerca de él.
¡Mírenme, si ya tengo las manos temblorosas! Si puedo mantenerme lejos de él, mejor.
Sin embargo, todo ha salido bien. Por lo menos, hasta ahora que el turno está por terminar. Ya que por obviedad, nos toca a todos hacer la limpieza general. Estamos recogiendo las últimas mesas ¿sería muy evidente si al acabar salgo corriendo por la puerta de atrás?
Nada, de nuevo.
Voz interior, como te extraño.
El sonido del pitido de mi teléfono, me hace sacarlo de manera brusca del bolsillo del delantal. Es una notificación, de Brisko.
¿Será Andrés? Hemos estado hablando todos los días la última semana y pico, pero me dijo hace unas horas que al igual que yo tenía que ir a trabajar.
Abro el mensaje.
No, un tal Santiago.
SANTIAGO URQUIZA:
Buenas noches hermosa.
«JAJAJA, eso es porque no ha visto tu pelo ahora.»
¡Ah! ¡Ahora si apareces! ¿Dónde mierda estuviste los últimos dos días?
«En las sombras, dejándote sufrir un rato hasta que te dieras cuenta de que me necesitas.»
¡Me tomó dos minutos!
«Bah, pero soy rencorosa, y por mí me refiero a vos, somos lo mismo. Ah, vos me entendés.»
Dale, dale, prometo escuchar a partir de ahora, pero por favor, no vuelvas a desaparecer.
«Ya que resolvimos esto, volvamos a lo que nos importa... ¿Cómo es que era...Santiago?»
¡Cierto!
Miro alrededor, son las doce menos diez de la madrugada, el turno ya está por acabar. Por suerte, hoy pinta que terminaremos temprano.
Quiero responder este mensaje en privado.
—Che Pat —la llamo a mi amiga y esta levanta la vista de una mesa que limpia —. Voy un toque al baño.
—Dale, no tardés —dice, con deje cansado; asiento y salgo disparada al baño más cercano.
Sentada en la tapa del inodoro, vuelvo a sacar el teléfono del bolsillo de delantal, respondiendo el mensaje.
YO:
¡Hola Santi! ¿Qué tal estás?
SANTIAGO URQUIZA:
Con ganas de hacer algo diferente ¿vos en que andás?
YO:
También quisiera. Estoy terminando mi turno en el trabajo, debo salir en unos veinte minutos.
SANTIAGO URQUIZA:
Bien, bien ¿te gustaría que nos viéramos?
«Este tipo no se hace rogar.»
Me lo pienso ¿Tan malo sería? Salir un ratito de la rutina, probarme a mí misma lo que decidí este año.
YO:
¿Dónde?
SANTIAGO URQUIZA:
¿Te parece si nos vemos en el Mac de la 9 de julio? El que está en toda la esquina con la calle Corrientes. De ahí arreglamos.
Pero no podemos demorarnos mucho, a las dos de la mañana quedé en ir a un lugar con unos amigos.
Che, este tipo es medio raro.
Pero viendo sus fotos sin camisa pienso que valdrá la pena darle una oportunidad.
¿Qué? Soy muy mujer y la carne es débil, y quien quita a lo mejor después de comer y charlar un rato podríamos compartir un beso romántico.
«Aww, cosita.»
YO:
Dale.
Veinte minutos más tarde, estamos a la salida del restaurante. En el baño, me hice una coleta alta apresurada, así como también me cepillé los dientes. No tengo la mejor vestimenta (puesto que no tenía pensado salir) pero al verme en el espejo, me pareció que estoy semi-decente.
«¡Vamos que hoy se...!»
¿Qué?
«Nada, nada.»
Le estoy enseñando a Patricia los mensajes: —Aw, pero mírala, Maggie no conocía esta faceta tuya.
«Nadie la conocía»
—Yo tampoco —le doy un pequeño codazo mientras suelto una risa nerviosa —. Pero dicen que las mejores cosas pasan cuando te atreves ¿no?
El sonido del 60 al pasar nos hace dar la vuelta. Mierda, hubiese estado bueno tomarme ese.
Entro en la aplicación para ver cuando pasa el otro: diez minutos. Bueno, no está mal.
Patricia me sonríe en lo guardo el teléfono y dándome un corto abrazo, dice:
—Yo digo que vayas y lo conozcás, eso sí, mucho cuidado por favor...me compartís ubicación y luego me avisás cuando llegues a....—se detiene y tengo una gran impresión del por qué, puedo sentir su mirada clavada en mi espalda.
—Mags —su voz, esa voz, ¡cálmate corazón, recuerda que es un idiota! —¿Podemos hablar un segundo?
Recuerdo las palabras de mi madre. Sé que hay dos maneras de lidiar con esta situación: la madura y la inmadura.
Y por obviedad, con lo cagada que estoy me voy por la inmadura.
Me volteo en su dirección y empiezo a mover la cabeza y forzar la vista cómo si se tratase de averiguar de dónde había provenido del sonido: —La verdad Pat, me parece que en el restaurante espantan, estoy empezando a escuchar voces.
Patricia suelta una carcajada: —. Tal vez deberíamos llamar a un sacerdote para un exorcismo —responde aun entre risas.
Manuel frunce el ceño, pero no responde a mi provocación, tal es mi sorpresa cuando suspira y vuelve a intentar hablarme:
—Por favor, solo será un segundo.
Mi corazón comienza a flaquear, pero me doy una cachetada mental, luego de eso me vuelvo a dirigir a Patricia:
—No vendría mal lo de lo exorcismo, porque las voces no me dejan en paz, aunque sabes...—esta es mi oportunidad para darle en el orgullo —. Mejor dejamos eso para otro día y me voy a mi cita.
La mirada de Manuel se transforma, la sorpresa reina su rostro:
— ¿Cita?
—Dale Maggie —se despide Pat — . No dejés esperando a tu chico Brisko, anda y recuerda compartirme ubicación, corre antes de que se vaya.
Sonriendo beso la mejilla de mi amiga, esta se da la media vuelta y empieza a caminar hasta la parada del colectivo, cuando ya está a unos cuantos metros, se vuelve hacia mí y grita: — ¡Después quiero detalles!
Yo estoy por empezar a caminar también cuando me detiene tomándome del brazo:
—Esto es peligroso, Mags, ir a encontrarte con un tipo que no conocés a estas horas de la noche y encima vos sola.
Hay preocupación en su voz.
Me sorprendo al darme cuenta, que no podría importarme menos.
«O al menos de eso tratas de convencerte. Pero está bien Maggie, por algo se empieza.»
Su mano en mi brazo, su agarre casi como una caricia. Y me recorre, esa tan familiar corriente eléctrica; causando que por primera vez en toda la noche reconozca su presencia:
—Qué bueno que realmente ese no es tu problema ¿verdad? Así que no tienes que preocuparte por eso.
—Margot —ay, esos ojos azules.
«Concéntrate»
Me suelto de su agarre y empiezo a caminar en dirección contraria: —Me están esperando, nos vemos por ahí Manuel.
No dice nada más, pero sé que su mirada no deja mi espalda hasta que me subo en el autobús.
—Entonces, luego de que mi papá falleciera, mi mamá y yo decidimos que necesitábamos un nuevo comienzo, uno que no encontraríamos en Venezuela y así terminamos acá en Argentina.
—Ah mira, que cosas, siento mucho lo de tu papá —responde. Sus fotos no mienten, la verdad es que el tipo está como quiere. A sus treinta y tres años, me cuenta que esta es para él la mejor versión de si mismo. Sus facciones me atraen, como si fuese una especie de imán.
Santiago juega con una servilleta mientras continúa hablando. Mientras lo escucho, mi mirada vuelve a perderse en su bien trabajado cuerpo. No fue una sorpresa cuando me dijo que es dueño de un gimnasio, que de hecho está a unas cuadras de donde vivo. ''LifeFit'' me parece que se llama. Es bastante popular.
Sin embargo, no ha estado muy presente en nuestra conversación. Se siente distante, como si estuviese esperando algo más.
Le doy otro mordisco a mi Big Mac.
¿Qué? Será una primera cita, pero no cené.
—Gracias, fue hace ya unos años, pero lo extraño mucho.
Santiago se limita a asentir, sus ojos son una extraña combinación entre el verde y el marrón. Me gustan.
— ¿Ya terminaste de comer?
¿Qué le pasa a este tipo? ¿Por qué está tan apurado? Recién son doce y media y me dijo que no se tiene que ir sino hasta las dos.
—No suelo comer rápido porque me hace mierda la panza. Tengo acidez y luego no puedo dormir.
«Qué honesta y ...gráfica.»
—Bueno, bueno.
—¿Por qué estás tan ansioso? —le pregunto de golpe — .Entiendo que puede dar miedo conocer gente por una app de citas, pero ya que estamos acá podríamos intentar pasarla bien.
—¡No hables de las apps en voz alta! —me responde, acercándose a mi oído, casi en un susurro —no me gusta que la gente escuche.
Es decir, yo tampoco quisiera que la gente supiera que estoy desesperada por encontrar amor de verdad, pero tampoco siento que lo grité.
—Ven, vamos —me dice en el momento en que termino el último bocado mi hamburguesa. Mientras me jala fuera del restaurante, los nervios comienzan a crecer en mi interior: las escenas de toda película de terror que he visto en mi vida comienzan a proyectarse en mi mente.
Caminamos unas cuadras hasta una calle secundaria, menos iluminada y aparentemente tranquila a esta hora. Tan solo puedo ver un par de personas al final de esta, en lo que parece ser una parada de colectivo.
Un escalofrío me recorre el cuerpo entero, dejándome los pelos de punta. Ay Dios ¿irá a secuestrarme?
Tanto preocuparme por asesinos seriales y yo misma me meto en estas situaciones.
—El departamento de mi amigo está acá a un par de cuadras —dice.
¿Ah?
«Ay no, creo que...»
— ¿De qué hablas?
—De que mi amigo me prestó su departamento, aunque si no quieres, siempre podemos ir a un motel por horas.
La realidad me cae encima como un balde agua fría ¿Cómo pude ser tan estúpida?
Las actitudes raras, el haber querido un encuentro tan rápido después de empezar a hablar, todo era porque este tipo quería un revuelque de una noche y yo...
Ay, más inocente que yo una princesa de Disney.
La puta madre ¿Y ahora cómo salgo de esta?
—Margot ¿Qué preferís?
Tengo la garganta seca y el corazón muy acelerado ¿Cómo le explico?
—No sé cómo decirte esto, pero cuando acepté reunirme contigo, no me di cuenta realmente a que me estabas invitando a que tuviésemos ñiqui ñiqui.
«Si, eso sonó bastante maduro.»
— ¿Perdón?
Mis cachetes se tornan rojo fuego:—. Creo que entendiste el concepto.
Su mirada no abandona la mía. Y lo entiendo. Probablemente está cuestionando como yo que tan estúpida puedo llegar a ser.
Estoy tan avergonzada que no lo culpo.
—Y bueno, no importa —habla finalmente después de varios minutos de silencio.
— ¿Qué?
— ¿Querés? Porque si querés podemos ir, no tengo problema.
Si estuviésemos en una caricatura podría decir que mis ''ojos se abrieron tal cual platos''.
¿Qué si quiero? Bueno, si se lo hubieran preguntado a la Maggie de hace dos semanas, ella se habría negado firmemente, pensando en sus principios. Pero la Maggie de hoy, la que acaba de ignorar deliberadamente a Manuel y ha seguido el impulso de encontrarse con un completo extraño a la medianoche, lo está realmente considerando.
¿Dónde estás voz interior cuando te necesito?
«A mí no me preguntes, estoy de igual de impactada que vos.»
—Santiago, yo...— soy interrumpida, por su inesperada cercanía.
Santiago da un paso más cerca, y siento de inmediato sus manos en mi cintura, una sensación inesperada que me hace tensar. Mi respiración se vuelve entrecortada, mientras hay una mezcla de emociones dentro de mí; tengo miedo, pero no uno que me haga querer separarme con brusquedad. Mi respiración se agita, haciendo mi pecho subir y bajar con rapidez, mientras que una oleada calurosa, que no tiene nada que ver con lo pesado del clima, me envuelve, dejándome paralizada entre sus brazos, esperando ver cuál será su próximo movimiento.
Porque entiendo, entonces, que el miedo no es hacia su cercanía, sino el darme cuenta de que nunca he estado en una situación remotamente parecida. Levanta una de sus manos y acaricia mi mejilla, y yo pierdo el aliento. Su rostro se acerca peligrosamente y, antes de poder procesarlo, sus labios están sobre los míos.
Al principio, el beso es una especie de invitación. Un juego. Se separa apenas unos centímetros, y al ver que no me alejo, vuelve a besarme. Esta vez, de una manera más intensa. Con su lengua, separa mis labios y se adentra en mi boca.
Es un beso largo y salvaje, que me hace olvidar que estamos a la mitad de la calle, donde la gente puede vernos. Gimo sobre sus labios, colocando ambas manos alrededor de su cuello, pidiendo que lo profundice. Puedo sentir su erección golpear las paredes de su pantalón.
La madre, el tipo sabe cómo besar.
No es como si tuviese yo mucha experiencia en el asunto, pero ese es otro tema.
Sus labios abandonan los míos abruptamente. Sin embargo, se mantiene próximo, torturándome deliciosamente con su cercanía.
—¿Esto aclaró un poco tu mente? —susurra entre jadeos a mi oído.
¿Aclarar? Estoy intentando recordar cómo me llamo.
«Era algo que empezaba con ''M'' me parece...»
¿En verdad voy a hacerlo? ¿Tener relaciones sexuales con un completo desconocido? Pues...
«¡Si!»
Siento mi teléfono vibrar en mi bolsillo, pero lo ignoro.
—¿Maggie? —mi nombre en pregunta, su voz ronca, otra vez muy cerca de mis labios.
El teléfono vuelve a sonar; tiene que tratarse de una llamada. Y tal vez sea la excusa perfecta para salir de toda esta situación, si yo así lo quisiera.
Solo hay una cosa de la que estoy segura: es el deseo de cumplir con lo que me propuse el día de mi cumpleaños: hacer de este año algo que valga la pena recordar.
«Margot, vamos, está tan lindo, ignoremos el cel ¿sí?»
De acuerdo.
Y antes de darme oportunidad de arrepentirme, vuelvo a unir mis labios con los suyos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro