Capítulo #19: ''Listos o no: acá va otra macana''
15 de octubre de 2023. Ciudad de Buenos Aires, Argentina.
Día 226 de 365.
Probablemente ya han escuchado esto antes. Estoy tan segura de que lo han escuchado antes de mí que les aburrirá que lo diga. Pero no importa, lo diré nuevamente.
¿Por qué tengo que trabajar? Realmente necesito encontrar un "Sugar Daddy" que me mantenga.
No me juzguen.
Estoy sumamente agotada, física y emocionalmente. Les juro que estoy a favor de la igualdad de género; todos tenemos que estar en el mismo nivel de oportunidades y, por ende, el trabajo debería ser equitativo. Pero, si le sumas al ya de por sí agotamiento físico y emocional que trae la vida adulta promedio, el trabajar en atención al cliente, dan ganas de llorar. Te cruzas todo tipo de personas, algunas como el señor sentado en la mesa frente a mí.
Y soy una persona paciente, sumamente paciente. Pero hoy particularmente siento que la paciencia se fue a pasear a las cataratas de Iguazú y me dejó a mí con un humor de mierda.
Lo miro. Muevo mi pie derecho de un lado al otro, intentando mantener la paciencia. Media hora tiene viendo el menú. ME—DIA HO—RA. Y no hay mucho de donde pensar, de donde escoger. El noventa por ciento del menú es pescado y el otro diez por ciento es pizza. Es un restaurante judío ortodoxo lácteo. ¿Qué estás esperando?
Respiro hondo mientras veo cómo su mirada se centra en mí nuevamente:
—¿Y con qué viene la milanesa de merluza con puré?
«Ay, yo lo mato.»
—Puré —contesto, intentando no sonar tan fastidiada.
Paso una mano por mi rostro sudoroso, el peso del turno ya está cobrando factura. Son pasadas las once de la noche y hoy entré a las dos de la tarde por falta de personal. E injustamente, hasta que este señor no escoja qué va a comer, y por consecuencia coma, ninguno acá puede irse a casa.
—No lo sé... —suspira mientras ve el menú como si fuese alguna especie de problema de física cuántica— no me convence.
—Siempre puede volver otro día... —murmuro más para mí que para él, levanta la cabeza en mi dirección.
Mierda, ¿me habrá escuchado?
—¿Dijiste algo? —pregunta.
—Que le recomiendo la milanesa de merluza con puré, es de los platos más vendidos —y ¡sonrisa hipócrita! Una maravilla soy en la atención al cliente.
«JAJAJA, esta piba.»
—Bien —accede finalmente—, creo que iremos con eso.
Y cantan los ángeles, las estrellas se alinean. ¡Feliz día de San Patricio!
«¿Qué?»
Déjenme, tengo sueño.
Anoto rápidamente la orden en mi teléfono y corro en dirección a la cocina.
Patricia está en nuestra mesa de descanso, con una mano en su vientre de ocho meses y una sonrisa cansada al verme entrar. Seguramente piensa lo mismo que yo: gracias al padre celestial.
— ¿Se decidió? —pregunta con ilusión.
Asiento.
—Recién dejé la orden a cocina —suspiro—, con un poco de suerte a lo mejor nos vamos a casa antes de las dos de la mañana.
—Este trabajo es una mierda. —comenta en voz baja, tal vez con miedo de que las cámaras puedan escucharnos. Suelto una carcajada mientras me siento en una silla a su lado, mi mirada dirigiéndose a la pila de platos a nuestro lado, esperando para ser lavados.
—Y sí, es una mierda —concuerdo con ella.
—¿Te has preguntado por qué seguimos haciéndolo?
—Supongo que necesitamos el dinero.
Patricia sonríe, pero en sus ojos veo reflejado el cansancio, el mismo agotamiento que también siento yo.
—Tal vez deberías considerar el cambiar de trabajo después de que termine la licencia de maternidad, Pat —empieza a negar con la cabeza, pero la detengo— . Un laburo que no te agote tanto como este, amiga, uno que te permita tener más energía para tu bebita.
—Ya estás empezando a sonar como Francisco, él piensa que lo mejor sería que me tome desde ahora la licencia, y ya después cuando vuelva a los tres meses de la beba pida laburar medio tiempo.
—No suena tan descabellado.
—No quiero sentir que me convierto en ese tipo de persona.
La miro, confundida.
—¿Qué tipo de persona?
—La que...—se detiene, intentando encontrar las palabras adecuadas— . No quiero sentir que dejo de existir.
Y no tiene que explicarme, porque de cierta manera lo entiendo. Patricia siempre ha sido una persona muy centrada, de ideas claras, siempre supo que era lo que quería para su vida.
Pero los últimos meses para ella han sido completamente diferentes, todo lo que ella siempre creyó creer fue arrancado abruptamente y es cómo empezar de cero. Esta incertidumbre que ahora reina en su vida la confunde: de tener todo absolutamente planificado a pasar a resolver las cosas un día a la vez.
—No tienes por qué sentir que dejas de existir. Más bien, no vas a dejar de existir —aseguro, intentando reconfortarla.
—A veces se siente como si todo cambiara... —su voz se quiebra.
—Es que las cosas van a cambiar, pero eso no significa que el cambio sea malo, simplemente que a raíz de las nuevas circunstancias sacas el mejor provecho de eso.
—Pero...
—Pat —la interrumpo —, siempre me has dicho que debo ir y hacer lo que sea mejor para mí misma ¿recuerdas? Lo que me traiga más paz mental, y me parece que debes hacer lo mismo. Tienes las opciones, la carrera universitaria, podrías encontrar algo que se ajuste más a tus nuevas necesidades.
Los ojos de mi mejor amiga se cristalizan.
—Sé que tenés razón —carraspea un poco para aclarar la voz—, y que Francisco tiene razón también. Pasa que esto, el no saber que estoy haciendo, es nuevo para mi. Y me da mucho miedo.
— Está bien tener miedo —acerco mi silla a la de ella y la rodeo con uno de mis brazos— . No estás sola, todo va a estar bien.
¿Mencioné que soy una llorona? empiezo a lagrimear junto a mi mejor amiga.
— ¿Y si no soy una buena madre? —suelta de repente.
—No tienes por qué cuestionarte eso —respondo de inmediato—. Serás una madre increíble.
— ¿Cómo podés estar tan segura?
—Porque sos vos, Pat —sonrío mientras limpio las lágrimas que caen por su rostro—. Si no fuera por ti, me hubiera ahogado en el primer vaso de agua lleno que encontré. Haces que todo lo complicado parezca sencillo, irradias seguridad, empatía y amor. Para mí, esas son las características de una buena madre.
—Ay Maggie... —me abraza con fuerza y estamos así un par de minutos—. Te quiero.
—Yo también te quiero, Pat.
El sonido de un pitido nos hace salir del trance en que nos encontramos, limpiándonos ambas las lágrimas, carraspeo un poco y me levanto de la silla.
—Iré a buscar ese plato —digo con entusiasmo —, le daremos al señor jodido su comida y nos iremos a casa.
— ¡Eso! —responde mientras yo camino en dirección a la cocina— Maggie... —me llama en lo que estoy por salir de la cocina.
— ¿Sí?
—Eso también aplica para vos.
— ¿A qué te refieres? —pregunto, aunque ya creo saberlo.
—Siempre podés encontrar algo que te traiga más paz mental.
Asiento y dejo que mis pensamientos vaguen un poco.
Tal vez, cambiar de trabajo podría ser otro paso en todo este proceso de "Renovar a Margot".
«Y podría traerte más tranquilidad.»
Y podría traerme más tranquilidad.
2 de noviembre de 2023. Ciudad de Buenos Aires, Argentina.
Día 244 de 365.
Bueno, sé que ha pasado un tiempo.
Ustedes dirán, "¿Pero esta piba no tiene nada mejor que hacer que irse saltando de a treinta días en la historia?"
Pero la verdad es que no es eso. Les explico, he estado un tanto ocupada.
Y antes de que puedan decir, "¿Con qué?"
Pues déjenme decirles que replantearse toda la vida e intentar cambiar no es tan fácil como parece.
No es fácil cuando finalmente ves la luz al final del túnel. Porque es verdad, ya sabes lo que quieres hacer, pero no tienes idea de cómo hacerlo.
Han sido muchas cosas juntas: prepararme para los parciales finales, el trabajo que tengo, el nuevo trabajo que estoy buscando. También, el hecho de que Patricia está por dar a luz, Andrés ha estado distante, y luego tenemos el asunto de Santiago. No se preocupen, ya explicaré en detalle. No he tenido tiempo para mucho más.
«Sos una dramática.»
Aunque también, puede que se trate de una excusa.
Quizás he estado evitando contarles lo que está pasando porque temo ser juzgada. Son los únicos que conocen toda la historia y es duro tener que admitirles que en el proceso para llegar a donde quiero, a lo mejor, me estoy mandando una que otra cagada.
Pero ya no puedo evitarlo más, tengo que contarles todo. Siento que si no hablo de esto con alguien voy a literalmente explotar.
«Entonces habla, mujer, y deja de darles tantas vueltas.»
¡Ya, ya, bueno! Supongo que podríamos comenzar hablando de Santiago, tal vez con más detalle, a esta mañana.
Después de nuestro "pequeño" beso en su gimnasio, he seguido yendo a que Santiago me entrene una o dos veces por semana. Y bueno, también ha habido algunas sesiones de "entrenamiento" en mi casa y en la suya. No hemos prometido nada serio, simplemente nos dejamos llevar.
«Para los que no entienden a esta loca, por otro entrenamiento se refiere al "ñiqui ñiqui".»
Ya está, abro entrevistas para nueva voz interior, no puede ser que exista tanto auto-bullying.
«No podés vivir sin mí.»
Bueno, ignorando eso, continuemos.
Aunque, también hemos hecho otras cosas (no piensen mal). Me refiero a que más allá del ámbito sexual, me la paso re bien con él. Por ejemplo: la semana pasada fuimos al cine un par de veces, escogimos las películas con peores reviews y pasamos rato riéndonos de lo malas que eran. También, hicimos una salida con Andrés a un Escape Room, fue muy divertido.
Resulta ser que más allá de la coraza del pibe despreocupado que no busca nada serio hay un hombre de muy buenos sentimientos: amable, gentil, inteligente. ¿Saben que es capaz de decirte las capitales de más de cincuenta países sin pensarlo? Y resulta ser que también es un genio de las matemáticas. Incluso ganó alguna olimpiada cuando cursaba el secundario.
Nos hemos hecho amigos, una especie de amigos con beneficios por así decirlo.
«Buenos beneficios.»
Excelentes.
Lo que me lleva entonces a hablar de lo que pasó hace unas horas, después de terminar otra sesión de ''entrenamiento'' en su casa. Digamos que soltó una especie de bomba. Una que en realidad no había visto venir:
—Esa es la cuestión, Maggie —lo miré, recién había terminado de colocarme la ropa, tenía la mirada perdida en algún punto de la habitación, suspiró antes de continuar—, creo que estoy teniendo sentimientos reales por vos.
Paren el mundo.
¿Qué?
«Dijo que le gustas de verdad, estás medio sorda.»
Es decir, sí, lo escuché... pero ¿qué?
Se hizo silencio en la habitación, cada uno perdido en sus pensamientos.
No estaba muy segura de qué decir. Cuando comenzamos esta ''relación'' nunca llegué a pensar que disfrutaría tanto de su compañía como lo hago.
Jamás pensé que él...
—No estoy esperando que con esto me digás que vos sentís lo mismo —continuó, adivinando lo que pensaba—, pero pienso que, si nos damos una oportunidad, a lo mejor esto podría llegar a ser algo muy lindo.
—Santiago...—se acercó a mí y besó mis labios. Los nervios recorrían cada centímetro de mi piel.
—Nunca antes he estado en ninguna relación, Maggie, jamás... —su tono de voz era serio, pausando un poco entre las palabras—. Por lo menos no en ninguna en donde quisiese que en algún punto se tornase seria. No estoy seguro de cómo terminará o siquiera si funcionará, pero, vos fuiste la primera en decir que querés darte una oportunidad, permitirte vivir cosas. ¿Y si nos permitimos vivir esto a ver a dónde nos lleva?
Se aceleraron los latidos de mi corazón.
«Después de todo... para eso estás haciendo todo esto, ¿no, Maggie? ¿Realmente haría daño intentar?»
Quiero intentarlo, es más, intentar es todo lo que he hecho los últimos ocho meses.
«Entonces... ¿Cuál sería el problema?»
Que al pensar en aceptar su propuesta, cuando el pensamiento de que podría permitirme quererle como algo más que un buen amigo se apoderó de mi mente, había algo que me detenía.
«¿Y eso qué sería?»
La aparición de otro pensamiento, que por más que lo intenté seguía siendo más fuerte que el anterior.
Unos ojos azules.
—No soy estúpido —agregó, percibiendo la duda en mi mirada—, sé que todavía lo amás... pero ¿qué tan malo podría ser?
En verdad, la gente puede leerme el pensamiento.
Una de las razones por las que me siento orgullosa de mí misma últimamente es por mi sinceridad. No me gusta sentir que le oculto cosas a las personas, entiendo que es mejor ir de frente que esconderse detrás de una mentira que tarde o temprano terminará encontrándome, y las consecuencias serán peores.
Por eso, y por más que no fuésemos nada serio, le había contado todo con respecto a Manuel.
Por lo menos las partes que eran más importantes.
Pero, el divertirme con él, disfrutar su compañía, ¿es suficiente como para intentar lanzarme en algo más serio?
«Por algo se inicia.»
Lo sé, pero...
«Lo que realmente tienes que preguntarte es cuál sería la razón por la que dirías que no.»
Yo solo...
«No puedes usar a Manuel como excusa siempre. Si lo haces, perderás todas las oportunidades que has buscado este año.»"
Me gusta Santiago, eso no puedo negarlo. Su cercanía me ha hecho mucho bien. Es un pibe que sabe escuchar y que me respeta.
Pero no siento mariposas. No del tipo que quisiese sentir, por lo menos.
«No tienes que pensar en ellas ahora.»
—Repito lo que te dije hace un tiempo, Maggie... —lo miré, mis manos se sentían sudorosas— no tenés que hacer nada con lo que no te sintás cómoda.
Una sonrisa se formó en mis labios casi sin darme cuenta. Verlo tan vulnerable y sincero llenaba mi corazón de una extraña manera, casi reconfortante, casi cálido. Me recordaba al montón de libros que había leído en mi adolescencia: en donde el chico "malo" que nunca se tomó nada en serio empezaba a considerar que podía hacerlo. Sus cachetes sonrojados me hacían derretirme de ternura.
«No lo pienses tanto, Maggie.»
Levanté entonces una de mis manos, sintiendo la suavidad de su barba recién afeitada bajo mis dedos, mientras acariciaba su rostro con delicadeza. Su cuerpo tembló ante mi tacto y, colocando una mano en mi cintura, me acercó más a él.
—De acuerdo. —susurré.
Santiago arqueó una ceja, visiblemente sorprendido por mi respuesta.
—¿Qué? —preguntó, una sonrisa tonta empezaba a formarse en sus labios.
—Quiero intentarlo, Santi —reafirmé, sintiendo un extraño cosquilleo en los dedos con los que lo acariciaba. Santiago, colocando también una mano en mi rostro, rompió la distancia entre nuestros labios, uniéndolos en principio en un tierno beso.
Luego, comenzó a tomar otro color. Se sentía bien.
Realmente bien.
«Ves, no fue tan difícil después de todo.»
Gente, les dejo por acá esta información para que la procesen. Mientras, intentaré armarme de valor para contarles lo demás.
Porque sí, hay más.
Mucho más.
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