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Capitulo 7 -Alimentar los rumores.

Valeria está hecha un ovillo en la cama. Tiene las rodillas flexionadas y su cabeza está hacia abajo mirando las uñas de sus pies. Siente el roce de los dulces labios de Ben en su espalda. Ellos hacen un sonido y después vuelve a escuchar cómo respira él por la nariz y toca con sus dedos su espalda. Deja un rastro frío cuando se aleja para luego volver a besarla.

—¿Por qué no besaste a Gregorio?

Valeria levantó la cabeza. Los huesos de su espalda se movieron.

—No quería hacerlo.

—¿Por qué? —Le preguntó—. ¿Por qué no lo hiciste Valeria?

—Porque sentí que estaría engañándote. —Respondió rápidamente.

—¿Engañándome? —La miró a los ojos—. Tú y yo no somos nada...

—¡Lo que sea que tenemos, sombra! —Le respondió, no suele llamarle sombra, sino Ben, pero esta vez se le escapó—. Aunque tú tal vez pienses que soy una zorra, no lo soy. Me acuesto contigo y no pienso hacer lo mismo con Gregorio.

Valeria.

—Tú quizás quieras eso. Que todo el mundo piense que salimos él y yo, pero no lo quiero a él.

La Sombra sonrió, y besó a Valeria hasta que la subió encima de él a horcajadas.

—Me alegra que no lo hayas hecho —dijo antes de besarla—, porque así no me siento tan mal por no haberlo golpeado cuando llegó esa noche.

—¿Por qué lo ibas a golpear? —dejó de besarlo y lo miró a los ojos.

El no respondió, comenzó a besar su cuello, y después su boca. Valeria dejó de protestar.

{~}

Valeria estaba haciendo la cena para los niños y su mamá cuando Nina entró a su casa y se sentó en una de las sillas de madera. Valeria se volteó y la miró.

—Nina, hola. ¿Qué haces?

—Vine a buscarte —le responde—. ¡Hola, mamá de Val! —Saluda a Claribel cuando esta sale de la habitación para ver quién ha llegado a la casa—. ¿Puede Valeria ir conmigo a hablar en la acera de la casa de Rose?

Claribel mira a Valeria y después a Nina.

—Es que Valeria me tiene que hacer la cena y después fregar.

Nina puso cara de pena.

—Por favor. —Suplicó.

—Mami, ¿puedo ir cuando acabe?

—Si no es muy tarde —dijo cediendo sin querer, entre dientes.

Valeria le sonrió a Nina antes de que se fuera.

Cuando ya terminaba de fregar la olla en la que había hecho los espaguetis, recordó que tenía un examen al otro día, y que tenía que estudiar con el repaso que su amiga Sabrina le había prestado. Se secó las manos con el pantalón jean que llevaba puesto y corrió a su bolso de la escuela, sacó el papel y comenzó a memorizar los conceptos de los diferentes tipos de oraciones.

—¡Mamá, ya me voy! —gritó cuando abría la puerta de madera.

—¡Primero acuesta a los niños, Valeria! —le respondió.

Valeria bufó y se devolvió arrastrando los pies. Ya se quería ir de ahí. Fue al cuarto de los niños y los mandó a cepillarse, después los acostó y se quedó con ellos hasta que se durmiera Carlitos.

—¿Valeria...? —Carol topó el hombro descubierto de su hermana.

—¿Sí? —respondió susurrando, no quería despertar a Carlitos.

—¿Alguna vez papá va a volver? Le dijeron a Carlitos que fue a trabajar lejos, yo le oro a Dios para que vuelva, ¿pero no crees que ha pasado mucho tiempo?

—Carol —dijo en tono dulce acariciando su mejilla—, mi amor, pídele a Dios que nos ayude a nosotros primero.

—Yo sé que no se fue a trabajar, él nos dejó porque somos pobres, ¿verdad?

—¿Pobres? —preguntó Valeria y se levantó—. ¿Recuerdas lo que dijeron en la iglesia?

—No —respondió—, no presto atención.

—¡Pues deberías, Carol! —se rio y le golpeó suavemente en la rodilla—. Dijeron que si tu corazón es limpio, eres una persona rica. Siempre recuerda eso, hermosa. Duerme bien.

—¿Gregorio nos llevara a salir de nuevo algún día? —preguntó Carol.

Valeria ya iba saliendo de la habitación cuando escucho eso.

—No lo sé.

Antes de salir de la casa, Valeria fue al cuarto de su mamá para besar su mejilla, y Claribel le dio quinientos pesos para que se los pagara a la vecina. Valeria se alegró porque iría a la casa de La Sombra a pagarle. Pero cuando fue, no se encontraba, todo estaba oscuro y se extrañó de que fueran las diez y él no estuviera en su casa.

Valeria guardó el dinero en sus zapatos y se dirigió a la casa de Rose sin mirar al frente, solo miraba al repaso del examen. Cuando estuvo cerca, dobló el papel y lo guardó en su bolsillo del pantalón.

Se acercó y todos estaban en una gran ronda entre la mitad de la calle y la mitad de la acera, once personas sentadas allí. Miró a los lados y había dos personas apartadas, en un rincón. Se estaban besando, y cuando Valeria se acercó lo suficiente a la ronda, descubrió que eran La Sombra y Sara.

Su semblante cayó y sintió que su frente se hacía grande y tomaba toda su cara.

—¡Valeria, ven aquí! —Nina haló a Valeria para que se sentara junto a ella en la ronda. En el medio había una botella. Valeria tenía su mirada perdida en la botella cuando Nina le susurró: —Jugamos al pico de la botella, ¡y mira quién está ahí!

Valeria cruzó miradas con Gregorio y él le sonrió antes de hacer girar la botella.

Ella daba vueltas como todas las palabras bonitas que La Sombra a veces le decía. En ese momento lo odiaba. ¿Cómo se atrevía a ponerse celoso si ella hubiese besado a Gregorio, pero él sí podía besar a Sara? Qué idiota.

La botella paró donde Argentina, ella aplacó los rizos de su cola y dijo:

—¿Puedo cederle mi oportunidad a alguien más...? Es que no quiero meterme en asuntos de otras.

Algunos sonrieron. Era como si todos estuvieran haciendo un complot.

—¿A quién se lo das, ami? —pregunto Rose con una sonrisa en la boca.

—A Val, mí querida Val. —Argentina señaló a Valeria y Valeria alzó la vista hacia donde ella. ¿Qué han dicho? Ella no escuchó nada. Estaba muy ocupada con una guerra en su mente de si mandar a Ben a la mierda o no.

Valeria levantó una ceja y preguntó:

—¿Qué?

Argentina tomó la botella y la puso en dirección hacia Valeria.

—Te toca besar a Gregorio. No es que sea nada nuevo.

Valeria sintió que sus orejas ardían, ¿delante de todos?, ¿delante de La Sombra? Aunque él no estaba ahí exactamente, él estaba en un rincón apartado y seguía hablando con Sara.

Se levantó del suelo y caminó al centro. Gregorio también caminó al centro y por un momento estaban ellos dos frente a frente. Él era lindo y tenía un toque tierno en el rostro. Valeria cerró los ojos y se inclinó para darle un beso de media luna a Gregorio, a mitad de la boca. Pero antes de que Valeria volviera a descender, Gregorio la tomó de los codos y la besó, haciendo que Valeria se inclinara hacia atrás.

La estaba besando de verdad, no como si fuera un juego, y todos empezaron a vitorear.

—¡Consíganse un cuarto! —gritó Argentina poniendo sus manos a cada lado de su boca, y ahí, Gregorio soltó a Valeria.

Valeria se volvió a sentar con una sonrisa inevitable en el rostro. Y cuando alguien dijo algo gracioso, se rio con todas las ganas.

{~}

En lo que la noche transcurrió, Valeria no solo había besado a Gregorio una vez, sino tres veces. Pensó que todas lo hacían de maldad cuando al girar la botella y caer en ellas, le daban el turno a Valeria.

¿Pero no era eso lo que él quería?, ¿que todos creyesen que ella y Gregorio salían?

La Sombra llamó a Gregorio y este se levantó. Tenía una sonrisa dibujada en la cara. La Sombra metió las manos en los bolsillos y le dijo al oído a Gregorio un par de cosas.

—¿Pero ahora te vas a verlo?

—Sí, ¿por qué no?

—Está bien. Ve. —Le topó el hombro y volvió a la ronda.

En su lugar, Valeria veía como La Sombra se marchaba junto con Sara y ni siquiera la miraba. ¿Qué le habrá dicho a Gregorio?, ¿era todo una actuación o de verdad Gregorio estaba interesado en ella?, ¿y si toda la pantalla de Ben y Sara esa noche había sido solo eso, una pantalla?

{~}

—Me alegra que me vengas a ver —le dice, en su cara hay tristeza—. ¿Cómo te está yendo?

—Lo normal.

—¿Y ya tienes una novia que me quieras presentar?

Ben pensó en Valeria, pero después la imagen de ella besando a Gregorio apartó lo que iba a decir.

—Es complicado. ¿Qué bueno se saca de ahí de todas formas?

—Tu mamá era de ahí, Ben.

—Bueno, ya. Pero las cosas no terminaron bien, ella se...

—Ben. —Lo calló. Procedió a beber de la batida de chocolate que tenía—. ¿Ya quieres volver?

—No, papá —respondió. Echó hacia delante su vaso. Alrededor del envase se empezaba a condensar formando gotas.

—¿Necesitas dinero?, ¿vas a ir visitarme o dejarás que yo te visite?

Ben miró la cara de su papá, un poco arrugada, pero aun con los rasgos firmes que él había heredado. Se veía casi irreconocible con su traje costoso y zapatos de diseñador.

—¿Tú te atreverías a visitar la casa de tu difunta esposa? No papá. No lo harías, deja de aparentar que te importo y dame lo que me vas a dar.

—No aparento Ben, me importas, por eso te sigo dando dinero aunque ya estés grande, ¿entiendes?

Ben se quedó en silencio, le quitó la tapa al vaso y se bebió la batida de un trago.

El papá de Ben exhaló.

—Me dijeron por ahí que eras de una banda, los «Norcuros».

—¿Norcuros? Surcuros, querrás decir.

El papá de Ben se acercó a su hijo.

—No te metas en problemas, por favor. Tu mamá no querría eso.

—No lo haré, ¿no llevo desde los quince viviendo solo?

—¿Solo? —El papá de Ben sonrió—. Rebecca te cuidó hasta los diecisiete.

—¿La misma que se robaba el dinero que tú me dabas para drogarse? Oh sí, qué gran ayuda, tener que cuidar a una mujer más vieja que yo. —Ben se levantó de la silla—. Yo me voy, viejo, que está tarde y sabes cómo está la calle.

El papá de Ben se levantó y dejó el dinero en la mesa para pagar. Ofreció llevar a Ben a su casa y este aceptó. El viaje en auto fue silencioso. Después el vehículo se detuvo frente a su casa, abrió la puerta.

—Aquí tienes, Ben. Para este mes. No lo gastes mal.

Su papá le había dado la mensualidad acostumbrada. Ben no la necesitaba realmente, sus gastos eran mínimos y tenía ahorros. Si no fuera por Valeria, y porque le gustaba que ella cenara con él algunas noches, no mantendría la despensa llena. Valeria últimamente era su vicio. Y eso lo atormentaba algunas veces.

Ben entró a la casa y cerró la puerta con seguro.

Cuando Ben tenía catorce, su mamá se suicidó, o eso dijeron los médicos y la policía. Cuando el papá de Ben, apuesto y algo joven, se encontró soltero, se consiguió a una mujer rica. Ella era dueña de una empresa que había progresado mucho. Y la tipa era vieja, soltera y sin suerte en el amor. El papá de Ben fue su salvación y viceversa.

Cuando Ben se mudó con su papá y su nueva madrastra, todo fue como un infierno. Extrañaba a su mamá, extrañaba su barrio. El lujo en el que vivía no lo llenaba. Lo que llegó a pasar con él fue que se volvió rebelde e insoportable para su madrastra. Su papá decidió que si su hijo le iba a hacer la vida imposible, se debía deshacer de él. Entonces le preguntó:

—¿Qué es lo que quieres?

Y él le respondió:

—Volver a mi casa.

Así, a los quince, Ben se mudó otra vez, después de un año, al barrio donde había nacido, y siguió viviendo en la casa de su difunta madre con Rebeca, la drogadicta, quien cuidaba de él. Su padre siempre lo visitaba pero comenzó a hacerlo solo una vez al mes, o le mandaba el dinero con alguien más. Cuando se dio cuenta de que estaba perdiendo a su hijo, volvió a visitarlo, aumentó las cuotas y le dejaba regalos costosos.

Ben se convirtió en La Sombra, porque siempre tenía una gorra o un abrigo negro, se paraba en la esquina con sus amigos y casi ni hablaba. Pocos recordaban que La Sombra era el Ben sonriente de catorce años que jugaba basquetbol. Era una sombra de lo que antes era. Era nadie y alguien. La Sombra era una persona que estaba apegada a su barrio, donde había botado su ombligo y donde podía seguir pensando que era él y nadie más. Además, Valeria, la niña delgada que algunas veces se ponía a jugar en la casa de Rose, era una de las razones por la que no se quería mudar.

Cuando corrió el rumor de que Valeria se estaba acostando con todos en el barrio, Ben no lo creyó. Porque llevaba tiempo viéndola y simplemente concluyó en que ella no sería capaz, pero cuando ella fue a su casa esa noche tiró todo por la borda. Eran verdad los rumores.

Y después se dio cuenta de que eran mentiras.

No tenía idea de por qué Valeria volvía, pero le agradaba la idea de que fuera donde él y no de otro más. Guardaría el secreto, no había problema. Si Ben nunca vio a Valeria como una candidata, ella podía complacerlo, y ella lo necesitaba; sin darse cuenta, Ben estaba necesitando de Valeria también.

[1] Ami: diminutivo de amiga.

*-*-*-*-

Copio textualmente:

"Bueno, hay dos razones por la cual le llaman sombra a Ben, esta es una de ellas, la otra vendrá pronto. 

Pero ya, de verdad que trato de subir todos los días.

Muchas gracias por leer, y por votar, y por comentar.

Y bueno, voten si les gusto, y comenten si tienen algo que decir, no sé, ¿la mamá de Ben?, ¿su papá?, ¿Gregorio besando a Valeria?, ¿que pensará Ben? anyway. No es un cuestionario, perdón. "

fin.

Gracias por leer!

No olviden vomentar!

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