Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capitulo 32 -Volando en la nada.


Volando en la Nada

Valeria consiguió entrar al cuarto de Ben en la tarde, cuando ya eran las cinco y media. Aun llevaba su uniforme y tenía el trasero entumecido de esperar a que el papá de Ben y el doctor salieran de la habitación.

Lo primero que hizo fue acercarse a él rápidamente y pegarse a su cama, pero no podía tocarlo, tenía apósitos en el brazo derecho y uno en la parte derecha de su cuello y parte de su quijada. Había unas que otras quemaduras inferiores en sus dedos y en su cara.

—Mi amor... —susurró al verlo así.

Ben la miró y sonrió.

—Me salvaste.

Parecía delirar.

—¿Qué?, pero yo no estaba ahí, lo siento... debí quedarme. Lo siento, Ben, te quiero con todo el corazón. No vuelvas a asustarme así.

—Me llamabas y me alentabas para que me levantara... —Se rio con voz ronca, con los ojos cerrados—. Yo estaba soñando

—aclaró, y entonces Valeria entendió que soñó con ella. Quizás él siempre soñaba con ella, eso la hizo sentir bien.

Pero después recordó su condición y su estómago se hizo un revoltijo mientras miraba su brazo vendado.

—Dijeron que era una quemadura de segundo grado. Volverá a la normalidad en unos meses.

Valeria se mordió el labio.

—¿Y aquí? —señaló la parte de su cuello.

—Esa duele como el demonio...

—¿Quién intentó hacerte esto? —Sabía que no había sido un accidente. Estaba más que segura.

—Ojala supiera... —exhaló, en parte mentira, en parte verdad—. Cuando quitaron la piel de mi brazo podías ver la carne rosada y en algunas partes blanca, se hicieron unas ampollas en mis muñecas que después explotaron, fue algo horrible. Uh, intentaron sanar la cortada de mi palma. Muero por fumar algo.

Valeria movió su mano y sintió el dolor aún en su palma, él tenía la suya también, lo de ellos era real.

Valeria dejó que se siguiera quejando.

—Estoy feliz de que estés aun aquí. —Se inclinó para besar sus labios cuando él terminó de contarle todo lo que le salió decir.

Gregorio entró. Se limpió la garganta.

Valeria se alejó de Ben, y vio a Gregorio allí de pie.

—Azaroso, me causaste un paro cardiaco —sonrió nervioso, sus labios estaban blancos.

Ben le sonrió y Gregorio dio pasos a la camilla, como no creyendo que siguiera vivo.

—Lamento causarte daño, eh.

—Uh —golpeó su brazo sano suavemente—. ¿Cuánto tiempo estarás postrado?

—No lo sé, papá piensa que tengo diez años y no dejará que me den de alta hasta que empiece a nacer nueva piel en el brazo.

Gregorio hizo una mueca de desaprobación y disgusto.

—¿Te quemaste todo ese brazo?

—El cuello, y otras más, la del brazo es de segundo grado variando a profunda, la puerta estaba en llamas y cuando la empujé la madera encendida achicharró mi piel.

—¿Dolió mucho? —preguntó Valeria. Ambos amigos la miraron.

—En realidad, los nervios de aquí —señaló su antebrazo—, están un poco dormidos y no duele tanto. Pero mi piel estaba rosada en la muñeca, cuando explotaron las ampollas, y la quitaron como si fuera simple tela y el brazo quedó quemado, se sintió molesto. Lo lavaron y después pusieron una pomada y este apósito.

—Todos quieren venir a verte, supongo que vendrán mañana —Gregorio miró a la ventana de la habitación, como si estuviera tratando de borrar las imágenes de la descripción de Ben.

—Oh, por favor, diles a todos que estoy muerto.

—No lo digas ni jugando —Valeria sonó como si fuera a llorar. Ben sacó su mano debajo de la sabana. Y agarró su mano en un apretón.

—Gregorio, lleva a Valeria a su casa.

—¿Y tú con quien vas a dormir? —preguntó Valeria preocupada.

—Puedes venir mañana. Esta no es mi casa, no te puedes quedar aquí.

—Sí puedo —se quejó.

—Ya, ya. Yo no quiero ver sus discusiones de pareja.

Al final Valeria se convenció y se fue en la parte de atrás del motor de Gregorio, y aún el auto del papá de Valeria estaba ahí. Ella se apeó y le dio las gracias a Gregorio.

***

—Por fin estás aquí... —dijo Ben al ver que la puerta se abría.

—Lo siento —Valeria miró al hombre que untaba una pomada en el brazo de Ben; podía ver la carne casi viva en su brazo, su rostro se distorsionó.

—Se pondrá mejor, no te preocupes —dijo el doctor—. ¿Es tu novia? —preguntó a Ben.

—Sí —respondió.

—Ah, joven, yo soy el doctor Mirabal, un gusto en conocerle.

—El gusto es mío —Valeria estrechó su mano—. ¿Quedará marcada la quemadura?

—Volverá a su normalidad casi totalmente, eh... la del cuello terminará de botar esa piel y después nacerá otra y quizás dentro varios meses solo quede un leve tono oscuro y después de más tiempo sane por completo. Las cremas blanqueadoras ayudarán. Pero la del brazo dejará una cicatriz un poco más oscura. La puerta de madera quemó toda su epidermis. Una exposición más prolongada y hubiese necesitado cirugía o injerto de piel.

Valeria sin querer frunció las cejas de nuevo.

—No te preocupes, Val, voy a hacerme un gran tatuaje que cubra la cicatriz —Ben sonaba optimista, y una hermosa sonrisa cruzaba su rostro.

El doctor terminó de colocar el apósito.

—Oh, pero espera a que sane para meterle tinta a la piel maltratada, aunque no te lo recomendaría... nah, sé que lo vas a hacer aun así. —El doctor le guiñó el ojo a Valeria—. Bien, todo por hoy. La enfermera vendrá en la noche.

—Gracias —le dijo Ben. Valeria estaba extrañada de la soltura del doctor. Los hacía más serios—. Es amigo de mi papá y fue mi doctor por años. Es casi mi amigo pero la diferencia de edad y estilo de vida.

—Oh, tiene sentido —Valeria se acercó a Ben.

—Oh, ¿qué le pasó a tu cara?, ¿y por qué no has venido a visitarme desde hace dos días?, ¿ya no te gusto yo por estar quemado?

—No digas eso, Ben, por favor —Valeria se relamió los labios—. Les confesé a mis padres que tenía un novio y que no era señorita; mamá enloqueció y papá la sostuvo para que no me hiciera más.

—¿En serio? —Iba a preguntarle si le había dicho quién había sido el afortunado, pero no era lo apropiado.

—Sí... ¿sabes? Él ha cambiado bastante. Es increíble lo que dos años pueden cambiar en un hombre.

—Lamento causarte problemas, realmente lo siento Valeria... todo lo que te hecho... soy tan estúpido por dejarte entrar en mi vida.

—No, no —negó, no aceptando sus disculpas. Si entrar a su vida era lo mejor que le había pasado... él no podía pedir disculpas por eso—. Ellos tenían que saberlo. Yo juraba que ella ya lo sabía. ¿Sabes qué creo? Creo que ella solo actuó así porque estaba delante de papá. Creo que la avergonzó el hecho de que él estuviera allí —se inclinó para besar su mejilla—. Lamento no haber venido.

Los labios de Valeria eran tan suaves, por un segundo le hizo olvidar lo solo que se sentía en ese cuarto de hospital el poco tiempo que ha estado interno.

—Oh, está bien —Ben se alejó y se volvió a acostar en la ca­ma, Valeria se quedó a un lado—. La gente del barrio ha venido a averiguar, y a molestar. Dejan un mal olor aquí y papá tiene que traer ambientador.

Valeria levantó las axilas en forma de broma.

—Bueno, no soy yo. Sé qué vengo del colegio y todo eso pero no traigo mal olor.

—Lo sé, no estaba hablando de ti —sonrió Ben.

—¿Qué tatuaje te vas a hacer? —Valeria ladeó la cabeza.

—Es sorpresa —topó su nariz con la mano que tenía el suero.

—¿Por qué tienes un suero?

—Además de que el fuego deshidrató mi piel, estaba muy deshidratado. —Valeria miraba la quemadura de su cuello cubierta por un apósito—. Valeria —la llamó—. Papá irá a ver qué pudieron salvar los bomberos de mis cosas y quiero que vayas a recoger lo que te parezca de importancia para mí.

—¿Cómo sabría yo eso? —preguntó.

—Lo sabrás —cerró los ojos, lucía cansado—. Arriba de aquella mesa está mi teléfono celular. ¿Puedes llamarlo para decirle que estás lista?

Valeria caminó a la mesita que le dijo, antes de tomar el móvil se volteó. —¿Cómo sabias que yo vendría hoy?

—Intuición —respondió con los ojos cerrados.

Valeria tomo el móvil y cuando la pantalla se encendió el número estaba marcado y le dio a la teclita verde. Empezó a llamar y Valeria le puso el teléfono en el oído a Ben, él abrió los ojos.

—Puedes venir ya —solo dijo eso, y cerró los ojos de nuevo. Valeria tomo el móvil rápidamente y lo colgó.

—¿Muy cansado, eh? —tocó su cabeza, donde el nuevo pelo empezaba a crecer pero aún seguía bajo.

Odiaba su cabello corto, por todos los momentos tristes que le recuerda, pero ahora adoraba sentirlo entre sus dedos, esas cortas hebras, lo tocaría hasta que se quedara dormido en su regazo.

—No puedo dormir con esta mierda en el brazo porque duele, en serio, Valeria, molesta mucho. De noche el frío hala la piel y es molestoso. Puedo sentir cómo se cicatriza debajo de la costra.

—Lo siento —lo miró y besó su quijada.

Cuando el papá de Ben llegó, él y Valeria fueron juntos a la estación de bomberos, y en un cuarto apartado del recinto, sobre unas mesas metálicas, estaban algunos objetos semiquemados como ropa sucia de ceniza y zapatos dentro de sus cajas aún nuevas. El papá de Ben había pedido a los bomberos que lo ayudaran a sacar lo que quería y él prácticamente solo sacaba los zapatos en buen estado.

Valeria caminó al fondo, en la parte de atrás estaban algunos escombros, y pudo ver allí el microondas derretido y lo que parecía ser la parrilla de la nevera. Las sillas del comedor se habían quemado un poco, pero el papá de Ben había dicho que lo podían vender a una tapicería.

Valeria ojeó todo lo demás pero a sus ojos nada tenía valor. Siguió caminando y vio una caja metálica llena de tizne negro por el fuego. La tomó y notó que pesaba un poco.

—Creo que esto —Valeria le dijo al papá de Ben.

—Una caja sucia, ¿de verdad?

—Luce de valor para mí. —Valeria alzó los hombros.

El papá de Ben la tomó de la mano de Valeria y trató de abrirla. Estaba cerrada bajo una cerradura de dos llaves.

Él bufó.

—Lo que sea, llévasela si quieres.

***

—No entiendo cómo es que tienes esa pantalla de nuevo —dijo Valeria mientras Ben deslizaba los dedos sobre el aparato.

—¿El qué, mi tablet? —preguntó echando una vista hacia donde ella estaba, sentada en el mueblecito de la habitación tratando de abrir la caja de metal maleable con la llave que Ben le había dado.

Ben llevaba en su cuello una fina cadena de oro que cuando lo llevaron de su casa a Emergencias fue arrancada de su piel para lavar su cuerpo. Pero después de que limpiaron toda su piel quemada y revisaron cualquier otro daño, le devolvieron su cadena y el anillo que llevaba puesto en la mano en un sobre.

Cuando Ben le pasó la cadena con una llave diminuta se dio cuenta de que no falló al elegir la caja.

—Tengo una maldita suerte —respondió—. Hace unas semanas Gregorio quería ver unas películas ahí y me la pidió prestada, no me la devolvió desde entonces, seguro descubrió tus fotos o algo así. La trajo el segundo día porque sabía que iba a estar aburrido. Creo que ella se salvó.

—Espero que no haya fotos inapropiadas de mí.

—Tal vez —Valeria soltó la caja y lo miró—. Pero no, están con clave.

Valeria achinó los ojos en respuesta.

—Trae la caja hacia acá. —Ella se levantó del mueblecillo y camino a su cama. Ben le dio la vuelta a la caja y debajo estaba la verdadera cerradura. Cuando volvió a darle la vuelta pudo abrir la caja y solo había libros y un cuaderno de escuela. Además de una carta y un par de dulces viejos.

—Lo siento, Ben —dijo Valeria, sin ocultar su decepción—. Yo pensé que tenía algo de valor. Solo te traje basura. Fue lo único que traje.

—En mi casa solo tenía basura, no te preocupes. —Levantó un piso de la caja de metal que se veía muy pequeña como para debajo tener un arma. La sacó y se la enseñó a Valeria. Se la pasó por su mejilla y con la punta dibujó sus clavículas—. Gracias —besó la punta.

A Valeria eso le dio escalofríos.

—Hazlo tú igual —le dijo, y se la puso al frente.

Lo pensó, pero haría todo para complacerlo, así que lo hizo, levemente, Ben sonrió y la guardó otra vez donde estaba. La llamó con sus dedos.

—Más cerca.

Valeria se acercó más, sus narices se tocaban.

—Más cerca —susurró.

Valeria incluso se acercó más, y sus labios ahora eran los que casi se tocaban.

—Deshazte de ella —murmuró en un silbido, después agarró sus labios con los de él y besó su boca.

Dejó de hacerlo. Valeria seguía aún cerca de él.

—¿Cómo? —preguntó sin aliento.

—¿Qué viene a tu cabeza?

Lo único que tenía en la cabeza era su beso con sabor a medicina, en realidad no tenía idea de cómo deshacerse de un arma.

—Oh, está bien, no tienes idea —se alzó de hombros, negó con la cabeza. La quemadura encima de su ceja izquierda se arrugó junto con sus cejas—. Dásela a Gregorio, él sabrá qué hacer con ella.

—¿Qué le diré?

—Que ahí le mando yo.

Valeria pensó en eso, la puerta se abrió cuando el papá de Ben entró, Valeria rápidamente se alejó de la cama de Ben.

—Lo siento.

—¿Interrumpía algo?

—No, no —dijo Ben—. Valeria iba a irse porque era tarde.

Valeria tenía la caja de aluminio en sus manos, y le sonrió.

—Sí, adiós, y cuídense —caminó a la puerta—. Ben, vengo a verte mañana —prometió.

Antes de llegar a su casa se dirigió a la de Gregorio. No se atrevía a aparecerse en su casa con un revólver escondido dentro de una caja metálica que aparentaba ser solo una caja llena de libros y un cuaderno viejo.

Gregorio vivía con su mamá y dos hermanas mayores en una casa de dos plantas, una de las pocas que había en el barrio. Era una casa simple y normal, y estaba pintada de color limoncillo.

La casa estaba dividida, porque podías ir a la segunda planta sin tener que cruzar por dentro de la primera, y si no fuera porque arriba solo había dos dormitorios divididos por una pared, sería un apartamento normal.

Al subir la escalera, había una puerta, y ese era el cuarto de la hermana de Gregorio, de veinte años; la otra puerta, más allá, era la del cuarto de Gregorio. Sabía que estaba allí porque había ido a preguntar por él en la esquina y le dijeron que no estaba.

Valeria sabía dónde vivía Gregorio porque cuando ella fingía interés por él, él le había enseñado su casa.

Tocó varias veces antes de que abriera la puerta y sonriera
al verla.

—Wow, esto es raro —su sonrisa era tan grande, como si acabase de ver un sol.

—¿Ah, sí? —Valeria miró adentro—. Perdona si interrumpo, pe­ro te traje algo.

—No. No interrumpes nada. Pasa, por favor.

Valeria entró al cuarto. Estaba bastante caliente y oscuro. Gregorio abrió las ventanas y encendió el abanico de techo. El cuarto se iluminó y se refrescó en unos segundos. Parece que Gregorio y Ben coincidían en algo. Ambos tenían sus cuartos ordenados.

—Y bueno... —Gregorio se sentó al frente de Valeria arrastrando una silla. Valeria abrió la caja, y sacó el revólver.

—Ben me pidió que te diera esto.

—¿En serio? —Gregorio la tomó.

—Sí. Espero que... te quedarás con ella, ¿no?

—Sí, sí, supongo que se la guardaré, para cuando salga. Por cierto, ¿cuándo saldrá? —la tiró encima de su cama. ¿Cómo se atrevía a tratar con tanta ligereza un instrumento que puede causar la muerte?

—Dijo que dos o tres semanas, en lo que la quemadura de segundo grado sanara. No hay condiciones para que vaya a vivir solo todavía.

—¿Te llevo a casa? —se acercó a Valeria—. Te puedo acompañar.

—No, no, está bien. Gracias.

Cuando salía Gregorio la detuvo. Valeria miró la mano de Gregorio cerrarse en su muñeca.

—¿Sí?

—¿Puedo besar tu mejilla?

Valeria miró a los lados. No, no podía. Pero por alguna razón asiente. Gregorio caminó hacia ella y puso su mano en el hombro de Valeria y con el otro agarró su quijada.

—Será uno largo —dijo antes de pegar sus labios en su mejilla. Se acercó un poco más y sus labios se movieron más cerca de su boca. Hasta que la besó de verdad, la mano que estaba en su hombro se movió a su cintura y la pegó a su cuerpo.

—No... —se quejó. Abrió los ojos—. No, lo siento.

—Valeria... —respiró en su mejilla. Su respiración era cálida y familiar, como un amigo. Era todo lo que sería para ella.

—No, tengo novio. No podemos ser nada más. Lo siento.

—Quitó la mano de él de su cintura y salió de allí. Al bajar las escaleras se estrujó la boca.

***

Lo siguientes días Ben siguió hospitalizado, y Valeria iba sin falta. Porque su vida se convirtió en eso, todas las tardes ir a ver cómo se mejoraba poco a poco.

Pero cuando fue esa tarde no lo vio en su camilla y sintió miedo.

Recorrió la habitación y decidió tocar la puerta del baño.

—¿Ben, estás ahí?

Ben abrió la puerta. Estaba sentado en la tapa del retrete con un cigarrillo en la mano y botando sangre porque se había quitado el suero.

—¿Qué haces aquí?

—Necesitaba fumar algo, ¿sabes? Es muy aburrido aquí. Creo que moriré.

Valeria tosió un poco.

—El día del incendio, si no me moría achicharrado iba a morir por intoxicación de monóxido de carbono, incluso estaba mareado como la mierda. El doctor me prohibió fumar, pero qué importa, estoy muriendo de ansiedad.

—Por favor, deja de fumar. Eso también es monóxido de carbono.

—Si hubiese muerto te hubiese dejado mucho saber sobre la vida.

Valeria negó.

—No relajes así.

—Porque has cambiado.

—Ben.

—Hubiese querido que salieras de esa ratonera, que terminaras la universidad, que consiguieras a un tipo que te trate como la reina que eres. Que no dejaras que nadie te manipule ni controle. Que saques las garras y nunca las abandones.

—Ben, basta.

—También hubiese querido que no lloraras mi muerte. No iba a estar en un lugar mejor, pero donde sea que hubiese ido a parar, lo merecía.

—Benjamín —siseó.

—¿Sí? —se levantó de la tapa del retrete.

—¿Estás bien? —probó.

Se acercó a ella.

—No, diablos. No, Valeria, no estoy bien, esta cosa me come y quiero rascarme hasta arrancar la piel nueva que empieza a nacer. Quiero despegar esas quemaduras porque son molestosas. No soporto estar encerrado aquí, tengo deseos de un poco de cocaína, incluso beber. Quiero salir de este maldito hospital ahora. Estoy cansado.

Valeria trató de entenderlo.

—Lo siento.

—¡No digas lo siento, no es tu culpa!

Salió del baño y se metió a la cama, Valeria salió unos minutos después.

—Por favor, llama a la enfermera y dile que otra vez se me salió el suero.

—¿No basta ya de tanto suero?

—Quizás —lo señaló—. Esto no sirve. Pero no importa, tengo que ir mucho al baño y aprovecho para fumar.

—¿Cómo consigues cigarrillos?

—Papá y Gregorio, Héctor también estuvo por aquí.

Valeria miró una botella de soda transparente encima del pequeño refrigerador del cuarto, su favorita.

—No es bueno, ¿cómo es que son capaces de hacer eso?

—Les agrado y saben que estoy muriendo de ansiedad. Ya te lo dije.

Era una máquina de quejas.

—Mamá suele hacerme sonreír cuando estoy de mal humor, aunque a veces se pase de ogra, es muy dulce cuando quiere.

—Bien —cerró los ojos.

Valeria se acercó a la camilla. Hizo espacio y se acostó junto a él con cuidado de no tocar su brazo dañado.

—Oh, gracias, necesitaba sentir tu cuerpo junto al mío. —Con su brazo dañado trató de abrazarla y después devolvió el brazo a su lugar inicial para descansar. Valeria tenía su cabeza levemente recostada de su pecho.

—¿No piensas en ella?

Ben sabía a qué se refería.

—Cada vez que puedo. —Se oyó como si estuviera sonriendo, pero estaba serio—. Suelo pensar en si tú le agradarías, como mi novia.

—Estás bromeando.

—No, de verdad... seguro sería la primera en no apoyar lo nuestro.

—Sabría ganármela.

A Ben se le escapó una sonrisa.

—Hay cosas que ocurren, y son disfrazadas, y la gente se olvida de la verdad, y la mentira se hace más creíble que la verdad.

—No entendí tu inspiración poética —se quejó Valeria. Su mano tocaba por encima del apósito de su brazo quemado, delicadamente, como una pluma que le causaba cosquillas. Y comezón, pero eso él lo ignoró.

—Yo no creo que ella se haya suicidado.

Valeria se quedó en silencio. Nina le había dicho a Valeria que sospechaban que no había sido un suicido, pero no dijo más.

Todos en el barrio piensan que es un suicidio.

—Mamá sufría de migrañas. De esas pastillas ella tomaba, ¿de la noche a la mañana comenzó a consumir éxtasis? Ja, sí, claro.

—¿Qué quieres decir, Ben?

—A mamá le cambiaron las pastillas. Cuando estuvo muy drogada como para entender qué pasaba, porque siempre bebía más de tres, le dieron más, hasta que su sistema no aguantó.

—¿Cómo puedes saber eso?

—Cuando comenzó a convulsionar, la metieron en la bañera y la ahogaron.

—¿Quién? —Valeria se rio nerviosa—. ¿Cómo lo sabes?

—Es mi teoría. Una teoría que he formulado los últimos seis años —sonrió con nostalgia.

—¿Quién?, quiero decir, ¿quién podría haberle hecho eso a tu madre?

—Lamentaré por el resto de mis días no haber llamado por ayu­da los primeros cinco minutos, no sé qué pasaba por mi mente, pero nunca imaginé que estuviese muerta. Que no la volvería a ver nunca más.

—Ben, ya, me estás asustando. ¿Cómo pensaste en eso?, ¿de quién sospechas?, ¿tienes un sospechoso?

Ben miró a Valeria.

En ese mismo instante Manuel, el papá de Ben, entró por la puerta con una sonrisa en la cara.

—Traje comida —anunció con fundas blancas en sus manos.

Ben miró a su papá e hizo un esfuerzo por sonreír, para di­simular.

Entonces Valeria lo entendió.

***

Cuando casi se cumplía un mes, la costra de la quemadura en el cuello de Ben estaba seca. Pero la mantenía cubierta porque era desagradable a la vista. Cuando Valeria llegó con su noticia en la punta de la lengua, la detuvo al ver que su papá estaba peleándole a Ben en voz alta. Sin embargo, no tomó el hilo de la conversación.

Se limpió la garganta.

—Yo me voy —salió del cuarto disparado y Ben levantó la vista.

—Hola —Ben la saludó.

—Ben, ¿cómo estás?

—Mañana me darán de alta. Por fin saldré de este maldito hospital.

Valeria sonrió. Esa noticia era mejor que la que ella traía.

—Oh, Dios, eso es asombroso. Oré por ti todo este tiempo —se tapó la boca de asombro y felicidad. Demasiada felicidad.

—Lo sé, me lo dijiste —parecía apurado.

—Parece una eternidad, siento que pasó una eternidad. Gracias a Dios volverás a casa...

—Eh... —intentó hablar, pero en serio Valeria no lo dejaría con su felicidad.

—Ben, ¿cómo será el tratamiento doméstico? La de tu cuello es­tá casi sana, pero tu brazo sigue aún un poco, bueno, no sano.

—Lo sé, las pomadas ayudarán y después, en unos meses, me haré el tatuaje.

—Ah... ¿ya elegiste qué hacer?

—Sí, será un secreto. Y no puedo decirte. —Aunque su tono fue seco, Valeria no lo sintió.

Ella solo sonrió mostrando sus dientes, Ben la haló para que estuviera más cerca.

—Estoy tan feliz. Vamos a salir de esto. Y pronto este mal rato quedará en el pasado.

Ben asintió con su mirada perdida en ella. Valeria rio en voz alta mientras lo abrazaba. Ben la haló un poco para que le diera el frente. Ella tenía una risa armoniosa, se la quería grabar en la mente.

—Te amo —le susurró mirando sus labios, porque no podía verla a los ojos.

Pero Valeria le alzó la mirada cuando le levantó la quijada.

—Yo también te amo, Ben —respondió en voz baja con una sonrisa leve—. Nunca me he sentido así, nunca. —Sus ojos se aguaron, porque era fuerte su sentimiento—. Eres todo lo que quiero, y nada más, te amo. Gracias por amarme.

Lo había olvidado. Había olvidado el significado.

—En serio te amo —intentó de nuevo. Él ahora sí la miraba a sus ojos, su mano acarició su mentón, después echó su cabelló hacia atrás y puso las manos a cada lado de sus mejillas—. Linda, mi amor, te amo. —Plantó un beso fugaz en su boca, y después le ofreció una sonrisa para apretarla en un abrazo aun soportando el dolor.

Pero entonces Valeria no entendió sino después, o mejor dicho, recordó, pero ya era muy tarde, porque él ya no estaba alrededor.

Como si la tierra se lo hubiera tragado y solo hubiera dejado un vacío inmenso y sin explicación.

Sin rastro de cuándo ni a dónde su vuelo despegó.

Él la había dejado volando en la nada,

]<>



'>****-------------------------------****

Bueno, esto es el fin.

Este capitulo es tan lindo, yo honestamente lo amo.!!!

Y bueno, muchas gracias por leer, y por sus votos y por sus comentarios (ambos, los de allá y los de acá), uds son los mejores ilyall.

.VOMENTEN.



*atención*

Por favor, recuerden que sus comentarios y/o reseñas son muy bienvenidas  en Goodreads (cualquier otra plataforma de reseñas) y/o si uds tienen un blog o vlog, y pueden avisarme o etiquetarme en las paginas de facebook, o twitter. El link de goodreads lo comento acá abajo en este parrafo. O sea, es preferible, que sus comentarios (tantos antiguos lectores, como nuevos lectores) lo dejen en goodreads o en una de las formas en que ya mencioné porque eso ayuda a que otros lectores fuera de la copula de wattpad descubran Nada y adquieran interés por leerla. Tambien pueden calificarla de 1 a 5 estrellitas según su parecer. Yo las leería todas porque me interesa mucho saber que opinan ustedes. Por favor y gracias♥




Todo, el segundo libro de Nada, está en mi perfil. Lamentablemente, lo estaba releyendo y encontré muchos errores y lo estoy editando again pero subo rapidísimo, so no hay problema con eso :D

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro