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Capitulo 30 -Cenizas.

Cenizas

Ben estaba despierto desde las tres de la mañana. Tenía su cama llena de pantalones jeans y dos de vestir, algunas camisas y zapatos de ocasión. Se sentó en el sofá a esperar que fueran las cinco, y a las cuatro y media salió a la calle para esperar a Valeria. Casi faltando cinco para las cinco de la mañana, Valeria estaba caminando por la acera. Estaba todo muy silencioso y no estaba oscuro, pero tampoco estaba claro. De hecho, estaba agradable, aun así se sintió enfermo porque caminó tan sola a esa hora.

Cuando ella lo divisó sonrió, y él no pudo evitar sonreír. Ella parecía toda una empresaria o algo así. Tenía una falda a las rodillas y unos tacones bajitos que le daban un buen porte. Además de la camisa que quedaba ni muy floja ni muy apretada en su torso. Su cabello estaba recogido en una elegante recogido y se había puesto solo un poco de maquillaje.

Ben la abrazó y la besó en medio de la acera.

—¿Ya te vas?

—Sí —asintió

—¿No quieres entrar a desayunarte?

—En serio está tarde.

Ben la miró por un segundo. Valeria soltó el aire y accedió a entrar a su casa. Sorpresivamente, había una taza con té encima de la mesa. Valeria lo tomó y bebió un poco de él.

—¿Y después que tomes el bus, a dónde te dirigirás? —preguntó.

—Voy a tomar un taxi a la universidad.

—¿Dónde queda?

Valeria lo miró a los ojos.

—Eh... en el corazón de la capital...

—¿En serio? —preguntó con una sonrisa en la boca—. Tú no tienes idea de dónde queda la UDA, ¿cierto?

—Claro que sé, mi tía vive a unos cuantos kilómetros de allí.

—¿Segura?

Valeria soltó la taza porque sus manos estaban temblando y se había quemado los dedos con él té derramado. Fue al fregadero y se mojó la mano con el agua de la pluma. Apretó los dientes.

—No tengo la mínima idea de a dónde me dirijo y está súper tarde; seguro perderé la cita. Estoy perdiendo la cabeza.

—Yo puedo llevarte en mi jeep.

¿Por qué no lo había dicho antes?

—¿En serio?

Ben tenía el ceño fruncido.

—Sí...

Valeria sonrió y caminó hacia él.

—¡Por qué entonces no me habías dicho!, ¿por qué?

—Tú tienes que crecer, y además, si no querías que yo fuese no iba a insistir, porque no me preguntaste.

—Pero la gasolina... —Valeria desvió la mirada al suelo—. No puedo hacerte gastar más dinero.

—Dame los tres mil pesos que te di.

Valeria lo sacó de su carterita.

Ben le quitó la carterita de la mano.

—No carteras, ¿para qué?, ¿quieres llamar la atención? —La lanzó al mueble y le dio el dinero en la mano—. Espera aquí.

Ben se metió al cuarto y Valeria lo siguió. Se había quitado la ropa en bola de humo y ya tenía puesto el pantalón de tela hasta la cadera.

—¿Tú tenías todo esto preparado? —preguntó un poco impresionada.

Ben no respondió hasta que se abotonó la camisa y se terminó de poner la correa.

—Llegamos tarde.

Cuando salieron a la calle eran las cinco y media y el cielo estaba más claro que antes. Tuvieron que caminar un par de cuadras para llegar al carwash donde Ben guardaba su jeep. Cuando se subieron ya eran las seis y Valeria estaba sudada a más no poder, si no hubiese sido porque el aire acondicionado estaba encendido se hubiese derretido allí dentro.

En la gasolinera, para echar al tanque mil quinientos pesos, se tomaron varios minutos, así que cuando empezaron a correr la carretera eran las seis y quince minutos.

Valeria no quería llegar tarde, sabía que si llegaba un minuto tarde lo tomarían en cuenta, pero Ben le había dicho que él podía llegar a la UDA más rápido que una de las guaguas porque sería un viaje directo y sin paradas. Y Valeria creyó completamente en él.

Y todo el camino su cara estaba en una batalla en la cual estaba seria, porque pensaba que iba a llegar tarde, y sonreía, porque Ben tenía todo preparado para acompañarla.

«No te iba a dejar ir sola».

Quizás era verdad. Ella era su "no novia", ¿por qué no habría de acompañarla?

Volteó a mirarlo varias veces. Vestido así se veía hermoso. Ellos
dos así se veían tan linda pareja. Por un momento se imaginó que estaban casados y que iban a camino a recoger a sus hijos. Despertó de sus sueños segundos después cuando Ben le enseñó un parque acuático que se estaba construyendo por la salida de la ciudad.

Dos horas y media más tarde Ben se parqueó frente al recinto de la universidad y todo se quedó quieto por un instante.

—Ocho y cuarenta y cinco.

—Cincuenta minutos de anticipación —respondió Ben con una sonrisa—. ¿Estás lista?

—No... —dijo con voz serena—. No sé qué voy a responder...

Ben no respondió. Solo apagó el jeep y el aire acondicionado se empezó a disipar.

—¿Terminaste la escuela, Ben?

—Sí, de noche, pero la terminé —respondió con el rostro vuelto hacia ella.

—¿Nunca pensaste ir a la universidad?

—No... no en realidad. Yo odiaba la escuela así que también sé que voy a odiar la universidad.

—¿Por qué no te inscribes conmigo?

—Tú sueñas mucho —se quitó el cinturón de seguridad y salió del auto.

Valeria hizo lo mismo y se quedó de pie junto a él mirando el gigante recinto.

—Espero que esto valga la pena entonces...

—Lo valdrá —la cortó.

Valeria alzó la cabeza para verlo con su mirada perdida en el recinto.

—Ben, voy a entrar para que la recepcionista diga que yo estaba aquí desde antes de la y media —esperó su reacción.

—Yo no voy a entrar, me quedaré aquí.

—¿Por qué entonces te vestiste así?

Ben la miró de arriba abajo.

—¿Tú pensaste que ibas a venir así toda elegante y hermosa y yo iba a venir a acompañarte todo traposo, o algo por estilo?

—Gracias.

Sonrió, y después lo abrazó. Y Ben la besó hasta que ella le dijo basta porque había quitado todo su pintalabios. Ahora tenía las rodillas temblorosas y el corazón latiendo a todo lo que le daba, no solo por la entrevista, sino por él.

Se sentó unos minutos allí. Antes de las nueve y media una señorita preguntó por Valeria García y ella ya estaba allí. Así que tenía un punto ganado.

***

—¿Algunas vez habías comido en un lugar así?

Valeria volvió a mirar el menú. Solo veía lo caro de los precios.

—No...

Ben miró por la ventana abierta.

—¿No te da miedo ver al mar así?

Valeria volteó a ver.

—No, en realidad.

—¿Ya saben que van a pedir? —preguntó una señora con un carnet que la identificaba como empleada del sitio.

—Yo quiero solo estas pechugas y ella quiere...

—Ehhh... —Valeria miró de nuevo el menú—. Quiero lo mismo que él.

—Entonces yo quiero muslo de pollo a la BBQ, y con salsa hot, acompañado de fritos.

Valeria miró a Ben sonreír a la señora que tomaba la orden. Ella terminó de apuntar, y después de leer en voz alta para verificar si había anotado bien, se giró sobre sus talones desapareciendo por la cocina.

Valeria volvió a mirar por la ventana. La capital no era todo lo que le habían dicho, era eso y mucho más. Era inmensa, estaba llena de personas, de grandes edificios y miles de autos tocando bocinas al mismo tiempo. Es más, cuando salieron de la entrevista, a las diez y quince, a Ben le tomó más de media hora salir del tráfico del corazón de la capital cuando trató de mostrarle más sobre su próximo hogar si se ganaba la beca y si decidía mudarse a la capital.

En todo ese pequeño recorrido, además de gasolina agotada, tenían hambre y por eso se detuvieron a comer en uno de esos restaurantes del malecón.

Por ahí el tráfico no era tan denso como en el pleno centro, y eso era lo que Valeria estaba mirando ahora.

—¿Te enojaste porque pedí otra cosa distinta a lo que pedí primero?

Valeria no despegó la mirada de la ventana.

—No... yo solo estoy pensando.

—¿Cómo te fue?

Valeria estaba media dormida, eso era. Había sido tan irreal y tan simple.

—Creo que me fue bien. No gagueé y el señor dijo que yo era muy simpática.

—Ah... ¿era un señor?

—Sí.

Un poco de silencio. Valeria jugó con la sal que estaba en la mesa. Los dos estaban sentados en una de las mesas que daba a la ventana con vista al mar. Casi podía percibir el olor salobre desde donde estaba.

—Cuando terminemos de comer podemos acercarnos más, para que veas mejor.

—¿Qué? —Valeria apartó la mirada de la ventana.

—Que...

—¿Ustedes son recién casados? —preguntó la misma señora, quien ahora era una entrometida, mientras ponía los platos al frente de cada uno. Valeria miró a Ben—, ¿o solo son compañeros de trabajo?

—Somos compa...

—Novios —dijo Ben. Después ignoró a la señora y comenzó a comer.

Valeria sonrió porque se sintió incómoda, y la señora se fue. Al ver esas cosas cubiertas de salsa y papas salteadas a un lado no supo qué había pedido. Pero tomó el cuchillo y el cubierto y probó el primer bocado. La boca se le hizo agua, estaba delicioso. Tenía tanta hambre que se mordió la lengua al comer, era tan rico lo que estaba comiendo.

—No tenía idea de que sabías cómo comer con tenedor y cuchillo.

—No soy tan campesina. Mi tía me enseñó y mi papá también.

Ben sonrió.

—Bien, ¿te gusta tu pollo?

—Sí... tiene jamón y esta salsa es deliciosa.

Cuando terminaron de comer, se detuvieron en una de las secciones del malecón. Donde casi no había nadie porque estaba retirado. Ben estaba detrás de ella con las manos alrededor de su cintura y apoyándose de la barandilla mientras Valeria miraba las olas atacar las rocas.

—¿Te da miedo?

—No, no. Es tan normal —comentó.

Ben puso la mano en el pecho de Valeria.

—Tu corazón late fuerte.

—Por ti.

Ben sonrió.

—Quiero saber cómo se vería una roca hundiéndose en el agua —Valeria cambió el tema.

—¿No has ido a la playa?

—Claro que sí. Pero es distinto. Nunca llego tan profundo.

Valeria se desabotonó los primeros botones de su camisa porque estaba sudando. Se pasó la mano por el cabello porque la brisa lo despeinaba.

—¿No se te ocurrió traer otra ropa?

—Yo no sabía que tú ibas a venir. Probablemente a esta hora yo estaría en casa.

—Eso si hubieses llegado a la UDA en primer lugar. —Ben respiró en su cuello—. ¿Qué clase de preguntas te hizo ese señor?

—Mi nombre, y mi fecha de nacimiento, la ocupación de mis padres, sobre mi carrera, me preguntó por qué quería estudiar en la universidad y unas cuantas cosas más. No era la gran cosa.

Valeria sintió algo frío a través de la delgada tela de su camisa. Después lo sintió moverse por su vientre y sus costillas hasta bajar de nuevo a su vientre. Sí tenía la idea de lo que era, pero no entendía por qué Ben tendría eso. Además, él estaba respirando en su cuello mientras tarareaba una melodía.

—¿Alguna vez has visto una bala en el agua? —le preguntó quitando el rostro de su cuello para mirar su cara. La pistola estaba apuntando al agua ahora.

Era un revólver color plateado con el mango negro. Se veía tan ligero y parecía de plástico. Valeria no hubiese creído que era verdadero si no hubiese sido porque sintió por sí misma el metal rozar la tela de su camisa y, más allá, su piel.

—No... —respondió. Su aliento estaba frío y una sensación de puro miedo se regó en todo su pecho.

¿Ben tenía un arma?, ¿siempre andaba con ella?, ¿la había utilizado antes?

No podía moverse ni hacer nada. Mucho menos ocultar su pánico. Ben juntó sus dos manos en el mango de la pistola, aun detrás de Valeria de modo que la tenía atrapada, y disparó al agua. La bala desapareció en el mar, y el sonido fue amortiguado, pero aun sonó.

Valeria dio un salto hacia atrás y chocó con él. Aún tenía los ojos cerrados cuando escuchó a Ben reír en su oreja.

—¿Viste eso?

Negó con la cabeza. Su labio temblaba.

—Hazlo tú ahora.

—No puedo, Ben, lo siento. —Porque por su mente apareció la terrible imagen de Ben apuntando esa arma a alguien más y matándolo. Eso era simplemente espeluznante.

—Oh, vamos. —Besó su mejilla. Al mismo tiempo colocó el revolver en su mano. Al tomar el mango sintió que quemaba, aunque no era cierto. Lo quería soltar, pero entonces las manos de Ben envolvían las suyas—. Solo dispara el gatillo, ¿cuándo vas a tener la oportunidad de usar un arma en toda tu vida?

Entonces sintió lágrimas aflorar a sus ojos y volteó la cabeza para esconderla en el pecho de Ben mientras sus manos trataban de apretar el gatillo. Pero no poseía la fuerza. Y le dio gracias a Dios. Unos segundos después el dedo de Ben la ayudó y sintió cuando el revólver tembló en su mano y la impulsó hacia atrás para chocar de nuevo con Ben. La bala rozó la superficie del agua hasta hundirse. El sonido fue incluso más fuerte.

Soltó el revólver como si quemara y Ben lo guardó. Ella ni siquiera miró dónde. Solo quería desaparecer. Tenía que recordarse que no había lastimado a nadie.

Segundos después estaba caminando, casi corriendo, al jeep. Pero Valeria solo podía escuchar el sonido del revolver al disparar. Solo podía pensar en que había disparado un arma. No podía apartar de su cabeza que Ben se la enseñó.

Y mucho más pensaba en que ahora tenía que viajar a casa con el chico que amaba y un revólver cargado.

Respiró hondo.

Y en la mayor parte del camino Ben no habló. Valeria no se atrevía a hablar tampoco.

—¿Siempre andas armado?

—La mayoría del tiempo —respondió.

—¿La has usado?

—Me has visto.

Valeria apretó el cinturón de seguridad.

—¿La has apuntado a alguien?

Ben dejó de mirar el camino solo por un segundo para verla.

—Eso está claro para ti. ¿Por qué preguntas?

—¿Le has quitado la vida a alguien? —Ben no respondió—. No debería preguntar cosas que no quiero saber... ¿verdad? —Ben seguía sin responder—. Eres tan joven... y ya has hecho...

El jeep se metió en un lugar donde no estaba bien asfaltado y todo se estaba moviendo dentro.

—¿Tú piensas que iba a hacerte daño? —preguntó mientras corría por el pavimento en mal estado.

—Ben, ¿por qué no continuamos en la carretera?, esta calle está horrible.

—No, pero respóndeme —sonrió de lado. Esa sonrisa es tan escalofriante como atractiva al mismo tiempo. Eso es de enfermos—. ¿Pensaste que iba a dispararte o algo así?, ¿tienes miedo de mí?

—No. —Negó sujetándose del asiento para no ceder ante los movimientos del jeep.

—Yo solo te estaba contando uno de mis secretos. Ahora que eres mi novia, yo no sé, creí... Yo creí que podía contarte todo, que podía mostrarte todo. —Se detuvo en medio de la calle sin asfalto.

Valeria lo miró salir del auto.

—¿A dónde vas? —preguntó con pánico.

—El radiador se calienta. Hay que echarle agua.

—Quién viviría por aquí de todos modos —comentó Valeria observando una casa de madera escondida entre los matorrales de uno de los lados. Es más, el jeep estaba parqueado frente a frente a esa casa—. ¿Puedes darte rápido?

—Sí... sí... —Estaba buscando el galón de agua en la parte de atrás. Abrió el bonete y después quitó la tapa del radiador para echarle agua.

Volvieron a la marcha.

Minutos después salieron del camino sin asfalto y se adentraron a la carretera.

—Sigues asustada.

—No... Ben, es solo que... —Valeria miró el sol ocultarse por el oeste—. ¿Ves lo tarde que se ha puesto?

Ben aceleró más. Había un bulto en medio de la carretera y cuando los faros del jeep lo alumbraron descubrieron que era una vaca. Ben la esquivó y aceleró más hasta que estuvieron lejos de allí. Detuvo el jeep. Las ruedas olían a caucho quemado.

—Hoy quieres matarme del susto. Yo no sé si es intencional o es que...

—¿Viste esa bruja?

—¿Bruja?

Ben la miró y se acercó.

—Era un bacá.

Valeria entrecerró los ojos. Obvio que había escuchado de esos seres o lo que sea que fuesen. Era un bacá con forma de humano que arrastraba cadenas, y en los campos era común que los terratenientes los pusieran a cuidar sus tierras. No es solo una fábula inventada por viejos de cuando la dictadura o mucho antes.

Hay muchos testimonios de personas que los han visto, en las áreas del campo, cuando está de noche, escuchan su mugido. Están seguros de que son personas, que son las mismas brujas que adoptan formas de animales.

—¿Tan seguro estás? —rio para no lucir tan nerviosa.

Ben volvió a conducir despacio.

—Estas tierras esconden muchos secretos, Valeria. ¿No sabes que ocurren muchos accidentes por aquí? Es más, donde sea que ocurren accidentes de noche, donde una vaca o un becerro se metió en el medio y despareció después que los autos se volcaron, no dudes que fue un bacá o una bruja de esas para defender sus tierras.

—Yo nunca pensé que creías en eso.

—Es magia negra.

—A Dios no le gusta, ¿podemos no hablar de esto? —Valeria miró como volvían a la carretera donde había más autos.

—¿Viste que estábamos en un sitio que jamás habías visitado? Si hubieses venido sola, el expreso no te llevaría por aquí.

—¿Por qué lo hiciste tú?

—No lo sé, fue solo que me equivoqué.

Valeria cerró los ojos y oró para que todo saliera bien en el resto del camino.

***

Un gran perro pitbull color marrón ladraba desde atrás de la rejilla y saltaba pegando las patas cada vez más alto. Ben lo miraba inmóvil y sin ninguna expresión en el rostro. No le gustaba esta parte de la ciudad, la gente decía que su barrio era peligroso, pero era porque nunca había puesto un pie en este. Las calles no tenían asfalto, a excepción de la principal, y los perros callejeros y la basura con su hedor en las esquinas donde están los desagües parecían los protagonistas. Había niños pequeños sin nada de ropa sentados al frente de sus casas de madera y las mismas casas amenazaban con desplomarse en cualquier momento.

Dicen que el gobierno hace mucho por ellos, pero es que viéndolos ahora eso suena imposible. Las personas vivían en una precariedad total y la delincuencia era la estrella. Cuando alguien caía preso por algún acto de delincuencia era como encerrar al súper man de una familia, encerraban a su héroe, a los que de alguna forma, defendían sus barrios.

Son villanos para todos los demás. Todos lo que están fuera de esta gran realidad que viven todas estas personas.

Pero esos villanos cuando alcanzan gloria no se van como los héroes de los otros lugares. Se quedan en su cuna siempre. Ayudan a los suyos. Donan su dinero para que construyan aceras y contenes, tal vez canchas.

Ellos no son villanos, pero tampoco son buenos. Ellos no son los mejores. Porque si para hacer lo bueno tienes que hacer lo malo entonces no eres un ejemplo. No importa si robas para alimentarte o para alimentar a otro, ¿Qué les hace pensar que quitarle el pan a alguien para dárselo a un tercero es un acto de honra?

Ben volvió a tocar el timbre.

Carlos era un héroe, que no era villano, que no era reconocido como héroe, y que no todo lo que hacía era bueno. Él era un gran chico, y una de las conexiones de los oscuros. Él también tenía bienes en común con Ben. En cuanto a dinero se refería.

La casa era mal cuidada por fuera. La pintura se desgarraba y las rejillas estaban oxidadas. Pero solo estaba ocultando el lujo de adentro.

Un hombre sin camisa y con el torso lleno de tatuajes salió a abrir la puerta. Tenía unos tenis Nike famosos porque todo el mundo soñaba con una colección de esos.

Ben entró a la casa. Había una música en la radio y dos hombres jugando Play Station con platos sucios en sus pies demostrando que acababan de comer.

—Espero que la razón de tu entusiasmo al llamarme sean buenas noticias. No quiero escuchar malas.

—Pues entonces, niño, vete yendo porque esto es lo peor que le ha pasado a mi familia. —Cuando decía familia se refería a su banda. Los Plata.

—Bueno, ¿qué? —Ben quitó la vista de la pantalla plana y del juego que jugaban—. No te hagas rogar.

—El viejo Pablo murió.

Ben abrió los ojos. Sorprendido.

—¿Estás bromeando?

—No. Quemaron todo.

Ben se pasó la mano por la boca con rudeza.

—¿Por qué?, ¿quién le haría eso a ese pobre viejo?

—Tenemos una teoría. Un soplón dijo en qué lugar teníamos el dinero, cuando fueron donde el viejo a preguntarle no respondió nada. Entonces decidieron quemarlo vivo con todo y casa. Con todo y el jodido dinero de mierda.

—Wow, ellos no sabían que el dinero estaba ahí, si no, no lo hubiesen quemado.

—Perdimos todos nuestros fondos —anunció otro—. Esta es la peor crisis que nuestra familia está por enfrentar, y estoy seguro de que los oscuros se verán afectados por igual.

El fruto de años, perdido. Aún no lo creía.

—¿La policía, algo?

—No tienen idea de porqué alguien mataría a un pobre viejo del campo. Pero detectaron gasolina y encontraron la caja de fósforo. Van a investigar.

—Tal vez fueron los Cenizas —murmuró Ben.

Carlos se rascó la barba.

—Yo te juro, Sombra, que si encuentro al soplón alguna vez, voy a torturarlo hasta que muera del dolor y la vergüenza. No me importa quien sea. No me importa incluso si es tu esposa o tu hermana, o tu amigo, quien sea, familia de quien sea, y con el historial que sea, va a pagar por esto.

—Todos sabemos que cumples tus amenazas, Carlos, pero ese dinero ni siquiera te hizo brisa, tienes más que eso —dijo Ben fríamente. Al mismo tiempo recordó a Valeria. Ella era «su chica», ¿a eso se refería Carlos?, ¿estaba... de alguna forma, culpando a Valeria de lo que pasó? Valeria no era ninguna soplona. Valeria no tenía a quién venderle información.

—Pero a tu familia sí, los oscuros, todos saben que están divididos, con esta pérdida tu lado pierde potencia, ya están igualados a los norcuros.

—Pues me iré a la otra fase. Por mí no te preocupes.

—Tú no vas a poder ir a otra parte hasta que destruyas al soplón. O si no irán por ti y por el dinero que piensan que aún tienes. No los norcuros o los patéticos de los Cenizas, una familia más fuerte.

Ben retrocedió unos pasos.

—¿Suena a amenaza?

—Yo nunca te amenazaría, Sombra —sonrió, le llevaba casi diez años a Ben—, pero no eres intocable.

—Pero voy a salir de este nivel. Para hacerme intocable.

Carlos se alzó de hombros y se sentó en el sofá.

—Supongo que tú te encargaras de dar la noticia a tu familia. Y a la nuestra. Si no te matan nuestros nuevos enemigos lo harán ellos, es su dinero. Perdido por el peor de los elementos.

—Matarme no solucionará nada. Si llegas a pensar que yo quemé nuestro dinero estás mal. —Ben salió furioso de allí.

En ese momento no podía creer que Valeria se atreviera a vender información, si había actuado tan... tan inocente. Quizás desde el principio fue así. Quizás siempre su misión había sido enamorarlo y sacarle información. Eso explicaría porqué se había puesto tan nerviosa cuando él sacó el arma. Quizás ella solo estaba actuando siempre.

Eso apestaba, él realmente la amaba.

Recordó cuando había golpeado a Alejandro en el ojo por haberle dado drogas a Valeria. Quizás ella siempre las había utilizado. ¡Pero era imposible! Valeria tiene apariencia de ser sana. El único que parecía corromperla era él, el único que había traído un infierno a su vida era él, ¿entonces por qué ahora se ve como si ella fuera la mala? Si alguien tiene que tomar justicia porque su boca era suelta entonces sería él, y nadie más.

Y es que en ese preciso momento, nublado por la ira de haber perdido todo el dinero que habían trabajado por años, de haber escuchado cómo la amenazaban, porque es la única que llega a hablar con él tanto tiempo, y también con el pensamiento de que tenía un nuevo y desconocido enemigo, no pudo reconocer que Valeria no tenía nada que ver en eso en realidad.

Nada.

Recordó cuando Alejandro apareció con la nariz rota y puntos en la boca. Alguien lo había golpeado para sacarle la verdad sobre algo, pero nunca dijo sobre qué.

Días después Ramírez estaba muerto.

Aún olía a muerte.

Ben, entonces, en vez de dirigirse a donde Valeria, fue a Casa Central y cuando encontró a Alejandro, con las cicatrices casi sanas y con la cara de un niño asustado, le juro en la cara que lo mataría a golpes si no le contaba qué mierda estaba pasando y por qué nadie se lo decía claramente.

***

La casa estaba sola y en silencio como no se veía hace mucho. Si no fuera porque Carol y Carlitos se encontraban en casa de unos compañeros de la escuela, y su mamá no estuviera haciendo unas diligencias, no estuviera sola.

Cogió otro pedazo de pollo y lo metió a su boca. La puerta se abrió con fuerza, como si el que fuera a entrar estuviera muy apurado, y al mismo instante Ben apareció del otro lado. Su rostro lucía perturbado y tenía gruesas rayas de expresión en la frente.

—Ben...

—¿A quién se lo dijiste? —preguntó.

—¿A quién le dije qué?

—¿A quién le dijiste dónde estaba nuestro dinero?, ¡el que estaba en efectivo!

—No entiendo como piensas que voy a decir algo que no sé, ¿recuerdas que no me dijiste? —Valeria respondió calmadamente mirando al plato y cogiendo otro pedazo de pollo.

—¡Te llevé al maldito lugar, Valeria, incluso detuve el jeep allí y te conté lo de los bacá!, ¡te lo estaba diciendo!

Valeria volvió a mirar el plato, Ben lo tumbó de la mesa y Valeria saltó en su asiento cuando escuchó la porcelana romperse.

—Mamá va a matarme, ¿por qué hiciste eso?

Ben puso la mano en la parte de atrás del cuello de Valeria y bruscamente acercó su rostro al de ella.

—Solo dime a quién diablos le dijiste o no responderé.

Valeria miró sus ojos. Ni siquiera tuvo miedo.

—Yo pensé que nunca me harías daño —dijo Valeria en voz baja.

Ben respiró profundo y soltó a Valeria, se alejó hacia la pequeña cocina. Era su primera vez dentro de la casa de Valeria y era mucho más pequeña que su propia casa.

Valeria se levantó de la silla y buscó la pala de la basura para recoger los pedazos de porcelana rota con la escoba, respiró profundo cuando terminó de sacarla.

—Era uno de los platos favoritos de mamá.

—No fuiste tú, ¿cierto? —comentó con las manos en las caderas—. Dios, estoy demente, tú nunca lo harías. Perdóname.

—Avanzó hacia donde ella y la abrazó.

Valeria respiró profundo. Quería entenderlo.

Quería entenderse.

Tenía su amor. Él era su novio. Entonces, ¿por qué sentía que no estaba todo completo? Quizá nunca se sentirá completa.

—¿Puedo preguntar qué pasó y por qué creíste que yo tuve algo que ver?

Ben soltó el abrazo que le tenía y tomó su cara.

—Piensan que eres una soplona.

—¿Una soplona?, ¿quiénes?

—Los aliados, ellos piensan que porque eres mi novia sabes todo lo que yo sé y que vendiste la información.

—¿Por qué les creíste? —preguntó Valeria y se rio incrédula pero con el ceño fruncido.

—No lo sé.

Besó sus labios pero Valeria se alejó.

—Yo nunca diría nuestros secretos.

—Lo sé, Valeria, pero escucha, estoy cargando con mucho ahora. Eh... es mucho.

Valeria se mordió el labio.

—Pero no confías en mí. Incluso me amenazaste. Ibas a atacarme en mi propia casa.

Ben negó.

—No, Val, yo... no iba a hacer eso. —Tocó las esquinas de su cabeza—. Necesito ir a casa, por favor, Valeria, ve cuando puedas. Necesito contarte algo.

Valeria abrió la boca y después la cerró. Él se veía muy mal. Desconocía la razón.

—Solo, me iré. Si tu mamá me encuentra aquí... lo siento por el plato... voy a pagarlo. —Caminó hacia Valeria pero ella retrocedió instintivamente—. Solo... perdóname. ¡Juro por todo lo que soy que nunca te haría daño, maldita sea!

Valeria desvió la mirada.

—Iré otro día, está noche estaré ocupada. Pero iré. —Trató de sonreírle—. Te quiero, Ben.

Él ya se dirigía a la puerta, derrotado, y Valeria lo siguió hasta que se fue.

Respiró profundo.

Quizá no quería saber qué tenía él para decir. ¿Y si era que su relación no podía continuar?

Iba a morir. Iba a morir en el paraíso. Iba a caer como un meteorito desplomado a la tierra y su crimen iba a ser ocultado. Y el autor iba a llevarse los pedazos de ella que quedaran, y ella se quedaría sin nada, porque se convertiría en la nada.

No, por favor, que nunca acabe.

Cerró los ojos.

Que nunca acabe.

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*La musica de la derecha fue una de las inspiraciones sobre el status social, el barrio, costumbre y todas esas cosas.

Voy a hacer aclarandos:

---La parte donde están en el malecon me parece muy romántica y es mi favorita de todo el cap.

---Pablo es el señor mayor que vivía en la casa de madera al frente de la carretera en mal estado en la que Ben detuvo el jeep para echarle agua.

---¿Recuerdan cuando Ale fue a Bebidas Fresas y le dijo a Val que sus heridas no fueron porque el se acostó con ella ni eso? Bueno ya saben que Ben le puso morado el ojo cuando Val tuvo la sobredosis y la otra cosa quien la hizo fue (no-se-sabe) para sacarle (no se sabe qué) pero (Ramirez murió por eso).

---si algo no entienden preguntan y yo responderé.

Gracias por leer y por esperar.

VOMENTEN:

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