No te amo
La puerta sí estaba abierta. Pero la casa se sentía muerta. La luz de la cocina estaba apagada y la puerta de su cuarto estaba cerrada. Valeria respiró profundo y tocó la perilla de la puerta del cuarto. Antes de darle vuelta, en la penumbra de la sala, decidió recordar por qué había vuelto.
Necesitaba saber si estaba bien. Era solo por eso. Iba a ver si él estaba bien y entonces después iba a seguir con su vida normal que no era normal.
La giró y al principio no vio nada. Lo primero es que la puerta del baño estaba cerrada y la luz prendida, pero solo filtraba por debajo y encima de la puerta; una de las ventanas estaba abierta y el aire acondicionado, apagado.
Ben estaba sentado en el suelo mirando a un punto fijo. El cuarto olía a jabón de leche como si él se acabase de dar un baño. No levantó la vista cuando Valeria entró al cuarto. Solo se quedó quieto, mirando a ninguna parte.
Valeria se iba a sentar junto a él, pero se dio cuenta de que no era apropiado. Se sentó en el borde de la cama y esperó.
Pero él no habló.
—Desde que me enamoré de ti lo que siempre quise fue que todos lo supieran, pero Ben, no me refería a eso. Todos te miraban, y me miraban a mí. Es horrible ser el blanco de las críticas. Es horrible sentirme así, porque yo realmente si...
—Una vez tuve un problema en la escuela —Ben empezó a hablar con voz ronca. En realidad sabía que Valeria iba a repetir que lo amaba y él no quería eso—, cuando volví a casa mi mamá me dijo que todo estaba bien y que no tuviera miedo de ir al colegio al otro día. También me dijo que me amaba con todas sus fuerzas, ¿sabes que pasó al otro día?
Valeria no tenía idea.
—Entré a la habitación de mis padres y como no la encontré y el piso de la habitación estaba lleno de agua, entré el baño y vi el brazo de mi mamá hinchado y morado por el agua. Tres semanas después mi papá me dijo que mamá estaba en un mejor lugar, y que yo era lo único que le quedaba. Y que me amaba con todo su ser, ¿sabes qué hizo él?
Silencio de nuevo. Ben sonrió con tristeza.
—Eligió a la vieja esa en vez de mí y abandonó a su hijo con una drogadicta en la casa donde su madre se había suicidado.
—Ben... —Valeria trató de hablar.
—Unos meses después me enamoré de esa hermosa rubia, y pensaba que el amor era bueno, me dijo que me amaba aunque fuese un adolescente, y semanas después me confesó que era la mujer de Claudio, pero que aun así me amaba, y entonces se fue a vivir con él. —No dejó que Valeria pensara en una respuesta—. Me dijo que yo debía estar solo y se fue con ese hombre que después de unos pocos meses quería matarla y desaparecerla de la faz de la tierra.
Ben se pasó la mano por la cabeza rapada.
—Hace poco tiempo me enamoré de una chica del barrio, supe que las cosas iban en serio cuando la veía y me ponía nervioso. Pero no porque fuera un marica de esos que sienten mariposas, no, Valeria, sino porque esa linda chica estaba loca por mí y muy pronto me iba a decir esas dos malditas palabras. Y sabía que entonces se iba a ir de mi vida y me iba a dejar sin nada. Porque no puedo amar, Valeria, todas las personas que amo se van. Todas las personas que me aman se van.
—Yo sigo aquí. —Su voz salió muy fina.
—Pero te fuiste. Me mostraste por cuarta vez que no merezco ser amado.
—Lo siento, pero Ben yo...
—No te atrevas, Valeria, no te atrevas a decir eso de nuevo. Por favor.
Valeria se levantó del borde de la cama y se sentó a su lado. No se dio cuenta qué tan rápido los ojos de Ben se habían puestos rojos. Estaba llorando de la ira.
Quería secar sus lágrimas, quería tocarlo, pero entonces sentía miedo. No conocía este lado de Ben.
—No tienes la culpa de nada, de nada de lo que te ocurrió.
—¡Maldita sea, claro que no la tengo! —respondió, pero no la miró—. Yo estoy bien así. No necesito esa mierda, esa cursilería, pero coño, tú sí, y me forzaste a decirte que te amo y entonces no volviste, sacaste mis demonios enterrados y entonces, ¿sabes qué hiciste?, ¿sabes? —Ahora la miraba—. Te fuiste.
Se limpió la cara de nuevo y volvió a fijar la mirada en sus pies.
—Yo no te amo —dijo quieta Valeria.
Ben la escuchó y tardó unos segundos en procesar lo que había dicho. Levantó la mirada para encontrarse con sus pequeños ojos negros que desde hace rato lo miraban. Se sintió confundido como un demonio. Pero entonces, entendió.
Eso era lo mejor que le podían decir.
Para una persona corriente, esas cuatro palabras eran las peores del mundo, pero ahora, desde ese preciso instante, para Ben y Valeria esas se iban a convertir en las palabras más lindas que alguien jamás pudiera decirle a otra persona.
Ben sonrió de lado. La sonrisa contagió a Valeria. Ambos se inclinaron para reunirse en un beso, y Valeria se derritió al sentir los labios de Ben junto a los suyos, pero esta vez no estaban cálidos ni suaves, estaban fríos y resecos como si hubieran estado expuestos a un desierto. Aun así era como si estuviera haciéndole un masaje en los cielos. Era como el dulce con más caramelo del mundo.
Ben se inclinó más y deslizó la mano por su cintura para pegarse un poco más a ella. Su otra mano era para su propio sostén.
Se detuvo y la miró a los ojos.
—Tampoco te amo.
Se rieron de nuevo; eran un par de locos. La definición perfecta de cualquier persona cuerda que los viera.
Valeria puso sus manos en la cabeza rapada de Ben y la acarició, al conjunto con su cuello y después su brazos. Ben la alzó del piso y la llevo a la cama. La volvió a besar con más apego.
—No, espera, no vamos a hacer eso.
—¿No?
—No, Valeria.
—Pues está bien —susurró Valeria—. Puedo quedarme y no hacer nada.
—No, no puedes. ¿Qué hay de tu mamá?
—Inventaré algo. Total, ella cree mis mentiras aunque sabe que lo son —se alzó de hombros—. Voy a quedarme —le sonrió.
Ben sonrió y agarró ambas mejillas de Valeria para plantar un beso en su boca.
—No te amo, ¿quieres ser mi no novia?
El corazón de Valeria se aceleró más de lo normal.
—Sí.
Y después lo abrazó.
Luego se acostaron uno al lado del otro mirándose a la cara hasta que, vencidos por el cansancio, se durmieron.
Y después Valeria despertó.
Y después se dio cuenta de que todo iba demasiado bien y que algo muy malo ocurriría.
***
Fresa había ordenado unas servilletas serigrafiadas con el logo de Bebidas Fresa en color rosa. El paquete de las casi mil servilletas había llegado y Valeria se encontraba cargando las cajas —que no eran muchas—, a la parte trasera del depósito. Cuando solo quedaba una se quedó con ella al frente y la abrió para así suplir las mesas y las que siempre estaban en el mostrador. Mientras hacía esto, Ben entró al local y se sentó en uno de los bancos.
—No esperaba verte aquí hoy, es jueves, y tú siempre sales los jueves —dijo Valeria mientras arreglaba una de las mesas.
Ben estaba mirando las servilletas del mostrador.
—Bueno, si tú y yo vamos a ser no novios es hora de que conozcas ya a mis otras amistades o donde me meto yo los jueves.
Valeria terminó y se acercó a él. —Oh no, yo no quiero ir a Casa Central y verte otra vez rodeado de esas estúpidas personas mientras te ven matándote a ti mismo y no hacen nada para ayudarte.
Un silencio incómodo. Ben miró a Valeria con los ojos entrecerrados tratando de entender por qué ella aún no aceptaba eso.
—Lo siento, pero si quieres que vaya... yo realmente no pienso que sea lo mejor... es que Ben, todo eso está mal.
—Bueno, ya, eso que viste fue solo una fiesta a nuestro estilo. Ya te dije que no me andaba drogando todo el tiempo.
Valeria exhaló.
—¡Eso es bien!
—Solo voy a llevarte porque, ¿no que tú querías que todo el mundo supiera de lo nuestro? Yo solo quiero estar con mi no novia en público.
Valeria sintió un volcán haciendo erupción en su pecho, y sonrió. Ben se levantó y colocó sus manos en sus caderas para después inclinarse a besarla.
Pero casi.
—Oh, no, aquí no. Valeria, ¿qué te he dicho? —Patricia entró por la puerta de cristal y cambió el letrero de cerrado a abierto—. No estoy bromeando cuando digo que te vas a meter en problemas si sigues haciendo esto de traer chicos a que te besen mientras trabajas.
Ben miró a Valeria ante esa acusación, después miró a Patricia.
—¿Somos muchos?
Patricia le lanzó una mirada de odio. Realmente no lo soportaba.
—Tú y el de los ojos azules, ¿no?
Valeria deseó que Patricia se callara la boca. Ella nunca le había dicho a Ben que Alejandro la había besado atrás del local.
Ben miró a Valeria otra vez.
—Supongo que tiene la boquita caliente.
—Bueno, vete ya —Patricia ignoró eso.
—Ya basta, Patricia —dijo Valeria con la poca voz que le salía.
Estaba nerviosa porque no sabía si Ben estaba enojado o no. Al mismo tiempo, sentía un desagrado tan grande con Patricia que deseó que todo lo malo le ocurriera. Al fin las cosas estaban bien con Ben y esa tipa se atrevía a decir que Valeria se vivía besando con los dos, ¡y no era verdad!
¡Solo había sido una vez y estaba bajo el efecto del éxtasis! Era una idiota. Una idiota rompe relaciones.
—Vámonos, Valeria —Ben tomó la mano de Valeria y se dirigió a la puerta.
—E-espera, acabo de llegar, no puedo dejar el trabajo así.
—Valeria, si te vas, júralo por quien sea que te voy a despedir.
Valeria se volteó hacia donde ella.
—No, por favor —le pidió con ojos suplicantes.
Ben volvió a halarla y ella se retuvo.
—Espera, Sombra, no puedo ir contigo ahora.
—¡No tienes que seguir las reglas de esa perra!
Patricia se quedó con la cara seca. Valeria igual.
—No lo quiso decir —Valeria se volvió a voltear, Ben soltó su mano.
Así Valeria se acercó a Patricia pero esta puso su mano deteniéndola.
—Estás despedida.
—Patricia, piensa esto, Sombra no va a volver por aquí y yo realmente necesito el dinero.
Ben se acercó a Valeria y puso suavemente las manos en sus hombros tensos.
—No necesitas esta miseria, vámonos.
Patricia hizo un gesto con las manos.
—Anda, váyanse. Yo ya me cansé de esta niña y sus cosas.
Pero Valeria no podía moverse. ¿Qué iba a hacer ahora?, ¿qué le diría a su mamá cuando se enterara de que ya no entraría más dinero de parte de ella a la casa?
No se dio cuenta cómo, pero ya estaba en el jeep de Ben conduciendo hacia algún lugar.
—Entonces tú y Alejandro se besaban todo el tiempo... —Ben sonrió con sarcasmo—. ¿Y después te ibas a acostar conmigo?, supongo que te encanta compartir saliva, ¿y también ustedes dos tenían sexo detrás del mostrador?
—Me estás lastimando.
—¡No te estoy tocando!
—¡Con tus palabras!, ¡yo no soy una zorra! —gritó—. ¡No lo soy, no lo soy!
—¿Y qué eres? ¿Una santa? Valeria, te besabas con dos tipos a la misma vez, incluso te acostaste con él, yo no sé para ti, pero esa es la perfecta definición de una.
Valeria tenía dos lágrimas en cada lado de su cara.
—No soy eso.
—Lo siento, Valeria —dijo Ben después de unos segundos—. Es que se me olvida cómo eres —se refería a lo sentimental—, pero te juro que me hierve la sangre el hecho de que no me lo dijeras tú.
—Ni siquiera lo recuerdo bien.
—Oh, ¿en serio?
—Él me drogó con varias pastillas y después me llevó a la parte de atrás del local. Yo no tenía fuerzas para alejarlo de mí y nadie podía ayudarme.
Ben no respondió.
—Y esa noche estaba muy asustada, él empezó a besarme y después se quitó la correa del pantalón. —Valeria se tapó el rostro—. Todo el tiempo no lo vi a él sino a ti, estaba muy drogada para pensar bien y solo te vi a ti. Yo no quería hacerlo, pero no quería que me hicieran daño.
—Estás diciendo cosas incoherentes.
—Yo no quería esto en mi vida. Quería ser buena, quería ser un ejemplo.
—Valeria.
—Solo sirvo para abrir las piernas. Solo soy una zorra.
—Valeria.
—Ben, lo siento mucho, yo solo quería ser tuya...
—No eres una posesión, ¿recuerdas que lo dijiste?
—Pero si sirve de algo no duró lo suficiente con él, lo juro, lo juro. —Valeria se hizo un ovillo en el asiento sin escuchar lo que él decía.
Tenía miedo de que ahora él la dejara.
Ben detuvo el auto. Se volteó hacia donde ella y quitó el cabello de su cara.
—Te dije que lo siento, que me perdones, yo no quise decir que eras una zorra, no lo eres. Eres buena y ya, Val —tocó su hombro, después sus brazos en una caricia—, perdóname por arrebatarte quien eras. Yo sabía que estaba mal, nunca debí dejar que entraras a mi casa ni a mi vida. Lo siento, ¿me escuchas? Perdona todo lo que te he hecho, Val... Perdóname por lo que te hizo el idiota de Alejandro, no fue tu culpa, Valeria, no lo fue.
—Sí lo fue.
—No, no lo fue. Eres manipulable y pueden aprovecharse de eso.
—No quiero ser así.
—No lo seas. Nunca lo seas con nadie, desde ahora, por favor.
Silencio.
—¿Tú qué piensas de mí?
—Te quiero, Valeria, deja de llorar.
—¿Qué piensas de mí? —repitió.
—Pienso que abuso de ti. —Sus cejas estaban fruncidas.
—No lo haces.
—Sí, lo hago.
—¡No!
Ben la dejó y volvió a encender el auto.
—Limpia tu cara, vamos a comprar unas cosas —ordenó mientras seguía conduciendo.
***
El pantalón que ahora Valeria tenía puesto era tan alto que cubría su ombligo. Y además donde se supone iba la correa era más ancho de lo normal.
—¿Dónde conseguiste ese pantalón? —La mamá de Valeria se detuvo en la puerta de su habitación.
—Me lo regalaron. —La miró allí parada.
—Está muy lindo.
—Gracias —Valeria se tocó el borde de ellos.
Claribel divagó un poco.
—¿Y a dónde vas?
—Voy a salir con amigos.
—¿Los conozco? —preguntó Claribel.
—No lo creo, yo recién los voy a conocer.
—¿Explícame? —Se sentó en el borde de la cama.
—Nina me dijo que me llevaría a conocer sus otros amigos.
—¿A qué hora vas a estar aquí?
—No lo sé, mami.
Claribel volvió a mirar a su hija de arriba abajo.
—¿Por qué te pones un sostén tan lindo? —probó.
—¿Qué? —preguntó con la cara ardiéndole—. Es solo uno normal, y me han dicho que la ropa blanca se pone con ropa interior negra. —Valeria señaló la franela que Ben había comprado para ella—. Eso es lo que me voy a poner.
Claribel entrecerró los ojos y se acercó a ella.
—Tiene mucho relleno. —Tocó una de las copas.
—Tú misma compraste este brassier. —Rodó los ojos.
—Pero cuando no tenías nada y ahora la colcha te las empuja hacia arriba y eso provocaría a los hombres. —Claribel se tocó su pecho simulando ser el de Valeria.
Una sonrisa se escapó de los labios de madre e hija ante su acción chistosa.
—La franela tapa todo muy bien, ma. —Valeria se quejó.
Claribel salió de la habitación.
—Voy a esperarte despierta.
Valeria tomó la franela blanca y se la puso. Rodó los ojos, ¿en serio le importaba?
Cuando iba saliendo del callejón se dio cuenta de que el jeep de Ben ya estaba ahí afuera esperándola. Había varios vecinos observando cuando se subió y Valeria miró otra vez al callejón para ver si su mamá había visto con quién se iba en realidad.
Ben estaba vestido igual que ella, con pantalones negros, un par de tenis blancos, y una franela blanca. Eso alegró a Valeria. Andaban vestidos iguales.
Después de varias calles se detuvieron en una casa que tenía la marquesina abierta. Al entrar, algunos hicieron una bulla al ver que Ben y Valeria tenían las manos agarradas.
—¿Esto es serio?
—Lo es —respondió Ben—. Chicos, ella es Valeria.
Valeria les sonrió a todos. No había chicas además de ella. Todos eran chicos. No sabía si sentirse bien porque a donde Ben salía los jueves no había chicas, o mal porque ellos las podían conseguir donde sea.
No se alejó de Ben ni un segundo mientras se saludaban.
Estos amigos de Ben no parecía miembros de bandas, ellos solo parecían chicos promedio de entre dieciséis y veinte años actuando como lo que son, chicos. Había un par de cervezas y solo uno estaba fumando.
Ese mismo le ofreció un cigarrillo a Ben y después le prestó un encendedor. Solo así se dio cuenta de que ahora tendría que soportar el humo porque no habría forma de que ella se alejara de él.
Había un sofá color crema que se empezaba a curtir en los brazos por el sucio. Parecía que nunca lo hubiesen lavado. Ben la sentó entre sus piernas mientras ellos hablaban, ¿de qué?, ¿de motores?
—No me van a creer esto. —Un chico con trenzas se paró en la puerta de entrada de la marquesina.
—Desembucha —dijo el otro chico que fumaba.
—Hay una carrera de motores por el cementerio.
—Yo no había escuchado de eso. —Ben se vio genuinamente interesado. Su mano nunca había dejado de acariciar el brazo de Valeria para que dejara de estar nerviosa.
—¿Y cómo lo ibas a hacer? Fue plan relámpago, todo el mundo se está dirigiendo para allá.
Cuando decía todo el mundo se refería a todos los chicos con sus motores sin mofles que sonaban más que una patana de doble plataforma. Casi todo ellos se levantaron y Ben se quedó sentado.
—¿En serio no vendrás? —dijo uno de ellos.
—Idiota, ¿no has visto que traigo un jeep?
El chico, Tommy, sonrió.
—Hay un motor allá atrás que Geraldo arregló, corre más que el demonio. ¿Por qué no lo usas y dejas el jeep aquí?
Ben se levantó entusiasmado y se dirigió a la marquesina donde ya todos se estaban yendo. No eran muchos, tan solo cuatro o cinco motores.
Tommy sacó su pasola, y después le enseñó a Ben el motor.
Valeria estaba llegando a la puerta cuando vio a Ben encima del motor y tratando de encenderlo; cuando lo hizo, lo sacó de la marquesina.
—¿No piensas quedarte, cierto? —preguntó Ben.
—No hay ningún monstruo allá dentro, se puede quedar —dijo Tommy acelerando su pasola con los frenos apretados.
—De ninguna jodida manera la voy a dejar sola aquí —le respondió Ben con una sonrisa.
Valeria caminó al motor y se subió detrás. Le hizo una llave en su torso, y antes de que arrancara dijo:
—No vayas muy rápido.
Pero eso fue justamente lo que hizo.
Iba tan rápido que los ojos de Valeria lagrimeaban por la velocidad y escondió el rostro en su espalda para que eso dejara de ocurrir.
Ben sabía correr cuando había tránsito. En todo el camino se cruzó con otras motocicletas que se dirigían al mismo lugar. El centro de la ciudad estaba lleno de esas minicaravanas de motores que se dirigían a la salida de la ciudad donde se encontraba el cementerio para competir y exhibir sus máquinas.
Cuando ya estaban llegando, Ben se detuvo en una gasolinera para echar combustible.
—Valeria, baja un segundo —Ben tocó sus manos frías que se cerraban en su estómago—. Valeria —volvió a llamar.
Valeria lo soltó y se bajó del motor. Se sentía como flotando y le tomó unos segundos estabilizarse.
—¿Todo bien?
Valeria alzó la mirada para encontrarse con el rostro sonriente de Ben. Él realmente disfrutaba todo esto. El peligro.
Minutos después, ya con el tanque lleno, volvieron al camino. Al llegar había un montón, realmente un montón de motores en distintas partes. La carretera del frente del cementerio estaba llena de personas a los lados y de unos pares de motores calibrando en una sola rueda.
¿Esto era real?
No, lo que en realidad se preguntaba era si era legal.
Se quedó como estaba mientras Ben se apeó y puso el burro para que el motor no se cayera. Los otros chicos llegaron donde se había parqueado Ben.
—¿En serio trajiste a tu novia aquí? —preguntó uno de ellos. En ese mismo instante Gregorio llegó en su motor.
—Whoohoo —soltó el manubrio—. ¿Vieron lo que hice?
—Sí, todos los vimos —respondió Ben. Gregorio lo miró y después vio a Valeria encima del motor mirando a los demás motores y pasolas calibrar en la calle.
—¿Dónde lo conseguiste? —Gregorio señaló el motor.
—Tommy me lo consiguió.
Un chico se detuvo donde ellos.
—Hey, Sombra, trae tu trasero acá y vamos a hacer una carrera calibrando.
Ben sonrió y se montó en el motor.
¿Calibrando? Valeria tragó en seco.
—No, yo no voy.
—Oh, vamos, Val, todo será mejor si sigues detrás de mí.
Valeria se apeó y se cruzó de brazos.
—Te espero aquí.
Hacía un poco de frio y Valeria creía escuchar las quejas de los muertos por la bulla de mofles y ruedas en el asfalto.
—Gregorio —llamó Ben. El motor pareció rugir cuando Ben desapareció por el final de la carretera.
—Van a darle la vuelta al cementerio —susurró Gregorio a Valeria.
Valeria se volteó de golpe.
—Oh, gracias a Dios no estoy sola. Solo... por favor, no te vayas a correr con nadie más.
—Ben no te hubiese dejado si yo no estuviera aquí. Si fuera así creo que ahora estuvieras con él en una sola rueda y orándole a los dioses para no perder el equilibrio.
—No oraría a los dioses, oraría a Dios.
Gregorio asintió.
—Voy a anotar esto.
—¿No crees en Dios?
—No vine a hablar de religión —contestó—. ¿Te gustan los motores entonces?
Valeria volvió a tocar sus brazos engrifados del frío. Quizás Gregorio estaba enojado y ella no podía definir porqué.
—No, no me gustan. No sabía que vendríamos, esto parece ilegal.
—Lo es, y créeme que Ben tampoco sabía que te iba a traer, todo se organizó hace media hora.
—Suena increíble. —Valeria volteó al ver las luces incandescentes de un par de motores.
—No son ellos, el cementerio es inmenso, Valeria, y dar la vuelta se toma tiempo, más si se meten por donde no hay asfalto.
—Gregorio sonrió al sentir lo inquieta que estaba Valeria.
Un chico en una pasola color negra venía voceando con una mano en alto unas palabras extrañas. Cuando se acercó más descubrieron que estaba diciendo «ahí viene la policía» y efectivamente, segundos después las sirenas comenzaron a sonar y todo el mundo tomó sus motores y pasolas y empezaron a marcharse.
El polvo de la carretera subió y molestaba en los ojos de casi todo el mundo. Valeria se quedó frisada y no se dio cuenta de que Gregorio le gritaba que se subiera.
—¡No me voy sin Ben!
—¡Valeria, él va a estar bien!, sabe cómo defenderse y está lejos de aquí.
—No quiero caer presa —negó—. Soy menor de edad.
—En dado caso el preso será Ben, así que sube.
—¡No, Gregorio!
Una de las camionetas de la policía ya se veía por la carretera acercarse con sus luces rojas parpadeantes.
—Maldita sea, Valeria, ¡súbete ya!
Valeria se subió y se aferró de Gregorio al mismo tiempo que él aceleraba. Pero en vez de huir como quien sale de la ciudad, como hacían todos, Gregorio siguió corriendo por los laterales de la carretera, metiéndose por la maleza y un grupo que vio su acción le siguió.
Valeria podía sentir la molestia de las ramas en sus pies.
Y en ese momento tuvo mucho miedo.
¿En serio Ben iría a la cárcel por ella?, ¿iría ella a la cárcel? No quería eso. Quería saltarse todo esto.
Gregorio detuvo el motor y los otros cuatro que lo habían seguido también.
—Hagan silencio —oyó que Gregorio ordenó.
Todos se callaron y después estallaron de risa. Valeria odió que se rieran. ¿Qué era lo gracioso?
Largos minutos después el sonido de sirenas dejó el lugar. En realidad la policía se fue porque habían atrapado a los más lentos y ya tenían un camión llenos de sus motores y pasolas por los cuales cobrar multa.
Gregorio volvió a encender el motor.
—Llévame a casa —le pidió Valeria antes de que arrancara. Gregorio volteó la cara hacia el lado derecho.
—¿No quieres que te lleve donde Sombra?
Valeria no respondió y Gregorio arrancó. Salieron por donde mismo entraron y quedaron en la calle del frente del cementerio. Todo estaba vacío y sin ningún sonido además del que producían los motores. Gregorio observó a los lados esperando que los miedosos que le seguían se fueran a sus casas a contar la aventura más peligrosa que jamás han tenido en la que casi fueron arrestados por la policía, y también contar cómo salvaron su pellejo siguiendo a un tipo y una tipa que se metieron en la maleza.
Cuando ellos se fueron le dieron las gracias a Gregorio, él se metió al cementerio, pero esta vez corría más despacio.
—¿Qué hacemos aquí dentro?
—Nos vamos a reunir con los demás.
Gracias a Dios que Valeria confiaba un poco en Gregorio, no, es más, después de Ben, Gregorio era el segundo chico del barrio en quien confiaba.
Había un grupo de unas seis personas sentados encima de una tumba encementada.
Gregorio detuvo el motor y se apeó, Valeria hizo lo mismo. Pero cuando buscó con la mirada a Ben, no lo vio.
—¿Es tu novia? —preguntó una voz femenina. Era una chica de baja estatura y cabello muy largo que, con toda seguridad, eran extensiones. Tenía labios muy grandes pintados de rojo.
Valeria la miró desde arriba pero no respondió.
—Es la novia de La Sombra, ¿él no ha llegado?
—Nah, sabes que se desaparecen siempre.
El sonido de gritos de júbilo de pronto llenó el lugar que debía estar en silencio. Poco a poco Valeria reconoció a Ben, que venía muy lento.
Cuando lo reconoció solo quiso correr a abrazarlo y llorar. Pero como vio que todos estaban felices y contentos como si estuvieran pasando el tiempo de sus vidas, se detuvo. Ben parqueó el motor y fue donde Valeria. Agarró sus mejillas a cada lado de su cara y besó su frente produciendo un sonido abrasador.
—Pregúntenle a José lo que hicimos.
—¿Qué hicieron? —preguntó la chica pequeña.
José le contó, pero Valeria realmente no escuchó. Su corazón aún viajaba a la velocidad de la luz, y sentía sus manos frías. Al menos Ben no había dejado de abrazarla desde que había llegado y los latidos violentos en el pecho de Ben funcionaban como un tipo de relajante, aunque sonara muy extraño.
Unos segundos después la mayoría se sentó encima de la tumba encementada. No eran los tipos de la casa donde habían estado más temprano, sino surcuros, a excepción de Tommy, que seguía allí.
Valeria prefirió quedarse en el motor de Ben y él la acompañó.
Después de que tuvo que soportar los chistes que ellos hacían sobre lo que acababa de ocurrir, por fin se fueron a casa.
En todo el camino Valeria mantuvo los ojos cerrados. Y cuando llegaron a la casa de Tommy, se subió al jeep lo más rápido que pudo y se acurrucó cerrando los ojos.
Minutos después Ben encendió el jeep y se dirigió al barrio.
—¿Te divertiste? —preguntó Ben. Valeria no respondió. No se divirtió, casi le da un infarto y se muere del susto—. No tenía idea de que íbamos a ir allí, pero ya no podía llevarte a casa.
—Eso dijo Gregorio.
—¿Te hizo algo?
—No.
—¿Por qué estás así?
—Pudieron meternos en la cárcel.
—Pero no lo hicieron —se rio Ben—. Valeria, no somos estúpidos.
—Si lo son, ¿acaso no vieron cómo se sentaron en la tumba de una persona que ni conocían?
—Esa es la tumba de Ramírez.
Valeria se quedó en silencio.
Ya estaban al frente de su casa.
—¿Qué hora es? —pregunto Valeria.
—Son las dos de la madrugada. Vamos.
Ben quitó la llave, dio la vuelta y abrió la puerta de Valeria. Se paró entre sus piernas y la besó tranquilamente por unos segundos, su respiración estaba caliente y su boca aún tenía el sabor al humo de los cigarros.
—Te estoy pidiendo muchas disculpas... pero perdona por llevarte ahí.
—No, ya está bien. —Valeria respondió con los ojos cerrados esperando a que la besara de nuevo. Pero no lo hizo y solo la apeó del jeep agarrando su cintura.
—¿Cómo le haremos con tu mamá?
—No lo sé.
Ben camino con ella. Tocó la puerta y una soñolienta Claribel abrió la puerta unos largos minutos después.
—¿Valeria?
—Hola, mami —saludó.
—¿Crees que estas son horas de llegar?
Valeria deseó que su mamá no hiciera un griterío en frente de Ben.
—Ocurrieron contratiempos.
Claribel miró al chico al lado de su hija.
—¿Y tú?
Ben despertó. Ahora sí no sabía qué hacía en frente de la mamá de Valeria.
—Soy Benjamín.
—Yo a ti te conozco. Tú estabas con Valeria en el cumpleaños de la tal Estefani.
—Sí.
—¿Tú estabas con él? —preguntó a Valeria.
—Como estaba muy tarde Nina le pidió que me trajera, era eso o venir sola.
—Y somos novios —dijo Ben con una sonrisa de lado.
Claribel abrió los ojos con sorpresa.
—Valeria no está en edad de tener novio, lo siento.
—Mamá.
—No digas nada, Valeria. ¿Cuántos años tienes?, ¿no te has dado cuenta de que eres una niña?
Valeria bajó la cabeza avergonzada, estaba mordiéndose el labio de la ira.
—Solo estaba bromeando —sonrió Ben nervioso—. Y debo irme, tengo que llevar a las demás amigas de Nina, ellas esperan en mi jeep, ¿quiere ir a verlas?
Valeria miró a Ben. ¿Qué si Claribel decidía salir y no veía a nadie?
Pero él es muy astuto, sabía que ella no iba a salir en ropas de dormir.
—No, adelante. Gracias por al menos traerla —tomó el hombro de Valeria y la puso de su lado—. Pero no vuelvas a bromear de esa manera con mi hija —sonrió nerviosa. En realidad se refería a otra cosa. Ella sabía que tenía en frente al de los rumores con su hija pero no se atrevió a reprocharle nada.
Ben desapareció por el callejón.
—Yo no quisiera que salgas con ese chico —dijo Claribel después de unos segundos—. Es muy mayor para ti.
Valeria se desabotonó los pantalones. Estaba a punto de llorar. ¿Por qué Ben no defendió su relación?, no podía estar todo el tiempo ocultándolo.
—Además, se ve que es el tipo de chico que solo quiere acostarse con las muchachitas, no sé cómo se le ocurrió a Nina mandarte con él.
—Había más chicas.
—Bueno. —Se metió a su habitación y Valeria se quedó en el comedor.
Encima de la mesa había un plato con dos panes y jamón, al parecer de su cena, y recordó que moría del hambre porque lo único que había comido había sido humo de cigarrillos y polvo de muertos.
Los engulló rápido y después se quedó pensando toda la noche.
La vida de Ben era muy enredada. No estaba segura de si podía con todo eso. Pero quería estar con él. Siempre. Ahora su cabeza dolía con fuerza y aun sus manos estaban frías. Ser la no novia de Ben por dos semanas ya estaba empezando a pesar, ¿pero era todo lo que quería, cierto?
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Primero yo no sé que piensan ustedes del trauma de Ben y la palabra te amo, pero eso estaba en mi cabeza antes de escribir el 2do capitulo la noche que le conte la trama a Emily y ella dijo "ow eso es triste" hace a long time ago y estaba obsesionada con eso, de verdad.
Despues todo es muy tierno, me acordó a NL, y despues cuando Patricia acusa a Val delante de Ben fue como tan OHHH, y entonces porque me lo imagine tal y como Ben puso la cara al escuchar eso. Lo demas drama, lo otro eh, que me los imagine bien lindos vestidos de blanco y negro idk.
Sobre la exhibicion de motores y pasolas, bueno una noche estaba en la sala y mi hermano y su novia llegaron con una bulla diciendo que estaban en una carrera por la salida (la carretera del cementerio que dirige a la parte oeste) y yo solo me imaginé a Ben calibrando un motor y corriendo a todo lo que da, y ahí está, eso me encanta, y despues todo. De verdad.
(es que yo no me imaginaba que eso existia en mi país)
Cuando falta...¿? bueno, poco, a ley de 4 capitulos.
Será un gran twist.
Oh y lo de no novios es la cosa mas linda del mundo y yo les aconsejo que lo disfruten :D
Por favor VOMENTEN (sobre el capitulo nada mas pls¿?!1¡)
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Nota: todas estas notas son viejisimas, pero aprovecho para hacer publicidad a mi novela El regreso de Marina, que esta en mi perfil, y ahi pude desquitarme mis ganas de escribir sobre ese tipo de carreras :) de hecho, estaba pensando en hacer un crossover, en donde Ben y Valeria se crucen con Marina, Pablo y Hugo en una de esas carreras ♥♥♥
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