Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capitulo 26 -La escopeta de Jim.

La escopeta de Jim

Llueve a cantaros afuera, al fin. Porque ha estado lloviendo torrencialmente desde hace seis horas continuas y parece un mal tiempo de los malos. Los contenes están llenos de agua y ya los niños se han cansado de jugar con el agua que cae del cielo y se encuentran dentro de sus casas con frío en los huesos.

Con el tiempo que Valeria tiene que no ve a La Sombra se debería esperar que esté bien. Pero no lo está, incluso todo duele más, es cuando te das cuentas de que tenías algo y lo perdiste. Y Dios, no puede dejar de pensar en él.

El cielo se despejó solo un poco y Valeria sonrió. En la casa todos estaban muriendo de hambre. La lluvia los había atrapado sin nada en la despensa y Claribel no dejó que Valeria saliera a mojarse para comprar comida, y si salía, de todas formas la comida que compraría se iba a mojar con la fuerte lluvia.

Valeria se mojó los labios con saliva para quitar la resequedad. Si duraba media hora más así el dolor de cabeza que tendría será el peor en semanas. Después ni la comida se lo iba a quitar.

Carlitos volvió a gritar, y Carol lo volvió a mandar a callar. Ellos dos tenían más hambre que Valeria y su mamá porque habían estado jugando las primeras tres horas que había empezado a llover debajo de la lluvia.

El estornudo de Carol sonó por toda la casa. Claribel apareció en el umbral del cuarto de los niños.

—Ya dejó de llover fuerte, ve y compra dos fundas de pan de agua, y mira a ver si hay mantequilla.

—¡Yo no quiero pan con mantequilla! —se quejó Carlitos.

—Aquí hay huevos y jamón —le respondió Claribel en voz baja.

Valeria se levantó y tomó el dinero de la mano de su mamá y después la sombrilla que estaba en su otra mano.

Mientras caminaba y trataba de no meterse en un charco, veía las calles vacías, ni siquiera las personas estaban en las galerías. Tal vez era porque la lluvia no había perdonado a nadie, o porque aún tenían miedo por la muerte de hace semanas. La gente suele pensar que cuando algo tan drástico ocurre, va a volver a ocurrir de nuevo, y por eso se recogen como si una gran mano los hubiese metido a su casa, incluso las doñas no salían a sentarse a la acera en las noches, y sin las guardianas, no había vida para la gente sana que le gustaba estar en la calle de noche.

Caminó las cinco cuadras que había que caminar para llegar a la panadería debajo de su pequeña sombrilla, así que cuando comenzó a caer un poco de lluvia su cabeza estaba cubierta pero su cuerpo no.

Cerró la sombrilla al entrar a la parte delantera del lugar que tenía un paraguas cubriendo toda la acera. Miró desde lejos y vio que la panadería estaba repleta de personas.

Después de casi media hora tratando de conseguir pan de agua, solo consiguió dos barras de pan francés. No había más. Cuando llueve las personas piensan que ocurrirá un cataclismo y que deben llenar sus despensas con toda la comida del mundo.

Se dio la vuelta guardando el menudo que le sobraba mientras agarraba la sombrilla y las dos barras de pan debajo de su brazo izquierdo.

Levantó la vista, él iba entrando con una gorra, una franela y unos jeans flojos con un par de calizos, como si el clima no estuviera lluvioso, como si el frío no fuera con él. Ella lo miró lo suficiente como para que él la notara, pero entonces ella no le dijo nada. Y él hizo como si no la viera y desvió su vista hacia el frente, pasándole por el lado como si fuera otra persona más y rozando intencionalmente su hombro con el hombro de ella.

Valeria volteó la cabeza pero él no lo hizo. Tragó saliva pero su boca estaba seca, así que sintió raro. Ahora su hombro quemaba. Recordó que había deseado que se muriera, respiró hondo mientras salía y cogía la misma brega para abrir la sombrilla y tratar de sostener los panes.

Cuando ella llegó a su casa se sintió horrible.

***

A mitad de la noche despertó con lágrimas en los ojos, la respiración acelerada y con un miedo intenso. Soñó que se había muerto. El sentimiento la hizo sentir muerta en vida. Miró a los lados, se tocó la lengua con el cielo de su boca.

Eso era lo que hacía, tocar su última marca para recordarse a sí misma que podía sentir.

Se volvió a acostar, pero no cerró los ojos otra vez. Es más, no pudo dormir en toda la noche.

En la tarde, cuando estaba a punto de oscurecer y Valeria volvía del trabajo con ojeras debajo de sus ojos, Nina, Marian y Argentina hablaban, pero cuando Valeria llegó donde ellas se callaron.

—¿Pasó algo? —preguntó con una sonrisa débil.

—No... —dijo casualmente Marian—. Solo hablamos de un chocolate con galletas de harina que se hará en mi casa está noche, invitaremos a todos.

—Bien, yo quiero ir —dijo Valeria sin ganas.

Nina cruzó miradas con Argentina, y entonces esta última haló el brazo de Valeria y se alejaron un poco de las otras dos para que no las escucharan.

El clima seguía frío y el sereno de la noche murmuraba contra su piel haciendo que esta se engrifara.

—Yo sé que tenías algo con La Sombra —comentó Argentina.

—¿Quién te dijo eso? —frunció el ceño.

—Me di cuenta el día que murió Ramírez, como sea, no es eso lo importante, es que... bueno, La Sombra seguro estará ahí —inclinó un poco la cabeza. En su rostro había preocupación.

—¿Dónde? —preguntó.

—En la casa de Marian, esta noche —dijo como si no fuera obvio.

—Está bien, puedo lidiar con él... —En realidad no podía. No podía verlo de lejos ni de cerca.

—No —dijo como si le doliera—. No es bueno que vayas, Val, sé que no soy la mejor para consejos, pero por favor, no vayas.

Valeria se sintió confundida. Miró hacia Nina y Marian, quienes le daban la espalda.

—Está bien —asintió—. Está bien, tengo otras cosas importantes que hacer. —Señaló con su dedo pulgar hacia atrás mientras se alzaba de hombros—. Nos vemos después.

***

Los niños estaban ovacionando a los surcuros en el juego de la cancha local. Carlitos, después de la entrevista, se había hecho fan número uno del equipo, y Carol, con la promesa de salir de la casa y poder comer helado, estaba enamorada de la idea de ir a la cancha a ver los juegos de baloncesto. Y era obvio que la persona que los tenía que llevar era Valeria.

Al menos había una ventaja: podía verlo después de casi un mes. Incluso abril ya se estaba yendo.

Los ojos de Valeria no se despegaron ni un segundo de Ben mientras jugaba. Pero cuando en medio tiempo una mujer fue donde él y lo abrazó de esa forma, tan... cercana, sintió que su corazón caía de un precipicio. Los ojos se le aguaron.

—Vámonos, niños...

—No, Val, ¿por qué? —protestó Carol ahora entretenida con un videojuego que un niño le había prestado.

—Sí, ¿por qué? —exclamó Carlitos sin despegar los ojos de la pelota que repicaba por toda la cancha. Estaba inclinado hacia delante con la boca abierta lista para gritar si veía que encestaban, y también listo para abuchear si los Olivos, equipo contrario que estaba de visita, anotaban.

—¡Solo vámonos, ya les dije! —Valeria se levantó y bajó el escalón de las gradas.

—No —se cruzaron de brazos. Valeria los haló a los dos, pero juntos ellos dos sus fuerzas eran más que las de Valeria. Incluso si estaba de pie y alguien la empujaba podía caer sin tener que ejercer mucha presión.

Los niños la estaban haciendo pasar un ridículo porque la gente en las gradas ya se estaba dando cuenta de su malcriadez.

—Pues se quedan solos —dijo, y empezó a caminar con lágrimas en sus ojos hasta salir de la cancha. Los niños le siguieron detrás cuando vieron que era en serio y que se quedarían solos en la cancha.

Entonces, era cierto, Ben tenía una novia con un cuerpo envidiable, grandes caderas, gran culo y tetas promedio. Además su cutis era más perfecto que el de Valeria o tal vez solo era por el maquillaje. Como sea, algunas veces Valeria tenía pequeñas espinillas en su barbilla o en los lados de sus orejas. Eso había empezado a ocurrir cada vez que estaba cerca de su período. Además, algunas veces la piel de su nariz se ponía grasosa, y tenía que lavarla tantas veces hasta que se pusiera roja.

¿Por qué Ben le hacía esto? Y más después de que ella le dijo que lo amaba... Le iba a preguntar. Echó a un lado su orgullo, echó a un lado todo lo demás. Y cuando la noche empezaba a caer, que la luna y el sol se juntó en el cielo gris, Valeria se sentó en el escalón de la puerta de la casa de Ben.

Pero él nunca llegó, y se empezó a desesperar con el trasero entumecido allí.

—¿Valeria? —Valeria miró a Estefani frente a ella—. ¿Qué haces aquí?

—Busco a tu sobrino.

—Uhm... él tiene días, que digo, semanas que no duerme aquí —su voz había sido cuidadosa.

—¿Dónde duerme? —preguntó quieta.

—Tiene una novia llamada Ángela y está viviendo con ella, es en el otro lado de la cuadra, igual, ¿para qué lo quieres?

Valeria se levantó con la boca abierta, con ambas manos en su cintura. Y volvió a ahogarse con sus sentimientos.

—Estefani, dime, ¿por qué él me hace esto, si lo amo? —preguntó en un hilo de voz, a punto de ceder.

Estefani miró a Val con pena.

—Lo siento, pero tenías que saber que esto no era serio, era solo sexo...

—Pero yo lo amo —respiró profundo, en su mente existía el hermoso cuento de hadas de que solo se necesitaba de una persona amando para una historia de amor—. No lo entiendo.

Estefani la abrazó porque vio que se quedaba pálida.

—Ven a mi casa.

El cuarto de Estefani era lindo, color lila, con un televisor, una media cama, y un gavetero. También había bonitas cortinas y no olía a nada. Solo neutro, sin olor.

Valeria se acostó junto con Estefani, y miró hacia el techo de cielo raso del cuarto.

El amor de su vida tenía otra.

«No me ama» se escuchó a sí misma en su cabeza.

«Tiene otra, tiene otra».

«Otra» se repitió en su cabeza de nuevo.

—Valeria, no merece que estés así por él —dijo Estefani al notar que Valeria lloraba en silencio con las mejillas mojadas y con los labios temblándole.

—Pero lo amo, le dije que lo amaba y me dejó. —Se tapó el rostro. Su voz se quebró mientras Estefani pasaba su mano por el flequillo de su cabello mojado con sus propias lágrimas—. ¿Por qué me hace esto?

¿Por qué le hacía tanto daño? Ni siquiera había esperado un tiempo prudente. Se había ido con otra apenas tuvo la oportunidad. Se olvidó de todo lo que ocurrió entre ellos, de todo lo que ella le había permitido que él le hiciera.

¿Cómo demonios pudo hacerlo si ella no podía borrar nada? Tenía su estúpida saliva en su boca, tenía rastros de unos morados entre sus piernas, tenía unas pequeñas manchas en su vientre y aún tenía los dedos de él marcados en sus brazos cuando la sostuvo para que ella no lo siguiera golpeando. Tenía marcas de él en todo su cuerpo, como si ella fuera un territorio y él el dueño de toda su extensión. ¿Entonces él no tenía nada para acordarse de ella?

***

Perder todo. De eso se trataba. Cuando amas, pierdes todo.

Se mordió el labio mientras peinaba su cabello en una cola alta y se dejaba la frente pelada sin ningún flequillo.

«El primer amor nunca se olvida», ese era el nombre de un poema que la profesora de Valeria había leído hacía unas semanas. Decía que también rompía el corazón, que por eso no se olvidaba. Nunca pensó que iba a ser tan doloroso, nunca pensó que era real, pero no estaba cerca de poder olvidarlo, quizás nunca lo iba a hacer.

Evitaba salir a la calle, si salía, corría el riesgo de verlo. Y no quería hacerlo. La herida aún palpitaba en su corazón.

Odiaba el hecho de que él nunca le dio una explicación, el hecho de que solo se fue de su casa a vivir a la casa de la otra. El hecho de que ya no la mira más. ¿Tanto miedo temía de ser amado?

Respiró hondo, se puso el rímel de su mamá y se pintó los labios.

—Valeria, te busca un chico —Carol tocó la puerta del baño.

Valeria salió de inmediato. Gregorio la estaba esperando.

—Mamá, ya sabes que vuelvo temprano —anunció saliendo por la puerta.

—Cuídate —le pidió.

Gregorio había comprado un motor sesenta, porque después de que la policía devolvió el auto manchado de la sangre de Ramírez, no valía la pena cambiar el tapizado para volver a usarlo y lo vendieron por libra en una herrería.

Fueron a una pequeña cafetería al aire libre cerca del centro de la ciudad. Comieron un par de empanadillas de pollo. Después hablaron un poco, o quizás Gregorio fue quien habló, porque Valeria seguía mirando al vacío.

—Te pusiste maquillaje.

—Gracias por notarlo —respondió rápidamente.

Gregorio se inclinó un poco y sus labios tocaron los de Valeria. Ella lo apartó espantada.

—No hagas eso.

—Lo siento.

Valeria respiró profundo.

—No, yo lo siento, está bien, bésame —cerró los ojos.

—No —dijo él—. Está mal que intente aprovecharme de esta situación.

«Situación», ¿Ben le había dicho algo?

—¿Qué situación?

El no respondió, pero si Ben estaba viviendo con Ángela significaba que ya no estaba con Valeria, y que como ella estaba tan asfixiada por La Sombra iba a estar mal y lo iba a necesitar a él como consuelo, a esa «situación» se refería.

Se levantó a pagar lo que habían comido. —Vámonos, Valeria.

El encendió su motor y Valeria después se montó detrás de él. Apretó su torso con sus brazos y susurró un «lo siento» audible solo para ella. Al menos agradeció que él no intentara aprovecharse de ella más allá de un beso, porque no estaba lista para hacer nada de eso.

Pero Gregorio tuvo que ejercer control propio porque sentir a Valeria abrazarlo desde detrás era muy agradable. Y su piel estaba cálida y suave. Ben era un maldito idiota por dejarla ir con el corazón roto. Gregorio no creía tener la capacidad para enmendarlo nunca, ese idiota tenía que repararlo y entonces después irse para que él (Gregorio) pudiera al menos lograr que Valeria vuelva a ser ella, con él.

Mal amigo era él deseando a la ex de su mejor amigo a más no poder.

Parqueó el motor frente al callejón de la casa de Valeria.

—Solo quiero que estés bien.

—Oh, estoy bien —sonrió.

Gregorio miró su sonrisa, o tal vez solo miraba sus labios tristes y deseables.

—La Sombra es un idiota. Pero te juro, él no quiere a esa tipa más allá de follarla. —Se detuvo, porque iba a terminar con un: «más allá de follarla porque tú no estás para él ya».

Pero él no quería decir con sus propias palabras que una niña tan dulce como Valeria se acostaba con Ben, no quería admitir que Valeria tenía esa segunda vida, quería pensar mejor que ella seguía siendo la niña inocente de quien él se había enamorado hacía meses. Pero fue lento, muy lento. Sin embargo, Ben no tuvo que mover un dedo y ya la tenía a su disposición. El amor era tan injusto.

Valeria se alzó de hombros, ya no importaba, ya estaba dema­siado destruida como para importarle. Si Ben ya no la quería, ¡pues estaba bien!, iba a llorar su perdida a solas y mostrarle a todo el mundo que no está muerta de amor por Ben.

Aunque así fuera.

—¿Me puedes besar? —le preguntó.

Gregorio vaciló.

—Valeria, esto solo era una salida amistosa, no tienes que hacer esto ni sentirse con la obligación de hacerlo. Yo estoy bien.

—Pero quiero que lo hagas.

Gregorio la miró. Deseaba besarla desde que la había besado en aquel juego de la botella hace unos meses. El mejor beso de su vida, o los mejores, la había besado varias veces pensando que él había sido el único.

Lo que más quería en este momento era agarrar su cintura y pegarla a su cuerpo para después comerle la boca, besar su cuello y tocarla. Realmente quería hacer un sinnúmero de cosas más como sentir su piel con la de él, ambas sudadas.

Se acercó un poco, tomó la cara de Valeria, y ella mantenía los ojos cerrados con una apariencia inocente como la de una chica que nunca antes había sido besada, y se acercó más. A solo centímetros podía sentir la respiración caliente de Valeria salir de su boca entreabierta y ella pudo sentir la de él. Pero antes de que sus labios se tocaran, él se dio cuenta de que no podía hacerlo.

No podía.

Él era fiel, era un maldito loco con todas las cosas que hacía siempre, pero era fiel a su amigo, era cursi decirlo, pero La Sombra era su mejor amigo, y sabe que detrás de esa roca hay sentimientos, y que detrás de toda esa mierda él (su amigo) estaba loco por Valeria, que ambos amigos estaban malditamente locos por la niña indefensa del barrio.

En vez de eso, besó su frente y después se alejó.

—Te amo, Valeria, pero yo no soy Ben. —Se marchó sintiéndose estúpido con maldiciones bajo el aliento. Nunca más iba a tener la oportunidad de besar a Valeria. Nunca iba a estar en el lugar de Ben.

***

—Acta de nacimiento, certificado de notas, carta de recomendación, el formulario, ensayo... —miró a Valeria—. ¿Tienes todo anotado?

Valeria miró a Freddy y después a Sabrina.

—Sí, señora, tengo todo anotado.

Freddy se tocó su cabello grasoso.

—Yo ya tengo todos mis papeles arreglados. Voy a ir la semana que viene.

Sabrina apiló unas hojas.

—A mí solo me falta que expidan mi acta de nacimiento. ¿Valeria, tienes tu acta?

—Sí. Tengo todo menos en el ensayo, porque no tengo idea de qué quiero estudiar.

Estaban hablando de las becas que la UDA había ofrecido la semana pasada. Sabrina estaba tan entusiasma que permitió que Freddy se juntara con ellas. Y en realidad solo lo permitió porque no tenía idea de cómo hacer su informe sobre la carrera que iba estudiar.

Freddy quería ser ingeniero civil, porque su papá lo era. Sabrina quería ser doctora en medicina y especializarse en pediatría. Pero Valeria no tenía aún la más mínima idea de qué estudiar.

—¿Qué tal psicología?

—No me gusta la psicología —Valeria miró a Freddy.

—¡Derecho!

Valeria resopló.

—No, chicos, no es lo mío, soy muy fácil de convencer.

—¿Y de verdad no tienes absolutamente nada en mente?

—No —negó con la cabeza. ¿Qué quería ser en un futuro?

—Hotelería y turismo. Nuestro turismo es bien rico, Valeria, gracias a nuestras playas y clima —Freddy se emocionó.

—No quiero terminar cantándole a los niños de los turistas mientras ellos se dan la buena vida.

Freddy agarró su folder y lo metió en su mochila.

—Yo ya me voy —dijo él—. Espero que encuentres tu carrera.

Sabrina esperó a que Freddy se marchara, abrió las ventanas y sacó el ambientador de su cuarto de baño. Se tapó la nariz.

—Ese chico huele a berenjenas.

—No seas cruel —respondió Valeria sin mirarla.

—¿Cómo te visualizas?

—No lo sé.

—¿Quieres casarte?

—No. Casarse es estúpido. —Aunque sea un mandato de Dios, Valeria no quería saber del matrimonio, nunca.

Sabrina asintió.

—¿Qué te gustaría entonces?

—¿Qué tal si estudio contabilidad y después consigo hacer una especialización en secretariado? Se me dan bien los números y me gustaría vestir formal todo el tiempo. —Se recordó lo bien que se veían las secretarias en la oficina del estado cuando fue a buscar su acta de nacimiento.

Sabrina chasqueó los dedos.

—Eso está genial. ¿Sobre qué harás tu ensayo?

—No sé —pensó un poco más—. ¡Ya sé! Hablare sobre el déficit en las nuevas empresas y por qué ocurre. Escuche a un hombre hablar de eso en la iglesia. Puedo preguntarle y terminar el informe.

Sabrina aplaudió. Y ambas rieron felices.

***

—Entonces, la UDA dijo que según mis recursos podían darme un lugar donde vivir cerca del campus o algo así.

—¿Y piensas que te dejaré vivir tan lejos?

—Mami, esto es una gran oportunidad, ¿de dónde podrías sacar para pagar mis estudios universitarios?

Claribel lo pensó. No estaba de acuerdo.

—Voy a pensarlo... Valeria, ¿crees que Carlitos tiene sobrepeso?

Valeria rodó los ojos.

—No lo sé.

—Me preocupa —chasqueó la lengua.

—Es un bebe, déjalo ser, mamá.

Claribel se quedó pensando. Valeria caminó al cuarto para guardar sus papeles de solicitud de la beca debajo del colchón.

Esa tarde en el trabajo se encontraba de espaldas al mostrador contando el menudo de su bolsillo. Oyó que Patricia despachaba a alguien. Después alguien llamó. Una chica vestida de uniforme de oficina pidió una batida. Cuando Valeria se la fue a llevar se sorprendió al ver a Ben ahí con su novia. La novia que todos en el barrio conocían y que había robado a Ben de ella. La chica con la que vivía ahora. Retuvo el aliento mientras volvía detrás del mostrador.

Él estaba cruzando la línea.

—¿No era ese el chico que siempre venía tras de ti? —preguntó Patricia en voz baja. Valeria despertó de su sueño y miró a Patricia.

—Al parecer.

—La tipa es una zorra, solo mírale los tacos a estas horas del día. ¡Y el maquillaje!

Pero era linda. Y tenía un cuerpo lindo y ojos grandes y claros. Trató de apartar la mirada de allí, pero no podía, lo extraña tanto, a Ben.

Él parecía como si nunca la hubiese conocido. ¿Cómo se atreve a actuar así frente a ella cuando habían compartido tanto? Se estrujó la cara, el amor era injusto. Muy injusto.

—No quiero estar aquí. ¿Puedo irme ahora? —preguntó a Patricia en voz baja.

—Puesto que has trabajado extra las últimas semanas, te lo daré. Anda, vete —haló a Valeria del codo—. Ni siquiera lo mires cuando te vayas.

Pero fue inevitable que sus miradas cruzaran mientras salían. Cuando Valeria estuvo en la calle se dio cuenta de que cuando él la miraba, ya no había nada en sus ojos.

***

Ben estaba limpiando el pequeño vejestorio que había comprado. Se trataba de un Jeep rojo del noventa y ocho, y con el nuevo motor que tenía corría más que cualquier auto del dos mil, pero nadie más tenía que saber eso. Había que mantener las apariencias con el viejo jeep que «no» servía para nada.

Gregorio apareció por la puerta del garaje, reconoció a Ben por el tatuaje de luna en su tobillo.

—¿Qué ha pasado contigo y Valeria?

—Nada que sea tu problema —respondió sacando la cabeza de debajo del jeep. Estaba arreglando el mofle que se había zafado de su lugar.

—Es cierto, no es mi problema, pero tú eres amigo y ella también —espetó—, solo dime qué ocurre.

—Ella me dejó, me dijo que me amaba y después no volvió. Yo simplemente la dejé ir y decidí buscar a alguien más. Ya no quiero nada con ella —se limpió las manos de sus jeans dejando un rastro de polvo negro en él—. No puedo obligarla a estar conmigo, ¿entiendes?

—Eres un imbécil. ¡Porque tú la amas!

Ben se rio de eso.

—No amo a Valeria.

—No sé cómo logras estar con esa otra con la que te ves ahora. ¿Te pones a pensar en Valeria mientras te acuestas con Ángela, cierto?

La sonrisa de Ben se borró. Apretó el puño.

—Cállate la boca, ¿sí?

—Si ella te ama, y tú la amas, ¿por qué tienen que hacer un gran lío sobre eso?

Ben bufó. Él no entendía nada. Valeria lo había dejado y punto, porque se había cansado de él. Le deseó la muerte, ahora lo odiaba con todo su ser.

—No sé qué mierda vio en ti, eres un hijo de perra.

Ben se limpió las manos del pantalón de nuevo, como una especie de tic nervioso. Ni siquiera reaccionó a la forma en que Gregorio ofendió la memoria de su madre.

—Aun si yo le dijese a Valeria que la amo, no cambiaría las cosas. He jodido todo bastante, a estas alturas quiere degollarme. Yo no puedo hacer nada.

—Tienes razón —razonó—, tal vez ahora es mi turno, se ve que es buena, ¿la recomiendas?

Ben lo ignoró.

—Digo, si tú solo la estabas usando entonces por qué no podría yo o mis amigos, ¿qué me dices?

Ben se levantó molesto, Gregorio no retrocedió cuando Ben se pegó de él con la quijada en alto.

—Será mejor que te calles, eh, hoy te has cogido con hablar solo disparates. No estoy para aguantarte.

—¿Pero por qué me callaría?, ¿te molesta que ahora la quiera para mí?, ¿por qué? —Sus gestos se arrugaron en una forma burlona.

Ben tenía la mandíbula apretada.

—Me parece estúpido que seas así sobre el tema de ella cuando me has dejado claro que no quieres nada más con ella. Es hora de dejar que alguien más la disfrute, no solo tú —entrecerró los ojos con una sonrisa cínica—. Después te haré el favor de recomendarla a los demás muchachos.

—Ya basta, ¿no te cansas de hablar incoherencias?

—¿Cómo tú te cansaste de Valeria, y cuando para ella las cosas se pusieron serias la abandonaste? No, esa es la respuesta.

—Sabes que eso no fue lo que pasó.

—¿Y qué pasó?

—Que no puedo... amarla. No la amo y no quiero amarla nunca.

—No puedes amarla, y no quieres, pero de hecho, lo haces. Lo haces tanto que tus ojos brillan. Pero tu maldito orgullo no te deja darte cuenta de que esta vez la cagaste, amigo.

Ben se tapó el rostro. Gregorio se calló...

—¿Por qué estás así? —preguntó Gregorio cuando Ben se pasó la mano por el cabello, revelando sus ojos rojos.

—Porque tienes razón —lo miró a los ojos—. La amo.

No se escuchó como él mismo, ¿Quién era esa persona dentro de su cuerpo diciendo esa palabra? Quizás su otro yo que había enterrado hace tiempo. Se sintió extranjero en su cuerpo, estaba tratando de asimilar el sabor de esa palabra, tratando de saber si era verdad o mentira.

—La amo... —Se lo repitió, pero no a Gregorio sino a sí mismo, ¿desde cuándo la había empezado a amar?—. La quiero conmigo y que me cuide como si yo fuera un niño. No quiero a ninguno en su ropa interior. Si algún malnacido se atreve a meterse con ella juro que lo voy a matar con la escopeta de Jim.

Gregorio sonrió. La escopeta de Jim era sagrada de alguna forma.

—Es hora de que soluciones las cosas —dijo Gregorio. Salió del garaje de Casa Central.

Pero decirle a Valeria que él la amaba era como despedirse de ella. Lo sabía. Había una razón de porqué su otro yo debía permanecer enterrado muy dentro de sí.

-----

Okay así que era sobreentendido que en algun momento Ben se iba a enamorar de ella y equis, ya pasó, pero ¿como creen que Valeria reacionará?, en primer lugar, ¿creen que él se lo dirá? otra cosa, Ben no va a cambiar su forma de ser.

Otra cosa, Gregorio solo estaba probando a Ben.

Otra cosa: leyendo este cap de nuevo y los capitulos anteriores y los que vienen NO entiendo porque las que leian esta historia en gabykun se sorprendieron con el final si lo hice muy obvio  siempre. De verdad que no, pero bueno.

Gracias por leer y comentar y votar! me hacen muy feliz♥

VOMENTEN.

el lindo de yuri aka gregorio a la izquierda porque tengo una obsesion no declarada con él

Otra cosa, ¿me podrian decir desde que país me leen? gracias :)



*-*-*-*-*

Feliz cumpleaños a @Valeria11245♥♥♥♥ Que la pases super lindo en tu cumpleaños! Y además pienso que tu nombre es super bonito.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro