Capitulo 24 -En mis venas.
En mis venas
Está vestido de negro... con unas gafas oscuras, una camisa negra, pantalones negros, zapatos y medias negras. Tal vez un corazón negro. Atrás de sus gafas ve a todos lamentarse. Sus otros amigos están allí, en silencio y con cara de pena, sabiendo que uno de ellos, cualquiera, pudiera ser el próximo.
Hay una señora que está gritando, es toda lágrimas en lo que se ha convertido ella al darse cuenta de que su hijo murió en un accidente. Pero decir que había muerto en un accidente es estúpido. Decir que el vendedor ambulante que se paró en la ventanilla del conductor y le ofreció un nuevo parabrisas, era eso, un simple vendedor ambulante, sería una mentira muy grande... que cuando él se negó a comprar y tuvo un mal argumento con el mismo, discutían sobre eso, sobre un estúpido parabrisas.
Atreverse a decir que cuando el «vendedor ambulante» sacó el arma de su bolso y le disparó en la cara había sido porque no le compró nada, era insultante para todos ellos.
Sus amigos cercanos sabían porqué había sido. Ben también sabía la amenaza. Había venido ya por ellos y supo que de alguna forma esto era una advertencia. Tenía que pasar al siguiente nivel ya.
Pero ahora, ahora tenía que velar a su amigo con el rostro desfigurado en esa caja mientras veía cómo a su mamá se le despegaba el alma a gritos, desgarrándose por dentro hasta quedar vacía, sin vida.
Para vivir en la miseria de no tener a su hijo.
Se pregunta constantemente cómo sería si en vez de su mamá, hubiese muerto él... quizás las cosas hubieran sido mejor, en un sentido, pero en el otro su mamá hubiese andado muerta en vida como lo hará ahora la mamá de Ramírez.
Gregorio estaba llorando sentado en una silla cerca de la caja. Eran lágrimas silenciosas como las que se le habían escapado a La Sombra el día anterior, al escuchar la noticia de que Ramírez estaba agonizando y perdiendo la vida.
Los ojos de Gregorio estaban pegados al suelo de madera de la funeraria con frenesí. Nadie quería mirar a la caja, aunque estuviese cerrada y su rostro desfigurado permaneciese oculto a los demás. Ramírez era como su hermano, y ahora el único recuerdo que tenía de él era la sangre en el auto que él, el fallecido, y Ben habían comprado, seguro jamás lo iban a usar de nuevo.
Valeria tenía un vestido negro apretado que se soltaba débilmente en sus caderas. Estaba mirando sus manos, nerviosa. Es porque no tiene idea de qué está ocurriendo. Se pone ansiosa. Está pensando lo mismo que Ben: no fue un accidente.
Valeria alzó la vista e hizo contacto visual con Ben desde el otro lado del salón. Ben apartó la vista. Lo había atrapado espiándola. Vuelve a mirarla, ella sigue mirándolo con ojos nerviosos, es en ese momento en que se da cuenta de que Valeria no puede ver qué es lo que él está mirando a través de sus gafas oscuras. Entonces se queda mirándola, y ella hace lo mismo sin saber que él la está mirando. Alguien se sienta al lado de ella, es Argentina. Tiene los ojos rojos e hinchados, amaba a Ramírez, era muy cercana a él.
Deja de mirar a Valeria y cierra los ojos, pero aun así su imagen se filtra en su pensamiento. Repasó la noche de la fiesta, cuando había actuado loco de deseo, cuando la había llevado al carro. Pensó en lo que pasó después, se había puesto a llorar. Sin decir nada. ¿Por qué había estado llorando? Pensó en eso tantas veces que le dolía la cabeza, o no sabe si el dolor de cabeza es por el lugar. El ambiente de una funeraria llena su mente de malos recuerdos.
Saca las manos de su bolsillo para ver la hora en su teléfono celular.
Sale de la sala. Aunque ella estuviere llena de los llantos y lamentos de los familiares y amigos de Ramírez, él ya no escuchaba nada. Estaba perturbado por lo que había pasado pero no se permitía entristecerse por los demás. Nadie lo hacía por él.
Sintió unos brazos deslizarse desde detrás en un abrazo, era una chica, lo pudo adivinar por sus brazos delicados y porque sentía senos en su espalda, y también porque ningún chico se iba a atrever a abrazarlo por detrás, o a abrazarlo siquiera. Agarró sus manos, sabía que era Valeria, lo que no sabía era porqué lo abrazaba. Después se dio cuenta que estaba llorando. Se dio la vuelta para abrazarla, su cuerpo estaba caliente, pero no por la razón de la última vez, sabía que se sentía enferma.
—¿Por qué lloras? —le susurró al oído cuando se inclinó. También sintió cómo su cuerpo reaccionó a su voz.
—No quiero perderte —respondió en voz baja mientras seguía abrazándolo. Aunque afuera había personas del barrio, no la apartó. ¿Qué importaba si los veían abrazados?, en serio, ¡qué importaba!
Además, era un miércoles negro en el barrio, la gente no estaba hablando o chismorreando en la calle.
—¿Perderme?
—No quiero que te mueras —levantó la vista—. No quiero que hagas nada que te pueda quitar de mi vida.
Entonces le iba a decir que lo amaba, pero no se atrevía a decirlo ahí. Podía ser de mala suerte. Sin embargo, Ben pareció escucharlo, se dio cuenta de que en poco tiempo ella sería la que se iría, como todo el mundo cuando dice esas dos palabras.
***
Gregorio, Héctor, Mario, un chico llamado Samuel, Argentina, Nina, Marian, Estefani y Valeria estaban todos en la casa de Ben. Unos en el sofá y otros en las sillas del comedor. Todos estaban en un silencio fúnebre.
Eran las nueve de la noche, y en la sala funeraria les habían pedido que fueran a asearse y comer, pero ninguno de ellos quería ir a su casa, por eso aceptaron cuando Ben los invitó a beber soda transparente. Argentina lo ayudó a repartirla, pero cuando todos tenían los vasos en sus manos, no bebieron.
Argentina se sentó, y se lamentó:
—Esto no es justo.
—Antes de ayer me dijo cómo planeaba hacer su cumpleaños, estaba tan emocionado —recordó Gregorio en voz alta.
—La vida es tan frágil —se quejó Estefani—. En solo un segundo, en cualquier momento, uno de nosotros puede morir, de lo que sea, somos vulnerables, y allá afuera no hay nadie para hacer justicia por nosotros.
—Espero que ese vendedor ambulante se pudra en la cárcel
—deseó Samuel con todas sus fuerzas.
Ben se sirvió su propio vaso, se paró al lado de la silla de Valeria. Nadie notó nada.
—¿Creen que está en el cielo? —preguntó esperanzada Nina, pero entonces Valeria recordó algo que había escuchado.
—No, no lo está —su voz fue firme y clara, aún tenía los ojos rojos de llorar, pero no por Ramírez, sino por Ben.
Quizás era egoísta. Pero todo lo que le importaba era él, Ben.
Héctor la miró con desagrado.
—¿Quién eres tú para saberlo?
Valeria se quedó callada, pero en la iglesia había escuchado que solo los cristianos, o los que aman a Jesús, iban al cielo, y Valeria no sabía si Ramírez amaba a Jesús o no, pero él no era cristiano.
Se atragantó con el refresco para no responder. Era la primera que había bebido y desató la ola para que todos los demás bebieran también.
—¿Van a volver? —Ben preguntó refiriéndose a si volverían a la funeraria. En realidad solo quería quitar la atención que todos prestaban a Valeria por sus palabras filosas y punzantes.
Argentina se levantó.
—¿Puedo pasar al baño? —preguntó a Ben.
—Claro, está en la única puerta de mi cuarto.
Iba a decirle a Valeria que la llevara, pero entonces se dio cuenta de que eso la delataría.
—Voy contigo —dijo Valeria. Quería dejar el ambiente hostil. Ni siquiera sabía por qué estaba ahí, nunca había hablado con Ramírez más de dos oraciones, pero sí conocía a su mamá y a su hermanita de diez.
Valeria se levantó junto a Argentina, abrieron la puerta del cuarto y entraron.
Argentina se detuvo a mirar detalladamente el cuarto de Ben. Valeria se quedó quieta esperando.
—¿Por qué dijiste eso, Valeria? —preguntó argentina sorbiendo su nariz—. ¿No te agradaba Ramírez?
—Fue por algo que escuché en la iglesia, lo siento, sé que estuvo fuera de lugar.
Argentina hizo una mueca que parecía una sonrisa.
—Tienes razón, no lo mataron por bueno. Seguro está ardiendo en el infierno —dijo.
—Dijeron que fue un accidente.
Argentina se sentó en la cama de La Sombra, eso casi hizo enojar a Valeria.
—No, Val... a Ramírez lo mataron por algo. Lo que más me duele es que no sé por qué.
—Lo siento.
—No, está bien, tú no eres la culpable. La culpa es de estas estúpidas bandas, de las estúpidas drogas, de este estúpido barrio con gente estúpida, del sistema, que no nos advierte de los peligros que hay en la calle —Argentina miró a Val, apretó la mandíbula—. Mientras estuve en la escuela pública nadie, absolutamente nadie me dijo que te puedes hundir por no saber de la vida. Porque yo no sé nada de la vida, tú no sabes de la vida, somos niños mentalmente atrapados aquí, viviendo sin un manual, en un barrio lleno de maldad, donde nadie vela por nosotros, donde nadie nos puede salvar porque somos nosotros mismos quienes apuntamos el arma en nuestra contra. Tenemos el mismo destino —ladeó la cabeza alzando los hombros—. Bienaventurados sean los que salgan de este hoyo —agregó con voz casi melodiosa y sombría.
Valeria no supo qué decir. Se quedó quieta.
—Perdóname —dijo, y sonrió—. Piensas que estoy loca.
—No, no lo estás, pienso esto siempre. —Nunca lo había hecho.
—Ja. —Rio con amargura Argentina—. Tú vives en una burbujita que nadie puede explotar, Valeria; vas a una escuela privada, tienes amigas ricas y eres más o menos linda. Tú al menos tienes futuro. Tienes oportunidades de salir, no has caído aún, no dejes que nadie te haga caer.
Pero ella no lo sabía, Valeria hace mucho había tocado fondo. Hace mucho su burbuja había explotado, hace mucho había dejado de ser inocente.
—Imagina a cuantas chicas La Sombra ha desvirgado en esta misma cama...
Valeria volvió los ojos a Argentina, de pronto sintió una sensación en su nariz, ¿sabía algo?
Pero no, ella no sabía nada. Argentina solo estaba pensando en voz alta, pero Valeria no sabía eso. Se rascó la nariz y recogió su cabello detrás de la oreja.
Ella había sido una de esas chicas, pensó, pero pensó así porque no sabía que ella había sido la única virgen con la que había estado Ben... no sabía que él nunca había estado con una chica menor a él, que todas siempre fueron mayores y experimentadas.
Y como no lo sabía, se sintió mal.
Esa noche fue el principio de todo, donde terminó de perder su inocencia. Pudo casi palpar el dolor, la angustia, la confusión de esa noche. ¿Cómo era que ahora lo amaba?
La Sombra entró al cuarto, Argentina se paró de un respingo.
—Ya voy al baño —anunció, y entró al baño.
Ben y Valeria se quedaron juntos en la habitación. Ben se acercó a Valeria, y alzó su quijada. Otra vez en sus ojos había pánico y miedo mezclados.
—¿Qué ocurrió aquí? —preguntó.
Valeria no respondió y pegó sus labios a los de Ben. Puso las manos de él en su cintura y se pegó a él. Quería que, si en algún momento perdía a Ben, cada momento, cada segundo que compartió con él, se quede en su memoria, y en las madrugadas, cuando se despertase a llorar por él, no lo hiciera, y que se acostara boca arriba a pensar en todo el tiempo que compartieron juntos.
Argentina salió del baño, ya Ben y Valeria no se estaban besando, pero efectivamente Argentina escuchó sonidos mientras se lavaba la cara y había pegado la oreja de la puerta. Era el sonido de un beso, entonces se dio cuenta de que sus sospechas eran verdad. Y no supo qué hacer. Los miró con los ojos bien abiertos, siguió directo a la puerta y Valeria salió detrás de ella, se volvieron a sentar en el mismo lugar. Ben salió minutos después.
Ahí fue cuando se dio cuenta de que Valeria sí había seguido su consejo. Se sintió culpable al verla morderse el labio con nerviosismo, cuando distinguió la sombra de una marca en su clavícula expuesta; aunque a simple vista no parecía nada, Argentina había tenido amantes antes y sabía identificarlas. Ella había dañado a Valeria, la había incitado a hundirse... con La Sombra, con él.
Se lamentó de su error, después de todo quizás sí le había roto su futuro. Pero guardó silencio, no era su asunto. Las lágrimas salieron de sus ojos solas, tenía mucha pena. Marian la abrazó pensando que lloraba por Ramírez.
***
Los primeros en irse son los chicos, se dirigen de nuevo a la funeraria, después Argentina se va, y las otras chicas, solo quedan tres: Valeria, Estefani y Ben. Pero Estefani deja la casa sin decir palabra, cuando están solos Valeria se queda mirándolo, nerviosa.
—¿Es verdad que lo mataron?
—¿No lo viste en la caja?, ¿piensas que se está escondiendo en alguna otra parte?
—No, yo me refería a...
—¿Si lo mandaron a matar? —alzó una ceja—. Tal vez... sí.
—¿Por qué? —trató de no lucir asustada, pero era todo lo que parecía.
—Quieren saber algo.
—¿Ramírez supo por qué murió?
—Claro que lo sabía —se alzó de hombros, se quitó la camisa de luto.
—Tú diriges a los surcuros, ¿cómo lo lograste?
—Es una larga historia —la cortó mientras caminaba a su cuarto.
—Puedo quedarme aquí toda la noche. Mamá piensa que amaneceré en la funeraria.
Ben la escuchó y se acercó a ella. Parada allí se veía tan ingenua. Quitó el cabello de su cara y después deslizó su mano por su cuello. Subió poco a poco hasta su labio inferior y lo haló suavemente.
—¿Ta vas a quedar? —no ocultó el entusiasmo en su voz.
Valeria asintió lentamente.
Deslizó sus manos por encima de su cintura y la cargó a horcajadas sobre él, la llevó a la cama y la sentó en el borde, él se quedó de rodillas en el hueco de sus piernas.
—Si supieras todas las cosas malas que he hecho, ¿estarías aquí?
Valeria asintió. Claro que lo haría.
—Hay una larga lista de personas que nos compran. Hay una corta lista con una sola persona que nos vende —dijo como si se tratase de un rezo mientras miraba sus ojos.
—¿Droga? —preguntó Valeria.
Ben se levantó del suelo y se acostó en su cama mirando al techo.
—Ajá —respondió desinteresado. Valeria imitó su acción y se acostó al lado de él mirando al techo.
—¿Cómo lograste esto?
—Rebecca —dijo el nombre rápidamente, como si él ya estuviera esperando esa pregunta.
Sintió una punzada de celos en su corazón, sin embargo, trató de ocultarlo.
Ben se volteó para estar de lado y tenerla de frente aunque ella aún estaba acostada boca arriba, empezó a pasar sus dedos por encima de la tela de su vestido, subió hasta sentir sus costillas. Él miraba lo que sus dedos hacían atentamente hasta que Valeria volvió a hablar.
—¿Por qué ella?
—Cuando mi mamá murió, que las cosas viviendo con mi papá no funcionaron, mi papá encontró a Rebecca y la vio como su salvación. Ella era... linda... y estaba metida en eso de las drogas, se le notaba por encima de la ropa, pero aun así se las arreglaba para ser bonita, porque la gente piensa que todas las personas que son adictos a las drogas lucen iguales, andrajosos, mal cuidados, eso es solo un mal estereotipo. Hay personas que saben ocultar los daños. Personas estúpidas y personas inteligentes. Te sorprenderías de las personas allá afuera con una linda imagen y con el interior podrido.
Valeria estaba manteniendo la respiración mientras Ben tocaba su vientre, pero entonces necesitaba respirar y empezó a hacerlo. Ben notó ahora que su estómago desaparecía y volvía a aparecer, la miró a ella mirando al techo.
—¿De dónde sacaste este vestido? —Realmente estaba fascinado de la forma en que se sentía como una segunda piel en ella.
—Hablabas sobre lo linda que era Rebecca, por favor, continúa. —Los celos quemaban su voz.
—Tuvimos una relación emocionante, en el ámbito de que ella casi llegaba a los treinta y yo solo tenía catorce o quince años, además de que era a escondidas de mi padre. —Valeria tensó su cuerpo, él también lo notó—. Mi papá sí sabía que ella usaba drogas. Todo el dinero que mi papá le daba lo usaba para eso.
—¿Qué comías?
—Nunca me faltó la comida.
Eso la hizo sentir tranquila.
—Rebecca me confesó un día que veía a otro hombre y yo me volví loco, porque había sido la primera persona de la que me había enamorado plenamente.
Esto hizo sentir a Valeria decaída. La había amado, cuánta envidia sentía hacia ella.
—¿Ella fue tu primera vez? —preguntó con voz temblorosa, con los celos otra vez permeando sus palabras sin poder controlarlo.
—No, no —respondió rápidamente. Sonrió—. No —volvió a repetir—, solo fue mi primera novia seria.
Eso no la hizo sentir mejor.
—Como sea, la seguí a una de sus salidas nocturnas. Cogió un taxi hacia una de las partes más peligrosas, de otro lugar, pero no te voy a decir dónde. Se metió en un condominio donde había dos chicos haciendo guardia en la acera parados casualmente luciendo despreocupados. Del tipo, estamos-aquí-pasando-desapercibidos. Yo la seguí fingiendo que no los había visto.
—¿Cómo alcanzaste el taxi?
—Era un viejo quien conducía y lo hacía terriblemente lento. Tal vez porque quería pasar más tiempo con Rebecca. Yo pude fácilmente seguirla corriendo. —Volvió a hablar, la mano de Ben se deslizó a la parte baja de su vientre, donde se acababa la pretina del vestido que apretaba el cuerpo y se abría como una débil flor—. Al final del pasillo de la primera planta del condominio, al lado de las escaleras mugrientas, Rebecca estaba detrás de un hombre que la besaba. Yo grité para que me notaran y solo así ellos dejaron de besarse. El tipo me miró con una sonrisa y después miró a Rebecca, cuando volvió a voltearse para verme de nuevo ya estaba al frente de él y lo recibí con un golpe en el tabique. Sus dos matones llegaron al escuchar su diarrea de maldiciones y me dieron una golpiza.
Valeria se volteó a mirarlo.
—¿En serio?
—Sí.
—¡Pero eras un niño! —exclamó con horror.
—No era un niño, Valeria. Era un adolescente, y además, ellos no lo sabían, y si lo hubiesen sabido, no les habría importado. Cuando desperté, estaba en una especie de oficina de alcantarilla, pero no es que estaba bajo tierra, es que olía mal y estaba terriblemente desordenado. El hombre que yo había golpeado estaba al frente de mí, con Rebecca en sus piernas. Estaban hablando sobre mí.
—Ben...
—Espera... Claudio, así se llama, dijo que estaba sorprendido de mi valentía —se rio con voz ronca—, y también me preguntó si me interesaba ayudarlo en unos negocios, que necesitaba gente como yo. Me habló de que yo iba a ser poderoso, y que me daría a Rebecca. Yo estaba loco por ella, así que acepté. Y lo primero que hice al sanarme de los golpes y magulladuras en mi cuerpo fui unirme a la banda del barrio, los oscuros, ese era el primer paso.
—¿Cómo tu papá no se dio cuenta de que te habían golpeado?
—Rebecca se las buscó para ocultarlo, además, mi papá no me visitaba diario. Fue muy fácil.
—Lo siento.
—¿Qué sientes? —preguntó.
—No sé, tu vida.
Eso hizo que se enojara.
—No sientas lástima por mí, que en dado caso, yo debería sentirla por ti.
Ahora su mano estaba quieta en su vientre. Valeria empezó a sentir el peso de su mano, al igual que el de sus palabras. ¿Por qué sentía lástima por ella?, ¿por qué estaba con él?
—Cuando yo recién entraba a la banda estaba el problema de que algunos integrantes de este lado del barrio iban al otro lado a vender sus paquetes. Eso hizo tremendo lío interno. Los dirigentes en ese tiempo decidieron dividirlos en dos hemisferios, norte y sur, para erradicar ese problema de territorio en la familia.
—Tengo una pregunta, ¿cómo es la iniciación? Había escuchado eso de Rose, de cuando te unes a una banda y tienes que hacer cosas para mostrar lealtad...
—No quieres saberlo —respondió tranquilamente pero con misterio en su voz—. Cuando nos dividieron —volvió al tema—, los surcuros nos quedamos sin nada. Porque no teníamos ningún proveedor, éramos unos completos perdedores, entonces yo fui donde Claudio, y él me dio gratis todo lo que yo quise. Y cuando ese producto salió a la calle, se corrió la voz de que de mi lado había un mejor producto, e hicimos nuevos clientes, y una gran fortuna —se le escuchaba orgulloso—. Los norcuros quieren la mitad de esa fortuna, quieren la mitad de nuestros clientes, y quieren comprar donde compramos nosotros.
—¿Por qué exigen tanto?
—Dicen que les pertenece.
—Pero entonces, ¿dónde está toda esa cantidad dinero?
Ben ignoró esa pregunta y siguió contando su historia.
—Claudio dijo que me quería al frente, pero en otro lugar para manejar otros de sus asuntos, porque yo era muy bueno, pero es que ya, a los diecisiete, logré dirigir un hemisferio completo y podía estar en mi casa tranquilo. Yo no quería más mierda en mi vida.
—¿Pero y el dinero?
Ben subió la mirada hacia Valeria. —Se lo di todo a Claudio, aunque era más de lo que valía la droga que me había prestado en primer lugar, lo hice por Rebecca, porque ella ya sabía demasiado y Claudio no quería mantenerla. Iba a desaparecerla. Al menos ahora ella está mejor en algún otro lugar.
—¿Aún la amas?
Ben pensó en eso.
—No, Valeria. No la amo.
Eso la hizo sentir feliz, pero después se dio cuenta de que eso no significaba que él la amara a ella.
—¿Entonces mataron a Ramírez por una fortuna que no posees?
—No exactamente. Esa fortuna desapareció, pero hay otra, esa otra dividida en todos los surcuros son solo unos pocos millones para cada uno.
—Es que no entiendo, si ustedes tienen tanto dinero, ¿por qué no salen de este barrio y se van a vivir bien?
—El dinero no está líquido. Esa gran cantidad de dinero en el banco genera muchos impuestos, todo esos movimientos de pagar impuestos genera una gran cantidad de atención de la policía, Valeria. ¿De dónde mierda le vamos a decir que conseguimos todo ese dinero si no es de lavado o de cosas ilícitas? Tanto dinero no nace de la tierra, ¿sabes lo difícil que fue guardar la gran mitad que sí está en líquido?
—¿Lo tienen guardado?, ¿dónde?
Ben se rio de eso. No pudo creer que ella pensara que él le diría dónde estaba guardado todo ese dinero.
—¿No que ellos los apoyaban? Quiero decir, la policía —preguntó cuando se comenzó a molestar por la risa de Ben.
—No nos apoyan, dejan pasar por alto algunas cosas porque piensan que es poco, pero esto no es una cosita, incautarían todo ese dinero y todo acabaría con la mitad de nosotros tras las rejas.
—¿Qué van a hacer con él?
—Val —la miró con una gran sonrisa—, cuando tienes esa jodida gran cantidad de dinero no tienes la mínima idea de qué hacer con él. Pero lo usamos de a pequeñas cantidades. Mantenemos Casa Central, damos pequeños bonos como si se tratase de un sueldo.
—¿Por qué no les das algo a los norcuros, después de todo, no son la misma banda?, ¿la misma familia?
—No les daré nada. Mucho menos ahora que mataron a Ramírez.
—¿Fueron ellos? —No pudo creerlo. De una vez pensó en Alejandro.
Entonces Ben levantó la vista de nuevo.
—Tal vez no hayan sido ellos y tenemos otro enemigo en busca de nuestros secretos y relaciones. O de nuestro dinero. Quizás, todos estamos corriendo peligro y no lo sabemos. Claudio es muy cotizado en el mercado. Él nunca haría negocios con nosotros, la minoría, la parte más baja de la pirámide, si no hubiese sido por mí. Tienes que entender que esto es poderoso.
—¿Es como la mafia?
—Has visto muchas películas —se acercó para dejar besos en el hombro de ella—, pero, como te dije, nosotros no somos nada para los de arriba además de «los que distribuyen en pequeñas cantidades sus productos», no podemos compararnos con capos o con esos grandes carteles. Somos los últimos en la pirámide de los de allá arriba. Nuestra suerte depende de ellos.
—Ben, no quiero perderte.
Ben entonces dejó de hablar y dejó de besar su hombro. Valeria estaba temblando de miedo.
Pasaron unos minutos, Ben subió su mano a la quijada de Valeria y la volteó hacia donde él para que lo mirara a los ojos.
—No sé qué me pasa, Val, te he dicho todo eso. Diablos, no tengo la menor idea de cómo silenciarte sin apagar tu vida. —Su voz era fría, y por solo un segundo, Valeria le creyó. Él era peligroso, él podía matarla solo apretando su cuello con sus manos. Al lado de él, con la mano de él en su quijada, tuvo miedo por primera vez. ¿En qué se había metido?
Ben ahora estaba besándola en su cuello.
—Como que me estás gustando demasiado, te estás metiendo en mis venas. —Empezó a tocarla en cada punto sensible, trató de quitarle el vestido—. Tu vestidito me vuelve loco. Soy un mal amigo —confesó—, mientras te veía en la funeraria no pensaba en la muerte de él, ni siquiera me importaba, yo solo pensaba en que quería tenerte en mi cama. Pensando en que me cansé de jugar a ser el bueno contigo, que quiero tenerte como quiero.
Ben ahora estaba besándola en su cuello. Luego se trepó encima de ella sin quitar su peso. —Me estas gustando demasiado, te estás metiendo en mis venas. —Empezó a tocarla en cada punto sensible, trató de quitarle el vestido—. Tu vestidito me vuelve loco. Soy un mal amigo —confesó—, mientras te veía en la funeraria no pensaba en la muerte de él, ni siquiera me importaba, yo solo pensaba en que quería tenerte en ropa interior en mi cama gritando porque te lleno de placer. Estaba pensando en que me cansé de jugar a ser el bueno contigo, que quiero poseerte como quiero.
—No soy una posesión —miró sus ojos.
Volvió a besarla, y después dejó sus labios.
—Valeria, tú no tienes idea de quién soy. ¿Por qué no te alejas de mí? —preguntó bajo el aliento, con voz ronca.
—Es que te quiero.
Él se rio entre dientes.
—Yo también te quiero —respondió.
—¿Qué? —preguntó ante su silencio.
—Pídeme que te toque, Valeria... —susurró—. Pídeme que te haga el amor.
—Tócame —dijo entonces débilmente—. Hazme lo que tú quieras.
Él se tomó su tiempo para quitarse el pantalón, y después pegó su boca de la oreja de Valeria.
—¿Algún día te vas a ir? —preguntó.
Pero entonces Valeria no podía responder.
—Quiero que sepas que todo esto es malo, Valeria, no hay nada de amor en esto, solo puro deseo... ahora te estoy haciendo daño.
¿Cómo le estaba haciendo daño si se estaba sintiendo en el cielo?
Se recostó sobre ella, besó su boca con respiración acelerada y cálida. Después agarró con sus dientes la lengua de Valeria tan fuerte que ella sintió sangre en su paladar, y el sabor metálico se regó por todas sus encías. Comenzó a protestar y a gritarle que le dejará ir su lengua, pero no lo hacía.
Valeria enterró sus uñas en las manos de Ben que agarraban su cara, y él la soltó. El dolor se intensificó en su lengua. Las lágrimas se le salieron solas. No entendía por qué le hacía esto.
—¿Aún me quieres?, ¿quieres que te haga el amor? —Valeria no respondió, estaba demasiado aturdida como para pensar qué demonios estaba pasando.
—Me gustas mucho —murmuró mientras seguía y enlazaba sus dedos con los de ella.
A Valeria le gustaban las eufonías de su boca, sentirlo, lo único que no entendía era su forma de expresar que ella le gustaba tanto.
Ben quitó el cabello de la cara de Valeria y miró los labios de ella. Estaban hinchados por su beso aun, los suyos también estaban así.
La besó suave, volvió a ser suave, hasta hacerlo completamente empalagoso. Y entonces Valeria trató de morderlo, pero fui inútil porque él estaba siendo demasiado dulce, él se rio de esto.
*----*
QUE este el capitulo, oh-cuando-me-vas-a-aclarar-lo-de-Ben-o-sus-conflictos.
Que yo amo este capitulo con todo mi ser, que de verdad que sí, que perdonen a alguien si no
Que volví a traer la otra portada porque es muy linda, y que no le cambiaré el nombre por TODAS las razones que dieron y mas por que es súper mega jevi que cuando les pregunten, ¿que leen? ustedes digan NADA, así que chica que me dijiste eso eres muy jevi, de verdad.
Que vomenten con que!!!!!!!!!!!!
Que creo que a Ramirez lo conocen porque su nombre se menciona 34 veces hasta ahora en todo Nada.
Que la historia de Ben yo traté de que sonara creíble. Que en mi país es normal ver cougars con niños menores que ellas. Que Ben tenia quince pero lucia de 17.
Que bye. y que que linda imagen la que hice a la derecha...
editado*** que me da mucha flojera cambiar mis n/a y por eso es que solo copio y pego lo que habia dicho antes en la otra Nada, je, eso :)
***
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