Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capitulo 22 -Tizne Marrón.


Tizne marrón

Un gran camión de mudanza estaba parqueado al frente de la casa de Rose. Era la una de la tarde y el sol llenaba las calles. No había ni siquiera un solo punto de sombra.

Valeria siguió mirando al camión hasta que entró al colmado. Las personas que estaban ahí se habían callado de repente cuando Valeria entró. Abrió el refrigerador del colmado y sacó una botella de refresco, la pagó, y vio los trastes mientras los subían al camión otra vez cuando caminaba de vuelta a casa.

***

—Se dieron cuenta de que tenía dos meses de embarazo —soltó Argentina. Marian balanceaba los pies desde el murito de su casa. Nina, Valeria y Argentina estaban sentadas en la acera con los pies en el contén—. Fue muy estúpida, le dije que lo abortara, hasta le ofrecí comprarle el juguito que dan los brujos para botar los bebés.

—¿Para que lo abortara? —Valeria pareció estar asqueada por esa simple propuesta. Si, por alguna razón, ella llegara a estar embarazada, nunca lo mataría.

—Sí, ¿qué más? No trabaja, no es nadie —respondió Nina.

—Su papá hizo tremendo alboroto —comentó Estefani sentándose al lado de Marian.

—Vaya, ¿cómo supiste de qué hablábamos?

—Todo el barrio está hablando de eso y de cómo su mamá se hacía la que no sabía nada. Se han ido a otro barrio por la vergüenza. Me da lástima por Rose.

—Eso es lo que pasa cuando no se toman precauciones de tus actos —dijo Argentina apenada—. ¿Y quién es el padre del niño?

—¿Niño?, ¿qué niño? En cuanto se descubrió todo, porque el médico le dijo a la mamá de Rose que sus mareos eran porque estaba embarazada, su papá salió del trabajo a las afueras de la ciudad, agarró a Rose en casa y la golpeó hasta que botó él bebe por la boca —respondió Estefani.

—Solo tenía meses, pero aun así no se puede botar un bebe por la boca —dijo Marian.

—Era un feto. Y sí, Estefani, seguro ella solo se desangró

—aclaró Argentina.

La sangre dejó la cara de Valeria, ¿y si le pasaba lo mismo a ella? Aunque su papá estaba lejos, sabrá Dios adónde, ¿pero y si se enteraba y entonces le hacía daño o peor?

—¿En serio sucedió eso? —preguntó Valeria.

—Así dicen los vecinos.

Con eso, Estefani se alzó de hombros. La verdad puede ser manipulada varias veces en boca de los vecinos, pero si algo se quería saber, ellos siempre sabían. Sabían la vida de todo el mundo.

Valeria se empezó a sentir enferma. Como si fuera a vomitar.

—Necesito un novio —Marian cambió de tema.

Argentina sonrió.

—¿Sabían ustedes que La Sombra gusta de Val?

Valeria estaba mareada, y cuando Argentina dijo eso empezó a vomitar en el contén.

—¡Asco! —gritó Marian.

Estefani y Nina se pusieron de cuclillas a cada lado de Valeria mientras sostenían su cabeza y cabello y Argentina miraba con horror sin moverse de donde estaba.

—Con eso voy a creer que no te gusta La Sombra —comentó Argentina.

Valeria la miró. Otra arcada vino, y ensució sus zapatos.

—Quizá estés embarazada —comentó en broma Marian.

Nina alzó la vista y miró a Estefani. Las dos sabían, pero desconocían que las dos lo sabían. Nina le lanzó una mirada a Marian, ella susurró un lo siento.

—¿Valeria, Dios, qué pasó? —preguntó Nina pasándole la ma­no por la frente.

Otra arcada. Pronto salió una vecina.

—¿Está vomitando? —preguntó preocupada.

—Sí, traiga un poco de agua, por favor —pidió Estefani.

La mujer buscó una cantina de agua y ayudó a limpiar la cara de Valeria. Aun así su cabello tenía vómito y parte de su ropa también. Incluso Nina y Estefani se habían ensuciado.

Ayudaron a levantar a Valeria, seguía mareada, lo que había en su bolsillo hizo presión otra vez.

—Vamos a llevarte a casa —dijo Nina, y cruzó el brazo de Valeria por su hombro.

—¡Vayan con cuidado! —voceó Estefani.

Argentina estaba perpleja y Marian asqueada. Las tres seguían estupefactas. La señora, Martina, echaba agua al vómito de Valeria que ahora corría por el contén.

***

—¿Qué fue eso?

—No lo sé —miró a Nina antes de entrar a su casa—. No lo sé —repitió.

Valeria odiaba cómo Nina la miraba, con pena.

—¿Por qué le dijiste a La Sombra sobre las cosas que tenía en los muslos?, ¡no puedes guardar un maldito secreto! —Valeria estaba de repente airada.

—Val... lo siento... lo hice para defenderte. No quiero que nadie te haga daño —dijo calmada.

—¿Me haga daño?, por Dios, déjame en paz.

—Valeria, no seas así, ¿qué te está sucediendo?

—¿Qué me está sucediendo? Cuando Rose y Argentina me convencieron de que fuera donde uno de los chicos de la esquina tú no reprochaste sobre qué tan mala era la idea. Nunca me dijiste que me iban a lastimar y que yo me iba a sentir tan mal. Incluso no me ayudaste cuando me sentía sucia y con vergüenza porque ya no había marcha atrás. ¡Decías unas cosas y hacías otras!, me abandonaste, me dejabas sola y te ibas con ellas, yo solo quería tener una amiga, pero yo no era lo bastante genial, ¿cierto?, ¿ahora lo soy? Respóndeme, ¿no soy genial ahora?

Nina no respondió, pero se sentía culpable.

Valeria gritó frustrada, entró a su casa con su cabello aún con vómito. Su mamá salió por la bulla y miró a Nina allí parada con cara de asombro.

—¿Qué le sucedió? —le preguntó Claribel a Nina.

Nina le contó lo que sucedió.

Valeria se trancó en el baño. Se relajó y empezó a llorar.

Lo volvió a hacer de nuevo.

Apartó la ropa sucia de vómito en una esquina para lavarla después y se metió en la bañera. Metió la cara en el camino que recorría el agua que caía de la pluma hasta la loseta y respiró. Algunas gotas entraron por sus fosas nasales haciendo que le ardiera toda su nariz. Comenzó a toser hasta que sintió otra arcada, fue al inodoro y volvió a vomitar. Se miró en el pedazo de espejo, desnuda, débil, cayendo profundo sin saber el porqué.

Volvió a la ducha hasta que sus pies se volvieron pasas al igual que sus manos. Se puso la bata, se recostó en la cama y no abrió los ojos hasta el otro día.

***

Estaba sonando un merengue y todo el mundo estaba bailando y moviéndose alegre. Valeria no sabía bailar, así que solo se reía mientras veía a los demás hacerlo.

Una voz profunda se limpió la garganta. Un hombre alto y buenmozo, con cabello marrón oscuro y ojos miel se paró en la puerta.

—Me alegra verlos felices.

Estefani apagó la música, corrió hacia él, y lo abrazó, gritando:

—¡Tío!

Valeria vio a Ben otra vez. El parecido era incapaz de ignorarlo. Era su papá.

—Chicos —Estefani chasqueó los dedos para que le prestaran atención—, este es mi tío Manuel, Manuel, esta es Emily, y esta es Argentina, ella es Marian, y ya tú conoces a Daniela... —siguió presentándolos. Valeria trató de esconderse.

—¡Mira quién está aquí! —exclamó él refiriéndose a Ben. Lo abrazó y comenzó a despeinar su cabello—. Necesitas un corte ya. —Ben trató de no mover ninguna parte de su rostro. Era vergonzoso que quisiera tratarlo como un niño.

—Y Manuel, esta es Valeria.

Valeria extendió su mano.

Manuel, volteándose hacia Estefani, le preguntó:

—¿Y cuál es tu pareja, Estefani? —preguntó.

—Es secreto... pero, puedes venir el sábado y te lo enseño. Daniela está con Mauricio, él está con Argentina —señaló al chico llamado Raúl—, Eddie está con Emily... y Xavier con Marian...

—¿Y mi hijo?

Ben bufó.

—Está con Valeria.

Valeria se sintió incómoda cuando el papá de Ben la miró.

—Es bien —solo dijo eso.

Pero Valeria se sintió mal por su respuesta. Se alejó hacia donde estaban las otras chicas.

—¿Y a qué viniste, tío? —preguntó Estefani. Estaban los tres

hablando mientras las chicas permanecían apartadas y los otros chicos sentados en los colchones de yoga.

—Es hora de elegir el diseño de los manteles y los cubre sillas, y me preguntaba si los participantes querían, no sé, ayudarte —le sonrió.

***

Valeria miró hacia donde ellos por tercera vez.

—El papá de La Sombra es muy apuesto —dijo Emily ruborizada.

—Lo que yo no entiendo es cuál es su afán de regalarle una fiesta de cumpleaños de esta escala a Estefani, es solo la tía segunda de La Sombra —Marian se escuchaba como si estuviera envidiosa, pero solo estaba siendo chismosa.

—Pero se criaron como primos —respondió Emily—. Para la mamá de Estefani, la mamá de La Sombra era su hermana, no solo su sobrina.

—Supongo que como La Sombra no es una chica, no le puede hacer una fiesta así —dijo Marian mientras arreglaba su cabello.

Daniela se echó aire con las manos y dijo:

—Hace calor.

Las demás se quejaron. Estefani llegó donde ellas para comunicarles la noticia. Mientras las chicas miraban a Estefani, Valeria miraba a padre e hijo hablar. El parecido era escalofriante. Y lo distinto que vestían también; mientras que el papá de Ben tenía una camisa de lino fina y bien planchada, Ben solo tenía un polo shirt cualquiera y un pantalón jean que no superaba al de tela negro de su papá.

***

Manuel miró a Valeria, quien apartó la vista rápidamente y fingió que escuchaba lo que decía Estefani.

—¿Ella es...?

—¿Qué? —preguntó Ben.

—La chica de la que me ibas a hablar... ¿con la que estás ahora?

—No —Ben negó mientras miraba a Valeria de espaldas hacia ellos.

—¿Ah no? —alzó una ceja.

—No —respondió molesto.

Manuel se tambaleó y después silbó.

—No deja de mirar hacia acá, creo que le gustas, hijo.

—Pues qué bien.

—Tú no dejas de mirarla —añadió.

Ben dejó de mirar a Valeria.

—Tal vez haya algo —trató de restarle importancia mirando hacia otro lado.

—Conozco a su papá, ¿acaso sabe que ustedes salen? —le preguntó volteándose un poco. Ben lo miró.

—No, no vive con su papá.

Manuel pateó una bola invisible.

—Cierto, vive de soltero al otro lado de la ciudad.

Ben miró a su papá.

—¿Te ha dicho algo de ella?

—Hum, evita hablar de eso. Pero la ha mencionado —Manuel miró serio a su hijo—. No la vayas a embarazar.

Ben bufó de nuevo.

—Pero es muy joven para ti. Pensé que ibas por las mayores.

Ben apretó la quijada, iba a estallar.

—Mínimo quince y máximo dieciséis —hizo un intento para averiguar la edad de Valeria.

—Tiene diecisiete —respondió con los dientes apretados.

—Sigue siendo una niña.

—No tienes que ver con eso.

—Aquí eres mayor, no quiero problemas después. Además, no se ve como esas tipas calientes y putitas que te buscabas, se ve demasiado pequeña para ti.

—Lo que digas.

Estefani se acercó.

—Estamos listos. No irán todos, pero un par.

***

Cuando Valeria vio esa increíble nave se quedó con la boca abierta. Era una jeep gris de gran tamaño. Debía valer casi un millón de pesos.

Ben entró primero, y ella entró rápidamente para sentarse al lado de Ben. Adentro fue que notó que había una señora rubia delante.

—Hola —saludó a Valeria.

Valeria le sonrió. Después miró a Ben. Supo que era su madrastra. Pero que ella sepa, él no la había saludado. Subió Mauricio, y después Daniela, aún faltaba Argentina y Estefani por subir.

—Valeria, súbete en las piernas de Sombra, y Daniela, deja que Argentina se siente para que te cargue.

Valeria miró a Ben y después miró hacia delante cuando el papá de Ben se montó.

—Venga una aquí adelante si quiere.

—No, está bien, tío. Vamos bien aquí —contestó Estefani.

Valeria estaba ahora en las piernas de Ben. Y la mano derecha de Ben estaba en su cintura. El jeep arrancó. Hablaban sobre distintas cosas, pero Ben no participaba, y por la forma en que movía la pierna izquierda, Valeria se dio cuenta de que estaba molesto. Por eso ella empezó a jugar con sus dedos mientras miraba por la ventana.

***

El día de la fiesta no parece el día de la fiesta. Todo está muy tran­quilo. Hace unas semanas, Valeria había tenido un ataque de vómito, pero ahora, milagrosamente, estaba bien. Y sana.

En el pre-ensayo, antes de la fiesta, todos estaban nerviosos, incluyendo a Ben. Iba a hacer tremendo ridículo delante de sus amigos invitados a la fiesta bailando. Lo único que lo salvaba era que iba a estar con Valeria. Además, cuando le preguntaran por qué participó, tan solo tiene que decir: porque es mi prima la cumpleañera.

Todos los participantes masculinos se vistieron en casa de Ben. Estaban sentados en el sofá hablando, y algunos riendo por lo nervioso que estaban. Ben estaba perdiendo la paciencia, porque no quería tenerlos en su casa por más tiempo.

—¿No tienes algo de beber? Para botar los nervios —preguntó Raúl. Él era la pareja de Argentina.

—Agua... y refresco sabor limón.

—Hablo de alcohol.

—No bebo alcohol.

Los cuatro chicos se sorprendieron. Mauricio se arregló su corbata azul, que combinaba con el vestido de la tristeza.

—A otro perro con ese hueso, ¿sí? Te he visto en la esquina. Te la das de superior a todos y esas cosas. Además, todos en la esquina siempre beben.

Ben se sentó en el sofá, y alzó los hombros.

—El alcohol es perjudicial para la salud.

—¿Estás citando la misma tablilla que repiten en los anuncios de cigarrillos? Creo que te he visto fumar porros.

—A ver, ¿quieren que tenga todos los pecados capitales?

—Daniela es linda, pero ese baile que nos tocó... —entonces se calló. Recordó que la razón de ese baile también tenía que ver con La Sombra, no lo quería ver enojado.

Xavier sacó de apuros a Mauricio diciendo:

—¿Y cómo te llamas?

—Sombra.

—¿En serio tu mamá te puso así? —volvió a tocar el tema. Pero no había sido a propósito. El teléfono celular de Ben sonó sacándolos de ese apuro.

—Dicen que ya podemos ir.

Torpemente, los cuatro chicos se levantaron. Ben esperó que salieran y después trancó la puerta de su casa. Encendió el auto y se dirigió al salón.

Cuando llegaron, medio barrio ya estaba ahí. Y sorprendentemente, todo el mundo vestía elegante. Es que, aunque no sea un barrio de gente acomodada, la gente como ellos siempre sabía de donde sacar para aparentar lo que no tenían. Para gastar, solo para alardear mientras comen una comida buffet y pasan vergüenza, porque no saben cómo comer con cuchillo y tenedor, y tienden a hacer un desastre.

Es obvio que no todos. Ser pobre no significa que no tengas educación, y además, había algunos aún más educados que algunos de los peloteros multimillonarios.

Entraron por la puerta trasera, vio todos los colores de vestidos, menos el blanco, entonces después la vio inclinada, acechando por la puerta a todas las personas que estaban ahí.

Cuando Valeria escuchó que los demás llegaron sonrió y se volteó. Vio a Ben y se quedó allí, parada y quieta.

El vestido apretaba hasta mitad de su vientre, después se abría como una pequeña flor abajo. Tenía unas zapatillas blancas y maquillaje profesional, con el cabello peinado en un come y deja para que aparentase ser más niña. Estaba hermoso. De pronto, sí, estaba nervioso.

Se acercó a ella.

—Estás muy bonita, Valeria.

—Tú también —dijo convencida. Vestido así parecía más joven. Ben nunca ha aparentado su edad, luce un poco mayor por el peso de la calle y las ojeras que a veces están debajo de sus ojos, pero ahora no están, y luce más joven, y apuesto.

—Los hombres no nos vemos bonitos, eso es de maricones.

Valeria lo miró a los ojos y se mordió el labio.

—Te ves muy apuesto, entonces —miró sus manos—. Son muchas personas, y estoy nerviosa, espero hacerlo bien.

—Lo vamos a hacer bien.

—Y tus amigos están aquí.

Ben se acercó para ver por dónde estaba viendo Valeria; al hacerlo, tuvo que pegarse mucho de ella. Eso la volvió loca. Su corazón aceleró mientras él aún miraba, después, disimuladamente, le susurró al oído—: Me provoca hacerte todo tipo de cosas con ese vestido.

Era una broma sexual, quizás la primera que jamás le había dicho. Valeria alzó la vista y lo vio sonriendo. Quería saber más.

—¿Como qué?

—Quitarte toda la pureza que te queda —tocó su mejilla.

—¿Me queda?

—No sabes nada aún.

Estefani se limpió la garganta y todo el mundo volteó a verla.

Estaba preciosa con un hermoso vestido lila tipo corsé, y en la falda bajaba con telas y mucha pretina. Lucía sexy e infantil, y Valeria no entendió cómo era eso posible.

—¿Ya saben los turnos cómo van?

—Sí —se apresuró a decir Argentina—, tristeza, esperanza, alegría, pureza, pasión —lo dijo rápido, Valeria apenas escuchó—. Después vas, y después a disfrutar, memorias, comer, fotos y nos vamos.

Estefani sonrió contenta.

—Me alegra mucho que te lo aprendieras todo, Argentina. Siem­pre tan eficiente.

Las parejas se sentaron, Valeria y Ben también lo hicieron. El maestro de ceremonia inició, y uno por uno los bailes fueron yendo hasta que era el turno de Valeria y Ben.

Y lo hicieron de maravilla. Al menos, la gente parecía fascinada porque de la nada, el vestido de Valeria se empezaba a tiznar con polvo marrón. Cada quien entendió lo que quiso. Y el mes de ensayos y todas las semanas había servido para algo.

Valeria trató de concentrarse cada vez que la tocaba, y también cuando Carlitos voceó: —¡Es mi hermana!

Al final, cuando la deslizó sobre su pierna, Valeria se aferró de su hombro, y hundió su cara también ahí. Al ojo público, al fin, junto a él, y nadie la iba a juzgar.

Quería detener el tiempo en ese mismo instante.

Quedarse así.

Siempre.

Pero entonces las luces se apagaron y tuvieron que salir, Argentina y Raúl se abrieron paso.

Valeria estaba alegre mientras caminaba a la sala donde habían estado antes. Su mamá esperaba sentada en el sofá junto a sus hermanitos. Carol y Carlitos se lanzaron sobre Valeria cuando la vieron entrar. Claribel se acercó a Ben.

—Estuvo muy hermoso, ¿qué tenías en las manos? —Valeria estaba dizque hablando con sus hermanitos, pero en realidad estaba atenta a lo que hablaban.

—Es un tipo de tizne.

—¿Crees que se podrá quitar?, el vestido es muy lindo.

—No lo sé, quizás —Ben empezó a sentirse incómodo. En frente de sus narices, estaba el chico que realmente le había quitado su pureza... la inocencia, y no se daba cuenta.

—El baile fue a veces inapropiado para una señorita, pero Valeria, ¿te sentiste incómoda?

Valeria sonrió nerviosa.

—No, no —dijo—. Ensayamos mucho, así que después no me puse tan nerviosa —miró de reojo a La Sombra.

—Bueno, yo ya me voy, creo que vamos a comer. Vamos, niños —los tomó de la mano. Carol ahora tenía en la cabeza la pinza que mantenía el cabello de Valeria en un come y deja, salió corriendo para no dársela.

—Nos vemos en casa, ¿o los que participaron tendrán un después de fiesta como se ve en esas películas?

—No sé, mami —respondió.

—Tal vez —dijo Ben.

Claribel se fue. No había cerrado la puerta cuando Ben apretó a Valeria y la besó ferozmente. La cargó hasta el mueblecillo y besó su boca aún más rápido. Como si se estuviera quemando.

—Hay que quitarte bien esa pureza —exploró con su mano debajo del vestido, Valeria trató de apartarla.

—Ben... nos pueden escuchar, y este no es el lugar apropiado.

Ben volvió a besarla, esta vez agarró la parte de atrás de su cabeza. Se volcó sobre su cuerpo. La puerta se abrió y Nina volteó el rostro al ver a Ben encima de Valeria, agarrando su cara como si estuviera obligándola a besarlo.

—¡Para, por Dios!, ¡déjala en paz!

Ben maldijo muy bajo, se sentó al lado de Valeria y arregló su saco. Después se levantó y salió.

Nina lo miró mal, Valeria se arregló el cabello y después sonrió cuando la puerta se cerró.

—Le gusto —dijo.

—O, solo tiene el amiguito caliente porque te vio así, y quiere aprovecharse de ti en el salón al lado de la fiesta, ya que sabe que tú siempre lo dejarás.

Valeria la miró mal.

—Voy a pensar que estás celosa.

—Por favor, no quiero a alguien como ese, ¡ni loca! —se rio Nina.

Valeria lo notó. Fue a sentarse un rato con su mamá y después a la mesa de los que participaron. Se sentó al lado de su pareja y cenaron todos.

Estefani habló, y la mamá de Estefani, y otros familiares también. Lloraron un poco. Había sido incómodo, después, era hora de las fotos. Y en cada una de ellas Ben no sonrió, mantuvo su cara seria. Valeria suponía que era su forma de tomarse fotos, «lucir intimidante», pero su mano siempre estuvo en su cintura, hasta la guiaba por la cintura.

Eso traía una buena sensación a su cuerpo. Se sentía tan cómoda que no podía creer que quizás ese era el único momento en que Ben pudiera estar cerca de ella, y tocarla en público sin que él no entrara en pánico o sin que sospecharan que había algo entre ellos.

Después de que la cara de Valeria estaba entumecida por tanto sonreír, salió por el pasillo que guiaba al baño. Ben la siguió, y después la guio hasta el parqueo.

—Aún no se ha acabado, Ben.

Ben siguió caminando con ella, abrió su auto.

—¿Lo has hecho en un auto?

Valeria lo miró. Iba a decirle que solo él la había tocado, pero después se dio cuenta de que ya no era así, y se quedó en silencio sin saber qué responder.

Ben abrió la puerta del auto, le pidió que entrara y así lo hizo. Después el entró, miró a los lados.

—Por aquí no hay nadie —dijo ansioso. Se inclinó sobre ella y empezó a besarla. Pero para Valeria el lugar era muy pequeño y sofocante—. ¿Está bien? —le preguntó.

Valeria asintió. El sudor ya empezaba a correr por su frente, no sabía si por el calor o por los besos de Ben.

Bajó su ropa interior hasta las rodillas, después se la quitó por completo y alzó su vestido. Se empezó a quitar la correa, y después a bajarse el zipper.

—Se van a dar cuenta cuando regresemos —susurró con la respiración pesada.

—No lo harán —murmuró.

Después todo estuvo en calma, al menos, él estaba en calma.

Se incorporó y se arregló su pantalón. Valeria buscó a tientas su ropa interior; cuando la halló, se la puso, pero después no quería salir del auto.

—Se supone que soy pureza —se lamentó.

—Se supone que lo eras, mi trabajo era quitártela.

Valeria lo miró, pero no estaba triste por eso. Era porque quería hacerle una confesión. Quería decirle que lo amaba. Pero claramente él no le iba a responder lo que ella quería.

Empezó a llorar silenciosamente. Ben lo notó. Acercó su rostro al de ella, y limpió su cara.

—Val... ¿Qué sucede?, ¿te lastimé? —preguntó.

Valeria negó con la cabeza. Él no iba a entender su dolor. Lloraba porque él nunca la iba a amar, lloraba porque no era lo suficientemente valiente como para decirle que lo amaba, con todas sus fuerzas, sentía que no podía vivir sin él.

Ben lucía preocupado, trató de calmarla acariciando su cabello.

Valeria lo estaba abrazando. Él había dicho que la quería, que le gustaba, todas esas cosas eran pasajeras, nada duraba. Un te amo se puede falsificar, si entonces le decía que lo amaba, y que se negaba a que la tocara hasta que lo admitiera él, él lo iba a decir sin sentirlo, ¡sin sentirlo!

Sería toda una desgracia, sería tan pasajero como la marea al­ta. Lo iba a perder, también lloraba por eso, un día, un día ambos iban a olvidar todo esto, alguno se iba a ir lejos, algo iba a pasar, y el presentimiento de eso la ponía en desolación. Qué triste.

Sin embargo, Ben estaba lejos de entender porqué lloraba en su saco, su cuerpo frágil temblaba en sus brazos, y no se escuchaba ningún sonido. Trató de repasar cómo la había tratado, pero no le hizo daño, no fue brusco, ¿quizás está llorando porque se ha dado cuenta de que no es pura?

A su mente no llegaba nada más. Concluyó que no lloraba por él, ¿pero cómo no iba a serlo?

***

Cuando Valeria decidió dejarlo ir, sus ojos estaban rojos y el saco de La Sombra estaba mojado en el lado izquierdo.

Estaban en el estacionamiento parados mirándose el uno al otro. Ben acababa de prender un cigarrillo y el humo se regaba por el aire.

—¿Qué crees que mi mamá piensa de ti? —preguntó Valeria mientras miraba el suelo.

—Nada, creo que no le interesaba quién era yo —tomó una calada.

—No puedo ir a casa así, con mi vestido tan estrujado y los ojos rojos. Pensará que algo me pasó.

—¿Siempre estás pensando que alguien te va a descubrir?

—preguntó, cuando Valeria no respondió nada, supo cuál era la respuesta—. Lo que hacemos, tal vez, tal vez esté mal, Valeria, pero no somos los únicos, ¿puedes entender esto? No eres la única que tiene sexo premarital a escondidas, hay niñas incluso más pequeñas que tú. ¿Si todos lo hacen, por qué tú tienes que sentirte culpable?

—Quizás estoy cargando la culpa de todos —dijo con un tono de amargura en su voz—. Ellas lo hacen por hacerlo, yo lo hago porque te am-quiero.

Se corrigió.

Lo hacía porque lo quiere, pero, además de eso, había algo más, algo que él le daba que hizo que se enamorara, ese algo se dividía en varias cosas: la deseaba, estaba segura de eso, le daba atención, cada vez que pregunta como está, cada día, le daba cariño. Además, cuando le cuenta su problemas, cuando le dice que algo salió mal, nunca habla de más o empieza a contar sus problemas como los demás, que piensan que cuando tú les dices tus problemas les estás preguntando por los de ellos. Ben no hacia eso. Él se preocupaba, escuchaba, y solo si tenía algo que decir que era de provecho, lo decía.

No le pedía requisitos para estar con él.

Pero parece que el amor saca lo peor de las personas, porque cuando Valeria empezó a amarlo, toda la tierra conspiró para que lo odiara, para que le hiciera daño. Pero mirándolo de frente, ahora, no recordaba absolutamente nada. Solo sentía que lo amaba, y ese sentimiento estaba arraigado al de la desesperanza, porque sintió que nunca iba a ser mutuo.


*********************--------------*********************

Este capitulo me encanta, mas la parte final que otra cosa, y el que viene después de este y el otro también. 

Se avecina algo, les toca averiguar si es bueno o malo.

[[[[[[Y antes de que puedan si quiera pensarlo, Valeria NO esta embarazada, y esto puede ser un spoiler pero NO lo estará así que no lo piensen pls.?]]]]]

Y, bueno, gracias por leer y por comentar.

NO se olviden de vomentar :)


***


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro