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Capitulo 21 -Frío.


Frío

El auto olía a húmedo, Valeria no podía dejar de sentirlo. Él no dijo nada, ella tampoco. Cuando entró a la casa de Ben se sentó en el sofá con una línea recta en su boca. Se sentía como una extraterrestre luego de tanto tiempo sin ir.

Se mordió el labio. Él lo notó.

—Compré una pizza esta mañana y guardé más de la mitad en la nevera —dijo, mientras, efectivamente, sacaba una caja de pizza de la nevera—. La voy calentar y cenamos.

Valeria asintió mientras lo veía hacer eso. Quizás Ben sí podía borrar los recuerdos de ella, después de todo, él siempre ha sido su refugio en todo, ¿por qué aún no le ha dicho nada?

El microondas se apagó y Ben sacó los pedazos de pizza humeantes. Los llevó en un plato hacia el sofá y empezó a comer.

Pero Valeria no probaba bocado. Aunque moría por comer pizza.

—¿No vas a comer?

—¿Para qué me pediste que viniera, Sombra?

Ben pensó en eso mientras cogía otro pedazo.

—Te has tomado muy en serio tu papel de pureza. —Se quedó callado—. No entiendo por qué no vienes.

—¿Por qué me quieres aquí? ¿Me quieres? —preguntó cuidadosamente.

—Sí, Valeria, te quiero aquí.

Valeria empezó a comer, pero cuando estaba por la mitad, ya Ben había terminado, y se levantó y fue a su habitación.

Cuando Valeria terminó, se levantó, puso el plato en el lavadero y volvió a sentarse en el sofá, aunque sabía que Ben estaba en la habitación.

Él la quiere ahora, ¿pero la seguiría queriendo si sabe la verdad?

Entró a la habitación, Ben estaba con un control en la mano, y la temperatura de la habitación era más fría que la de la sala.

—¿Tienes frío? —le preguntó.

—Sí —se frotó los brazos—. ¿Qué pasó aquí?

—Mi papá me regalo ese aire acondicionado porque él sabe muy bien lo caliente que es aquí. —La haló de la muñeca—. Lo hubieses sabido ya si hubieras venido antes, pero no vienes, aunque te dije que me gustabas.

—Lo siento. —Pero no decía lo siento por eso.

—¿No quieres estar conmigo? —preguntó tumbándola en la cama.

Ella dejó que él la desvistiera. Pero en vez de hacer como siem­pre hacía solo se detuvo a mirarla. Valeria lo miró de vuelta sin decir nada. Él dejó de sostenerse encima de ella y su cuerpo la apretujó. Empezó a tener dificultad para respirar, o tal vez era que solo se sentía sofocada. Trató de que él se moviera, pero no hacía nada.

No podía hablar, entonces intentó de nuevo moverse bajo su pe­so. Y como no lo logró, empezó a empujarlo para que la dejara ir.

Él se rio en sus oídos mientras agarraba sus muñecas y las alejaba de su pecho. Después, Ben dejó de ser Ben. Todo empezó a ser muy brusco, sin... amor.

Valeria quería detenerlo, pero sus manos estaban a cada lado de su cabeza atrapadas por las de él y no podía zafarlas. Aun si intentaba cerrar las piernas, la presión las ponía como gelatina.

—Ben, detente... —creyó susurrar. Pero no le salía la voz.

Se retorció y trató de zafarse una vez más.

—Por favor... perdóname...

Total calma. Ella estaba llorando ahora.

—Perdóname —susurró más calmada.

—¿Cuándo pensabas decírmelo? —demandó su voz.

Valeria negó con la cabeza, sus huesos empezaban a doler por su peso encima de ella, sus muñecas estaban tan apretadas que sintió que quedarían marcas.

Entendió todo.

—No quise hacerlo. —Porque si le decía que en realidad pensaba que era él, ¿le creería o se volvería completamente loco de la ira? Va a decir que está loca.

—¿Estás diciendo que abusó de ti?

Valeria se quedó en silencio, él se levantó y se sentó en la cama.

—No puedo creer que lo hayas hecho. Incluso vi el video.

Valeria se tapó la boca con una sola mano, temblorosa.

—No, Valeria, no te grabó teniendo sexo con él, pero chicos como él pueden hacer eso y cosas peores... —Ben se tapó la cara con ambas manos. ¿Qué demonios acababa de hacer con ella?—. Tú quieres borrar lo que él te hizo conmigo, ¿soy tu borrador?... Valeria, no tienes que dejar que te usen para llamar mi atención, ya la tienes.

Pero eso no la consolaba.

—¿Por qué lo hiciste?

—Tengo la mala costumbre de abrir mis piernas a los idiotas.
—murmuró decaída.

—¿Te lastimé? —Se inclinó un poco preocupado, pero ella no se quería voltear.

Ben se levantó de la cama, sin decir nada más, y se durmió en el sofá.

El frío del aire carcomió sus huesos. Estaba odiándose a sí misma toda la noche, también se sentía un poco adolorida... pero, sentía algo. Al menos sentía algo. Una semana sin sentir nada, sin ninguna emoción, seca, sin ganas de llorar, pero ahora al menos tenía eso: ese amor que te destruye, pero si no te destruyera entonces no te sentirías vivo.

Su dedo tembloroso dibujó en la pared un corazón mientras las lágrimas del ojo izquierdo cruzaban desde el puente de su nariz, hasta debajo de su otro ojo, y finalmente caían al colchón. Se sintió cursi haciendo eso, pero lo repitió una vez más.

«No puedes odiar a alguien que amas.»

Pronto Valeria se dio cuenta de que era una idiota enamorada de un chico que no la amaba. Eso dolió aún más. ¿Qué podía hacer?

Eran como las dos de la madrugada. A esa hora no tenía donde ir aunque quisiese; se dio la vuelta para mirar a la puerta, pero estaba cerrada, pensó que eso simbolizaba que los sentimientos de él hacia ella estaban cerrados... ¿Qué tal si le decía que lo amaba? ¿Que amaba el sentimiento de amarlo? Entonces dirá que ella es masoquista... todos lo dirán. Pero no es que le importe, ser masoquista no es bueno, y ella nunca ha hecho nada bueno.

Su vida se basa en malas decisiones, todo lo que ha hecho, desde elegir las amistades hasta buscar a un idiota para que le quitara todo.

Ben era su mejor mala decisión, sin duda.

Se levantó de la cama y tropezó con la esquina de la misma mientras se dirigía al baño. El dolor se regó en su pie y maldijo en voz baja. Caminó al baño cuando se disipó un poco el dolor de su dedo. Estando dentro cerró la puerta y se sentó en la tapa del inodoro. Espero un segundo allí sentada.

La había atacado, ¿o no? No podía saberlo con claridad, no podía pensar nada claro. Se sintió como su primera vez, nunca iba a tener otra vez una primera vez, pero al parecer sí podía sentirse así de nuevo.

Cuando Valeria volvió esa noche —la de su primera vez—, a su casa, evitó hablar con su mamá, su garganta estaba seca y se bañó por largo rato hasta borrarse todo. Pero no pudo borrar nada, tenía que volver.

Ahora es peor, no puede borrar a Ben de sí misma.

Se dio un baño y al salir se puso la misma ropa, porque no tenía más. El agua había estado súper fría, el agua de las dos de la mañana era helada, y Valeria estaba segura de que iba a contraer gripe si no tomaba alguna pastilla antigripal.

Fue al cuarto, no se había puesto la falda; solo la blusa. Se sentó al estilo yoga mirando a la puerta. Su boca sabía amarga, el queso de la pizza aún estaba en sus muelas, la incomodaba. Mientras jugaba con sus manos, notó algo en sus muslos, unas leves marcas moradas... leves... y cuando las tocaba eran dolorosas.

Se levantó a lavarse la boca, porque no soportaba el amargo, esta vez se quedó en el baño y no salió. Seguía mirando sus marcas, ¿serían esas marcas de amor también? No se atrevía a preguntarle, ni siquiera sabía si él estaba molesto.

Recostó la cabeza de la pared mientras tapaba su cara, y después se durmió.

***

En la mañana, Ben descubrió que no estaba en la habitación. Al único lugar donde podía ir era al baño, fue allá y tocó dos veces. Pero nadie respondió al otro lado. La puerta tenía seguro.

—¿Qué pasó después que la cámara se apagó? —preguntó, porque quería escucharlo de ella.

Valeria levantó la cabeza, le dolía el cuello porque había dormido incómoda. Volvió a buscarse los moretones en los muslos, como en busca de que haya sido un mal sueño, pero seguían allí, si era posible, más notables. No habló, se tapó la boca para no dejar escapar ningún sonido de lamento.

—Valeria, necesito que me digas, por favor. —Su voz era hermosa, al menos eso pensó ella.

—¿Para qué?

—Quiero saberlo.

Valeria se tapó la cara, empezó a llorar.

—Los dos chicos que estaban ahí, riéndose, salieron, y entonces... —dudó, porque no quería decirlo—, entonces...

Ben se tocó la barbilla mientras se recostaba de la puerta. Ella no iba a confesarlo.

—¿No ha ido más a molestarte, cierto?

—No-o. Alejandro no ha ido más al local.

—Bien —dijo tocando la puerta de nuevo.

—¿Le hiciste algo?

—¿Te preocupas por él?

Valeria negó rápidamente, aunque él no le podía ver.

—No. —Se limpió la cara, inhaló todo el aire que sus pulmones le permitieron—. ¿Estás enojado conmigo?

—Sí, Valeria, lo estoy. Estoy muy enojado contigo. Actuaste sin pensar, yo te dije que no hablaras con él. Te advertí sobre esto.

Pero no es justo, ella es la que debería estar enojada. Se levantó y abrió la puerta del baño. La mirada gélida de La Sombra no la hizo estar más cómoda. Pero su corazón empezó a latir y no pudo pensar en nada más.

La Sombra la abrazó cuando salió, la besó por encima de su cabeza.

—Siento que hayas pasado por eso.

Pero entonces Valeria no sabía a qué se refería, y no tenía deseos de preguntarle. Solo lo abrazó, como si eso pudiera quitarle el dolor.

***

Tocó la puerta mientras esperaba afuera. Su mamá la abrió.

—¿Qué es lo que pretendes, Valeria?, ¿que ya eres grande y puedes amanecer en la calle?

—Lo siento, estaba en la casa de Nina y después se hizo tarde, su mamá no dejó que saliera de la casa después. Lo siento —repitió de nuevo—, te hubiese llamado, pero Carlitos dañó tu celular, ¿recuerdas?

Claribel la examinó. Vio sus ojos hinchados.

—Dormiste mucho entonces... —le dio la vuelta mientras la observaba—. ¿Pasó algo?

Valeria volteó a donde provenía su voz, dejó de mirarla a los ojos.

—No. —Su voz casi se quiebra al recordar, lo que más quería ahora era abrazarla y contarle todo, lo que más quería ahora era que ella la ayudara a buscar una salida donde no veía ninguna.

—Carol estaba preocupada por ti, no pudo dormir.

Valeria no respondió, se metió al cuarto, los niños aún dormían.

—Y Estefani vino anoche para avisarte que puedes ir a medirte el vestido el lunes o el martes. Dijo que dejaste los ensayos a las siete, que te sentías mal. —Su voz sonaba sospechosa desde la sala.

—Sí, sí, por eso fui donde Nina —voceó para que la escuchara.

—¿Por qué no viniste a tu casa para darte algún remedio o pastillas de esas que quitan los dolores? —Se paró en la puerta de la habitación.

—Era otro tipo de malestar, solo necesitaba aire fresco. —Tocó la mejilla de Carol.

Claribel no respondió. Olía las mentiras a kilómetros, pero por alguna razón no quiso indagar más. Se dio la vuelta y dejó a los tres hermanos solos.

Cuando Valeria vio que se fue, buscó su sábana y almohada, y armó su cama improvisada en el piso mientras veía a sus hermanitos. Estaba tan sucia que no se merecía compartir su cama, al menos por hoy. Se acostó. Eran las seis de la mañana y probablemente duraría ahí hasta las diez o hasta que sus hermanitos se levantaran y ella pudiera usar la cama.

***

—Te queda hermoso. —Nina estuvo de acuerdo cuando Valeria salió con su vestido para participar en el cumpleaños—. ¿Y las demás ya se lo probaron? —Valeria estaba de espaldas para que Nina terminara de subirle el zipper al vestido, aún no le respondía—. Es en serio, está hermoso.

—Gracias. Y sí, ya lo hicieron.

—Entonces repíteme, ¿cómo fue que lograste que La Sombra fuera tu pareja?

—No hice nada. —Sonrió con un poco de tristeza por la ironía del asunto—. El destino nos quiere juntos.

Nina puso los ojos en blanco.

—Estas enamorada todavía, ¿verdad?

Valeria no pudo sino sonreír. Sí, lo estaba, estaba enamorada de él.

—¿Entonces?, ¿no hay que hacerle arreglos? —La modista preguntó.

—No, no —Valeria alzó los brazos—. Me queda perfecto.

—Bien, quítatelo, es blanco y lo puedes ensuciar.

Valeria entró al cuarto y le pidió a Nina que la ayudara a bajarle el zipper, pero entró con ella en vez de quedarse afuera. Valeria se quitó el vestido y se quedó en ropa interior mientras buscaba su ropa donde sea que la hubiese tirado.

—Aquí está —Nina levanto la blusa. Valeria se la puso, y mientras se la ponía Nina vio las marcas en su vientre. Iba a decir algo, pero entonces Valeria se agachó para buscar su jean, y vio los moretones verdosos entre sus muslos. La levantó por el brazo.

—¡¿Qué demonios son esas cosas?!

Valeria no tenía idea de qué hablaba, entonces la sentó, y abrió sus piernas.

—¿Él te hizo esto? —Nina sintió como si fuera a llorar al ver a su amiga así.

Valeria no respondió y se puso el pantalón.

—Valeria, te está haciendo daño, por todo lo que quieras, ¡corta con esto!

—No puedo, lo amo.

—¡No, no lo amas! Estás enamorada, ¡asfixiada!, algo pasajero, piensas que él es bueno para ti pero solo marca tu cuerpo y abusa de ti.

La voz de Ben volvió a su cabeza, sus palabras eran distorsionadas: era verdad, ella siempre jugaba el papel de víctima.

—¿No puedes pensar en que yo disfrute haciendo esto?

—¡Ja! —exclamó Nina—. ¡Estás a punto de llorar!, algo malo pasó y por eso tienes esas magulladuras. Ni siquiera son mordidas.

—¿Qué sabes tú?, ¡no estabas ahí!

—Lo sé, Valeria, se mucho más que tú. Sé cuándo un hombre te obliga a tener sexo con él y te maltrata.

—Él no me obligada a nada, mi vida, como sea, es asunto mío, de nadie más. No trates de meterte o manipularme —casi gritó al salir del vestidor.

No esperó a Nina y se dirigió a su casa. Pero Nina no iba a seguirla, iba a buscar justicia con sus propias manos, fue a la esquina, donde estaba Ben con un par de chicos, y le gritó:

—Eres un hijo de puta. —Ben la miró con desagrado y la ignoró—. Ven aquí, o lo vocearé delante de todos, no me importa.
—Ella lucía maniática.

Ben se levantó molesto y caminó hacia ella, se detuvieron en una esquina apartada, donde la luz no alumbraba lo suficiente.

—¡Piensas que Valeria es un juguete tuyo!

—No entiendo —se cruzó de brazos.

—No puedo creer que te atrevieras a hacerle eso. Si no quería, no tenías que tocarla. —Tenía lágrimas de ira en sus ojos—. Ella está patéticamente enamorada de ti y no ve las cosas malas que haces, no puedes aprovecharte de eso para abusar de ella. Tú, estúpido patán. Estoy a minutos de acabar con tu jueguito y denunciarte a la policía por abusar de una menor. Solo tiene diecisiete años, ¡imbécil!

—Lo primero es que yo no abusé de ella, ¿Qué te hace
pensar eso?

—Tiene morados entre las piernas. Se resistía y la obligaste.

—No lo hice —dijo entre dientes, molesto—. No obligo a Valeria a nada.

—Eres asqueroso, puedes coger a la puta que quieras, ¿pero por qué quieres corroerla a ella?, ¿qué ganas con eso?

—No importa que te diga, tú vas a creer lo que quieras. Sin embargo, Valeria no dirá nada contra mí, porque sabe que no fue así, y porque, como dijiste, está enamorada de mí. Así que métete en tus asuntos y deja que tu amiga tenga diversión. —Palmeó su mejilla—. A mi déjame en paz, para no lamentarlo después.

Nina hirvió en rabia mientras vio que se alejaba. Sintió un poco de miedo por su amenaza, había una razón para que nadie se metiera con La Sombra, él era protegido. Valeria estaba metida en este gran embrollo y no encontraba la forma de sacarla.

***

La casa estaba llena de olor a jamón frito. Ben abrió el pan y puso el jamón. Después cátchup. Valeria estaba tomándose fotos con su aparato sin teclas. Sin decir o aparentar nada.

Ben puso el pan en la mesita del sofá y Valeria empezó a comer.

—¿Cómo va todo? —preguntó nervioso.

Valeria tragó.

—Bien —su voz sonaba temblorosa.

Cuando terminó de comer se volvió a acercar a ella y la besó mientras metía la mano debajo de su falda. Valeria se quejó cuando toco la parte interna de sus muslos, la parte donde seguía lastimada.

—¿Qué pasó? —preguntó Ben. Pero entonces él lo sabía, sabía qué pasaba, y que ella lo negara solo lo enfureció.

La cargó a su cuarto y subió su falda, pero ella no abría las piernas.

Espera... —Valeria lo detuvo, pero el aun así le abrió las piernas y descubrió las moretones con una intensa mezcla de morado y verde oscuro a cada lado de sus muslos. Su rostro se retorció en algo combinado de culpa y terror.

—¿Por qué no me lo dijiste?

—No quería que te enojaras.

—Pero, Valeria —se quedó callado para tratar de bajar la voz, para tratar de dejar de apretar los muslos con sus dedos—, eso está horrible, ¿las hice yo?

Valeria asintió. No entendía porqué le daba importancia, ¿no eran esas marcas de amor?

—No entiendo por qué no me las enseñas a mí, quien fue que las hizo, pero se las enseñas a Nina para que vaya a echarme mierda delante de todos.

—Lo siento —se tapó la cara—. Yo no quería que ella las viera. Seré más cuidadosa. No me pongo pantalones cortos por si acaso y mi mamá nota algo. Lo siento, de verdad.

Le quitó la mano de su cara para mirar sus ojos. Sus pequeños ojos negros tenían pánico. Estaba a punto de llorar.

Las examinó con sus dedos. En realidad se veía mal, muy mal. No se sorprendió porque Nina pensó así. ¿Pero había abusado de ella en primer lugar?, ¿había sido muy brusco?, ¿acaso se le había olvidado lo frágil que era? Ahora todo estaba borroso, no recordaba nada con exactitud.

—¿Te duelen mucho? —tocó de nuevo.

—No. —Mintió con una mueca cuando él tocaba.

—¿Por qué me mientes?, ¿por qué me sigues mintiendo?

—¿Son marcas de amor? —preguntó con un hilo de voz mientras lo miraba a los ojos.

—No Valeria, no lo son.

—¿Entonces, qué son? —se sintió mal.

—Perdóname —le pidió—. No dejes que te vuelva a hacer esto, nunca.

—Ben...

Ben se levantó. La miraba sin ninguna emoción en el rostro.

—Por favor, Valeria, puedes venir aquí cuando se te antoje, cuando quieras, pero no dejes que yo te haga daño.

—No lo estás haciendo.

—Promételo.

Valeria asintió, lloró de nuevo, y fue abrazarlo porque entonces se dio cuenta de que, efectivamente, sí la había atacado, y no eran marcas de amor. Y no sabía si lo había perdonado ni tampoco si tenía rencor en su corazón. Cerró los ojos y lo apretó duro con sus brazos.

***

Estaba lloviendo a torrentes cuando los ensayos se acabaron. Argentina venía lloriqueando mientras agarraba la mano de Valeria. La Sombra y Estefani la seguían detrás. Después dejaron a Argentina en su casa y Estefani se excusó con la tía de Argentina por regresarla con frío y mojada.

Los tres caminaron hasta la casa de Estefani. No se veía casi nada con claridad, eran las seis y ya había empezado a oscurecer, y la lluvia no ayudaba a la visión.

—¿Valeria, quieres que te llevemos?

—Está bien, yo la llevo, Estefani.

Estefani lo miró, pero no dijo nada, y entró a su casa.

Valeria y Ben estaban empapados cuando llegaron a la casa
de él.

—Quítate la ropa aquí para que no mojes todo el cuarto. —Al mismo tiempo se quitó su pantalón y el poloshirt. Valeria estaba temblando cuando se quedó solo en ropa interior y con el frío que había dejado la lluvia en sus huesos. Su poca masa corporal no la ayudaba a mantener el calor. Y para rematar, el aire acondicionado del cuarto de Ben estaba encendido, así que cuando la cargó adentro pensó que iba a morir de hipotermia.

—Mira esto —le enseñó una ropa interior con flores—. Si quie­res, puedes darte un baño y ponértela, y una de mis camisas en lo que tu ropa se seque detrás de la nevera.

—De-de-debo ir a ca-casa, Ben —castañeteó mientras trataba de que la sabana la cubriera bien.

—Ben abrió la única ventana de su cuarto, y la cerró de inmediato. —Sigue lloviendo fuerte. Morirías allá afuera —bromeó.

—¿Me compraste ro-ropa interior?, ¿no te gusta la mía? —pensó que el encaje rosado que tenía ahora era adorable. Pero no era eso.

—Me gusta la ropa interior que usas cuando no sabes que vas a venir, también me gustan tus encajes, y las normales. —Recordó la primera noche que había tocado su puerta—.Vi esa y pensé en ti.

—Tú co-comprando ropa interior de mujer... —Valeria pensó en voz alta—. Es sorprendente, ¿cómo sabrías mi talla?

—Te desnudo en mi cama ocasionalmente, sé tu talla de todo.

Valeria sintió su cara arder, por momentos se le olvidaba todo lo que él sabía de ella.

—Eso no quita qu-que fueras y compraras para mí.

Ben hizo un ademán con las manos mientras salía del cuarto.

El agua del baño también estaba fría, pensó en ir a tibiar agua a la estufa y no tener que exponerse a colapsar del frío, si es que era posible. Abrió la pluma y gritó mientras se acomodaba al frío. No se bañó, solo se echó agua hasta dejar de sentir los dedos de sus pies.

Salió envuelta en la toalla de Ben y con la ropa interior que él le había comprado. El aire estaba tan alto que no quiso detenerse en el armario y buscar una ropa de él, sino que se acostó en la cama y se cubrió con las sabanas.

—Val... —Ben buscó por toda la habitación cuando entró. Solo le tomó segundos darse cuenta de que el bulto que estaba temblando encima de la cama era ella—. Valeria... ¿Por qué no apagas el aire?

—No tengo idea de cómo funciona —respondió debajo de la sábana.

Escuchó un pitido y poco a poco dejó de sentir que el aire frío llenaba el lugar, aunque aún se sentía templado, ya no estaba como en la Antártida.

Se quitó la sábana de encima y vio a Ben sentado en la cama, cubriendo su cara con sus manos.

—¿Dejó de llover?

—Aún no —murmuró entre sus manos.

—Claribel se enojará conmigo —se lamentó mientras dejaba la sábana hasta su quijada.

—Acuéstate, Valeria, déjame ver... esas cosas.

Valeria se acostó y él quito la sábana de su cuerpo. Debía mantener eso en mente siempre, de ahora en adelante, si es que existe ese adelante. Hasta que Valeria se dé cuenta de que «ellos» no es posible. Estaría dispuesto a durar hasta que se dé cuenta por siempre.

Ben las vio. Estaban en la etapa en que se comenzaban a aclarar, al menos no se veían tan mal como antes.

Valeria respiró profundo y vio que lucía preocupado.

—Están bien.

Pero Ben no respondió. Volvió a arroparla, se acostó a su lado y la abrazó. Pronto ambos se durmieron. Y cuando ella despertó, lo hizo como si saliera de una pesadilla.

—Dios... —jadeó—. ¿Qué hora es?

Ben se movió.

—¿La hora? —su voz estaba ronca; su cabello, despeinado.

—Ben, ¿qué hora es?, ¡mamá va a matarme!

Ben se levantó de la cama arrastrando los pies descalzos en el piso, buscó en su pantalón su teléfono celular.

—Son las diez y media.

Valeria se espantó.

—¿Cuál es el apuro? Te he visto con tus amigas hasta las doce.

—No lo entiendes, mi mamá está... bueno, ella está un poco delicada...

—¿De salud? —se vio genuinamente preocupado.

—No, Ben, está delicada conmigo... le dije que un chico trató de propasarse conmigo y ella estalló en llamas, pero no con el chico, sino conmigo, porque dice que yo lo provoqué por cómo me visto y la ropa que mi tía me compró, continuó por ahí diciendo que había algo malo conmigo... yo solo quiero que esté tranquila.

—¿Le dijiste a tu mamá lo que pasó entre tú y Alejandro?

Valeria exhaló.

—Sí, se lo dije.

—¿Por qué?

—Porque cuando llegué a casa lo hice con los ojos rojos y ella lo notó, me vio a los ojos y me preguntó qué me había pasado, y no pude tragármelo, le conté que un chico trató de aprovecharse de mí...

Ben meditó en eso, de pronto nervioso.

—¿Le dijiste que no eras virgen?

—No, le dije que intentó propasarse conmigo y ya. —Valeria pensó unos segundos—. ¿Tú crees que no se ha dado cuenta ya? Ella conoce todo de mí. Soy su hija.

—Que ella lo ignore entonces es raro.

—Ya pasó. ¿No es mejor quedarse callada y no admitir que defraudé a la familia? —se quedó en silencio—. Olvídalo, debo irme, ¿dejó de llover?

—Sí.

—Entonces adiós.

—¿No quieres que te lleve?

Sí quería, pero entonces su mamá sospecharía algo.

—No, está bien, gracias.







*****

[Viri (usuario de wattpad) dijo que esta cancion (la de la derecha) pega con este capitulo, y bueno, es EMINEM no le puedo decir que no a EMINEM, lo amo con todo mi amor]

Gracias por comentar y votar y todo eso ♥

VOMENTEN.

Particularmente, yo disfruté mucho haciendo este capitulo, i swear, este, y otro que viene por ahí. Se que esto es considerado una relación abusiva, no sientan la necesidad de recordarmelo.

 Gracias por leer :)


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