Capitulo 20 -Errores.
Errores
Argentina estaba concentrada barriendo el polvo del frente de su casa cuando Valeria le pasó por el frente mirando a la nada, como ella siempre caminaba, muy absorta en sus pensamientos como para notar el mundo a su alrededor. La llamó.
Valeria se acercó extrañada. ¿Argentina llamándola?
—Y entonces, ¿La Sombra te quitó el queso en ese baño?
Valeria se avergonzó.
—¿Qué?
—Tranquila. No le diré a nadie que los vi entrar a ese baño y que después llegaron como si se hubiesen comido el uno al otro.
Valeria trató de ocultar su pena.
—¿Se lo dirás a alguien?
—Oh, ya te dije que no. Nunca me metería con La Sombra y sus juguetes.
Valeria no entendió su última palabra, por lo tanto, no la afectó. Se sentó en el muro de la casa de Argentina, había olvidado lo que iba a hacer. También pensó en el hecho de que Argentina sospechaba algo, creía algo... había visto algo, ¿era tan malo que ella supiera qué había entre ella y Ben? Al menos ella no sabía de sus encuentros, de que él había sido su primera vez, solo los había visto juntos el baño. Tal vez Argentina solo pensó que se besaron por primera vez en ese baño.
Entonces entendió a qué se refería con «sus juguetes», antes ella —Argentina—, había utilizado el mismo término para referirse a cuando un chico y una chica solo se besan a escondidas o no, sin ser nada. Argentina no tenía idea de qué tan serio era para Valeria, tal vez para el mismo Ben, decidió dejarla con la duda, dejarla con la certeza de que ella solo era un juguete que a Ben le gustaba besar en los baños.
Cambió el tema.
—¿Terminaste de pagar lo que le debías a Ramírez?
—Nunca le debí a Ramírez, era a La Sombra.
—¿Por qué Estefani me mentiría?
—No lo sé, ¿ no es su sobrino? Va a defenderlo siempre.
Valeria se mordió el labio inconscientemente. Ella era la única que no lo sabía, después de todo.
—¿Tienes idea de por qué entre surcuros y norcuros hay rivalidad?
—Claro que sé —soltó la escoba, se sentó junto a Valeria—. Los surcuros tienen a un proveedor de buenos materiales, y eso atrae a la gente de todas partes a comprar, eso hace que sean conocidos. Los norcuros dicen que las ganancias obtenidas deberían de ser repartidas entre los dos grupos porque son de la misma familia, o que al menos les den un porcentaje de las ventas, pero entonces, el jefe de los surcuros no quiere.
—¿Quién es?
—Yo no sé. Pero si sé que él dice que consiguió al proveedor por sí mismo y se niega a decir quién es. Por eso tanta rivalidad, es por poder y ambición.
—Wow —Valeria asentía mirando a la calle, con la boca abierta mientras procesaba lo que le decía. Le llegó una duda—. ¿Cómo es que sabes todo esto?
—Tenía un novio que pertenecía a los norcuros —se alzó de hombros sin darle importancia—. Me lo contó todo.
—¿Tu siendo de este lado?
—¿Importa? —preguntó Argentina molesta—. Yo no soy la que está en bandas, solo vivo por aquí.
—No, claro que no —respondió a su pregunta en voz baja al notar que ella se molestó.
Argentina se apeó del murito y volvió a barrer. Valeria hizo lo mismo, pero siguió su camino.
***
Patricia realmente no necesita trabajar en bebidas Fresa. Si quisiera, no tuviera que trabajar en lo absoluto, pero no trabajar en lo absoluto significa trabajar en el negocio de la familia vendiendo pan en la panadería sin ninguna paga, porque es su familia. Y por eso prefiere mejor trabajar y poder pagar su pieza de apartamento por sí misma. También, si quisiera, pudiera trabajar en el gimnasio del barrio, pero entonces tendría que aguantar a su tío como jefe y ese olor a sudor en un horario de trabajo, además de un salario reducido por ser pariente. Hace una mueca mientras piensa en eso.
Valeria la mira.
—Repíteme, por favor, ¿a qué es que venimos?
—Vamos a cerrar el local ya... son las cinco, lo sé, pero tengo un compromiso —abrió la puerta del gimnasio—. Además, no quería dejarte sola en lo que salía para después volver y cerrar el local porque la otra vez un tipo se estaba aprovechando de ti en el depósito.
Valeria se ruborizó. Bloqueó eso de su mente.
—Val... quédate aquí, vengo ahora —caminó al mostrador donde estaba un hombre alto y blanco. El hombre tenía el cabello negro, probablemente por un tinte que se ponía.
Valeria miró el lugar. Ignoró los comentarios sexistas de los muchachos que la vieron allí parada con su pantalón jean apretado y su escote. Ya no estaba trabajando. Se abotonó los botones cubriéndose lo suficiente para sentirse cómoda, se paseó sobre sus talones e ignoró a todos los demás chicos y el olor que molestaba sus fosas nasales.
Después lo reconoció. Reconocería esa espalda donde sea. Se acercó a él.
—¿Ben? —preguntó por si las dudas.
Ben escuchó su voz, pero no creyó que Valeria estuviera en el gimnasio, se volteó y la vio, volvió a voltearse.
—No me llames por mi nombre, Valeria.
—Benjamín —pero ahora era otra voz. Una más irritante para él.
Ben se levantó y se volvió a poner su franela.
—Hola —lo saludó secamente.
Alejandro tenía su brazo en el hombro de Valeria, y con su otra mano señalaba a Ben.
—¿Trayendo a la novia al gimnasio? —preguntó.
Esas palabras hicieron cosquillas en las piernas de Valeria. Ben
se volteó a recoger su toalla de mano y botella de agua; en eso, Alejandro le susurró a Valeria:
—¿Le digo nuestro secreto?
Valeria lo miró. No, ¿por qué se lo diría? No tenía sentido. No había significado nada, hasta donde ella sabía, ella no quería besarlo.
Ben vio cómo Valeria miraba a Alejandro.
—Pero ya, déjala respirar —comentó Ben metiéndose entre ellos dos, para que Alejandro quitara el brazo de su hombro, se volteó—. ¿Te llevo a casa, Val? —preguntó.
Pero Valeria aún estaba en shock. Porque tenía miedo de que Alejandro hablara en cualquier momento.
—Sí... —logró responder unos segundos después.
Alejandro agarró las mejillas de Valeria, y después besó su cabeza. Por un instante, Valeria pensó que iba a besarla en la boca delante de Ben. Agradeció que Alejandro no estuviera tan mal de la cabeza como para hacerlo. Probablemente lo hubiese odiado toda su vida.
—Adiós, bebé, fue un placer ver tu culito apretado hoy —sonrió.
Ben guio a Valeria con su mano en la espalda de ella mientras le dedicaba una mirada molesta a Alejandro. Pero en vez de salir por donde Patricia y Valeria entraron, fueron a unos escalones que dirigían a una segunda planta.
Al final de los escalones había una puerta color crema con un cuadro de vidrio más arriba de la altura de su mentón.
—No me agrada que hables con él.
—Yo no hablo con él —respondió Valeria. Ben tocó la puerta dos veces—. Y si hablara con él, tú no tendrías que ver con eso.
—Oye, a ti tal vez te guste el idiota ese por sus ojos azules y toda esa mierda y palabrerío que utiliza contigo, sé que te dije que puedes estar con quien quieras, pero maldita sea, él no, Valeria, él no está interesado en ti.
—¡Como podrías tú saberlo!
—Solo le interesas por mí —la miró a los ojos.
La puerta se abrió.
—Benjamín —la chica saludó. Era la misma chica que estaba con Ben la noche en que Valeria lo vio consumir cocaína.
Entonces ese recuerdo volvió, e hizo que le doliera que la siguiera viendo, más aún que la llevara consigo cuando fuera a verla. ¿Qué pretendía? De pronto se quedó allí paralizada viendo con odio a Laura. Viendo cómo Laura miraba a Ben con ojos perdidos. Su sostén se veía a través de su blusa transparente y su pantalón talle alto hacía notar sus inmensas caderas comparadas con las suyas.
—¿No va a entrar tu amiguita? —preguntó Laura con una voz normal.
Valeria deseó golpearla. Solo porque le nació hacerlo, quizás por llamarla amiguita o por mirar a Ben así. No tenía derecho a ninguna de las dos cosas. Ben tomó la mano de Valeria y la atrajo para que caminara. Entraron a la pequeña oficina.
—Necesito un favor tuyo.
—Lo que quieras —dijo.
Valeria sintió que lo decía con doble sentido. Pero otra vez allí, la mano de Ben no estaba en la espalda de Laura sino en la de ella, Ben estaba al lado de ella, no de Laura.
—Necesito el número de tu papá.
Laura alzó sus cejas pintadas.
—¿Solo a eso viniste?
—Es todo lo que necesito.
—¿Para qué?
—Algo. No averigües tanto.
Laura entrecerró los ojos y después escribió el número en un papel.
—Aquí tienes —se lo pasó. Sus manos tocaron las de Ben más tiempo del necesario.
Volvieron a salir por donde entraron. Patricia los esperaba abajo.
—No me agradas —le dijo a Ben.
—¿Disculpa?
—No-me-agradas. —Tomó a Valeria de la mano y salió tan pronto pudo del gimnasio. Ben se tomó su tiempo para salir. Valeria iba caminando con Patricia ya en la esquina.
—¿Por qué no te agrado? —Ben pareció coquetearle. Corrió un poco para aparecerle al frente.
—Primero vienes al negocio que yo administro y me ahuyentas los clientes, después vas y armas un alboroto a una de mis ayudantes, y después te la llevas y yo me vuelvo loca buscándola porque pienso que uno de esos locos la ha secuestrado o algo...
Ben miró a Valeria, ella se alzó de hombros.
—No fue un alboroto... —Valeria trató de defenderlo.
—Patricia linda, perdóname, pero ahora, ¿puedo llevarme a tu ayudante?
—¿Para qué?
—Son asuntos privados —sonrió.
—No —siguió caminando con la mano de Valeria entre su mano. Ben se quedó allí parado viendo cómo se iba, Valeria le hizo una seña y murmuró con una mueca «después».
***
—Entonces me llevaste a esa oficina, ¿para qué? ¿Para qué yo tuviera celos, o fue una especie de venganza porque Alejandro besó mi frente? —le preguntó con las cejas alzadas. Lo estaba mirando muy de cerca, para ver si podía atrapar alguna mentira o verdad oculta.
—No me dan celos. Y tampoco hago ningún tipo de venganzas —respondió sin cambiar la expresión.
Era de noche, después de llegar del trabajo Valeria hizo la cena y salió de su casa de inmediato. Cuando llegó a la casa de La Sombra la puerta estaba abierta, él la estaba esperando.
—¿Entonces qué?
—Solo necesitaba ese número. Y por eso fui —dejó un beso suave en el cuello de Valeria—. No quieras darme celos con Alejandro. No funcionará.
«Parece que sí funciona», pensó. A juzgar por su reacción cuando vio que su mano estaba en su hombro, quizás, después de todo, ella sí le gustaba a La Sombra.
Decidió no insistir más. Pensó otra vez en Laura y las drogas. Se puso triste.
—Sigues con ella, ¿verdad? —pero cuando preguntó por eso, quiso decir las dos cosas, si él seguía utilizando las drogas o a Laura.
No supo si entendió, pero él respondió seriamente:
—No. No sigo con ella.
Valeria decidió que no quería aclarar esa respuesta, si fuera una o la otra, igual le iba a doler la otra que seguía utilizando.
—¿Cómo sé si te gusto de verdad y no solo lo dices para que esté contigo? —preguntó Valeria mirando su cabello, lo tocaba con sus dedos.
—Uhm... —pensó—. Averígualo.
—No sé cómo —se quejó frustrada.
Tocó su mejilla.
—¿Acaso yo te mentiría?
No respondió. Pensó por unos segundos. Claro que le miente. Todo el tiempo. Desde que la conoció le ha mentido. Ella tal vez hace lo mismo con él.
—¿Somos amigos?
—¿Amigos? —la besó mientras sus manos la acercaban a él—, ¿eso crees? —mordió su labio suavemente.
—No-o. —meditó en eso—. Pero entonces... ¿Qué somos?
Ben no respondió, solo volvió a besarla de nuevo. Después siguió con la rutina, una delicada y suave rutina.
***
—¿Cómo estás, bebé?
Valeria dejó caer la batida. Agradeció que el vaso fuera de plástico.
—Bien, gracias por preguntar —buscó el trapeador.
Cuando Valeria terminó de limpiar su desastre, Alejandro le preguntó:
—¿Disfrutaste las pastillas?
—Ajá —mintió rápidamente—, eran buenas.
No sabía cómo iba a reaccionar si le decía que las había botado en el inodoro, ni siquiera sabía su precio.
—¿No se te fue el efecto después de tres días?
—No sé a qué te refieres —contestó honestamente.
Él entrecerró sus ojos.
—Quiero que me acompañes a un lugar.
—Uhm... no, gracias, quiero decir, no puedo, tengo que ir a la casa, ayudar a mi mamá con unas cuantas cosas y...
—Me harías muy feliz si vienes. Te prometo que no será a nada malo.
—¿A dónde me quieres llevar?
Alejandro pensó unos segundos antes de hablar.
—Quiero que me acompañes a buscar algo, a mi apartamento.
—No hay forma, lo siento —negó rápidamente mientras se secaba las manos con unas servilletas.
—Oh, vamos, además, Benjamín está ahí.
—Ben —repitió—, ¿qué haría Ben ahí en tu apartamento? —la idea sonaba estúpida, y por alguna razón, creíble.
—Está haciendo unas cuentas en mi casa. Pero mejor se lo puedes preguntar.
—¿No que no eran amigos sino enemigos?
—Es solo una pantalla.
Recordó que Ben había dicho eso, con otras palabras, pero lo había dicho. Aun así tiene presente lo molesto que Ben se pone cuando la ve con él. Le gusta verlo celoso. Lo miró por unos segundos, una extraña corriente recorrió sus dedos.
Valeria accedió.
Era sábado y salió temprano del trabajo. Mientras iba adentrándose a ese lado del barrio se arrepintió inmediatamente. Había perros sucios y temblando en la acera, y los niños estaban jugando vitilla, eran niños dulces, pero a la vez atemorizantes. El edificio, sin embargo, parecía haber sido extirpado de un hermoso condominio e integrado a esa cuadra, a la cual, definitivamente, no parecía pertenecer. Las escaleras eran igual de delicadas y el pasamanos, aunque estaba limpio, no inspiraba en Valeria la confianza como para tocarlo.
Antes de entrar, le pidió que abriera la boca, pero ella negó. Alejandro tomó su quijada.
—Por favor.
—No, no quiero, Ale.
Alejandro se la puso en su boca, la masticó sin tragarla y después besó a Valeria sin previo aviso agarrando su cara. El sabor amargo ahora también estaba en la boca de Valeria, lo empujó.
—¡No hagas eso!, ¡no me beses!
—¿Por qué?, ¿no te quieres dar cuenta de que te gusto? —le preguntó al oído. Valeria lo miró sin responder, él abrió la puerta y Valeria entró de primero, en la sala estaban unos chicos viendo televisión.
—Ella es —la señaló.
—¡No puede ser! —gritó uno cuando vio a la pequeña figura de Val siendo estrangulada por su apretado jean y su blusa color amarillo.
—¿Qué sabes entonces, nos contaras el secreto? —el chico se acercó demasiado a Valeria.
Valeria retrocedió de espaldas, con temor, chocó con Alejandro.
Aún no reaccionaba, aún no sabía si estaba muerta del susto, pero cuando se dio cuenta de que la cara de Ben no estaba en ese lugar empezó a desesperarse y a hiperventilar.
—Espera, no, Alejandro, debo irme —sus labios se habían quedado blancos.
—No, bebé, recién vamos a divertirnos.
«No» comenzó a negar, pero entonces, no sabía si lo decía en voz alta o solo se lo repetía en la cabeza.
—¿Sabe o no sabe? —preguntó otro.
—¿Tiene cara de que sabe? —preguntó Alejandro. Los chicos se quedaron callados.
—Si no sabe nada, ¿entonces qué hace aquí? No es mi tipo, no es nuestro tipo —uno se quejó mirando a la pantalla de la televisión otra vez.
Tenía razón, Valeria podría tener ese pantalón apretado y su escote, pero no parecía una de las chicas que ellos utilizaban para sus malos hábitos.
—Pero ella es su talón de Aquiles —algunos alzaron las cejas—. Traigan el celular. —Cargó a Valeria en sus hombros mientras ella suplicaba que la bajara, entraron a una habitación.
En la sala olía a palomitas de maíz y en la habitación olía a desodorante ambiental. El hombro de Alejandro olía a una colonia. Valeria procesaba los olores, pero no dejaba de gritar y protestar aun cuando la bajó. Los que viven en los condominios de al lado podrían escuchar si no fuera por el alto volumen de la televisión, y si escucharan, tampoco vendrían a ayudar. No se iban a meter en la guarida de esos tipos.
—Shh —le pidió, pero Valeria no se iba a callar—. Esto es solo un juego, cuando pellizque tu espalda tú simplemente dirás que «te rindes», hazme ese favor, Valeria.
—¡No! —reaccionó, ¿se iba a rendir a qué?
—Shh, Valeria, necesito que me hagas este favor.
Negó más veces, estaba llorando. Dos chicos entraron.
—¿Lo harás por favor? No te harán daño, ni yo tampoco.
Valeria negó. No sabía qué quería o a qué se refería ¿Por qué aceptaría?
—Quédate quieta —dijo. Valeria estaba empezando a sudar. Se sentía un poco mareada.
El chico encendió la cámara del celular y Alejandro murmuró algunas cosas para el lente de la cámara, después le dio la espalda a la misma y tocó la blusa de Valeria.
—No hagas esto por favor —rogó.
¿La iba dejar solo en su sostén frente a esos dos chicos que jamás había visto? Se sintió traicionada. Ahora mismo, la única persona que conocía ahí era a Alejandro, sin embargo, era el primero que la estaba atacando.
—Lo siento —le susurró al oído y plantó un beso ahí—. Como te dije, no te haré daño.
¿Qué estaba haciendo justo ahora? Se llenó de rabia mientras lo miraba con sus ojos llorosos.
Abrió la blusa pero no se la quitó. Se puso detrás de ella y levantó la cara de Valeria sin quitar su mano de su quijada para que mirara a la cámara del celular.
—¿Te rindes?
Pero Valeria no creía que hablaba con ella porque no la estaba mirando a ella, sino a la cámara.
Deslizó su mano por su vientre, un toque suave y nervioso, Valeria cerró los ojos y se quejó con un lamento otra vez.
—Detente, por favor —rogó y bajó la cabeza para ocultar que lloraba al chico nervioso que miraba atento lo que hacía Alejandro, al otro chico que sostenía el celular riéndose, y a quien sea que viera el video después.
—¿Nos vas a ayudar? —le pellizcó suavemente la espalda.
—Solo detente... me rindo.
Entonces la dejó, Valeria se arregló su blusa rápidamente.
—Lo siento —la miró a los ojos. Valeria seguía molesta, ¿qué había sido todo eso?
Poco a poco volvió a sentirse segura cuando los idiotas salieron de la habitación, incluyendo al de la cámara. Alejandro se sentó en la cama grande que había en la habitación.
—¿Qué pretendes? —le preguntó con rabia cuando estuvo segura de que todos se habían ido.
—No te iba a hacer daño —dijo en su defensa mientras la miraba allí de pie con una expresión seria, y él con una sonrisa en la cara permanente—. Gracias por ese favor, ¿Crees que haya una forma en la que yo pueda agradecerte?
Valeria se tapó el rostro con las manos. Le dolía la cabeza.
—Eres raro, ¿para qué hiciste ese video?
—Olvida eso —susurró.
Valeria se sentó al lado de Alejandro porque estaba mareada y había perdido el equilibrio. Cerró los ojos para que todo le dejara de dar vueltas.
Alejandro la estaba mirando, puso el flequillo de su cabello detrás de su oreja y empezó a besarla mientras su otra mano husmeaba por otra parte de su cuerpo. Después se recostaba encima de ella.
Y Valeria no lo detuvo, porque no pudo, en realidad.
***
El video solo tardó en cargarse diez minutos, otros quince enviándose a su único destinatario. Cuando lo vio, creyó que era la cosa sin sentido más grande del mundo. Hasta se rio de su estupidez, ¿qué tan estúpido podía ser Alejandro?
Llegó a Casa Central a las diez de la noche. Alejandro se encontraba en una de las habitaciones de los norcuros con un nuevo chico aprendiz. Entró y no saludo al chico, tomó del cuello a Alejandro y lo chocó con la pared. El adolescente que estaba con Alejandro se alarmó.
—Vete —Ben le ordenó entre dientes. El chico se tropezó y después salió.
—¿Qué pasó cuando se apagó la cámara?
—Tuvimos un poco de diversión —sonrió jocoso—. ¿Ya te rindes tú?
Ben se acercó más a él.
—Eres un imbécil si piensas que porque engañes a Valeria y trates de asustarla voy a decirte algo, o se lo voy a decir a ella o voy amedrentarme por un estúpido vídeo. Déjala fuera de esto. No sabe nada y no sabrá. Si supiera, de todas formas no te lo diría.
—Lo sé —seguía sonriendo—. Pero Benjamín, aun así da para mucho.
—¿Qué le hiciste a ella? —sostenía su puño para no golpearlo. Alejandro trató de zafarse de las manos de Ben pero lo apretaba fuerte contra la pared.
—Si le hubiese hecho algo malo, ella te lo hubiese dicho. Benjamín, ella no es tuya, tiene derecho a estar con quien quiera.
—Ella no te quiere a ti.
—Pareces seguro —se burló.
Ben lo golpeó en el estómago y después lo dejó. Él se dobló del dolor. Tenía razón. Se sintió estúpido por pensar que Valeria estaba arrepentida. Quizás ella misma había querido estar con Alejandro. Quizás ya no iba a volver más a donde él.
Le lanzó una mirada llena de ira, pero no le respondió. Era un idiota.
—Pero no la vuelvas a tocar —Ben siseó en voz baja. Casi amable. Alejandro se limpió la esquina de su boca. Se alejó lo suficiente de Ben.
—Ja, ¿por qué no lo haría si ella se deja?
—Maldita sea, Alejandro, no la vuelvas a tocar o te voy a reventar los sesos con una escopeta. No-la-vuelvas-a-tocar.
Pateó una silla que había en la habitación, Alejandro lo miró en silencio. Sí estaba realmente molesto, no como cuando la misma situación había ocurrido antes, se dio cuenta de que él no la quería compartir con nadie.
Tragó seco.
—Lo que digas, no es tan buena —le restó importancia—. Ni siquiera me dejó verla del todo.
Ben se dio la vuelta, tocó con sus dedos el marco de la puerta mientras pensaba en la situación. Su mente se inundó de su propia voz diciéndole a Valeria que podía acostarse con quien sea. Por alguna razón sus palabras le pesaron.
Alejandro lo miraba ahí detenido en la puerta, alguien entró, era Ramírez y Fran que cuando escucharon lo que dijo el pupilo salieron corriendo a ver qué estaba ocurriendo. Ellos conocían bien a Ben y sus impulsos.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Ramírez.
Ben reaccionó y dejo de tocar el marco de la puerta con su dedo.
—Es mía, ¿está claro? —le dijo cuando salía por la puerta, Ramírez y Fran miraron a los dos antes de seguir a Ben.
—No peleas en esta casa, ¿recuerdas? —Fran regañó a la espalda de Ben. Él era de los norcuros y había ido a defender a Alejandro.
Pero él lo ignoró y salió de Casa Central a su casa.
***
Cierra sus ojos, abre los brazos, los cierra. Se inclina un poco a la derecha, da unos pasos, y sin querer, lo ve por primera vez al abrir los ojos. Se confunde porque nunca se había sentido atraída a la impureza. Sus dedos son ásperos pero suaves a la vez, ¿es eso acaso posible?
Ella camina con la delicadeza de una flor, como si estuviera descalza, él la sigue, ella se da la vuelta y él toca su clavícula para después ir a sus labios. Una ola de deseo la recorre, es parecido al de la lujuria, se derrite, se voltea, siente que alguien está detrás de ella y simula que la tocará, toca su cintura. Se desprende.
Deja que te amen pequeña flor de primavera.
Deja que te toquen,
Deja robarte la inocencia,
Oh pequeña flor de primavera.
Una canción recitaba al fondo.
Un pequeño baile. Beso en el cuello, derretirse. Uno, dos, uno, dos, acercarse y entonces deslizarla por su pierna. Acaba de perder la inocencia.
***
El ensayo había sido agotador, estaban a pocas semanas para el cumpleaños y a Valeria se le hacía cada vez más difícil aguantar un secreto cuando estaba junto a él. Es que se siente muy mal.
Como si nada puede quitarle la culpa. Y se siente tan horrible ser culpable. ¿Se puede deshacer algo? No. Cerró los ojos. Esas imágenes agolpaban su cabeza y sentía náuseas, sin tan solo tuviera el valor de ir a la casa de Ben otra vez, si tan solo dejara que su corazón sintiera.
Pero no estaba sintiendo absolutamente nada. Se quitó a sí misma el derecho de sentir, tal vez si volvía donde Ben él le iba devolver eso. Pero él se transformaba de una persona agradable a una persona brusca por momentos. Trataba de entenderlo, y pensó que tal vez estaba así porque ella ya no volvía desde el viernes, y era jueves.
Ben lo había dicho, ella siempre se hacía la víctima. Quizás ahora solo tiene que aceptar la responsabilidad de sus actos. Ser fuerte, porque nadie la obligó a ir a ese apartamento. Ahora con esa lección aprendida dejará de dejarse de manipular... además, lo que hacía a Valeria sentirse culpable no era el hecho de que podría haberse sentido bien, porque no tendría sentido, era solo el hecho de que Ben no lo sabía, que se lo estaba ocultando, y ocultar las cosas a la persona a la que le cuenta todo la carcome.
Valeria pidió excusarse a las siete de la noche. Si Valeria se iba, Ben no tenía con quien ensayar, así que él la siguió.
Si no fuera porque Valeria aún temblaba cuando la tocaba en los ensayos, Ben creería que ella ya se había olvidado de él. Pero seguía estando afectada, seguía queriéndolo, no entendía porqué se empeñaba tanto en ocultar su enrolle de una noche, y qué mal lo hacía, ¿por qué no pensó que él se iba a dar cuenta de todas formas?
—¿Valeria?
Valeria siente cierto temblor. Se voltea.
—¿Me estas siguiendo?
—Sí, eso estoy haciendo.
Valeria sonrió sin ganas. Por alguna razón sintió que no lo merecía a él. Él comenzó a caminar al lado de ella.
—Llevas una semana evitándome, por el amor a Cristo —dijo en voz baja mirándola a los ojos.
Los ojos se le llenaron de lágrimas, lágrimas invisibles porque no lloró y Ben tampoco las vio.
¿Ya se había dado cuenta de lo que pasó?
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Vitilla: juego de pelota parecido al béisbol.---
Por favor no piensen que dejaré de lado a nor/sur/oscuros, es parte de la historia así que siempre trataré de dar pinceladas en lo que Valeria descubre mas sobre ellos y que papel juega Ben, como funcionan estas bandas.
Alejandro es un idiota, déjenme decirles, él solo quería molestar a Ben, porque aunque lo dije allá arriba, se que no lo notaron, porque yo tiendo a pensar que porque yo me dé algo por aludido lo demás también se lo dan, Alejandro siempre le gusta meterse con las tipas con las que ha estado/está Ben porque como había dicho anteriormente en un capitulo, compiten por todo, pero Ben le paró el coche porque Valeria no es de esos mangues que el a veces tenia. Otra cosa, NO triangulo amoroso, eso que pasó, pasó y ya, Valeria no está enamorada de Ale porque si no lo han notado está por Ben. Es solo que es media tapaita y se confunde por la presión y esas cosas. Lo digo para no crear ilusiones y despues romperlas. (Foto de él a la derecha) (No es exactamente lo que pienso porque tiene el cabello mas claro, algún día encontrare a alguien parecido pero nunca como lo imagino)
Aclaro todo esto para que estén informadas porque hay un sin numero de cosas que quiero que sepan y no me alcanza a hacerlo.
Gracias, muchas gracias por leer y comentar :) Leo y todos los comentarios
VOMENTEN :)
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