Capitulo 19 -Mariposa azul.
Mariposa azul
Valeria ha estado alejándose de Ben, porque según lo que dijeron Naomi y Carolina, las chicas tienen que hacerse las difíciles. Y todo está increíblemente bien. Nina acompañó a Valeria esta vez a los ensayos. Aunque tal vez Valeria no iba a hacer nada. El chico bajito se había dado la tarea de faltar a los ensayos, y ya habían sido cinco ensayos consecutivos.
Las cuatros chicas están ahora ensayando, Estefani está de pie mirando, ellas no pueden ver el baile de ella porque ensaya exclusivamente los sábados con su también secreta pareja. Valeria estaba celosa porque pensaba que Ben era la pareja de Estefani.
Argentina es la pasión. Todos estuvieron de acuerdo en que era perfecta para aquello.
Algunas veces —como ese día—, los lunes y los viernes tienen ensayo de una a tres de la tarde, que es cuando Valeria tiene que entrar al trabajo. Después de comer en bola de humo, se lleva el pantalón en una bolsa y sigue con el uniforme. Es por eso que Valeria está jugando con su falda del colegio ahora, porque aún está uniformada.
La puerta se abrió y Ben entró.
Argentina saludó: —Sombra, ¡hola!
Él saludo a todos levantando su mano.
Estefani se volteó a verlo.
—Dios, qué bueno que viniste, vas a salvarme de este gran embrollo. Gracias a Dios que eres buen bailarín. —Volteó y le pidió a Valeria que se levantara—. Ustedes dos están juntos, Joel va a explicarte los pasos, Sombra, ya Valeria se los sabe.
—Yo me voy a sentar a ver esto. —Argentina se lanzó en el colchón y Miriam, Daniela y Emily la siguieron, los demás chicos se sentaron en el suelo. Nina ya estaba sentada allí.
La Sombra había llegado tarde y las otras cuatro parejas habían practicado sin parar desde que llegaron a las una, eran las dos y quince minutos, merecían descanso.
Joel hizo paso por paso la coreografía junto a Valeria, y a Valeria no le importó si tocaba su cintura o su cara, si hacia simular que la tocaba —porque así era el baile—, pero temía que cuando Ben la tocase perdiera la compostura, no sabe si será capaz de soportarlo siquiera. Cuando él lo hace, cuando la toca, están escondidos en su casa y nadie más ve los que ellos hacen en la oscuridad de su habitación, pero ahora no. Ahora estaban en público, un público compuesto por once personas, pero aun así eran multitud.
—Empieza entonces, Valeria, estamos a ley de días, el tiempo —se tocó la muñeca el instructor—, el tiempo corre.
Valeria hizo sus pasos iniciales, consistía en que una chica que aparenta inocencia llega a un sitio, y está sola, entonces abre los brazos como si fuera una flor, empina los pies y ladea la cabeza, como una mariposa que está a punto de volar. Vuelve a cerrarse, como si fuera incapaz de volar de pronto. Sus manos se mueven sin sentido, sus pies tropiezan constantemente. Un chico aparece, ese chico busca robar su pureza, anda detrás de ella y trata de hacerla suya, pero la chica se aleja, aunque a la vez se siente atraída, y a la vez se pierde a sí misma. Las manos del chico estarán untadas de un polvo marrón que simboliza cómo la pureza se va yendo a través de los años.
Estefani quería proyectar cómo dejó de pensar, sentir, y hablar como niña por haber crecido. El de la esperanza era un baile lento, pero con energía, la alegría era un baile lleno de risas y brincos, tristeza era un baile lento y muy triste, y de alguna forma simbolizaba la pérdida de la familia: pasión era un baile más o menos erótico sin serlo. Pero había incluso más toques que en el de Valeria.
Cuando Valeria sintió que Ben puso sus manos en su cintura, cerró los ojos por reflejo, ya no tenía que actuar como una niña que estaba confundida y se tropezaba, le salía todo tan natural. Caminó para alejarse de él. Según el baile, él tenía que dar la vuelta y volverla a encontrar, trazar una ruta con su dedo desde el centro de sus clavículas hasta sus labios y después abrir las palmas de su mano en su mejilla. Valeria tendría que voltearse de resorte, pero se tropezó y casi se cae.
—De nuevo —dictó Joel.
Valeria tuvo que pasar por ese infierno de nuevo.
Lo peor era que después que Valeria se le negara a Ben, él había dejado de hablar con ella completamente, y quizás no hablaba con ella porque ella ya no iba a su casa después de eso. Daba igual.
Ahora Valeria estaba de espaldas a él, él tiene que simbolizar que sus manos marcan la silueta de su cuerpo, como si su mayor deseo es quitar su pureza, no la debería tocar de verdad hasta llegar a su cintura, que es donde la primera mancha marrón debe aparecer en su vestido. Pero lo hace, sus manos trazan su cuerpo sin decoro, y Valeria dejó caer su cabeza hacia atrás apoyándola de su hombro, y sin querer de su boca salió un sonido.
Era muy tarde para tratar de hacer algo. Joel lo había notado. Él mismo se limpió la garganta y le dijo—: Oye, no, no. —Se dirigió a Ben—. ¿Cómo es que te llamas?
—Sombra.
—¿Sombra? —repitió incrédulo.
—Sombra —confirmó.
Joel miró a una Estefani boquiabierta, lo que Ben había hecho no estaba bien. Más o menos la había expuesto, Valeria estaba tan avergonzada que no podía ni mirar hacia arriba. ¿Cómo se atreve a provocarla así?
—¿Qué fue eso? —preguntó él.
—No es mi culpa —se quejó.
—¡Claro que lo es!, ¿Qué esperas? Estas tocando su cuerpo de esa manera. ¿Estás loco...? —susurró para que solo ellos dos escucharan.
Algunos se rieron. Valeria no aguantó más. Estaba avergonzada. Se fue de su lado, y salió del salón corriendo.
—¡Valeria! —Argentina salió detrás de ella. Todos los demás se quedaron en silencio.
—Sombra, está mal, ve y pídele disculpas —inquirió Estefani—. Apégate a la coreografía; según ella, simulas que la tocas pero no lo haces realmente.
Ben bufó.
—No sé qué cosa tan mala hice.
—Tocaste sus senos —dijo uno de los chicos incrédulo—. ¿No te parece malo? Ustedes no son nada. No debiste hacerlo.
Ben lo ignoró.
—Por favor, olvidemos esto ya. No quiero que se hable más sobre el asunto. La chica es una persona tímida, así que cuando vuelva será mejor que nadie hable de eso. Daniela, Maicol, su turno. Dennos un emotivo baile de tristeza —Joel desvió la atención.
La música empezó a sonar, Estefani desapareció por la puerta.
***
Valeria estaba llorando en el baño. No era justo. ¿Por qué siempre perdía cuando se trataba de él?
Argentina seguía afuera de su cubículo del baño.
—Valeria, tú y yo no somos tan unidas, La Sombra es un patán y todo eso, ¿pero es tan grande tu queso que no puede soportar que un tipo que está buenísimo toque tu cuerpo de esa forma? Estás sobrerreaccionando.
Valeria la ignoró. Ella no entendía nada.
—Nunca lo pensé de esta forma, pero Valeria, le gustas a La Sombra.
En ese momento Estefani entró al baño, Argentina señaló el cubículo donde estaba Valeria, se dibujó unas lágrimas en la cara con sus dedos y volvió a señalar, Estefani entendió que le quería decir que Valeria estaba llorando.
—Valeria, lo siento —dijo Estefani.
Valeria no respondió.
—Si quieres lo quito y busco a alguien más —trató de resolver.
Pero Valeria no quería que se lo quitaran de pareja.
—Tienes un queso muy grande, mi hija —dijo Argentina sin poder creerlo—. ¿No has visto a Raúl tocarme en la coreografía? Yo no reacciono así... toda necesitada de que me bajen el queso y esas cosas.
Estefani miró mal a Argentina. Por eso dejó de hablar.
—Valeria, ¿estas enojada? —preguntó Estefani.
—Sí —respondió—. Es humillante porque parecí toda... lo que dijo Argentina —suspiró entre sus manos que tapaban su cara.
—Olvida eso —dijo Argentina, tratando de mejorar las cosas—, eres mujer y así reaccionamos todas.
«No todas» murmuró Estefani moviendo los labios.
«Cállate, idiota» le respondió de la misma manera Argentina.
Valeria escuchó que hablaban en voz baja, pero nos le preguntó sobre qué, tampoco respondió nada más.
***
Valeria limpia el mostrador, otra vez rondan las cinco de la tarde. El local está vacío y Alejandro no se ha aparecido en todo este tiempo, de alguna forma, lo extraña, él hace buenos chistes y es simpático, a veces, cuando no trata de seducirla o ponerla incómoda.
Ben entró al local, Valeria lo notó rápidamente.
—¿Vas a comprar algo? —le preguntó cuándo él se acercó.
Él se mordió el labio y se apoyó del mostrador.
—¿Ves por qué tú y yo no podemos tener nada?
—¿A qué te refieres? —De pronto, su ritmo cardiaco aceleró.
—Tú siempre haces eso. Aparentas ser inocente, y no lo eres, Valeria. Todos te ven como una víctima, como si yo me aprovechara de la dulce e inocente Val que nunca ha hecho nada, que no mata a una mosca.
—No entiendo de qué hablas.
—¿Ves? —estaba molesto—. Te toqué antes de ayer y te gustó, pero después te fuiste corriendo como una niña porque había abusado de tu confianza. ¿Pero fue así? No, Valeria, nunca es así, tanto tú como yo disfrutamos esto.
—No lo hago a propósito —respondió. Pero era diferente, sí le gusta que la toque, pero no frente a todos. O al menos así de sorpresa. Pensó en eso. Recordó que siempre quiso que la tocara en público, para que supieran que entre ellos había algo. Ahora no entiende porqué no salió como esperaba.
—Tal vez no lo haces a propósito, pero me perjudica a mí. Todos siempre te darán la razón, si le dices a alguien que yo abuso de ti te van a creer, aunque sea mentira, aunque seas tú la que va a mi casa.
Se le aguaron los ojos a Valeria.
—Ahora vas a llorar, ¡deja de hacer eso, Valeria!, ¡madura ya!, tú quisiste esto. Nunca te obligué.
Se mordió el labio. No apartó su mirada de él.
—¿Pasa algo aquí? —preguntó Patricia—. ¿Te está molestando, Valeria?
Ben bufó. Ahí estaba el punto, siempre lo verían a él como él malo de la historia.
Valeria se limpió la cara.
—No, no. Discúlpame, voy a salir. —Salió de detrás del mostrador, salió del local, La Sombra le siguió atrás.
—Lo siento, Valeria. —La volteó para abrazarla en medio de la acera.
Valeria no dijo nada, solo cerró los ojos. No quería hacer eso, ¿pero cómo iba a controlarlo? ¿Cómo iba a pasar de niña inocente a una chica que sí puede andar con La Sombra sin que piensen que él se aprovecha de ella?
Cuando volvió al local Patricia la esperaba con el ceño fruncido.
—¿Es tu novio?
Valeria negó con la cabeza.
—Y a ver, ¿por qué entonces viene a armar alboroto?
—Es sobre algo que pasó —Valeria se recogió el cabello detrás de la oreja—, pero olvidemos esto, ¿si?
Patricia torció sus labios en señal de desaprobación.
—Lo que quieras.
***
—Valeria, mi amor.
Valeria volteó con una sonrisa.
—¿Alejandro? Wow, sí que te desapareciste.
—Lo siento bebé, asuntos importantes en la capital. ¿Patricia no está aquí? —se mordió el labio—, ¿qué tal si tenemos un poco de diversión?
—Ahm, Patricia acaba de salir, pero no, Alejandro, me caes bien, pero como amigo, ¿ordenarás algo?
—Uhm sí, uno de limón.
Valeria fue a la máquina expendedora de jugos. Los jugos naturales ya estaban preparados, a diferencia de las batidas, que había que ir a prepararla atrás.
Cuando Valeria volvió con el vaso, Alejandro venía de la puerta. Valeria no lo sabía, pero acababa de voltear el letrero de «abierto» a «cerrado».
—¿Quién más está aquí?
Valeria miraba el cambio mientras lo contaba, se lo entregó en las manos.
—El chico de los vasos, Diego, creo así se llama.
—¿Te dejan sola con un muchacho aquí dentro?
—No le gustan las chicas.
—Oh, ya veo —se metió las manos en los bolsillos, sacó unas pastillas. Puso una en su boca—. ¿Gustas?
Valeria frunció el ceño.
—No me duele la cabeza ni el estómago, no las necesito.
—Oh vamos, te hacen sentir enamorada.
No necesitaba sentirse enamorada. Ya lo estaba.
—En otra galaxia, en otro mundo.
—No, gracias —buscó una escoba, Alejandro bebió del jugo y se tomó otra pastilla.
—Me siento tan bien.
—Bien —le dijo Valeria.
—Acércate —la llamó, Valeria se acercó—, ¿quieres sentirte bien?
—Me siento bien.
—No, no lo estás. —Acarició su mejilla de forma suave—. Estás triste.
Valeria se alejó, puso la escoba en su lugar. Se sentó en frente de él.
—No estoy triste. ¿Quieres otro jugo?
—Sí, por favor.
Valeria se levantó de inmediato y le pasó el jugo. Volvió a tomar una pastilla.
—Te prometo que esto no te va a hacer daño, y si te gusta, después puedo darte más.
—¿Qué son? —Juntó las cejas en una expresión de confusión.
—No preguntes, solo pruébalas.
Valeria dudó.
—Mira esta, qué linda. Es azul con una mariposa. —Sacó otra del bolsillo de su pantalón.
—¿A qué saben?
—Shh —arrastró las palabras—. Abre la boca, y alza tu lengua.
—En ningún momento te dije que quería una.
—Pero quieres. —Dio la vuelta para estar en el otro lado del mostrador, se acercó a ella, atrapándola entre su cuerpo y el mostrador, tomo su quijada y la alzó hacia arriba—. Vamos.
Valeria abrió su boca, no sabe porqué lo hizo en primer lugar, y después levantó su lengua. Alejandro puso dos pastillas debajo de su lengua y después le cerró la boca. Valeria frunció las cejas cuando el sabor amargo comenzó a llenar su paladar. Bebió todo el jugo de limón.
—Bien, ¿cómo te sientes? —Le entregó otra vez su espacio personal.
—Normal —respondió Valeria—. ¿Cómo me debería sentir?
—le preguntó.
Él no respondió.
—Estás sudando, deja que prenda los abanicos —dice Valeria. Salió del mostrador y los encendió. Estaban apagados para economizar la factura de la luz. Fresa se lo iba a agradecer cuando el monto del mes bajara unos cuantos pesos.
Valeria después se volvió a sentar. No entendía porqué sentía que debía hacer algo, estaba experimentando una extraña sensación. Sonrió con todas sus ganas.
—¿Tienes más? —le preguntó.
Había pasado media hora desde que le había dado las pastillas.
—Todas las que quieras —volvió a dar la vuelta.
Valeria se empezó a reír y él también.
—Oh, bebé, ven, vamos a un lugar donde nadie pueda vernos y robarnos nuestra felicidad.
La llevó por el hombro. Atravesó la cocina, Diego estaba durmiendo. Detrás de la cocina había un pequeño pasillo sin techo. Allí estaba el contenedor de la basura, unas cuentas cajas vacías y la entrada de los productos que compraban semanalmente.
Alejandro acorraló a Valeria de la pared. Tomó su cara, iba a besarla.
—No lo hagas.
—Mírame.
Valeria lo miró.
—¿Te gusta sentirte así?
Valeria asintió. Se sentía en otro mundo, liviana, sin saber
por qué.
Las pupilas de Alejandro estaban dilatas, Valeria se asustó un poco.
—Aquí tienes —le dio un sobre con una docena de las pastillas—. Vuelve a mi cuando quieras más, te las daré gratis.
Se acercó otra vez a ella y probó su labio. Valeria se desprendió de inmediato.
—Espera, no, detente —lo alejó con sus manos sin fuerzas.
—Está bien, Ben no se va a dar cuenta de que te besé.
Lo volvió a hacer agarrando su cara mientras separaba sus labios con los suyos.
—Esto es intolerable, Valeria —la voz de Patricia la asustó.
Alejandro tenía la cara de Valeria en sus manos después de haberla besado, se volteó y dijo: —Ya, te la dejo.
La soltó. Se alejó de ella y le cruzó por al lado a Patricia.
—Eres una aguafiestas —le susurró Alejandro.
Patricia fue donde Valeria. Ella estaba sudando y con los ojos cerrados, tenía una sonrisa en el rostro.
—Valeria, ¿estás bien?
—Sí, sí, lo estoy, ya voy de vuelta al trabajo —se incorporó, pero Patricia tuvo que ayudarla.
—¿Por qué estabas aquí con él? Si hablo con Fresa va a quitarte el trabajo, esto no es un besuqueadero...
—No lo sé —escondió las pastillas, abrió bien los ojos. Ahora ese era otro secreto.
Dejó a Patricia ahí y volvió a su puesto de trabajo.
***
Solo cuando llegó a su casa se dio cuenta de qué había pasado en realidad. Se sintió tan mal que sentía asco por sí misma. Y más por que, en lo más profundo, la sensación que le dio la mariposa fue placentera. Pero antes de que decidiera si valía la pena el lado amargo, buscó una piedra en el patio, sacó el sobre con las pastillas de colores y las machacó.
Se le salieron varias lágrimas secas mientras las molía para que no quedaran rastro de lo que eran, para que no quedara rastro de su culpa. Lo vació en el inodoro y después lo bajó, no una, sino dos veces. Después se sentó en el suelo y se abrazó de sus rodillas. Recordó que Alejandro la había besado, lo peor era que no le molestaba en lo absoluto.
Pero cuando vio a Ben en los ensayos al otro día se sintió muy culpable. Seguía actuando con torpeza y mordía su lengua o las paredes de su mejilla para no dejar escapar nada.
El único contacto físico que hasta ahora estaban teniendo eran los ensayos. Y él era muy bueno en no aparentar que la extrañaba más.
Ben no notó nada raro en Valeria en ese ensayo. Seguía haciendo sus pasos bien y de vez en cuando se le pegaba de más. Al final de la rutina, el chico debe deslizar a la chica sobre su muslo y la chica debe descansar en su hombro. Cuando les tocó hacerlo, Valeria apretó su hombro.
Aún seguía con el juego de no ir donde él, o al menos, ella había sido clara, hasta que no confesara que ella le gustaba no la podía tocar. Él ya había hecho una decisión.
Se sentaron en unos de los colchones de yoga a esperar que el turno de las otras parejas terminara. Valeria tenía los ojos cerrados. Él se levantó y fue a lavarse la cara en el baño.
—Valeria, ve a buscar a tu pareja, ¿dónde se ha metido?
Valeria despertó de su trance. Joel le repitió que fuera a buscar a su pareja. Se levantó y caminó a la puerta que guiaba al pasillo, Ben iba a salir, así que se chocaron en la puerta.
—Lo siento, nos están buscando —dijo en voz baja, con la cabeza cabizbaja.
—Ven —dijo, y la haló al baño. Una vez adentro todo estaba en silencio.
—¿Ben? —preguntó.
Él agarró su cara y la besó.
—Ben, espera, ¿qué estás haciendo? —logró decir cuando trataba de zafarse.
Se quedó mirándola.
—Me gustas.
Valeria se quedó sorprendida, dejó que le besara su cuello. Cuando volvió a mirarla, le preguntó: —¿Quién te gusta? —tocó su labio moviendo su dedo de derecha a izquierda sobre él.
—Tú.
Pero no se lo creía, aun así, sonrió.
—¿Yo? —tocó debajo de su franela. Eso lo volvió loco.
—Sí, me gustas, Valeria.
Valeria se inclinó para besarlo. Era todo lo que quería, pero sentía que no era cierto.
—Me gustas... —le rozo la oreja con su lengua—. No te sigas alejando de mí...
Entonces le creyó, ¿le gustaba de verdad? Eso la hizo sentir inmensamente feliz. Valeria era de ilusionarse rápido.
—Era lo que querías... porque yo no quería alejarme...
—Me gustas —repitió otra vez, como si mientras lo dijera más Valeria se iba a atontar y relajarse bajo sus besos. Valeria se sintió tan contenta que lo besó, él respondió al beso con la misma intensidad.
Las manos de Ben buscaron escabullirse debajo de su falda, Valeria apartó las manos de él rápidamente.
—No podemos hacer esto aquí, Ben —advirtió.
—Ven a mi casa.
Sonrieron los dos con una sonrisa cómplice.
—Lo haré.
Valeria se arregló el uniforme y su cabello, se echó agua del grifo para quitarse el acaloramiento y después salieron a los ensayos de nuevo, ojalá nadie sospeche nada.
O tal vez alguien sí lo ha hecho.
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Sé que algunos se molestaran por eso que hizo Valeria, pero si lo hacen se molestaran el doble con lo que viene después de esto. Como sea, si lo hacen, yo no me enojaré, pero así tiene que pasar. Hay otra cosa que quería decir pero mejor lo digo en el próximo capitulo y ya.
Gracias por leer y comentar y votar y por apoyar esto.
VOMENTEN.
Otra cosa: Ben y Valeria juntos en la fiesta de cumple 19 de Estefany, es lo mas cuchi de la vida, y sí, Estefany lo hizo a propósito, quiero decir, eso de poner a Val como pureza cuando sabe que no lo es.
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