Capitulo 14 -Polvo blanco.
Cuando salió de casa de La Sombra su respiración estaba acelerada. Su pecho subía de arriba abajo. No hizo todas sus preguntas. Y todo salió terriblemente mal.
«¿Eres mía?» se repite en su cabeza. ¿Por qué había hecho esa pregunta?
Se detuvo de caminar. ¿Era ella de él? No. Ella era de sí misma. De nadie más.
Pero la reacción de su cuerpo era otra. Sí, quería ser de él, ¿por qué no? Solo de él, solo amarlo a él. Es justo lo que estaba haciendo ahora. Si es que a eso se refería.
Al menos hasta ese momento. Y no tenía más planes.
Llegó a su casa para dejar la cartera. Ben tenía razón. No era la parte más segura de todas. Por algo siempre se mantenían separadas las dos mitades. Aunque no sabría decirlo bien. No sabe nada de territorios o naciones. Solo estaba enfocada en lo que realmente importaba. Salir adelante.
***
Cuando cruzó más allá de la Casa Central acaparó las miradas de los otros. La Sombra visitando, qué honor —pensaran algunos—, otros, que está espiando, verificando a ver qué hacen todos. Pero eso sería ilógico, la verdadera vida era de madrugada, cuando no hay gente inocente en la calle. Ben no tenía a nadie a quien espiar.
Eran las nueve de la noche y había llegado al local. Había muchas personas, era el cumpleaños de un gran chico. Ben lo conocía. Quizás por eso le pidieron a Valeria que extendiera su tanda y entrara más tarde, porque necesitaban a alguien que sirviera las batidas a los invitados.
Alejandro estaba ahí. Hablando con ella en vez de estar con su grupo en una esquina. Está sentado en una de las sillas redondas en frente del mostrador y con medio cuerpo encima de este último. No la dejaba de mirar, y su boca se movía. Estaban hablando. O al menos él hablaba mientras Valeria asentía y servía bebidas para llenar una bandeja. Tal vez era un poco tarde, pero tenía fe de que no lo era.
Los amigos de Alejandro, o Norcuros, si te fijabas bien en sus tatuajes en forma de estrella en el puño derecho, miraron a Ben entrar. Lo siguieron con la mirada. A unos pasos de estar cerca del mostrador Valeria alzó la vista.
Y entonces Alejandro hizo lo mismo, y el aire tenso que lleno el lugar fue asombroso.
Valeria empezó a actuar de manera torpe. Sus manos temblaban cuando trató de levantar la bandeja.
—Está bien, déjalo, yo lo llevo. —Patricia se la quitó de las manos. Valeria se secó las manos del jean súper apretado que tenía puesto. Hasta se subió el delantal para que no se siguiera viendo el pobre escote que mostraba.
Alejandro la examinó. Era obvio que Valeria lo conocía. Ni siquiera le respondía su pregunta.
Volvió a repetir: —¿En qué curso vas?
Pero Valeria solo miraba a La Sombra, él había llegado al mostrador, estaba ojeando los dulces y las donas fingiendo que no la había visto. Fingiendo que era un desconocido.
Alejandro se limpió la garganta.
—¿Conoces a Benjamín? —pregunta en voz muy baja.
Valeria entonces miró a Alejandro. Sabía su nombre, entonces él también lo conocía.
—N-no —responde.
En ese instante Ben dejó de fingir que miraba algo. Y se sentó junto a Alejandro.
—¿Hay de piña y leche? —le preguntó a Valeria. Ni siquiera saludó. No le tomó tiempo a Valeria saber que no quería que ella hiciese como si lo conocía.
—Sí, sí —Pero su voz le fallaba, estaba nerviosa.
Ben abre los ojos.
—Entonces, tráeme uno.
Valeria se marchó hacia atrás, donde se preparaban las batidas, como Patricia estaba atendiendo a los de la fiesta de cumpleaños, Valeria fue ella misma hacia atrás a preparar lo que Ben había pedido. Tomó el envase de aluminio y lo llenó de leche por la mitad. Vertió varios cubos de hielo y después trozos de piña. Los tapó y colocó en una de las bases de las batidoras.
Cuando el sonido comenzó a ensordecer sus oídos, respiró. Dios. Había estado hablando con Alejandro. ¿Se pondrá celoso? Se mordió los labios. Deseaba que estuviera celoso, pero no quería verlo enojado. Miró a través de la ventanilla, estaban hablando algo. ¡Se conocían!
¡El chico de los ojos azules y La Sombra se conocen! Algo en su mente gritó, ese mismo algo le hizo sentir un escalofrío.
***
—¿Viste que lindo culito apretado tiene? —Hizo una seña como si estuviera pellizcando el aire.
Ben lo ignoró.
—Además, se pone nerviosa cuando le hablamos. —Su aliento olía a fresa, Ben movió su cabeza molesto.
—¿Cuántas batidas bebes para ver su culito a diario?
—Muchas. Muchas, Sombra. La niña me causa gracia.
Valeria salió con la batida en la mano. Los dos la miraban.
—¿Quiere espuma de vainilla o chocolate? —preguntó.
Ben negó con la cabeza. Valeria se lo pasó, y cuando lo hizo, sus dedos rozaron. Ben le dio la espalda, se puso a mirar el ambiente, los Norcuros lo miraban perplejos. Las dos cabecillas de cada región hablando en un lugar fuera de la Casa Central.
Valeria se quedó mirando la parte de atrás de la cabeza de Ben, después miró a Alejandro quien seguía examinándola. Con un gesto se alzó de hombros y se levantó. Se detuvo en frente de La Sombra.
—Hasta luego. Escucha, fue una sorpresa verte por estos lados.
Entonces se fue a sentar con los demás de su clan.
Valeria no entendió qué acababa de pasar. Pero el aire se podía cortar todavía con una simple cuchara. Se fue a sentar al fondo. Nadie pidió más bebidas naturales o batidas de leche. Nadie se volvió a acercar al mostrador mientras Ben estuvo ahí. Y estuvo ahí hasta que eran las diez de la noche.
Cuando iban a cerrar, Patricia se acercó a Ben para preguntarle si deseaba algo más, pero el solo se levantó y salió del local. Se quedó afuera, esperando.
—Loco —musitó Patricia, y comenzó a recoger todo. Valeria también la ayudó. Media hora después el local estaba más limpio que antes. Valeria salió y se lamentó de inmediato por no haber traído un suéter que cubriera sus brazos.
La Sombra seguía en la esquina, recostado de la pared, solo, esperándola.
***
Cuando llegó a su casa puso agua a calentar. Después se dio un baño. Estaba tan cansada que cuando vio su cama sintió que vio el cielo. Se desplomó allí sin ni siquiera notar que su cuerpo estaba encima de las piernas de Carol.
Al despertar, ya no había nadie en la cama. Era sábado. Lo niños estaban en el comedor desayunando pan con huevos revueltos. El olor la había despertado. Saboreó la comida en su paladar y después dejó de hacerlo al sentir el sabor amargo en su boca. Abrió por completo los ojos y se levantó descalza. Se dio un baño, cepilló sus dientes, y salió sin siquiera decirle a su madre.
El barrio estaba tranquilo. Era de mañana. La gente no acostumbra a molestar mucho en la mañana. Iba a la casa de La Sombra. Tenía en mente hacer dos cosas, averiguar si estaba molesto o celoso, y averiguar quién era Laura y el asunto de las drogas. Entonces se dio cuenta de que realmente quería saber sobre cuatro cosas.
Cuando entró al callejón la puerta estaba cerrada. Demasiado cerrada. Oyó unos pasos detrás de ella, volteó y miró a Estefani cruzada de brazos.
—No está.
—Uh, gracias. —Valeria se iba.
—Oye, siento lo de ayer, estaba un poco molesta. —Trató de sonreír amistosamente, pero Valeria no se conmovió—. Mira, yo pensaba que él me decía todo lo de él. Pero como vi, no es así... y me molestó que cuando le pregunté si estaba viéndose contigo me dijera que no. Mis instintos no fallan.
—¿Qué te hizo deducirlo?
—La forma en que te miró una noche. Se mordió el labio tan fuerte que ni se dio cuenta. Fuerte enganche tiene contigo.
—¿Hablas en serio?
—Bueno, ni tanto. Él sabía que Ana iba a golpearte.
Valeria se detuvo en seco.
—¿Ah, sí? —Alzó una ceja.
—Sipi. Antes de yo ir a decirle a Ana lo que tú me dijiste que «sentías» —enfatizó con sus dedos—, por Gregorio, le pregunté a mi sobrino, y él me dijo que todo era cierto.
¿Acaba de confesar que ella había enviado a Ana a golpearla?
—¿Cómo sabían ustedes que me iban a golpear?
—Yo se lo dije, ¿qué, no escuchas?
Valeria tragó. Se supone que ahora debía estar enojada con Estefani, en parte, ella era la culpable de que su cara aun tuviera esa cicatriz seca del arañazo que le había hecho Ana en la cara, pero solo pensaba en una cosa: ¿por qué dejaría él que a ella la golpearan?
—¿Por qué debería creerte?
—Está bien —se alzó de hombros—, no me creas. Pero te conviene saber que yo sí estoy de tu lado.
Valeria se marchó.
***
Tenía puestos unos pantalones cortos y un suéter de los que su tía le había obsequiado. Era algo contradictorio, tener frío y usar un suéter, pero tener las piernas descubiertas, sus flacas piernas que terminaban en su delgado tobillo. De calzado tenía tenis de pantorrillas. Estaba jugando con pequeñas rocas del contén cuando Argentina se sentó riendo junto a ella, y Nina y Rose le siguieron detrás.
—Miren a quien encontramos —aún seguía riendo—, ¡es nuestra compañera de aventura!
—¿Qué? —replicó Valeria.
—No te preocupes, Val. Le dije a tu mamá que dormirías en mi casa. Todo está cubierto —dijo Nina.
Argentina levantó a Valeria, y después las tres empezaron a caminar, los pies de Valeria las seguían. Argentina parecía drogada. Sus rizos castaños claros se movían por todas partes. Era una de las más lindas del barrio, también tenía su reputación. Valeria intentó zafarse de Argentina y esta vez fue Nina quien impidió que Valeria se diera la vuelta.
Cruzó su brazo por encima de su hombro.
—Val, ¿quieres saber a dónde vamos? —preguntó Nina.
—Si es posible, por favor.
Las tres se rieron.
—Casa Central. Hoy hay reunión —Argentina fue la que
respondió.
—¿Por?
—Bueno, no lo sé. Hay reunión entre los dos clanes. E invitaron a los que quieran ir a ver. Es una gran oportunidad —respondió Rose.
—¿Pero, por qué me traen? Yo no quiero ir.
Argentina sonrió.
—El único requisito es que debes tener pareja. Solo de dos en dos. Tú eres mi dos.
Valeria trató de comprender. Siguió caminando. Era un poco bastante lejos. En la puerta había una persona. Solo dejaban entrar a la gente por par. Primero entraron Nina y Rose y después Valeria y Argentina. Pero inmediatamente entraron desaparecieron, menos Nina. Ella miró a Valeria con pena.
—¿Ya averiguaste lo que te dije de La Sombra?
—No, todavía no —se cruzó de brazos—. ¿Por?
—Ah bueno.... Quiero que sepas que él está aquí. Con ella. Digo, ella, y la otra ella. Cuando está aquí no es tan chévere como por allá por la casa, no le dirijas la palabra si no quieres pasar un mal rato. Cualquier cosa, búscame, estaré cerca del patio, no importa que esté con un chico. Interrúmpeme.
Entonces despareció. Y Valeria se quedó tanto rato allí parada que perdió la noción del tiempo. No pensaba moverse hasta que las chicas volvieran y ella se pudiera ir. No era que no había intentado irse. Lo hizo, pero el muchacho de la puerta insistió en que debía salir en pareja. Era una clase de código raro que ella no entendía.
Sus pies se cansaron. Iba a una de las habitaciones de la casa, era una casa normal, como si fuera una casa de familia, y en su momento lo fue. Lo único que ahora es una sin muchos trastes. Un mueble vinotinto en la sala. Un comedor de seis sillas en la cocina. Y uno de los cuartos, al cual le habían roto una pared para juntarlo con la sala parcialmente, tenía mesas pequeñas. Los jóvenes estaban hincados ahí absorbiendo un polvo blanco.
Nadie estaba bebiendo directamente de un tanque cerveza, ni tampoco olía a ella. Valeria conocía muy bien el olor a cerveza, en la esquina siempre bebían, por eso sabía que no había cerveza. Algunos tenían vasos foam con algún líquido color ámbar, de un olor más fuerte. Tampoco había música alta, ellos no buscaban llamar la atención de nadie. Dos o tres tenían sus celulares encendidos con música para sí mismos o los que estaban a su alrededor. Todo el mundo atendía a su conversación, algunos a veces reían a carcajadas, o sencillamente permanecían serios.
Iba a sentarse en el sofá. Pero Alejandro estaba ahí. Y él de alguna forma la hacía sentir nerviosa. Y le daba miedo.
Caminó hacia otro lado, era una terraza. Parecía el lugar donde los niños van a jugar, como el patio de la casa, lo único que cubierto con un techo de madera con tejas arriba.
Lo que vieron sus ojos le causó espanto. La Sombra estaba inclinado sobre una mesa, alineando una línea de polvo blanco con lo que parecía ser una tarjeta. Después la inhaló, se echó hacia atrás y allí quedó, como si estuviera fuera de sí. La chica que estaba al lado de él era mayor, como de unos veintitantos, incluso más vieja que él; acarició su cara y La Sombra le dedicó una sonrisa mostrando todos sus dientes. Algunos procedieron a hacer lo mismo que había hecho él, como si esperaran a que la probara para ver si era lo que ellos querían.
Se dio vuelta, quería salir de ahí. Quería vomitar. La comida que comió a las doce amenazaba con subir por su tráquea y abrirse paso por su boca. Caminó a la puerta con la mano en la boca, pero entonces recordó que no la iban a dejar salir. Tenía que ser en pareja. Se escondió detrás de un grupo de personas. Era mentira. No vio a Nina por ninguna parte. Ni con ningún chico ni nada. Quería desparecer, ese no era su lugar.
Intentó de nuevo que la dejaran salir, pero el chico de la puerta negó otra vez. Valeria retrocedió y chocó con alguien, ese alguien agarró cada uno de sus brazos y la empujó fuera de la casa. El muchacho que cuidaba la puerta no se interpuso para que ellos salieran. No podía respirar. No podía ver con claridad aunque no estaba segura de por qué. Se sentía tan desenfocada que se mareó. El sereno de la noche hizo que estornudara.
Ben la volvió a llamar. Ella parecía como si no lo escuchara, como si estuviera en otro mundo, ¿había consumido algo?
—¡Valeria!, maldita sea, ¿Qué haces aquí? —le gritó mientras la sacudía para ver si reaccionaba.
Valeria de pronto le prestó atención. Definitivamente no era él. Estaba ansioso, energético, furioso.
—N-Nina...
—Esa estúpida, Dios, ¿por qué te trajo?
—Y-yo...
—¿Estás consciente de que cualquiera puede hacerte daño? —Valeria no se inmutó—, ¿un ejemplo, violarte?, ¿sabes cuántas cosas malas hay aquí? —Valeria lo miró a los ojos—. Te dan unas pastillas de esas y no te acuerdas de ti hasta el otro día.
Él había consumido. Sabrá Dios de qué tipo.
—¿O es eso lo que quieres? —Se quedó callado, después se tocó la barbilla—. ¿Viniste a ver a Alejandro?
Valeria no entendía por qué gritaba. Sus ojos se llenaron de lágrimas. La Sombra exhaló el aire y trató de abrazarla.
—N-no. N-no por f-favor —dijo entre sollozos—. Estabas con otra hace unos segundos. No me toques.
La Sombra bufó.
—¿Y?, ¡tú y yo no somos nada!
—¡Por eso!, ¡no me toques!
No la tocó. Se haló su propio cabello con sus dedos, otra vez empezaba a crecer.
—¿Dónde demonios vas a dormir?
—En casa de Nina.
—Esa loca se fue. Se fue, Valeria. Me llamó desde su casa para decirme que se olvidó de ti aquí.
¿Tanto tiempo había pasado? Ni siquiera sabía la hora, pero si miraba a su alrededor todas las ventanas de madera estaban cerradas, las puertas con seguro y las rejillas con candado. No había ni una sola alma afuera. ¿Cómo llegaría a casa sola?
—¿Pero, entonces, y Argentina?
—¿Qué? Ella tiene un hombre aquí. No va para su casa, ahora dime, ¿cómo piensas irte?, ¿a dónde vas a ir?
Valeria tembló. No sabía qué hacer. Quería llorar. Quería que la tierra la tragase.
—Consumes drogas —reconoció. Como si no importase la situación de ahora, ¿Qué importaba que no tuviera dónde ir? Él podría ser un adicto. Podría morir. Valeria no quería eso. Le causo más ganas de llorar.
—¿Y?
—Tienes una novia aquí. ¿Su nombre es Laura?
—No es mi novia. —Apretó los dientes—. Solo tenemos algo.
Esa palabra le dolió. Es que no lo entendía. ¿Por qué podía tener algo con la otra chica y con ella no?
—¿Pero por qué?
—¿Acaso vas a dejar que te trate como a ella sin ponerte a llorar como una bebé? Laura no es un bebé. Ella puede hacer cosas que tú todavía no.
Más lágrimas cayeron, las limpió. Parece que uno de los efectos de las drogas era ser terriblemente honesto.
No pensaba decirle eso nunca.
La Sombra sintió remordimiento. Ella estaba castañeando del frío y con las mejillas llenas de lágrimas. Como si solo estuviera viendo a un monstruo. Eso lo hirió. Se retractó de haber hablado. Además, llevaba meses sin acostarse con Laura, ella solo le hacía favores, como dejarle la membrecía gratis en el gimnasio y otras cosas. Solo le salió decirle eso, aunque no fuera verdad.
—Valeria, no te pongas así. Sí me gusta estar contigo, te lo juro, pero no me gusta eso de cursilerías y...
Valeria se cruzó de brazos.
—No soy tuya, Ben. —Lo dijo respondiendo su pregunta anterior. Se quebró—. Pero dime qué tengo que hacer para que solo me tengas a mí. Por favor.
Ignoró esa parte. Seguía pensando en algo.
—¿Qué te dieron aquí?
—No me dieron nada.
La sacó de allí. Algunos vieron cómo se fueron juntos en el auto que él había comprado junto con Ramírez y Gregorio. Por supuesto, Gregorio no estaba en la reunión, si hubiese estado, y la hubiese visto allí sola como una extraña, la hubiese sacado de inmediato. Ese no era lugar para muchachas como Valeria.
***
Cuando llegó a su casa estaba enojado. Se sentó en el sofá. Sentía que su corazón latía muy rápido. Valeria aún estaba parada en el mismo lugar. Las lágrimas estaban secas en su mejilla.
—¿Ahora me tienes miedo? —preguntó con voz triste, pero no baja. Su tono era alto.
Negó con la cabeza. No le tenía miedo. Solo estaba terriblemente herida porque de golpe descubrió su otra vida. Quizás Ben no era la mejor persona del mundo después de todo.
Además, definitivamente no la amaba. ¿Cómo la iba amar si ella no era como Laura?
Pero ella realmente lo quería a él. Y no tenía idea de cómo hacer para que él la quisiera. O al menos para que crea quererla. Si no lo hace, entonces se quedará sin nada. Porque no tiene amigas en quienes confiar, y en su casa solo hay problemas. Ahora su única fuente de tranquilidad estaba cambiando —o no estaba cambiando, tal vez La Sombra siempre había sido así—, y ahora solo se estaba preparando para dejarla, ¿por qué será que siempre todos la dejan?
—Puedes tratarme como la tratas a ella. Así podrás olvidarla.
—Sonó desesperada.
Ben alzó la vista.
—Qué demonios dices. —No entendía de lo que hablaba.
—No es mi intención llorar, te juro que no lo haré. —Se dijo, limpiándose la cara. Le dolía tanto. En realidad no quería que la dejara. Quería ser su droga por siempre.
—Ve a acostarte.
—¿Te gusta mucho ella?
—Valeria, ve a acostarte. Hablamos mañana.
Valeria se acercó a él.
—Voy a tratar de parecerme a ella.
—Valeria. —La llamó, pero evitó mirarla.
—¿Es porque ella es mejor que yo? —Le preguntó. Porque él no la tocaba. Se sentó a su lado en el sofá—. Lo siento, realmente quería que tú me dijeras qué está pasando con nosotros...
Valeria ya sabía lo que estaba pasando. Él ya se estaba cansando de ella y de sus infantilismos... él necesitaba a alguien madura, pensó Valeria, quizás la otra lo era, o al menos lo suficiente. No podía pensar con claridad, su castillo de arena se estaba derrumbando con demasiada facilidad.
La Sombra se levantó del sofá y se dirigió a su cuarto. Valeria lo siguió.
—Ben, oye —murmuró en voz baja.
Ben se volteó y sin aviso la tomó de la cintura, cargándola, y la dejó en la cama. Valeria aún estaba perpleja cuando él tendió la sábana sobre su cuerpo. Para ser la que no estaba bajo efectos de la droga, estaba muy hiperactiva.
Valeria tenía calor, y no entendía qué estaba haciendo él. Trató de moverse de allí, pero el puso las manos sobre sus hombros.
—Val, basta —le susurró. Fue lo último que escuchó antes de resignarse a su lucha para que la dejara ir y caer dormida.
***
Dormía como un ángel. No era la primera vez que dormía en su casa, pero sí la primera que lo veía dormido. Además, ahora no le estaba dando la espalda, estaba acostado de lado, frente a ella, con su mano izquierda encima de su cintura. No quería moverla de ahí. Parecía parte de su cuerpo.
Valeria aún estaba cubierta por la sábana. Debajo de ella seguía con su suéter. Todo lo demás intacto. Recordó que no la quiso tocar. Quizás todo había acabado de verdad.
Tocó su mejilla suavemente, Ben se espantó y abrió los ojos de golpe. Era solo ella, pero lo había sentido tan familiar que aún sentía un escalofrío en la vértebra. Ella solo lo miraba, pero se veía mal. Muy mal.
Él pensó en algo.
—¿Te hice algo malo?
¿Se atrevía a preguntarlo? Pero en vez de responder «rompiste más mi corazón» se limitó a negar con la cabeza.
—No me hiciste nada.
Ben se volteó para mirar al techo.
—Prométeme algo.
—Depende —respondió Valeria.
—Vas a dejar de venir aquí.
Pero eso no había sonado como un favor, sino como una orden. Sin embargo, no iba a reprochar, tampoco iba a rogar. Nunca lo haría, al menos su mamá le había dicho que nunca hiciera eso por nada ni por nadie.
Nunca le había pedido eso, que no volviera a su casa. Valeria solo cerró los ojos para disipar su dolor imaginario, que no sabía de dónde salía, ni tampoco por qué se sentía así. De alguna forma, quería grabar en su memoria cómo se sentía estar acostada allí, con él al lado de ella, cómo huele su cama y cómo es su casa. Lo iba a obedecer. Sin darse cuenta, se volvió a dormir. Y cuando Ben la vio dormida, la acercó más a él para abrazarla, pero no sin antes besar su frente, era claro, ella no entendía nada. Tal vez era mejor así.
[1] Conten: nombre que se le da al espacio diseñado para que el agua fluya o se desagüe cuando llueve, está ubicado entre la calle y la acera en forma de una hoya que se extiende hasta un desagüe.
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NO puedo hacer esto si dejo las drogas de lado, perdonen a las personas que esto puede llegar a ofender o enfadar. Pero ahora advierto, no es la ultima vez que las mencionaré.
(No promuevo el uso de drogas, ¡recuerden que es perjudicial para la salud!)
VOMENTEN:
Si les gusto el capitulo o tiene algo que decir/preguntar sobre él.
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