Capitulo 13 -Jeans apretados.
—Ella es Valeria.
La mujer morena la mira de arriba abajo, frunce los labios.
—¿Sabes contar?
—Sí.
—¿Dos por mil veintiuno?
—Dos mil cuarenta y dos... —respondió tras varios segundos.
—Bien.
La mujer se movió detrás del mostrador y Gregorio y Valeria lo siguieron.
—Está bien, escúchame bien. Primero tomas la orden, la llevas a Patricia, Patricia te da el pedido, y el pedido se lo das al cliente y cobras ahí mismo. Esto es una caja registradora y aquí cobrarás. Y ya.
—Okey —Valeria asintió.
—Nunca devuelvas de más.
Valeria asintió.
La mujer siguió explicando cosas.
—Somos un local de bebidas no alcohólicas, pero algunas veces unos idiotas vendrán a comprar bebidas de naranja, se sentarán en aquella esquina y lo mezclarán con ron, se emborracharán y comenzarán a hablar muchas idioteces. Ignóralos. Si se quieren propasar contigo clávales un tenedor. O si no eres lo suficientemente valiente llama a Patricia, ella los sacará de aquí.
—¿Y por qué no les prohíben la entrada?
—Ellos son una gran parte de nuestros ingresos.
—Bien. —Asintió.
—Vestimenta. —Siguió caminando al centro del local—. Somos un local de mujeres lindas pero no nos vestimos como zorras, el único hombre que tenemos es el chico de los vasos y está siempre enterrado allá atrás fregando cosas sucias. No te preocupes por él, juega al otro bando. —Le guiñó el ojo—. Un jean y una blusa de cualquier color. Deja que se te vea el escote sin ser vulgar. —Valeria se miró su casi inexistente escote que apenas rellenaba copa A, después volvió a mirarla—. Cuando te pongas nuestro delantal no importará —dijo refiriéndose a la vestimenta, le pasó un delantal rojo con una bebida impresa en él y el logotipo de «Bebidas Fresa» debajo. Que nombre. Ese era el nombre de la mujer morena explicándole cosas—, y toma esta gorra. —Era una de las que tenía un hueco en el tope, que dejaba descubierta parte de su cabeza—. Mañana domingo empiezas a trabajar.
—Muchas gracias. —Valeria miró a Gregorio entusiasmada.
—Ah y tu paga será semanal, mil quinientos, o si quieres quincenal, tres mil, ¿o mensual seis mil?
—Quincenal está bien.
—Una chica balanceada, me gusta —sonrió.
—Muchas gracias, Fresa —dijo Gregorio.
—Lo que sea por mi querido sobrino. —Miró a Valeria de reojo, sus pantalones le quedaban algo flojos—. Ah y otra cosa, pantalones súper apretados, tan apretados que no puedas caminar. A todos los hombres les gustan los culos apretados.
Bebidas Fresa estaba ubicado en el mismo sector del barrio de Valeria pero en un bando distinto. La gente (muchachos en realidad) no se juntaba mucho con los de su lado. Estaba un poco lejos, a unas siete cuadras de la esquina y como a diez de su casa. Era mucho caminar, sin embargo, para ella, lo valía.
El primer día de trabajo transcurrió normal, hasta que cayó la noche y un grupo de muchachos logró ponerla demasiado nerviosa.
—¿Y eres nueva? —Tocó su mano mientras ella limpiaba el mostrador.
—Bueno, nunca antes había estado aquí. —Alzó los ojos.
—¿Tu nombre, pequeña? —preguntó un chico recostado del mostrador.
—Soy más grande que tu amigo allí debajo —contestó.
—Ohhh —todos silbaron.
—¿Hay de piña? —preguntó uno.
—Sí, ¿quieres uno? —trató de ser profesional.
—No, mejor uno de sandía y guineo.
—Está bien. —Lo apuntó en el papel y fue allá detrás. Los muchachos hicieron un alboroto que la puso incómoda.
—Tienes un pequeñito y adorable culo —dijo uno de ellos. Tenía trenzas hacia atrás. Algunos rieron.
—Eso es muy grosero —Valeria se resignó y se fue a sentar.
—¡Aún no te decimos qué bebida queremos! —la llamó—. Definitivamente voy a hablar con Fresa para que no contrate gente ineficiente.
Valeria se levantó de nuevo.
—Entonces pidan y dejen de agredirme verbalmente. —Se quejó sintiendo la sangre en su cara.
Los señaló uno por uno y tomó su pedido. En el extremo izquierdo, el chico que Valeria había ofendido seguía mirándola. Ella lo señaló con el lápiz. Mantuvo su mirada, él tenía los ojos azules.
—¿Tú qué quieres?
—A ti.
Valeria se ruborizó. Iba a hablar. Pero él volvió a sacudir el dedo hacia donde estaba apuntando.
—Aquí —repitió. Había dicho aquí. Escuchó mal. Él solo estaba señalando el sabor manzana verde del tablero de sabores que estaba encima del mostrador.
—¿Manzana verde?
—Sí, ¿no sabes leer?
Valeria lo ignoró. Los muchachos se fueron a sentar y Valeria fue a respirar atrás después de darle el pedido a Patricia.
—Si quieres yo les llevo las bebidas. Quédate, ¿sí?
—Gracias.
Se quedó sentada pero los miraba hacer estupideces, ella rodó los ojos, ¿podrían ser más estúpidos esos chicos? No, claro que no.
{~}
La tía de Valeria estaba visitando la casa, ella estuvo hablando con la mamá de Valeria toda la tarde y les había traído obsequios a Valeria y a sus hermanitos. También pidió hablar con Valeria porque no entendía cómo una jovencita de diecisiete años vestía aun así. Con pantalones chalca-charcos, ropas sin combinar, blusas de muñequitos y pantalones flojos.
Le había traído varias mudas de ropa, no era mucha cantidad, pero desde luego hacía diferencia. Estaba dejando su imagen de niña, o al menos, por fuera. Toda esa ropa se estaba quedando en el olvido, o Carol la heredaba, y la poca que tía Victoria había traído estaba protagonizando todo.
Cuando tía Victoria y Valeria estuvieron solas en el parque de la ciudad, Victoria al fin tuvo su oportunidad de hablar con ella.
Le pregunto:
—¿Cómo va la vida? —Notaba en Valeria tristeza. Y lo estaba, llevaba dos días ignorando a todo el mundo y tratando de estar sola, además, Claribel le había informado a Victoria que Valeria se estaba poniendo malcriada y desinteresada por todo. Lo que le preocupaba. Ella nunca era así.
Valeria, cuando niña, era la más alegre de todas y le sonreía a todo el mundo. Era fácil simpatizar con ella.
—Normal.
Victoria podía descifrar qué tenía su sobrina con solo mirarla a ella con la cabeza hacia abajo y meciendo sus pies que rozaban el suelo.
—¿Enamorada?
—No... —Valeria respondió rápidamente.
—Oh, vamos Valeria, soy tu tía, no una desconocida, puedes confiar en mí. —Le guiño el ojo, Valeria la miró y se quitó el cabello de la cara.
—Puede ser.
—¡Por qué sufres entonces! —exclamó, más que preguntar.
Valeria se mordió el labio.
—Creo que lo amo. —En su voz se sintió que iba a llorar y retuvo las lágrimas—. Tía, ¿quién dijo primero «te amo»?, ¿tú o tu esposo?
—Él me dijo: «Oye, te amo», yo, me reí en su cara, y le dije que yo no estaba enamorada de él, ¿sabes qué me respondió?
Valeria negó. Pues claro que no sabía. ¿Por qué no se limitaba a responder su pregunta y ya?
—«No me importa, ya te di mi corazón de todas formas.» Y fui suya. Desde ese momento fui suya, es como si una chispa nació en mí y me enamoré de repente.
—¿Una chica puede confesarse primero?
Victoria alzó los hombros.
—Sí, ¿por qué no? Dile cómo te sientes. Estamos en el siglo veintiuno, allá en el veinte éramos muy antiguos. —Valeria se perdió en su cabeza—. ¿Es por qué quieres acostarte con él o ya lo has hecho?
En ese instante, el rostro de Valeria se puso pálido y negó.
—Yo no dije...
—No te avergüences, que la sexualidad no es de causar alboroto. Yo perdí mi virginidad a los catorce, así que si tú ya lo hiciste a los diecisiete no te juzgaré, te felicitaré por esperar tanto. —Se rio, pero Valeria no lo hizo—. Ahora bien, yo no quiero que estés con alguien sin amor, te hará daño. Aclara las cosas, si no, dalas por terminadas.
Valeria dejó de mirar a su tía y miró al otro lado de la calle cómo un auto rebasaba a otro.
—Ojala fuera tan fácil.
—O sigue a tu corazón.
—Ay, no, tía, no me diga que usted me va a hablar de cuentos de princesas porque nunca sabemos qué pasa después del feliz para siempre.
—Haz lo que te parezca correcto, eres una niña sana, fuerte y linda. No dejes que alguien te haga pensar lo contrario. Eres fuerte, Valeria. Con tus hermanos, con la casa ahora que tú papá no está. Tú y tu mamá han estado ahí para tus hermanitos y van a salir adelante.
Valeria se quedó en silencio.
—Le presté a tu mamá dinero para pagar una parte de la hipoteca, me lo pagará cuando pueda. —En realidad, Valeria era quien le iba a pagar con su nuevo sueldo—. Y sobre lo del chico, si te hace daño, dímelo, que le rompo la cara. Y sobre el sexo, tú decides cuando estés lista, nadie más.
La tía de Valeria se iba a subir en un taxi hasta su casa y le iba a dejar dinero a Valeria para que se fuera en otro a su casa. Pero cuando su tía se fue, Valeria guardó el dinero y se fue a pie a su casa.
{~}
Estaba casi oscureciendo. Valeria guardaba en una cartera que llevaba cruzada al cuerpo un par de galletas para Ben que había hecho en casa de Sabrina. Tenía tantas cosas que hablar con él que no sabía ni siquiera cómo empezar.
Y a la vez tenía miedo. Se supone que no debía preguntarle sobre su vida, una vez cometió el error, y ella ya sabía cómo se ponía. Frío, distante, enojado, triste. Pero debía hacerlo, debía preguntarle porque quedarse con duda era como crear una grieta que cada vez se hacía más grande.
Sentía calambres en las piernas y su cara ardía. No entendía por qué su cuerpo reaccionaba así, de esa manera: con un gran nudo en el estómago y las manos frías. Solo iba a contarle de su nuevo trabajo «Pero tendría que decirle quién se lo había conseguido, ¿y si se enojaba?».
También quería preguntarle por su mamá. Pero sabía que era mucho más difícil. Él no hablaba de eso, ¿aún estará dolido? No quería arriesgarse a que se cierre y nunca más pueda sincerarse con él.
Otra cosa que la traía loca, lo de las drogas. En el colegio habían explicado muy bien su efecto nocivo. ¿Por qué lo hacía? Ni lo creía. A la verdad, para Valeria, Ben era la mejor persona del mundo.
Apretó demasiado fuerte la cartera. Temió haber desmenuzado las galletas, por eso las revisó, sus manos también temblaban y no sabía la razón. Entonces algo pasó por su mente. ¿Quién era Laura? A él no le gustaba tener novias, solo amigas. Pero Laura supuestamente afirmaba ser su novia. ¿Quién era?, ¿por qué no había escuchado hablar de ella?
«Porque nadie chismotea sobre los asuntos de La Sombra.»
Tocó la puerta, y entonces una chica la volteó y la pegó de la pared. Era Estefani.
—¡Lo sabía! —dijo abriendo su boca en tono acusador.
Valeria no supo qué responder.
—Te gusta él. ¿Pero sabes lo que estás haciendo?, ¿al menos lo sabes? Él está muy jodido, Valeria, por el amor a Dios.
La puerta se abrió. Las manos de Ben detuvieron que Valeria cayera de espaldas. Miró confundido a las dos chicas, lanzó una maldición debajo del aliento.
Estefani se alejó un poco.
—Espera, ¿tú sabias... que ella vendría?
—Estefani, ¿qué quieres? —preguntó con voz ronca. Parecía que estuviera durmiendo. Tenía marcas de la almohada en la cara. Pero tal vez, y si hubiese estado durmiendo, no hubiese abierto la puerta tan rápido.
—Eres el peor ser humano del mundo —dijo cruzándose de brazos.
—Bueno, pero ya basta, eh, ¿quién crees que eres para decirle así? —Valeria saltó a la defensiva. Ben no era malo, ¿por qué todos se empeñaban en decir eso?
—Cállate.
—Estefani, no le hables así.
Estefani dejó soltar aire.
—¿Para qué utilizaban a Gregorio, como carnada? Oh... espera... ¿esa es la chica que viene a tu casa?, Valeria, por Dios, más seria te creía.
—Estefani. —Llamó en tono de advertencia.
—¡Benjamín! —miró a Valeria—. ¿Qué es lo que quieres de él?
—Ella no quiere nada. Vete ya, Estefani. —Ben terminó de salir de la casa y empujó a Valeria adentro.
El cielo estaba naranja. Justo a punto de oscurecer. Clima templado, pues el aire de enero aún estaba en la puerta. A esta hora Ben se preparaba para salir. Pero hoy no lo tenía pensado.
—Esperen, ¿ustedes son algo? —Valeria los miró a los dos. Sintió un dolor en su pecho. ¿Estefani era en realidad «Laura»?
—Su mamá era sobrina de mi mamá. Soy su tía segunda. —Lo dijo como si Valeria debiera saberlo. El problema es que Valeria no se metía en nada que no fuera su asunto. Aprendió eso con vara y malos dichos de parte de sus padres. No podía meterse en conversaciones ajenas, ni averiguar la vida de nadie.
—Pero si tienes casi mi edad. —Valeria pensó que le tomaban el pelo.
—¿Tienes dieciocho?, yo pensé que eran quince.
—Tengo diecisiete. —Sus dientes se apretaron. Ella no era una niña. Claro que sabía lo que hacía.
—Ah, bien —se movió—, eres grande, ¿por eso piensas que esto es amor?
Valeria no le respondió y Ben la volvió a empujar hacia adentro.
Miró a Estefani antes de cerrar las puertas.
—No te metas —murmuró para que solo ella escuchara.
Adentro Valeria sacó la servilleta en la que se hallaban envueltas las galletas, se sintió decepcionada cuando vio que se habían desmenuzado a migajas. Sintió que iba a llorar.
Supo que todo iba a salir mal.
—¿Por qué diablos vienes a plena luz del día?
Pero ni siquiera estaba de día. Estaba oscureciendo.
—Valeria, por Dios, ¿no sabes cómo guardar un secreto?
—Quería traerte galletas. —Su labio tembló. ¿Qué locura pasó por su cabeza?, ¿cuántos más la vieron?
Pero, ¿qué, ya no los habían visto suficientes personas el día en que él mismo la acompañó a su casa?, ¿por qué le pesaba tanto que todos lo supieran?
No quería que lo vieran como el malo de la película, o tal vez era porque simplemente no era algo serio. No la amaba, si todos se daban cuenta la iban a catalogar como una de los ligues de La Sombra. Eso lo enfermaba.
Valeria extendió la servilleta. Ben las tomó de sus manos temblorosas y después las lanzó al fregadero.
—¡Por migajas! —dijo como si no lo creyera—. Por unas estúpidas migajas pones tu reputación en juego. Otra vez estas actuando como estúpida.
—Lo siento. —No se había movido de su lugar—. Lo siento, perdón —repitió—, también vine a contarte algo.
Cuando La Sombra escuchó su tono de voz débil se calmó. Bajó los hombros y su quijada se aflojó. Trató de acercarse, pero ella retrocedió por reflejo.
—Estoy en un trabajo de medio tiempo desde hace cuatro días.
Ben se sentó en el suelo con las manos en la barbilla.
—¿Hablas en serio?, ¿cuatro días?
—Sí.
—¿Dónde?
—Bebidas Fresa, entro a las tres de la tarde, salgo a las nueve, o depende de cómo esté todo. Hoy entro a las siete. Por eso vine a verte antes para contarte. Entre clases y el trabajo llego muy agotada como para venir a verte. Quería darte una explicación.
—No me tienes que dar una explicación. Tú no estas obligada a venir, por Dios, Valeria, grábate eso.
—Lo sé —pestañeó varias veces para no llorar. Apretó la mandíbula mientras decía—: me lo has dicho varias veces. Que no estoy obligada a venir. Pero sé que lo haces con una segunda intención. Sabes que voy a volver siempre.
Ben no soportó seguir mirándola a los ojos. En vez de eso, meditó en el trabajo de Valeria. Del otro lado del barrio, en el territorio de los norcuros.
—¿Gregorio te consiguió trabajo en esa pocilga? —Ben alzó ambas cejas.
Fresa era tía de Gregorio. Era claro que había sido él. En ese momento le pareció estúpido, su mejor amigo se atrevió a meter a Valeria allí. A ese lado donde no necesariamente tenía control.
—Pero lo necesito. Fui donde el dueño de la casa para pedir una prórroga. Le voy a pagar todo lo que gane sin demoras y él prometió que iba a paralizar los trámites para desalojarnos. No puedo permitir que nos dejen en la calle, Ben. Y este trabajo no es nada. No importa lo que sea, y no es una pocilga, Fresa tiene todo muy bien decorado. Son colores llamativos y la chica que trabaja conmigo es simpática.
—Del lado de los Norcuros.
—¿Y qué tiene de malo?
—Nada —respondió rápidamente. De pronto tenía sed. Se levantó y fue a la alacena, sacó un vaso, lo enjuagó y abrió la nevera. Sacó la jarra con agua casi helada y llenó el vaso. Casi rebosa, los lados se empezaron a condensar. Había hecho todo un charco de agua. Bebió el agua de un solo trago y Valeria solo observó cómo su garganta tragaba el líquido.
—¿Por qué es tan malo?
No le iba a decir. Solo tenía que ser más precavido. Solo tenía que alejarla de él.
—¿Te ha molestado alguien?
Valeria pensó en los comentarios sexistas de los chicos que iban sin falta todas las noches. Pero ellos eran clientes. No podía quejarse por ellos.
—No.
—¿Tienes que ir a las siete hoy? Valeria, ¿a qué hora pretendes salir de ahí?
—No lo sé.
—¿Y si alguien te hace daño?
—N-no había pensado en eso.
La Sombra se acercó a Valeria. La miró como quien busca algo.
—¿Y eres mía?
—¿Q-qué? —La voz de Valeria tembló.
—Olvídalo. —Se alejó de ella. Buscó un trapeador para secar el agua—. Vete, Valeria.
—También quería preguntarte algo. —Fue lo único que su boca pudo articular.
—Vete, Valeria —repitió.
Entonces supo que era en serio. Aunque él nunca la había botado de su casa. No quiso que continuara más.
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Voy a aclarar a algo (NO me imagino ni a Val ni a Ben como los del video, en el cap 5 les enseñé como creo a Ben y Val es solo una chica flaca, de 1.70, cabello negro, ojos negros pequeños y los demas está en hold on)
Sobre el capitulo, sé que aun no saben porque Ben no quiere a Val de ese lado trabajando, y sé que no se esperaban eso de Estefany, pero ella es mas clave que la misma Rose o Nina, solo que copia la habilidad de su sobrino y se esconde en la sombra (No en Ben, sino en la sombra (me refiero a la sombra de la cosa oscura que vez cuando te paras que te dé el sol. Ay Dios, que brega explicar esto)), pero eventualmente lo sabrán. Y uhm... ¿el tipo de los ojos azules?, ¿lo volveremos a ver? Tía Verónica está casada con un extranjero, tiene efe, no lo mencioné pero ya lo saben. (Efe es efectivo)
Gracias por leer y apoyar esta novela. También por sus comentarios, gracias por dejarlos!
VOMENTEN sobre el capitulo! gracias.
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