Capitulo 12 -Joderte la vida.
Esa mañana Valeria buscó toda la ropa que le cubriera el cuello, no solo porque hacía frío, sino porque tenía «las marcas de amor» y otras nuevas que Ben le había hecho en la mañana después de que casi discutieran a causa de estas.
No es que las hubiera aceptado. Aun le parecían fuera de lugar. Pero cada vez que trataba de enojarse de verdad por ellas, terminaba sonriendo. Él había sido tan gentil después.
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—¿Y que había, Carlitos?
—Una gran pantalla y muchos videojuegos.
—¿Y jugaste?
—Muchísimas veces, el viejo dijo que podía ir con él cuando yo quiera, y todos los otros muchachos me trataron bien.
Carol se acercó a su hermanito.
—¿Entonces por qué no le dijiste la verdad a mami? —cuestionó, casi susurrando.
—Sí, Carlitos, ¿por qué no nos dijiste la verdad? —Carol volteó a mirar a Valeria entrar al patio y sacudió los dedos abriendo los ojos en forma de alerta. Miró a Carlitos.
—Ay... ¡ay, ay, ay!
—¿Qué? —preguntó Carlitos aparentando estar despistado.
—¿Qué verdad no le contaste a mami? —preguntó Valeria.
—Ninguna.
—¿Ninguna? —Valeria miró a Carol indagando.
Carol miró a Carlitos y después a Valeria, y frunció el ceño.
—¿Te digo algo? Prometí no decirle a nadie. —La niña respondió.
—¿Les digo algo? —Valeria se bajó para estar a la altura de ellos—. Escuché todo, y si ninguno de ustedes dos me dice, le diré a mami que los castigue. A ti —señaló a Carlitos—, por no decir la verdad, y a ti —miró a Carol—, por ser cómplice de tu hermano.
Los dos se pusieron serios.
—¿Qué es lo que quieres, Val? —Carlitos preguntó luego de unos segundos de meditar en su amenaza.
—¿Quién te fue a buscar al colegio aquella vez? —preguntó Valeria.
—El viejo.
—¿No sabes cómo se llama «el viejo»?, ¿no lo habías visto antes?, ¿por qué te fuiste con él?
—Lo he visto antes por el colmado. Además, dijo que era tu amigo. Y cuando pregunté su nombre me respondió que era el viejo, que yo podía decirle viejo.
Valeria alzó una ceja.
—¿En serio solo te llevó a jugar videojuegos?
—Sí, ¿a qué más? —Alzó las manos cuestionando.
Valeria se levantó.
—No vuelvas a mentir, Carlitos, por favor.
Él solo asintió. Carol miró a Valeria esperando cuál sería el próximo paso de su hermana mayor.
—¿Qué hacen aquí afuera? —fue lo que preguntó.
—Mamá dijo que saliéramos, había visitas. —Carlitos respondió por ambos.
—¿Visitas? —Valeria frunció el ceño.
—Ajá —asintió Carol—. Y después nos quedamos aquí afuera porque estamos cansados de estar ahí adentro, y desde que te peleaste con la niña esa mami no nos deja salir a jugar con amiguitos. —Carol tenía el ceño fruncido.
Carlitos, al escuchar la palabra «juego» se levantó a buscar un palo de madera.
—Ven Carol, juguemos a la pelota. —La llamó.
—Soy niña, tarado, no juego a la pelota. —Carol le dio la espalda. Valeria se detuvo mientras caminaba a la casa.
—No, no uses palabras feas, Carol. —Reprochó mientras entraba a la casa.
La mamá de Valeria estaba sentada en el comedor con la cabeza hacia abajo, llevaba horas así. Pero Valeria no lo sabía. Ni siquiera los niños. Ellos no habían entrado cuando las visitas se fueron.
—Mami, ¿qué tienes? —preguntó con voz preocupada y se hincó frente a ella.
Claribel respiró profundo. Valeria notó en sus ojos que había estado llorando.
—Es solo que no sé qué hacer porque todo se nos está cayendo encima.
—¿A qué te refieres? —preguntó aún más preocupada.
—Están haciendo trámites para quitarnos la casa por la deuda.
Valeria se quedó en silencio mirando a un punto fijo en la mesa. ¿Qué podía hacer? Nada. Absolutamente nada.
Hacía ya un año y medio que la casa se hipotecó para pagar otras deudas. Al principio, todo parecía ser una buena solución, pero los intereses subieron cada vez más haciéndose casi imposible saldar la deuda.
Las cosas estaban muy difíciles después de la partida del papá de Valeria; era él quien pagaba la hipoteca con la mitad de su salario mensual, pero ahora, ese mismo dinero era el que él mandaba para la manutención de sus hijos. Ese dinero no alcanzaba para cubrir un mes y también pagar la hipoteca, y el dinero extra que su mamá conseguía era para la comida y cosas necesarias del hogar. No alcanzaba para pagar la cuota de la hipoteca. Y eso, aunque su mamá pensara que no importaba en lo más mínimo a Valeria, en efecto tenía mucho peso, sus hombros se sentían cargados, como si tuviera un yugo encima. Uno que la hacía sentir como si se fuera a ahogar.
Valeria salió de su casa en la tarde hacia donde Nina después de comer, a esas horas, la una de la tarde, todo siempre estaba vacío, las calles, la esquina, las aceras, todo. Esas eran horas de reposar la comida, la gente después de comer se sentaba a beber agua, y después se acostaba a dormir por minutos antes de ir a trabajar o salir a la calle. Aunque no todos cumplían esta costumbre de reposar, no salían, porque los padres les decían a los niños: «a esta hora todo el mundo está en su casa reposando la comida». Y tendrían que esperar a que dieran al menos las dos. Además, el sol estaba caribe, invierno o no, como sea, en cualquier estación, con excepción de que esté nublado, siempre hay sol. Un sol extremadamente picante.
Nina estaba sentada en una silla de plástico en frente de su casa cuando Valeria llegó hasta donde ella. La observó unos segundos antes de que Valeria abriera la boca.
—Nina...
—¿Ahora qué, Valeria?, ¿otra vez quieres que te cubra para ir a revolcarte con La Sombra?
Valeria sintió que todo en ella se puso frío, ¿esa era su amiga?, ¿la que se suponía que venía a contarle sus problemas? Su expresión se quedó en blanco. No sabía qué responder a eso. Así que solo se volteó para volver a su casa.
—Espera, Valeria... —Nina la llamó. Valeria se detuvo y se quedó de espaldas—. La verdad es que me preocupo por ti, y estas siendo muy idiota...
Eso bastó para que Valeria se mandara a correr. Y, como tampoco esperaba, Nina se quedó allí sentada.
Solo conocía de un lugar donde podía ir a hablar de sus problemas. Y aunque no hablara de sus problemas, podía desechar todo su estrés mientras permaneciera allí. Sabe que él la va a escuchar, y que pocas veces responderá cosas como los demás. Por pena. Al menos él no le tenía pena a nadie.
Tocó la puerta, y Ben abrió después de unos segundos. Estaba con unos jeans y sin camisa, descalzo y con una cuchara en la mano. También tenía un pote de mentol entre sus axilas. Valeria miró por encima de sus hombros que la estufa estaba prendida.
—¿Cocinas algo?
—Aún no he comido —respondió.
—¿Siempre cocinas semidesnudo? —le preguntó.
—Estoy tratando de untarme mentol en la espalda pero es físicamente imposible. —Ben miró el cuello de Valeria para ver si aún estaban allí. Unas desaparecían y otras tenían un color más fuerte.
—Estoy repitiendo la ropa porque no todas me cubren el cuello. —Valeria ahogó una sonrisa—. ¿Para qué es el mentol?
—Entra. —Ben le pidió y se dio la vuelta.
Solo así Valeria descubrió para qué era el mentol. En su espalda, Ben tenía las marcas de las uñas de ella. Estaban sanando, pero sabía que eran de hace dos días.
—Lo siento. —Entró negando con la cabeza y después estando frente a su espalda. Algunas eran ronchas, y algunas habían arrancado piel, incluso eran peores que sus marcas de amor—, ¿Por qué no me lo dijiste?
—Me gusta que lo hagas —respondió aún de espaldas.
Valeria lo abrazó por detrás.
—Deja que yo te unte el mentol entonces, para ayudarte.
—Espera. —Ben apagó el arroz, porque ya estaba listo, y dejó que la carne se calentara en el microondas, eventualmente el microondas se apagaría solo.
Valeria se sentó en el mueble y Ben agarró una silla y se sentó de espaldas hacia ella. Con sus dedos temblorosos Valeria empezó a poner el mentol en todas las ronchas.
No entendía por qué su piel era tan suave. Le gustaba tocarlo. Por un momento, perdía la concentración de lo que estaba haciendo, de si estaba untando poco mentol o de si ponía una gran cantidad. Solo estaba disfrutando el hecho de tocarlo, de sentir el relieve que los rasguños habían dejado en su piel.
—¿Te duelen?
—A veces. Algunas —respondió.
Entonces hubo silencio, de pronto Valeria dejó su dedo en el mismo lugar sin moverlo. Un pensamiento hizo que sintiera como si las lágrimas iban a salir.
—Mami perderá la casa.
—¿Qué? —preguntó dándose vuelta hacia donde Valeria.
—Es que la hipoteca está vencida, hace meses no paga nada... —Valeria rompió a llorar, fue inevitable. No fue con gritos quejumbrosos, sus ojos solo estaban dejando salir todas esas lágrimas, de la nada, solo salían, mientras trataba de mantener sus labios juntos—. Quiero ayudarla pero no puedo. —Ben se sentó con ella en el sofá y pegó la cabeza de su pecho—. De verdad quiero ayudarla pero no puedo hacer nada.
Silencio, él solo acariciaba su hombro.
—Nina está fría conmigo. Ya no quiere ser mi amiga.
—¿Te lo dijo?
—Me dice cosas hirientes cuando la busco, después dice que es porque se preocupa por mí. —Valeria se limpió la nariz—. Aunque no lo creas, tú eres el único que no me juzga.
Valeria se levantó de su regazo y lo miró a los ojos. Él estaba serio. Sin decirle nada. Estaba bien. Ya no sentía que guardaba miles de cosas. Los problemas no se habían ido pero se sentía tan ligera como una pluma. La Sombra acarició su mejilla y después deslizó su mano hasta su cuello, para volver a colocar la cabeza de ella en su regazo.
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El domingo, Valeria fue con un vestido de encajes que le quedaba un poco más por encima de los tobillos a la Iglesia. Su cuello ya estaba visible, las «marcas de amor» habían casi desaparecido y permanecían ocultas por su cabello. Ben había prometido hacerlas en otras partes, porque ella no podía andar por ahí con esos colores decorando su piel.
Allí, después de que se levantó de orar a Dios para que un milagro ocurriese y no perdieran la casa, vio a Gregorio parado detrás de ella. Como si él fuera el milagro que Dios le mandó.
—¿Gregorio?, ¿qué haces aquí? —le preguntó. A la verdad, él le había pedido disculpas un millón de veces después de aquel horrible enfrentamiento. Sin embargo, aún escuchaba sus palabras. «Eres una zorra, nunca lo olvides.»
Mientras oraba, Valeria había estado llorando, su cara estaba roja y sus ojos llorosos.
—¿Qué pasa contigo, Valeria? —le preguntó y acarició su mejilla.
—Nada. —Volteó la cabeza y salió de la iglesia, no quería faltarle el respeto a Dios, y además, las chicas del Monte Nazaret la estaban mirando mal.
—¿Venías a buscarme a mí? —le preguntó cuándo estuvieron afuera.
Gregorio exhaló.
—Mira, siento que has cambiado, para mal, no eres la misma.
—Te equivocas, he sido Valeria García toda mi vida. ¿Acaso mi nombre ha cambiado?
—Tú sabes a qué me refiero. No te hagas la que no sabes nada, porque lo sabes.
Valeria hizo un mohín evasivo, siguió caminando a su casa.
Gregorio le siguió detrás.
—Ben sigue siendo mi amigo, y lo conozco más que tú, Valeria, él no te quiere.
Valeria se detuvo, él no sabía nada, ¿de qué hablaba?
—Por favor, Gregorio, no seas como Nina, como todos si lo supieran. —Valeria se manifestó exhausta—. Por favor, trata de entenderme. Eres el único que podría ser mi amigo ahora.
Gregorio suspiró.
—Yo no podría ser tu amigo, Valeria, tú sabes que me gustas, mucho, no voy a dejar de intentar estar contigo.
—¿Aun si ya sabes que entre Ben y yo hay algo? ¡Ustedes son amigos desde pequeños!
Gregorio relamió sus labios.
—¿Por qué llorabas?
—No me cambies el tema.
—Voy a tratar de hablar de nuevo con él, te lo prometo. ¿Es eso lo que quieres?
No, no quería eso. No le había pedido nada, él había venido donde ella.
Valeria empezó a caminar otra vez.
—También trataré de ser tu amigo.
—¿Sin querer aprovecharte?
—Exacto. —Le sonrió—. ¿Por qué no lo hacen público?, ¿Por qué él me echaba las porras para que te invitara a salir si ya estaba contigo?
Valeria miró sus pies, y después se cruzó de brazos.
—No quiere compromisos, y creo... creo que es lo mejor, ¿sabes? Todo secreto, por favor, no se lo digas a nadie.
—No lo haré.
Siguieron caminando en silencio, Valeria se echó el cabello hacia atrás y dejó escapar un grito frustrado. Sin que sonara lo suficientemente alto para que las personas alrededor lo escucharan, pero si para que Gregorio lo hiciera.
—¿Qué pas...?
—Necesito un trabajo. —Valeria lo cortó.
—¿Un trabajo, tú?, ¿para qué?
—En un horario vespertino.
Gregorio miró hacia delante y después sonrió mostrando su dentadura.
—Voy ayudarte —le sonrió.
La sonrisa fue contagiosa. Valeria lo miró sin poder creerlo y también sonrió.
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Cuando Valeria pasó por el frente de la casa de Marian, se dio cuenta de que Nina estaba con Rose y Argentina. Cuando cruzó miradas con Nina inmediatamente volvió el rostro y fijó la mirada en el camino. No quería hablar con ella, mucho menos mirarla. La extrañaba mucho. Era su mejor amiga en todo el barrio. Pero aun así, estaba un poco resentida. Sin importar la razón, Valeria siempre la había apoyado en todas sus decisiones, incluso la había cubierto. Por eso no entendía por qué le era tan difícil hacer lo mismo con ella, se suponía que eran mejores amigas.
—Tengo algo que decirte —dijo Nina apresurada a la espalda de Valeria.
Ella se dio la vuelta y siguió caminando de espaldas.
—¿Sobre por qué La Sombra es malo para mí?
—Sí. —Atravesó su brazo por el hombro de Valeria, dándole la vuelta—. De hecho, te tengo muchas razones, he investigado toda su vida, solo por ti, porque me preocupo por ti.
Valeria no sabía mucho de él. Si vagaba por los recuerdos de su mente lo recordaba jugando con los muchachos del barrio, pero nunca relacionándose con ella, y en ese entonces a ella no le interesaban los chicos.
—Tienes segundos antes de que te haga callar.
—Su mamá se suicidó, la encontraron ahogada en la bañera de su casa, ¡donde vive ahora La Sombra! Y su papá, su papá se casó con una mujer mayor y multimillonaria de una empresa conocida, no sé por qué, pero La Sombra no quiere saber de ninguno de los dos, aun así, él mantiene a La Sombra. —Frotó el dedo índice con el pulgar refiriéndose al dinero—. Hace unos meses él abuso de las drogas y no se sabe si las sigue utilizando. Y hay una chica que dice que está saliendo con él, su nombre es Laura. Y es muy linda.
—Bueno, ¿quieres que yo crea todo?
—Pregúntale entonces. ¿Acaso no recuerdas a la policía cuando su mamá murió haciéndole preguntas a todo el mundo?
¿Cómo lo iba a hacer? Era tan solo una niña de diez años. A ella no le hicieron preguntas. Cuando escuchó que una señora había muerto ni siquiera le dio importancia, además, sus padres no le contaron ni dejaron que se acercara a ese lugar por más de una semana.
—Y si es así, ¿qué tiene de malo?
—¿A parte de que te podría estar engañando con otra... y que es un drogadicto? Valeria —la miro totalmente seria—, él va a joderte la vida y tú lo vas a dejar, por favor, ¡despierta!
Valeria se estrujó la cara y siguió caminando rápido, su corazón latía fuerte, como si no aguantase más, basta de amigos por un rato. Basta de todos.
Por un momento, ni La Sombra, ni nadie, solo estar sola... y respirar.
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Sobre este cap que inicia un poco lento. Pasa a lot of things, la hipoteca, que Nina rechace a Val cuando quiere desahogarse, Gregorio queriendo volver a hablar con Val y después Nina contándole todo ese veneno de La sombra (todo es verdad, al menos, algunas cosas).
Vienen cosas nuevas en el próximo capitulo. Me limito a decir esto.
Otra vez, gracias por leer. Me hacen muy feliz.
No se olviden comentar y votar si les gusto el capitulo y tienen algo que decir/preguntar sobre él.
Los veo después :)
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