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⟢8⟣


Taehyung despertó un poco agitado y acalorado, aún estaba oscuro afuera y al mirar su reloj se dio cuenta de que eran cerca de las tres de la mañana. «¿Qué rayos? ¿Por qué tengo una maldita erección?», pensó cuando notó el bulto en los pantalones de chándal que utilizaba para dormir. Hacía tiempo no se hallaba tan caliente y necesitado como ahora. Con todo lo que había pasado últimamente y su lobo recibiendo tantas emociones una detrás de la otra, supuso que su cuerpo estaba demasiado tenso como para pensar en el sexo. Entonces ¿por qué ahora que estaba solo reaccionaba así?

Sin más remedio, entró en el cuarto de baño de su hotel para darse una ducha de agua fría y calmarse un poco. Sin embargo, aquello no resultó muy bien y a su pesar, terminó tocándose mientras se maldecía por pensar en los suaves besos de Jungkook y la tersa piel de Jimin.


Jungkook no se movió, no reaccionó, ni siquiera cerró los ojos o respiró al sentir los labios de Jimin sobre los suyos.

Pero, joder, eso solo duró un par de segundos, porque casi de inmediato estaba respirando el aliento contrario y reclamando su boca cual elixir de vida. Metió su lengua y rozó la contraria con posesión, mas cuando esto le ganó un gemido apagado de Jimin, se detuvo con brusquedad al sentir un cosquilleo de excitación en su miembro.

«No, no puede ser. E-Esto no está bien», incluso en sus pensamientos tartamudeaba.

-Alfa... -llamó el rubito.

«Si no está bien entonces ¿por qué se siente tan bien, tan correcto?». Jungkook no podía creer a su lobo ahora mismo. Su corazón estaba latiendo tan rápido y sus emociones estaban por todas partes. Sin embargo, si de algo estaba seguro, era de que no podría resistirse a Jimin por mucho más tiempo.

-Jimin. -Lo tomó por los hombros y lo encaró, pero el Omega solo miraba sus labios con las pupilas dilatadas-. No sabes lo que dices. E-Estás en celo y no puedes pensar con claridad ahora.

El azabache cerró el grifo, alcanzó su toalla y se envolvió de la cintura hacia abajo; su erección comenzaba a doler.

»Regresa a tu habitación, Jimin, por favor.

Hizo ademán de salir y apenas había dado unos pasos el Omega lo alcanzó y se abrazó a él por detrás.

-No quiero. -Y Jungkook casi pudo ver el puchero contrario-. No me iré. Me quedaré contigo... Es adonde pertenezco.

La seguridad con la que Jimin pronunció esas palabras golpeó al Alfa con la fuerza de un rayo. Las manitos del rubio se deslizaron ahora por su torso mojado, acariciando todo a su paso, apretándose más contra él. Pudo sentir su corazón latir errático y un suspiro abandonar su boca. Y Jungkook supo que estaba perdido, ya no tenía caso luchar contra lo que era inevitable. Solo esperaba no estar cometiendo el error más grande de su vida, porque si esto era solo físico y se estaba dejando llevar por el momento caliente de un celo en su máximo esplendor, más de una persona saldría herida.

Sin embargo, justo ahora, mientras se volteaba y admiraba la exótica belleza del Omega que lo seducía, se dio cuenta de que no podía, y no quería dejarlo ir. Por eso volvió a unir sus bocas, volvió a probar sus exquisitos labios y sin pensar en lo que podría suceder mañana, lo alzó en brazos y se dirigió a su cama.

Aún seguía sin creer lo que ocurría mientras depositaba el cálido cuerpo sobre el colchón y se instalaba entre sus piernas, con sus antebrazos apoyados a cada lado de la rubia cabellera del Omega.

»Jungkook... -jadeó Jimin-. Haz algo... por favor -pidió al tiempo que alzaba sus caderas y se fregaba contra el menor.

El Alfa estaba más que sorprendido. ¿Cómo era esto posible cuando el Omega tenía su pareja y además estaba marcado? Bajo circunstancias normales, el rubio debía estar rechazando y prácticamente huyendo de cualquier otro Alfa que no fuera su pareja, aún más su destinado. Sin embargo, aun cuando lo envolvía el crudo deseo, Jimin lo reconocía, clamaba por él, sabía quién era. Y Dios, dijo que le pertenecía, y Jungkook no quería hacer otra cosa que poseerlo, todo él.

Mientras el azabache se inclinaba para besarlo con suavidad, mas con ansias infinitas, el Omega se movió para retirar la toalla húmeda que resguardaba la desnudez contraria. Gimió encantado cuando Jungkook no se opuso y lo besó en el cuello, y al frotarse contra él una vez más notó su muy despierta erección.

El Alfa se incorporó para mirarlo, sus ojos llenos de lujuria y adoración. Se hallaba dividido a más no poder, pues por un lado la poca cordura que le quedaba le advertía que esto no terminaría bien, y por otro su lobo se imponía, exigiéndole que esto era correcto.

»Alfa -lloriqueó el rubio una vez más.

-Sshh -le calmó mientras con sus dedos atrapaba el mentón del Omega-. Ya sé, Jiminie, ya sé...

Jungkook se deshizo de la camisa del pijama que cubría a Jimin, la cual era de Tae, y aunque sintió algo en su pecho encogerse, su lobo no parecía disgustado con eso. Sabía que el mayor estaba desesperado por satisfacer esa necesidad tan primitiva de ser llenado y complacido. Pero él se tomaría su tiempo para besarlo y acariciarlo, y prepararlo para que lo recibiera gustoso. Su miembro estaba duro y buscaba alivio; solo podía gruñir cada vez que Jimin se rozaba contra él.

El aroma del Omega era como una caricia insinuante de la que no podía escapar y sus gemidos bajitos la melodía perfecta para sus oídos. El azabache se dedicó a explorar el cuerpo contrario, besando y tocando por todas partes; sin embargo, se detuvo cuando sus labios se posaron en la cadera de Jimin.

Sintiendo que el Alfa se alejaba, el rubio se inquietó de inmediato y su mirada implorante se encontró con la de Jungkook.

-¿Alfa?

Jungkook vio un puchero en aquellos preciosos labios y enseguida se unió a ellos.

-No iré a ningún parte, cariño. -El apelativo se deslizó entre sus bocas antes de que pudiera darse cuenta.

-¿Lo prometes?

-Lo prometo -concedió el menor después de darle un piquito.

Se levantó para hurgar en uno de sus olvidados cajones y sacar un condón, por su mente cruzó la idea de que necesitaría más de uno, pero decidió que esa no era su prioridad ahora. Cuando se volteó para volver a la cama, sus ojos se maravillaron con la vista tan divina del Omega en su cama. Jimin yacía sobre las suaves almohadas, sonrojado y caliente, con la camisa de Tae abierta y mostrando su pecho, su vientre y su rosado y erguido miembro. Jungkook no iba a negar que se le hizo la boca agua.

Mientras se acercaba y se instalaba entre sus piernas, trató de ignorar la culpa que intentaba roerlo. Era tarde para eso, porque no había manera de resistirse al chico bajo él. Y aunque se mantenía cauteloso, sabía que su lobo nunca se equivocaba. Podría no entender muy bien lo que sucedía, pero no estaba equivocado.

Jimin sentía que toda su piel quemaba y su entrepierna dolía, además de que estaba empapado con el lubricante natural que brotaba de su entrada. Aún en su bruma de confusión y calentura, podía ver con claridad que quien depositaba suaves besos en sus muslos desnudos era un muy caliente Jungkook. En alguna parte de su cerebro sintió un tirón de angustia y culpabilidad, pero su lobo rasguñaba ansioso por ser tocado y poseído en más de una forma y no entendía cómo era posible. No obstante, dejó de pensar con coherencia cuando la boca contraria se tragó su hinchado pene y un dedo comenzó a circular su apretado y rosadito anillo húmedo.

El Alfa saboreaba la tersa carne en su boca y ahora hundía dos dedos en la estrecha abertura del mayor, quien se retorcía sin cesar y emitía sonidos de placer inentendibles, aunque su nombre se le escapaba de vez en cuando. Cuando Jimin tuvo tres dedos dentro, que se deslizaban con facilidad, Jungkook se apartó un poco y se apoyó en sus rodillas para luego colocar los anchos muslos de Jimin sobre los suyos; su entrada muy cerca de su desatendido pene. Entonces tomó el condón, lo abrió con sus dientes y lo deslizó por su extensión; habría disfrutado muchísimo no usarlo y correrse dentro del Omega, pero no era buena idea dejarse llevar por su lobo deseoso de hacerle buenos bebés.

Jimin, más expuesto que nunca, movía sus caderas ansioso por recibir al azabache, que ahora movía juguetonamente la cabeza de su pene por su entrada.

-Jungkook... -protestó-. Alfa...

El menor sonrió y le agarró ambas piernas, las unió y las levantó hasta apoyarlas en uno de sus hombros. Entonces, comenzó a penetrarlo con lentitud; la punta venció el primer anillo y luego le fue más fácil continuar su invasión. Jimin jadeó y apretó las sábanas bajo él, se sentía bien ser llenado así. Joder, se sentía más que bien. Una vez que el ardor desapareció y se acostumbró a la intrusión, el rubio se removió un poco, aunque no tenía mucha movilidad que digamos. Por suerte, el Alfa se apiadó de él y comenzó a retirarse con lentitud, solo para embestirlo otra vez, y otra.

Aumentando el ritmo con cada estocada, Jungkook se sentía en el cielo al ser apretado así. Jimin lo recibía sin reservas y sus paredes se amoldaban a él sin dificultad, era como si en verdad le perteneciera. De pronto, le asaltó la necesidad de reclamar sus tiernos labios, así que detuvo sus movimientos y sin salir de él, abrió las piernas del rubio para acercar sus torsos, apoyarse en sus antebrazos y por fin besarlo. Esto solo provocó que Jimin enredara sus piernas en su cintura y su miembro se hundiera más profundo en él, arrancándole un gemido que fue absorbido en aquel beso voraz.

-Ji-Jimin... -El azabache gimió su nombre cuando el placer lo embargó y las pequeñas uñas del Omega dejaron marcas en su espalda.

El rubito gimoteaba y soltaba dulces suspiros, casi deliraba, pues Jungkook golpeaba su punto dulce a un ritmo constante. Y Jimin se corrió con un grito y esparció su líquido blanquecino por ambos vientres y pechos. Solo pudo girar su cabeza y exponer la suave y tentadora piel de su cuello para deleite del Alfa, llamándolo, invitándolo; como si su cuerpo o sus labios no hubiesen sido suficientes.

Pero el azabache no lo supo, no se dio cuenta de que sus ojos se volvieron de un vivo escarlata y que al mismo tiempo que su nudo se hinchaba en el cálido interior del mayor y él se corría con abundancia, sus colmillos salían a relucir y se clavaban en la unión entre el cuello y el hombro del chico. Allí donde un Alfa marcaba a su pareja. Allí donde él estaba marcando a su Omega.

El lazo se formó inevitablemente, aunque en realidad, ya existía; solo que antes no podían darse cuenta de su conexión.

Los ojos azul brillante de Jimin hallaron los rojos de Jungkook después de que él había limpiado la herida. Sus lobos se veían ahora sin barreras y sin dudas. Desnudos, satisfechos, unidos; como siempre debió haber sido.


Taehyung no había estado tranquilo en todo el viaje de regreso a casa. No podía creer que había pasado un par de días muy productivos y agradables en la conferencia y el último día todo se estaba yendo a la mierda sin razón aparente. «¿Será porque estoy lejos de ellos?», se preguntó. Supuso que esa era la única explicación lógica para su estado, aunque debía admitir que no se sentía como aquella vez que fingió por tanto tiempo no necesitar a Jungkook.

Ahora la sensación era diferente, como si se hubiese perdido de algo de lo que debía formar parte, aunque esa idea sonaba muy tonta en su cabeza. Solo sabía que no podía esperar a llegar para recibir un tierno beso de su Omega y un apretado abrazo de su Alfa, cosas que hace una semana le habrían sonado ridículas e incómodas. Si bien nada más habían pasado tres días, parecía una eternidad lejos de sus destinados.

Gracias a Dios no tuvo problemas para encontrar un taxi apenas salió del aeropuerto, pero todo el trayecto estuvo inquieto, nervioso. Llegando al lobby del edificio y saludando al guardia de seguridad con una sonrisa, Tae entró en el ascensor privado que iba directo al penthouse. Una vez que marcó el código y entró, casi de inmediato, el agradable aroma de Jungkook y Jimin lo envolvió como una niebla casi palpable. Dios, los había extrañado, muchísimo. Sin embargo, tuvo la ligera impresión de que sus olores parecían combinarse, tal vez demasiado. Y quiso ignorar el nudo que comenzaba a atascarse en su garganta.

La puerta de la habitación que ocupaba con Jimin estaba abierta y vacía; la cama una maraña de almohadas, ropa y sábanas, tanto que parecía...

«Un nido», pensó Tae mientras tragaba con dificultad, forzando al nudo a bajar.

Continuó su camino por el pasillo, sintiéndose algo aturdido no solo por la mezcla de aromas sino por las feromonas que permanecían en el aire. «¿Qué está pasando? ¿Qué significa todo esto?». Ni siquiera podía dilucidar lo que su lobo estaba sintiendo. Y cuando su mano temblorosa se alzó para apretar la manija de la puerta y al fin abrirla, ese nudo en su garganta casi lo asfixió.

«No. No es posible».

Taehyung encubrió un jadeo con su mano y observó con horror dos cuerpos semidesnudos sobre la cama, sus pieles llenas de marcas, sus cabellos alborotados, sus olores definitivamente mezclados.

No supo cuánto tiempo estuvo allí mirando, hasta que sus piernas le permitieron moverse y retroceder; mas terminó casi tropezando con la alfombra del piso y chocando con la lámpara de pie que estaba cerca. El leve sonido interrumpió la quietud y el silencio en el dormitorio, y casi al instante, los ojos de Jungkook se abrieron. Sus miradas se encontraron en cuestión de segundos y sentimientos inexplicables cruzaron por sus ojos.

-Tae... -El susurro rasgado de Jungkook y su ademán de incorporarse despertaron al rubio a su lado.

-Dime que esto no está pasando... -La voz del castaño se quebró.

-No es lo que piensas, Tae. -Jungkook se puso de pie y comenzó a vestirse mientras Jimin mantenía su mirada fija en el castaño.

-Te acostaste con mi Omega. -Y ahora, su voz de por sí grave, parecía un rugido contenido-. ¡Te acostaste con mi maldito Omega, Jungkook!

Entonces, Jimin también reaccionó y trató de explicarle:

-Tae Tae...

-¿Cómo pudiste, Jimin? ¡¿Cómo pudieron traicionarme así?!

El castaño no podía creerlo, debía ser un error, una pesadilla, un producto de su imaginación y sus inseguridades. Su cuerpo colapsó y no pudo evitar retroceder y apoyarse contra la dura y fría pared tras él.

»Claro... Debí saberlo -admitió secamente-. Era yo quien sobraba.

-No digas eso, Tae, escúchame por un minuto -replicó Jungkook, quien ya tenía puestos los primeros pantalones que encontró.

-Solo estaba en medio... y como el fenómeno que soy, nunca encajaría entre ustedes dos -continuó Taehyung, mas parecía estárselo diciendo a sí mismo.

Sus propias palabras hacían eco en su cabeza, sus emociones encontradas le embargaban y acallaban a su lobo, quien estaba intentando decirle algo; pero Tae no lo escuchó. De lo único que era consiente ahora era el dolor inmenso que se instalaba en su pecho, pues siempre había sentido que no formaba parte de nada, que no pertenecía a ningún lado; y ahora, acababa de comprobarlo. Tal vez su destino no era más que hacer de puente para que ellos dos se acercaran.

Después de todo, Jungkook era un Alfa y Jimin un Omega, y él... él solo era un trozo de persona inútil que estaba incompleto, siempre le faltaría algo.

-Taehyung...

Sintió manos sobre sus brazos y las apartó algo brusco. Era Jimin.

-¡No me toques! -casi gruñó-. ¡No te acerques siquiera!

Como poseído por la rabia, se apartó hecho una furia. Si ya el daño estaba hecho, qué más daba.

»Solo estaban esperando el momento oportuno, ¿verdad? O quizás ya lo habían hecho a mis espaldas ¡y me vieron la cara de estúpido todo este tiempo!

-Tae Tae, ¡basta! No es así -insistió Jimin-. Si nos dejaras...

-¿Explicar? ¿Qué me vas a explicar, Jimin, si ya he visto más que suficiente? -Y le señaló la reluciente y nueva marca en su cuello.

El rubio no pudo evitar cubrirse un poco la zona con su mano, todo había sucedido tan rápido que apenas había podido asimilarlo.

-Tae, por favor...

Una risa mordaz escapó de los labios de Taehyung.

-¿Cuántas veces le has abierto las piernas a otros, Chim, eh? ¡Porque estoy seguro de que nunca fui lo suficientemente Alfa para ti!

El sonido inequívoco de una fuerte cachetada resonó en todo el dormitorio. Taehyung pestañeó un par de veces antes de llevarse una mano al rostro y tocar la mejilla que comenzaba a enrojecer. Sus ojos enfocaron al Omega frente a él, quien derramaba lágrimas en silencio luego de haberlo golpeado.

-No te atrevas a decir eso de mí, Kim Taehyung -masculló entre dientes, ofendido y más que dolido-. No cuando yo acepté todo de ti sin reprocharte nada... Así que cuando estés dispuesto a escuchar lo que tengo que decir, búscame; mientras tanto, no tenemos nada de qué hablar.

Jimin abandonó el dormitorio con el rostro cubierto de lágrimas.

Taehyung guardó silencio, pero le lanzó una mirada cargada de recelo al azabache.

-Nunca creí que reaccionarías así... -musitó el Alfa-. Sé que esta no es la mejor de las circunstancias, pero si no vas a escucharnos, entonces Jimin tiene razón... No tenemos nada de qué hablar.

Jungkook terminó tomando una camiseta cualquiera y también salió del dormitorio ignorando el aullido ronco de su lobo, quien ahora, con el corazón dividido, clamaba por dos. No tenía ningún deseo de dejar solo a Tae, no obstante, podía casi ahogarse en el aura de tristeza y rechazo que emanaba del castaño. Con pasos lentos y lágrimas amenazando con brotar de sus ojos, el Alfa se obligó a sí mismo a salir también del penthouse.

Una vez en el aparcamiento y dentro de su auto, se permitió echar su cabeza hacia atrás y llorar en silencio. Le parecía que había cometido un error y al mismo tiempo sabía que no era así. Jimin le pertenecía, lo había aceptado durante su celo y no se había resistido a su mordida; era su Omega. Sin embargo, ni él ni su lobo tenían dudas de que Taehyung también lo era.

Solo en aquel lugar, sin Jimin o Jungkook, a Tae le parecía que no podía respirar con normalidad; no podía siquiera tragar ese horrible nudo que se había instalado en su garganta y una sensación de frialdad le envolvía el corazón. Aun así, acabó deslizándose hasta el suelo, enseguida sus manos agarrando los mechones sueltos de sus cabellos.

Lloró, de rabia, impotencia, decepción. No supo cuando tiempo estuvo allí sentado, lamentando ser lo que era. ¿Era justo? No lo creía. La Diosa Luna no podía jugar así con él, con ellos. ¿Para qué hacerlo sentir como que finalmente las cosas iban a ir bien? ¿Por qué darle esperanzas de que podría llegar a ser feliz? ¿Acaso no merecía un poquito de lo que tenían los demás?

Ese remolino de preguntas lo asfixiaba y si no salía de aquella habitación terminaría teniendo un ataque de ansiedad. Se odiaba por ser tan estúpido, tan iluso; personas como él no merecían siquiera haber nacido. Se levantó de su posición en el suelo y se secó las lágrimas como pudo. Salió del lugar como un cascarón roto que es desechado sin más propósito,.

«Es mejor no existir», se dijo mientras salía al sol opaco de la tarde y sintiendo la piel de su mejilla arder con la suave brisa; las nubes grises haciendo amago de querer llorar junto con él. Vagó sin rumbo fijo, las calles concurridas parecían contener un mar de gente borrosa que ni siquiera notaba su presencia, menos sus lágrimas. ¿Y por qué habrían de hacerlo? Si él no era nadie que valía la pena. Sus pies se arrastraban por el pavimento como si hubiese estado caminado por horas y horas, y solo notó que había llegado a su antiguo departamento cuando sacó las llaves de su bolsillo en modo automático.

El lugar no estaba vacío, pero se sentía así. Era curioso que llevara tan poco tiempo viviendo con Jungkook que ahora su casa le parecía extraña y ajena. Muchas cosas habían sido guardadas en cajas y los muebles estaban cubiertos con sábanas blancas para evitar su deterioro. La tenue luz del atardecer se colaba por las ventanas de cristal e iluminaba la estancia, dándole cierto aire de melancolía.

El castaño creyó que ya había llorado lo suficiente, pero de nuevo sus ojos picaron y su lobo chilló en su interior, reclamándole la ausencia y el desconsuelo que sentía. ¿Qué se suponía que haría? ¿Ignorar el hecho de que ellos lo habían traicionado?

Sin embargo, mientras se acurrucaba en el sofá y cerraba sus ojos, no pudo evitar admitir que ese pensamiento era, tal vez, bastante egoísta de su parte. Después de todo, ellos nunca se habían quejado por tener que compartirlo. Y aunque un celo y una marca eran algo mucho más serio que un par de besos compartidos, Tae sabía que había algo más que estaba pasando por alto.

No obstante, el agotamiento del viaje, las emociones enfrentadas y la larga caminata surtieron efecto y se quedó dormido al fin.

*Nota*
Wueno, wueno, ya vieron el rumbo que va tomando esto. No los juzguen, ¿sí? Es complicado.

Espero les guste. Perdonen la demora y regálenme su estrellita.

Besitos y abracitos 😘🤗

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