Capítulo 22: El secreto de Clio
Aegea escuchó unos sollozos en la habitación de Maquia y no pudo contenerse. Sabía que la semidiosa nunca lloraba, pero alguien lo estaba pasando mal y ella era incapaz de ignorar el sufrimiento de los demás. Aegea era así, siempre se preocupaba por el bienestar de todo el mundo. Por eso era una curandera tan buena.
Entró en la habitación y vio a Clio llorando sentada semidesnuda sobre la cama. Había un quitón tirado a sus pies y otras piezas de ropa esparcidas por todo el suelo.
- ¿Clio?
Clio quiso pedirle que se fuera, pero no le salían las palabras. Aegea cerró la puerta y avanzó hacia ella lentamente.
- ¿Qué ocurre? - le susurró en el tono cariñoso de una madre.
- Maquia...
Clio no fue capaz de seguir articulando palabras. Aegea la abrazó y le acarició el pelo. Poco a poco fue logrando que Clio se tranquilizase lo suficiente para volver a hablar.
- Se nota con toda la ropa. - lloró.
- ¿El qué?
Clio apartó de su vientre la tela blanca con la que se había estado ocultando. Tras hacerlo estalló en llanto de nuevo. Llevaba semanas tratando de disimularlo y ocultarle la verdad a Maquia. Se había distanciado de ella todo lo posible y ya no dejaba que la viese desnuda, pero su vientre no dejaba de crecer cada día que pasaba y era evidente que estaba embarazada.
- Clio...
Aegea quiso tocarle el vientre, pero Clio no se lo permitió.
- Tienes que ayudarme. Maquia me va a odiar.
- ¿Quién es el padre? - preguntó Aegea.
Clio no quiso responder. Se llevó las manos a la cabeza de pura desesperación.
- Clio, habla con Maquia. Lo entenderá. - le frotó la espalda.
- No, nunca me perdonará. Yo... ¡Le he fallado! - se volvió a ocultar con la tela, avergonzada - ¡La he traicionado!
- No digas eso, Clio.
- ¡¿No puedes ayudarme?! - le rogó.
Aegea negó con la cabeza.
- Ven, vamos a vestirte.
- No quiero, Aegea. No quiero salir de aquí.
Aegea la besó en la cabeza.
- Deberías habérmelo dicho antes.
- Nadie lo sabe. Solo tú. Y no quiero que se lo cuentes a nadie.
- Clio, es hora de que te enfrentes a la realidad.
Dos lágrimas resbalaron por sus mejillas y cayeron sobre la tela.
- Te diré qué vamos a hacer. Hoy es un día de fiesta, así que te vas a poner guapa y vas a reunirte con todos en el pueblo. Te lo pasarás bien y luego, por la noche, hablarás con Maquia y se lo explicarás.
- ¡No me perdonará!
- Maquia te ama, Clio.
- Y yo a ella. ¡No sé en qué estaría pensando!
Aegea la besó de nuevo y se levantó para recoger las piezas de ropa más flojas que logró encontrar. La ayudó a vestirse y le limpió las lágrimas de la cara.
- Ahora vamos al puerto.
***
Myron despertó y no encontró a nadie a su alrededor. El apartado de los esclavos estaba vacío, y la puerta, abierta. Se preguntó si se habrían fugado sin despertarle, pero eso no tenía mucho sentido. Era cierto que no había sido muy amigable con ellos, pero tampoco creía que lo hubiesen abandonado solo por ello. Salió al exterior y miró el cielo. Era mediodía y nadie le había despertado.
- ¿No te avisaron?
Miró al frente. Hatria lo miraba sonriente. Llevaba el vestido corto que usaban las guerreras de Anemos para la batalla y una espada de madera. Myron se quedó en silencio, expectante.
- Hoy hay combates en el ágora. - explicó - En honor a Ares.
Myron miró la espada de Hatria. Se negaba a hablar con ella, pero se moría por preguntar por el arma de madera y burlarse de ella. La guerrera le leyó los pensamientos:
- Si muriese alguien, no sería una fiesta, ¿no crees? Bueno, sí, pero ya hemos perdido a mucha gente. - rio - Ven conmigo, te gustará.
Myron avanzó con ella y juntos descendieron hacia la ciudad. Hatria estaba muy contenta. Hacia tiempo que no peleaba y se moría por demostrar que seguía siendo la mejor alumna de Maquia tras Jantias.
- Ya se celebraba mucho antes de la llegada de Maquia, pero fue ella quien obligó a los hombres a aceptarnos en los combates. Al principio, siempre ganaban. Ahora nos reímos de ellos. - sonrió.
Myron tenía muchas preguntas, pero seguía enfadado con Hatria. Le estaba costando resistirse porque Hatria estaba de muy buen humor, y él, por primera vez en mucho tiempo, también lo estaba. En aquel momento ni le dolía el brazo. Sentía curiosidad por la festividad y las luchas de las que Hatria le estaba hablando.
- Los hombres de esta isla son todos unos inútiles.
- ¿Por eso no te has casado?
Hatria sonrió. No le gustaba la pregunta, pero le alegró que Myron al fin volviese a hablarle.
- No es eso. Nadie se casaría conmigo.
- ¿Por qué? Eres joven y hermosa.
Hatria no pudo evitar sonrojarse. Hacía mucho tiempo que nadie la halagaba.
- Porque no puedo tener hijos. Pero no me importa. - dijo antes de que Myron pudiese compadecerse de ella - Hay muchas otras mujeres en Anemos en mi situación. Nadie sabe por qué. Algunos dicen que es el precio que hemos pagado por nuestra libertad, pero es mentira. Anemos ya tenía baja natalidad antes de que Maquia se hiciese con el control de la isla. De hecho, gracias a todas las extranjeras y a las esclavas que Maquia ha liberado, la población está volviendo a crecer lentamente. Cuando no nos atacáis los espartanos, claro. - sonrió - Además, a los hombres no les gustan las mujeres más fuertes que ellos. Por eso no me he casado.
Myron y Hatria llegaron a la ciudad. a medida que se acercaban al ágora aumentaba el bullicio. En el centro, Maquia y Jantias estaban librando un tenso combate.
- ¿Los esclavos también pueden pelear? - preguntó Myron sorprendido.
- Jantias es una excepción. Maquia lo entrenó en persona.
Maquia le golpeó la nariz a Jantias con la espada de madera. Entonces Myron encontró al resto de esclavos animándolo.
- ¡Vamos, Jantias! - le gritó Aksios.
- ¡Esta vez es la tuya! - lo animó Rastus.
Delia estaba sentada sobre un banco y Azov le hacía de sombra. Myron y Hatria se acercaron a ellos.
- ¿Qué nos hemos perdido? - preguntó Hatria.
- Llevan mucho tiempo luchando y esta es la primera vez que se tocan. - contestó Delia - Jantias lo está haciendo muy bien.
Maquia paró un golpe de Jantias y le pisó un pie. El esclavo hizo un pequeño gesto, no de dolor, sino de frustración por ser incapaz de derrotarla. Nunca le había ganado, pero siempre era un rival digno. Quería que esa fuese la vez, quería que todo el mundo lo viese ganar a Maquia. No por ambición, sino por hartazgo. Quería ser él el aclamado por una vez en la vida.
Maquia empujó al esclavo hacia atrás con su espada, y por una casualidad del destino, miró hacia la entrada del ágora. Aegea y Clio acababan de llegar y su amada parecía triste. Solo las observó por un par de segundos, pero bastó para distraerla y Jantias cargó contra ella. Aunque detuvo a medias el golpe, de haber luchado con espadas de metal, Jantias le hubiera hecho un profundo corte en la pierna. La gente enmudeció y ni siquiera Jantias se podía creer que hubiese sido capaz de tocarla. Maquia era una semidiosa, pero ver a Clio triste la había hecho desconcentrarse. Ella era su debilidad.
Pero Maquia no iba a dejar que Jantias le ganase, así que empezó a contraatacar lanzando golpes muy seguidos, rápidos y fuertes. Jantias apenas fue capaz de contenerlos. Maquia logró alcanzarle la muñeca. Si hubiese sido un combate real, Jantias hubiera perdido la mano. Maquia le dio un puñetazo en la mandíbula y tras eso le proporcionó un codazo en la nariz. Jantias tuvo la mala suerte de morderse la lengua y la boca se le empezó a llenar de sangre. Cambió la espada de mano para que la pelea fuese más justa, dado que en teoría la habría perdido, igual que Maquia arrastraba la pierna como si le hubiese hecho un corte. Volvían a estar relativamente igualados.
El esclavo empezaba a sentirse cansado y sabía que Maquia no volvería a cometer el error de distraerse. Le sangraba la boca y comenzaba a sospechar que la nariz también, pero aun así no se permitió desanimarse. Quería ganar. Se abalanzó sobre ella, y aunque estaba usando la mano izquierda, logró hacerle perder el equilibrio. Le puso la zancadilla y estuvo a punto de hacerla caer. Maquia lo conocía muy bien y sabía que a Jantias le gustaba derribar a sus contrincantes de esa manera. Por desgracia para ella, Jantias también había aprendido un poco sobre la forma de luchar de Maquia tras tanto tiempo practicando. Como sabía que Maquia siempre atacaba de una forma poco predecible, rápida y fuerte, siempre estaba preparado para que el golpe le llegase de cualquier parte. Se conocían demasiado bien, y por eso la lucha se estaba alargando tanto.
De no haber tenido la pierna "cortada", Maquia le hubiese devuelto la zancadilla, pero al final se decantó por algo mucho más simple: le "clavó" la espada en la cabeza. Jantias estaba fuera de combate. Pensando en la complicada jugada que Maquia le estaría preparando, se olvidó de lo fácil que era ir directamente a por su cabeza descuidada. Al final, un ataque de principiante había servido para derrotar a todo un campeón. Jantias gruñó.
- Maldita sea...
- Lo has hecho bien, Jantias. Hoy has estado bastante mejor que yo. - lo premió con unas palmaditas en el hombro.
- Siempre descuido mi cabeza. - se reprochó a sí mismo - Y es lo más importante. Un error de novato...- se limpió la sangre que le estaba cayendo por la nariz.
La gente aplaudió con fuerza, tanto a la vencedora como al vencido. Maquia buscó a Clio entre la gente. Cuando la encontró, quiso ir hacia ella, pero Myron se interpuso en su camino.
- Quiero luchar contra tí, Maquia. - dijo el esclavo - Si gano, me liberarás. Si ganas tú... bueno, ya se te ocurrirá algo.
- Yo nunca rechazo un combate, espartano, pero tengo asuntos que tratar con Jantias.
- ¿Yo? - preguntó Jantias, que todavía seguía intentando controlar la hemorragia de su nariz y su lengua.
- Pero si eso es lo que deseas, - continuó Maquia, ignorando a Jantias - Clio podrá representarme. Confío plenamente en ella.
Maquia le lanzó su espada de madera a su amante. Clio la atrapó en el aire, pero negó con la cabeza:
- Maquia... No quiero luchar. No me encuentro bien... - dijo.
Maquia supo entonces que algo realmente malo le estaba ocurriendo. Clio jamás hubiera perdido la oportunidad de patear a un espartano.
- ¿Y no puede esperar? - preguntó Jantias.
Realmente el esclavo no tenía ganas de hablar con Maquia. Solo quería volver con sus amigos y que la nariz le parase de sangrar.
- No. - contestó Maquia, muy seria - Hatria, ¿lucharás tú contra él?
Todos los presentes miraron a la guerrera. Ella no podía rechazar el combate. Aspiraba a ser algún día la mano derecha de Maquia y no luchar contra Myron podría ser considerado cobardía, pero ella realmente no quería hacerle daño. El espartano tenía el brazo roto y solo podría luchar con su mano izquierda. Tampoco quería enfadarlo de nuevo, y menos ahora que había vuelto a hablarle. Myron casi le rogaba con la mirada que aceptase: quería tener la oportunidad de recuperar su libertad.
- ¿Y bien? - dijo Maquia.
- Sí...
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