Capítulo 31. El doble dragón tatuado
Capítulo dedicadísimo a Angel-Hechizada. Ya sabes por qué, amiga.
Carlos
—Hogar, malvado hogar —cantó Maddy desde atrás. Luego puso una mano sobre el hombro de Carlos—. Bueno, algo lo extrañé tengo que admitir. ¿Tú no, Carlitos?
—No.
Respondió secamente.
—Seguramente. Has estado de visita en los últimos días. ¿Por qué extrañarías esta penosa islita? —Viendo la cara de sorpresa de Carlos ante el comentario, sonrió aún más ampliamente—. Escuché ciertas cosas interesantes.
Jay y Evie voltearon.
—¿No será más bien que esa traidora de la hija de Hades te fue con el chisme? —le escupió Evie con el ceño fruncido—. No hay duda de que se divirtieron planeando esa emboscada.
Maddy alzó una ceja y se quedó mirando un tanto a Evie. Abrió la boca para responder, sin duda con un comentario fastidioso, pensó ella, cuando de la nada se oyó un grito proveniente del callejón que lleva al Palacete de Yzma.
—¡Maddy! —gritó entusiasmada una chica de aspecto podrido... y eso era decir poco. Era Ginny Gothel, que corrió a saludar a su líder de pandilla.
—¿Cómo van las cosas aquí, eh? Espero que no se hayan divertido demasiado sin mí —le dijo Maddy, haciéndolos detenerse.
—No te perdiste de casi nada —respondió la otra, blanqueado los ojos—. Ya veo que nosotros sí —señalándose a su vez con un chico recargado afuera de un bar. Seguido, les echó un vistazo rápido a los VK's— Me encanta tu variedad de prisioneros, Maddy, si bien faltó... cierto príncipe pomposo en este espectáculo.
Fue entonces que por primera vez en mucho rato la mirada de Mal destelló.
—Eso ya lo tenemos cubierto —reveló Maddy, frunciendo con picardía los labios.
Ginny se cruzó de brazos con complicidad y no preguntó nada más, pero Carlos comprendió de inmediato que había algo más que raro allí. ¿A qué exactamente se refería Maddy con eso de que lo "tienen cubierto"?
No pudo pensarlo demasiado, ya que Jay le pegó con el hombro para llamar su atención y notó que las calles repentinamente ya no estaban tan vacías. En cuestión de nada, habían comenzando a surgir personas de las casas de latón de la cuadra y de gente que dejaba los abarrotados puestos (increíblemente, ya que los ladronzuelos salen hasta por las piedras) para acercarse a ver. Incluso vio venir de los callejones que se ocultaban por el Bazar varias calles más allá otras caras que reconocía de sus clases y en los pasillos del Palacio del Dragón.
Pero no se quedaron a oír lo que decían, porque Madam Mim los hizo caminar. En pocos minutos, Carlos vislumbró el imponente pero destartalado Bar del Inframundo y a su vez venir de allí varias personas más por si no fueran suficientes las que los habían seguido desde cuadras atrás.
—Vaya, parece que el heroísmo ya es cosa del pasado.
A ese comentario le siguió un escándalo de risitas. Y, por supuesto, solamente se le venía a la mente una desagradable persona con tanto sarcasmo junto.
—Zea, qué mala eres. Están haciendo un esfuerzo por darnos una buena impresión —replicó malévolamente otra chica, refiriéndose claramente a sus atuendos—. Hasta la reina se ha rebajado a nuestro nivel.
—Y qué calladita está, ¿no? —habló uno de la pandilla de la hija de Úrsula—. ¿Será que le comieron la lengua los ratones de Cenicienta?
A continuación se dispararon como espuma los murmullos llenos de malicia y burla. No obstante, en algo tenían razón, Mal no había dicho ni mu desde que los emboscaron Mim y su nieta. En un inicio, Carlos se asustó, porque conociéndola estaría al tú por tú con Madam Mim y Mad Maddy por más prisionera que fuese, pero ahora que la había notado salir un momento de su ensimismamiento deseaba meterse testarudamente en la cabeza que Mal estaba demasiado ocupada maquinando uno de sus grandes planes como para ponerse a reñir con la altiva de Maddy. Pero, de no ser así, ya se veía otra vez durmiendo en el cuarto de lavado del Castillo de Vil.
Estaban dejando atrás el bar de Hades, cuando el chico se dio cuenta que Mal se había quedado atrás.
Maddy también se percató.
—Tú, haz caminar a tu amiguita, ¿sí? Y que sea rápido —le ordenó a Jay, chasqueando los dedos.
Jay se enfureció ante el gesto, pero terminó dándose la vuelta.
—¿Será que Mal trae algo entre manos? —le susurró Carlos a Evie, haciendo un esfuerzo por no prestar atención a las filosas miradas a su alrededor.
Evie se relamió los labios con nerviosismo. Simplemente ninguno podría dar por hecho que un plan de Mal se basara precisamente en el silencio. Finalmente, ella negó con la cabeza con pocas ganas. Carlos tuvo la sensación de que a él le estaba costando igual aceptar que ni Mal los iba a sacar de esa.
Decidió apartar la mirada de la de Evie para no vomitarse ahí mismo del miedo, pero se acabó topando con algo aún más extraño que Mal no siendo Mal.
—Eh, Evie... ¿es malo que ese póster tenga una gran equis en donde antes decía Señora de las Lagartijas? —la hizo voltear y por la cara que puso Evie después supo que no estaba siendo demasiado exagerado con lo que se le había pasado por la mente.
—¡Jay! ¿Por qué tardas tanto? Nada más trae a esa perdedo...
Maddy dejó en suspenso sus palabras para inmediatamente empezar apartar a la gente con brusquedad. Todo aquel bullicio de hasta hacía unos segundos se transformó en un extraño silencio. Carlos y Evie buscaron la razón de que cesaran tales habladurías.
Lo que hallaron fue a Mal desmayada en el suelo y a Jay señalándoles una singular marca de piel en el antebrazo de la reina, el cual tenía como protagonistas a dos feroces y familiares dragones enfrentándose en una lucha épica que tenía como inscripción
EL MAL
SIEMPRE
ESTÁ
VIVO.
Madam Mim estaba que echaba llamas por los ojos al encontrar a Mal así, tanto que consiguió a gritos y delirios que la multitud se dispersara y la zona quedara parcialmente desierta. La gente estaba tan asustada por la varita que sostenía la vieja bruja que sin rechistar huyeron como ratas a sus agujeros. Era obvio que aquello no formaba parte de su plan por lo histérica que se puso y también que los habitantes de la Isla estaban tan ensimismados que ni siquiera razonaron que bajo la cúpula la varita de Merlín era inservible. Algunas personas nada más se quedaron mirando desde los tejados y balcones, o agazapados en los callejones.
Los únicos que no se intimidaron ante Mim fueron los VK's. Ellos se mantuvieron acuclillados a lado de Mal lo más que pudieron hasta que los guardias los alzaron a la fuerza lejos de ella.
—¡Yo soy la bruja más poderosa de todos nosotros! ¡Esto debían decírmelo! —dijo enloquecida a ninguno en especial—. ¡TUVE QUE HABERLO HECHO YO!
—Ha vuelto... —dijo Evie con el latido de corazón a mil por hora, sin prestar ya atención a la rabieta de Madam Mim.
Evie quieta como una estatua, miraba a Mal con los ojos a punto de anegarse en lágrimas. Jay y Carlos no estaban menos sorprendidos (y asustados). Parecía que a los tres les acabara de caer una roca en la cabeza.
—Mal estaba aterrorizada, pero no por la emboscada o Madam Mim —decía Carlos con el corazón en un puño—. Era por su madre.
—Tal vez no precisamente por su madre —Jay los miró intensamente y alternativamente a Mal.
Entonces Madam Mim repentinamente pareció tranquilizarse. Ahora los observaba con una sonrisa de satisfacción, como si acabara de reparar en que ellos seguían allí y que su maldad no podría interrumpirla nada ni nadie.
Le hizo un gesto a su nieta y ella asintió. Seguido, Maddy llamó a Ginny Gothel, quien se había quedado conversando con otros chiquillos de la Isla en la entrada al Bar del Inframundo. Cuando Evie se dio cuenta que las dos chicas se dirigían hacia Mal, la preocupación se apoderó de su pecho. ¿Acaso pensaban llevársela a otro lado?
—¡No! —exclamó Evie tratando de llegar hasta Mal, pero ágilmente Mad Maddy se interpuso en su camino al tiempo que sacaba una espada. La espada que se le había caído a Jay cuando los interceptaron el día anterior.
—¿Adónde, exprincesita de la Isla? —la amenazó la chica.
—No van a llevársela.
—Yo creo que sí —le replicó con arrogancia, balanceado levemente la espada en el aire—, es nuestra prisionera. ¿Creíste que los trajimos solo de paseo?
Jay rechinó los dientes con un enojo tan grande como la avaricia de su padre.
—Eres una...
—¿Bruja? ¿Malvada? ¿Loca? —le ofreció la otra, riéndose a carcajada limpia—. Perdón, ¿pero no era eso lo que ustedes toda su podrida vida aquí quisieron ser?
—Sobre todo nuestra querida reina —se metió Ginny Gothel con la saña preparada en la boca—. Qué fácil es un día pavonearse por la Isla regodeándose de ser hija de quien es y al otro creerse la heroína de un país solo por no haber sido lo suficientemente fuerte para hacer lo que tenía que hacer.
—Eso no fue así —le discutió Carlos con firmeza.
—¿Lo dices tú, Carlos? ¿Que no eras tú el que antes se escondía detrás de lo que fuera con tal de no tener a Mal en frente? —replicó Ginny a su vez.
Carlos frunció el ceño, dispuesto a debatirlo, cuando la temperamental de Madam Mim apuró a las dos chicas. Entre las dos, de inmediato la levantaron del suelo y la sostuvieron. Apenas los tres dieron un paso para intentar una última vez impedir que se la llevaran, volvieron a ser acorralados por Madam Mim y sus gigantes guardias.
—No tan rápido, queridos. Ha llegado su momento de al fin hacer su parte.
—¿Eso qué cobras quiere decir? —preguntó Jay receloso, sin dejar de ver el rumbo que Maddy y Ginny tomaban con Mal entre ellas.
—Que están por robar algo más letal que una varita mágica.
Luego de dejar atrás La Ruta de los Inmortales, se adentraron de lleno en la zona más concurrida de la Isla de los Perdidos. Fue ahí que, extrañamente, la vieja bruja les quitó la soga de las manos, no sin antes recordarles que su adorada reina estaba en sus manos y cuidaran sus movimientos muy bien (aparte de que los guardias de Mim se mantenían a sospechosa distancia). La gente los miraba con curiosidad desde sus casas o cuando los veían pasar, pero seguramente por la incertidumbre de ver a una de las brujas que se largó varios días atrás, no se atrevieron a acercarse mucho.
En pocos minutos vieron ante ellos el panorama nada bueno que los aguardaba. El Faro Destrozado, que nada más tenía que significar eventualmente una cosa: los túneles subterráneos. Madam Mim los observó a la expectativa, pero ellos se vieron entre sí y retrocedieron casi por instinto. Haber sospechado lo que deseaban Mim y los villanos de ellos era una cosa, pero ahora que realmente estaban allí, se preguntaban seriamente qué iban a hacer para librarse de esa situación.
—Olvídelo, no vamos a hacer eso —es lo que comentó Carlos.
—Ya lo han hecho ¡y lo volverán hacer! ¡O serán comida de dragón!
—Si por lo menos hubiera un dragón aquí... —le peleó Carlos entre dientes con evidente enojo.
—¡Carlos, cállate! —lo regañó Evie, pues sabía perfectamente que lo último que debían hacer era provocar a la vieja bruja.
Sin embargo, Carlos estaba enfadado con todo aquello. ¿Desde cuándo ellos tenían como única opción dejarse derrotar?
Madam Mim dio pasos amenazadores hacia él.
—Ya lo veo claramente. Estaré honrada de que el mismísimo hijo de Cruella sea el primer héroe en ordenarle entrar a esos túneles para demostrarnos esa repentina valentía.
Sorprendentemente, Carlos no se echó atrás o se escondió detrás de Evie o Jay, sino que le dio la cara a la bruja.
—Si tanto desea ir por su talismán, ¿por qué no lo hace? No nos necesita a nosotros. ¿Que no es algo que ya ha hecho antes?
El atrevimiento de Carlos debió ser recompensando por un empujón a los cocodrilos de ser una circunstancia diferente, y aunque la cara colorada de la bruja era tan brutal, gritando a voces que ella misma estaba a nada de tirarlo al agua, no lo hizo.
—Ese viejo cascarrabias de Merlín conjuró un sortilegio que nos prohíbe la entrada a nosotros. ¿Pero qué tal a sus héroes?
Madam Mim mantenía sus ojos fijos en Carlos, quien sabía que tenía que decir algo ya o lo aventarían sin miramientos a la bahía.
—Primero queremos a Mal aquí.
No obstante, no fue a Madam Mim a quien tomó desprevenida lo que dijo, sino a Jay. No era que asumiera que Carlos fuera una cobarde..., eso era imposible tomando en cuenta los lugares horripilantes que había pisado y de los cuales había encontrado el modo de salir cada vez, pero en las últimas horas lo había visto amistarse tanto con dar el paso al frente que algo creció peligrosamente en su interior. ¿Sería posible levantarse aún para ir a combatir a los monstruos que los criaron?
¿De verdad?
Carlos lo estaba intentado. Quizá no pensando en ir corriendo a pararse delante de Cruella, pero sí por Mal.
Madam Mim fingió considerarlo.
—Hagamos un mejor trato. Ustedes van y abren la entrada para mí y yo prometo no tocarle un pelo a la hija de Maléfica —propuso con la varita apuntando al pecho de Carlos.
Evie se rió de mal talante.
—Seremos muy aliados de Auradon ¿pero se le ha olvidado que crecimos aquí? ¿En serio? —ilustró la chica con impaciencia—. Con los pies en esta isla, esa varita es menos que un palo. Es nada.
El tono poco amable de Evie le dijo al hijo de Jafar algo más: era momento de ponerse rebeldes.
Pues de pronto, Jay cayó en la cuenta de quién era. Era un chico de la Isla de los Perdidos. ¿Quién más era sino? Mal podía ser la intimidante de los cuatro, la que era capaz de ser maleducada con el villano que se le antojara y no preocuparle el resto, pero ellos no dejaban de tener el carácter que tenían solo por no tener el rugido de Mal de su lado.
—No tiene a los prisioneros correctos —subrayó Jay, llamando de sopetón la atención de Madam Mim.
—¿De qué hablas, muchacho? —preguntó.
—Sabía que era una bruja torpe, ¿pero acaso a usted y a ese patético Hombre Sombra no se les ha pasado por la cabeza que el rey Ben ha valorado el riesgo que supondría que incluso nosotros pudiéramos entrar? —repuso Jay.
—La hija de Maléfica y su entrometido rey han bajado a los túneles recientemente. Y hoy ustedes harán lo mismo o...
—Seremos comida de dragón. Entendido —terminó Jay. Miró a la lejanía, hacia el punto en el cual cavaron el agujero que los llevaba a la Cueva de los Malditos.
Tenía que pensar en algo rápido. Mal y Ben eran los únicos que podían bajar a las Catacumbas Infinitas según tenía entendido. Si ellos intentaban hacer lo mismo y no lo conseguían, lo mejor que podía pasarles entre todo aquel horrible panorama era ser zambullidos en la bahía con los cocodrilos.
—Esto es todo. Ser comida de un dragón que ni siquiera está aquí o de un cocodrilo que sí y nada bajo nuestros pies. Perfecto —Evie murmuraba a lado de Jay. Se mordió el labio—. Buen momento para que los Antihéroes no aparezcan, ¿eh? —dijo sarcásticamente.
Jay volteó a ver a Evie rápidamente.
—Hasta ellos están paniqueados por el regreso de Madam Mim —maldijo Carlos—. ¿Han visto que apenas alguien ha intentado seguirnos hasta aquí?
Evie asintió, pensando que debió haberse esforzado más en detener a Mad Maddy y a Ginny Gothel antes. ¿Y qué si ellas llevaban una espada? Pudo haber hecho hasta lo imposible para que la llevaran a ella también.
Volteó a ver a sus amigos y se detuvo en la cara de Jay, que tenía algo extraño que en un principio no supo descifrar, pero que luego le pareció que era ¿rebeldía?
—¿Qué estás planeando?
Pero el chico no alcanzó a contestarle porque Carlos empezó a ser encaminado a la fuerza por Madam Mim hacia un afloramiento de piedras y justo detrás de él, ella y Jay.
Por órdenes de la bruja, entre los tres se pusieron a hacer a un lado las rocas que cubrían la entrada a los túneles. Ya ahí, vislumbraron ante ellos.... nada. Con los ojos entornados, se quedaron viendo, solo para después reparar en la cara desconcertada de Mim.
No había ningún agujero por el cual bajar. La entrada estaba completa e irreparablemente sellada.
—Se lo dijimos. Ni siquiera nosotros podemos bajar —Jay sonrió y se paró.
—¡No pudieron dejar los talismanes enterrados! ¡Sobre todo el mío! ¡El de la Magnífica Madam Mim! —explotó. Se acercó mucho a Jay—. Tú, ¿por qué antes dijiste que no tengo a los prisioneros correctos?
—Porque es así. Solo hay una persona que puede ayudarle a conseguir su preciado poder de vuelta y no es ninguno de nosotros.
Jay sabía que era arriesgado, pero aun así tenía que intentarlo. Era eso o no volver a ver a Mal y a Ben jamás.
—Es Yen Sid.
Madam Mim le sostuvo la mirada un poco más.
Evie y Carlos lo miraban boquiabiertos.
—Siendo el líder de ese grupito tan vergonzoso no sería raro —sopesaba Madam Mim—. Nunca perteneció a gente como nosotros.
Luego rió de contenta, hasta dulcemente, lo que rayaba en una maldad verdaderamente impredecible. Les ordenó caminar de vuelta al puente y fue al esposarles una mano a cada uno a la baranda que Evie y Carlos entendieron por dónde marchaba toda esa artimaña de su amigo de cabellera larga.
Porque la villana ahora iba en busca de Yen Sid al Palacio del Dragón... y ellos en busca de una salida.
En cuanto desapareció con sus gorilas cabezas huecas, Evie notó cómo Jay jaló con todas sus fuerzas la baranda con el fin de romperla y así liberar las esposas del puente, pero apenas los cocodrilos se erigieron amenazantes, Carlos le dijo que dejara de intentar, porque sino ahora sí estarían perdidos hasta la médula.
Jay soltó un largo suspiro y se recargó incómodamente sobre el puente.
—Si Mad Maddy le hace algo... —se enfureció Jay y luego soltó un montón de improperios entre los que destacaba «Maldición» y «brujas de la escoria».
—No creo que le hagan nada —dijo Carlos. Llevaba pensando en eso desde que vio la escenita de Madam Mim afuera del bar de Hades—. Sea lo que sea que planeen, es con los cuatro juntos. Esta fue una excepción.
—Sí, pero ahora ese es el asunto. No sabemos qué planean y qué piensan hacer con nosotros. Con Mal y Ben.
Evie no aguantó más y se echó a sollozar sobre su regazo posterior a dejarse caer sentada sobre el puente. Se llevaba aguantando el nudo en la garganta desde que vio a Mal tendida en el suelo con la piel blanca como el papel y la marca de su madre tatuada en el antebrazo como burla, como si fuese la más grande ironía del siglo.
Tal vez porque en realidad lo era.
—Esto apesta —soltó Jay con voz ronca, golpeando con furia la baranda.
—Básicamente en una noche destruyeron todo lo que es bueno y hermoso —comentó Carlos, mirando un punto perdido en la bahía.
Cayó un silencio pesadísimo sobre ellos. Carlos siguió contemplando la laguna, Evie miraba su bolsa de corazón que pese a todo seguía atada sobre su estómago con el libro de hechizos de Mal, y Jay no apartaba la vista de ambos.
—Están enojados conmigo —afirmó, sabiendo que aquello en realidad no venía a cuento, pero creyendo que era ridículo estar los tres en una situación tan fea como esa y no sentirse los VK's de siempre.
—Bueno, ahora da igual, ¿no? No es momento para rencores. Al menos de parte de nosotros no —respondió la Princesa Azul.
Carlos se encogió de hombros... y sonrió un poquito.
—Es cierto que te portaste como la basura más grande de la Isla de los Perdidos, pero también es cierto que ayer estuviste para Mal. Ben te lo agradecería —expresó con sinceridad—. Yo te lo agradezco —lo último casi susurrando.
Evie se acarició la mejilla con la rodilla.
—Y mientras tanto, nosotros estamos aquí atados a un puente y a la vigía de una bruja más loca que la otra.
Ni Carlos ni Jay dijeron algo. Era verdad que estaban rodeados de circunstancias espantosas. Y ni siquiera ser apresados había sido la peor de ellas.
A los pocos segundos, Evie volvió a hablar y esta vez casi en tono de súplica.
—¿Creen en serio que volveremos a verla? —le preguntó a los dos.
—¿Por qué no lo haríamos? —contestó Jay sentándose a un lado de ella—. Les fastidiamos el plan también. No solamente Mal.
Evie asintió.
Carlos se sentó también.
—¿Se la habrán llevado al Castillo de las Gangas? ¿A la Cabaña de la Magnífica Mim? —preguntó E.
—No, hay algo extraño en todo esto —dijo Carlos—. Mim estaba hecha una furia cuando Mal se desmayó e hizo que su nieta y la otra se le llevaran rapidísimo de la escena. Como si algo en su plan se le acabara de arruinar.
—Eso tiene sentido. Porque, bueno..., ¿por qué será que no querría que los de la Isla vieran a Mal así? Al cabo lo que deseaba era humillarnos, ¿o no? —razonó también Jay.
Evie no lo había meditado así hasta entonces. Estaba por decir algo, cuando Carlos le dio un pequeño puntapié y un instante después se descubrió a sí misma tratando de hallar algo por dónde su amigo la orientó a mirar. Casi enseguida identificó a uno de los nietos de Lady Tremaine. Anthony. Apostaba a que los estaba mirando, a pesar de no estar segura por la distancia.
Lo comprendió pronto. Los estaba vigilando. Seguramente Madam Mim los estaba poniendo a prueba. Tal vez quería divertirse, ver qué hacían si pensaban que se habían quedado solos. Lo más curioso era que al menos ella apenas había reparado en ese hecho con todas sus posibilidades.
—Podremos estar atados a un puente, Evie —empezó Jay—, pero hemos estado en otros rincones oscuros antes y hemos logrado salir.
—Y si queremos ayudar a Mal y a Ben de verdad, tenemos que hacer algo antes de que Madam Mim o inclusive la pandilla de Maddy regresen.
Evie se sintió fatal por haberse derrotado tan pronto.
—Haizea.
—Ya. Pero Haizea no es de la pandilla de Mad Maddy, Ev. Tiene la suya propia, ¿que no te acuerdas? —replicó Carlos.
—¿La chica guapa hija de Hades? —preguntó Jay.
—No, la chica embustera hija de Hades —corrigió el pecoso en tono de desagrado.
—No me refería a eso —intervino Evie—. Debo estar loca, pero definitivamente no.
—¿No? —expresó Carlos con confusión.
—Quiero decir, quizá sea la única opción que tengamos —aguantando el aliento, lo soltó tal como si lo que aventara fuera una bomba—. El confiar en ella.
Por la forma de Carlos de verla, Ev entendió que desde ya la estaba tachando de loca.
Y no lo culpaba.
—Si vamos a esas, creo que Jace y Harry son mejor opción.
—Por favor, ¿Jace y Harry? Ellos no podrían pasar ni por delante de Madam Mim sin salir corriendo en dirección opuesta, sin mencionar el hecho de que tienen menos cerebro que una lechuga.
Carlos empezó a protestar, cuando Jay los interrumpió.
—Un momento, ¿qué tienes contra Haizea?
El hijo de Cruella de Vil hizo una mueca de fastidio, pero la deshizo en cuanto recordó que Jay no sabía que Haizea había decidido sacar su cara podrida al final. Así que entre Evie y él le contaron un poco sobre le emboscada. Jay pareció avergonzarse en algún punto, porque reparó en el hecho de que era una aventura digna de los VK's y era la primera vez que no había estado allí.
—¿Y crees que Maddy tuvo que ver también en eso? —Jay preguntó a Evie—. ¿Fue por lo que le reclamaste hace un rato?
—Me salió en el calor del momento. Ahora que lo pienso, no sé cómo podría ser de tal modo.
—Yo la vi cuchichear afuera del Bar del Inframundo con Ginny y Anthony. No lo sé, pero eso a mí me da de qué sospechar. Quizá sí sería peligroso confiar en ella.
—¿Más peligroso que esto? —No hubo respuesta. Evie prosiguió—. Además, antes de ese giro de villana malvada se portó bien con nosotros. En especial con Mal y Ben. Hasta las manzanas pueden caer del lado equivocado del árbol de vez en cuando, ¿no?
Jay se recargó más en el puente, sin saber bien qué pensar.
Carlos, sin embargo, volvía a poner esa cara de que acababa de acertar con algo.
—Cuando la aldea se empezó a arremolinar antes a nuestro alrededor, todos a excepción de la pandilla de Mad Maddy parecían extrañados de vernos ahí como prisioneros de Madam Mim. Pero hubo alguien más que no: Haizea.
—¿Piensas que de verdad está en tratos con Mad Maddy? —El tono de Evie era de desconcierto.
—No estoy seguro, pero Jane me habló de algo que Haizea le gritó antes de cerrar del todo la barrera —comentó—. Que Mal se arrepentiría de irse. ¿Se referiría a... esto? —cabeceando para señalar sus ataduras al puente.
Evie intentó analizar ese nuevo trozo de información, cuando en esta ocasión fue Jay quien le dio un pequeño golpecito con el hombro. Volvían a señalarle a Anthony. Pero en esta ocasión no estaba solo, la detestable de Ginny Gothel estaba con él. Apenas unos segundos después (para su mala fortuna), se empezaron a dirigir hacia ellos.
Los tres VK's se levantaron. Ginny y Anthony incluso desde antes de pisar el puente ya estaban riéndose a carcajada abierta.
—Los héroes de Auradon encadenados a un mugriento puente —ella torció la mandíbula—. Es una pena que la reinita esa haya aguantado tan poco. La cosa entonces sería más divertida.
Ginny se cruzó de brazos y les sonrió con altanería.
—¿Dónde está? —dijo Jay.
—Por ahí, ¿qué importa? —dio como respuesta la chica—. Tal vez esperando un beso que no llegará.
—Estás podrida —Evie viéndola con asqueo.
—¡Ah! ¿Entonces ya no me puedo reformar, princesita? —Fingiendo tristeza. Le dio un vistazo a su compañero de pandilla, poniéndose una mano al pecho—. Y yo que pensaba liberarlos a cambio del cuentito ese que inventaron en Auradon.
—Te burlas demasiado para ser solo una secuaz más de los villanos —provocó Jay—. En cambio, nosotros lograremos quitarnos estas cadenas y...
—¿Ustedes tres? ¿Y sin ayuda de Mal?
Al revisar el efecto que el comentario desató en los VK's fue tan increíblemente efectivo, continuó.
—Maddy, Anthony y yo seremos los primeros hijos de villanos en mostrarle a Auradon lo que es la miseria, algo que ustedes por débiles se negaron a hacer.
Evie soltó una risotada.
Ginny Gothel frunció la cara, enfurruñada.
—¿Es eso lo que Mad Maddy les dijo? ¿Que tomarán Auradon con ella? ¿Por qué los querría a ustedes cuando tiene a la mismísima hija de Hades de su lado?
Carlos notó a ambos pandilleros extrañarse, lo que lo hizo llegar a la conclusión rápida de que si Haizea realmente estaba del lado de Maddy, esos dos no estaban ni enterados. En un segundo momento, Ginny empezó a caminar hacia Evie con el enojo hirviéndole hasta las pestañas, cuando la hija de la Reina Malvada le metió el pie y no la hizo caer por un pelo a la bahía.
—Vas a pagar muy caro eso, princesita —la amenazó, apartándose temblorosamente de las barandas a las que se había sujetado.
—¿Qué quieren? —preguntó Carlos secamente.
Ginny y Anthony se miraron.
—Uf, eso no es nada amable, De Vil, mejor que cuides ese tono —respondió Anthony con su galante sonrisilla—. Pues no mucho, a decir verdad. Nada haría que nos perdiéramos sus caras cuando la abuela de Maddy regrese y les ordene darle la espalda de una vez por todas a su amado Auradon.
—Primero nos aventamos a un lago envenenado a que eso ocurra —determinó Evie.
—Oh, créeme, eso no será necesario —apuntó Ginny—. Hasta podría decirse desde ya que los héroes de Auradon son... historia. —luego se inclinó más hacia los VK's y musitó—: En especial para Auradon.
Evie, Carlos y Jay intercambiaron miradas y fruncieron el ceño con confusión.
La sonrisas de satisfacción de la hija de Madre Gothel y Anthony Tremaine se hicieron aún más socarronas cuando volvieron a fijar su vista en ellos, como presumiendo de saber algo que obviamente los VK's desconocían. Anthony recargó una mano en la baranda y se viró junto con su compañera de pandilla hacia el Faro Destrozado, de dónde inesperadamente surgieron Madam Mim y sus grandullones secuaces.
—Bueno, como hubiese dicho Mal en otros tiempos, ¡diviértanse allá adentro en el infierno, chicos! —Ginny se dio media vuelta sin mirar atrás. Anthony la siguió. Claro que no se alejaron mucho.
Carlos tuvo un mal presentimiento de todo aquello. A Jay y Evie les costaba como a él no darle vueltas a los últimos comentarios de Ginny Gothel.
Desde antes de arribar al puente, Madam Mim ya los miraba como quien mira a una presa antes de atraparla entre las redes. Pero Evie, Carlos y Jay se mantuvieron firmes. Como Mal hubiese hecho. Se dijeron que no iban a dejarse vencer por el miedo, aunque estuvieran muertos de él.
—Nos vamos.
Los VK's se extrañaron del cambio tan repentino de la bruja. Se miraron entre sí, pero finalmente fue Jay quien decidió hablar.
—¿A qué cobras está jugando, Mim?
Madam Mim sonrió tan ampliamente que de no ser porque seguía en la Isla y no convertida en un dragón de seis metros, hubieran jurado que ya tenía en posesión su talismán.
—Ya lo verán, queridos. ¡Lo verán muy pronto! Pero la pregunta ahora es: ¿quieren sí o no ver a su reina?
Recelosos, tardaron su tiempo en contestar, pero no tenían duda, estar los cuatro juntos era lo más importante.
—Entonces mejor no hagan ningún movimiento estúpido —les advirtió. Ellos asintieron y enseguida la vieja les ordenó a sus gorilas liberarlos del puente.
Habiéndolo hecho, volvieron a encaminarse. Carlos, Evie y Jay notaron casi de inmediato que el camino que seguían no les estaba gustando nada.
No había más que un duende en el mohoso Muelle de los Duendes. Jay dio un pequeño traspié y chocó con la desagradable criatura. Le pidió una disculpa a medias en su lengua, pero la criatura gruñó y soltó algunas palabrotas. El chico de los mil trucos sin inmutarse tanto prosiguió el camino.
Madam Mim les señaló una barca atada a las aguas verdosas del muelle; ahí, acostada, estaba Mal. Nunca habían experimentado nada parecido a la sensación de alivio que los embargó al verla. Como si el alma les hubiera vuelto al cuerpo súbitamente. Mal parecía estar bien. Con una sonrisa que haría añicos hasta las peores de las desesperanzas, se apresuraron a llegar hasta allí. La barca estaba tan pegada a tierra firme, que se quedaron acuclillados en el límite para contemplarla.
Lo primero que Carlos hizo al llegar a lado de su amiga de cabello morado fue comprobar que estuviera respirando. Para su alivio, solo estaba profundamente dormida.
—Les voy a dar a elegir entre subir o no —Mad Maddy apuntó significativamente a Mal—. Supuestos héroes, ustedes deciden.
Ellos voltearon lentamente a verla. Mad Maddy seguía empuñando con fuerza la espada que le había robado a Jay y Madam Mim no dejaba de verlos, como retándolos. Evie cerró un momento los ojos, luego los puso sobre su mejor amiga; lo mismo que Carlos y Jay. El trío se miró una sola vez y lo que vieron en los ojos del otro bastó para poner un pie en el pequeño barco sin vacilar, aunque con tal decisión estuvieran en cierto modo aprobando su propia perdición.
—¿Y Ginny? —preguntó Maddy a alguien más en el muelle. En cuanto escucharon la voz altiva y pomposa de Anthony respondiendo, supieron que Maddy no iba a ser a la única que iban a tener que soportar durante el viaje.
Anthony llegó a la barca y se subió del lado de Maddy.
Entre Jay y Carlos acomodaron a Mal en una postura más cómoda y Evie ofreció su hombro como la almohada de su amiga.
Un duende arrancó, rumbo a donde comenzó mucho para Mal, Jay, Carlos y Evie.
La Isla de los Malditos.
Jay
Jay todavía podía recordar el día en que dejó de verle a Mal el doble dragón tatuado. Desapareció, así de simple. Ocurrió al día siguiente de la coronación de Ben. Obviamente no se aguantó la curiosidad y le preguntó a Mal. Ella simplemente contestó que podría tener que ver con su enfrentamiento con su madre y con que acabara convirtiéndola en un reptil. Pero a Mal no le interesó indagar más, así que tomaron su suposición como definitiva.
—Están muy callados, ¿eh? ¿Será que a ustedes también les quitaron la voz? —Ellos no le hicieron caso. No querían caer en sus provocaciones. La voz de Maddy sonrió—. Como a su reina.
Voltearon tan rápido a mirarla, que se arrepintieron al instante de oír esa risita suya tan cantarina y cruel. ¿Sería que...?
Automáticamente posaron la atención sobre Mal.
—La hechicé poco antes de que se dieran cuenta que su amiguita Freddie en realidad se trataba de mí. Ya saben, un simple truco de ilusión —explicó petulante.
Los VK's, mientras tanto, la miraban como si la imaginaran siendo aplastada por una roca enorme venida de un acantilado.
Y de no ser porque Evie tenía medio recargada a Mal, juraba que se quitaba el tacón para aventárselo en la cara a esa bruja de la escoria.
Maddy continuó hablando mal de ellos en sus narices y Anthony no paraba de hacer chistes disque graciosos para molestarlos con ese tono tan insoportable y presumido. En algún punto, Jay se percató que el viento soplaba más frío y se alegró de tener su gorrito de lana. Aun así, decidió quitárselo y ponérselo a Mal. Pensó en que Ben se lo agradecería y que, de estar despierta, ella mejor se lo pondría a Carlos y preferiría ella refugiarse en los brazos del amor de su vida... si tan solo Ben estuviera ahí.
Las nubes también se veían más espesas y lúgubres. Al chico le dio la sensación de que la Isla de los Perdidos nunca le había parecido tan bonita como ahora, pues la niebla que tuvieron que cruzar antes de llegar al Muelle de los Duendes se fue desvaneciendo poco a poco y pronto ya estaban adentrándose a territorio de espinas, tantas que los tres sintieron un vacío abismal en el estómago.
El cielo parecía incluso verdoso. Les dio un escalofrío. Era el hogar de la bruja más vil que conocían.
A partir de ya, podía decirse que tenían el agua hasta el cuello.
Anthony fue el primero en pararse en cuanto la barca se detuvo. Maddy no se paró ni se bajó hasta que los VK's lo hicieron. Era mala malísima, pero lista. Jay viendo que ese engreído de Anthony hizo el amago de cargar a Mal, lo apartó de un empellón y él mismo la cargó en brazos, mascullando algo sobre el respeto a las casadas enamoradas.
—¿Y qué? ¿Les gusta? —preguntó insidiosa Maddy.
—Por un instante deja ese molesta maña de ironizar las cosas, ¿de acuerdo? Si vamos a pasar aquí un buen tiempo, por lo menos déjanos respirar un segundo de eso—le exigió Evie, teniendo en cuenta que Mad Maddy, su pandilla y todos los villanos detrás estaban enterados a la perfección de su pasada aventurilla en ese lugar.
—Uy, pero qué temperamento, princesita —dijo Anthony.
—Ya verás como ese carácter se pudrirá cuando te resignes a que pasarás lo que reste de tu patética vida aquí, Evie —la miró de arriba abajo con evidente regocijo.
—Y tú verás —terció Jay, confrontándola— cómo Mal te sellará esa boca en cuanto...
—¿Mal? —se carcajeó como en eco la chica—. Bueno, Jay, si te sirve de consuelo, estoy segura de que dormida es más hábil con la magia que despierta. Su madre debe estar pataleando de la vergüenza por tener una hija tan débil.
Las caras de los tres se pusieron rojas del enojo. Ellos conocían lo fuerte que era Mal y nunca lo habían apreciado tan poderosamente como después de las bóvedas. Por fin, Maddy se volteó y encaminó hacia el camino menos suicida para llegar a la fortaleza. Los chicos no tuvieron más remedio que seguirla. El suelo era tan resbaladizo y en algunas partes tan rocoso, que Jay juntó sus mayores esfuerzos para pisar firmemente a cada paso.
Cuando al fin vislumbraron el Puente de Maléfica, estaban que se morían del cansancio. La primera vez que habían llegado a esa parte del tenebroso castillo el puente estaba roto, aparentemente, sin embargo, en esta ocasión se veía completo de principio a fin.
—Nada más que un puente, ¿eh? —acertó a comentar Jay.
—Nada más que un puente —confirmó Carlos.
Anteriormente había sido un puente mágico por el hecho de que el castillo en aquel entonces estaba despierto gracias a la magia que se había filtrado desde el agujero arriba de la casa del árbol de Carlos. Lo que quedaba ahora no era más que una tenebrosa fortaleza.
Cruzaron en silencio. Incluso Maddy y su compinche se callaron.
Al llegar ante las enormes puertas, pararon en seco. Se quedaron contemplando unos segundos que más bien parecieron eternidades el panorama que los aguardaba.
¿Antes habían creído que ir en busca del arma más poderosa de las tinieblas era intimidatorio? ¿El lidiar con Gárgolas?
—No peleen. No servirá de nada —les pidió Jay por lo bajo, proclamando los pensamientos que invadían a sus amigos.
—No habrá otra oportunidad —manifestó Ev.
—La hay, permaneciendo juntos —enfatizó. La postura reticente de los chicos disminuyó—. Confíen en mí.
Maddy carraspeó, exigiéndoles entrar. Jay, Carlos y Evie la fulminaron con absolutamente todo el semblante y entraron.
—No pongan esas caras largas, héroes. ¿Acaso no están honrados de ser los primeros prisioneros luego del "grandioso Felipe"? —Se empezó a dar la vuelta y agregó—: Upps, se me olvidaba. Gracias por los talismanes.
Evie, Jay y Carlos hicieron una mueca. Luego de unos segundos, Jay concluyó:
—Estás zafada.
—Zafada o no, esa es la verdad... —sonrió, pero los chicos la seguían apreciando como si fuera la más loca de todos—, o al menos la que creerán esos buenitos.
—¿Qué?
—¡El puente, preciosa! —le explicó Anthony, maravillado—. ¿El recorrido raro con Madam Mim sin las cuerdas...? ¿Tienes una idea de cuántos duendes van a diferentes reinos y lo sospechoso que resulta que ustedes hayan desaparecido de la nada? También he oído que otros reyes tienen la libertad de enviar personas a revisar que la regla de encierro y mediocridad común siga —torció la boca—. Con estas afirmaciones, supongo que pronto habrá visitas.
—Lo pienso y lo pienso ¡y puede que si haya sido un paseo al fin de cuentas!
—Todos viendo —adjuntó Carlos—. Lo menos claro es lo que mejor se rumorea.
—¡El mal vive! —exclamó la chica, carcajeándose—. Vámonos, Anthony, dejemos a estos perdedores; tenemos un país que destruir.
Hacían el amago de darse media vuelta, cuando Evie preguntó:
—¿Ben está bien? —y señaló con la cabeza a Mal—. Eso y ya.
Mad Maddy, aparentemente divertida, exclamó algo como «Si despierta...» y alcanzó sin más a Anthony.
Para quienes no lo han visto, este video
está dedicado a lo más importante
de esta cuarta parte. Es precioso y
está enteramente diseñado para que se emocionen :)
¡LA CUARTA y ÚLTIMA PARTE oficialmente ha empezado!
[Aquí debería haber un GIF o video. Actualiza la aplicación ahora para visualizarlo.]
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