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Capítulo 23. Diciéndoselo a todo el mundo


—No sabía que toda la escuela me quisiera tanto —comentó Carlos—. Y eso que nada más me fui por un día.

—No te esperan a ti, Carlos —dijo Evie—. Los esperan a ellos —Y señaló a Ben y a Mal.

La pareja se miró.

—Para cuando estés lista, Mal —Ben le sonrió.

Mal suspiró y echó una mirada afuera. Gente y gente y Mal solo pensaba en dolor de cabeza y dolor de cabeza. En sus años en la Isla de los Perdidos siempre le había costado socializar. (Bueno, más bien el problema estaba en que hacía huir a la gente de ella). Inclusive cuando se hizo amiga de Carlos, Jay y Evie le había costado aceptar el lazo que los unía. A los cuatro, de hecho.

Al llegar a Auradon, la tierra de las oportunidades, no hizo el más mínimo intento por hacer amigos. Sin embargo, fue fácil lejos de la influencia de su madre. Siendo la Dama de la corte, la novia del rey, aprendió a relacionarse más. Pero eso no significaba que le encantara estrechar manos y hacer reverencias a cada rato, precisamente.

—Prométeme algo, Ben —empezó Mal y se inclinó hacia él.

—Nos iremos adelantando, ¿está bien? —les preguntó Evie con una encantadora sonrisa.

Ben consintió hacia Evie y detrás de ella, cuando hubo salido Doug, Carlos y Jane se oyó el estruendo de la puerta cerrándose. El castaño le agarró un tramo de cabello a Mal y la miró fijamente, al igual que ella a él.

—Dime, pequeña.

—Prométeme que me ayudarás a elegir lo correcto. Siempre —suspiró—. No quiero que las circunstancias me vuelva a hacer elegir mal.

Ben frotó su frente con la de Mal.

—Lo prometo —le aseguró y se abrazaron.

Cuando Evie ya hubo estado al frente de la multitud de estudiantes, se sintió contenta de regresar, bueno, hasta que se acordó de su atuendo. Se barrió con la mirada de arriba abajo: su ropa estaba complemente mojada. ¡Horrendo! No le lucía como debía lucirle. Su traje era tan perfecto antes de entrar al agua. Y para su reputación como la más estupenda modista de Reino Unido, eso equivalía a ser horroroso. No era que fuera presumida o egocéntrica como Audrey, pero después de todo seguía siendo la hija de su madre.

«La más hermosa, la más guapa, la más bella». El lema predilecto de la Reina Malvada.

Pero no le importaba demasiado, ya había cumplido su misión personal: traer a Ben y a Mal de la Isla de los Perdidos. Era su gran logro como la BFF de ambos.

Al detener su atención al frente, entre las primera filas de hileras de personas estaba la directora de la Academia Auradon, los padres de Ben, Lonnie, Chad, Ally y Freddie, entre otros estudiantes más.

Evie al no ver a Audrey repentinamente se le subió al máximo su moral. De todas formas sabía muy bien que tarde o temprano Mal se encontraría con ella. Y mejor ni se diga cuando tenga un no muy agradable encuentro con Ben. Porque cuando lo tenga, pobre de Audrey, pensó Evie. Ben cuando se enoja tiene un temperamento similar al de una bestia.

Adam se acercó a Evie y la tomó por las dos manos para después hacerle un gesto de agradecimiento. Lo mismo hizo Bella posterior a su esposo. De poco a poco los estudiantes —que en sí eran en su mayoría los que formaban aquella multitud— se hicieron hacia atrás. Los de la banda cesaron la música para dejar silencio y dar pie a la bienvenida.

—¿De qué otra forma podemos agradecerte, Evie? —Algún tipo de nostalgia pasó por el rostro de Bella. Evie le hizo un gesto de comprensión—. En verdad, muchas gracias.

—No es nada, todos ayudamos —enfatizó, dándole crédito a sus amigos.

Bella y Bestia retrocedieron, esperando a que su hijo y Mal bajaran de la limusina.

En la espléndida bienvenida, toda la gente, ansiosa, no dejaba de ver hacia la limusina. Evie cruzó las manos y se dejó ser abrazada por Doug por los hombros.

Ya era hora por fin: Mal volvería a formar parte de la tierra de la bondad.

Ben se bajó de la limusina. Él no volteó hacia el público que los esperaba para darles a ellos también la bienvenida, en vez de eso, se dio la vuelta para como todo un caballero, abrirle la puerta a su dama. Todas y cada una de las cabezas dirigieron su atención hacia el lugar. Ya estando la puerta abierta, Ben le ofreció la mano a su prometida y la ayudó a descender.

Mal estaba sonriendo a pesar del nerviosismo que sentía.

—Te ves hermosa, princesa. No tienes que preocuparte —le dijo a Mal.

Mal suspiró, blanqueándole los ojos.

—Ben, no sabes lo bien que me hace saber que soy bonita —se burló y entonó un precioso tono de coquetería. Ben se rió con ella—. ¿Es necesario decírmelo a cada rato?

—No puedo evitar decírtelo. Me tienes loco, Mal —Ésta miró a Ben fijamente.

—Sabes que tenemos público, ¿no es verdad? —Y Ben por el rabillo del ojo dio un vistazo— Y tú diciéndome estas cosas, amor.

—Te puedo asegurar —le musitó al oído— que me hiciste vivir la noche más increíble de mi vida. Jamás dejaré de decirte estas cosas —Ben la tomaba fuertemente de las manos.

Mal se sonrojó ante las palabras de su prometido.

—Vamos —le incitó a Ben.

Ben y Mal se acercaron a donde sus amigos. Todos los esperaban ahí. Unos exclamaron un «¡Oh!» al ver a Mal. Sea como sea, ella era la que no veían hacia un año. Con Ben nada más había pasado una semana. Mal seguía sonriendo, sintiendo el brazo de Ben alrededor de su cadera. Ni Ben ni Mal sabían qué decir. Sin embargo, cuando Ben estaba por abrir la boca, sintió que alguien lo abrazaba. Y no solo a él, también a Mal. Era Bella.

Bella retrocedió unos pasos, sin dejar de tomar la manos de Mal.

—Siempre has sido y serás parte de la familia, Mal. Ben tiene suerte de tenerte —le dijo.

Ella la miró de forma emotiva.

Ben le sonrió a su madre, agradeciéndole. Podía recordar que sus lindas tardes con su madre en la biblioteca, era quizá lo que lo calmaba. Ella siempre le había enseñado a confiar en el corazón. Era por eso que Bella a comparación de su esposo, nunca se dejó llevar por el odio del reino hacia Mal ni por haber lastimado a su hijo.

Bestia puso una mano sobre la de Bella, que a su vez estaba aferrando las manos de Mal.

—Sin duda eres lo que hace feliz a Ben —Él asintió besándole la sien a Mal—. Siento no haberlo visto así antes.

—Gracias —expresó con un tono dulce. Le daba un poco de pena hablar enfrente de tantas personas. Además, estaba un poco cansada.

—Gracias, papá —le dijo Ben con sinceridad.

Era cierto que Ben le agradecía a su padre por el hecho de que se haya preocupado por traerlos de vuelta (en especial a Mal), pero necesitaba hablar con él. Y no solo de su compromiso, también del reino. Asuntos sin duda importantísimos. Evie agarró a Mal por los hombros para relajarla. Por otro lado, Ben pareció transmitirle a su novia con la mirada que todo estaba bien.

Bestia le dio una palmadas en la espalda a su hijo.

—Necesitamos hablar sobre ustedes, Ben —comentó Bella.

Mal y Ben se miraron y asintieron.

—No hay algo mas importante para mí, mamá —Y Ben abrazó aún más a Mal—. Ahora más que nunca ella es parte de mi vida.

—Sí, y estoy orgullosa de que siempre escuches a tu corazón, no importa qué.

Habiendo terminado la escena de emotividad con sus casi suegros, Mal se volteó hacia una de sus mejores amigas de Auradon.

—Qué bueno verte, Mal —le dijo Lonnie, que tenía a Chad detrás. La abrazó. La hija de Mulán acercó la boca a su oído para susurrarle—: Me hubiera gustado ir con Evie y Doug a buscarlos, pero tuve algunos inconvenientes.

—No te preocupes, Lonnie. Imagino que debió de ser por el festejo de tu día, ¿no es verdad?

—¡Ah, sí! Por eso —mintió con una sonrisa falsa, separándose del abrazo.

Luego se les acercó Chad.

—Solo quiero decirte, Mal, que yo siempre confié en ti —Mal alzó la ceja, entre creerle y no. Sabía que había más posibilidad en hacerse amiga de Audrey que en que Chad dijera la verdad—. Ben, —Éste miró a su amigo— al fin tienes a tu chica, ¿eh? Siempre saliéndote con la tuya.

Le dio palmadas en el pecho, cosa que causó que Mal y Ben se rieran.

Lonnie lo haló hacia ella para hacerlo andar.

Cuando la insoportable de Ally (como lo creía Evie) se les aproximaba, la princesa mora azul —apodada así por Mal en algún momento— la apartó a empujones. No era algo personal. Mejor dicho, sí era algo muy personal, pero Evie la conocía tanto que nada más iría a amargar a sus amigos.

Mal suspiró con alivio cuando creyó que nadie más iría a saludarla, ya que todos siguieron a la directora cuando pidió el favor de irse a arreglar para la inauguración del reino de Aurora y Felipe. Pero algo le decía a Mal que el Hada Madrina le hacía un enorme favor y lo supo sin lugar a dudas cuando ésta le guiñó el ojo.

—Gracias, Hada Madrina —murmuró.

Ben la había escuchado.

—Te acompañaré al cuarto, ¿está bien?

Mal le hizo un gesto de aprobación.

—Parecía que veían a un fantasma —mencionó Carlos cuando nomás quedaban ellos y los padres de Ben.

—No es de sorprenderse, Carlos, Mal es la polémica del reino en estos días —respondió Evie.

Pero a Mal no le gustaba serlo.

En la Isla de los Perdidos le encantaba ser el centro de atención. Ella misma se forjaba una mala imagen, lo que llamaban en la Isla una buena reputación. En Auradon era distinto: no le gustaba el tipo de atención que se ganaba ahí.

—Bueno, chicos, deberían ir a cambiarse también ustedes —les dijo Bella—. Pero Mal, si tú no te sientes con...

—No, está bien —se apresuró a decir Mal.

—La acompañaré a su habita...

—¡No, no! —Evie corrió hacia su amiga—. Ben, no es necesario. Yo la llevaré —Se ofreció amablemente—. Tú debes prepararte para otras cosas —Evie trató de hacerle una seña disimulada para que entendiera a qué se refería.

—¡Ah, sí! —exclamo un poco dubitativo—. Es cierto —sostuvo y se agarró la barbilla—. Amor, —Mal dirigió sus ojos hacia los de Ben— te veré a la una en el campus, ¿okey?

—Okey —dijo desconcertada. La verdad era que no entendía por qué Ben no podía acompañarla al cuarto.

—Bueno, no olvides que te amo —Y le dio un beso en los labios.

Mientras se lo daba, se oyó el flash de una cámara. Se separaron al instante y vislumbraron a unos cuantos reporteros que iban llegando. Sí, Mal no extrañaba nada de eso. Quizá eran unos ocho reporteros, con muchos micrófonos en manos y varias cámaras, haciendo un medio círculo a su alrededor.

Ben y Mal, incómodos, se tocaron distraídamente los labios, mientras que Evie, Carlos, Doug y Jane se hicieron hacia un lado para no interferir en la entrevista.

—¡Rey Ben! ¡Mal! ¿Nos pueden contar acerca de su estancia en la Isla de los Perdidos? —preguntó una reportera.

Les pusieron el micrófono más de cerca, pero ninguno respondió.

—Con detalles, ¿nos contarían cómo exactamente Mal fue hechizada? —dijo otra reportera—. A la gente le interesa saber.

—Mal ¿qué piensas sobre el rumor anterior del supuesto romance entre el rey Ben y Marlene, hija de Mérida? —Esta vez fue un reportero el que habló.

Mal se encogió de hombros y trató de mantener la compostura. ¿A quién le gustaría que le hicieran una pregunta como esa?

—Lo siento pero mi novia no tiene por qué responder a esa pregunta —demandó Ben—. Eso fue solo un rumor.

—¿Y qué hay de la foto del periódico? —Se atrevió a apelar una reportera que apenas se dejó ver. Era joven y alta, y tenía unas de esas típicas caras que querían hacer pasar un mal momento.

Ben iba a responder, pero Mal por fin tuvo las fuerzas para hacerlo.

—Como verán, esa foto no es nada. En el aquí y en el ahora estamos comprometidos en nuestra relación —dijo con valentía—. Creo que más que comprometidos —añadió para sorpresa de Ben.

La pareja se sonrió mutuamente.

—¿Comprometidos en qué sentido? —cuestionó tontamente aquella misma reportera.

—Okey, hasta aquí ha terminado —concluyó Ben. Los reporteros lo miraron astutamente pero aceptaron irse—. Evie...

—Vamos, M —La Princesa Azul jaló a Mal del brazo.

—Te veré pronto —se despidió Ben y le dio un beso en la mejilla.

Mal se quedó viendo el rumbo que tomaba Ben. ¿Adónde tenía que ir con tanta prisa? ¿Y justo ahora que acababan de regresar? Antes de ver como Ben caminaba solo hacia el campus, advirtió que su padre le dijo algo. Mal había considerado que Ben hablaría con él y podía adivinar de qué exactamente y que por eso tenía prisa. Pero no era así. Luego de que tomara un camino distinto al de sus padres, ya no estaba tan convencida de eso.

—¿Vienes, Mal? —le preguntó Evie.

Y Mal sin apartar su vista de donde Ben, movió la cabeza indicando que sí. Se resignó por fin y del brazo con Evie, fue con ella. Carlos y Doug ya se habían ido a su respectivo dormitorio.

—Evie, ¿adónde crees que habrá ido Ben?

—Supongo que al castillo, recuerda que también tiene que prepararse —le contestó, sin mirarla. La chica miraba al frente. Pero a Mal le dio un mal sabor de boca, o al menos, el tono que escogió Evie para responderle no la convenció.

Sin embargo, ya no siguió preguntando nada.

Evie y Mal entraron a la Sala Común que daba a los dormitorios. El sitio estaba muy iluminado, tal cual Mal lo recordaba. Con su chimenea, las decoraciones elegantísimas y los sillones que te podrías hundir en ellos y quedarte dormida como una Bella Durmiente. Eran un buen lugar de descanso; en ese instante, esto último un mal chiste para Mal, que le sucedió algo un poco parecido a Aurora.

—No hay nadie. —se murmuró Mal a sí misma. Estaba contenta por eso—. Otro abrazo por parte de alguien más ya no lo soportaría por el momento.

Evie soltó una risita ante el comentario.

—Fuiste muy valiente, M —admitió E—. Las cosas comienzan a mejorar, ¿no crees?

—Sí —aceptó Mal.

Sin embargo, su tono triste no le agradó a Evie.

—¿Qué te pasa, M? —preguntó cuando ya estaban pasando por los pasillos del dormitorio—. Pensé que estarías contenta de estar aquí.

—Lo estoy. Pero después de lo que pasó con Ben anoche, imaginé que le sería más difícil separarse de mí.

A ella le hubiera costado hacerlo. Al entregarse a Ben, sintió que jamás podría apartarse de él.

—Ten certeza de que así es —aseguró Evie—. Solamente tenía algo que hacer. No tan importante como tú para él, pero al final algo que hacer. Así que no dramatices, Mal —se burló para aligerar las cosas.

—Es cierto —Apareció una sonrisa en el rostro de Mal—. Es solo que... lo amo mucho. Y es como si lo que pasamos en la Isla de los Perdidos hubiera reforzado nuestro amor. No sé si me entiendas.

Su mejor amiga la miraba con cierta ternura. Era la primera vez que escuchaba a Mal sonar exclusivamente romántica.

—Totalmente —Y le dedicó una sonrisa. No dijo más porque sabía muy bien que a su BFF no le gustaba parecer demasiado cursi. Eso no cambiaría pronto.

Estaban disponiéndose a ir hacia los dormitorios, cuando Jane las detuvo para hablarles.

—Mi madre me dejó a cargo del artilugio. Cree que podré cuidarlo bien hasta mañana. Al parecer Merlín y las tres hadas buenas vendrán evaluarlo —les comentó. En las manos tenía la cajita en donde estaba la lámpara. Y asimismo, la Piedra Descendiente—. Chicas, mi madre comete un error terrible. No podré cumplir con la tarea que me encomendó.

Jane dejó caer la mirada muy desanimada. Mal entendía a la perfección ese sentimiento. Querer hacer sentir orgullosa a alguien. Para fortuna de Jane, su mamá podría estarlo de verdad, al contrario total de la temible Hada de las Tinieblas.

—Hey, arriba ese ánimo. Lo harás bien, ¿okey? —le dijo Mal—. Lleva eso a un lugar seguro y esperemos que todo salga bien mañana, ¿sí?

Contentísima, Jane le dedicó una enorme sonrisa de gratitud.

—Lo llevaré a un recinto de seguridad cerca del Museo de Historia Cultural y lo estaré monitoreando. No los decepcionaré. Ni a Ben ni a ti.

—Seguro que no —dijo Mal.

—Mal, me alegra tanto que hayas vuelto —exclamó alguien detrás de las chicas.

Una muchacha de abultado cabello rojizo entró.

—Marlene —dijo Mal, mirándola y luego a Evie—. Qué sorpresa. Pensé que estabas en un fuga romántica con el hombre de mi vida.

Sarcástica, Mal le hizo muy mala cara.

—Justamente de eso quiero hablarte —comenzó—. Mal, debes de saber que lamento mucho todos esos rumores tan feos. Seguramente debiste tener muchos problemas con Ben por eso. Que todo un reino piense que otra chica será la esposa de tu chico... ¿Qué te digo? Debe ser difícil.

—No te lamentes, Ben siempre me ha dejado claro quién es la mujer a la que ama —replicó Mal.

—Claro.

—Oh, Marlene, qué colgante tan horroroso. Deberías pedir una devolución —le comentó Evie.

Mal miró tal cosa llevada por el cuello de la chica. Se trataba de una cara de diabólicos ojos verdes.

—Queridas, creí que ya se estarían arreglando —El Hada Madrina hizo voltear a las chicas hacia la entrada a la Sala Común.

—Es justo lo que te iba a decir, M —comentó Evie—. Con el vestido que te tengo preparado, Ben no podrá quitarte los ojos de encima.

Mal puso una linda sonrisa.

—Bien, vamos.

Evie abrió la puerta de la habitación y le dio un empujón a Mal hacia adentro. El cuarto tenía un dosel morado oscuro al fondo, con almohadas grandes y muy suaves. Estaba lleno de luz, aunque eso lo solucionó Mal fácilmente cuando fue a correr las cortinas, con Evie a lado. Hizo una cara de satisfacción al estar entre un poco de oscuridad.

—Vaya —dijo Mal, frotándose el brazo izquierdo—. Está tal como lo dejé. Por supuesto, más limpio y sin tu máquina de coser.

—Supongo que el Hada Madrina mandó a limpiarlo —supuso—. De hecho, mira —Y saltó directo al armario y después lo abrió—. ¡Ropa nueva! Esto es tan genial, ¿no crees?

—¡Uy, sí! ¡Estupendo! —quiso decir lo más entusiasmada posible. Igual no era algo que le interesara demasiado.

Evie la entendía. Era su mejor amiga y por eso no la haría pasar un mal rato en su primer día en la escuela hablando sobre ropa. Un tema muy perfecto para ella, mas no para Mal. Entonces la agarró por las manos y la condujo al ventanal. La puso por delante de ella, para hacerla mirar hacia abajo.

En la entrada de la escuela, había montones de bocinas y cartelones rosas.

—Ugh, bastante rosa —se quejó Mal.

Aparte había un montón de adornos que formaban el nombre «AUDREY» con letras grandes y también, ugh, color rosa. Además, cuando Mal estuvo en el piso de abajo, había visto «Aurora y Felipe» escrito por todos lados. De todas formas no dejaba de preguntarse si así de exagerados habían sido los demás Días de los felices. Aunque algo le decía que Audrey aprovecharía la ocasión para sentirse más de lo que en realidad era.

—Escucha, Mal, diviértete hoy, ¿okey? Es difícil a sabiendas de que estará Audrey, pero sabemos que es inevitable —dio a observar—. Pero —Y adoptó un sorprendente tono de voz animoso— si puedes hazle pagar, ¿está bien?

Con «hazle pagar» podía referirse a algo llamado venganza. Una gran especialidad de la hija de Maléfica. Se le abrió una sonrisa al pensar en muchas maneras de hacerle saber a esa princesa que haber vuelto con la intención de hacer las cosas mejor, no dejaba cerrada la posibilidad de recordarle que quien se meta con la descendiente de Maléfica, la paga.

Salió de sus malévolos pensamientos cuando vio que Evie descolgaba del closet un gancho con una bolsa que a su vez sostenía un vestido. Mal no pudo resistir la tentación de hacer un ademán de sorpresa.

—¿A poco no es lindo? —mencionó.

Mal a su pesar tenía que aceptar que el vestido era totalmente...

—Alucinante —confirmó y puso sus manos sobre la prenda.

—A Ben le encantará —apremió Evie.

—Seguro —Y Mal se dejó caer en la cama, con una sonrisa.

Evie dejó el vestido en el armario.

—Mal, me iré a mi alcoba a dar una ducha. Prepárate para el rubor. Ya volveré.

—Pero no te pases —le advirtió Mal amenazantemente.

Evie hizo un gesto de aprobación y luego salió de la habitación. Justo cuando cerró la puerta, vio aparecer a Jane en el pasillo.

—¡Jane! —Ésta fue hacia la Princesa Azul. Habló en un susurro—. ¿Tienes lo que te pedí? —Jane asintió—. Bueno, las dos cosas.

—La primera cosa, sí. Me las arreglé para hacer esto —Y le enseñó su tabla de papeles. Le mostraba algún tipo de programa.

—¡Es fantástico! Por fin esa bruja de Audrey pagará un poco lo que hizo —Formó una sonrisa malévola—. ¿Y qué hay con la segunda? Recuerda que es la más importante —añadió con un tono entusiasta.

—Estoy teniendo mucha ayuda.

—Pero recuerda que debe ser discreto —Evie abrió los ojos y levantó el dedo índice.

—Eso es seguro. He sido muy cuidadosa para que nadie sepa absolutamente nada —dijo—. Ay, Evie, ¡esto es emocionante!

—Lo sé, lo sé —celebró sonriente.

—¿Y ella lo sabe?

—Es mejor una sorpresa, Jane —Suspiró, emocionada. Jane concordó con ella—. ¿Podrías decirle a Lon si me ve en una hora en el cuarto de Mal? Necesito bañarme urgentemente —se justificó, sacudiéndose el atuendo.

—Por supuesto —respondió.

Evie dejándose caer el cabello a la espalda se fue en dirección a su alcoba.

Al sentir el agua deslizándose por su cuerpo, sintió que en verdad había sido su primera ducha en mucho tiempo. Y no era así, pero estaba tan fresca que ansiaba no salir de la regadera. Mal se enrolló la toalla alrededor del cuerpo. Se fue a mirar al espejo, nada más un momento, para después salir del baño.

Se quitó la toalla y se vistió con una de las batas que tenía en su nuevo armario. Diez minutos después, Evie ya había llegado.

—Creo que con este barniz estarás... —Y se colocó las puntas de las uñas en la boca y las besó para admirar su obra de arte, ya que ella lo había creado en el laboratorio.

Abrió el frasco de pinta uñas color morado y que resaltaba los ojos verdes de Mal. Tomó su mano y la erigió para poder pintárselas. Dejó el frasco en la mesa a su lado. Agarró únicamente la brocha y comenzó a hacer el trabajo, mientras que Mal procuraba no moverse.

—Lo siento —Evie suspiró con pesadez—. Mal, ¿te importaría quitarte el anillo de compromiso y el de bestia? —Ésta la miró ceñuda—. Me da miedo que luego pueda pintarlos. De pronto hoy estoy muy distraída.

—Claro, es solo que odio quitármelos —confesó.

—Ah, si no puedes...

—No. Vale —aceptó Mal con presteza.

—¡Perfecto! Los dejaré aquí —Mal se deshizo de ambos anillos y se los entregó a Evie, que a su vez lo dejó en un mueble a lado del armario—. Cuando terminemos, te los vuelves a poner.

Mal estuvo de acuerdo a regañadientes.

Evie le pintó las uñas. Luego le puso unos tubos en la cabeza para hacerle unos rizos y le empolvó la cara. Mal miraba por el rabillo del ojo sus anillos, pero cuando lo hacía, su amiga le regresaba la cabeza. Después le aplicó pinceladas de rubor. Para entonces, ya estaba sentada en un sillón aterciopelado con Evie a un lado.

—¡Muy bien! ¿Casi terminas? —le preguntó.

—Casi —dijo con una voz baja y delicada.

—Evie, —Le llamó Mal— ¿qué pasa con Jay?

—No lo sé, simplemente se alejó —dijo sin más, distraída en seguir maquillando a su amiga. Pero pronto agachó la cabeza—. No he podido hablar con él, Mal.

—Puede ser que esté fingiendo. Es un chico muy astuto —reconoció. Si algo tenía que admitir de Jay, era que incluso podría ser más suspicaz que ella misma. Solo a veces.

—No lo parece —Y dejó su estuche de maquillaje en el mismo lugar donde estaba los anillos. Cruzó los dedos entre las manos.

—Conocemos a Jay, nadie puede manipularlo. ¿Recuerdas que es hijo de Jafar, uno de los villanos más manipuladores?

Evie lo consideró. Torciendo la mandíbula, se puso pensativa.

—Quizá manipular no. ¿Pero y si... lo hechizó?

—Mira, sé que dicen que Audrey me hechizó, ¡pero vamos! Ella no tiene poderes. Lo hizo de otra forma —Evie no replicó nada—. Escucha, cuando vea una oportunidad, hablaré con Jay.

—Pero Mal...

—Shhh —la calló. Hablaría con su antigüo aliado de travesuras pasara lo que pasara. Evie asintió al final—. Ahora mejor dime qué es lo que te traes entre manos. ¡Y no inventes, E!

—No inventaré nada porque no planeo nada en absoluto —se limitó a decir. Pero Mal reconocía que cuando Evie no hablaba con sinceridad se agarraba el cabello con más fuerza y su tono de voz cambiaba a uno más fuerte de lo normal.

—Por favor, no me dejes con la duda —suplicó.

Evie la divisó maquiavélicamente.

—Está bien —Miró de lado a lado, para luego volver a Mal—. Pasa que hay una sorpresa mañana. Para el último Día de los felices, o sea, el día de Ben.

—Ah, sí —Se puso en pose de pensar—. ¿Es para Ben la sorpresa? Puedes contarme y yo puedo ayudar. Después de todo yo soy su mujer —dijo emocionada.

No era que su fuerte fuera organizar sorpresas, pero pensaba que lo menos que merecía Ben era algo que ella pudiera hacer por él.

Evie insistió en mirarla antes de responder.

—No es para Ben, es para su madre —recalcó. No era que Mal no apreciara a su futura suegra, pero hacer algo por Ben le había subido la moral. Y ya no podría. Se le habían caído las ilusiones—. Pero es secreto. Muy pocos lo saben. Es una sorpresa para el reino entero.

—Ya —Entendió la chica pelimorada.

A Evie le llegó un mensaje al celular y abrió la ventana de mensajes en el menú del teléfono. Al verlo, Evie rió. Mal confundida se preguntó qué era lo que le había sacado aquella peculiar risotada.

—Beal es tendencia, no hay duda —sentenció y siguió deslizando los dedos en el navegador.

—¿Qué es Beal? —Mal arqueó las cejas. La hija de la Reina Malvada la veía verdaderamente incrédula.

—Es broma, ¿no?

¿Era broma? ¿Y por qué tenía que ser broma no saber que era Beal? Evie la ayudó a pararse del sillón y se hizo hacia atrás en un ademán de inspeccionarla. Quedó contenta.

—Más bien querrás decir quiénes son Beal —precisó a Mal sin dejar de mirarle el cutis. Estaba satisfecha.

—¿Hay dos personas con ese nombre tan absurdo? —se burló, entrecerrando los ojos—. Puf, es tonto.

En seguida entró Lonnie al cuarto, sin ni siquiera tocar. Se imaginó que no importaba si Evie le había pedido reunirse con ellas ahí. Ella en cambio de Mal o Evie ya estaba cambiada con un vestido del estilo Chino. No era tan largo, pues le llegaba a unos quince centímetros debajo de la rodilla. Era muy lindo. Tenía el pelo recogido en un chongo y unos palillos atravesados.

—Adivinen cuál es le tendencia en Internet —Sin esperar respuesta, continuó—: Casi todo el reino ama Beal. Beal por aquí, Beal por allá. No dejo de escuchar sobre esto por toda la escuela —Sostenía su celular emocionada, viendo a la pantalla.

—¿Quiénes son Beal?

—Debe ser broma, ¿verdad? —le dijo Lonnie a Evie, riendo.

—Por Dios, ¿quién se llamaría...

Lonnie le mostró el celular. Cuando Mal consiguió mirar la foto de Ben y ella besándose con la notación Beal abajo de ella, se dio cuenta que significaba que Ben + Mal = Beal. Había muchísimos comentarios sobre la foto. Igual no se molestó en leerlos.

—¿Saben?, empiezo a creer que Beal es genial. Yo misma me shippeo con mi bombón.

Ante el comentario, el trio de amigas carcajeó.

Lonnie apartó el teléfono y se lo guardó en un bolsillo que tenía a un costado del vestido.

—Lon, me iré a cambiar a mi habitación y mientras ¿podrías encargarte de socorrer a Mal con el vestido?

—Déjalo en mis manos —la tranquilizó—. Tú ve a ponerte guapa.

—Si tú insistes —Y se dispuso a salir de la habitación.

Media hora después, Mal ya tenía puesto el vestido. Lonnie se lo había ajustado del corset y le había alisado la falda. También le quitó los tubos de la cabeza para soltarle los perfectos chinos que cayeron como en espiral. Se le quedó viendo y sonrió. Lonnie creía que Mal se veía especialmente hermosa.

—No sé, pero siento que te falta algo —consideró Lonnie haciendo raros ademanes con las manos.

Mal rodó los ojos, ya que prácticamente se sentía un adorno humano. Por lo tanto; sí, no consideraba que le faltara algo. Caminó por el cuarto y recordó la última vez que había estado ahí. No eran lindos recuerdos, así que los apartó de su mente rápidamente. En ese momento llegó Evie, ya bien arreglada. Lucía un vestido azul que le quedaba muy pegado al cuerpo. Sobre los hombros le caía una capa casi igual de larga que el vestido. Para completar su atuendo, había elegido unos guantes rojos que le llegaban a los codos.

Cuando vio a Mal anunció un: «Simplemente hermosa». Dejó un cofre que sostenía en las manos en el tocador. Lo abrió y sacó una tiara color dorada con el símbolo de una bestia en el centro y con unas piedras preciosas moradas que, pensó Mal, combinaba a la perfección con su atuendo. Evie se la colocó en la cabeza.

—Creía que de esta forma combinarías todavía más con Ben —comentó a Mal—. Chica, ahora sí es hora de lucirte.

—¿No me digas que esa es la...? —Emocionada, Lonnie se acercó a inspeccionar la corona de Mal.

—¿Qué tiene de especial? —les preguntó Mal. Ellas de nuevo la veían incrédulas, como si fuera algo totalmente obvio.

—Mal, esta corona ha pertenecido desde hace varias generaciones a la familia de Ben. Normalmente a las que han sido reinas —le explicó Lonnie.

Evie saltó de alegría.

—Ben me dijo que te la diera —le informó la mejor amiga—. Usar esto es como ser ya la nueva reina de Auradon.

—Exacto, y eso es lo que necesitabas —dijo Lonnie refiriéndose a la corona—. Con esto y el anillo de bestia, no hay lugar a dudas de que Ben te considera demasiado importante para él.

A Mal estuvo por salírsele una pequeña lágrima. En serio que Ben la amaba.

Lonnie, Evie y Mal iban saliendo ya del cuarto para ir a la inauguración de Audrey, cuando Mal se acordó de algo que se le olvidaba y repentinamente regresó por ello. El problema era que no lo encontraba por ningún lado. Empezó a sentirse nerviosa. ¿Dónde estaba su anillo de compromiso? Únicamente estaba el de bestia.

—Chicas. Ayúdenme. Mi anillo. No está.

Sus amigas se devolvieron miradas y se unieron a Mal en la búsqueda. No había nada. Su anillo de compromiso había desaparecido.

Mal estaba frustrada.

—¿Ahora qué hago? No me gusta la idea de no tener mi anillo conmigo —Le echó un vistazo a su mano y solo tenía su otro anillo. No se sintió mucho mejor con eso—. Ben pensará que soy descuidada y....

—Vamos, Mal. Si quieres podemos seguir buscando, seguro lo encontramos —quiso decir Evie para tranquilizarla.

Mal se resignó, encorvándose.

—No, no. Ya después lo buscaré —Se mordió el labio sin ánimos. Sus pestañas se pegaron a los ojos y los volvió a abrir. Lonnie y Evie la agarraron, como abrazándola y se encaminaron afuera—. Vamos.

Ya en el piso de abajo, se encontraron a Carlos ya vestido con un medio elegante traje negro con blanco y una corbata roja sangre. Con Chico siguiéndole los talones, acompañó a las chicas al campus.

Parado cerca del escenario, estaba Ben. Perplejo se aproximó a su novia. Ben estaba vestido con un traje muy elegante color azul rey en su saco, estilo pingüino y un azul más oscuro en el pantalón. Se veía super apuesto. Era la primera vez que Mal veía vestido así a Ben, con sus típicas ropas de rey desde la vez que lo dejó en el pasadizo de flores y todo eso.

Con una sonrisa cautivadora, Mal lo esperaba. El vestido largo color morado con adornos verdes en el encaje del corset no era lo que había dibujado una expresión de asombro en Ben, sino lo espléndida que estaba su Mal. Aparte, su capa con un tono menor en morado y el fleco perfectamente acomodado arriba de los ojos hizo pensar a Ben que definitivamente frente a él estaba su princesa.

La tomó por las manos. Mal rogaba que no se diera cuenta que no llevaba el anillo.

—Te juro que no encuentro la palabra para describir lo bella que te ves —Mal esbozó una risita. Ben miró la cabeza de Mal y agregó—: Esa tiara te hace ver adorable.

—No me gusta verme adorable —masculló Mal.

—Pues estás adorable.

Ben sonrió.

Evie y Carlos ya se habían ido a buscar a Doug y a Jane respectivamente. Ben hizo el amago de besarla, pero unos sonidos provenientes de las bocinas cerca de ellos los apartó el uno del otro.

Era Audrey, que estaba por dar inicio a su inauguración. Sus padres, Aurora y Felipe estaban a un costado de ella, sonriéndole a su muy consentida hija. Por un breve instante, Mal juraría que Audrey se le quedó viendo. Tal vez solo era su imaginación.

Carlos, Jane, Evie, Doug y Lonnie se pusieron cerca de ellos y miraron a Audrey con repudio. Los minutos pasaban y en ellos Audrey dio sermones y sermones sobre su reino, costumbres y demás. Aurora y Felipe dieron un discurso y Mal se alivió de no oír más a Audrey. Su madre siempre le había dicho que Aurora y Felipe eran la perfecta representación del asco que daba el amor. Ahora Mal no pensaba eso. ¿Cómo podría pensarlo luego de todo lo vivido con Ben?

Cuando terminó aquella inauguración, Audrey exclamó:

—¡Con todo y brujas malas, que viva el reino!

Audrey alzó los brazos en señal de victoria. Sus padres la abrazaron cariñosamente. La gente aplaudió y Mal hizo una mueca. ¿Brujas malas? ¿En serio Audrey? Más evidente no pudiste ser. Audrey volvió a mirarla, pero esta vez Mal estaba muy segura de que sí lo hacía. La chica castaña la miraba con gran superioridad, sin embargo, Mal también, no quería dejarse intimidar de nuevo.

Ben acercó sus labios al oído de Mal.

—Te veo ahora —le musitó y se fue.

—¿Adónde va? —le preguntó a Evie por detrás de su hombro, sin voltear.

Evie no contestó y únicamente la rodeó por la espalda con un gesto peligrosamente silencioso. Mientras, ambas veían cómo Lumiere hacía una presentación al público sin necesidad de un micrófono.

—¡Con ustedes, el Rey Ben de Auradon!

Ben se acercó al micrófono, muy sonriente.

—¿Eso estaba en el programa? —preguntó Carlos por lo bajo.

—No, pero ya lo hizo —respondió Doug.

—Ouch, Audrey parece molesta —Y se giraron a ver a Audrey. Ella tenía el ceño fruncido y acusaba al grupo con la mirada. A su lado estaba Jay, que parecía decirle que se relajara—. ¡Me encanta! —exclamó Evie.

Pero Mal no miraba a Audrey, sino a Ben, quien estaba teniendo toda la atención del público.

—No hay palabras suficientes para agradecer lo mucho que aprecio estar aquí de nuevo —inició—. Quizá no me merezco estar parado aquí ahora, pero no me arrepiento de haber dejado la corona —Puso una mueca seria—. Adoro este reino y a mi gente, pero a veces hay cosas más importantes.

Ben miró directamente a Mal y le guiñó el ojo. Retornó la vista a la multitud.

—Hoy mismo volveré como rey —declaró. La gente aplaudió y vitoreó muy fuerte.

—¡Vamos, amigo! —gritó Carlos.

Evie y Doug le siguieron en medio del bullicio.

Ben con un gesto pidió un momento de silencio. Se aclaró la garganta y se puso en una posición muy firme. Audrey parecía realmente enfadada con el hecho de que le quitaran protagonismo, pero nada comparada con lo que pasaría continuación.

—Daré un anuncio —avisó y de nuevo, sonreía—. Hoy quiero hacer algo muy importante para mí oficial ante ustedes —se apartó del micrófono y se encaminó e inclinó hacia Mal—. Amor...

Mal abrió los ojos muy atentamente. No estaba nerviosa. No se permitiría mostrar debilidad estando su mayor enemiga cerca. Aceptó la mano de Ben y éste la ayudo a ascender al escenario. Mal se agarraba la falda para no tropezar y subir sin caerse en las escaleras.

Ya arriba, Ben miraba a Mal mientras se dirigía a la gente.

—Frente a todos ustedes le haré una pregunta a mi dama —Ella se ruborizó sin dejar de ver a Ben. Ni siquiera prestaba atención a la gente que los miraba. Ya podía presentir qué pasaría.

Ben por segunda vez se le arrodilló. Mal se preguntaba qué pasaría cuando no viera su anillo en el dedo. El dedo en el que lo tenía aún a mediodía estaba libre de joyas. Por un momento giró sobre su cuello para pedirle ayuda a Evie, pero ella solo le decía con gestos que no se preocupara y de paso abrió y cerró rápidamente un ojo, lo que hizo confundir más a la chica.

—Mal, —la nombró y volvió a verlo. Él le lanzaba una hermosa sonrisa— mi corazón está vivo de la forma en que importa gracias a ti. Tú eres mi eternidad —Su voz, esa voz amorosa que solo a ella le dedicaba salpicaron esa frase de sinceridad—. Mi vida, ¿me harías el honor de convertirte en mi esposa?

Mal abrió los ojos todavía más y entonces fue cuando Ben extrajo una cajita plateada del bolsillo. Reconoció inmediatamente el anillo de compromiso. Ya entendía por qué Evie le había pedido que se lo quitara.

Por allá, abajo del escenario, Evie disfrutaba placenteramente de la expresión de Audrey, quien se alejó molesta del lugar, corriendo en dirección a los dormitorios, tal como hacía cuatro años lo había hecho en el Campo de Torneo, el día del partido.

—¿Serás mi reina? —preguntó de nuevo.

Un momento de silencio. Todos esperaban prudentemente la respuesta de Mal. Ben la miraba directamente a los ojos.

—Sí —le contestó entre sonrisas—. Sí, por supuesto, príncipe.

—¡Dijo que sí! —le anunció alocadamente, Ben a la multitud.

Pronto resbaló el anillo de compromiso por el dedo corazón derecho. El chico acercó la mano de la muchacha a sus labios y la besó con una enorme ternura. Todos sin excepción aplaudieron, incluso Jay. Gritaron tan fuerte que Ben y Mal no podían oírse el uno al otro.

Entretanto, alguien del público gritó muy alto.

—¡Beso!

Los demás le siguieron a Lonnie, gritando lo mismo.

Mal y Ben unieron sus labios sin vacilar. Se quedaron como si estuvieran pegados por varios segundos. Ben abrazaba a Mal por la cintura y ambos sonreían al público. Mal se hundió en el pecho del castaño. Él acercó el micrófono a su boca, con una radiante sonrisa.

—Muy pronto Mal y yo nos casaremos. Muy pronto —Suspiró— la mujer más bella del universo, mi Bella Descendiente, será mi esposa.

Sin más, le entregó el micrófono al antiguo candelabro.

Ben le hizo una reverencia a Mal para indicarle que después de ella. La muchacha le hizo la misma reverencia a él y bajó del escenario con su prometido siguiéndole el paso.

—Así que tú me robaste el anillo, ¿eh? —le mencionó a Evie, quien dibujó una tímida sonrisa—. Gran estrategia esa.

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